amnesia. | luke hemmings |

No puedes darte cuenta de nada si no te detienes un segundo. Si no observas a tu alrededor y comprendes. La vida puede parecerte dura hasta tal punto, es entonces cuando entiendes que eso que siempre has estado buscando nunca estuvo tan lejos. Recordarás todo aquello que una vez quisiste olvidar, ignorarás grandes palabras que alguien te dijo una vez. Y te darás cuenta de que no estás completamente solo; pues siempre hay alguien ansiando encontrar una vía de escape, un refugio en el que estar seguro.

No soy poeta, aunque escribir se me da bien. Mi nombre es Luke, y sí, soy más atractivo que Brad Pitt en ropa interior. No tengo novia, no tengo ataduras, y no tengo buena reputación. Sí, lo sé, ¿cómo puedes no tener buena reputación si eres la persona más atractiva del planeta? No lo sé. Eso deberían preguntárselo a los simios llenos de testosterona que ocupan la segunda mesa al fondo de la cafetería del instituto. Ellos son el equipo de fútbol del George High, patanes incompetentes que apenas saben deletrear su nombre completo. La gran mayoría son musculosos y populares; la minoría, simples cachorros falderos que les seguirán siempre allá donde vayan. Patético, como podéis ver. Por otro lado —y siempre en la misma mesa— tenemos a las animadoras. Chicas preciosas que saben más sobre el maquillaje que de que está hecho el papel; la mayoría de ellas (por no decir todas) son unas... putas; pues se acuestan con medio instituto sin importar quién. De hecho, Olive Di Angelo se acostó con el profesor de geometría (Steve McLaurence) solamente para que le subiera la nota del último examen.
¿Pueden creerlo? Es como si yo, Luke Hemmings, me acostara con la profesora de Historia (la señorita aliento de dragón) para que me pusiera un diez en  el trabajo de la segunda guerra mundial. Asqueroso; absoluta y completamente asqueroso.

Aunque por suerte no todo el mundo es así. Hay gente como Alexis Rainbow; inteligentes, dulces, sensibles y absolutamente ardientes. Gente que acabará por dominar el planeta. Gente como yo.
Alexis formaba parte de mi grupo de amigos junto con Derek Rainbow (su hermano) y Barney Reynolds, mi mejor amigo. Habíamos pasado tantas cosas juntos que apenas recuerdo  nada de lo que hicimos. Ahora ella se ha ido; dijo que se llevaría todo lo que era suyo, pero mentía, porque no me llevó a mi. A veces deseo despertarme con amnesia, olvidar todo aquello que habíamos construido juntos. Borrar de mi memoria el hecho de que mi grupo de amigos ha desaparecido. Que Alexis y Derek se han ido para siempre, que Barney me ha abandonado en el camino, que no tengo amnesia y que recuerdo todo lo que pasamos juntos. Fotos de nosotros que siguen en mi teléfono, que siguen pegadas a los álbumes que mamá hacía cada verano. Y sí, admito que me gusta verlas, pero sólo porque soy un masoquista y me gusta hacerme daño. Duele recordar sus nombres después de tanto tiempo. Duele sentirse solo.
Es increíble ver como cambian las cosas; porque puede que hoy esté aquí, pero mañana no lo sé. Porque hay cosas que cambian, y otras que no deberían hacerlo.
Mi padre suele recordarme los viajes a Europa, cuando invitábamos a los chicos a pasar el verano con nosotros. ¿Puede un padre no darse cuenta del dolor que te brinda? Ojalá tuviera amnesia. Ojalá me despertara sin recordar nada de lo que guardo en mi cabeza, esperando que se formen arrugas al volver a sonreír.
Tengo nudos en mi garganta por cada vez que intento hablar de lo que fuimos. Por cada vez que mamá pregunta por Barney y a mi me toca fingir que seguimos siendo amigos, pero que está enfermo y no podemos salir. Y estoy seguro de que no tardará en llamar a sus padres, no tardará en preguntarles por Barney y darse cuenta de la verdad. Pero hasta el momento, la mentira sigue viva en mi boca; esperando ser pronunciada de nuevo.
Las salidas que hacíamos los sábados, por las que sigo despertándome a las diez de la mañana aún sin ayuda del despertador. Aún sin querer hacerlo. Porque no tengo amnesia, y odio acordarme de todo. Porque me gusta brindar por lo que nunca llegamos a ser. Porque aún espero que vuelvan a aparecer.
Desearía poder tener amnesia y olvidar todas aquellas estúpidas pequeñas cosas que me hicieron feliz. Desearía poder borrar aquellos recuerdos de los que no puedo escapar. Porque ella dejó todos esos sueños sin cumplir, no me llevó a mi, mentía cuando dijo que se lo llevaría todo. Mentía cuando dijo que no le dolía. Y si no lo hacía, ¿porqué deseo borrarlo?


