Sólo déjame amarte. |Larry| Hot.

La manecilla del reloj sonaba cada vez que marcaba un nuevo segundo. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y la opresión en su pecho aumentaba a medida en que la manecilla continuaba avanzando, deteniendo su respiración. Sus pensamientos lo atormentaban y la moral lo detenía. No sabía por cuánto tiempo podría seguir resistiendo esto, por cuanto tiempo podía seguir ocultándolo. Limpiaba furiosamente las lágrimas pero estas eran remplazadas por unas nuevas. “Hay algo mal conmigo.” Las imágenes llegaban como flashes a su mente y no quería ni podía detenerlas. Sus manos se encontraban nerviosamente entrelazadas y sus pies retumbaban contra el suelo, pero le ayudaba a distraerse, a desviar su ansiedad. Con manos temblorosas tomó de nuevo el vaso con ese líquido que había sido su compañero en la noche, sentía como el licor quemaba su garganta al deslizar por ella, pero le brindaba cierto placer al mismo tiempo. Las imágenes continuaban, cegando su mente con pasión. Sus ojos, que lo habían mirado con desconcierto unas horas antes, sus labios, que llamaban como imanes a los suyos, su corazón, que se había adueñado por completo del corazón del oji-verde. Y en ese momento, siendo consumido por el licor, pudo aceptar la verdad, se había enamorado de su mejor amigo.

Louis’s pov.

Los rayos del sol entraban por la ventana indicándome  que un nuevo día comenzaba. Era un nuevo comienzo para mí. Un nuevo hogar, una nueva vida, una nueva ciudad. Suspiré, y aparté cualquier pensamiento del pasado antes de que siquiera nublaran mi mente. Tallé mis ojos y quité las sabanas, mi cuerpo protestaba a causa del movimiento, las mudanzas no eran sencillas. Estiré mi espalda, escuchando como cada hueso volvía a su posición. Me levanté y me dirigí al baño de mi habitación, retirando mi ropa en el camino.

Al llegar frente al espejo, miré mi rostro,  las ojeras bajo mis ojos se habían resaltado durante la noche, no recordaba una donde pudiera tener un sueño placentero en el último año, pero los pocos minutos que conseguí de descanso la noche anterior fueron más que agradecidos. Le regalé una melancólica sonrisa a mi reflejo y aparté la mirada, retomando mi camino a la ducha. Me paré debajo de ella y giré la perilla. Las frías gotas de agua ardían al contacto con mi piel. Apoyé mis manos contra la pared para sostenerme, mis nudillos estaban blancos y mi respiración se entrecortó, pero no me aparté. El dolor se disminuía al momento en el que el agua se iba calentando. Unos minutos después ya me encontraba saliendo de la ducha. Envolví una toalla alrededor de mi cintura y con otra más pequeña secaba mi cabello mientras salía del baño para estar de nuevo en mi habitación. Tomé lo primero que pude encontrar en mi armario y me vestí.  Regresé al baño y me lavé los dientes, para salir de nuevo a mi habitación a buscar mis útiles.

Tomé la mochila que descansaba prácticamente vacía encima de mi escritorio y salí de mi habitación. Bajé las escaleras y tiré la mochila en el sillón de la sala continuando mi camino a la cocina. El olor de café inundaba mis fosas nasales, provocándome nauseas. Aparté el sentimiento y terminé de entrar. Mamá se encontraba perdida mirando la taza de café que reposaba en sus manos. Sus ojos estaban rojos, indicándome que tampoco había dormido la noche anterior. Me acerqué a ella y deposité un beso en su mejilla. Se sobresaltó al verme en la cocina junto a ella, pero recobró la postura antes de siquiera terminar de separar mis labios de su mejilla.

-Hola Lou- acarició mi mejilla y me dedicó una cálida sonrisa.
-Hola ma- acerqué mi rostro a su mano, ansiando que el tacto durara unos segundos más.
-¿Cómo dormiste cariño?- preocupación, eso era lo único que veía reflejado en sus ojos.
-Bien- mentí, pero la sonrisa que iluminó su cansado rostro valió la pena. - ¿Estás bien?
-Sí, solo cansada por la mudanza.- asentí, yo también estaba cansado, y las cajas esparcidas por todo el lugar nos indicaba que no estábamos ni cerca de terminar pronto. - ¿Quieres que te cocine algo?
-No, tranquila, tú sube a la cama y descansa, compraré algo de camino al instituto. – Ella asintió depositó un beso en la mejilla libre y dejó caer su mano, me entregó un papel y tomó camino a su habitación.

