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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
— El suicidio de la locura.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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— El suicidio de la locura.
Novela: El suicidio de la locura.
Autor: Setsuna♠ {Yo}
Adaptacion : Ninguna, es original por mi parte.
Genero: Terror, Misterio, Gore.
Contenido: Psiquiátrico, Trastornos, Locura, Terror, Visiones, Mutilaciones.
Advertencias: Mutilaciones, ataques, lenguaje fuerte. {Por ahora no.}
Otras Paginas: Solamente aquí en el foro.
Prólogo.
Sueña, ríe, despierta, muere. Sueña, ríe, muere, duerme. Susurros a las orejas de la joven Lia, tratando de por fin poder descansar. Daba vueltas en la cama, las ojeras le llegaban hasta el suelo y su malhumor crecía. No había nadie en la habitación a excepción de ella. -Dormir, dormir...- decía en voz baja para ella misma. Comenzó a temblar, afuera nevaba y gracias a ello no asistiría a clases, aun que tampoco lo haría en un futuro. Cerró los ojos de manera forzada y respiró profundo. Los primeros segundos fueron silenciosos pero al minuto, aquella voz regresó, una voz y gritos de varias personas, estas sufrían. Lia se llevó las manos a su cabeza y comenzó a arrancarse el pelo de forma violenta, los susurros que ella creía terminaron en gritos de desesperación.
-Ríe, despierta, sueña.-
-¡Cállate, cállate, cállate, cállate!- gritaba de manera fuerte, como si estuviese sola en su casa.
-Ríe, muere, duerme, muere.-
-¡Detengan la voz! ¡Detenle!-
Daba puñetazos y arañazos al aire, la voz se hacía cada vez más fuerte dentro de su cabeza y la pobre comenzaba a perder toda la cordura que le quedaba. Esperen... ¿Alguna vez Lia tuvo cordura alguna? Su madre interrumpió la patética escena, le llevó los calmantes y arropó a Lia nuevamente, solo era otro de sus ataques diarios.
Cada noche y día Lia escucha cosas distintas, personas mutiladas, llantos repetitivos, niñas, animales... de todo. Sufre de esquizofrenia y un trastorno delirante breve, con algo de depresión. Obviamente, para una niña de dieciséis años es una situación un tanto difícil, siempre trata de sobrellevarlo el día a día pero sostiene que todo aquello es real. Lía está sola. No tiene amigos, ni amigas, solo a su familia. Los psiquiatras dicen que no es una persona estable por lo que se le tiene prohibido salir. Así es, se la pasa encerrada en casa todo el día y no hay mucho qué hacer: La televisión le altera y cuando intenta leer algo, simplemente no puede lograrlo. Es una vida dura y difícil. La vida de una chica cuyo destino es un psiquiátrico lleno de gente rara, misteriosa, loca. Por supuesto que el psiquiátrico tiene todas las comodidades y no es tan estricto, los pacientes tienen cierta libertad dentro del establecimiento y puede comunicarse unos con otros. El día en que la transfirieron Lia permanecía sin ánimos y miraba por la ventanilla de su auto, con sus grandes orbes color café. El día estaba soleado, las puertas del psiquiátrico Heaven se abrieron dando paso a la lamentada familia. ¡Obviamente querían que Lia se recupere lo antes posible!. Se despidieron en la recepción, su madre le dio un abrazo, su hermanito un beso en la mejilla y su padre la despeinó de forma cariñosa, después regresaron a su casa.
Lia quedó parada allí mirando fijamente a la recepcionista por varios minutos, inmóvil sin saber qué hacer o decir. Tan pronto como posó su mirada en el reloj, una enfermera la tomó por los hombros con una dulce sonrisa y le mostró su habitación junto con varias partes del psiquiátrico, luego le dictó las reglas y la dejó sola. Salió fuera con una niña (producto de su trastorno delirante) de la mano. La conocía hace mucho tiempo ya y esta decía que su nombre era Angélica y que era su amiga. Las paredes de los pasillos eran blancas, y había ventanas que iluminaban el lugar. Parecía un laberinto sin salida. Caminaron ambas a paso lento, examinando la gente a su alrededor. -Bienvenida a tu nuevo hogar-. Angélica alzó la vista y le dedicó una sonrisa. A partir de este punto, la historia de Lia iniciaría para tener su final en aquel mismo lugar.
cherry hunt.
