Nothing compares 2u {Harry Styles}

Nothing compares 2u

"Han pasado siete horas y quince días
Desde que te llevaste tu amor
Salgo todas las noches y duermo todo el día
Desde que te llevaste tu amor
Desde que te fuiste puedo hacer todo lo que quiera
Puedo ver a cualquiera que elija
Puedo cenar en un restaurante elegante
Pero nada
Dije nada puede llevarse esta tristeza
Porque nada se compara
Nada se compara contigo"

Prólogo

El ruido de unos truenos asomándose despertó a una Gwen, despeinada y somnolienta. Levantó la cabeza de su improvisada almohada y miró a su alrededor. Nada. Al parecer, todos se habían ido y la habían dejado ahí, a la deriva. Todos, incluyendo a Elliot. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, empapando sus mejillas y corriendo su maquillaje. Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a brotar de su memoria, como flashbacks. Habían tenido una discusión, se había acabado todo. Ella había caído inconsciente por tanto alcohol en sus venas y la fiesta había terminado.
Se levantó del suelo, se limpió el polvo, el cual se le había pegado en el jean, y recogió su campera. La ató a su cintura y avanzó hacia la carretera más cercana. Mientras caminaba, visualizaba botellas, vasos descartables, restos de cigarrillos y envases de condones tirados en aquel pequeño predio rodeado de árboles. Luego de un rato, la cabeza comenzó a dolerle y sus piernas parecían no responderle. Resignada, se sentó al costado de una carretera. Algún auto debía de pasar por ahí, sin necesidad de caminar hasta una estación de servicio. Sacó un cigarrillo de su bolsillo trasero, se lo puso en la boca y lo encendió. Soltó el humo y volvió a tomar una pitada. Repitió esa acción varias veces, hasta que sólo quedaba la colilla del cigarrillo. Lo tiró hacia la carretera y al instante, encendió otro. Comenzaba a hacer frío, y si no comenzaba a moverse, se haría de noche. Soltando un bufido, se levantó, tiró su cigarrillo y se desprendió la campera de la cintura para colocársela sobre el cuerpo. Metió un brazo y luego el otro, se acomodó la parte del cuello y subió el cierre. Puso sus manos en los bolsillos y cerró los ojos, absorbiendo el mínimo calor que le otorgaba su campera de cuero marrón.  Volvió a abrirlos y comenzó a caminar. Agarró una colita, que se encontraba en su muñeca, y se ató el pelo con un simple rodete. Varios mechones de color rubio cayeron de este, pero al no poder engancharlos, los dejó sueltos para que jugaran con el viento. Retomó su camino hacia la estación de servicio más cercana y comenzó a cantar. Empezó a caminar por el medio de la carretera, confiada. Nadie pasaría por aquella ruta abandonada, no tendría tanta suerte como para encontrar a alguien que le dé un aventón. Agarró el último cigarrillo de su bolsillo trasero y lo encendió. De repente, comenzaron a caer grandes gotas de lluvia. Sin importarle estar empapada, siguió caminando con un paso tranquilo, mientras fumaba un cigarrillo. Sus pasos pisaban los recientes charcos de agua, haciendo un ruido agradable para los oídos de Gwen.
Unas luces alumbraron su camino y el sonido de una bocina rompió la silenciosa lluvia. Por un instante, Gwen pensó que el auto la arrollaría pero el conductor había detenido su marcha. Se dio la vuelta y lo enfrentó. Este, se había bajado del auto al ver que no se corría del camino.
- ¿Estás demente? – Preguntó el joven, furioso, mientras azotaba la puerta del auto y caminaba en su dirección. Se posó frente a ella y la miró, intimidatoriamente, a los ojos. Estos eran de un color verde, mientras que los de Gwen eran marrones oscuros.
- No, sólo estoy buscando un aventón. – Contestó ella, colocando su espalda más derecha que nunca. Jamás se mostraría intimida delante de un hombre, no otra vez.
- ¿Y piensas que parándote en medio de la carretera, en un día lluvioso, encontrarás uno? – Volvió a preguntar el joven, señalando a su alrededor. Su postura no había cambiado para nada, seguía muy furioso con ella.
- Claro, así me verán y no podrán pasar de largo. – Dijo Gwen, colocando una sonrisa en su rostro.
- Podrías haberte matado, podría haber venido un conductor borracho y haberte arrollado.- Su mirada era fría. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Gwen, haciéndola temblar durante un momento. Recordaba ese tipo de mirada, y eso no le gustaba para nada.
- Pero no ha pasado nada, todavía sigo aquí. – El joven, dándole una última mirada, caminó hacia su coche. – Mira, si no quieres llevarme sólo tienes que decirlo y esperaré al próximo. No tienes por qué ser tan descortés.
- Sube. – Contestó el joven, mientras habría su puerta y subía en el auto. La cerró de un leve portazo y encendió el motor. Gwen se apresuró a subir, abrió la puerta, tiró el cigarrillo y la caja vacía, y se sentó en el asiento del pasajero. Cerró la parte y le dirigió una mirada a su acompañante. - ¿A dónde debes ir?
- ¿A dónde te diriges tú? – Preguntó ella, mientras frotaba sus manos. Se sacó los borcegos de los pies y los dejó en el piso.
- Los Ángeles. – Contestó comprobando que no pasara ningún auto y emprendió la marcha por la carretera. Le dirigió una breve mirada y siguió conduciendo.
- Parece que vamos al mismo sitio, entonces. – Contestó ella mientras dirigía su mirada hacia el exterior. El silencio dentro del auto se hizo presente, este sería un viaje largo.