Black and blue.

Tema de diálogos. No comentar. Si quieres contactar conmigo mándame un mensaje privado. Y por supuesto, no permito que me quiten diálogos o la imagen de Oli.

—Dicen que las estrellas nacen por cada fallecimiento.
Volví la cabeza confusa, ¿qué hacía él aquí? La discoteca era para personas con más dinero de lo normal, y él, simplemente, se consideraba de la clase media. Vivía en una casa alquilada, sus padres trabajaban nueve horas al día para poder pagar sus necesidades y los estudios de su hijo, aunque la mayoría de las clases del horario escolar conseguía saltárselas.
—Yo creo que es es una idiotez, porque las verdaderas estrellas son las que tienes tu brillando siempre en tus ojos.
—Evan, no sé como decirte que no me interesas —le recordé, dibujó una sonrisa angelical en su rostro y la acercó a mis labios llenos de seriedad.
—Y no sé como decirte que me traes loco —susurró—. Eres irresistible.
Le miré fijamente, por unos momentos pensé que estaba bromeando, pero cuando juntó sus labios con los míos, adiviné que su atracción por mi era cierta.

—Emma, ¿crees que los acosadores pueden ser sexys?
Él la sonrío, parecía pícaro, con ganas de besarla hasta que se agotase la respiración.
—Normalmente son depravados mentales —se paró, apoyó un dedo en su barbilla y colocó una expresión pensativa en su rostro—. Pero supongo que habrá excepciones. Ya sabes, a mi una semana me acoso Luke Smith.
Después de reir unos momentos, Fran se acercó a Emma.
—Ey, machote, ¿qué haces?
Bajó su vista hacia los finos y delicados labios de la chica. ¿Por qué no eran suyos?
—Quiero ser tu acosador.
—No me quejo —sonrío—. Eres un acosador guapo.

Una, dos, tres, cuatro veces fueron las que Saoirse notó su móvil vibrar. No conseguía responder a las llamadas, y mucho menos escribirle un mensaje. ¿Podía llegar a ser tan doloroso el amor?
—Oye, respóndeme.
Se giró.
—Estoy viendo como tu bolsillo se mueve —sonrío Evan pícaro.
—No quiero ni verte en pintura, Evan Peters.
—¿Por qué? ¿Demasiado irresistible? —hizo un puchero el chico, haciendo reír a Saoirse—. Ves. me sigues amando.
—Sigo sin comprender como, pero siempre consigues hacerme caer a tus pies.
Se acercó rápida a él, y le besó desesperada.

Oliver sonrío picaramente, retrocedió y se sentó en la mesa del profesor. Calculando las medidas, eran similar a una cama, solo que incómoda y mucho más fría. Abrí los ojos como platos antes de volverme y taparme la cara, para ocultar mi sonrisa.
—Vamos, Josh —comentó Oliver, golpeando sus zapatos con la mesa—. Disfruta de tu juventud.
Le miré por el rabillo del ojo.
—¿Follar en un aula es disfrutar de la juventud? —logré ver como rodaba los ojos, le sonreí con inocencia.
—Algo así —se levantó de la mesa y de acercó a mí. Enredó sus brazos al rededor de mi cintura, acercándome débilmente mientras. Llevó su rostro cerca del mío, y sonrío en la comisura de mis labios—. ¿Qué me dices, Josh? ¿Te arriesgas a quedarte embarazado?

—Y eso me hace preguntarme, ¿los gays utilizan protección? —solté.
—Claro que sí, nadie quiere tener sida —Vic se encogió de hombros—. ¿Quieres probar el sexo homosexual?
<< Si es contigo, sí —me dije a mí mismo, maldiciendo su atractivo sexual hacia las mujeres. >> Bajé la mirada y sonreí con falsedad, en ese momento, desee no sentirme tan atraído por Vic, y simplemente fingir que somos felices siendo amigos.
—Según con que chico —dije pensativo—. Si es con uno tatuado como Oliver, puede que sí. Pero con Oliver no. Y si es sin tatuar, según.
—¿Y si es conmigo?
Escuché su risa nerviosa, pero divertida, y dejé de actuar mi sonrisa y hacerla más grande, hasta que contacto con las orejas como mínimo.
—Si es contigo, te daría por detrás una, y otra, y otra vez, hasta que te dejase paralítico.
—Espera, ¿por qué tienes que darme tú?
—Porque yo soy el macho de los dos.
—¿Perdona? —imitó la voz de una mujer—. Yo soy muy masculino.

