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ALFILERES EN EL CORAZÓN
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
PASO 7: PRUEBE AHORA CON UN ALFILER EN LA CORONILLA Y VERÁ QUE SÓLO TENDRÁ OJOS PARA USTED.
“TN” apuró el paso al llegar a Esplanade Avenue. Había sido un día infernal y se moría de ganas de llegar a casa, ponerse sus zarrapastrosos pantalones de franela y zambullirse de cabeza en una tarrina de helado.
Sus mejillas aún estaban coloradas y sospechaba que tenía más que ver con la escenita de esa tarde que con el calor pegajoso del interior del museo. Al fin los dueños habían descubierto las ventajas de no pagar por un servicio que no utilizaban; el problema era que, sin luz eléctrica, los aparatos de aire acondicionado no sirven para nada.
Su edificio era una de esas viejas construcciones de Nueva Orleáns que pretenden imitar la antigua arquitectura colonial y que se quedan en el intento. Todo acababa reducido a un sucio y maloliente patio interior cubierto de plantas y tres plantas de corredores dispuestas en torno a él. Sin embargo, su apartamento había sido lo más barato que pudo encontrar cuando llegó a la ciudad y aún bendecía su buena suerte por haberle permitido encontrar algo tan cerca del centro y con ascensor.
Hoy le prestó una especial atención a los rocambolescos detalles de la estructura. Como, por ejemplo, a aquel blasón ficticio de escayola que decoraba una de las paredes y en la que no había reparado antes. Lo que fuera, con tal de despejar su mente y no rememorar la vergüenza que había pasado en Dumaine Street, cuando había estado a punto de dejar que Mister Airbus —por el amor de Dios, ni siquiera sabía el nombre del tipo— la besara delante de su trabajo, de una avalancha de desconocidos y, lo que era peor, de Kieran.
¿En qué demonios estaba pensando? Además de en los fibrosos brazos de Mister Airbus, su mentón orgulloso, su mirada penetrante, la redondez pecaminosa de su labio inferior…
Ni siquiera podía recordar la última vez que alguien había acariciado su espalda con el mismo perezoso deleite que él. Un momento, ¿lo había hecho alguien alguna vez? Incluso había distinguido una chispa peculiar de preocupación por ella y su salud cuando se bajó del coche después de haber estado a punto de matarla.
Claro, había sido por eso. El shock de haber estado a punto de perder la vida había activado todos los sistemas de su organismo y eso la había hecho estar a punto de lanzarse a los brazos de Mister Airbus. O, más bien, lo que la había enviado directa a sus brazos, porque a la distancia que había quedado entre ellos cuando la cabeza masculina se inclinó sobre la suya no se podía considerar espacio desde un punto de vista científico.
Después de eso había tenido un día de perros. Se había acercado a Kieran para tantear si el conjuro estaba empezando a surtir efecto, pero lo único que encontró fue una mirada desdeñosa y cuatro palabras pronunciadas por compromiso y con desgana. Era lógico, después de haber presenciado un espectáculo tan dantesco. Tanto trabajo volcado en él se había ido a la basura por culpa del idiota de su vecino.
El mismo por delante de cuya puerta pasaba ahora de puntillas, todo lo sigilosa que fue capaz. Lo último que quería para estropearle el día era un nuevo encuentro con él. Tan sólo quería entrar en casa sin más contratiempos y clavar un nuevo alfiler en Mini Kieran, más por rabia contra el mundo que por cuestiones esotéricas.
Una vez más, el cielo se volvió en su contra. No había llegado a su destino cuando la puerta de al lado se abrió y dio paso a un malhumorado Mister Airbus, que había sustituido el uniforme de aviación por sus sempiternos andrajos de leñador.
—No, no, no… —comenzó ella, concentrada en introducir la llave en la cerradura—…, si piensas volver a lo mismo de…
Antes de terminar la frase, el mundo había girado ciento ochenta grados y ella con él. Sus pies, su torso y sus ojos habían pasado de estar de espaldas a su vecino a quedar frente a él. Y lo mejor de todo, su lengua había pasado a estar en su boca y sus manos en torno a sus caderas.
Wow. Wow, wow, wow. Wow!
Cuando la apartó, “TN” se había quedado sin aliento. Por todos los cielos, era el mejor beso que le habían dado en toda su vida. No tenía ningún sentido, probablemente fuera uno de los mayores errores con los que tendría que cargar jamás y al día siguiente se arrepentiría mil veces y se moriría de la vergüenza, pero… joder. Había sido increíble.
Sus ojos se agrandaron con expresión interrogativa mientras a su pecho aún le costaba respirar. Heartbreak hotel resonaba en su cabeza como una sensual cadencia.