Re: — El suicidio de la locura.
Me encanta!!!!!!!!!!! tienes que seguirla nena!!! quiero ver mas mutilaciones!!! muajjaja jajajja es broma siguelaaaaaaa
Yenifer
Re: — El suicidio de la locura.
hola nueva lectora siguelaaa me encanta quiero ver que pasa!!!!
Mystery.
Re: — El suicidio de la locura.
Primero que nada estoy muy agradecida a ambas, gracias por comentar y leer el prólogo, espero que el primer capítulo les guste tanto como este y les de ganas de seguir leyendo. Saludos~
Capítulo 1.
El hospital de las almas.
Angélica es una niña de diez años, su cabello es rubio y el largo de este no pasa por debajo de sus hombros, sus ojos son un color miel claro que se oscurecen los días de lluvia. Es una buena compañía y esta le tiene mucho afecto a Lia, es una lástima que sea solo parte de su imaginación. Una vez dada la bienvenida a su ''nuevo hogar'', ambas caminaron pegadas una a la otra, con miedo y por qué no mencionarlo... emoción. Los paciente merodeaban por los pasillos, yendo de acá para allá, entrando a distintas habitaciones. La enfermera le dejó entendido que compartiría la habitación con tres chicas, por lo que le darían unos calmantes antes de dormir. Lia estaba feliz, porque podría conciliar el sueño de una vez por todas sin que nadie le hable o le grite, pero no sabía que estos calmantes podrían hacer desaparecer a su querida Angélica, su única amiga en el mundo. Ambas siguieron recorriendo el lugar, divisando el ambiente en el que se encontraban. Cada puerta estaba tallada delicadamente en madera y estaban una al lado de la otra, te podías confundir fácilmente de habitación si tu atención no era muy buena. Lo primero que debían hacer era visitar la sala de psicología, justamente la puerta en la que estaban ambas paradas. Sin delicadeza alguna y con una naturaleza enorme, Lia entró a la sala. El consultorio de psicología le pareció muy bonito y lleno de vida, sobre todo por una gran ventana detrás del escritorio, de allí entraba la maravillosa luz del sol. Le encantaban los días soleados sin importar lo que le digan sus voces. Sobre el escritorio se podía leer una tarjeta que decía ''Luca Allighieri''. Pues él era el psicólogo. Un pelirrojo sonriente, joven, dispuesto a ayudar a cualquier persona que se le presente. Es una excelente persona. Como siempre él estaba sentado detrás de su escritorio esperando la llegada de la nueva interna.
-Bienvenida, Lia. Espero que disfrutes tu estadía en el psiquiátrico. Mi nombre es Luca. No es necesario que me tomes como un psicólogo, yo puedo ser tu amigo... Ahora bien, vamos a conocer algo más que tu nombre ¿De acuerdo? ¿Podrías contarme sobre tí? Lo que sea, gustos musicales, tu familia, tus amigos...-.
Se presentó de forma adecuada, más simpático que los psicólogos que ella solía frecuentar. A pesar de que él fue muy bueno presentándose ella estaba convencida de que era inútil y que no tenía cura, por lo que le dio completamente igual ser amable o no.