—A mí no me gustan los chicos difíciles —respondió Andy mordiéndose el labio inferior, ascendió sus ojos hacia el techo y, a continuación, se tumbó en el suelo moviendo con la lengua su piercing.
—¿Y qué tienes que ver tú en nuestra conversación? —reí.
—Tu soledad, te llevara a mí.
Ambos soltamos algunas carcajadas al aire. El ambiente era agradable cuando estaba junto a Andy.
—No eres mi tipo, Biersack.
—Quizás eso es lo que piensas ahora —quedé pensativo, analizando sus prendas y la ligera parte de su abdomen visible.
—No, definitivamente no eres mi tipo.
—¿Y si te hago un streapteas?
Negué con la cabeza.
—¿Y si te violo de forma dulce?
Negué nuevamente.
—¿Y si te beso?

—¿Qué haces? —le señalé las manos—. Ahí no hay más que...¿condones?
—Ajá.
—¿Y por qué los revuelves?
—Me gustaría encontrar alguno con sabor a limón —se encogió de hombros, y sonrío con dulzura—. No sé sabe que podría pasar esta noche, y si se la tengo que chupar a alguien, quiero que tenga mi sabor favorito.
Sonreí unos momentos, percatándome de que en medio de todos, había uno de fresa. Lo cogí con agilidad. Vic me observó unos instantes antes de volver a hablarme.
—¿Y para qué lo quieres tú? —cuestionó pícaro.
—Para Josh.
—Joshi —me corrigió.
—Si gimo su nombre no diré ese estúpido mote —reímos.

Impulsé a mi cuerpo hasta terminar con escasos centímetros los labios curvados ascendentemente de Kellin.
—¿Y tú por qué tienes tan cerca tu cara, eh? —preguntó él esta vez.
—¿Y por qué no te apartas tú?
—¿Y por qué no lo haces tú?
—¿Por qué debería hacerlo yo?
—¿Y por qué debería alejarme yo si eres tú el que se acercó?
—¿Y por qué no?
—¿Y por qué debería? —soltó una carcajada.
—¿Y por qué no me besas?

—Soy Austin Carlile —se presentó—. El entrenador me mandó a dirección, a por un castigo, el otro viernes y acabé aquí.
—Oliver Sykes —respondí; la primera impresión de Austin había sido la de una persona amarga, antipática y anti social, pero al contrario, parecía carecer de escrúpulos para dirigirse a mí.
—¿Y por qué estás aquí?
Dejó sobre la mesa sus gafas de sol, y volvió a mirarme, esta vez sonriente, remarcando las pecas de sus pómulos y nariz.
—Me pelee con unos chicos.
—Oh, ya sé quién eres —maldije para mí mismo, todos me conocían como el idiota acosado, el emo depresivo o algún mote molesto similar a los anteriores—. Eres Sykes, el emo.
Hizo comillas con sus dedos al pronunciar la última palabra.
—¿Y por qué le pones comillas a la palabra? —cuestioné confuso, nadie había tratado de colocarme más en ridículo aún desde hace dos semanas.
Austin río.
—Porque es solo una etiqueta —fruncí el ceño, y al observar mi reacción, siguió hablando—. Mira, todos hemos sufrido de algún tipo de problema, y el tuyo esta en este instituto. Podrías cambiarte a otro centro, o luchar por seguir aquí sin caer en los insultos. Ya has echo un amigo, ¿no te parece fácil?
—¿Te consideras mi amigo?
—¡Claro! —exclamó animado—. Tenemos muchas cosas más en común de lo que tu crees, pequeño emito.

