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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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El chico que invade mis sueños | | Liam Payne
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El chico que invade mis sueños | | Liam Payne
Inhala, exhala(? Ámalo, eres libre(?? Y.. ¿es en serio? Wow, gracias, es un halago. Gracias otra vez. ¡Chauss!Marie. escribió:Oh mai gash, no respiro(? Lo ame, es tan misterioso :AA:Me haz atrapado y es difícil porque no suele pasarme en los comienzos. Espero ansiosa el primer capitulo, desde ya me encanta tu fic<3
Besos con sabor a fresa, ah<3
AddictedtoLiamP
Re: El chico que invade mis sueños | | Liam Payne
Capítulo 1.
Actualmente.
Tambaleante y con una mano en mi estómago —donde una herida sangraba sin detenerse—, me arrastré hacia la rústica pared de una antigua casa ahora abandonada al parecer, y caí despacio raspando mi espalda envuelta en sólo una franelilla de mi pijama hasta que sentí el impacto de mis piernas contra el sucio suelo cubierto de nieve. No puedo contener el dolor. Lágrimas caían precipitadas por mis mejillas hasta llegar al mentón, llenas de agonía. Duele.. Quiero ir a casa, sólo quiero ir a casa... ¿Cómo siquiera llegué aquí? Cerré mis ojos con fuerza, mis dientes castañeaban. El frío invierno se hundía bajo mi piel, congelándome hasta los huesos. Tarareé de una pésima manera parte de una de mis canciones favoritas.
Este es el fin de Diane Scheringzer. Moriré en donde sea que esté ahora, solitaria y agonizante. Se acabó. Al menos encontraré a mis padres en la otra vida. Sonreí. No sería tan malo después de todo. Al fin alguien llevó a cabo algo que nunca pude hacer: arrebatarme la vida. Pero... ¿Qué sería de mis abuelos? ¿Me extrañarían? No.. Se liberarán de la enorme carga que resultó ser la pequeña Diany.
Copos de nieve caían y, no sé si es porque en época navideña veo mucha televisión, pero lo sentía mágico. Cada vez que un copo colicionaba con el suelo escuchaba un "tin ti nin". Sonrío de nuevo y me muerdo el labio. Qué ridícula soy. ¿Acaso así es de loca la gente cuando está pisando la línea de la muerte, yendo hacia la luz? Pero no veo ninguna luz. Sólo son mitos, ¿cierto? Pronto sabré qué se siente morir.
Un burbujeo en mi garganta iba subiendo hasta estar en la punta de mi lengua. Aquel revoloteo en mi interior eran carcajadas. ¿Carcajadas? ¿En serio? Ay, Diane, has perdido la razón, estás histérica. Reí aún más, sin poder detenerme.
Llegué a tal punto de risa, que mi estómago dolía más, más de lo que había ensangrentado. Cuando al fin pude calmar mi histeria, miré la nieve a mi alrededor. Retiré la mano de mi herida —ésta, estaba más roja que pálida—, e hice garabatos en ella, dándole un toque rojo, característico de mi sangre. Inclinada me encontraba, el cabello castaño rojizo salía a mis costados, rebeldes, sin la posibilidad de dejarlos sujetos en su sitio por el frizz que hacía que se rebelaran contra mí.
Sonidos a lo lejos se abrían paso entre los silbidos de la ventisca, llegando directamente a mis oídos, alertándome, seguidos de pasos pesados pisoteando con furia la nieve. Pasos que me brindaban una especie de traumatismo que me volvían loca. El dolor explotaba dentro de mí, ¿pero cómo? Tomé mi cabeza entre las manos, enterrando los fríos dedos en mi cabello, y grité. Grité con un miedo en mi voz que no reconocía. El dolor se balanceaba sin problemas a lo largo y ancho de mi espalda, enviando ese característico calor a través de mí. Rápidamente, el frío me tomó de vuelta. Mi cuello estaba tenso, intentaba moverme, pero mi movimiento sólo parecía en cámara lenta. No podía moverme, no lo suficientemente rápido. No podía pestañear, mi pupila seguramente estaba dilatada. Él estaba caminando hacia mí. Esa típica figura alta y musculosa que se dedica a interrumpir mi dormir, a perturbarme y lastimarme. Caminaba con pasos tranquilamente aterradores. Sus ojos entrecerrados evaluando los míos.