Iba a tener que plantearse muy en serio dejar de escuchar a Elvis.
—Antes que digas nada —Mister Airbus alzó las palmas a modo de tregua—, quiero que sepas que esto no significó nada, no cambia nada y, por supuesto, no nos une para nada.
—Nada —repitió “TN”, como si fuera un autómata.
El vecino meneó la cabeza para reafirmarse en sus palabras. O, por las caras que ponía, para tratar de convencerse a sí mismo.
—Nada.
—Ok, nada —“TN” se encogió de hombros, aunque aún tenía la vista perdida más allá de la estratosfera. Qué casualidad, justo el mismo lugar adonde debían de haberse largado su raciocinio y la firmeza de sus piernas.
—Eso es, nada —volvió a decir él.
—Muy bien. Pues nada.
Se dio la vuelta para entrar en casa de una vez por todas, pero de repente estaba de nuevo arrinconada contra la pared y el aliento cálido de Mister Airbus le recorría con una parsimonia casi dolorosa el lóbulo de la oreja.
—No sé qué demonios me has hecho, pero, o paras ya, o te juro que…
“TN” arqueó una ceja. Una cosa era que estuviera más cachonda que en toda su vida adulta, y otra que el tipo se le pusiera presuntuoso. Aún le quedaba dignidad. Poca, pero algún resto debía de haber por ahí, a punto de resbalar junto con sus bragas.
—¿O qué? —ironizó.
Por toda respuesta, él se limitó a adelantar sus caderas contra las suyas, para hacerla consciente de cuál era el precio a pagar si no detenía aquello que fuera que se suponía que le estaba haciendo.
Tendría que haberse mostrado escandalizada o humillada o indignada. Pero, contra toda lógica, lo que hizo fue reprimir un gemido de placer insatisfecho.
Si su abuela la viera…
La vería fundirse en un nuevo y tórrido beso con su peor pesadilla, que besaba mejor que cualquier protagonista de sus sueños más prohibidos.
“TN” enlazó los brazos tras la nuca de Mister Airbus y, con un brillo coqueto en los ojos, se lanzó a sus labios como una gata en celo. Nunca supo si le pilló desprevenido o no, pero sorteó bastante bien la situación. No tardó nada en ponerse a su altura y dejarse llevar por las acometidas de su lengua.
Cualquiera que les viera pensaría, oh, mira, qué vergüenza, u, oh, mira, qué vergüenza, en las escaleras, ni siquiera esperan a entrar en casa. “TN” sólo podía pensar, oh, mira, qué vergüenza; debería ser ilegal tener unos músculos tan firmes y un culo tan duro.
Y con cada nuevo suspiro que salía de sus labios él parecía pensar algo parecido de ella, porque sus manos no se estaban quietas ni un instante. La recorrían con una voluptuosidad que hacía que “TN”, la desgarbada, redondeada y poco agraciada “TN”, se sintiese como Jessica Rabbit.
—Eres tan dulce… —murmuró él contra su oído.
Ella lo premió con otro gemido.
—Sigue, sigue…
Inclinada sobre la pared como una desvergonzada, notó la sonrisa masculina en su cuello.
—Y tan hermosa…
¡Dios! ¿De verdad pensaba que era hermosa? ¡Sí! ¡Lo era, lo era!
—Repite eso —jadeó.
Mister Airbus lanzó una breve carcajada y depositó un beso húmedo bajo su mandíbula.
—Tan hermosa…
—Mmmm, sí que lo soy, ¿verdad?
—Sí, y tan dulce… —susurró justo sobre el lunar en su barbilla.
“TN” cerró los ojos y escondió un gimoteo.
—Eso ya lo has dicho…
Las manos de Mister Airbus se ciñeron a su cintura e iniciaron una lenta exploración hacia arriba que culminó cuando se toparon con la curva de su pecho. Se sintió transportada a un universo paralelo, uno en el que estaba dispuesta a dejarse hacer lo que fuera allí mismo, en medio del pasillo del segundo piso, con el hombre que le estaba arruinando la vida desde hacía días.
Para ser un arruina-vidas, la volvía loca de deseo.
—“TN”… —musitó, y las yemas de sus dedos dibujaron círculos en sus senos por encima de la blusa, mientras su boca continuaba dejando un reguero de besos por toda su frente.
—¿Sí?
—Prometo no decirle nada a tu novio, pero invítame a tu casa, por favor…
“TN” despertó de su letargo mágico como si se hubiera dado una buena culada contra el suelo. ¿Pero qué…?
—¡Imbécil! ¿Por quién me tomas? ¡No vuelvas a tocarme!
Le cerró la puerta en las narices después de darle el empujón que merecía.
