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Anything else (Zayn Malik)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Anything else (Zayn Malik)
[size=32]ANYTHING ELSE (Z.M)[/size]
[size=32] [/size]"Es como si... es algo que no puedo explicar con palabras. Esos ojos tan rasgados y oscuros, a juego con esa mata negra de pelo rizado, que me apetece tocar a cada momento,con esa sonrisa sincera de dientes blancos y labios gruesos... lo único que te sugiere es un corazón de oro e inocencia, tú mismo puedes verlo; al principio pensé que era curiosidad, nunca había tratado con una tía así, siempre pensé que todas eran igual de malas y plásticas, pero... ella no paerecía así, y... llamó mi atención, lo reconozco. Pero a mí no me podía gustar una chica así, ella no era para mí, no tenía esa picardía que yo busco en las tías, joder, ¡ ella no es una cualquiera a la que puedas meter a la cama y al día siguiente darle manta! Empecé a mostrarme indifirente... intenté protegerme intentando convencerme a mí mismo que las tías así no existen, que sólo era una fachada para dar una imagen de princesita delante de su hermano. Pero no, mierda, ella es así de verdad... y eso me encanta. Pero no, a Zayn Malik no pueden gustarle las princesas de cuento."
Bueno, es mi primera historia aquí, no se cómo va esto, y voy a tardar un poco en adaptarme :3
De momento os dejo esto, en nada subo la primera parte del prólogo.
Si he hecho algo mal, por favor, avisad :roll:
Un beso, espero que os guste!
Manzana_amargada
Re: Anything else (Zayn Malik)
Prólogo: Parte I
Me armé con la escoba y empecé a barrer al ritmo de la música. Cher Lloyd sonaba por los altavoces, y no me pude resistir a moverme al compás del cepillo, pasándolo por los rincones a la vez que mi cabeza se sacudía al ritmo de los graves. En eso estaba cuando llegó el estribillo, y pasé de sacudir la escoba a que esta me acompañase en mis movimientos, girando sobre la misma y moviendo el mango a modo de micrófono estático.
Con eso me paseé por toda la habitación, dando saltitos bastante ridículos, para llegar frente al espejo de pie, y empezar a entonar la letra que tanta veces había escuchado y nunca me cansaría de hacerlo.
-Boy you can say anything you want, I don’t give a shh, no one else can have ya, I want you back, I want you back, wa-want you, want you back
Di una vuelta sobre mí misma, pero no llegué a completarla, ya que unos ojos curiosos e inquisitivos me observaban desde la entrada de mi habitación, cuyo propietario estaba recostado sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho. La sonrisa torcida que ocupaba su rostro no luchaba mucho por disimular la risa que estaba a punto de escaparse de su boca.
-Me gusta mucho tu bailecito, sobre todo la parte esa de… ¿cómo lo has hecho? ¿Así? – Y empezó a mover su generoso trasero de forma chistosa hacia los lados, intentando imitar mis movimientos.
Después de reírme a carcajadas- aunque con las mejillas encendidas- cogí uno de los muchos peluches que adornaban mi habitación, el cual acabó estrellándose en su mullido trasero. Como payaso que es, no hizo otra cosa que soltar un agudo gritito- bastante afeminado, por cierto- y llevarse ambas manos a su parte trasera, mientras que sus ojos se estrechaban, intentando parecer intimidante, aunque en realidad el gesto le daba un aspecto espantosamente ridículo.
Pero la cosa no quedó ahí, porque antes de que me diese tiempo a caer al suelo de rodillas a causa de las carcajadas, el muy burro ya había echado mano a otro de mis animalitos inanimados, yéndose a aterrizar sobre mi boca, la cual tenía abierta a causa de la risa. Esta cesó de forma brusca, porque no me había hecho gracia que uno de los peluches que más pelo soltaba de los que formaban la decoración de mi rinconcito acabara en mi boca, con consecuencias que todos podéis imaginar.
Todavía estaba escupiendo pelillos de “Capitán Bigotes”- ya, lo sé, demasiado típico, pero, ¿qué esperar de una cría de 2 años?- cuando su risa ya no podía aumentar de volumen. Mi vista pasó de estar en mis pies, cruzados sobre mí misma a la forma india, a posarse en él. “Ah, con que estas tenemos, ¿no? Te has metido con la chica equivocada, amigo”
Pareció haberme leído el pensamiento porque, para cuando mi mirada había cambiado de ser furiosa a que mis ojos centellearan con un brillo travieso, él ya había abierto mucho los ojos, en un gesto de sorpresa- anticipando lo que se le venía encima- y echaba a correr precipitadamente escaleras abajo. Todavía me dio tiempo a soltar una sonrisa torcida antes de salir tras él.
Iba por la entrada de la sala de estar cuando yo pisaba el inicio de las escaleras; aún así, no me supuso un reto: eché mano de zancada larga para bajar y, cuando aún quedaban algunos escalones, un subidón de adrenalina me hizo saltarlos, lo cual hice de forma ágil ayudándome con el pasamanos y aterricé sin problemas. Si mamá estuviese por aquí no me hubiera librado de un buen capón.
Allí estaba mi víctima, atravesando la puerta corredera que daba entrada al jardín trasero, que yo crucé momentos después. Mi paso ligero dio lugar a un trote matutino, pero cuando me di cuenta de sus intenciones, este pasó a ser un spring de final de carrera estatal: el muy borde iba de camino a la puerta del ala oeste del jardín, que daba paso a la cocina, y no me costó deducir que pensaba cerrarla en mis narices.
Apreté el paso todo lo que pude, consiguiendo llegar a tiempo para enganchar la manilla y hacer frente a aquel que tenía como propósito dejarme en la calle durante un tiempo indefinido. Sin embargo, yo podía ser rápida, pero el chico que se encontraba frente a mí separado por una hoja de vidrio me superaba con creces en fuerza… pero no en inteligencia.
Conté mentalmente hasta 3, y antes de que él pudiese reaccionar, mis manos dejaron de resistir al cierre de la puerta… pero con lo que él no contaba era que la fuerza extra que estaba ejerciendo para salvar la mía haría que no solo la puerta saliera disparada, sino que rebotara, dejándome el paso totalmente abierto.
-¿Con eso no contabas, eh?- Adiviné a soltar, alzando repetidamente las cejas, riéndome de él de forma sutil.
Todavía le dio tiempo a mirarme perplejo, impresionado por mi táctica, y salir huyendo de nuevo, pero esta vez no tuvo tanta suerte: antes de que diese la vuelta al enorme sofá en ele situado en medio del salón- le dio tiempo a salir de la cocina y todo- un cuerpo de una adolescente de 16 años se le echó encima, dejándolo sin escapatoria alguna.
El problema fue que esa adolescente no calculó bien la fuerza con la se echó sobre su hermano mayor y, como consecuencia, los dos caímos- por suerte- sobre la enorme alfombra camel que adornaba la sala.
