butterfly fly away.

— ¿Podemos ir al museo? —preguntó la pelirroja.
— No, ¿por qué tanta obsesión con ir? Ni que fuera divertido.
— Eres un idiota —escupió ella al castaño, haciendo que éste riera—. Es un secreto.
— Si no me lo dices, no iremos.
Ella se quedó callada. Nunca le dijo eso a nadie, y a falta de padres, nunca la llevaron a un museo. Investigó todo lo que pudo, vio imágenes, y videos, pero quería verlas en un museo. En persona. En carne y hueso. Siempre tuvo la sensación de que el día que las viera sería un día especial, un día que nunca olvidaría, porque es imposible que todavía no haya visto ninguna. En sus dieciocho años, nunca fue a un museo, siempre viviendo en orfanatos. Ahora que era su primer día de libertad, pues era mayor de edad, y había conseguido trabajo y casa unas semanas atrás, quería ir por primera vez. Subió la mirada, y se encontró con la mirada azul de su mejor amigo, al que nunca le ocultó nada. Excepto esto, claro.
— Me da pena — contestó al fin. El ojiazul suspiró, y asintió con la cabeza.
— Iremos, iremos, pero sólo porque debe ser algo importante como para querer ir a un museo —puso énfasis en la última palabra. Ella sonrió, y se abalanzó a abrazarlo.
— Gracias, gracias, gracias Kyle —dijo, con una enorme sonrisa adornando sus labios rojos—. Eres el mejor, ¿ya te lo dije?
— Miles de veces, pero nunca esta de más escucharlo de nuevo.
Los dos rieron, y fueron caminando hacia el centro de la ciudad, porque Pandora quería apreciar el camino, quería recordarlo con todo su ser. Caminaron, aunque la casa de la pelirroja quedaba al otro lado de la enorme ciudad. Caminaron, aunque el dinero les alcanzaba para tomar un bus, o un taxi. Caminaron, aunque Kyle tenía un auto.
— ¿En serio no me dirás por qué quieres ir?
Panda dudó, no quería verse idiota ante su mejor amigo, pero ¿qué más daba? Se iba a dejar en evidencia cuando viera con tanta emoción lo que quería encontrar en el museo.
— Nunca vi una mariposa.
Esas cuatro palabras fueron suficientes para que el castaño se quedara callado, aunque unos segundos después, habló.
— ¿En serio?
— Sí.
— ¿Nunca en toda tu vida?
— Sí.
— ¿Jamás?
— ¡Qué sí, mierda! —exclamó Pandora, riendo ante la estupefacción de Kyle.
— ¿Por eso es que siempre dibujabas mariposas? —su rostro declaraba una sorpresa evidente, mientras seguían caminando.
— Exacto —ella quería que él se callara, estaban cruzando una avenida importante, y tenían que prestar atención.
— ¿Y por eso es que te tatuaste un...? —la pregunta no pudo ser terminada. Un camión prácticamente se llevó puesto al ojiazul, dejando a la pelirroja en el medio de la calle, muda, y mirando con ojos abiertos el camión que había estacionado unas dos cuadras después. El tiempo se detuvo, y ella seguía ahí, con lágrimas a punto de caer. Los automóviles dejaron de moverse, y muchos llamaron a la policía, anunciando que de seguro un joven había muerto.
Pandora corrió, corrió hacía en donde el maldito camión estaba, y cuando al fin llegó, vio que el conductor estaba mirando intensamente a lo que estaba en el suelo, en frente del automóvil. Una figura estaba tirada en el piso, en ángulos que deberían ser imposibles para un cuerpo humano, y totalmente cubierta de sangre. Los ojos azules del joven miraban sin ver.
La imagen fue suficiente como para que Pandora retrocediera. Esto no podía estar pasando, esto no era verdad. Era un sueño. Sí, eso era, un sueño. Miró sus manos, y empezó a contar los dedos. En los sueños tenías dedos de más. Uno. La gente comenzó a acercarse. Dos. El maldito conductor cubrió el cuerpo de su mejor amigo con una lona. Tres. Las sirenas de la policía se empezaron a escuchar. Cuatro. Todo parecía borroso. Cinco. Los autos de la policía ya habían llegado. Seis. La ambulancia también. Siete. Le preguntaron si ella era familiar de él, pero ella no respondió, siguió contando sus dedos. Ocho. La gente dijo que ella estaba con él cuando todo sucedió. Nueve. La llevaron a la ambulancia, pensando que tal vez podría tener un trauma. Diez. Sentada al lado de una camilla, con el cuerpo de su mejor amigo cubierto por una tela celeste, una mariposa se posó encima de él. Intentó buscar más dedos, pero no habían más. Esto era real. No era un sueño.
Miró fijamente a la mariposa. Era hermosa. Negra y azul. Una perfecta armonía entre sus colores y diseños. Se había posado encima del estómago de Kyle, y en unos segundos voló hacía la muñeca de Pandora, en donde una pequeña silueta de una letra griega estaba tatuada.
La mariposa se quedó ahí hasta que abrieron las puertas, simbolizando que habían llegado. Luego, voló de nuevo hacia el cuerpo de Kyle, en donde milagrosamente otra mariposa apareció. Una negra y naranja. Entonces, Panda comprendió. Las dos mariposas volaron afuera. Volaron juntas. Volaron hacia el cielo. Volaron.

"Los griegos creían que cuando moría una persona y exhalaba su último aliento, el alma abandonaba el cuerpo volando en forma de mariposa."

Su alma también se fue junto con el alma de Kyle, y antes de que un enfermero viniera a detenerla, ya que primero se habían llevado el cuerpo de Kyle, buscó una navaja, e hizo un corte vertical en la muñeca en donde no tenía el tatuaje. Sonrió, y no sintió el dolor. No sintió nada. Lo único que sintió, fue la alegría de reunirse con su mejor amigo, en dónde las almas llegaban y eran juzgadas.