-Mi nombre es Lia.- Hizo una pausa y continuó. -No tengo amigos. Mi familia me dejó aquí. No escucho música, no miro televisión. No soy nada interesante, solamente soy un... caso perdido, Lu..ca.- Al oír eso, Luca puso una cara de preocupación. Sus ojos reflejaban tristeza y pena por la muchacha que tenía de frente. Se paró, caminó lentamente hacia ella y le tomó de las mejillas, mirándole directamente a los ojos a solo unos centímetros de su cara. Lia abrió los suyos como platos con algo de sonrojo. -Tú no eres un caso perdido. ¿Entiendes? Vas a curarte y vas a salir de este lugar, tú no mereces estar aquí y sobre todo, no es tú culpa. ¿Me has entendido?-. El corazón de Lia se paró por un momento. Sintió por un momento que alguien verdaderamente se preocupaba por ella de forma sincera. Solo afirmó despacio con la cabeza. Luego, hablaron de un par de cosas sin importancia y abandonó la habitación de manera atontada, de por sí nadie nunca había estado tan cerca de su cara. Angélica se burló de ella de manera divertida y le dio un par de codazos. -¿Verdad que era guapo? ¡A que sí, a que sí!- soltó de manera inocente e infantil. Lia solo echó a reír sin responderle a la pequeña Angélica. Ambas fueron hacia el jardín del psiquiátrico, la única parte ''viva'' del lugar. A Angélica le gustaban las flores y se entretuvo cortando algunas, Lia tenía demasiado frío por lo que observó a la rubia a través de la puerta de cristal que daba paso al jardín. El día se estaba pasando muy rápido para su costumbre, pero eso le pareció que era lo mejor. Después de media hora, Angélica regresó con Lia y le tomó de la mano. Parloteron un buen rato hasta que Lia comenzó con uno de sus ataques nuevamente. Su sonrisa cambió repentinamente y su cabeza le dolía en forma de puntadas. Llevó su mano izquierda a esta entre cerrando los ojos. -¡Cuidado!- gritó Angélica. Lia se tiró al suelo, sabía quién era por el tono en el que Angélica le gritó. Lia puede crear tanto amigos como... enemigos. Damien era un adolescente violento que siempre le jugaba bromas para después desaparecer entre una multitud grande de personas, generalmente se presentaba en reuniones familiares. Luego de darle un buen susto, Lia le gritó en voz muy alta: -¡Estúpido!- y dio una pequeña sonrisa. Al ser invierno, oscureció rápidamente. Se dirigió con Angélica a su habitación, donde aguardaban dos chicas. ¿Cómo serían estas después de todo?
cherry hunt.
Re: — El suicidio de la locura.
Hola !! Tienes una nueva lectora..Me han encantado los capítulos, me encanta tu forma de escribir y el "mundo imaginario" que tiene montado Lía...Son italianos, ¿No?.
El primer capítulo es incluso más alucinante que el prólogo...Hospital for Souls...A ver que tal le va en el psiquiátrico.
Bueno, que publiques pronto porque me encanta.
Bye!!
El primer capítulo es incluso más alucinante que el prólogo...Hospital for Souls...A ver que tal le va en el psiquiátrico.
Bueno, que publiques pronto porque me encanta.
Bye!!
Marina Scholl.
Re: — El suicidio de la locura.
Capítulo 2.
Y las almas muertas se encuentran cara a cara.