Presionó el agarre con lujuria, y paseo su lengua a lo largo de mi pecho.
—¿Qué planeas, Biersack? —susurré exhausto, con una sonrisa que ahogaba patosamente algunos gemidos.
Él soltó una carcajada, humedeciendo con su lengua las línea de la calavera de mi tórax.
—Te quiero al punto de la sumisión.
Arquee una ceja.
—Ah, sí, sigue, ah —exclamé, consiguiendo que mi hermano menor me escuchara, y golpeara la pared.
—No, idiota, quiero que te corras con mis encantos.
Tom volvió a golpear la pared, con molestia, mientras me limitaba a responder con carcajadas bloqueadas por gemidos placenteros.

—¿Alguien se dio cuenta de que la relación de Ben y Oli es todo sexo? —la voz de Austin impactó en los tímpanos de los muchachos, giraron a la vez sus rostros hacia él, con los ojos a punto de escapar de sus órbitas—. Miren, se sorprendieron y todo.
La risa de Andy se escuchó por todo el local.
—¿Y quién es el dominante? —soltó Vic curioso.
Ambos se señalaron a ellos mismos, sin ser conscientes de que el contrario realizaba los mismo movimientos.
—¿Y el sumiso? —prosiguió Kellin.
Se apuntaron mutuamente.
—Ben es mi putita personal —aclaró Oliver con humor.
—Puta a secas, de las buenas —río Ben,

—Pensé que habíais roto después de que Jaime gritara borracho que te habían puesto los cuernos —soltó de repente Tyler, admirando su cerveza, en la espera de una respuesta vulgar por parte de Kellin.
—Pensé que te habías tirado a la rubia esa mientras Dylan estaba de rodaje —respondió Vic, cruzándose de brazos.
La mirada de Dylan se posó rápidamente en Tyler, quién había tragado saliva sorprendido. Con una actitud madura, Misha y Jensen se entrometieron antes de que los camareros les obligasen a abandonar el local.
—Teníais 16 años, ¿qué coño creíais que iba a pasar? ¿Qué todo iba a ser perfecto? —Jensen pegó un trago a su bebida antes de continuar—. Aunque Tyler sigue pensando igual que siempre, y tiene la polla igual de pequeña. Y es un gallina. O sí, él nunca cambia.
—Al menos yo no hablo de los demás cuando soy un medio metro —contestó enojado Tyler, sonriente por sus palabras.
—¿¡A quién coño llamas med...!?
—¡Calla! —exclamó Misha—. Y tú, infantil, te voy a cerrar esa boca como no la cierres tú.
Tony se inclinó hacia el hombro de Jaime sin que nadie se percatara y susurró levemente:
—¿Somos los únicos normales aquí?
Una sonrisa traviesa se asomo de los labios de Jaime.
—Si quieres que nos volvamos locos podemos ir al baño —contestó.

—¿Qué piensas del amor? —susurró Misty con timidez. Cordelia volvió la cabeza rápidamente hacia ella, sus labios se encontraban a escasos milímetros y la tentación aumentaba cada segundo que pasaba.
—El amor es una sensación agradable, pero a la vez es dolor —respondió. Posó una sonrisa en su rostro con ternura—. ¿Por qué me lo preguntas?
Misty se armó de valor y posó sus labios sobre los de Cordelia. Parecían encajar como un par de piezas de un puzzle.

—¿Cuál es nuestro primer destino?
Abrí mis ojos sorprendido, y me di la vuelta hacia él. Era la primera vez que no decía la primera tontería que cruzase corriendo por su mente. Él me sonrío.
—¿Cuándo te has interesado por esto? —susurré, intentando no molestar a Ash mientras explicaba algún plan no muy importante para mí.
—Cuando te vi sujetando ese disfraz —Jack me sonrío, provocando que el rubor se posase en mis mejillas.