No fue una caída muy aparatosa, aunque yo si tuve la mala suerte de encontrarme con el querido pico de la mesita de café de camino al suelo, haciendo que el castaño, contra todo pronóstico, dejase a un lado el discursito qué-te-he-dicho-de-tirarte-encima-mío-cuando-estoy-desprevenido y acercase sus manazas para apartar las mías, que cubrían la zona dañada, un poco más arriba de la ceja derecha, y echar un vistazo, preocupado.
-Mierda, Layna, esto te pasa por echarte sobre la gente sin calcular y pensar en las consecuencias; déjame ver…- se acercó un poco más, para evaluar con más detalle los daños, aunque antes suspiró con cansancio al comprobar que no había sido nada grave.
Y a pesar de que no era el momento o, quizás, por eso mismo, me entró la risa floja.
Perece ser que a mi hermanito no le hizo mucha gracia que me saliera el lado cómico en un momento como aquel, porque dejó atrás su tarea de supervisión y me dirigió una mirada demasiado seria, que pretendía reprenderme por mi comportamiento.
-Ah, ¿Qué encima te ríes? A mí no me hace gracia ninguna; podrías haberte hecho daño de verdad, entonces seguro que no te reirías…
-¡Oh, vamos, tonto! ¡Ni siquiera sabes de qué me estoy riendo!- Intenté amedrentarlo con mi cara de cachorrito sin hogar, aquella que en los peores momentos me ayudaba a salir airada del lado sobre protector del castaño sin ninguna consecuencia, y esta vez no fue menos; el gesto duro de sus ojos se fue relajando poco a poco, hasta solo quedar un poco entornados, en un mini gesto de reprimenda bastante gracioso, como todo él. Mi sonrisa se amplió hasta dejar entrever mis dientes, gesto que sabía que a él le encantaba.
-Entonces…-dijo ya con una sonrisa- ¿de qué te ríes?- Alzó un ceja, interrogante.
Y antes de que me viese venir, volví a abalanzarme sobre él, ya sin riesgos, porque del suelo no podíamos pasar, ¿no? El caso es que mis piernas se acomodaron a cada lado de su cadera, y mis manos pasaron a sujetar las suyas sobre la alfombra, muy cerca de su cabeza.
-Te atrapé- le dije, dejado entrever una sonrisa torcida, que mostraba lo mucho que estaba disfrutando del momento- He ganado- El que estaba bajo mi peso frunció el ceño, gracioso- Los despistes son tu punto débil, hermanito- Le guiñé un ojo, a lo que sonrió con ganas, divertido por mi acusación.
-Oh, venga ya- Yo reí con ganas por el tono de su voz, intentando parecer serio, sin mucho éxito- Vamos, pequeñina, no me puedo creer que seas tan infantil…- Abrí los ojos a par de mi boca, intentando imitar un gesto sorprendido que respondiese a su acusación falsa- No estábamos jugando a nada, así que, no me has ganado- rodó los ojos, haciéndose el desentendido. Mi ceño se fruncía poco a poco…- Que te quepa en esa cabecita tuya que, por si no lo sabías, no sirve únicamente para peinarse.- Acabó su discursito guiñando un ojo.
-¡Qué fuerte me parece!- Le solté con aparente furia, mientras que reía sin poder evitarlo, soltándole un manotazo que acabó estrellándose en su bíceps izquierdo.- ¡Eso no me lo dices cuando eres tú el que acaba atrapándome!
Aprovechó un descuido en el que mi fuerza no era lo suficiente para imponerse a la suya para intentar deshacerse de mi abrazo; por suerte, mis reflejos y mi velocidad no se lo permitieron. Cuando volvió a quedar bien atado, sin posibilidades de escapar, le dirigí una mirada de suficiencia.
-De eso nada.- Le sonreí de forma torcida.
-¡Vamos, Layna!- Empezó e debatirse bajo mi cuerpo buscando una salida, frustrado por su nula movilidad, haciendo que mis piernas tensaran su agarre.- Sabes que esta llave es ilegal, ¡podría haberte ganado con los ojos cerrados de no ser por eso!
-Ósea, ¡que lo admites!- Estaba riendo a carcajadas, tanto por las tontas contradicciones de mi hermano como por sus ya continuos movimientos, a los que ya no podía hacer frente, lo que significaba que las fuerzas me estaban abandonando, dejándome totalmente a su merced; y sabía lo que esto último significaba, así que, sin pensarlo mucho, acabé desistiendo, buscando la única posibilidad que me quedaba en ese momento: huir.
Llegué a pensar que lo conseguiría cuando tenía a apenas dos metros el comienzo de las escaleras… pero pensé mal. Una mano se hizo cargo de mi pie abrigado con un calentito calcetín, impidiéndome dar un paso más, mientras que la otra se las apañó para hacerme caer al suelo, eso sí, con la máxima suavidad posible.
Y esta vez, para mi desgracia, las tornas se cambiaron: ahora era él quien estaba sobre mí y, además, con no muy buenas intenciones.
-Oh, no.- Le supliqué, antes de que pasase a la acción, intentando salir de la cárcel que construían sus piernas- No, no, no, no ¡no!- Gemí de frustración, con las manos tapándome la cara, al saber la que se me venía encima y no poder hacer nada para evitarlo.- Yo te quiero...- Hice mano de mi último recurso. Me atreví a echar un vistazo entre mis palmas, para juzgar su expresión… una sonrisa torcida como una casa adornaba su rostro. “Mierda” maldecí para mis adentros. “Eso te pasa por vacilona” me reprendí a mí misma.
-Oh, sí.- Mis más profundos miedos se hicieron realidad, definitivamente.- Eso te pasa por vacilona.- Sonreí, cínica, mientras que él posicionaba las manos en los lugares clave. “Por favor, otra vez no…”-Y… ¡guerra de cosquillas!
Empecé a patalear antes de que comenzasen los pellizcos. Soy una persona realmente quisquillosa, así que os podéis imaginar la escena: el tonto del castaño disfrutando como un tonto con un lápiz nuevo, haciéndome sufrir por todas y cada una de las partes de mi cuerpo, y yo, retorciéndome de aquí para allá, suplicando clemencia, con una carcajada seguida de otra, sin respiro. Y cuando vi que sus movimientos se dirigían más abajo, mi mirada se tornó envenenada. Bueno, todo lo envenenada que me permitieron las cosquillas.
-¡Ni lo pienses!- Le grité cuando las carcajadas me dieron oportunidad.
-Ya sabes lo que tienes que hacer…- Me incitó, cuando sus manos finalmente llegaron a su objetivo: mis pies.
-Te estás arriesgando a que mis pies acaben en tu boca de una patada, hermanito.- Le dije cuando las yemas de sus dedos se arrastraron por mis talones, mi punto débil. Mordí mi labio inferior, intentando resistirme a la sensación.- Y, respecto a eso, ni lo pienses. Esas palabras no volverán a salir de mi boca, nunca jamás.
