As if this had ​​sense. {harry styles}

As if this had ​​sense

—Ven conmigo.

Lo miró atentamente inspeccionando cada facción de su rostro, aunque con tan poca luz se le hacía casi imposible. Le parecía demasiado extraño que un hombre detonara tanta amabilidad, también así, le parecía que era muy iluso de parte de ella creer que era cierto y que este joven era diferente. Le parecía demasiado estúpido creer que quería algo más que una noche de sexo.

El frío la azotó por todas partes y tembló de pies a cabeza. Lo miró repetidas veces y luego se sintió avergonzada al estar usando aquellas prendas. Pero ¿Qué podía hacer ella? Era la vida que le había tocado, y más que nadie sabía que no todas las cosas en esta vida son muy justas para aquellos que se atreven a enfrentarla. Pensó en cuestión de segundos que, al fin y al cabo, era todo lo que tenía. Ya nada importaba, ni siquiera su propia vida. Pudo perderla en muchas ocasiones, pero estaba viva, como esperando a morir. A esto se dedicaba, a usar prendas provocativas para que algún hombre en busca de una noche de olvido y placer le ofrezca dinero a cambio de ir a su cama.

Por supuesto que hay mejores maneras de ganarse la vida, ¿Acaso ella no lo sabía? Las había encontrado mucho después de sellar el trato que la arruinaría por siempre. Ahora, con un hombre con cara de manso frente a ella, se cuestionaba sus intenciones cuando, al fin y al cabo, daba igual el final de esa historia.

Tomó su mano y se deleitó al encontrar calor y suavidad en ella. El hombre vestido de traje y sobretodo apretó sus finos dedos y la jaló hacia lo que parecía ser su auto.

Que la partiera un rayo si no era cierto, pero notaba en él actitudes que no demostraban los demás hombres que la recogían en la calle. Novato. Pensó, al identificar el nerviosismo cruzar su mirada. Seguro era casado y estaba cometiendo su primer travesura. Se acomodó en el asiento del auto y suspiró con fastidio. Como bien había pensado, era estúpido creer que sus intenciones eran diferentes.

—Ponte cómoda. —Le ofreció una sonrisa, como si ella estuviera allí para tomar un café. Se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero, mientras la morena de pocas prendas admiraba con asombro la magnitud de su casa. El joven sin nombre prendió el hogar y se acercó a ella. —Bueno... ¿Quieres algo de tomar?

Se sentía tan perdida con sus acciones que había dejado de lado su plan para seducir. Antes de que alguno pudiera decir algo tomó su cuello y lo besó. Maldita sea. —Pensó. —Mejor es terminar rápido con esto.

Sr. Rizos se sorprendió casi exageradamente por su cometido, como si en verdad él pensara que iban a tomar café. Poco a poco disfrutó de sus besos y terminó por abrazarla. Amelie, a juzgar por su reacción, se imaginó que eran una pareja que, después de mucho tiempo, se volvieron a encontrar. Era una tremenda idiotez, ¿Acaso este hombre no sabía tratar a una prostituta? Sus besos eran cálidos, dulces pero apasionados sobre todo. Sus manos pesadas acariciaban su espalda. Mientras que la castaña quería agregar lujuria y desenfreno al beso, al igual que siempre lo hacía, recibía una respuesta (además de grata) demasiado dulce. El muchacho dejó de gemir y la separó casi de golpe. Amelie miró extrañada su rostro sonrojado y sus labios hinchados por el beso que compartieron. Respiró agitadamente y mostró más de una vez sus dientes en una sonrisa.

—Espera, ¿En verdad no quieres sentarte a tomar algo? Es decir, no me conoces. —Las palabras sonaban muy lógicas para Harry, pero para su visitante eran como pedirle naranjas al manzano. Al ver el desentendido en su cara extendió su mano y sonrió exageradamente, un acto que demostraba su nerviosismo. Como si se estuviera presentando a su primer novia. —Soy Harry. Harry Styles.

Amelie observó su mano y suspiró con pesadez. Esta era la noche más rara de todas.

—Mira, Harry. —Habló por primera vez. —No sé si has traído prostitutas a tu casa alguna vez —Su voz falló al reconocer su manera de ganarse la vida, pero prosiguió. —pero generalmente los hombres las llevan a su casa, tienen sexo con ellas y luego les pagan. —Los ojos verdes del muchacho se abrieron como si le hubiera contado la noticia del siglo, algo que la molestó aun más. —Así que ahora, ¿Puedes decirme porqué me trajiste hasta aquí?

No pudo evitar sonreír. Ella era muy linda, y su voz muy melodiosa. El beso que le había robado lo dejó atontado, pero aun veía sus acciones con mucha coherencia.

—¿Tu nombre? —Preguntó ignorando su anterior pregunta.
—¿Importa, acaso? Mañana no recordarás que estuve aquí. —Sonó frío y cruel al decirlo de esa manera, o al menos para él. ¿Qué problema tenía?
—Tu nombre, por favor. —Insistió.
Vaciló observadora y secamente respondió: —Amelie.
—Amelie... —Repitió pensador. —No comprendo, Amelie, cuál es el problema de que invite a una señorita tan bella como tú a mi humilde morada, la invite a tomar algo, la acorteje y me permita ella seducirla como es debido.

Ahora todo se había dado vuelta. Se sintió levemente bochornosa porque Harry había hablado con mucha racionalidad, hasta lo hizo parecer coherente. Pero se dio cuenta de que las cosas no eran así. Esa era su vida ¿Y este hombre pretendía hacerla parecer una dama honrada? Prefería quedarse como estaba.