¿Cómo se atrevía a insultarla de esa forma? Ella no era una cualquiera de ésas que juega a dos y tres bandas sin importarle los sentimientos de los demás. Cuando se sentía atraída por una persona, sólo tenía ojos para ésa, nada más, y mucho menos andaba por ahí besuqueándose con otros sin ton ni son…
PEZA
Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
PASO 8: ¿SATISFECHA CON EL RESULTADO? ¿A QUE SÍ? ES LA HORA DE DAR UN PASO MÁS: CLAVE UN PAR DE ALFILERES EN LAS MANOS DE SU MUÑECO DE PODER Y EL OBJETO DE SU DESEO NO PODRÁ QUITARLE LAS MANOS DE ENCIMA.
—Sra. Laveau, tengo un problema.
“TN” entró corriendo en la tienda de Dory y se hizo oír por encima del tintineo de las campanillas. Se precipitó hacia el almacén con la angustia reflejada en su mirada azabache.
—¿Qué ha ocurrido, niña?
Como siempre, Dory la recibió con la paciencia y el afecto de quien se pasa largas horas tras el mostrador sin nadie con quien hablar.
—He besado a otro hombre —sentenció “TN”, llena de bochorno—. Y me ha gustado. Y he reincidido —con cada afirmación que salía de su boca, un relámpago atravesaba sus ojos y los de la Sra. Laveau—. ¿Cree que esto tendrá repercusiones sobre nuestro… asunto?
—Pero, niña… —Dory sacudió la cabeza con desaprobación—. ¿Por qué has hecho algo así?
La cara de la joven no podía estar más ruborizada.
—Porque… porque… ¡no lo sé! Ese estúpido me asedia desde hace días y es tan guapo que… me besó, le besé…
El rostro de la Sra. Laveau palideció.
—¿Cuántos pasos has seguido del manual?
“TN” se inquietó. ¿A qué venía ahora esa pregunta?
—Ocho. ¿Por qué? ¿Qué sucede? ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?
—Nada, nada, tranquila —Dory meneó la cabeza con despreocupación, pero no pudo ocultar el brillo turbado de su mirada—. ¿Y has notado algún cambio en Kieran últimamente?
“TN” la miró sin pestañear.
—No, todo sigue igual que antes, supongo que aún no le ha dado tiempo a… Un momento, un momento, ¿a qué viene todo esto? Estoy empezando a agobiarme.
—Tranquila, tranquila, niña. ¿Y dices que ese hombre nuevo te asedia?
—¡Sí! ¡Me acosa! ¡Es un horror, ya no puedo aguantarlo más!
Dory inspiró hondo y canturreó algo en cajún que “TN” no acertó a entender.
—Entonces, me temo que se ha producido un caso claro de cruce de energías. ¿Seguro que has llevado a cabo todos los pasos tal y como te indicaba el manual?
—Ay, Dios mío. Ay, Dios mío. Ay, Dios. Yo… yo creo que sí. ¿Cómo es eso del cruce de energías?
Dory comenzó a barbotar explicaciones acerca de complicados fenómenos metafísicos y anómalas serendipias fruto de la casualidad que “TN” no comprendió en absoluto. Lo que sí entendió, sin embargo, fue el meollo de la cuestión; pensar en Mister Airbus durante el ritual de visualización —y durante el de consagración, el de fabricación, y todos los procesos, en realidad—, había alejado a Kieran de la magia y había situado a su narcisista vecino en el punto de mira del vudú.
Que era torpe no era nada nuevo, pero al parecer su torpeza podía alcanzar cotas insospechadas si se la presionaba un poco.
—¿Y ahora qué hago? —preguntó preocupada—. ¿Cómo lo arreglo?
—En primer lugar, vas a hablar con ese hombre misterioso —la Sra. Laveau seguía mostrándose paciente con ella, y a estas alturas “TN” ya ni siquiera entendía por qué—. El pobrecillo debe de estar sufriendo un infierno sin saber por qué.
Si lo que quería era que no se sintiera aún más culpable, Dory iba por el camino equivocado.
—Y después —continuó—, tendrás que destruir el muñeco. Tienes un arma muy poderosa en tus manos, “TN”, y cualquier cosa que hagas con ella puede tener efectos indeseados, tanto para ti como para él.
Tragó saliva y apretó con fuerza su bolso. No podía esperar a perder de vista a Mini Kieran.
—Lo que pase después —puntualizó Dory con una sonrisa maliciosa—, ya depende de ti…
—¿A qué se refiere con lo que pase después?