No aparté mi mirada de ella hasta perderla de vista cuando terminó de subir los escalones. Abrí el papel, decía la dirección del instituto. Suspiré y salí de la cocina, tomé la mochila y la acomodé en mi hombro. Visualicé las llaves en el mueble de entrada y las tomé, metiéndolas en mi bolsillo delantero. Abrí la puerta y salí de la casa. El clima de Holmes Chapel no era muy distinto al de Doncaster, el frío de las mañanas y la neblina en el cielo no cambiaban en ninguna parte de Inglaterra.

Me quedé quieto frente a mi nuevo hogar, miré de nuevo la dirección y miré a mí alrededor, no tenía ni la menor idea de donde me encontraba ni hacia donde tenía que ir. Unos ruidos llamaron mi atención. Miré a la izquierda y vi una muchacha saliendo de la casa de al lado. Su cabello era rubio y su figura pequeña. Buscó algo en su bolso y sacó unas llaves. Antes de que se montara a su auto corrí a su lado.

-Disculpe- dije un poco alto para que pudiera escucharme. Apartó la vista de la manija del auto y enfocó sus verdes ojos en mí. – Hola,- ella me dedicó una sonrisa y me atreví a preguntar- ¿me podrías decir donde es este lugar?
-Claro- tomó el papel en sus manos y luego de leerlo me miró de nuevo. – A este instituto asiste mi hermano- habló con una sonrisa. –Mira solo tomas el bus de la esquina y en la primera parada te bajas, caminas unos trescientos metros al norte y luego- paró, debió ver mi cara de confusión.  Rió y yo solo me sonrojé apenado. - ¿Quieres que te lleve?
-Oh no, no quiero ser una molestia.
-No lo eres, vamos, me queda de camino.
-No, en serio.
-Vamos, insisto, tú necesitas llegar y mi conciencia no me dejará tranquila sabiendo que te dejé ir solo. – Asentí apenado y entré al lado del copiloto, ella se subió del lado del piloto y encendió el auto.
-Disculpa que pregunte, pero ¿Cómo te llamas?- ella rió.
-Gemma y ¿tú eres?
-Louis, tu nuevo vecino, bueno, me acabo de mudar con mis padres.

Hablamos todo el camino, era una chica muy risueña y amable. Supe que está estudiando enfermería en la Universidad de Londres pero que había ido el fin de semana a visitar a su familia. Tenía un hermano de mi edad, y se llamaba Harry, además de que estudiaba en el mismo instituto por lo tanto tendría la oportunidad de conocerlo. Ella hablaba mientras yo simplemente asentía o simples vocablos salían de mi boca. Llegamos al instituto y me dio un beso en la mejilla para después despedirme. Salí del auto y esperé que se fuera para dar la vuelta. Al hacerlo, quedé maravillado por la gran institución. Me acerqué con pasos lentos. Los estudiantes comenzaban a entrar, emocionados por encontrarse con esos viejos amigos, mientras yo solo caminaba, esperando que este año fuera diferente que el anterior.

Caminé hacia la dirección y le hablé nerviosamente a la secretaria, que luego de unos minutos me dijo que esperara sentado en unas bancas que se encontraban cerca. El timbre sonó y el pasillo se despejó rápidamente, mientras los estudiantes entraban cada uno a sus clases. Yo recosté mi cabeza en la pared y cerré mis ojos. Media hora después todavía me encontraba esperando en la misma posición. Unos pasos se escucharon en el pasillo y la secretaria al igual que yo levantamos la vista. Antes de que el chico pudiera seguir corriendo la mujer a mí lado lo llamó.

-Styles- el muchacho se detuvo y comenzó a caminar resignado hace ella. – Llegas tarde.
-Lo sé, lo sé, pero mi alarma no sonó, vamos, es el primer día.- hizo un puchero. Sus ojos eran como esmeraldas, y resplandecían con diversión. Me resultaba imposible apartar la vista.
-Que no vuelva a pasar.
-Gracias linda- le guió un ojo y ella se sonrojó, negando divertida. El se volvió para continuar con su camino, pero de nuevo lo detuvo.
-Styles, enséñale el instituto al nuevo, el profesor no te dejará entrar de todas maneras. – El se volvió, mirándome por primera vez en la mañana. Le dediqué una sonrisa y él me la devolvió, mientras dos hoyuelos se enmarcaban, uno en cada mejilla.
-Harry- dijo tendiéndome la mano.                       
-Louis- estiré mi mano para estrecharla con la suya.