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Eterno amor - Nicholas Jonas [One Shot]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Eterno amor - Nicholas Jonas [One Shot]
Nombre: Eterno amor.
Autor: Noelia (yo)
Adaptación: No.
Genero: Romance.
Advertencias: Es el primero que escribí, creo que mejoré mi escritura con el paso del tiempo. Por eso, acepto quejas (?) kasjdf.
Otras páginas: Lo subí hace mucho en fb.
Eterno amor
Era una noche fría y ventosa en la ciudad de Nueva Jersey, Estados Unidos.
Abby miró a su alrededor, sentada en su banco del jardín, ubicado frente a la enorme casa que su hija menor le regaló para el día de la madre; lo suficientemente grande para caber tres o cuatro personas.
Era típico encontrarla sentada allí, viendo el vecindario. Podía pasar horas observando a los niños jugando y riendo mientras corren en busca de nuevas aventuras; observando a las parejas compartiendo tiempos juntos en sus respectivos hogares; observando a sus mascotas peleando por un hueso de cuero; observando la luna redonda justo arriba suyo, observando el tiempo pasar, etc. Siempre con una pequeña sonrisa en su cara.
Sus vecinos la saludaban todos los días alegremente e incluso algunas veces, se detenían a compartir alguna anécdota de su día. Realmente era muy querida por todos.
Ella encontraba la vida como algo hermoso, un divino regalo. Siempre dando consejos a sus seres queridos de que debían disfrutar cada segundo de sus días, porque sólo se vive una vez. Su lema es “¿Para qué vivir si no lo disfrutas?” Y sí que ella sabía de eso, vivió cada parte de su vida disfrutándolo, ya sean momentos de felicidad o de tristeza, guardó cada pequeña parte de ellos en su memoria.
Una brisa fresca la hizo temblar y al segundo sintió una manta caliente en sus hombros. Nicholas se la había traído y le regaló una cálida sonrisa. Ella le invitó a tomar asiento a su lado, devolviéndole el gesto y pasando la manta por delante lo suficiente como para cubrirse ambos.
El silencio los invadió por unos minutos, hasta que Abby comenzó a hablar.
“¿Recuerdas? Yo tenía 8 años y tú 10… estaba completamente enamorada de ti, desde el primer día en que te conocí. Siempre te miraba como las estrellas que brillan en el cielo cada vez que nuestros padres se juntaban en días de fiesta o encontraban motivos para reunirse, solo para volverse a ver.
Nuestras mamás bromeaban acerca de nosotros, diciendo que creceríamos y nos enamoraríamos. Y nuestros papás negaban pero sonreían de acuerdo, logrando que me sonrojara y salir al patio tímidamente.
¡Oh! Nosotros jugábamos a las escondidas por toda la casa con los demás niños. Decías que siempre me encontrarías porque eras mayor, pero me dejabas ganar. Una vez intentaste besarme, pero salí corriendo. Éramos tan solo niños traviesos.”
Rió ante el recuerdo y él también lo hizo.
“Una tarde mis padres llegaron a mi habitación tratándome con más cariño de lo habitual. Yo estaba dándole de comer a mi pez cuando ellos me hicieron sentarme en la cama para darme la peor noticia que pude recibir: tu familia se mudaba a miles de kilómetros de la ciudad.
Recuerdo haber llorado el resto del día, hasta que me quedé dormida en los brazos de mamá.
Seguí jugando con los demás chicos del barrio, pero no era igual.”
Hizo una pequeña pausa para acomodar bien sus recuerdos y continuó:
“En mi cumpleaños número 16, te volví a ver.
Los dos crecimos, dejamos de lado la infancia para ser adolescentes/adultos. Te reconocí por todos los rizos marrones alborotados en tu cabeza y por ese par de ojos avellana inconfundibles.
Tu rostro lucía tan jodidamente hermoso, con esa cantidad exacta de lunares esparcidos por todos lados, dándote un toque adorable. Y esa boca carnosa en forma de corazón…que de repente sentí ganas de probarla.
Estabas mucho más alto y todo musculoso, llevando siempre contigo ese collar que compraste en una de tus vacaciones. Y tus ojos brillaban como las estrellas del cielo.
Te acercaste a saludarme con una gran sonrisa, capaz de detener al mundo.
De repente había olvidado cómo hablar y sentí un escalofrío en mi interior, seguías provocando cosas en mí. Mis sentimientos volvieron a salir de donde estaban guardados.