—Tienes dos opciones. Si aún sigues interesada en Kieran, puedes repetir la operación desde el principio. Eso sí, tendríamos que trabajar esa concentración… —pellizcó los carrillos de “TN” con la misma actitud maternal que caracterizaba a su abuela—. Pero, si por el contrario…
—¿Qué? ¿Si por el contrario qué? ¡Por supuesto que sigo interesada en Kieran! ¡Lleva botas militares, ¿no?! Y usted dijo que…
—Mi niña… no todo está escrito en los astros, ni en los posos del café. A veces suceden cosas inesperadas que son… mejores. ¿Y si ese hombre misterioso fuera para ti? ¿Y si ése fuese el auténtico?
“TN” meneó la cabeza.
—Es que todo esto es tan extraño para mí… Hace meses que espero al hombre adecuado, y en mi mente siempre ha tenido la imagen de Kieran. No es tan fácil recular y empezar a ver a Mister Airbus como el hombre de mi vida. ¿Y si me equivoco? —su rostro se fue tiñendo de angustia—. ¿Y si no es más que atracción? ¿Y si todo es producto de la magia?
—Eso sólo lo puedes averiguar tú.
La Sra. Laveau Junior le guiñó un ojo antes de desaparecer en la trastienda, y a “TN” nunca le resultó tan parecida a la difunta Sra. Laveau.
PEZA
Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
PASO 9: ¿EL HOMBRE DE TUS SUEÑOS NO TE DIRIGE LA PALABRA? ¿QUIERES MANTENER UNA CONVERSACIÓN DE MÁS DE TRES SEGUNDOS CON ÉL? ¡CLAVA UN ALFILER ENTRE SUS LABIOS!
Los nudillos de “TN” resbalaron por el ébano que la separaba de Mister Airbus.
Toc, toc, toc.
Inspiró hondo. La puerta se abrió.
Si tan sólo no fuera así de guapo…
La silueta musculosa y bronceada de su vecino emergió a contraluz. Seguía sin separarse de la maltrecha camisa de franela y los vaqueros desabrochados. Ahora que se fijaba bien, ni siquiera había un botón en la cinturilla. Tenía el pelo revuelto, y “TN” se mordió el labio inferior.
Con la suerte que arrastraba, no sería raro que lo hubiese pillado durmiendo.
—¿Y ahora qué quieres? —dijo él con tono hosco, pero a ella no se le escapó el brillo encendido de su mirada ni la dejadez seductora con la que se apoyó sobre la jamba. Sólo le faltaba pasarse el dedo por la boca al más puro estilo Martini.
—Tenemos que hablar —“TN” se autoinvitó a entrar a la guarida del ogro. Tal y como sospechaba, no era más que una leonera de soltero, desordenada y maloliente—. Hay algo muy importante que debes saber.
Tal vez de verdad quería hablar con ella, o tal vez estaba tan cansado y soñoliento que no fue lo bastante rápido como para impedirle el paso. Fuera como fuere, Mister Airbus suspiró mientras cerraba la puerta tras ellos. Pero, al contrario de lo que “TN” pensaba, no suspiró por una necesidad imperante de mostrar su exasperación, sino más bien por otro tipo de necesidades que quedaron claras en cuanto aplastó su boca con la suya en un beso lento y pasional que hizo que se le erizara el vello de todo el cuerpo.
Sofocada, “TN” deseó que durara para siempre. Sólo tarde se dio cuenta de lo peligroso que era en su caso desear determinadas cosas.
—Oye —comenzó—, sé que en los últimos días has estado sintiendo cosas bastante… raras respecto a mí —el temblor en su voz delataba sus nervios, pero hizo lo posible por disimularlo—. Y créeme, aunque no te va a gustar, hay una explicación perfectamente lógica para ello.
El bomboncito se dejó caer sobre el sofá. Parecía agotado, como si luchar contra sus instintos más primarios fuera la misión más difícil a la que se había enfrentado en su vida. Tras él se balanceaba la jaula de un canario, que brincaba entre los barrotes asustado por la visita. Vaya, otro punto a favor del Mister. Resulta que tenían más cosas en común de las que pensaba…
—Lo que tú digas, muñeca. Sólo una pregunta, ¿vas a dejar que te meta mano después de que me la expongas o no?
“TN” tuvo que parar de un manotazo sus dedos, que ya se acercaban por encima de la mesa camilla.
—Oye, sé que resulta difícil de creer, pero nada de lo que sientes es real, es sólo un efecto de…
No lo vio venir. Cuando se quiso dar cuenta, Mister Airbus estaba detrás de ella con una mano en su hombro, la otra tratando de colarse bajo su camiseta y su respiración cosquilleándole en la nuca.
—¿Que no es real? ¿Estás diciendo que el bulto que tengo en los pantalones no es real? ¿Quieres que te demuestre lo real que es?
