keep a secret

¿Y en ese momento, yo que debía pensar? La prueba de embarazo había resultado ser positiva, y las excusas que cree en mi mente fingiendo que era un simple dolor de estómago por unas golosinas obsequiadas por Matt era una cruel mentira que no quería aceptar.

Las lágrimas resbalaban por mis mejillas cayendo débilmente sobre mis piernas cubiertas por un vestido rosa. ¿Qué se supone que haría con mi vida desde ahora? Estaba a tan solo un par de meses de ingresar a la universidad a la que había aplicado junto a mi novio, mientras que él estudiaba arquitectura yo estudiaría medicina pero en ese momento solo era un deseo que se estaba volviendo más lejano de lo que ya era.

Escuché unos golpes en la puerta, mientras limpiaba mi rostro de todo el maquillaje que se había corrido, mi mamá entró con una débil mueca de esperanza. ¿Cómo podía decírselo a ella? ¿Cómo podría decirle a mi madre que estaba embarazada con tan solo diecinueve años? No había ningún tipo de anillo de compromiso en mi mano ni una relación tan formal como me gustase que fuera. Matthew y yo llevábamos saliendo hace dos años, entre idas y vueltas, jamás habíamos reafirmado algo, lo único estable que existía en la relación era el sexo; porque después de todo, cuando peleábamos la única solución al problema era hacerlo.

— ¿Cariño, cómo estás? —preguntó, apoyándose en el marco, entre sus manos un humeante té me esperaba. Ella ya sabía todo, se me revolvió el vientre pensando en lo mucho que me costaría decirlo en voz alta sin embargo, mi mamá lo sabía.

Se sentó a mi lado, y no permití que abriera la boca antes de lanzarme a sus brazos cual niña de cinco años y llorar como tal. Sentí su mano acariciarme el cabello, no podía controlar todo aquello.

—Es positiva, v-voy a s-ser ma-madre —sollocé en medio de un mar de lágrimas, no podía siquiera escucharme decirlo porque entendía y estaba al tanto de lo mal que eso era para mi vida.

Me estrechó en sus delgados brazos y me atrajo a su pecho, cálido y reconfortante, como los abrazos de todas las madres. Lloré con la amargura subiéndome por la garganta, desgarré mi voz gritando lo mucho que odiaba la situación.

No odiaba ser madre, ni traer un niño al mundo porque muy a mi pesar sabía que amaría con locura a la vida que crecería dentro de mí, pero me destrozaba el hecho de saber que estaba arruinando mis esperanzas de estudiar en una buena universidad y salir con mi novio o mis amigos ya que debería cambiarlo todo por cuidar de alguien cuando ni yo podía hacerlo.

Mi mamá besaba con sumo cuidado mi cuero cabelludo, estaba tan afectada como yo, aun cuando ella había sido la que insistió en que debería hacerme un test de embarazo. Lo notó desde el minuto cero, notó como mi humor, mis hábitos alimenticios y hasta la relación con mi familia había cambiado.

Clavé las uñas en mis muslos cuando ya no tenía más que hacer, no me quedaban lágrimas pero sí mil motivos para odiarme. Me aterraba la idea de abortar pero aún más la de tener un hijo, pensé en todas las posibilidades que había tenido antes, me pregunté por qué no me cuidé como debería de hacerlo. Era mi cuerpo, no me importaba que Matt odiara usar un condón pero  yo debí de hacerle caso a mi instinto de mujer, no estaba buscando un hijo solo nos estábamos dando placer.

—Me odio tanto, mamá —lloriqueé—. Odio haber sido una irresponsable, odio no haber sido precavida, ¿qué voy a hacer con un bebé? Soy una vergüenza.

—Un bebé no es nada malo —me consoló, y apoyó una mano en mi vientre. Ahí dentro, en ese pequeño lugar crecería alguien quien no había sido buscado y, sería la sorpresa y decepción de muchos.

—Ya lo sé, lo único malo aquí soy yo.