Giró el picaporte sin interés alguno y, en se instante, soltó la mano de Angélica. Observó la habitación con ojos cansados y no era nada del otro mundo: Dos ventanas con rejas al estilo cárcel, paredes blancas, y tres camas que estaban distribuidas una al lado de la otra. Cerró la puerta de la habitación con delicadeza y se desplazó por el lugar. También descubrió un pequeño baño dentro del cuarto. Pero no se había percatado de las dos damas que estaban sentadas en ambas camas. Ambas jóvenes intercambiaron miradas y luego posaron sus delicadas orbes sobre la figura de Lia. Después de unos minutos, Angélica le dio unos golpecitos en el hombro y le comentó sobre ambas damas. La primera era una niña de no más de catorce años. Su cabello era rubio y tenía una cola de caballo en la parte izquierda de su cabeza. Vestía con un lazo amarillo en el centro de un vestido rojo que le llevaba hacia las rodillas, y llevaba un moño para atar su cola. Tenía medias blancas y zapatos con plataforma también rojos. -Scarlatta.- Soltó la niña al ver que Lia la examinaba. Luego posó sus ojos en la segunda joven. Cabellos largos y negros como el carbón, ojos grises, con una mirada vacía que penetraba el alma. Llevaba un vestido azul hasta su pies con un lazo rojo en su cabello e incluso el vestido tenía una mariposa negra estampada en él. Lo que más le sorprendió es que la muchacha no llevaba calzado alguno. La joven solamente se percató de mirar a Lia con una mirada muerta, como si estuviera mirando a un punto fijo todo el tiempo. Lia al querer abrir la boca del asombro y dedicarle algunas palabras de ánimo a la pobre fue interrumpida por Scarlatta. -Oh, ¿Ella? ¡Ella no habla! No sé si es muda o le da miedo, está aquí hace mucho.- La pelinegra movió sus orbes lentamente hacia la niña rubia. -Sí que puedo.. ha..blar. Mi nombre es Ayaka...-. La voz de aquella era rasposa y baja, a Lia le causaba algo de repulsión pero... le comprendía. Scarlatta había dicho que se encontraba hace mucho en el psiquiátrico y no le extrañaba para nada que se encontrara en esas condiciones. -No me has dicho tu nombre, hehe, y... ¡Tampoco me has dicho si te gustan mis alas arco-iris!- exclamó Scarlatta, quien se puso de frente a Lia con los brazos colocados sobre su cadera, con una gran sonrisa. -Lia.- contestó sin interés. Sobre las alas de la pequeña... aquella no lograba verlas, pero supuso que también sufría de un trastorno delirante por lo que le comentó que eran bonitas. Scarlatta simplemente le dedicó otra sonrisa y tomó a Lia junto con Ayaka de las manos, guiándolas fuera de la habitación. Las cuatro (contando a Angélica) caminaron juntas por los pasillos y a la vez que veían a algún paciente, Scarlatta, los describía y contaba cómo había terminado aquí. Según Lia la pequeña rubia le irritaba pero, después se terminaría acostumbrando a ella. Después de todo eran compañeras de cuarto y la tendría que soportar durante mucho tiempo. Dieron un recorrido por media hora y Scarlatta dirigió a ambas hacia el comedor, donde les aguardaba la cena. ¿Con quién les tocaría compartir la mesa?
cherry hunt.
Re: — El suicidio de la locura.
me encano los cap
el primero pensé que Lia le gustaba el spicologo hahaha me cae bien Angélica a pesar de ser solo imaginaria
el segundo me encanto más, yo tambien pensé que la pelinegro era muda hahaha en fin siguelaaa!!!!
el primero pensé que Lia le gustaba el spicologo hahaha me cae bien Angélica a pesar de ser solo imaginaria
el segundo me encanto más, yo tambien pensé que la pelinegro era muda hahaha en fin siguelaaa!!!!
Mystery.
Re: — El suicidio de la locura.
Intenta con Luca!!!!!!!! y pobre de Angélica cuando ya Lia empiece a tomar las pastillas...desaparecerá!!!!! buu tienes que seguirlaaaaaaa
Yenifer
Re: — El suicidio de la locura.
Buuuuuuuuu sigo esperando capppppppppppppppp:lloro: :gasp: :imdead: :misery: :muere: :muere: :meh:
Yenifer
Re: — El suicidio de la locura.
Lo siento! He estado un tanto ocupada que no he podido subir el tercer capítulo, en fin, espero que les guste y lo siento por la tardanza.
Capitulo 3.
El adiós en medio del pasillo.
