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did you hear the fallen bombs?
O W N :: Zona Libre :: Zona Libre :: Sin Tabú
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did you hear the fallen bombs?
soy eddie. la verdad es que, como no tengo links ni esas weás, me decidí a hacer esta galería para poner mis capítulos que no han sido publicados, pero que servirán para audicionar en nc's o weás así. espero que eso no sea ilegal.
no comentes.
ándate a la cresta si lo haces.
ándate a la cresta si lo haces.
pinkfloyd.
Re: did you hear the fallen bombs?
Poppy estaba bastante segura de que la persona que tocaba la puerta de ese modo debía tener una muy buena escusa para interrumpir su siesta de las cuatro con veintitrés. Sí no era así, aquella persona estaría anotada en su lista negra de por vida.
Bajó las escaleras marchando tal cual soldado un entrenado lo haría. ¡Oh, maldición! ¿Quién tocaba de ese modo? Definitivamente ya estaba en su lista negra. Se dirigió hacia el vestíbulo y observó su pijama a rayas. Multicolor. Le daba igual. Nada nunca sería lo suficiente para avergonzar a Poppy Holland. Giró el picaporte y abrió la puerta. Allí, inmóvil, un chico rubio lo demasiado guapo para estar simplemente en unos jeans desgastados, anteojos de sol y en una camiseta de Green Day. El chico la miraba anonado. Ella sonrió y movió su mano frenéticamente frente a él, para despertarle.
El chico movió su cabeza, y dejo su trance, sonrió, levantó las cejas y dijo divertido:
— Hola, Poppy, entonces... ¿estás lista para salir ya? Para la cita.
Poppy arrugó el entrecejo, dio un paso hacía atrás y cerro la puerta en su cara. Respiró profundamente y luego gritó:
— Bien. ¡Tan solo tienes cinco segundos para correr! —Poppy comenzó a correr escaleras arriba. Cuando estaba a solo un escalón de subir completamente, se topo cara a cara con La Plaga. El niño abrió sus ojos de par en par, dejando ver sus largas pestañas.
— ¡No he hecho nada, Poppy! ¡Nada! —el chico hizo un puchero con sus labios. No. Su hermana no estaba para nada feliz. Y no tenía ni la menor idea de lo que había hecho—. ¿Tengo aunque sea, cinco segundos?
— Tres —contestó rápidamente la chica.
— Hecho.
Fox se echó a correr y Poppy corrió tras él. Fox había sido nombrado 'La Plaga' gracias a que infectaba cada mínimo espacio de felicidad de Poppy. Vio a su hermano entrar a la oficina de su madre, donde tenían estrictamente prohibido entrar. Ella no iba a corromper esa regla. Recordaba las veces en las que había entrado y había acabado castigada. Apoyó su cabeza contra la puerta, para luego escuchar la voz que provenía de su madre. Serena, aunque ligeramente fuerte. El liderazgo de su madre la hacía estremecer. Cuando la voz decayó, se oyeron pasos y la puerta se abrió. La silueta de la rebelde Rose Davis iluminó la habitación.
Rose era de la clase de mujeres, tan poderosas e increíblemente fuertes, que simplemente no puedes discutir con ellas, pues sabes que siempre perderás esa batalla. Y lamentablemente, Poppy era totalmente el contrarío de Rose Davis. Era simplemente... diferente, supongamos. No había heredado su precioso cabello rubio, si no, el castaño y desordenado de su padre. No lograba ser una persona observadora, si no, una chica sumamente distraída. Ni siquiera había adquirido la paciencia y la flexibilidad de ella.
Poppy Holland era un desastre.
— ¿Qué es lo que ocurre? —preguntó, mientras ordenaba el cabello de su hija, y lo colocaba tras su oreja.
— Mamá. Por favor. Hay un chico esperando por mí, ¡para salir! ¡Sé que fue la idea de esta Plaga!
La mujer se echó a reír.
— ¿Qué tiene de divertido? ¡No tiene nada malditamente divertido!—Poppy estaba indignada. No solamente la habían despertado de su siesta, sí no, además de ello, se estaban riendo en su cara.