—¡Maldito pulpo, sácame las manos de encima! —¿pero qué coño estás diciendo? Si no hubiera estado tan desesperada por seguir sintiendo las manos masculinas sobre su cuerpo y no hubiera parecido tan encantada de derretirse entre sus brazos, tal vez su exclamación hubiese surtido algún efecto.
Pero lo único que consiguió fue que el vecinito sexy se incendiara más. Y ella también. Por todos los demonios, ¡era de las que pasaba desapercibida, no de las que se veía obligada a salir de casa armada con un matamoscas y gas pimienta!
Se puso en pie. No debía olvidar ni por un segundo que no era ella la que provocaba semejante erección —le dirigió una mirada rápida y vaya si era real—, sino la magia negra. Lo soltó de golpe.
—Realicé un hechizo vudú para conquistar a un hombre y, por razones que no vienen al caso, acabó actuando sobre ti. Si estás excitado, enamorado, obnubilado, o todo a la vez, lo único que puedo hacer es pedirte perdón y prometerte que se te pasará pronto y que no volverá a ocurrir.
Cric, cric. Cric, cric.
—¿¿¿Que qué??? ¿¿¿Cómo que un…??? ¿¿¿Que actuó cómo???
“TN” no sabía qué era más difícil de soportar, si el volumen de su voz o la decepción en su mirada. Por un instante, deseó poder volver atrás en el tiempo y…
¡Un momento! ¿Y Kieran? ¿Qué hacía pensando sandeces una vez más?
—Toda la culpa es mía. Entiendo que estés molesto, pero espero que puedas entenderlo.
Mister Airbus se desenvolvía por la estancia como una fiera en celo. Se mesaba los cabellos oscuros y pateaba todo objeto no identificado que encontrara a su paso.
—Esto es increíble. No sólo tengo la mala suerte de caer al lado de una loca que me despierta sin cesar, sino que encima resulta que la loca es una bruja que anda por ahí lanzando hechizos como si fueran collares del Mardi Gras.
“TN” abrió la boca ofendida.
—Oye, no hace falta que me insultes. He creído que lo más correcto era pedirte perdón y así lo he hecho —comenzó a girar en torno al sofá, huyendo de su cercana amenaza. En el trayecto tropezó con algo y se detuvo para ver qué era. Una tarrina vacía de helado de almendra—. ¿Te gusta el helado de almendra? —preguntó como una estúpida, con la boca abierta y los ojos de par en par.
Mister Airbus se palmeó los muslos.
—¿Y eso qué importa ahora?
“TN” cabeceó.
—No, nada, es sólo que…
—Lárgate de aquí —la voz masculina sonó fría y letal—. Y procura no cruzarte en el camino de JOE JONAS a partir de ahora, muchacha. No quiero tener nada que ver contigo.
—¿JOE JONAS? ¿Ése es tu nombre? —ella pestañeó.
—Sí, ése es mi nombre —refunfuñó Mister Airbus, o JOE— de camino a la puerta. Una salida que estaba más que dispuesto a enseñarle.
JOE. Sonaba bien. No era exótico, ni glamouroso como Kieran, pero tenía fuerza. Un nombre muy acorde con su masculinidad y su actitud rotunda. Habría sido un perfecto nombre para todos aquellos jovenzuelos rebeldes que habían formado parte de sus fantasías en la adolescencia, y que estaban a años luz del cuero y la sofisticación siniestra de los góticos de Decatur Street.
Humillada, caminó hasta el umbral con la cabeza gacha. Acababa de echar a perder cualquier oportunidad que alguna vez pudiera haber existido entre ellos.
Entre la provinciana “TN” y el hombre que tenía un canario en casa, comía helado de almendra y tenía un cuerpo de infarto con el que surcar los cielos.
—Sólo una cosa más —oyó que él preguntaba a sus espaldas. Se dio la vuelta y lo encontró con el ceño fruncido y una expresión inescrutable en la mirada—. ¿Por qué él? ¿Qué tiene él que mereciera su propio vudú y yo no?
Ahora ya sabía lo que el negro de sus ojos se empeñaba en ocultar. Frustración.
Y no había forma humana de que “TN” se sintiera más avergonzada y culpable.
—Bueno, yo… las cartas de la Sra. Laveau dijeron que el hombre que me estaba destinado vestiría botas militares y yo pensé que… pensé que… —hizo un esfuerzo para tragarse las lágrimas.
JOE se mantuvo firme en su postura, con los pulgares enganchados a la cinturilla de los vaqueros y los hombros encogidos. Después de un rato, bufó, y se encaminó hacia el armario de los abrigos. En cuanto tocó la manilla, decenas de pares de New Rocks, Doc Marten´s, Magnum y otras marcas cayeron como un castillo de naipes y se esparcieron por todo el salón.