Angélica, Scarlatta, Ayaka y Lia se dirigían todas al comedor. Scarlatta caminaba de forma animada parloteando de cosas que, a la mayoría del grupete de chicas que se había formado, no le interesaba en lo absoluto. Lia no encontraba la explicación del buen humor de la niña si estaba encerrada aquí... ¿No debería sentirse triste? ¿O angustiada? Es cierto que no conocía a Scarlatta del todo, es más, apenas la conocía y solamente se quedó con ella porque la pequeña la arrastró. Sobre Ayaka no había mucho que decir, solamente le daba lástima y ya, aun que por dentro, temía terminar con un aspecto como el de ella. ¿Qué le habría pasado a la pobre muchacha?... Continuaron caminando hasta que los pasillos comenzaron a cobrar más vida. A lo lejos se podía observar una ronda de paciente semi abierta, y dos en el medio. Todas se acercaron a ver lo que sucedía. Se trataba de una paciente y un paciente. A la chica se le escapan las lágrimas de los ojos y, eso no es nada, al acercarse más, otra paciente estaba metida en la situación. El muchacho era pelinegro, la muchacha que estaba junto a él tenía cabellos largos y anaranjados, con dos trenzas que formaban una pequeña coleta y dejaba el resto de su cabello suelto. Con respecto a la que lloraba, ella tenía el cabello corto y de un rosa pastel, para la sorpresa de Lia, sus ojos también eran rosas. Llegó a tener la estúpida idea de que fueran su color de ojos natural pero, Scarlatta como siempre, chismoseó que simplemente eran lentillas y que no era la gran cosa. Terminaron en frente de la escena y podían escuchar la conversación de las tres personas que estaban en el medio de toda esa gente, bueno... ''gente'', espectadoras diría yo. Las cuatro muchachas no llegaron a escuchar nada pero, la mujer del pelo rosa quebró en llanto y salió corriendo de la escena, desapareciendo totalmente. Era tanta la angustia que se podía observar en ella, que Lia automáticamente corrió tras ella. Scarlatta la observó a lo lejos, reflexionando. -¡Lia después de todo tiene un buen corazón!- le comentó a Ayaka y, acto seguido, la tomó del brazo y entró con ella al comedor, verían a Lia después en su habitación. La muchacha de los cabellos cortos terminó tirada de rodillas en un pasillo casi invisible, no había costado mucho seguirla ya que se identificaba su persona con facilidad. Lia la encontró. La pobre se había cubierto el rostro con ambas palmas de sus manos para que nadie la notara, pero era más que obvio que estaba sintiéndose fatal. Lia se sentó en frente de ella, al igual que ella, de rodillas. -Estás llorando...- musitó suavemente con delicadeza. La peli-rosa alzó la vista lentamente hacia Lia. Más lágrimas salieron automáticamente de sus ojos, tan pronto como la vio, llevó nuevamente las palmas de sus manos hacia su rostro, sollozando más fuerte e inclinando su cuerpo. Lia llevó su mano a la cabeza de la joven. -Está bien.- Le dijo a la vez que comenzó a rodearla con sus brazos. Las cataras de lágrimas pararon, sus ojos quedaron húmedos con algunas lágrimitas pequeñas que se escurrían sobre sus mejillas. El calor que sentía proveniente de Lia la había echo sentir mejor. Lia se apartó y le dedicó una sonrisa penosa. -Gracias... me, me llamo Lizbeth.- La voz de la muchacha le causó ternura a Lia, era sin duda un amor. -Mi nombre es Lia.- Se presentó de manera normal, sin demostrar nada. Lizbeth se limpió las lágrimas restantes con su brazo y sonrió en frente de Lia por primera vez. En el pasillo se habían reunido varios pacientes que estaban mirando a ambas chicas hace un buen rato, es obvio que habían estado mirando la dulce escena durante todo aquel tiempo. Lizbeth y Lia se pusieron de pie y ambas se sonrieron mutuamente. Luego, cuando comenzaban a caminar una al lado de la otra, la multitud de gente se abría a su paso. Este sería el comienzo, de una hermosa amistad.
cherry hunt.
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