i swear my heart is never giving up…

«Mi amor, yo no sé si vos sabes pero vos estuviste muy mal; estuviste muy enferma. Cuando te vi así yo pensé que me moría, parece seguro como no pero hasta que no estás por perder lo que te hace feliz no te das cuenta de cuanto vale la felicidad, y encima yo que soy medio lenteja. Pero bueno, vos hace rato que sos mi felicidad, Paisa. Y yo fui un tarado porque te traté mal, te engañé, te insulté, no te supe valorar, hasta que te vi así y pensé que te perdía para siempre. Porque cuando tenemos la felicidad frente a los ojos, no sabemos verla. Creemos que la felicidad es algo difícil de alcanzar y hasta a veces, nos convencemos de que nunca vamos a ser felices. Pero solo depende de nosotros, de saber encontrar la felicidad en lo que tenemos, de valorarla, de cuidarla, de encontrar la felicidad; es mucho más fácil de lo que creemos. Algunos se pasan la vida buscando la felicidad, cuando no la encuentran, desesperan o se resignan a ser infelices toda la vida. El problema es que la gente no lo entiende. No entiende que la felicidad no está en un lugar y hay que ir a buscarla, porque la felicidad siempre está. Está en una charla, en un amigo, en una mirada, una sonrisa. La felicidad es algo tan simple que hasta a veces no nos damos cuenta que está, y ese es el problema. Ese fue mi error, perdoname. (...)
Paisa, yo te tengo que decir algo muy importante para mí pero al mismo tiempo es muy difícil. Porque, digo, yo no estoy muy acostumbrado, no es mi estilo. En realidad pensaba en decir esto dentro de muchos años ¿no? Pero bueno, yo quiero ser feliz, y quiero que vos seas feliz conmigo. Yo sé que no tengo mucho, yo soy esto; un par de cachetes, un parche, una pata de palo. Pero estoy dispuesto a quemarme la pata de palo, a sacarme el parche, todo por vos. Por tu amor; porque me haces sentir vivo, me haces sentir feliz. Porque yo sin vos sé que me muero. (...) Yo quiero pasar el resto de mis días con vos, ¿qué decís? Mi amor, ¿te querés casar conmigo?».

«Pan de chicharrón en el club de golf, mientras el pelado se indignaba. Su voz, impostada, locutora haciendo chistes. Sus chorizos en grasa, mis ampollas caminando junto a ella bajo un sol que partía la tierra. Su anillo de oro curándome el arzuelo, su rinconcito de luz. Su "gaucho" chúcaro, sus gritos, su mal gusto para vestirse, su olor a campo, sus tortas fritas. Su sonrisa. Eso era la felicidad para mí; y recién ahora lo puedo ver.» —Nacho.