Mamá está preparando su famosa ensalada con atún, hundida en el profundo olor del vino que mi padre acaba de abrir. Ladeo mi cabeza en su dirección, esperando que tal vez deje de apestar dicha botella verde. Papá ríe burlón, mofándose de mi mueca de disgusto y mirándome antes de verter el líquido rojizo en la copa encima de la mesa. Mamá le sonríe encantada, aunque probablemente no deba hacer eso. Mi madre odia beber alcohol, aunque dudo que él lo sepa. Intenta fingir que le agrada la sensación del vino en su boca, pero yo entiendo ésa mueca de satisfacción; rogando por que se acabe de una vez.

— Entonces, ¿qué tal fue el partido del viernes? — mamá intenta cambiar de tema, viendo mi boca abrirse para protestar contra la bebida. Arrugo los labios, sintiendo mi pircing hundirse en la carne hasta acariciarme la lengua.
— Perdimos. — le digo, más molesto de lo normal.
Papá deja la copa a un lado del fregadero y me observa, con sus ojos llenos de rechazo en mi dirección. Cruza los brazos sobre su pecho y la camisa que lleva puesta para trabajar se arruga ante tal gesto.
— ¿Te divertiste? — me pregunta. Frunzo el ceño  y asiento, viendo como su cuerpo se relaja ante mi movimiento. — Entonces tranquilo, ya ganaréis el próximo partido.

Confuso, golpeo suavemente con los dedos la mesa frente a mí y me detengo (sólo un segundo) para observar bien a mi padre. Probablemente sería bueno decirle que jamás ganaremos un partido. El George High no es famoso por su equipo de básquet; aún menos por sus partidos.
— ¿Y qué hay de Barney? —  pregunta mi madre mientras abre la nevera y observa por encima de la leche y las coca-colas. — Hace mucho que no viene a casa, ¿estás seguro de que se encuentra bien?
Mi cuerpo reacciona ante su nombre. Barney, mi mejor amigo, quién me dejó tirado cuando más lo necesitaba. Quién se fue del equipo de básquet para unirse a los patanes de la mesa del fondo. — Él está bien, mamá. Sólo está pasando por una pequeña crisis porque su novia le dejó. Eso es todo.
Normalmente dicen que en un tiempo vamos a reírnos de todo aquello que nos hizo daño. Aunque estoy seguro de que no me voy a reír de esto. No voy a disfrutar recordándolo; pues desearía poder eliminar todas las veces en las que mentí a mi madre, sólo para que no sintiera pena de mí, su hijo.


— Hey, marica. — oigo la voz de Barney a mis espaldas, sintiéndola ronca y pesada. Lo que significa que acaba de levantarse, y de nuevo, a llegado tarde.
No me detengo a verle, teniendo mi taquilla a menos de tres metros de distancia.
— ¡Hey, idiota! — creo que nunca podré llegar a entenderlo, cómo la gente cambia de un día para otro, como todo aquello que creía para siempre se esfuma cuán arena entre tus dedos.
— ¡Luke! — Cuando consigo llegar a mi taquilla ya es demasiado tarde, su cuerpo impacta contra el metal y sonríe (de la misma forma que hacen los simios antes de comerse un plátano). — ¿Recuerdas a Alexis y Derek?
Entrecierro los ojos, esperando que los muros que con tanto esfuerzo he levantado no se derrumben sobre mi cuerpo.
— Ellos... han muerto en un accidente de avión. Regresaban a casa para vernos.
Desearía tener amnesia para olvidar todo aquello que me hizo daño. Para no recordar la forma en la que todo se fue a pique. Desearía tener amnesia, para no ver como todo aquello que amo se marchita cuán rosa en invierno.

No puedes darte cuenta de nada si no te detienes un segundo. Si no observas a tu alrededor y comprendes. La vida puede parecerte dura hasta tal punto, es entonces cuando entiendes que eso que siempre has estado buscando nunca estuvo tan lejos. Recordarás todo aquello que una vez quisiste olvidar, ignorarás grandes palabras que alguien te dijo una vez. Y te darás cuenta de que no estás completamente solo; pues siempre hay alguien ansiando encontrar una vía de escape, un refugio en el que estar seguro. Entonces te das cuenta; la vida a pasado y de ella, no recuerdas nada.