—No digas eso, Megan--

—Por favor tan solo mírame —grité—. Mira en lo que me convertí, hice todas las cosas mal y siempre lo supe, desde que soy una niña sé que todo esto está muy mal.

Me apreté el vientre como si eso eliminara por completo el hecho de que iba a ser madre, siquiera podía imaginar un hijo mío y de Matt porque eso no estuvo en nuestros planes. Éramos jóvenes e irresponsables, y dentro de siete meses agregaríamos padres a la lista.

Mi madre tomó mi rostro obligándome a mirarla a los ojos.

—Ese bebé va a tener una madre amorosa y una familia que siempre va a estar con ambos —acarició con su pulgar mi mejilla y me abrazó contra su pecho, tomó mi mano obligándome a reposarla sobre mi barriga cual solo era una pequeña protuberancia.

—Estoy muy confundida —murmuré con miedo, aceptarlo y comprenderlo no eran una tarea fácil.

—También lo estoy, pero deja el miedo y la duda para otro momento… Un embarazo es algo hermoso.

— ¿Lo es? —pregunté, y ella asintió.

—Lo es, un bebé es una bendición, y más si ambos padres aman a ese momento —mi madre sonrió pero mi sonrisa se desvaneció recordando a Matt, él no sabía nada y tenía más que responsabilidad, sino la obligación que contarle. Me paré en medio de la habitación, cogiendo mi chaqueta y besando la mejilla de mi madre, me escapé de casa, ella sabía lo que debía hacer.


Las palabras se clavaban como una daga en mi pecho, las miradas de Matt y su madre seguían rondando en mi mente mientras sus gritos y maltratos no paraban de martillar mi corazón. Él no quería aceptar un hijo, no se interesaba en construir algo conmigo y lo había dejado en claro. Tampoco se había preocupado en que llegara a salvo a casa sabiendo la helada de Portland, debía de admitir que había sido todo un canalla y hasta ese momento yo no lo podía asimilar.

—Yo no quiero tener un hijo contigo, tú podrás ser buenísima en la cama pero no quiero nada más que eso —se burló con el ceño fruncido y sin un poco de pudor. ¿Desde cuándo era así y yo no lo había notado?

—Pero es nuestro, y no pienso abortar —sollocé rechazando su anterior oferta. Un aborto rápido y silencioso en una clínica privada que sus padres se encargarían de pagar. No planeaba hacerlo, aun cuando me aterraba ser mamá.

—Bien, no lo hagas, pero yo no voy a hacerme cargo de eso, fue no responsabilidad abrir las piernas.

Me disgustó pensar en que hace varias semanas atrás ambos estábamos demostrando lo mucho que nos amábamos, no había tenido ni una mísera sospecha de que él solo me quería para follar.

De repente, la puerta de su habitación se abrió y su madre entró con una falsa simpatía que exterminó cuando vio la prueba de embarazo en mis manos, ensanchó su vista sorprendida y se echó hacia mí para arrebatármela.

— ¿Qué es esto? —le preguntó obvia a su hijo, él miró apenado el piso, y fue en ese momento donde oí como estrelló la mano en su mejilla—. ¿En qué demonios pensabas cuando decidiste embarazarla?

Hizo silencio, nadie habló. Comencé a sentirme mareada, y los ojos al igual que la garganta empezaron a picar, estaba a punto de llorar.

— ¿Qué quieres de nosotros? —Telma enterró sus uñas en mis brazos, y me sacudió de forma brusca—. ¿Dinero, joyas, un lugar donde vivir?

—Me lastima —me quejé—, y-yo no quiero nada de ustedes.

— ¿Entonces qué haces aquí?

—Venía a buscar al padre de mi hijo —murmuré apenada, sentí su mirada despreciable y humillante sobre mí. La burla de ella y mi novio estaban destrozándome.

—Megan, lo lamento mucho, pero yo no voy a ser padre, lo siento pero realmente no puedo.