— Oh, Poppy. Esta fue mí idea. Yo te conseguí esa cita —su madre caminó hacía el vestíbulo con sus hombros y espalda erguida—. ¿Estará Luke todavía afuera?
¡Luke! Ahora el chico tenía nombre. Rose abrió la puerta y, definitivamente, allí estaba. Luke. El chico tenía las manos en los bolsillos de su pantalón y se había quitado las gafas de sol.
— Hola, Luke —saludó su madre con un beso en la mejilla. ¡Esto no podía estar ocurriendo!—. Vamos, entra, eres bienvenido.
— Gracias —respondió, su voz salió algo ronca, por lo que carraspeo su garganta y sonrió. Poppy logró ver el piercing en su labio. Increíblemente ardiente.
Poppy corrió escaleras arriba. Un acto lo bastante rápido para que Luke no notara que había comenzado a babear. Estaba avergonzada. ¡Poppy Lorrie Holland Davis estaba avergonzada! Entró a su habitación, se colocó sus jeans preferidos y su camiseta azul acuadrille. Cuando estuvo lista, tomo el cepillo de cabello más cercano e intento peinar su cabello frente al espejo de su habitación. Tiró de él fuertemente. Nada. Nunca lograría domarlo. ¿Su cabello siempre sería tan desordenado? Tiró de nuevo, y soltó un gemido de dolor. Resignada, dejó el cepillo de lado, y bajo corriendo las escaleras.
— Hola, Poppy —Luke saludó alegremente.
— Poppy, ¿saldrás con Luke, no? —preguntó su madre, esperanzada. Sabía que desde que Ty le había dejado —hace seis meses— no había querido salir con ninguno de los chicos que estaban alrededor suyo. Ya no tenían aquella chispa interesante.
— No tiene por que obligarla, Señora Davis. Sí es que no quiere... —comenzó Luke. Quien mordió su labio y comenzó a juguetear con su piercing—. ¿O sí saldrías conmigo, Popps?
— No me llames Popps. Detesto eso —gruñó la chica.
— ¡Poppy! ¡Él no sabía que no te agradaba que te llamarán así! —su madre le regaño. El rostro de su madre denotaba su orden de sé—agradable. Poppy suspiró y observo a Luke mirar sus zapatillas—. Contesta, niña, ¿saldrás con él?
Luke levantó la mirada e hizo un puchero hacía ella.
— ¡Oh, Dios, está bien! Acepto salir contigo, ¡pero ni creas que me depilaré para ello!
Bajó las escaleras marchando tal cual soldado un entrenado lo haría. ¡Oh, maldición! ¿Quién tocaba de ese modo? Definitivamente ya estaba en su lista negra. Se dirigió hacia el vestíbulo y observó su pijama a rayas. Multicolor. Le daba igual. Nada nunca sería lo suficiente para avergonzar a Poppy Holland. Giró el picaporte y abrió la puerta. Allí, inmóvil, un chico rubio lo demasiado guapo para estar simplemente en unos jeans desgastados, anteojos de sol y en una camiseta de Green Day. El chico la miraba anonado. Ella sonrió y movió su mano frenéticamente frente a él, para despertarle.
El chico movió su cabeza, y dejo su trance, sonrió, levantó las cejas y dijo divertido:
— Hola, Poppy, entonces... ¿estás lista para salir ya? Para la cita.
Poppy arrugó el entrecejo, dio un paso hacía atrás y cerro la puerta en su cara. Respiró profundamente y luego gritó:
— Bien. ¡Tan solo tienes cinco segundos para correr! —Poppy comenzó a correr escaleras arriba. Cuando estaba a solo un escalón de subir completamente, se topo cara a cara con La Plaga. El niño abrió sus ojos de par en par, dejando ver sus largas pestañas.
— ¡No he hecho nada, Poppy! ¡Nada! —el chico hizo un puchero con sus labios. No. Su hermana no estaba para nada feliz. Y no tenía ni la menor idea de lo que había hecho—. ¿Tengo aunque sea, cinco segundos?
— Tres —contestó rápidamente la chica.
— Hecho.