Las ganas de llorar de “TN” se acentuaron.
—Esto es lo que estabas buscando, ¿no? —dijo él, y el reproche doliente de su voz se le atascó a la altura del pecho—. Pues aquí lo tienes.
—Pero yo no podía saberlo…
—Es imposible que pueda llevarlas en el trabajo, y en los últimos tiempos no salgo mucho. Sobre todo desde que me veo obligado a arañar minutos de sueño como un jodido mendigo…
“TN” parpadeó, cada vez más cerca del pasillo que la alejaría de esa pesadilla repleta de botas negras, helado de almendra y la voz de Elvis cantando Suspicious minds dentro de su cabeza.
Maldita sea. Serás el Rey, pero cállate.
—Lo siento —consiguió articular. Seguro que no servía de mucho, pero era lo único que podía decir. Aún estaba conmocionada por el descubrimiento tras el ropero.
JOE arrimó la puerta hasta que su hermoso rostro sólo fue visible a través de una rendija.
—Tal vez deberías dejar de creer en chorradas y empezar a guiarte por tu instinto.
Luego, sin más, cerró.
PEZA
Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
Ya estamos cerca del final... Espero y esten disfrutando de la nove...
PEZA
Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
PASO 10: NOTARÁS LA DIFERENCIA SI CLAVAS UN PAR DE ALFILERES EN CADA PIE DE TU MUÑECO DE PODER. ¡NO SE PODRÁ ALEJAR DE TI!
“TN” llegó al museo con surcos bajo los ojos y un profundo mohín de desconsuelo en los labios. Sin embargo, a medida que fue avanzando su jornada, logró que su estado de ánimo mejorara. Al fin y al cabo, ya que los astros le habían otorgado la privilegiada oportunidad de verse asediada por dos hombres, iba a aprovecharse de ello.
JOE besaba mejor que nadie que hubiera conocido, era más guapo que el infierno y aún no podía olvidar el beso con el que la había sorprendido en su casa. Pero no era, ni muchísimo menos, el único hombre en el mundo.
Aún quedaba Kieran.
Estaba claro que su muñeco tendría que ser destruido y, después de la experiencia, “TN” no estaba segura de si querría repetir la operación, pero había aprendido la lección.
Tendría que valerse de sus propios —y dudosos— encantos para conquistarlo. Pero a esas alturas de su vida no le cabía ninguna duda de que lo conseguiría.
Cuando finalizó su turno, antes del anochecer, cruzó los dedos para que él estuviera esperando fuera. Si de verdad su energía era tan poderosa iba a emplearla a su favor, así fuera la última cosa que hiciera.
Bingo.
Allí estaba, con su ondeante ropa de piel, su lustroso pelo rubio y sus New Rocks en los pies.
Vale, no tenía el aire pícaro y malicioso de JOE, pero seguía siendo guapísimo. Y misterioso. Y encantador. Tenía muchas virtudes, de hecho. A la abuela le encantaría.
Tratando de dar esquinazo a la vocecilla acusica que le recordaba lo muchísimo más contenta y orgullosa que se habría sentido la abuela de haberse presentado en su casa del pueblo con un tío vestido de piloto, se acercó al objeto de sus deseos.
—¡Hola! —saludó, e inmediatamente se sintió estúpida.
Kieran lanzó al suelo la colilla de su cigarro antes de responder.
—Hola —dijo con una sonrisa torcida.
—Vienes muy a menudo, ¿no? —estaba claro que el muñeco de poder no había actuado a su favor, porque aquello no podía considerarse siquiera una conversación.
Él entrecerró sus preciosos ojos azules.
—Sí, bastante.
“TN” siguió sonriendo mientras oteaba el cielo. Para su desgracia, ese día no había nada en el clima que mereciera ser destacado.
—Buscas a Steph, ¿no? —inquirió al fin, más por decir algo que por un interés real.
Kieran asintió con la cabeza. Estaba tan guapo que “TN” no pudo hacer sino sonreír como una idiota babeante.
Sin embargo, su parquedad empezaba a hacerla sentir incómoda. Tendría que cambiar ese desagradable hábito cuando se casaran.
Decidida a no desperdiciar la ocasión de pasar más tiempo con él, lanzó otra de sus intrascendentes preguntas.
—¿Te debe dinero, o algo así?
Primero, Kieran se quedó mirándola como si acabara de aterrizar desde otro planeta. Luego, lanzó una carcajada tan estruendosa que parecía imposible que hubiera salido de unos labios tan angelicales. Y, por último, siguió riéndose tan fuerte que “TN” miró hacia ambos lados de la calle, preguntándose qué sería aquello tan gracioso.