Estuvimos hablando toda la tarde y me contaste que se volvieron a mudar para que estudies en la universidad de NJ, y sentí la felicidad recorrer mi alma. Te conté algunas cosas de mi vida hasta que era hora de regresar a mi casa. Me acompañaste hasta mi casa y mis padres se sorprendieron tanto de verte, mi madre no dejaba de abrazarte y de decirte lo guapo que estabas. Coincidía con ella.
Sin duda, fuiste el mejor regalo de cumpleaños.
Seguimos charlando a diario y juntándonos a pasar el rato en algún lado con mis amigos, que pronto fueron tuyos también.
Pasaron unos cuantos meses, cuando me pediste que sea tu novia. Debo admitir que me tomaste desprevenida pero asentí segura y feliz. Y allí, en el parque que concurrimos tantas veces, nos besamos por primera vez. Fue hermosamente mágico.
Nuestras familias se volvieron a juntar, haciendo “viernes de reunión” y en uno de esos viernes, anunciamos que estábamos de novios. Nuestros papás nunca creyeron que las viejas bromas se harían realidad y nuestras mamás sonreían apoyándonos. Lo cual fue grandioso y aliviante.”
Fue interrumpida por la tos de la persona a su lado, Abby lo miró con cariño, golpeándole suavemente la espalda hasta que dejó de toser.
- Sí, recuerdo sus caras, fueron realmente graciosas.
- Shh, silencio Nicholas. – Ella lo calló para seguir contando. No sabía exactamente por qué quiso volver a recordarle su historia, sólo las palabras fueron saliendo de su boca.
“A los cinco meses de nuestra relación, tuvimos nuestra primera gran discusión.
Creo que estaba disgustada contigo por haberme mentido acerca de tus planes para el fin de semana –sin saber que estabas preparándome una fiesta sorpresa-.
Te corrí de mi casa cerrándote la puerta en la nariz, en vez de un habitual beso de despedida.
Mi enojo duró hasta el día siguiente, al amanecer, cuando salí a tomar aire porque no podía dormir más y te vi, sentado en el cordón de la calle esperándome con un ramo de rosas blancas, mis favoritas.
Volteaste al notar mi presencia y atorándote con las palabras, me explicaste el malentendido. Te perdoné rápidamente y te pedí disculpas por arruinar la sorpresa.
De todos modos iba a hacerlo porque esas pocas horas separados se sintieron horrible.
Pudimos contra eso, y más.”
“¡Oh! Recuerdo que me llevaste a la playa en nuestro primer aniversario, era tarde e íbamos en tu nuevo auto.
Caminamos tomados de la mano por la orilla del mar cristalino, pequeñas olas golpeaban mis tobillos y el viento producía suaves ondas en mi vestido floreado. La gente ya abandonaba el lugar, dejándonos solos, alumbrados por la bella luna.
Ahí me di cuenta de que lo único que necesitaba para encontrar la felicidad, era estar a tu lado.
Recuerdo que tuve un momento de inspiración y te dije: ‘Amo tus bellos e hipnotizantes ojos. Amo cada uno de tus rizos. Amo tu despareja sonrisa. Amo prepararte el café por las mañanas. Amo conocer cada mueca que haces. Amo cocinar contigo. Amo que tengas paciencia a la hora de enseñarme algún juego. Amo escucharte cantar en la ducha. Amo verte bailar sin música, aunque no sepas que te estoy viendo. Amo los besos suaves y cariñosos que me regalas. Amo pasar el día contigo. Te amo.’
Luego de caminar por unos minutos en un cómodo silencio, nos sentamos en la fina arena y me abrazaste por detrás, susurrándome al oído esas dos palabras que guardé en mi corazón: Te amo.
Y esa noche fue cómplice de nuestro amor.”
Hizo una corta pausa para beber un poco de agua, hablar tanto le secó la boca. Abby le convidó a Nicholas la botella y suspiró, ya estaba por comenzar las partes finales de la historia y sus favoritas.
“Unos años después, estábamos en la piscina de tu casa celebrando tu egreso de la universidad, junto a toda la familia y unos cuantos amigos.
Ya eras un abogado con certificado y yo estaba terminando mi carrera.