—Corre —dijo la fría voz que, de tantos encuentros entre nosotros, era la primera vez que la oía.
Aunque anteriormente me había resignado a morir, mi instinto me dijo que debía correr, que si iba a morir, no iba a dejar que me diese ese remate. Me levanté torpemente, dando traspiés y me eché a correr. Mis pies descalzos se hundían en la nieve, quemándome.
Gruñendo, sacaba mis pies de la nieve, llevándolos adelante con zancadas, intentando así, en vano, mi fuga.
Cómo, no sé, él ya estaba detrás de mí. Su enorme mano tiró de mi brazo y me hizo dar vuelta para estar cara a cara. Una sonrisa de lado jugó en sus labios gruesos acompañada de una poblada ceja arqueada. Sentí el corazón en la boca, estaba a punto de vomitar. El miedo se apoderó en un nuevo nivel de mi cuerpo y alma. Este es mi final pensé con mis ojos fuertemente cerrados ahora. No iba a abrirlos, de ninguna manera.
De ninguna manera repetí en cuanto sentí un duro golpe contras mis costillas. De ninguna manera recité para calmarme.
—Divertido, ¿no? —preguntó riendo—. Abre los ojos.
No respondí. Él disfrutaba como nunca el verme sufrir, no le iba a dar el gustazo de hacerle caso. Eso sería regalarle la cereza para su pastel hecho de maldad.
—Abre los ojos —exijió tranquilamente.
—...
—¡Maldición, abre los ojos! —su mano hizo contacto con mi piel propinándome una fuerte, muy fuerte, cachetada.
Lágrimas caían sin haberme dado cuenta. Todo apesta.
—Eres como, o incluso más terca y desobediente de lo que fue tu madre cuando la maté.
¿Qué? ¿Qué acaba de decir? ¿Acaso es en serio él la persona que mató a mi madre..? El miedo salió de mí como si me hubiesen dado un golpe en la espalda, rápido. Ahora el coraje corría por mis venas, sentía mi cuero cabelludo picar.
—¿Qué..qué acabas de decir? —chillé.
No respondió. Los golpes cesaron. No había nadie cuando abri bien mis ojos. Sólo estaba yo, con la ventisca.
—¡Sal! —Grité—. ¡Podrás esconderte pero te encontraré!
No hubo respuestas. Miré a los lados, detrás, adelante de mí.. No se detectaba ni un alma por los alrededores. Supongo que es por la ventisca. Dudas se cruzaban entre ellas en mi cabeza, tejiendo una red. Preguntas como ¿Es en serio, él mató a mi mamá? Si es así, ¿también fue él el asesino de mi padre? ¿Por qué lo hace? ¿Hará lo mismo conmigo? ¿Ahora dónde está? ¿De dónde es? ¿Cuál es su nombre? Caí de rodillas mareada, exasperada. Estoy gritándole "¡Sal!" al viento sin razón. Estoy sola. Muy sola.
Algo desagradable subió por mi garganta. Lo poco que había en mi estómago salió de golpe, sin oportunidad de detenerlo. Aparte, salió sangre de mi boca, dejándome ese asqueroso sabor. Coágulos de sangre escapaban de mi boca y se perdían de mi vista con la nieve haciendo de las suyas. Estoy viendo doble..
Apoyada en mis brazos, expulsé todo lo que pude. Me confundo, veo chispas de colores volar como el cuatro de julio en los Estados Unidos. Me siento sumamente débil, mis brazos y el resto de m cuerpo se siente como gelatina. Lloré aún más. Mis párpados caían lentamente cuando un peso impactó en mi espalda como un latigazo. Dos manos tomaron mi cuello y dieron un tirón de éste, torciéndolo. Un horrible grito —que tomó todas las fuerzas que me quedaban— escapó sin escrúpulos cuando la segunda torcedura me dejó sin aliento.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH! —grité sacudiendo las sábanas, luchando contra mis almohadas.