-Uuuh, te la estás buscando, niña insolente.- El roce pasó a estar en el puente del pié, lo que me hizo soltar un gritito a la vez que intentaba liberarme, una vez más. Él reforzó su agarre en torno a mis tobillos mientras que soltaba una carcajada.
En ese momento las cosquillas empezaron a desplazarse a lo largo de todos mis pies, alternándose de vez en cuando con pellizcos en el vientre, los muslos y el trasero; los movimientos de sus manos eran tan sumamente rápidos y dolorosos que era incapaz de asimilar que estaba libre de su abrazo mortal, y que con un poco de esfuerzo podría liberarme.
-¡Deja de sobarme, idiota!- Solté ya con las lágrimas rodando por mis mejillas.
-No hasta que digas las palabras mágicas…- Por su sonrisa me podía imaginar lo mucho que estaba disfrutando con la situación.
-¡Ni hablar!- Y como si en realidad esas fueran las palabras mágicas, sus manos dejaron de torturarme de esa manera para posarse bajo mi trasero y, con un impulso, subirme sobre su hombro derecho, a modo de saco. “Esto no puede ser bueno” pensé entre jadeos, intentando recuperar el aire, pero sin permitir distraerme.
-¡¿Y ahora qué narices pretendes?!- Grité sobre su espalda como pude, ya que su paso firme provocaba el balanceo de mi torso sobre esta de forma rítmica. Pasé de luchar contra su agarre, sabiéndolo imposible.
-Que digas las palabras mágicas.- Imaginé una sonrisa enormemente torcida cuando lo dijo.
-Já.- Le solté, seca.- Ponte cómodo.- Crucé los brazos sobre el pecho, cosa que me costó un esfuerzo enorme teniendo en cuenta mi comprometida y vertical posición. “La verdad es que la situación vista desde fuera tiene que ser un tanto cómica” pensé, algo distraída.
No fue hasta que el gres que formaba el piso de casa dejó paso al bien cuidado césped que cubría el jardín que descubrí sus intenciones.
-¡¡Ni se te ocurra!!- Y empecé a debatirme entre sus brazos- de nuevo- solo para que una risa ronca rompiese la quietud en la que se encontraba el lugar.
El sonido del agua ondear me hizo tensar todos y cada uno de mis músculos, confirmando mis predicciones.
- Bueno, ¿qué me dices? ¿Te apetece un baño?- Dijo mientras me arrancaba de mi postura anterior y me acomodaba entre sus brazos, como si de un bebé de pocos meses me tratase. Yo miré hacia la piscina con verdadero horror. No, no tenía miedo de los siete mil litros de agua que se acumulaban en aquel hondo, pero sí del color verdoso que había cogido esta desde que nadie le echase una buena dosis de cloro desde agosto, y también de la pulmonía que podría pillar si me llegase a zambullir en sus 15º grados de temperatura. Pero lo que realmente me daba miedo era que esos fortalecidos brazos que me mantenían en esos momentos en el aire, segura, en cualquier momento se abriesen para dejarme caer en esa trampa mortal; porque sí, señoras y señores, Liam James Payne es capaz de eso y más para salirse con la suya. Y más si eso tiene que ver con molestar a su querida hermanita pequeña, Layna.
Y, teniendo en cuenta este último pensamiento, dejé a un lado mi orgullo, para soltar aquello que mi “querido” hermano había estado esperando desde que comenzó su juego.
Me armé con la escoba y empecé a barrer al ritmo de la música. Cher Lloyd sonaba por los altavoces, y no me pude resistir a moverme al compás del cepillo, pasándolo por los rincones a la vez que mi cabeza se sacudía al ritmo de los graves. En eso estaba cuando llegó el estribillo, y pasé de sacudir la escoba a que esta me acompañase en mis movimientos, girando sobre la misma y moviendo el mango a modo de micrófono estático.
Con eso me paseé por toda la habitación, dando saltitos bastante ridículos, para llegar frente al espejo de pie, y empezar a entonar la letra que tanta veces había escuchado y nunca me cansaría de hacerlo.
-Boy you can say anything you want, I don’t give a shh, no one else can have ya, I want you back, I want you back, wa-want you, want you back
Di una vuelta sobre mí misma, pero no llegué a completarla, ya que unos ojos curiosos e inquisitivos me observaban desde la entrada de mi habitación, cuyo propietario estaba recostado sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho. La sonrisa torcida que ocupaba su rostro no luchaba mucho por disimular la risa que estaba a punto de escaparse de su boca.
-Me gusta mucho tu bailecito, sobre todo la parte esa de… ¿cómo lo has hecho? ¿Así? – Y empezó a mover su generoso trasero de forma chistosa hacia los lados, intentando imitar mis movimientos.
Después de reírme a carcajadas- aunque con las mejillas encendidas- cogí uno de los muchos peluches que adornaban mi habitación, el cual acabó estrellándose en su mullido trasero. Como payaso que es, no hizo otra cosa que soltar un agudo gritito- bastante afeminado, por cierto- y llevarse ambas manos a su parte trasera, mientras que sus ojos se estrechaban, intentando parecer intimidante, aunque en realidad el gesto le daba un aspecto espantosamente ridículo.
Pero la cosa no quedó ahí, porque antes de que me diese tiempo a caer al suelo de rodillas a causa de las carcajadas, el muy burro ya había echado mano a otro de mis animalitos inanimados, yéndose a aterrizar sobre mi boca, la cual tenía abierta a causa de la risa. Esta cesó de forma brusca, porque no me había hecho gracia que uno de los peluches que más pelo soltaba de los que formaban la decoración de mi rinconcito acabara en mi boca, con consecuencias que todos podéis imaginar.
Todavía estaba escupiendo pelillos de “Capitán Bigotes”- ya, lo sé, demasiado típico, pero, ¿qué esperar de una cría de 2 años?- cuando su risa ya no podía aumentar de volumen. Mi vista pasó de estar en mis pies, cruzados sobre mí misma a la forma india, a posarse en él. “Ah, con que estas tenemos, ¿no? Te has metido con la chica equivocada, amigo”
Pareció haberme leído el pensamiento porque, para cuando mi mirada había cambiado de ser furiosa a que mis ojos centellearan con un brillo travieso, él ya había abierto mucho los ojos, en un gesto de sorpresa- anticipando lo que se le venía encima- y echaba a correr precipitadamente escaleras abajo. Todavía me dio tiempo a soltar una sonrisa torcida antes de salir tras él.
Iba por la entrada de la sala de estar cuando yo pisaba el inicio de las escaleras; aún así, no me supuso un reto: eché mano de zancada larga para bajar y, cuando aún quedaban algunos escalones, un subidón de adrenalina me hizo saltarlos, lo cual hice de forma ágil ayudándome con el pasamanos y aterricé sin problemas. Si mamá estuviese por aquí no me hubiera librado de un buen capón.