Me senté en una de las sillas plegables luego de pasar un rato nadando, observando como el día pasaba delante de mis ojos. Te vi llegar hasta mí con un trapo negro en las manos, y me lo colocaste, tapándome la vista. No pregunté para qué, porque siempre lo hacías para darme algún regalo o alguna sorpresa pequeña pero significante. Confiaba plenamente en ti y no lo cuestioné.
Me llevaste con cuidado hasta dentro de la casa y me quitaste la venda.
Hermoso, eso era.
En la pared estaba en forma de corazón, un mosaico de fotos de nosotros dos juntos y en el medio mi preferida, la que salíamos besándonos y de fondo estaba el parque del centro de Nueva Jersey.
Te arrodillaste frente a mí, lucías completamente nervioso, pero pudiste realizar la pregunta: ¿Quieres casarte conmigo?
Me abrazaste y depositaste muchos besos por mi cara cuando asentí feliz.
Fue la mejor decisión que tomé.”
Sonrió al recordar eso. Aún mantenía con ella el mosaico, colgado en la pared de su habitación. El mosaico no solo le traía ese recuerdo en particular, también cada una de las fotografías que lo armaban traían hermosos o tristes momentos que compartieron juntos a lo largo de su relación. Es muy valioso.
“Caminaba hacia el altar del brazo con mi papá, quien ya se encontraba llorando por mucho que le haya pedido que no lo haga porque me haría llorar y no quería que el maquillaje se corriera haciéndome parecer un mapache.
Mi vestido de cola blanco se arrastraba por mi caminata hacia ti. Te miré a los ojos, ellos expulsaban rayos de felicidad y ansias, al igual que los míos.
Todos nuestros amigos más cercanos y algunas personas que pasaban de casualidad por ahí nos acompañaron en una de las mejores noches de nuestras vidas. La ceremonia sin duda, fue maravillosa.
Nuestras mamás lloraban abrazadas por ver a sus hijos crecer tan rápido. Y nuestros papás sonreían orgullosos y trataban de consolar a sus esposas.
Dijiste ‘Acepto’ y luego me tocó a mí decirlo.
Me convertí en Sra. Jonas.”
Otra vez, su compañero tuvo un ataque de tos, pero más corto.
- ¿Quieres que vayamos adentro? Está apunto de llover.- habló Abby mirando el cielo lleno de nubes de agua.
- No hace falta, quiero oír el final de la historia. – Nicholas le sonrió y Abby dudosa volvió a retomar la narración.
“Al volver de la luna de miel, juntos compramos la casa donde vivías antes y que fue testigo de muchas risas y travesuras que cometimos de niños.
La vida como casados se hizo mucho más fácil una vez que acomodamos nuestros horarios de trabajo y salidas para organizarnos mejor. Íbamos a nuestros empleos por la mañana, almorzábamos juntos y a la tarde salías con tus amigos a jugar partidos de fútbol, mientras yo acomodaba nuestro hogar. Y por la noche nos acostábamos a ver películas o hacer lo que se nos ocurría al momento.
Meses después quedé embarazada de nuestra primera hija: Destiny. Al año de Peter y tres años más tarde de la última y la más mimada: Valery.
Amaba pasar las tardes con ellos, viéndolos jugar en el patio o en la casita del árbol, que tiempo atrás, nosotros la usábamos. Sentía tanta felicidad.
Mi vida estaba completa.”
- Ahora tengo 82 años y tú 84 y sigo mirándote como las estrellas del cielo, porque te amo.
Abby finalizó la historia viendo los ojos de su marido, compañero de vida, padre de sus tres hermosos hijos, mejor amigo, su amor.
Sus ojos destellaban amor, nada más que amor puro.
Nicholas apretó el agarre de su mano y sonrió ocultando una lágrima cayendo por su mejilla izquierda.
- Te amo, desde el primer día. – susurró viéndola a los ojos por unos segundos.
Amaba con locura a esa mujer desde el primer día en que la vio, con ese par de coletas adorables. Amaba cada pequeña parte de ella. Amaba despertar a su lado y sentir su corazón brincar. Amaba que le lleve el desayuno a la cama los días que tenía fatiga. Amaba aprender cada día algo nuevo de ella. Amaba sus ojos color gris claro. Amaba su hermosa sonrisa. Y aún la amaba con tantas arrugas en su cuerpo por la vejes. En fin, amaba haberla conocido.
Y lo más importante, el amor era correspondido.
Pero, como toda persona, su límite de vida estaba apunto de acabar.