Minutos de silencio, interrumpidos a veces por mis sollozos, se esfumaron con pasos retumbando en el pasillo. Aquí vamos de nuevo.. Cerré mis ojos con fuerza. Ha vuelto por mí.
—Diane...
—¡No! —grité agudamente luchando contra las manos que me sujetaban—. ¡No!
—Diane, soy yo —la familiar voz comenzó a tranqulizarme.
—¡No! ¡Vete o te matará también!
—¿Qué estás diciendo, Diany?
—Él está aquí, está oculto. ¡Yo lo sé! Va a matarme, abuelo, va a matarme —chillé asustada.
—Oh, mi Dios, Diane. ¿Qué pasó? —el tono de preocupación en mi abuela indicaba que su temor por mí sobrepasó los límites. Escuché la puerta cerrarse.
—Él me asusta —lloré.
—Sólo fue un sueño, cariño —tranquilizó ella.
—¡Tú no entiendes!
—Por favor —gruñó mi abuelo.
—¡¿Qué?! —estallé.
—Cálmate.
—Ustedes no entienden. ¡Largo, déjenme sola! —tiré las almohadas y cubrí mi boca para callar el incesable llanto.
—Princesa..
—¡Quiero estar sola, fuera de mi habitación! —me senté y arremetí, furiosa, contra mi abuela al lanzarle mi lámpara. Ésta, se hacía añicos en el suelo. Astillas de cerámica chocando unas contra otras
—¡Maldición, Diane! ¿Crees que me parece lindo aguantar tus estupideces y gritos diarios por un maldi.. —comenzó a reñirme sobrepasando, ahora, los límites de su paciencia, pero fue interrumpida por ella misma. Sus ojos se abrieron como platos. Su respiración se tornó rara. Exhalaba audiblemente. Un nuevo miedo tomó para sí cada músculo de mi cuerpo.
—Mérida.. —mi abuelo estaba preocupadísimo. La tomó en sus brazos y la envolvió. Se giró hacia mí, fulminándome con la mirada—. ¿Qué esperas? ¡Llama a una ambulancia, rápido!
Rebusqué entre mis sábanas y marqué a emergencias.
-911, ¿cuál es su emergencia?
Odio estar en hospitales. Huelen asquerosos. Enfermedad combinada con desinfectante barato. Y mi odio a este hospital es especialmente exclusivo: aquí, en una de esas habitaciones, entre cuatro paredes, ellos —mis padres— dejaron a su alma abandonar este mundo.
Paredes divididas entre tonos crema y celeste rodeaban la sala de espera. El ambiente era enfermizo, su olor revolviendo mis tripas como cuando ves algo en descomposición. Enfermeras con portapapeles caminando de aquí para allá, doctores siendo llamados por los altavoces, gente con ataques de tos, personas heridas, niños con miradas tristes..
Miré a mi abuelo de reojo encorbado en su asiento. Sus antebrazos reposando en sus muslos, manos unidas y temblorosas, apretadas entre sí haciendo que la piel de sus nudillos perdiesen color.
—¿Abuelo?
—¿Sí? —respondió perdido, sin mirarme.
—Lo siento.
—Lo que hiciste.. —suspiró—. No estuvo bien. Y sabes que tu abuela sufre problemas cardiacos.
—Lo sé —respondí mirando bajo, buscando en el piso algo interesante como qué esta pasando entre sus átomos—. Sólo que..estoy tan frustrada..
—Y yo lo entiendo, pero debes ssber que..
—Lo sé -interrumpí ruda—. Lo lamento, de verdad.
—Todo se resolverá —dijo en un susurro.
Pasados varios minutos, me encontraba estúpidamente aburrida. Miraba alrededor a ver si me entretenía mirando algo, pero el ambiente estaba aún peor que antes. Alguien llamó mi atención. Un chico alto, musculoso y de ojos cafés estaba de pie en el marco de la puerta de recepción. Me sonrió de medio lado y pestañeé varias veces para asegurarme de que era real. Él seguía ahí, mirándome divertido. Me levanté de mi silla para ir donde él, cuando le dije a mi abuelo: —Ya vuelvo.
Y me encaminé hacia él para enfrentarme ni bien sé por qué. Él sonrió satisfecho mirándome a los ojos.