Allí estaba mi víctima, atravesando la puerta corredera que daba entrada al jardín trasero, que yo crucé momentos después. Mi paso ligero dio lugar a un trote matutino, pero cuando me di cuenta de sus intenciones, este pasó a ser un spring de final de carrera estatal: el muy borde iba de camino a la puerta del ala oeste del jardín, que daba paso a la cocina, y no me costó deducir que pensaba cerrarla en mis narices.
Apreté el paso todo lo que pude, consiguiendo llegar a tiempo para enganchar la manilla y hacer frente a aquel que tenía como propósito dejarme en la calle durante un tiempo indefinido. Sin embargo, yo podía ser rápida, pero el chico que se encontraba frente a mí separado por una hoja de vidrio me superaba con creces en fuerza… pero no en inteligencia.
Conté mentalmente hasta 3, y antes de que él pudiese reaccionar, mis manos dejaron de resistir al cierre de la puerta… pero con lo que él no contaba era que la fuerza extra que estaba ejerciendo para salvar la mía haría que no solo la puerta saliera disparada, sino que rebotara, dejándome el paso totalmente abierto.
-¿Con eso no contabas, eh?- Adiviné a soltar, alzando repetidamente las cejas, riéndome de él de forma sutil.
Todavía le dio tiempo a mirarme perplejo, impresionado por mi táctica, y salir huyendo de nuevo, pero esta vez no tuvo tanta suerte: antes de que diese la vuelta al enorme sofá en ele situado en medio del salón- le dio tiempo a salir de la cocina y todo- un cuerpo de una adolescente de 16 años se le echó encima, dejándolo sin escapatoria alguna.
El problema fue que esa adolescente no calculó bien la fuerza con la se echó sobre su hermano mayor y, como consecuencia, los dos caímos- por suerte- sobre la enorme alfombra camel que adornaba la sala.
No fue una caída muy aparatosa, aunque yo si tuve la mala suerte de encontrarme con el querido pico de la mesita de café de camino al suelo, haciendo que el castaño, contra todo pronóstico, dejase a un lado el discursito qué-te-he-dicho-de-tirarte-encima-mío-cuando-estoy-desprevenido y acercase sus manazas para apartar las mías, que cubrían la zona dañada, un poco más arriba de la ceja derecha, y echar un vistazo, preocupado.
-Mierda, Layna, esto te pasa por echarte sobre la gente sin calcular y pensar en las consecuencias; déjame ver…- se acercó un poco más, para evaluar con más detalle los daños, aunque antes suspiró con cansancio al comprobar que no había sido nada grave.
Y a pesar de que no era el momento o, quizás, por eso mismo, me entró la risa floja.
Perece ser que a mi hermanito no le hizo mucha gracia que me saliera el lado cómico en un momento como aquel, porque dejó atrás su tarea de supervisión y me dirigió una mirada demasiado seria, que pretendía reprenderme por mi comportamiento.
-Ah, ¿Qué encima te ríes? A mí no me hace gracia ninguna; podrías haberte hecho daño de verdad, entonces seguro que no te reirías…
-¡Oh, vamos, tonto! ¡Ni siquiera sabes de qué me estoy riendo!- Intenté amedrentarlo con mi cara de cachorrito sin hogar, aquella que en los peores momentos me ayudaba a salir airada del lado sobre protector del castaño sin ninguna consecuencia, y esta vez no fue menos; el gesto duro de sus ojos se fue relajando poco a poco, hasta solo quedar un poco entornados, en un mini gesto de reprimenda bastante gracioso, como todo él. Mi sonrisa se amplió hasta dejar entrever mis dientes, gesto que sabía que a él le encantaba.
-Entonces…-dijo ya con una sonrisa- ¿de qué te ríes?- Alzó un ceja, interrogante.
Y antes de que me viese venir, volví a abalanzarme sobre él, ya sin riesgos, porque del suelo no podíamos pasar, ¿no? El caso es que mis piernas se acomodaron a cada lado de su cadera, y mis manos pasaron a sujetar las suyas sobre la alfombra, muy cerca de su cabeza.
-Te atrapé- le dije, dejado entrever una sonrisa torcida, que mostraba lo mucho que estaba disfrutando del momento- He ganado- El que estaba bajo mi peso frunció el ceño, gracioso- Los despistes son tu punto débil, hermanito- Le guiñé un ojo, a lo que sonrió con ganas, divertido por mi acusación.
-Oh, venga ya- Yo reí con ganas por el tono de su voz, intentando parecer serio, sin mucho éxito- Vamos, pequeñina, no me puedo creer que seas tan infantil…- Abrí los ojos a par de mi boca, intentando imitar un gesto sorprendido que respondiese a su acusación falsa- No estábamos jugando a nada, así que, no me has ganado- rodó los ojos, haciéndose el desentendido. Mi ceño se fruncía poco a poco…- Que te quepa en esa cabecita tuya que, por si no lo sabías, no sirve únicamente para peinarse.- Acabó su discursito guiñando un ojo.
-¡Qué fuerte me parece!- Le solté con aparente furia, mientras que reía sin poder evitarlo, soltándole un manotazo que acabó estrellándose en su bíceps izquierdo.- ¡Eso no me lo dices cuando eres tú el que acaba atrapándome!
Aprovechó un descuido en el que mi fuerza no era lo suficiente para imponerse a la suya para intentar deshacerse de mi abrazo; por suerte, mis reflejos y mi velocidad no se lo permitieron. Cuando volvió a quedar bien atado, sin posibilidades de escapar, le dirigí una mirada de suficiencia.
-De eso nada.- Le sonreí de forma torcida.
-¡Vamos, Layna!- Empezó e debatirse bajo mi cuerpo buscando una salida, frustrado por su nula movilidad, haciendo que mis piernas tensaran su agarre.- Sabes que esta llave es ilegal, ¡podría haberte ganado con los ojos cerrados de no ser por eso!
-Ósea, ¡que lo admites!- Estaba riendo a carcajadas, tanto por las tontas contradicciones de mi hermano como por sus ya continuos movimientos, a los que ya no podía hacer frente, lo que significaba que las fuerzas me estaban abandonando, dejándome totalmente a su merced; y sabía lo que esto último significaba, así que, sin pensarlo mucho, acabé desistiendo, buscando la única posibilidad que me quedaba en ese momento: huir.
Llegué a pensar que lo conseguiría cuando tenía a apenas dos metros el comienzo de las escaleras… pero pensé mal. Una mano se hizo cargo de mi pie abrigado con un calentito calcetín, impidiéndome dar un paso más, mientras que la otra se las apañó para hacerme caer al suelo, eso sí, con la máxima suavidad posible.
Y esta vez, para mi desgracia, las tornas se cambiaron: ahora era él quien estaba sobre mí y, además, con no muy buenas intenciones.