Sintió que llegaba su hora de partida y no se quejaba porque vivió lo suficiente feliz, siempre al lado de Abby, el amor de su vida.
La tormenta se desató y comenzó a llover fuertemente.
Sus párpados se fueron cerrando poco a poco y su corazón dejó de latir.
Abby sintió aflojar el agarre de su mano y supo que él se había ido.
Se puso triste, claro que sí; pero no demasiado porque sabía que pronto también deberá partir y se encontrará nuevamente con él, en el cielo.
Continuaría su eterno amor en el paraíso.
FIN
Autor: Noelia (yo)
Adaptación: No.
Genero: Romance.
Advertencias: Es el primero que escribí, creo que mejoré mi escritura con el paso del tiempo. Por eso, acepto quejas (?) kasjdf.
Otras páginas: Lo subí hace mucho en fb.
Eterno amor
Era una noche fría y ventosa en la ciudad de Nueva Jersey, Estados Unidos.
Abby miró a su alrededor, sentada en su banco del jardín, ubicado frente a la enorme casa que su hija menor le regaló para el día de la madre; lo suficientemente grande para caber tres o cuatro personas.
Era típico encontrarla sentada allí, viendo el vecindario. Podía pasar horas observando a los niños jugando y riendo mientras corren en busca de nuevas aventuras; observando a las parejas compartiendo tiempos juntos en sus respectivos hogares; observando a sus mascotas peleando por un hueso de cuero; observando la luna redonda justo arriba suyo, observando el tiempo pasar, etc. Siempre con una pequeña sonrisa en su cara.
Sus vecinos la saludaban todos los días alegremente e incluso algunas veces, se detenían a compartir alguna anécdota de su día. Realmente era muy querida por todos.
Ella encontraba la vida como algo hermoso, un divino regalo. Siempre dando consejos a sus seres queridos de que debían disfrutar cada segundo de sus días, porque sólo se vive una vez. Su lema es “¿Para qué vivir si no lo disfrutas?” Y sí que ella sabía de eso, vivió cada parte de su vida disfrutándolo, ya sean momentos de felicidad o de tristeza, guardó cada pequeña parte de ellos en su memoria.
Una brisa fresca la hizo temblar y al segundo sintió una manta caliente en sus hombros. Nicholas se la había traído y le regaló una cálida sonrisa. Ella le invitó a tomar asiento a su lado, devolviéndole el gesto y pasando la manta por delante lo suficiente como para cubrirse ambos.
El silencio los invadió por unos minutos, hasta que Abby comenzó a hablar.
“¿Recuerdas? Yo tenía 8 años y tú 10… estaba completamente enamorada de ti, desde el primer día en que te conocí. Siempre te miraba como las estrellas que brillan en el cielo cada vez que nuestros padres se juntaban en días de fiesta o encontraban motivos para reunirse, solo para volverse a ver.
Nuestras mamás bromeaban acerca de nosotros, diciendo que creceríamos y nos enamoraríamos. Y nuestros papás negaban pero sonreían de acuerdo, logrando que me sonrojara y salir al patio tímidamente.
¡Oh! Nosotros jugábamos a las escondidas por toda la casa con los demás niños. Decías que siempre me encontrarías porque eras mayor, pero me dejabas ganar. Una vez intentaste besarme, pero salí corriendo. Éramos tan solo niños traviesos.”
Rió ante el recuerdo y él también lo hizo.
“Una tarde mis padres llegaron a mi habitación tratándome con más cariño de lo habitual. Yo estaba dándole de comer a mi pez cuando ellos me hicieron sentarme en la cama para darme la peor noticia que pude recibir: tu familia se mudaba a miles de kilómetros de la ciudad.
Recuerdo haber llorado el resto del día, hasta que me quedé dormida en los brazos de mamá.
Seguí jugando con los demás chicos del barrio, pero no era igual.”
Hizo una pequeña pausa para acomodar bien sus recuerdos y continuó:
“En mi cumpleaños número 16, te volví a ver.
Los dos crecimos, dejamos de lado la infancia para ser adolescentes/adultos. Te reconocí por todos los rizos marrones alborotados en tu cabeza y por ese par de ojos avellana inconfundibles.
Tu rostro lucía tan jodidamente hermoso, con esa cantidad exacta de lunares esparcidos por todos lados, dándote un toque adorable. Y esa boca carnosa en forma de corazón…que de repente sentí ganas de probarla.