Actualmente.
Tambaleante y con una mano en mi estómago —donde una herida sangraba sin detenerse—, me arrastré hacia la rústica pared de una antigua casa ahora abandonada al parecer, y caí despacio raspando mi espalda envuelta en sólo una franelilla de mi pijama hasta que sentí el impacto de mis piernas contra el sucio suelo cubierto de nieve. No puedo contener el dolor. Lágrimas caían precipitadas por mis mejillas hasta llegar al mentón, llenas de agonía. Duele.. Quiero ir a casa, sólo quiero ir a casa... ¿Cómo siquiera llegué aquí? Cerré mis ojos con fuerza, mis dientes castañeaban. El frío invierno se hundía bajo mi piel, congelándome hasta los huesos. Tarareé de una pésima manera parte de una de mis canciones favoritas.
Imagine there's no heaven
It's easy if you try
No hell below us
Above us only sky
Imagine all the people
Living for today...
Imagine there's no countries
It isn't hard to do..
Este es el fin de Diane Scheringzer. Moriré en donde sea que esté ahora, solitaria y agonizante. Se acabó. Al menos encontraré a mis padres en la otra vida. Sonreí. No sería tan malo después de todo. Al fin alguien llevó a cabo algo que nunca pude hacer: arrebatarme la vida. Pero... ¿Qué sería de mis abuelos? ¿Me extrañarían? No.. Se liberarán de la enorme carga que resultó ser la pequeña Diany.
Copos de nieve caían y, no sé si es porque en época navideña veo mucha televisión, pero lo sentía mágico. Cada vez que un copo colicionaba con el suelo escuchaba un "tin ti nin". Sonrío de nuevo y me muerdo el labio. Qué ridícula soy. ¿Acaso así es de loca la gente cuando está pisando la línea de la muerte, yendo hacia la luz? Pero no veo ninguna luz. Sólo son mitos, ¿cierto? Pronto sabré qué se siente morir.
Un burbujeo en mi garganta iba subiendo hasta estar en la punta de mi lengua. Aquel revoloteo en mi interior eran carcajadas. ¿Carcajadas? ¿En serio? Ay, Diane, has perdido la razón, estás histérica. Reí aún más, sin poder detenerme.
Llegué a tal punto de risa, que mi estómago dolía más, más de lo que había ensangrentado. Cuando al fin pude calmar mi histeria, miré la nieve a mi alrededor. Retiré la mano de mi herida —ésta, estaba más roja que pálida—, e hice garabatos en ella, dándole un toque rojo, característico de mi sangre. Inclinada me encontraba, el cabello castaño rojizo salía a mis costados, rebeldes, sin la posibilidad de dejarlos sujetos en su sitio por el frizz que hacía que se rebelaran contra mí.
Sonidos a lo lejos se abrían paso entre los silbidos de la ventisca, llegando directamente a mis oídos, alertándome, seguidos de pasos pesados pisoteando con furia la nieve. Pasos que me brindaban una especie de traumatismo que me volvían loca. El dolor explotaba dentro de mí, ¿pero cómo? Tomé mi cabeza entre las manos, enterrando los fríos dedos en mi cabello, y grité. Grité con un miedo en mi voz que no reconocía. El dolor se balanceaba sin problemas a lo largo y ancho de mi espalda, enviando ese característico calor a través de mí. Rápidamente, el frío me tomó de vuelta. Mi cuello estaba tenso, intentaba moverme, pero mi movimiento sólo parecía en cámara lenta. No podía moverme, no lo suficientemente rápido. No podía pestañear, mi pupila seguramente estaba dilatada. Él estaba caminando hacia mí. Esa típica figura alta y musculosa que se dedica a interrumpir mi dormir, a perturbarme y lastimarme. Caminaba con pasos tranquilamente aterradores. Sus ojos entrecerrados evaluando los míos.
—Corre —dijo la fría voz que, de tantos encuentros entre nosotros, era la primera vez que la oía.
Aunque anteriormente me había resignado a morir, mi instinto me dijo que debía correr, que si iba a morir, no iba a dejar que me diese ese remate. Me levanté torpemente, dando traspiés y me eché a correr. Mis pies descalzos se hundían en la nieve, quemándome.
