I wrote you a song with the words you spoke.

Tomé la radio de bolsillo de mi abuelo y corrí bajo el sol veraniego. Las temperaturas cálidas me habían sumergido en una burbuja de somnolencia lo que ya había pasado de las vacaciones. Sin embargo, aquél día quería probar algo nuevo, algo que nunca antes había hecho. 
Con un par de pinceles en mi mano derecha y un vasito descartable en la izquierda junto a un plato rojizo viejo y mordido por mi perro, me aventuré a las profundidades de mi jardín en búsqueda de una sombra, hasta que la encontré. 
El banquito que utilizaba para trepar al roble me esperaba como todas las tardes. Pero esta vez no treparía. Había algo nuevo también. Una barra blanca con círculos de colores adornados por relieves de mariposas se situaban resplandecientes bajo el fulgor del sol que atravesaba las copas del roble. Eran acuarelas. 
Tomé asiento con delicadeza y esperé. Los destellos del sol me cegaban y el calor me sofocaba de a momentos, pero yo seguí allí sentada, con mis manos apretando fuerte los pinceles y el vaso lleno de agua a un lado. El papel frente a mí se veía tan solitario, tan blanco y aburrido. Pero esperé. Esperé por horas. 
El sol cayó por la tarde y el crepúsculo me invadió. La luz mutaba continuamente. Algunos tonos amarillos por allí, anaranjados, o rosas, o violetas, o aún celestes. De repente, la hoja tenía millares de colores bajo mis ojos. El rosa danzaba en la punta del pincel como una gota de agua, en un principio tímida para escapar de las cerdas, pero luego, devastadora al caer contra la hoja. 
Había encontrado, lo que sin duda, algún día me haría feliz. 
...
Todo puede cambiar con tan solo un poco de curiosidad, una búsqueda y un descubrimiento. Haber encontrado mi pasión pudo haber cambiado situaciones que son imposibles de imaginar, pero que, en otro contexto pudieron haber sucedido.