Adiós {shot}

El destino era realmente cruel, ¿Los había hecho que se encontrarán tan solo para separarlos?  Los hizo reunirse, les había dado el amor, ese amor único de los que crees que durarán para siempre, ese que no todo el mundo tiene la suerte de encontrar y que solo unos pocos pueden sostener,  los subió al cielo hasta tocar lo prohibido y ahora los estaba castigando con un sufrimiento atroz, y es que lo prohibido tiene siempre un costo.

Y no sé bien quien es el culpable, quizás él porque nunca aprendió a amar como se debe o ella por pensar que todo el mundo tiene siempre algo bueno en su interior, lo cierto es que del chico no sabía nada pero la chica estaba totalmente destrozada, en un impulso desesperado agarró todas las cartas, todas las fotos y cualquier otra cosa que le recordará el sufrimiento. Lo tiró todo a la papelera y la papelera al suelo.

Se metió bajo las cómodas mantas que tendían su perfecta cama. Prometiéndose no volver a enamorarse de nadie nunca más, evitando pensar en todo el daño recibido y todo el causado. Incapaz de razonar, de pensar, de dejar de llorar, de dejar de sollozar. Incapaz de creérselo,  de dejar de imaginarlo y de sufrir cada vez que intentaba olvidarlo. Con ese dolor desgarrador que le apretaba el corazón, ese que solo sientes una vez en tu vida y solo puedes sentirlo por una razón; una desilusión. Quitándole las ganas de respirar, el sueño, el hambre, las ganas de vivir, dejándola completamente abatida y sola. Postrada en una cama sin más que mil promesas rotas y mariposas podridas en el estómago.

Y así se quedó, estática, sin poder mover un pelo. Pensar era lo más doloroso pero a la vez era lo único capaz de aliviarle el dolor, las horas pasaban y  la chica no daba señales de querer seguir adelantes, quizás estaba haciéndose el momento de que alguien se preocupara por ella, alguien que la ayudara a salir del profundo pozo en el que se encontraba.

––Jenna, cariño, ¿Pasa algo? ––Toco con delicadeza la puerta su madre al ver que su hija no bajaba a cenar.––

––No pasa nada. ––Dijo con ríos en los ojos y un vacío inmenso en el pecho–– Solo estoy cansada. ––Añadió intentando contener un sollozó que arruinará toda su actuación––

––Bueno, que descanses mi niña. ––Se despidió dulcemente la madre sin tener la menor idea de lo que pasaba por la cabeza de su hija, Jenna no respondió nada, pensaba quedarse en silencio antes que su voz quebrada hiciera que su madre se diera cuenta de lo que le pasaba y la obligará a explicar. ––

Se quedó así, su cuerpo reposaba sobre su cama, y el leve sonido de sus lágrimas era lo único que lograba escuchar, y así sin más se fue relajando hasta el punto de quedarse dormida aunque su mente seguía más despierta que nunca y es que el problema estaba en que ella lo amo, incluso cuando las razones para odiarlo eran mucho más fuerte que las razones para amarlo y aun así ella lo amaba con toda el alma, aún seguían vigentes los recuerdos de esa última vez,  la última vez ella se encontraba tranquila durmiendo entre unos fuertes brazos que juraban protegerla por siempre mientras era atrapada por unos suaves y cálidos besos cuyo sabor le prometía amor eterno, de esos que solo se ven en películas, esos que solo duran dos horas y media como una película promedio.

Ahora ella ya no podía volver a ser la misma nunca más, estaba encerrada entre las cuatro paredes de su habitación preguntándose si algún día volvería a ser la misma, a sentir la misma felicidad y ganas de vivir, ganas que había perdido cuando él se marchó de su vida y es que aunque él jugaba con su corazón, ella caía en el enamoramiento más grande de su vida, abrazada a su almohada intentaba conciliar el sueño pero le era imposible, y es que sin tan solo se hubiera ido con una explicación, un por qué, algo que le calmará el dolor y la presión que sentía en el pecho, tal vez ahora ella pudiera dormir o comer algo. Entre los recuerdos y ahogándose con todas las lágrimas que había expulsado en las últimas horas,  una llamada la hizo estremecerse y aunque no tenía ganas, contesto.

––¿Cómo estás? ––Pregunto  intentando ignorar la obvia respuesta, Prim que pese a los miles de perjuicios hacia las rubias, ella los rompía todos comportándose de una manera distinta a lo que la sociedad marcaba para estas chicas––

––Supongo que bien, aún estoy respirando, creo que eso es bueno. ––Contestó con un tono sarcástico en su voz––

––Jenni, no le des tanta importancia a ese estúpido. ––Reprochó Prim, su amiga realmente le preocupaba––

––Pero es el estúpido al que amo. ––Intento defenderlo excusándolo como siempre solía hacer cuando alguien intentaba ofender al amor de su vida––

––Es el estúpido que te abandono en los peores momentos. ––Contra ataco  intentando sacar de la cabeza de su amiga todas esas tontas ideas. ––Solo intenta pensar en lo que te dije. ––Suplico Prim un poco preocupada por su amiga, esta colgó la llamada arrojándose nuevamente al poso de depresión donde se encontraba, quizás nunca volvería a ser la misma.

Debe admitir que la consumió, la despedazo por completo haciendo que eso corazón que tanto trabajo le había costado formar se volviera tan solo cenizas en menos de 24 horas, simplemente ya no le quedaba nada más por lo cual luchar, ella quería pensar que algún día saldría de profunda tristeza en la que se encontraba, quizás y algún día lo lograría pero mientras tanto tenía que superar esto, no todo en la vida es como tú lo esperas y si algo tenía claro es que él nunca más volvería.

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