Estabas mucho más alto y todo musculoso, llevando siempre contigo ese collar que compraste en una de tus vacaciones. Y tus ojos brillaban como las estrellas del cielo.
Te acercaste a saludarme con una gran sonrisa, capaz de detener al mundo.
De repente había olvidado cómo hablar y sentí un escalofrío en mi interior, seguías provocando cosas en mí. Mis sentimientos volvieron a salir de donde estaban guardados.
Estuvimos hablando toda la tarde y me contaste que se volvieron a mudar para que estudies en la universidad de NJ, y sentí la felicidad recorrer mi alma. Te conté algunas cosas de mi vida hasta que era hora de regresar a mi casa. Me acompañaste hasta mi casa y mis padres se sorprendieron tanto de verte, mi madre no dejaba de abrazarte y de decirte lo guapo que estabas. Coincidía con ella.
Sin duda, fuiste el mejor regalo de cumpleaños.
Seguimos charlando a diario y juntándonos a pasar el rato en algún lado con mis amigos, que pronto fueron tuyos también.
Pasaron unos cuantos meses, cuando me pediste que sea tu novia. Debo admitir que me tomaste desprevenida pero asentí segura y feliz. Y allí, en el parque que concurrimos tantas veces, nos besamos por primera vez. Fue hermosamente mágico.
Nuestras familias se volvieron a juntar, haciendo “viernes de reunión” y en uno de esos viernes, anunciamos que estábamos de novios. Nuestros papás nunca creyeron que las viejas bromas se harían realidad y nuestras mamás sonreían apoyándonos. Lo cual fue grandioso y aliviante.”
Fue interrumpida por la tos de la persona a su lado, Abby lo miró con cariño, golpeándole suavemente la espalda hasta que dejó de toser.
- Sí, recuerdo sus caras, fueron realmente graciosas.
- Shh, silencio Nicholas. – Ella lo calló para seguir contando. No sabía exactamente por qué quiso volver a recordarle su historia, sólo las palabras fueron saliendo de su boca.
“A los cinco meses de nuestra relación, tuvimos nuestra primera gran discusión.
Creo que estaba disgustada contigo por haberme mentido acerca de tus planes para el fin de semana –sin saber que estabas preparándome una fiesta sorpresa-.
Te corrí de mi casa cerrándote la puerta en la nariz, en vez de un habitual beso de despedida.
Mi enojo duró hasta el día siguiente, al amanecer, cuando salí a tomar aire porque no podía dormir más y te vi, sentado en el cordón de la calle esperándome con un ramo de rosas blancas, mis favoritas.
Volteaste al notar mi presencia y atorándote con las palabras, me explicaste el malentendido. Te perdoné rápidamente y te pedí disculpas por arruinar la sorpresa.
De todos modos iba a hacerlo porque esas pocas horas separados se sintieron horrible.
Pudimos contra eso, y más.”
“¡Oh! Recuerdo que me llevaste a la playa en nuestro primer aniversario, era tarde e íbamos en tu nuevo auto.
Caminamos tomados de la mano por la orilla del mar cristalino, pequeñas olas golpeaban mis tobillos y el viento producía suaves ondas en mi vestido floreado. La gente ya abandonaba el lugar, dejándonos solos, alumbrados por la bella luna.
Ahí me di cuenta de que lo único que necesitaba para encontrar la felicidad, era estar a tu lado.
Recuerdo que tuve un momento de inspiración y te dije: ‘Amo tus bellos e hipnotizantes ojos. Amo cada uno de tus rizos. Amo tu despareja sonrisa. Amo prepararte el café por las mañanas. Amo conocer cada mueca que haces. Amo cocinar contigo. Amo que tengas paciencia a la hora de enseñarme algún juego. Amo escucharte cantar en la ducha. Amo verte bailar sin música, aunque no sepas que te estoy viendo. Amo los besos suaves y cariñosos que me regalas. Amo pasar el día contigo. Te amo.’
Luego de caminar por unos minutos en un cómodo silencio, nos sentamos en la fina arena y me abrazaste por detrás, susurrándome al oído esas dos palabras que guardé en mi corazón: Te amo.
Y esa noche fue cómplice de nuestro amor.”
Hizo una corta pausa para beber un poco de agua, hablar tanto le secó la boca. Abby le convidó a Nicholas la botella y suspiró, ya estaba por comenzar las partes finales de la historia y sus favoritas.
