Hold on, where going home. -

Endless dream.

El joven corría desesperado por las desiertas calles bajo el oscuro manto de la noche. Su llanto y el sonido de las zapatillas chocando contra el agua era lo único que sonaba a su alrededor. No sabía hacia dónde se dirigía o de qué corría, sólo sabía que no debía dejar de hacerlo. La fría brisa nocturna hacía que sus escalofríos aumentaran, haciéndolo temblar aún más.

Sus pies ardían cada vez que chocaban contra el húmedo pavimento, cada vez que se elevaban para dar el siguiente paso, mas eso no le impidió seguir corriendo. Sus pulmones escaseaban de aire y su vista era nublada por lágrimas que no dejaban de salir. “No me detendré, no puedo”. Repetía una y otra vez Daniel para darse aliento, esperanza.

No había nada a su alrededor, hace kilómetros que no había nada, sólo la carretera y los flácidos arbustos que se encontraban a los lados. No sabía cómo había llegado ahí, sólo sabía que quería salir, sólo sabía que quería dejar de correr  y estar a salvo en su casa, donde sus pies no rogaran por detenerse, sus pulmones pidieran obtener más de la mínima cantidad de aire, donde sus brazos anhelaran el calor de un abrigo, donde su garganta no quemara por la falta de agua, pero lo que quisiera no importaba en este momento.

En unos segundos se vio caer, sentía como la gravedad lo impulsaba a estrellarse con el pavimento que había desaparecido, y sólo caía en la nada. Ya no había carretera, no había arbustos, no había nada, sólo un manto negro. Protegió su rostro con sus manos esperando el contacto con la superficie sólida, pero en vez de chocar contra el suelo, se encontró de pie enfrente de su casa, la sensación de caída se había ido, pero la misma opresión que sentía en el pecho desde que había comenzado a correr permanecía.

Nervioso y aún con lágrimas en su rostro entro en su hogar, se escuchaba un llanto desesperado y un consuelo apagado. Daniel veía a su madre y a su hermano en el viejo sillón, y aunque los tuviera al lado, sus voces se encontraban lejanas en su mente.

Mi bebé se fue Liam, escapó,  ¿Cómo quieres que esté tranquila? Gritaba desesperada su madre en los brazos de su hermano mayor. Daniel no entendía lo que pasaba, se acercó a su ellos, pero todo se desvaneció de nuevo, encontrándose ahora en un almacén. Daniel gritó, quería volver, quería dejar de llorar, quería respuestas. Cayó de rodillas al suelo, llorando como hace minutos había escuchado a su madre hacerlo.

El hombre al otro lado de la calle veía divertido al pobre joven que imploraba volver a su hogar. Su estruendosa carcajada fue lo que llamó la atención de Daniel, que hasta ese momento se había olvidado de dónde estaba y se había concentrado únicamente en sus recuerdos.

La mirada de Daniel se fijó únicamente en el hombre que se encontraba a unos metros de él, su pecho se oprimió aún más y sus ojos se abrieron al tope al encontrarse con las extremidades del tipo, esos largos y afilados cuchillos fue lo que provocó que Daniel perdiera la respiración por unos momentos y el ver la burlesca sonrisa en la cara del hombre, detallando cada paso que este daba hacia él, hizo que corriera a la dirección contraria, escuchando nuevamente el reclamo de sus pies, pero ignorándolo repetidas veces.  

Un muro fue lo que detuvo su huida, se volvió rápidamente para tomar otro camino, pero ya era muy tarde, el otro hombre se encontraba enfrente de él, tapando cualquier clase de escapatoria.  Daniel cerró los ojos asustado, pero luego de unos segundos los abrió nuevamente, sólo pare verlo comenzar a caminar hacia él.

Comenzó a caminar con pasos lentos hacia el muchacho que estaba tenso, apoyado contra la pared frente a él. Veía las gotas de sudor que corrían por su frente y rió de nuevo, una risa que provocó el estremecimiento de Daniel.

– ¿Qué quieres de mí? – gritó desesperado buscando otra escapatoria, pero sabía que por más que la encontrara, sus temblorosos pies no acatarían la orden de correr.
– Venganza – una única palabra, que luego de ser pronunciada, el joven sintió como las cuchillas rasgaban su pecho.

Desde ese momento los segundos transcurrieron lento, Daniel sentía como el dolor se calaba por sus huesos y como la sangre iba abandonando su cuerpo, sus rodillas tocaron el suelo por segunda vez en la noche, esta vez dándole por seguro que no se volverían a levantar. Su respiración comenzó a entrecortarse y su vista comenzó a ser borrosa, siendo la imagen de su sangre resbalar por esas metálicas cuchillas y la burlesca sonrisa en el rostro del tipo, lo último que vería, para caer sobre el pavimento en un sueño profundo, en un sueño eterno.