Bajo el muérdago |O.S. Louis|

El muérdago. Esa hojita pequeña que cuelga del lugar donde menos te lo esperas, esperando su próxima víctima. Así suena algo siniestro, pero ¿lo es? Besarse con el mariscal de campo, ese chico con el que soñaste toda tu vida, ¿se imaginan poder Besarse y que su sueño se cumpla en solo una noche?


Pero todo lo bueno tiene su lado malo ¿no? Un muérdago, puede causar separaciones y odio. Esa tradición de colgarla en Navidad o noche buena, muchos la ama, ¿pero otros la odian? Así cómo amada esta pequeña hojita también es muy odiada.


¿Qué pasaría si la persona más odiosa del mundo se besará contigo a causa del muérdago? ¿Sería odiado o amado? Eso le paso a Rouse, una chica completamente normal, ya sea en su aspecto físico o vida cotidiana. Humilde con una gran sonrisa que irradia alegría al mirarla.





— Ay mira que lindos, les toco desprevenidos el muérdago ¿no, mis niños? — Dijo una señora regordeta con un mantel con dibujos navideños y un poco de haría y masa en las mejillas. Abrazaba con fuerza por la cintura a Louis y Rouse, su supuesta “nana”. La que estuvo cuidándola por generaciones ahora estaba feliz ya que el bendito muérdago estaba justo arriba de ellos. — Tienen suerte, son la primera pareja que se tienen que besar el día de hoy.


Lo hacia apropósito, siempre hubo una pequeña tensión de atracción entre ellos que a medida de los años se fue ampliando cada vez más y su nana usaba esa tensión en su contra. ¡Aparte ni siquiera eran pareja!



— No nana, lo siento, y me disculpo ante todos por este comportamiento porque sé que es una tradición. Pero no lo haré. No besare a este. — Dijo resaltando lo último, de verdad estaba furiosa. Se negaba a creer que esto le estaba pasando a ella.


Esto era un castigo.


Ni siquiera le deseaba esto a Natacha que era su enemiga mortal si se le pudiera clasificar de cierta forma. Se dio media vuelta decidida a olvidar lo ocurrido pero una mano se posó en su antebrazo. Temerosa del causante de dicho acto volteó su mirada hasta encontrarse con unos ojos azules como el mar, y profundos con un brillo que los destacaba como ningún otro. Sin duda era Louis Tomlinson.



— El muérdago es una tradición la cual todos deben tener en claro que pase lo que pase. Siempre se deben de besar al menos claro que sí uno de ellos está en una relación o son del mismo sexo, pero por lo que se los dos estamos solteros... debemos seguir esta tradición ¿o no? — Hablando como si fuera de la alta sociedad, que en efecto lo era... había dado en el punto débil al mencionar que era soltera. Sabía que le afectaba ya que en toda su vida solo había tenido un novio, el cual había sido él.


Aunque a todos le decía que ella aceptó ser su novia en un momento de borrachera. Fuese cierto o mentira, mágicamente la gente siempre creía lo que ella decía. Aún si ella decía ver un niño volar. No importa, la gente le creía. Tenía esa ventaja a su favor, así nadie sabría la verdad con solo creer unas mentiras blancas. Eso no dañaría a nadie después de todo.


Hubo momentos en el pasado donde se amaron con locura (y tenia que aceptar que apesar de no decirlo, lo seguia amando). Momentos sepultados en su mente guardados con una llave y una cerradura impenetrable. Y así se quedarían hasta que Rouse llegara a la tumba. Ellos habían terminado cuando ella decidió ir a Nueva York, pero cuando volvió nada fue lo mismo.



— Opino lo mismo que él, mi niña. Tu bien sabes que esto lo hacemos cada año. Y nada de peros, ustedes se darán un beso. — Rodo los ojos y miro a su izquierda, ahí estaba. Tan egocéntrico como siempre con una sonrisa de triunfador en su cara.



— Esta bien. — Suspiro frustrada, aparte de egocéntrico él era un terco al igual que su nana. — Pero que sea rápido. — Lo jalo del cuello con fuerza y con coraje. El al principio empezó muy aturdido por tan repentina acción de la chica. Pero rápidamente le tomo el ritmo cerrando los ojos y colocando sus manos justamente en su cintura.

Se escuchaban murmuros a sus espaldas, unas eran con voces gangosas y rasposas, pero no graves para ser un hombre. Unas eran finitas y chillonas que te daban ganas de ponerte un tapón en los oídos.


En sí, todos murmuraban con sorpresa las mismas palabras sin coherencia alguna. “Esto no es verdad” No entendía el motivo de su sorpresa. Si, bien, no se caían muy bien. Pero no al grado de no poder verse la cara, o en este caso besarse. Podían estar en paz unos máximo 5 minutos pero no todo era odio y tensión. Muchas veces jugaban, se divertían y bromeaban entre sí. Pero había una condición para ello. Nadie podía saberlo. Si, suena algo tonto, pero mientras nadie se diera cuenta mejor.


Terminaron de besarse y juntaron sus frentes aun con las respiraciones agitadas. Como extrañaba esto, le hacían recordar los viejos tiempos que a pesar de ser buenos; habían unos que le dolía. No volvería a pasar por lo mismo.


La chica se separó con fuerza y se dirigió a la cocina poniéndose ahí su saco recién salido de la tintorería. Y pensar que todo eso ocurrió por un simple muérdago. Maldita hojita.


Pasó la Navidad, todos entregaban sus regalos con devoción y alegría. Cuando ya todos se fueron se levantó dispuesta a irse a su casa, pero algo la interrumpió. Era un suave carraspeo. Y sabía quién era. Dio media vuelta para poder enfrentarse cara a cara, pero se detuvo nada más vio el regalo que él tenía en sus manos.



— Creo que no te di mi regalo. — Se sentía confundida, ¿el comprándole un regalo? Que más seguía, ¿Qué viera el trineo de Santa Claus pasar volando? Lo primero que pensó es que era una broma. Si, seguro eso es.



— No estoy para bromas.



— No es una broma, este es tu regalo. — La abrazo con fuerza y le susurró al oído. — Que pases una feliz Navidad. — Le beso la mejilla y salió de la casa con pasos firmes.


Agito el regalo con cuidado. Seguro era una bomba de pintura que se accionaria cuando ella lo abriera. Pero se sorprendió al ver su interior. No era una bomba de pintura. No era una nota escrita “esto es una broma” como ella se lo esperaba. Ni siquiera sabía si el regalo estaba bien dirigido hacia ella.


Era un brazalete de oro con las iniciales “L & R” gravadas en ella. Agarro una pequeña notita que se encontraba en su interior y la desdoblo.



“¿Recuerdas esas noches? Esas noches que pasábamos juntos agarrados de las manos, caminando por el parque y riéndonos. Las veces que te dije TE AMO. ¿Lo recuerdas? Espero que sí, porque yo todavía recuerdo cada detalle de esos bellos momentos. Sé que tal vez te sorprendiste por el regalo. Pero esto no es nada comparado con lo que te mereces. Quiero decirte que a pesar de que ya no seamos más una pareja. Yo te amé, te amo, y te amare por siempre. Y le doy gracias a ese bendito muérdago por dejarme probar tus labios una vez más. Te ama, Louis.”



Se asomó más a fondo en la cajita y cogió el muérdago que se encontraba en ella. Ese mismo muérdago que hizo besarse con Louis Tomlinson.