—Es muy tierno de tu parte, cariño. No sé si lo has notado, pero los hombres como tú me pagan para tener sexo, me echan de sus casas al amanecer y la rutina se repite. No soy una chica que has conocido en un café y puedas invitarla a salir. Lo siento si eso es lo que buscas, pero no soy ese tipo de mujer, lamentablemente. —Agregó bajísimo aquella última palabra. —Encontrarás una mejor chica a la cual podrás hacer tu novia.

El dolor de esas palabras vino de improvisto luego de pronunciarlas. Seguía siendo ser humano, por lo consecuente, seguía teniendo sentimientos a pesar de que creía haberlos apagado hace ya bastante. La culpa la tenía él, nunca se había aparecido un hombre con la idea de tratarla como una verdadera mujer, y era más doloroso de lo que cualquiera pudiera imaginar, porque ella sabía que no era posible. Estaba sumida en la miseria, la pobreza y el hambre, su familia estaba muerta, tenía sexo con desconocidos para poder pagar su alimento y estaba esclavizada a una mafia que la mataría si intentaba escapar. Era su vida, no tenía que recordarlo cada mañana, y era lastimoso reconocer frente a otra persona que así viviría hasta que muera por sabe Dios qué cosa. Pensarlo y pensarlo hería todo su interior, hasta el punto de que su mirada se nubló con gotas saladas que pronto estallarían. Se imaginó como sería salir en una cita, tener novio, casarse algún día. Nunca lo hacía y toda una avalancha de fantasías de lo que podría ser su vida la atacaron y abrumaron.

—Hey... No llores. —Harry intentó abrazarla pero le quitó los brazos de encima.
—Me estas lastimando Harry. Y no es necesario. ¿Porqué no podemos tener solo sexo, me pagas y me dejas seguir con mi vida?
—No tiene que ser así...
—Sí, así es. Porque así es el orden de esta jodida vida. Así son las cosas, y me duele muchísimo aceptarlo. Deja el tema, deja de tratarme como si fuera una dama, entiende que es lo que soy, aunque no quiera serlo.

Era, oficialmente, la peor noche de todas. Por primera vez en... Bueno, por primera vez, estaba en la casa de un hombre llorando sin consuelo, cuando debería estar haciendo su trabajo. ¿Cómo compraría su desayuno, su almuerzo o lo que sea? Harry dejó pasar unos segundos y la trajo hacia sí. Intentó zafarse pero se sintió demasiado a gusto antes de poder lograrlo. Lloró, simplemente lo hizo. No sollozó exageradamente, no se guardó las lágrimas. Lloró como lo lamentada que estaba.

—Sh...—Le partía el corazón, en serio que sí. Había metido la pata y no pensó bien en lo que estaba haciendo. Y ahora, la obligaba a abrir heridas pasadas. Acarició su espalda una y otra vez hasta que se quedaron ambos en silencio. —No tiene que ser así. —Insistió. La miró directamente a los ojos sin querer soltarla. Observó profundamente mientras pensaba. La idea le emocionaba, lo complacía y se preguntaba ¿Porqué no? —Escucha. ¿Qué tal esto? Dormirás en la habitación de huéspedes, desayunaremos y cuando vuelva de trabajar tendremos una cita, una de verdad.  —Amelie bufó sin poder creérselo. Perfecto, pintaría su día de rosado ¿Y luego? ¿Soportar el dolor de la separación y de volver a la mierda que tenía por vida? Nunca. No sería soportable. —No, no, no. No lo descartes, es una buena idea. ¡Vamos! ¿Me das una oportunidad?

Amelie miró una y otra vez. ¿Quería? ¡Por supuesto que sí! Era de las pocas mejores cosas que le habían ocurrido en la vida. Pero era un peligro y traería amargura a su vida más adelante. Harry esperaba expectante a que aceptara. Quería que aceptara.

—Dame la oportunidad de mostrarte que sigues siendo una mujer, y de las más hermosas que haya conocido, hermosa en todo sentido. —Harry se sentía tan feliz que reía con sus propias palabras, al igual que Amelie.
—¿Entonces no tendrás sexo conmigo? —Su descarada pregunta lo dejó atónito. Seguía respetándola, aunque moría por robarle otro beso como el de hace un rato.
—No si no quieres...
—¡Oh, por favor! —Bromeó ella. Sentía temor, alegría, miedo y emoción. Todo al mismo tiempo, quería llorar y reír, correr y quedarse. Pero en tanto más cerca estaba de su perfume tan exquisito, tan varonil y tan adictivo, caía y caía. En sus encantos, en sus juegos seductores. Se dejó llevar por sus caricias, las primeras que no la hicieron sentir sucia, sino querida. Realidad y fantasía... ¿Cómo diferenciarlas? Estaba todo tan confuso, hasta que encontró sus labios y disfrutó de ellos. Tierna y suavemente por primera vez desde siempre. En su momento creció precozmente y hace tiempo se había convertido en mujer. Ahora estaba aprendiendo a ser tratada como una.

El miedo nunca se fue. Miedo al dolor, al abandono, a no poder soportar perder todo lo que ahora sentía, todo lo que ahora él le ofrecía. Pero nada de eso la detuvo, y finalmente se dejó disfrutar del cariño de un verdadero hombre, uno que la respetaba sin conocer o juzgar su pasado y/o presente.

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