-Oh, no.- Le supliqué, antes de que pasase a la acción, intentando salir de la cárcel que construían sus piernas- No, no, no, no ¡no!- Gemí de frustración, con las manos tapándome la cara, al saber la que se me venía encima y no poder hacer nada para evitarlo.- Yo te quiero...- Hice mano de mi último recurso. Me atreví a echar un vistazo entre mis palmas, para juzgar su expresión… una sonrisa torcida como una casa adornaba su rostro. “Mierda” maldecí para mis adentros. “Eso te pasa por vacilona” me reprendí a mí misma.
-Oh, sí.- Mis más profundos miedos se hicieron realidad, definitivamente.- Eso te pasa por vacilona.- Sonreí, cínica, mientras que él posicionaba las manos en los lugares clave. “Por favor, otra vez no…”-Y… ¡guerra de cosquillas!
Empecé a patalear antes de que comenzasen los pellizcos. Soy una persona realmente quisquillosa, así que os podéis imaginar la escena: el tonto del castaño disfrutando como un tonto con un lápiz nuevo, haciéndome sufrir por todas y cada una de las partes de mi cuerpo, y yo, retorciéndome de aquí para allá, suplicando clemencia, con una carcajada seguida de otra, sin respiro. Y cuando vi que sus movimientos se dirigían más abajo, mi mirada se tornó envenenada. Bueno, todo lo envenenada que me permitieron las cosquillas.
-¡Ni lo pienses!- Le grité cuando las carcajadas me dieron oportunidad.
-Ya sabes lo que tienes que hacer…- Me incitó, cuando sus manos finalmente llegaron a su objetivo: mis pies.
-Te estás arriesgando a que mis pies acaben en tu boca de una patada, hermanito.- Le dije cuando las yemas de sus dedos se arrastraron por mis talones, mi punto débil. Mordí mi labio inferior, intentando resistirme a la sensación.- Y, respecto a eso, ni lo pienses. Esas palabras no volverán a salir de mi boca, nunca jamás.
-Uuuh, te la estás buscando, niña insolente.- El roce pasó a estar en el puente del pié, lo que me hizo soltar un gritito a la vez que intentaba liberarme, una vez más. Él reforzó su agarre en torno a mis tobillos mientras que soltaba una carcajada.
En ese momento las cosquillas empezaron a desplazarse a lo largo de todos mis pies, alternándose de vez en cuando con pellizcos en el vientre, los muslos y el trasero; los movimientos de sus manos eran tan sumamente rápidos y dolorosos que era incapaz de asimilar que estaba libre de su abrazo mortal, y que con un poco de esfuerzo podría liberarme.
-¡Deja de sobarme, idiota!- Solté ya con las lágrimas rodando por mis mejillas.
-No hasta que digas las palabras mágicas…- Por su sonrisa me podía imaginar lo mucho que estaba disfrutando con la situación.
-¡Ni hablar!- Y como si en realidad esas fueran las palabras mágicas, sus manos dejaron de torturarme de esa manera para posarse bajo mi trasero y, con un impulso, subirme sobre su hombro derecho, a modo de saco. “Esto no puede ser bueno” pensé entre jadeos, intentando recuperar el aire, pero sin permitir distraerme.
-¡¿Y ahora qué narices pretendes?!- Grité sobre su espalda como pude, ya que su paso firme provocaba el balanceo de mi torso sobre esta de forma rítmica. Pasé de luchar contra su agarre, sabiéndolo imposible.
-Que digas las palabras mágicas.- Imaginé una sonrisa enormemente torcida cuando lo dijo.
-Já.- Le solté, seca.- Ponte cómodo.- Crucé los brazos sobre el pecho, cosa que me costó un esfuerzo enorme teniendo en cuenta mi comprometida y vertical posición. “La verdad es que la situación vista desde fuera tiene que ser un tanto cómica” pensé, algo distraída.
No fue hasta que el gres que formaba el piso de casa dejó paso al bien cuidado césped que cubría el jardín que descubrí sus intenciones.
-¡¡Ni se te ocurra!!- Y empecé a debatirme entre sus brazos- de nuevo- solo para que una risa ronca rompiese la quietud en la que se encontraba el lugar.
El sonido del agua ondear me hizo tensar todos y cada uno de mis músculos, confirmando mis predicciones.
- Bueno, ¿qué me dices? ¿Te apetece un baño?- Dijo mientras me arrancaba de mi postura anterior y me acomodaba entre sus brazos, como si de un bebé de pocos meses me tratase. Yo miré hacia la piscina con verdadero horror. No, no tenía miedo de los siete mil litros de agua que se acumulaban en aquel hondo, pero sí del color verdoso que había cogido esta desde que nadie le echase una buena dosis de cloro desde agosto, y también de la pulmonía que podría pillar si me llegase a zambullir en sus 15º grados de temperatura. Pero lo que realmente me daba miedo era que esos fortalecidos brazos que me mantenían en esos momentos en el aire, segura, en cualquier momento se abriesen para dejarme caer en esa trampa mortal; porque sí, señoras y señores, Liam James Payne es capaz de eso y más para salirse con la suya. Y más si eso tiene que ver con molestar a su querida hermanita pequeña, Layna.
Y, teniendo en cuenta este último pensamiento, dejé a un lado mi orgullo, para soltar aquello que mi “querido” hermano había estado esperando desde que comenzó su juego.
Manzana_amargada
Re: Anything else (Zayn Malik)
Prólogo: Parte II
-Liam Payne, eres el chico más amable, divertido, inteligente, simpático, generoso, maravilloso…- hice una pausa para coger aire, ya que había hecho la enumeración de carrerilla- y mejor cantante del mundo mundial.
Él no cabía en sí de gozo; sin embargo, cuando terminé mi lista de adjetivos calificativos positivos, una de sus cejas se alzó, a modo de interrogación muda.
-Te falta algo.- Soltó, como quien no quiere la cosa. Yo fruncí el ceño, sabiendo a qué se refería.
-Ni de coña; todavía me queda un poco de dignidad.- Refunfuñé.
Pero no fue ni terminar la frase que sus brazos acercaron peligrosamente mi cuerpo al borde de la piscina. Con un grito lastimero, más propio de un cachorro malherido que de una chica con un poco de compostura, mis brazos y piernas se enredaron en su cuello y cintura, respectivamente, intentando detener lo imparable.
¡No!- Gemí, con mi frente presionando su pecho, comportándome como una niña de pocos años.- Y sexy. Sexy, sexy, ¡sexy! Eres muy sexy, Liam…- La lengua me picaba por mis últimas palabras, que habían salido de mi boca de forma casi inaudible.
Noté el vibrar de su pecho, consecuencia de la risa incontenible que lo bombardeaba en esos momentos. Le miré con el ceño en forma de uve, aunque sin atreverme a decir nada, por las consecuencias que las palabras pudieran tener sobre su ego, y lo que eso pudiera afectarme a mí.