Telma sonrió con malicia, había descubierto con eso que su amabilidad había sido falsa y jamás me aceptaría como su nuera o madre de sus nietos.

—Vete —me ordenó, mientras que apoyaba una mano en la cintura la otra iba en dirección hacia la puerta, me estaba echando—. Piérdete, muérete, mata a ese bebé.

Miré a Matthew esperando que me defendiera, que no me dejara indefensa en ese momento, pero él solo volteó su rostro, no me miró, ni siquiera se despidió. ¿Él acaso ya no me amaba?





Dos semanas después.

Mi frente se encontraba húmeda, y la cama desparramada, sábanas y almohadas por cualquier lugar de la habitación, aunque había poca ropa y mis cosas se encontraban empacadas para marcharme a Seattle hacia la casa de mi tía, la media hermana de mi padre. Ella era bastante joven y había tenido la misma suerte que yo: un embarazo a los quince años, así que ahora tenía un hijo de mi edad, un trabajo estable y una familia feliz. Yo esperaba conseguir lo mismo que ella, felicidad.

Después de salir del baño, ya cambiada y arreglada para salir, le escribí un mensaje a Matt. Fui clara, si él aún sentía algo por mí y quería al bebé que tendríamos no tendría problema en perdonarlo, ¿quién nunca se ha equivocado? Habían pasado dos semanas desde la pelea y lo extrañaba- Desde que supe que estaba embarazada de ocho semanas, y ahora ya eran diez,  mi madre había decidido que la mejor solución sería viajar a Seattle, obtener la ayuda de mi tía sin los problemas y lo que causaría mi embarazo entre la gente que me conocía.

—Cariño —mi mamá entró a mi habitación, seguida por mi pequeño cachorro que mi padre me había regalado hace algunos días para que me acompañe en la nueva aventura—, ¿estás lista?

—Lista, mamá —le sonreí enseñándole mis dientes. No estaba triste, no, claro que no.

Iba a hacer una pequeña escapada de nueve meses, y si eso funcionaba bien, me quedaría a hacer mi vida allí. Matt tenía que tomar una decisión, si no llegaba para las tres de la tarde, treinta minutos antes de que me vaya Seattle pasaría a ser parte de un pasado problemático.

—Le escribí a Matt —murmuré, mi madre se encontraba peinando mi largo cabello. Extrañaría la conexión ambas teníamos.

—Megan —usó su tono de desconfianza.

—Lo sé, mamá. Pero no me resistí a hacerlo, él es el padre también —titubeé insegura, Matt era el parte de eso pero en estas dos semanas no había dado señales de vida.


— ¿Lista? —me preguntó mi padre, mientras que mi mamá estaba sollozando abrazaba a mi hermano, Elliot. Asentí varias veces.

Las maletas estaban dentro del bus que me llevaría hacia Seattle, mi pequeño cachorro llamado “Prince” estaba en su jaula, listo para comenzar el viaje.

—Entonces… Nos veremos en algunos meses —ella sostuvo mis manos, y las besó repetidas veces—, y espero ver ese vientre grande con mi futuro nieto o nieta —su sonrisa me trasmitió paz, tenía una madre maravillosa.

Giró sobre sus talones dándole un poco de permiso a mi padre, quien no dudó en abrazarme con fuerza.

—Mi nena, mi pequeña Meg —murmuró, él estaba más nervioso que yo—, aun no creo que estés embarazada. Espero que ese bebé crezca en una familia llena de amor, y con todo el cariño de su madre.

Otra vez mi rostro se encontraba lleno de lágrimas, tenía una familia perfecta. Elliot solo me abrazó y susurró que se haría cargo de Matthew, y yo solo reí negando con la cabeza.

El bus no estaba tan lleno, y logré sentarme sola con la compañía de Prince, mientras saludaba a mi familia a lo lejos emprendía camino hacia una nueva vida. Matthew no había respondido mi mensaje, él jamás había llegado, y temía aceptar lo sola que tendría que comenzar el viaje.