“Unos años después, estábamos en la piscina de tu casa celebrando tu egreso de la universidad, junto a toda la familia y unos cuantos amigos.
Ya eras un abogado con certificado y yo estaba terminando mi carrera.
Me senté en una de las sillas plegables luego de pasar un rato nadando, observando como el día pasaba delante de mis ojos. Te vi llegar hasta mí con un trapo negro en las manos, y me lo colocaste, tapándome la vista. No pregunté para qué, porque siempre lo hacías para darme algún regalo o alguna sorpresa pequeña pero significante. Confiaba plenamente en ti y no lo cuestioné.
Me llevaste con cuidado hasta dentro de la casa y me quitaste la venda.
Hermoso, eso era.
En la pared estaba en forma de corazón, un mosaico de fotos de nosotros dos juntos y en el medio mi preferida, la que salíamos besándonos y de fondo estaba el parque del centro de Nueva Jersey.
Te arrodillaste frente a mí, lucías completamente nervioso, pero pudiste realizar la pregunta: ¿Quieres casarte conmigo?
Me abrazaste y depositaste muchos besos por mi cara cuando asentí feliz.
Fue la mejor decisión que tomé.”
Sonrió al recordar eso. Aún mantenía con ella el mosaico, colgado en la pared de su habitación. El mosaico no solo le traía ese recuerdo en particular, también cada una de las fotografías que lo armaban traían hermosos o tristes momentos que compartieron juntos a lo largo de su relación. Es muy valioso.
“Caminaba hacia el altar del brazo con mi papá, quien ya se encontraba llorando por mucho que le haya pedido que no lo haga porque me haría llorar y no quería que el maquillaje se corriera haciéndome parecer un mapache.
Mi vestido de cola blanco se arrastraba por mi caminata hacia ti. Te miré a los ojos, ellos expulsaban rayos de felicidad y ansias, al igual que los míos.
Todos nuestros amigos más cercanos y algunas personas que pasaban de casualidad por ahí nos acompañaron en una de las mejores noches de nuestras vidas. La ceremonia sin duda, fue maravillosa.
Nuestras mamás lloraban abrazadas por ver a sus hijos crecer tan rápido. Y nuestros papás sonreían orgullosos y trataban de consolar a sus esposas.
Dijiste ‘Acepto’ y luego me tocó a mí decirlo.
Me convertí en Sra. Jonas.”
Otra vez, su compañero tuvo un ataque de tos, pero más corto.
- ¿Quieres que vayamos adentro? Está apunto de llover.- habló Abby mirando el cielo lleno de nubes de agua.
- No hace falta, quiero oír el final de la historia. – Nicholas le sonrió y Abby dudosa volvió a retomar la narración.
“Al volver de la luna de miel, juntos compramos la casa donde vivías antes y que fue testigo de muchas risas y travesuras que cometimos de niños.
La vida como casados se hizo mucho más fácil una vez que acomodamos nuestros horarios de trabajo y salidas para organizarnos mejor. Íbamos a nuestros empleos por la mañana, almorzábamos juntos y a la tarde salías con tus amigos a jugar partidos de fútbol, mientras yo acomodaba nuestro hogar. Y por la noche nos acostábamos a ver películas o hacer lo que se nos ocurría al momento.
Meses después quedé embarazada de nuestra primera hija: Destiny. Al año de Peter y tres años más tarde de la última y la más mimada: Valery.
Amaba pasar las tardes con ellos, viéndolos jugar en el patio o en la casita del árbol, que tiempo atrás, nosotros la usábamos. Sentía tanta felicidad.
Mi vida estaba completa.”
- Ahora tengo 82 años y tú 84 y sigo mirándote como las estrellas del cielo, porque te amo.
Abby finalizó la historia viendo los ojos de su marido, compañero de vida, padre de sus tres hermosos hijos, mejor amigo, su amor.
Sus ojos destellaban amor, nada más que amor puro.
Nicholas apretó el agarre de su mano y sonrió ocultando una lágrima cayendo por su mejilla izquierda.
- Te amo, desde el primer día. – susurró viéndola a los ojos por unos segundos.
Amaba con locura a esa mujer desde el primer día en que la vio, con ese par de coletas adorables. Amaba cada pequeña parte de ella. Amaba despertar a su lado y sentir su corazón brincar. Amaba que le lleve el desayuno a la cama los días que tenía fatiga. