A Shooting Star Is In The Dark Sky, Make A Wish

Mille. escribió:

- ¿Qué son? -preguntó el castaño con decepción.
- Son pastillas ¿tienes algún problema?. 
- ¿Para que son?. 
- No te interesa Sam. 
- Claro que si me interesa. Soy tu hermano Tessa. 
- Claro. ¿Sabes? no te quiero decir, punto final. Ahora dámelas.
- Dime para que son. Dime y te las devuelvo. 
- Son para el resfriado -mintió descaradamente la ojiazul. 
- ¿Segura?. 
- Totalmente. ¿Me las das?
Un bufido y una mirada llena de preocupación llegó a los ojos de Tessa quien dio, como pudo, una sonrisa natural. Entre sus morenas manos tomó el frasco transparente, observándolo con una sonrisa gigante en su rostro para luego mirar de reojo a su hermano quien tenía una mueca dudosa. El ignorar esa mueca fue la "mejor" decisión que tomó, según ella. Ya con el frasco rebotando entre sus dedos se encerró en la oscura y amplia habitación color lavanda, color que Tessa había elegido a los 7 años. Todo seguía intacto, como a su madre le gustaba; el color limpio con una que otra raya de tinta, el tocador en perfecto orden, el buró con todos los cosméticos, nuevos, dentro de los pequeños cajones y por último el espejo de pie limpio y reluciente, tanto que al mínimo rayo de sol podría causar un incendio. 

Se miró al espejo desde arriba a abajo, sin dejar pasar ningún detalle. Pasando por el rebelde pelo negro con mechas naranjas hasta llegar a sus ojos de un azul intenso, un azul parecido al color de mar en verano. Aún estaba en eso cuando escuchó los nudillos rozar levemente contra la puerta seguido de una fina y melódica voz diciendo "Tessa, cariño. La cena esta lista" mientras abría la puerta dejando entre ver a su madre con una sonrisa. Era imposible no sonreír con la mirada de su madre, una castaña de ojos cafés como los de Sam. 

Posiblemente su madre es la única persona que la hace sonreír con solo una mirada cargada de ternura. La mujer tenía aproximadamente 38 años, quizá más o quizá menos. Con una sonrisa y mirada inigualable llena de paz, ternura y amor, a pesar de ser una madre tierna podía ser una completa "bruja", como sus hijos solían decirle cuando se enojaba mucho, castigaba como una bruja y perdonaba como un ángel, vaya contradicción, tomando en cuenta que ella era la que cuidaba y trabajaba en la casa desde que se mudaron a Boston, lejos de San Francisco. 

Reiteró sus palabras sacando de sus pensamientos a la ojiazul; haciendo que esta se sobresaltara causando la dulce risa de su castaña madre. 

- ¿En que pensabas?, pequeñita -preguntó su madre acercándose a ella. 
- En nada, no pensaba en nada -habló mientras escondía el frasco en su bolsillo trasero. 

Rebeca, la madre de Tessa y Sam, podría ser la única persona en la historia que reconoce el alcohol, drogas e incluso el veneno dentro de una pequeña pastilla, cosa que descontentaba a aquella dulce mujer transformándola en una adulta seria y llena de decepción. Por aquel don de Rebeca, Tessa escondía las pastillas dentro de la pequeña caja de cristal rojo ubicada en el interior de su armario. 

- ¿Qué pasa? -preguntó Rebeca mirando a su hija con preocupación notoria. 
- Nada, mamá, no es nada -dijo Tessa con una sonrisa. 

Su madre se limitó a asentir y voltearse con una sonrisa sin antes besar la frente de su hija. Se alejó sabiendo que algo andaba mal, conteniendo la preocupación que atacaba a aquella preocupada madre. Algo ocultaba la chica, no se comportaba así si no ocultaba algo, era obvio para su madre. Quien la conocía de pies a cabeza, de cerebro a corazón, en fin; conocía por completo a su pelinegra hija.

Por su lado, Tessa, dio una vuelta sobre sus talones visualizando por completo la habitación, recorriendo las costosas pinturas, las hermosas fotos para posteriormente fijar la mirada en ese hermosa imagen en la cual aparecían ella y Sam cuando tenían 9 y 11 años respectivamente. Ambos estaban tomados de la mano con una mueca, Sam estaba vestido de pantalones azules oscuros, una polera blanca sin mangas con la leyenda "Save the Rock" en letras grandes color negras y un gorro de rapero de "Chicago Bulls", Tessa estaba con un vestido color naranjo hasta un poco más arriba de la rodilla, con un moño en su oscuro cabello y unas sandalias amarillas que al lado izquierdo llevaban una delicada flor del mismo color. Una risa se repartió por el cuarto lavanda, si había cambiado su forma de vestir, completamente. Ahora la polera de "Save the Rock" la ocupaba ella, igualmente el gorro de Chicago Bulls y las botas de combate color capuchino que combinaban a la perfección.

Dejó caer la vista al piso de alfombra, dejándose caer a ella en el mismo lugar. No quería seguir con lo mismo, algo había que cambiar. Era cerrar para siempre los ojos, tomando aquellas pastillas en grandes cantidades o simplemente seguir con aquella adicción escondida al alcohol. Definitivamente ninguna de las dos era muy atractiva a los ojos de aquella chica, pero... ¿Qué más podía hacer? ¿Hablar con el adicto de Sam? ¿Contarle a su madre que era adicta al alcohol? ¿Dar otro dolor de cabeza?. Cada una de esas preguntas se quedaban en el subconsciente de Tessa, haciendo un dolor de cabeza de tamaño monumental. Cerró sus ojos lentamente, no quería dar otro dolor de cabeza, no otro más. Por el bien de todos abrió el frasco y sacó dos de miles de pastillas con diferentes colores y efectos. Tomó las dos más fuertes y las miró expectante, pensando en aquella "cobarde" decisión, dando un suspiro sin mucho aire. Se aferró al frasco con algo de dolor y abrió su boca para lanzar las dos pastillas color caramelo en su boca, tragándolas dolorosamente. Sintió como sus músculos se tensaban con dolor, la vista se hacía nublada y el respirar era dificultoso. Cerró sus ojos y escucho como su corazón dejaba de latir, para posteriormente... No volver a latir más.