Hasta que, para no sentirse fuera de lugar, se dejó contagiar por su risa.
—Claro que no —replicó él, sin parar de reír—. Salimos juntos, joder. Desde hace tres meses.
La sonrisa de “TN” murió en sus labios. Para cuando Steph abandonó el museo y se lanzó a los labios de Kieran, interpretando a la perfección su papel de pareja perfecta del hombre perfecto, ella ya corría calle abajo, con las mejillas ardiendo de mortificación.
PEZA
Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
PASO 11: ÁNIMO, COMPAÑERA, YA QUEDA MENOS. SIN EMBARGO, ÉSTE ES UN PASO QUE NO DEBES OBVIAR, YA QUE UN ALFILER EN SU OMBLIGO DEBERÁS CLAVAR. NO DUDES DE TU PODER A PARTIR DE ESTE MOMENTO, ¡SERÁS EL CENTRO DEL MUNDO!
En cuanto puso un pie en su apartamento, “TN” se apresuró a encender todos los fogones. En su casa no había chimenea ni efectivas estufas eléctricas, pero no por ello iba a dejar de hacer lo que tenía que hacer.
Con más frustración, vergüenza y desilusión de las que cualquier ser humano vivo puede cargar a sus espaldas, lanzó el muñeco de poder a las azuladas llamas del gas. Mini Kieran quedó reducido a cenizas con la misma indiferencia con la que había nacido. Ni una mueca en su rostro de arpillera, ni un quejido de dolor en sus labios pintados con carmín.
Con un movimiento de la cadera, subió el volumen del equipo de música. Maldito Elvis. Siempre tan inoportuno. En cuanto escuchó las primeras notas de Love Me, toda su entereza —si es que alguna vez había tenido de eso— se vino abajo.
Cantando a voz en grito con la desesperación de un borracho en una cantina, se preguntó qué extraño designio la había obligado a vivir siempre relegada a un segundo plano. Siempre había habido chicas más bonitas que ella, chicas más populares que ella. Las había más inteligentes que ella, con carreras universitarias o buenos trabajos que no implicaban repetir una y otra vez la misma sandez en tres idiomas, dos de los cuales había aprendido a pronunciar viendo la teletienda.
Había muchachas que encontraban novio durante el instituto y no se separaban nunca más de él. Las había que se casaban después de la graduación, o que no llegaba solteras a la veintena, y eso en su pequeño pueblecito de Louisiana era un honor más grande que ser visitado por el presidente de los Estados Unidos o que salir en la portada de Cosmopolitan. Aunque también las había, de hecho, que salían en la portada de Cosmopolitan.
Otras eran madres, y se sentían felices sin tener otra cosa que hacer a lo largo del día que dar de mamar o consentir a sus pequeños malcriados cada vez que estos empezaban a berrear. Las había que triunfaban en Hollywood, que salían en la tele, que podían ver su rostro a una cantidad tal de pulgadas que hasta los extraterrestres podrían admirar su belleza desde el espacio.
Las había que volaban de flor en flor, picoteando aquí y allá, hasta encontrar el arbusto de sus sueños. Las había que acumulaban divorcios con la misma facilidad que periódicos viejos en el desván; sus fechas de boda convertidas en una efeméride más. Otras permanecían solteras por convicción, y eran felices así. También había monjas, prostitutas, cocineras, ejecutivas, strippers, atletas, conductoras de tranvía, cantantes, maestras, multimillonarias que contrataban masajistas para su perro.
Y allí, en el fondo, perdida en la base de la pirámide… no, no, más abajo aún, estaba “TN” Boudreaux.
Fracasada. Perdedora. Soltera por obligación. Con un cuerpo, una cara y un pelo tan corrientes que ni siquiera podía destacar por fea. Con un trabajo tan mediocre que ni siquiera podía ser motivo de escarnio. Con un apartamento en una zona tan anodina que ni siquiera podía presumir de correr peligro cuando llegaba a casa sola después del oscurecer. Con una vida social tan insulsa que era del todo inexistente. Con un acento sureño que, en su voz, no sonaba dulce o acaramelado, como en el noventa y nueve por ciento de las muchachas de Louisiana, sino más bien como el graznido de un cuco rabioso en busca de nido.
Y, además de todo eso, era tonta de remate. Porque había perdido la única oportunidad que había tenido en su vida de sentirse como esas actrices de Hollywood a las que los marcianos idolatran, como una stripper en su función estelar, como una madre de familia abnegada que merece los respetos de todo un pueblo, como una ejecutiva agresiva que hace papilla la Bolsa y se embolsa dólares como caramelos.
Todo lo que JOE le había hecho sentir.
