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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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headphone actor.
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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headphone actor.
nombre;; headphone actor.
autor;; yo, mainstream.
adaptación;; en parte a la canción del mismo nombre.
género;; generales.
advertencias;; neh.
otras páginas;; neh.
autor;; yo, mainstream.
adaptación;; en parte a la canción del mismo nombre.
género;; generales.
advertencias;; neh.
otras páginas;; neh.
Otro día igual de aburrido que ayer, y el día anterior, y el día anterior a ese. No tenía otra cosa para hacer más que escuchar la radio mientras me recostaba contra mi librero, sin ganas siquiera de levantarme.
De la nada, unas palabras resonaron en mis audífonos color blanco que tenía desde hace meses, regalo de mi único compañero de clase y amigo. “Es muy desafortunado lo que tengo que decir, pero, hoy será el fin del mundo”. El presidente de algún país dijo eso entre lágrimas, justo antes de que una gran conmoción se hiciera en el exterior, y lo sabía por la perfecta vista que tenía a través de la ventana. Al mismo tiempo, una bandada de pájaros cubrió la luna creciente que se asomaba en el cielo, con un rumbo desconocido.
Me exalté y mis cosas se cayeron, desparramándose en el piso, y con suerte sin que nada me cayera encima. Los libros en mi estantería quedaron esparcidos por todos lados, mientras que el mundo parecía caerse a pedazos. Había comenzado a temblar, y para intentar calmarme, busqué algo para relajarme.
Un juego a medio terminar sin guardar, un libro que apenas había hojeado sobre el escritorio, pero no podía hacer nada de lo que haría un día cualquiera. ¿Quién podría? Por supuesto, nadie, y por eso mismo busqué lo único que podría calmarme en un momento así. Busqué mis audífonos entre la pila de libros, y volví a ponérmelos.
Un artista oscuro cantando una canción de nombre desconocido, eso era lo que resonaba en la radio, como si quisieran acompañar el ambiente apocalíptico con un montón de desesperanza sonora. Pero, de la nada, la canción se cortó. Como si un disco se hubiera rayado de repente, y todo hubiera quedado en silencio.
“¿Quieres sobrevivir, verdad?”.
De repente, esa voz llegó a mis oídos.
Una voz de la que me cansé de escuchar.
Mi voz.
“Tienes que cruzar la colina dentro de 20 segundos. Tú sabrás lo que te quiero decir, para bien o mal. No debes dudar, sólo escucha. Tienes 20 segundos”.
No sabía qué hacer, pero el mundo se acababa, y vamos, no es como si hubiera algo más para hacer.
En el cruce había mucha gente, por supuesto. Hombres, mujeres, niños, no importa. Yo estaba siendo enterrada por los gritos de la gente y el llanto de los bebés. Todo era un gran escándalo, pero no podía oír nada por la tranquila voz que salía de mis audífonos, indicando el camino a la tan aclamada colina.
La voz en los audífonos insistió: “12 minutos para terminar”.
Si todo se iba a ir, a desvanecerse, entonces yo no tenía otra opción. Tenía mis dudas, pero no importa quién lo hizo. No había ninguna canción sobre el fin de la humanidad.
Las piernas me dolían y sentía mi pecho quemándose. Por mi enfermedad, estaba siempre malhumorada, y no podía hacer esfuerzo físico por temor a tener un ataque. Pero ahora todo era diferente, y corría como nunca antes lo hice.
“Corre, sólo queda un minuto”.
Ya no podía entender lo que me decía la voz, la colina estaba en frente de mí.
No sé cómo es posible, pero agoté mis últimas fuerzas y aumenté mi ritmo. Mi respiración se entre cortaba y podía sentir que en cualquier momento me desmayaría, pero todo se calmo al ver una gran pared proyectando el amplio cielo de color carmesí. Detrás de la pared, se podían ver a un montón de hombres con batas blancas, al parecer, científicos aplaudiendo. “Magnífico” dijo uno de ellos, aunque lo dudaba.
Veía la ciudad desde algún tipo de instalación experimental, la ciudad llena de desesperación por el probablemente falso anuncio del fin del mundo. Me volví a los científicos que no dejaban de anotar cosas, y uno de ellos me tomó del hombro antes de explicar que toda mi vida había vivido en un pequeño mundo dentro de una caja. No entendía nada, pero antes de poder preguntar, uno de los hombres sacó lo que oí murmurar como una bomba.
“Ya no es necesario” dijo, y tranquilamente arrojó la bomba en el centro de la ciudad.