Gruñendo, sacaba mis pies de la nieve, llevándolos adelante con zancadas, intentando así, en vano, mi fuga.
Cómo, no sé, él ya estaba detrás de mí. Su enorme mano tiró de mi brazo y me hizo dar vuelta para estar cara a cara. Una sonrisa de lado jugó en sus labios gruesos acompañada de una poblada ceja arqueada. Sentí el corazón en la boca, estaba a punto de vomitar. El miedo se apoderó en un nuevo nivel de mi cuerpo y alma. Este es mi final pensé con mis ojos fuertemente cerrados ahora. No iba a abrirlos, de ninguna manera.
De ninguna manera repetí en cuanto sentí un duro golpe contras mis costillas. De ninguna manera recité para calmarme.
—Divertido, ¿no? —preguntó riendo—. Abre los ojos.
No respondí. Él disfrutaba como nunca el verme sufrir, no le iba a dar el gustazo de hacerle caso. Eso sería regalarle la cereza para su pastel hecho de maldad.
—Abre los ojos —exijió tranquilamente.
—...
—¡Maldición, abre los ojos! —su mano hizo contacto con mi piel propinándome una fuerte, muy fuerte, cachetada.
Lágrimas caían sin haberme dado cuenta. Todo apesta.
—Eres como, o incluso más terca y desobediente de lo que fue tu madre cuando la maté.
¿Qué? ¿Qué acaba de decir? ¿Acaso es en serio él la persona que mató a mi madre..? El miedo salió de mí como si me hubiesen dado un golpe en la espalda, rápido. Ahora el coraje corría por mis venas, sentía mi cuero cabelludo picar.
—¿Qué..qué acabas de decir? —chillé.
No respondió. Los golpes cesaron. No había nadie cuando abri bien mis ojos. Sólo estaba yo, con la ventisca.
—¡Sal! —Grité—. ¡Podrás esconderte pero te encontraré!
No hubo respuestas. Miré a los lados, detrás, adelante de mí.. No se detectaba ni un alma por los alrededores. Supongo que es por la ventisca. Dudas se cruzaban entre ellas en mi cabeza, tejiendo una red. Preguntas como ¿Es en serio, él mató a mi mamá? Si es así, ¿también fue él el asesino de mi padre? ¿Por qué lo hace? ¿Hará lo mismo conmigo? ¿Ahora dónde está? ¿De dónde es? ¿Cuál es su nombre? Caí de rodillas mareada, exasperada. Estoy gritándole "¡Sal!" al viento sin razón. Estoy sola. Muy sola.
Algo desagradable subió por mi garganta. Lo poco que había en mi estómago salió de golpe, sin oportunidad de detenerlo. Aparte, salió sangre de mi boca, dejándome ese asqueroso sabor. Coágulos de sangre escapaban de mi boca y se perdían de mi vista con la nieve haciendo de las suyas. Estoy viendo doble..
Apoyada en mis brazos, expulsé todo lo que pude. Me confundo, veo chispas de colores volar como el cuatro de julio en los Estados Unidos. Me siento sumamente débil, mis brazos y el resto de m cuerpo se siente como gelatina. Lloré aún más. Mis párpados caían lentamente cuando un peso impactó en mi espalda como un latigazo. Dos manos tomaron mi cuello y dieron un tirón de éste, torciéndolo. Un horrible grito —que tomó todas las fuerzas que me quedaban— escapó sin escrúpulos cuando la segunda torcedura me dejó sin aliento.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH! —grité sacudiendo las sábanas, luchando contra mis almohadas.
Minutos de silencio, interrumpidos a veces por mis sollozos, se esfumaron con pasos retumbando en el pasillo. Aquí vamos de nuevo.. Cerré mis ojos con fuerza. Ha vuelto por mí.
—Diane...
—¡No! —grité agudamente luchando contra las manos que me sujetaban—. ¡No!
—Diane, soy yo —la familiar voz comenzó a tranqulizarme.
—¡No! ¡Vete o te matará también!
—¿Qué estás diciendo, Diany?