La mirada del tonto de pelo castaño se fijó en mis cejas, lo que hizo que su risa aumentase de volumen. Yo profundicé el ceño, me crucé de brazos- aún sobre él- y desvié la vista hacia otro lado, haciéndome parecer enfadada.
-¿Te has enfadado?- Me preguntó, con un tono de voz que pretendía ser serio, pero que la risa que aún rebotaba sobre su garganta impidió.
No le contesté, y luché contra la sonrisa risueña que amenazaba con aparecer y desbaratar mis planes.
-Layna…- Me reprendió en un tono gracioso.- Layna, mírame.- Su pulgar se posó en mi barbilla, haciéndome girar la cabeza de tal manera que mis ojos pudiesen apreciar su gesto: su labio inferior, ya de por sí grueso, se posaba sobre el superior, dándole un aspecto verdaderamente lastimero, afianzado por las ranuras en las que se habían convertido sus ojos color miel.
No pude resistir ni la sonrisa ni la risa que se me escapó. Él también dejó entrever una que dejaba ver todos sus derechos y relucientes dientes. Sus ojos brillaron de esa manera que tanto me gustaba y, no se por qué, pero no pude resistirme a darle un abrazo.
Me apreté contra él todo lo que pude, posando mi cabeza en el hueco de su cuello, donde posé un tibio beso. Él me devolvió el gesto, dejando esta vez el beso en mi frente.
Así nos mantuvimos un tiempo, no se si fueron segundos, minutos o horas, hasta que Liam se dejó caer suavemente sobre el mullido y húmedo césped, llevándome consigo en el movimiento. Nos acomodó a los dos para quedar él extendido todo lo largo que era bajo el tibio sol de primeros de febrero, y yo con mi cabeza sobre su pecho, su brazo rodeando mi cintura.
Cerré los ojos, disfrutando del momento. En algún momento él dejó mi cintura para enredar sus largos dedos de pianista en mi oscuro cabello, que lucía rebelde y enredado, como siempre. Casi ronroneaba de placer.
En algún momento mis ojos se abrieron para encontrarse con los suyos. En ellos lucía un brillo peculiar, un gesto que las últimas semanas se había hecho demasiado típico, y que yo no quería aceptar, de ninguna manera: nostalgia. Nostalgia por dejar tantas cosas atrás durante demasiado tiempo.
Desvié la mirada y la escondí en su pecho, sabedora de lo que vendría próximamente. Y es que ya eran demasiadas lágrimas las que había derramado en mi habitación en la soledad de la medianoche. Porque no podía aceptarlo, no otra vez. Que la persona que más quería en este mundo se apartase de mi lado, de nuevo, dolía, dolía demasiado; y el dolor sobrepasaba nuevos límites cuando sabía que el mismo dañaba a la persona que más apreciaba en mi vida: mi hermano Liam. Que él sufriese por mí, eso sí que no podía permitirlo. Por eso cada sonrisa falsa que le regalaba cuando hablaba de ese tour, de lo encantadas que estaban las fans y las ganas que tenía de reencontrase con sus compañeros de banda, y hermanos del alma, desgarraba mi corazón sin piedad alguna. Aunque lo peor venía cuando Liam las detectaba, y me regalaba un abrazo de esos que te dejan sin respiración, seguidos de un millón de “lo sientos” y otras palabras de disculpa, que no hacían más que opacar su momento de felicidad, cosa que me martirizaba. Porque yo no podía ser tan egoísta como para anteponer mis deseos a los suyos, no sería capaz de soltar aquel “quédate conmigo” que tan atorado en la garganta tenía estos últimos días, porque sabía que Liam no dudaría en satisfacerme, aunque eso le rompiese por dentro hasta hacerlo diminutos pedazos. No, simplemente no tenía el suficiente valor y corazón para hacerlo.
Así que, lo único que me quedaba era hacer de tripas corazón, procurar que mi abrazo de despedida le llegase al alma, hacerle prometer que hablaríamos, por lo menos, una vez a la semana, y esperar a que pasasen estos insufribles ocho meses. Ocho largos meses en los que echaría de menos todo aquello que lo relacionase, desde su cálido beso de buenas noches hasta el molestoso sonido de pesas entrechocando proveniente de la caseta del jardín. Sonreí, nostálgica, al recordar todas aquellas veces que le había jurado destrozar todo aquel mobiliario de gimnasio que tanto me irritaba, no el gimnasio en sí, sino el último y novedoso objetivo de Liam :convertirse en un macho man. Empezaba con una divertida discusión de hermanos, pasaba a acusarle en broma de doparse, a lo que él me respondía con un “flojucha” que me sacaba de quicio, y acabábamos los dos dando vueltas por el jardín corriendo uno detrás del otro, riendo a carcajadas, como unos niños pequeños.
Solté un suspiro, que amenazaba con convertirse en sollozo, a la vez que apretaba mi abrazo sobre su pecho todo lo que mi fuerza me permitió.
-Liam...- atiné a decir, luchando por que no se me quebrase la voz.
-Dime, luz.- Sonreí con tristeza al oír mi apodo. Sí, puede que suene raro, pero tiene mucho sentido, ya que “luz” es el significado de mi nombre. Layna significa luz y verdad, y era algo que solo compartía con Liam, tanto el significado como el nombre, ya que era algo muy personal, teniendo en cuenta que él fue quien eligió mi nombre al nacer.
-Te voy a echar muchísimo de menos…- atiné a decir, no sin que un sollozo, el primero de muchos esa tarde, quebrase mi última palabra.
Sin el valor suficiente de mirar sus profundos ojos miel, enterré el rostro en el hueco de su fibrada clavícula, dando un aspecto de niña pequeña. Noté la tensión que adoptó su cuerpo tras mis palabras, y poco después su mano abandonó mi cabello para volver a rodearme, esta vez con mayor fuerza, y así poder incorporarme y sentarme sobre su regazo, teniendo así sus brazos un mejor acceso para apretujarme contra él sin piedad.
El sentir sus cálidas manos de una forma tan ansiosa, sabiendo el poco tiempo que nos quedaba, hizo derrumbarse lo poco quedaba de mi coraza de hierro, haciendo que las lágrimas empezasen a escapar de forma incontrolada de mis ojos. Intenté ahogar tantos sollozos como pude, sabiendo que cada uno de estos punzaba en Liam con un gran y agudo dolor. Lo sé, estaba siendo egoísta. ¿Por qué no podía, simplemente, dejar que las lágrimas dieran paso a las carcajadas, y que el “no te vayas” lo sustituyera un “pásalo genial” acompañado de una sonrisa sincera?
-Layna, deja de llorar, por favor.- Susurró mientras que acariciaba mi espalda.- Me parte el corazón verte así.