Mientras contemplaba cómo Mini Kieran era pasto de las llamas, pensó que tal vez ya era hora de volver a casa.
Su aventura orleanniana se había terminado.
PEZA
Re: ALFILERES EN EL CORAZÓN
PASO 12: ALFILERES EN EL CORAZÓN. ESTOS SON LOS MÁS IMPORTANTES. TAL VEZ NUNCA SOÑASTE CON CLAVARLOS, PERO ES PROBABLE QUE ELLOS SE CLAVEN EN TI. Y ENTONCES NADA, NI SIQUIERA ESTE CONJURO, SERVIRÁ PARA SACÁRTELOS DE AHÍ.
Toc, toc, toc.
Maldición. Y ahora, ¿qué?
“TN” dejó una de sus camisas a medio doblar encima de la maleta abierta y se encaminó hacia la entrada. Había tardado más de lo normal en preparar el equipaje, porque también había tardado más de lo normal en guardar el vestido que había comprado para su primera cita con Kieran. Para ser precisos, había tardado lo mismo que en ir al cuarto de baño, agarrar el rollo de papel higiénico y secarse el rímel frente al espejo.
—¿Qué quiere? —bufó mientras descorría el pestillo, imaginando que del otro lado estarían la casera o el jardinero con alguna de sus agotadoras monsergas.
Pero no era ninguno de los dos.
El brazo de JOE JONAS la agarró por las solapas del uniforme del trabajo, la aprisionó contra su torso pétreo y cerró la puerta de una patada tras ellos.
“TN” intentó gritar, más por el susto que por el miedo, pero los labios de él apresaron los suyos en una orden tácita de silencio. Una vez más, lo único que pudo hacer fue temblar entre sus brazos. Y vaya si tembló.
—Haz el favor —masculló él con voz ahogada tras romper el beso—, de acabar de una buena vez con ese muñeco o ese hechizo o lo que sea. Me estás volviendo loco —agregó con ronquedad.
Ella meneó la cabeza atónita.
—Pero si ya lo he hecho —balbuceó. Su voz no mostraba la misma firmeza que sus manos, que se aferraban como garras a los bíceps de JOE con intención de no dejarlo escapar.
Él se burló.
—¿Me tomas por imbécil? No había estado tan duro en mi vida, y te juro por lo más sagrado que voy a reventar estos pantalones si no te tumbo sobre la cama ahora mismo.
Iba a ir al infierno de cabeza. Su abuela la iba a desheredar. Sería una descastada más de las muchas que eran excluidas del pueblo por su moral relajada y su vida disoluta. Se le ocurrían millones de consecuencias nefastas si se dejaba llevar, pero allí, entre los brazos del hombre más sexy del mundo y ante la oportunidad de enmendar sus errores, “TN” estaba más que dispuesta a hacerlo.
—Pues hazlo —espetó con un brillo de voluptuosidad en los ojos y una pizca de humedad en los labios.
JOE la miró a ella, luego a la puerta del dormitorio, luego a ella de nuevo y, por último, a las estiradas costuras de sus pantalones.
—¿No te importa que todo sea una farsa?
“TN” sonrió. Había cometido muchas equivocaciones y Dios sabía bien que lo de utilizar magia negra no había sido buena idea. Sin embargo, la vida le ofrecía de nuevo el lugar que tanto había estado esperando. Y ése, se mirara por donde mirara, no era ninguna farsa.
Las cenizas crepitantes de Mini Kieran no tenían nada que ver con la chispa de expectación en los ojos de JOE, ni con el bulto que palpitaba entre sus caderas, ni con los jadeos irregulares que salían de su boca, y ella lo sabía mejor que nadie.
Con un guiño, hizo un gesto liviano hacia los hornillos. JOE miró en su dirección.
—¿Qué demonios es eso?
Con los ojos como platos, tiró de ella hasta la cocina. Durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada, mientras él comprendía la situación y ella aguardaba sonriente su reacción.
—¿Esto quiere decir que…?
“TN” asintió despacio mientras se pegaba a su cuerpo bronceado y, repentinamente, cubierto de sudor.
—Sólo dime cuándo y dónde quieres que te lo demuestre.
—¿Demostrarme el qué? —tartamudeó él.
Ella arqueó una ceja con malicia.
—La magia que mi cuerpo puede obrar sobre ti. Y sin ayuda del vudú.
Los ojos de JOE relampaguearon, y una sonrisa traviesa curvó sus labios mientras se inclinaba para agarrar a “TN” por la cintura.
—Ahora. Y aquí.
De mutuo acuerdo, apostaron quién entraría antes en el dormitorio y, entre risas, echaron a correr.
No llegaron ni al salón.
PEZA
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