—Él está aquí, está oculto. ¡Yo lo sé! Va a matarme, abuelo, va a matarme —chillé asustada.
—Oh, mi Dios, Diane. ¿Qué pasó? —el tono de preocupación en mi abuela indicaba que su temor por mí sobrepasó los límites. Escuché la puerta cerrarse.
—Él me asusta —lloré.
—Sólo fue un sueño, cariño —tranquilizó ella.
—¡Tú no entiendes!
—Por favor —gruñó mi abuelo.
—¡¿Qué?! —estallé.
—Cálmate.
—Ustedes no entienden. ¡Largo, déjenme sola! —tiré las almohadas y cubrí mi boca para callar el incesable llanto.
—Princesa..
—¡Quiero estar sola, fuera de mi habitación! —me senté y arremetí, furiosa, contra mi abuela al lanzarle mi lámpara. Ésta, se hacía añicos en el suelo. Astillas de cerámica chocando unas contra otras
—¡Maldición, Diane! ¿Crees que me parece lindo aguantar tus estupideces y gritos diarios por un maldi.. —comenzó a reñirme sobrepasando, ahora, los límites de su paciencia, pero fue interrumpida por ella misma. Sus ojos se abrieron como platos. Su respiración se tornó rara. Exhalaba audiblemente. Un nuevo miedo tomó para sí cada músculo de mi cuerpo.
—Mérida.. —mi abuelo estaba preocupadísimo. La tomó en sus brazos y la envolvió. Se giró hacia mí, fulminándome con la mirada—. ¿Qué esperas? ¡Llama a una ambulancia, rápido!
Rebusqué entre mis sábanas y marqué a emergencias.
-911, ¿cuál es su emergencia?
***
Odio estar en hospitales. Huelen asquerosos. Enfermedad combinada con desinfectante barato. Y mi odio a este hospital es especialmente exclusivo: aquí, en una de esas habitaciones, entre cuatro paredes, ellos —mis padres— dejaron a su alma abandonar este mundo.
Paredes divididas entre tonos crema y celeste rodeaban la sala de espera. El ambiente era enfermizo, su olor revolviendo mis tripas como cuando ves algo en descomposición. Enfermeras con portapapeles caminando de aquí para allá, doctores siendo llamados por los altavoces, gente con ataques de tos, personas heridas, niños con miradas tristes..
Miré a mi abuelo de reojo encorbado en su asiento. Sus antebrazos reposando en sus muslos, manos unidas y temblorosas, apretadas entre sí haciendo que la piel de sus nudillos perdiesen color.
—¿Abuelo?
—¿Sí? —respondió perdido, sin mirarme.
—Lo siento.
—Lo que hiciste.. —suspiró—. No estuvo bien. Y sabes que tu abuela sufre problemas cardiacos.
—Lo sé —respondí mirando bajo, buscando en el piso algo interesante como qué esta pasando entre sus átomos—. Sólo que..estoy tan frustrada..
—Y yo lo entiendo, pero debes ssber que..
—Lo sé -interrumpí ruda—. Lo lamento, de verdad.
—Todo se resolverá —dijo en un susurro.
Pasados varios minutos, me encontraba estúpidamente aburrida. Miraba alrededor a ver si me entretenía mirando algo, pero el ambiente estaba aún peor que antes. Alguien llamó mi atención. Un chico alto, musculoso y de ojos cafés estaba de pie en el marco de la puerta de recepción. Me sonrió de medio lado y pestañeé varias veces para asegurarme de que era real. Él seguía ahí, mirándome divertido. Me levanté de mi silla para ir donde él, cuando le dije a mi abuelo: —Ya vuelvo.
Y me encaminé hacia él para enfrentarme ni bien sé por qué. Él sonrió satisfecho mirándome a los ojos.
AddictedtoLiamP
Re: El chico que invade mis sueños | | Liam Payne
Ashdkslfña nueva lectoraaaaaa!
Me encantó, sigue pronto. Asjflsñf
Me encantó, sigue pronto. Asjflsñf
Coonie :)
Re: El chico que invade mis sueños | | Liam Payne
holisss me encanto el capitulo porfiss síguela prontooo
Jaaayleen.
Página 2 de 2. • 1, 2
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