-¡Ese es el problema!- No me di cuenta de que lo que creía pensamiento había salido por mi boca en forma de palabras.- Liam, yo… yo… ¡yo soy la persona más egoísta del mundo!- Las lágrimas empezaron a desfilar por mis mejillas a mayor velocidad.- Y yo no quiero que tú sufras por mi culpa, porque… porque tú estás viviendo el sueño de tu vida, y yo no… ¡ yo no soy una niña mimada!- Las frases salían atropelladas y sin sentido. – Liam, tú me conoces. Sabes que lo menos que quiero es hacerme la víctima y que sufras por mi culpa, pero es que… es que no puedo remediarlo.- Su rostro adoptó una sonrisa triste.- Por favor, Lee, perdóname. Perdóname…
-Pero, luz, ¿por qué te disculpas?- Dijo apretando su abrazo, ya que mi cuerpo se sacudía por los hipidos descontrolados.
-Porque soy tonta.- Balbuceé contra su pecho. Una risa vibró en su caja torácica.
-Eso no es nada nuevo.- Y, sí, me hizo sonreír. Y, después de unos segundos de tranquilo silencio en lo que me asaltó la duda, solté aquello que me había estado carcomiendo durante todos estos meses.
- A veces, tengo la sensación de que lo único que consigo hacer desde que eres famoso es jod…
-Ahí te has pasado.- Con un sobresalto, me hizo incorporarme hasta encontrarnos los dos de pie, el uno frente al otro. Su muñeca se apretaba contra mi antebrazo y su mirada se posó dura sobre mí. Bajé la vista, intimidada y con nuevas ganas de llorar.- ¿Te estás oyendo, Layna? ¿De verdad piensas eso?- No contesté.- Ya sabía que eras tonta, pero con esto me lo has demostrado con creces.- Revolvió su pelo, en un gesto nervioso.- Mira, voy a decirte algo, y espero que sea la última vez que me hagas repetirlo.- Cerró los ojos en un gesto de frustración, aunque pronto los volvió a abrir, descubriendo un ligero brillo de decisión en ellos.- Me considero el chico más afortunado del mundo: tengo una buena salud, trabajo en lo que me gusta, no me faltan buenos amigos, ni mucho menos fans que serían capaz de hacer lo imposible únicamente por verme sonreír.- Su sonrisa delataba lo orgulloso que se sentía de lo último.- Tengo a mi familia conmigo y, lo más importante de todo…- “No lo digas, Liam, no lo digas…”- tengo a la mejor hermana del mundo mundial a mi lado.- Una sonrisa empezaba a formarse en mis labios, al igual que mis mejillas se teñían de rojo.- Y si tuviera que darlo todo, solo por quedarme con las dos últimas cosas… estaría dispuesto a hacerlo.
*************
Como siga sin tener un mísero comentario me sentiré imbecil :'))
Ayudadme a que eso no pase, por favor!!
Espero que os guste :)
-Liam Payne, eres el chico más amable, divertido, inteligente, simpático, generoso, maravilloso…- hice una pausa para coger aire, ya que había hecho la enumeración de carrerilla- y mejor cantante del mundo mundial.
Él no cabía en sí de gozo; sin embargo, cuando terminé mi lista de adjetivos calificativos positivos, una de sus cejas se alzó, a modo de interrogación muda.
-Te falta algo.- Soltó, como quien no quiere la cosa. Yo fruncí el ceño, sabiendo a qué se refería.
-Ni de coña; todavía me queda un poco de dignidad.- Refunfuñé.
Pero no fue ni terminar la frase que sus brazos acercaron peligrosamente mi cuerpo al borde de la piscina. Con un grito lastimero, más propio de un cachorro malherido que de una chica con un poco de compostura, mis brazos y piernas se enredaron en su cuello y cintura, respectivamente, intentando detener lo imparable.
¡No!- Gemí, con mi frente presionando su pecho, comportándome como una niña de pocos años.- Y sexy. Sexy, sexy, ¡sexy! Eres muy sexy, Liam…- La lengua me picaba por mis últimas palabras, que habían salido de mi boca de forma casi inaudible.
Noté el vibrar de su pecho, consecuencia de la risa incontenible que lo bombardeaba en esos momentos. Le miré con el ceño en forma de uve, aunque sin atreverme a decir nada, por las consecuencias que las palabras pudieran tener sobre su ego, y lo que eso pudiera afectarme a mí.
La mirada del tonto de pelo castaño se fijó en mis cejas, lo que hizo que su risa aumentase de volumen. Yo profundicé el ceño, me crucé de brazos- aún sobre él- y desvié la vista hacia otro lado, haciéndome parecer enfadada.
-¿Te has enfadado?- Me preguntó, con un tono de voz que pretendía ser serio, pero que la risa que aún rebotaba sobre su garganta impidió.
No le contesté, y luché contra la sonrisa risueña que amenazaba con aparecer y desbaratar mis planes.
-Layna…- Me reprendió en un tono gracioso.- Layna, mírame.- Su pulgar se posó en mi barbilla, haciéndome girar la cabeza de tal manera que mis ojos pudiesen apreciar su gesto: su labio inferior, ya de por sí grueso, se posaba sobre el superior, dándole un aspecto verdaderamente lastimero, afianzado por las ranuras en las que se habían convertido sus ojos color miel.
No pude resistir ni la sonrisa ni la risa que se me escapó. Él también dejó entrever una que dejaba ver todos sus derechos y relucientes dientes. Sus ojos brillaron de esa manera que tanto me gustaba y, no se por qué, pero no pude resistirme a darle un abrazo.
Me apreté contra él todo lo que pude, posando mi cabeza en el hueco de su cuello, donde posé un tibio beso. Él me devolvió el gesto, dejando esta vez el beso en mi frente.
Así nos mantuvimos un tiempo, no se si fueron segundos, minutos o horas, hasta que Liam se dejó caer suavemente sobre el mullido y húmedo césped, llevándome consigo en el movimiento. Nos acomodó a los dos para quedar él extendido todo lo largo que era bajo el tibio sol de primeros de febrero, y yo con mi cabeza sobre su pecho, su brazo rodeando mi cintura.
Cerré los ojos, disfrutando del momento. En algún momento él dejó mi cintura para enredar sus largos dedos de pianista en mi oscuro cabello, que lucía rebelde y enredado, como siempre. Casi ronroneaba de placer.
En algún momento mis ojos se abrieron para encontrarse con los suyos. En ellos lucía un brillo peculiar, un gesto que las últimas semanas se había hecho demasiado típico, y que yo no quería aceptar, de ninguna manera: nostalgia. Nostalgia por dejar tantas cosas atrás durante demasiado tiempo.