En un segundo, la ciudad en la que había vivido toda mi vida se convirtió en un agujero de cenizas y restos de quién sabe qué. Miré, atónita, como todo lo que alguna vez conocí se esfumaba en un instante.
Y entonces, desde los audífonos en mis oídos, oí un leve: “Lo siento”.
De la nada, unas palabras resonaron en mis audífonos color blanco que tenía desde hace meses, regalo de mi único compañero de clase y amigo. “Es muy desafortunado lo que tengo que decir, pero, hoy será el fin del mundo”. El presidente de algún país dijo eso entre lágrimas, justo antes de que una gran conmoción se hiciera en el exterior, y lo sabía por la perfecta vista que tenía a través de la ventana. Al mismo tiempo, una bandada de pájaros cubrió la luna creciente que se asomaba en el cielo, con un rumbo desconocido.
Me exalté y mis cosas se cayeron, desparramándose en el piso, y con suerte sin que nada me cayera encima. Los libros en mi estantería quedaron esparcidos por todos lados, mientras que el mundo parecía caerse a pedazos. Había comenzado a temblar, y para intentar calmarme, busqué algo para relajarme.
Un juego a medio terminar sin guardar, un libro que apenas había hojeado sobre el escritorio, pero no podía hacer nada de lo que haría un día cualquiera. ¿Quién podría? Por supuesto, nadie, y por eso mismo busqué lo único que podría calmarme en un momento así. Busqué mis audífonos entre la pila de libros, y volví a ponérmelos.
Un artista oscuro cantando una canción de nombre desconocido, eso era lo que resonaba en la radio, como si quisieran acompañar el ambiente apocalíptico con un montón de desesperanza sonora. Pero, de la nada, la canción se cortó. Como si un disco se hubiera rayado de repente, y todo hubiera quedado en silencio.
“¿Quieres sobrevivir, verdad?”.
De repente, esa voz llegó a mis oídos.
Una voz de la que me cansé de escuchar.
Mi voz.
“Tienes que cruzar la colina dentro de 20 segundos. Tú sabrás lo que te quiero decir, para bien o mal. No debes dudar, sólo escucha. Tienes 20 segundos”.
No sabía qué hacer, pero el mundo se acababa, y vamos, no es como si hubiera algo más para hacer.
En el cruce había mucha gente, por supuesto. Hombres, mujeres, niños, no importa. Yo estaba siendo enterrada por los gritos de la gente y el llanto de los bebés. Todo era un gran escándalo, pero no podía oír nada por la tranquila voz que salía de mis audífonos, indicando el camino a la tan aclamada colina.
La voz en los audífonos insistió: “12 minutos para terminar”.
Si todo se iba a ir, a desvanecerse, entonces yo no tenía otra opción. Tenía mis dudas, pero no importa quién lo hizo. No había ninguna canción sobre el fin de la humanidad.
Las piernas me dolían y sentía mi pecho quemándose. Por mi enfermedad, estaba siempre malhumorada, y no podía hacer esfuerzo físico por temor a tener un ataque. Pero ahora todo era diferente, y corría como nunca antes lo hice.
“Corre, sólo queda un minuto”.
Ya no podía entender lo que me decía la voz, la colina estaba en frente de mí.
No sé cómo es posible, pero agoté mis últimas fuerzas y aumenté mi ritmo. Mi respiración se entre cortaba y podía sentir que en cualquier momento me desmayaría, pero todo se calmo al ver una gran pared proyectando el amplio cielo de color carmesí. Detrás de la pared, se podían ver a un montón de hombres con batas blancas, al parecer, científicos aplaudiendo. “Magnífico” dijo uno de ellos, aunque lo dudaba.
Veía la ciudad desde algún tipo de instalación experimental, la ciudad llena de desesperación por el probablemente falso anuncio del fin del mundo. Me volví a los científicos que no dejaban de anotar cosas, y uno de ellos me tomó del hombro antes de explicar que toda mi vida había vivido en un pequeño mundo dentro de una caja. No entendía nada, pero antes de poder preguntar, uno de los hombres sacó lo que oí murmurar como una bomba.
“Ya no es necesario” dijo, y tranquilamente arrojó la bomba en el centro de la ciudad.
En un segundo, la ciudad en la que había vivido toda mi vida se convirtió en un agujero de cenizas y restos de quién sabe qué. Miré, atónita, como todo lo que alguna vez conocí se esfumaba en un instante.
Y entonces, desde los audífonos en mis oídos, oí un leve: “Lo siento”.
holeeeh soy sophie, bt me dicen sophie(?) escribí esto escuchando headphone actor, so, disfruten. las obligo
Invitado
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