Fox se echó a correr y Poppy corrió tras él. Fox había sido nombrado 'La Plaga' gracias a que infectaba cada mínimo espacio de felicidad de Poppy. Vio a su hermano entrar a la oficina de su madre, donde tenían estrictamente prohibido entrar. Ella no iba a corromper esa regla. Recordaba las veces en las que había entrado y había acabado castigada. Apoyó su cabeza contra la puerta, para luego escuchar la voz que provenía de su madre. Serena, aunque ligeramente fuerte. El liderazgo de su madre la hacía estremecer. Cuando la voz decayó, se oyeron pasos y la puerta se abrió. La silueta de la rebelde Rose Davis iluminó la habitación.
Rose era de la clase de mujeres, tan poderosas e increíblemente fuertes, que simplemente no puedes discutir con ellas, pues sabes que siempre perderás esa batalla. Y lamentablemente, Poppy era totalmente el contrarío de Rose Davis. Era simplemente... diferente, supongamos. No había heredado su precioso cabello rubio, si no, el castaño y desordenado de su padre. No lograba ser una persona observadora, si no, una chica sumamente distraída. Ni siquiera había adquirido la paciencia y la flexibilidad de ella.
Poppy Holland era un desastre.
— ¿Qué es lo que ocurre? —preguntó, mientras ordenaba el cabello de su hija, y lo colocaba tras su oreja.
— Mamá. Por favor. Hay un chico esperando por mí, ¡para salir! ¡Sé que fue la idea de esta Plaga!
La mujer se echó a reír.
— ¿Qué tiene de divertido? ¡No tiene nada malditamente divertido!—Poppy estaba indignada. No solamente la habían despertado de su siesta, sí no, además de ello, se estaban riendo en su cara.
— Oh, Poppy. Esta fue mí idea. Yo te conseguí esa cita —su madre caminó hacía el vestíbulo con sus hombros y espalda erguida—. ¿Estará Luke todavía afuera?
¡Luke! Ahora el chico tenía nombre. Rose abrió la puerta y, definitivamente, allí estaba. Luke. El chico tenía las manos en los bolsillos de su pantalón y se había quitado las gafas de sol.
— Hola, Luke —saludó su madre con un beso en la mejilla. ¡Esto no podía estar ocurriendo!—. Vamos, entra, eres bienvenido.
— Gracias —respondió, su voz salió algo ronca, por lo que carraspeo su garganta y sonrió. Poppy logró ver el piercing en su labio. Increíblemente ardiente.
Poppy corrió escaleras arriba. Un acto lo bastante rápido para que Luke no notara que había comenzado a babear. Estaba avergonzada. ¡Poppy Lorrie Holland Davis estaba avergonzada! Entró a su habitación, se colocó sus jeans preferidos y su camiseta azul acuadrille. Cuando estuvo lista, tomo el cepillo de cabello más cercano e intento peinar su cabello frente al espejo de su habitación. Tiró de él fuertemente. Nada. Nunca lograría domarlo. ¿Su cabello siempre sería tan desordenado? Tiró de nuevo, y soltó un gemido de dolor. Resignada, dejó el cepillo de lado, y bajo corriendo las escaleras.
— Hola, Poppy —Luke saludó alegremente.
— Poppy, ¿saldrás con Luke, no? —preguntó su madre, esperanzada. Sabía que desde que Ty le había dejado —hace seis meses— no había querido salir con ninguno de los chicos que estaban alrededor suyo. Ya no tenían aquella chispa interesante.
— No tiene por que obligarla, Señora Davis. Sí es que no quiere... —comenzó Luke. Quien mordió su labio y comenzó a juguetear con su piercing—. ¿O sí saldrías conmigo, Popps?
— No me llames Popps. Detesto eso —gruñó la chica.
— ¡Poppy! ¡Él no sabía que no te agradaba que te llamarán así! —su madre le regaño. El rostro de su madre denotaba su orden de sé—agradable. Poppy suspiró y observo a Luke mirar sus zapatillas—. Contesta, niña, ¿saldrás con él?
Luke levantó la mirada e hizo un puchero hacía ella.
— ¡Oh, Dios, está bien! Acepto salir contigo, ¡pero ni creas que me depilaré para ello!
pinkfloyd.
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