Desvié la mirada y la escondí en su pecho, sabedora de lo que vendría próximamente. Y es que ya eran demasiadas lágrimas las que había derramado en mi habitación en la soledad de la medianoche. Porque no podía aceptarlo, no otra vez. Que la persona que más quería en este mundo se apartase de mi lado, de nuevo, dolía, dolía demasiado; y el dolor sobrepasaba nuevos límites cuando sabía que el mismo dañaba a la persona que más apreciaba en mi vida: mi hermano Liam. Que él sufriese por mí, eso sí que no podía permitirlo. Por eso cada sonrisa falsa que le regalaba cuando hablaba de ese tour, de lo encantadas que estaban las fans y las ganas que tenía de reencontrase con sus compañeros de banda, y hermanos del alma, desgarraba mi corazón sin piedad alguna. Aunque lo peor venía cuando Liam las detectaba, y me regalaba un abrazo de esos que te dejan sin respiración, seguidos de un millón de “lo sientos” y otras palabras de disculpa, que no hacían más que opacar su momento de felicidad, cosa que me martirizaba. Porque yo no podía ser tan egoísta como para anteponer mis deseos a los suyos, no sería capaz de soltar aquel “quédate conmigo” que tan atorado en la garganta tenía estos últimos días, porque sabía que Liam no dudaría en satisfacerme, aunque eso le rompiese por dentro hasta hacerlo diminutos pedazos. No, simplemente no tenía el suficiente valor y corazón para hacerlo.
Así que, lo único que me quedaba era hacer de tripas corazón, procurar que mi abrazo de despedida le llegase al alma, hacerle prometer que hablaríamos, por lo menos, una vez a la semana, y esperar a que pasasen estos insufribles ocho meses. Ocho largos meses en los que echaría de menos todo aquello que lo relacionase, desde su cálido beso de buenas noches hasta el molestoso sonido de pesas entrechocando proveniente de la caseta del jardín. Sonreí, nostálgica, al recordar todas aquellas veces que le había jurado destrozar todo aquel mobiliario de gimnasio que tanto me irritaba, no el gimnasio en sí, sino el último y novedoso objetivo de Liam :convertirse en un macho man. Empezaba con una divertida discusión de hermanos, pasaba a acusarle en broma de doparse, a lo que él me respondía con un “flojucha” que me sacaba de quicio, y acabábamos los dos dando vueltas por el jardín corriendo uno detrás del otro, riendo a carcajadas, como unos niños pequeños.
Solté un suspiro, que amenazaba con convertirse en sollozo, a la vez que apretaba mi abrazo sobre su pecho todo lo que mi fuerza me permitió.
-Liam...- atiné a decir, luchando por que no se me quebrase la voz.
-Dime, luz.- Sonreí con tristeza al oír mi apodo. Sí, puede que suene raro, pero tiene mucho sentido, ya que “luz” es el significado de mi nombre. Layna significa luz y verdad, y era algo que solo compartía con Liam, tanto el significado como el nombre, ya que era algo muy personal, teniendo en cuenta que él fue quien eligió mi nombre al nacer.
-Te voy a echar muchísimo de menos…- atiné a decir, no sin que un sollozo, el primero de muchos esa tarde, quebrase mi última palabra.
Sin el valor suficiente de mirar sus profundos ojos miel, enterré el rostro en el hueco de su fibrada clavícula, dando un aspecto de niña pequeña. Noté la tensión que adoptó su cuerpo tras mis palabras, y poco después su mano abandonó mi cabello para volver a rodearme, esta vez con mayor fuerza, y así poder incorporarme y sentarme sobre su regazo, teniendo así sus brazos un mejor acceso para apretujarme contra él sin piedad.
El sentir sus cálidas manos de una forma tan ansiosa, sabiendo el poco tiempo que nos quedaba, hizo derrumbarse lo poco quedaba de mi coraza de hierro, haciendo que las lágrimas empezasen a escapar de forma incontrolada de mis ojos. Intenté ahogar tantos sollozos como pude, sabiendo que cada uno de estos punzaba en Liam con un gran y agudo dolor. Lo sé, estaba siendo egoísta. ¿Por qué no podía, simplemente, dejar que las lágrimas dieran paso a las carcajadas, y que el “no te vayas” lo sustituyera un “pásalo genial” acompañado de una sonrisa sincera?
-Layna, deja de llorar, por favor.- Susurró mientras que acariciaba mi espalda.- Me parte el corazón verte así.
-¡Ese es el problema!- No me di cuenta de que lo que creía pensamiento había salido por mi boca en forma de palabras.- Liam, yo… yo… ¡yo soy la persona más egoísta del mundo!- Las lágrimas empezaron a desfilar por mis mejillas a mayor velocidad.- Y yo no quiero que tú sufras por mi culpa, porque… porque tú estás viviendo el sueño de tu vida, y yo no… ¡ yo no soy una niña mimada!- Las frases salían atropelladas y sin sentido. – Liam, tú me conoces. Sabes que lo menos que quiero es hacerme la víctima y que sufras por mi culpa, pero es que… es que no puedo remediarlo.- Su rostro adoptó una sonrisa triste.- Por favor, Lee, perdóname. Perdóname…
-Pero, luz, ¿por qué te disculpas?- Dijo apretando su abrazo, ya que mi cuerpo se sacudía por los hipidos descontrolados.
-Porque soy tonta.- Balbuceé contra su pecho. Una risa vibró en su caja torácica.
-Eso no es nada nuevo.- Y, sí, me hizo sonreír. Y, después de unos segundos de tranquilo silencio en lo que me asaltó la duda, solté aquello que me había estado carcomiendo durante todos estos meses.
- A veces, tengo la sensación de que lo único que consigo hacer desde que eres famoso es jod…
-Ahí te has pasado.- Con un sobresalto, me hizo incorporarme hasta encontrarnos los dos de pie, el uno frente al otro. Su muñeca se apretaba contra mi antebrazo y su mirada se posó dura sobre mí. Bajé la vista, intimidada y con nuevas ganas de llorar.- ¿Te estás oyendo, Layna? ¿De verdad piensas eso?- No contesté.- Ya sabía que eras tonta, pero con esto me lo has demostrado con creces.- Revolvió su pelo, en un gesto nervioso.- Mira, voy a decirte algo, y espero que sea la última vez que me hagas repetirlo.- Cerró los ojos en un gesto de frustración, aunque pronto los volvió a abrir, descubriendo un ligero brillo de decisión en ellos.- Me considero el chico más afortunado del mundo: tengo una buena salud, trabajo en lo que me gusta, no me faltan buenos amigos, ni mucho menos fans que serían capaz de hacer lo imposible únicamente por verme sonreír.- Su sonrisa delataba lo orgulloso que se sentía de lo último.- Tengo a mi familia conmigo y, lo más importante de todo…- “No lo digas, Liam, no lo digas…”- tengo a la mejor hermana del mundo mundial a mi lado.- Una sonrisa empezaba a formarse en mis labios, al igual que mis mejillas se teñían de rojo.- Y si tuviera que darlo todo, solo por quedarme con las dos últimas cosas… estaría dispuesto a hacerlo.
*************
Como siga sin tener un mísero comentario me sentiré imbecil :'))
Ayudadme a que eso no pase, por favor!!
Espero que os guste :)
Manzana_amargada
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