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Detrás de la puerta.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Detrás de la puerta.
UN PAR DE COBARDES.
Era verano de 1928. La casa de los Kantor estaba ubicada en el sur de Alemania. Para ser exactos en Gottfried-Schaffer.
Después de su octavo hijo, decidieron hacer méritos para tratar de evitar uno más. La escasez de comida era tan fuerte que con suerte ellos mismo podían alimentarse, por no hablar de sus hijos, que tenían que robar para poder comprar por lo menos una barra de pan.
Las calles eran heladas y las ropas que usaban poco les cubrían. Y aunque pensaban que no iba empeorar, hubo un enorme problema : Ana Kantor esperaba al noveno hijo.
-¡Y ahora qué haremos! ¡Con suerte y podemos ganar lo suficiente como para llenar la barriga de un bebé!- Gritó Ana hacia su marido. Y es que era ese el problema. Con trabajos y podían llenar la pequeña barriga de su recién nacido. Sería un pecado tener que alimentar a uno más.
-¡No tengo idea! ¡El bebé no solo es mío!
Llevaba 2 semanas con el bebé en su vientre, y la incertidumbre y el miedo de saber como harían para mantenerlo se hacía enorme.
Sin embargo la cabeza de Ana tuvo una idea, y a la mañana siguiente, acordaron que regalarían al niño a una de sus mejores vecinas sin previo aviso.
Y después de nueve meses así fue.
Una canasta.
Una manta.
Detrás de una puerta.
Ana y Albert dejaron a su hijo a los pies de una puerta. No se despidieron ni dijeron nada. Un par de cobardes huyendo de un bebé. Huyendo de un pequeño ser indefenso. Huyeron de uno de los miedos más grandes: Tener que aguantar la culpa de ver a su hijo morir sin poder hacer nada.
Sin embargo , las cosas no saldrían tan mal. El niño estaba fuera de la puerta de Alesa, La mujer más bondadosa de todo el pueblo. Pobre, sí. Quizá más pobre que Ana y Albert , pero con el corazón más enorme y más valioso que 8 barras de oro.
Después de dos horas, la mujer salio de su casa. Dos pasos más y casi tiraba al bebé de las escaleras. El niño estaba helando. Tan solo con una manta sobre su cuerpo desnudo.
Podría haber sido un abandono cruel, pero de una cosa estoy seguro: Fue el mejor regalo que sus padres pudieron darle.
Era verano de 1928. La casa de los Kantor estaba ubicada en el sur de Alemania. Para ser exactos en Gottfried-Schaffer.
Después de su octavo hijo, decidieron hacer méritos para tratar de evitar uno más. La escasez de comida era tan fuerte que con suerte ellos mismo podían alimentarse, por no hablar de sus hijos, que tenían que robar para poder comprar por lo menos una barra de pan.
Las calles eran heladas y las ropas que usaban poco les cubrían. Y aunque pensaban que no iba empeorar, hubo un enorme problema : Ana Kantor esperaba al noveno hijo.
-¡Y ahora qué haremos! ¡Con suerte y podemos ganar lo suficiente como para llenar la barriga de un bebé!- Gritó Ana hacia su marido. Y es que era ese el problema. Con trabajos y podían llenar la pequeña barriga de su recién nacido. Sería un pecado tener que alimentar a uno más.
-¡No tengo idea! ¡El bebé no solo es mío!
Llevaba 2 semanas con el bebé en su vientre, y la incertidumbre y el miedo de saber como harían para mantenerlo se hacía enorme.
Sin embargo la cabeza de Ana tuvo una idea, y a la mañana siguiente, acordaron que regalarían al niño a una de sus mejores vecinas sin previo aviso.
Y después de nueve meses así fue.
Una canasta.
Una manta.
Detrás de una puerta.
Ana y Albert dejaron a su hijo a los pies de una puerta. No se despidieron ni dijeron nada. Un par de cobardes huyendo de un bebé. Huyendo de un pequeño ser indefenso. Huyeron de uno de los miedos más grandes: Tener que aguantar la culpa de ver a su hijo morir sin poder hacer nada.
Sin embargo , las cosas no saldrían tan mal. El niño estaba fuera de la puerta de Alesa, La mujer más bondadosa de todo el pueblo. Pobre, sí. Quizá más pobre que Ana y Albert , pero con el corazón más enorme y más valioso que 8 barras de oro.
Después de dos horas, la mujer salio de su casa. Dos pasos más y casi tiraba al bebé de las escaleras. El niño estaba helando. Tan solo con una manta sobre su cuerpo desnudo.
Podría haber sido un abandono cruel, pero de una cosa estoy seguro: Fue el mejor regalo que sus padres pudieron darle.
María Quintana
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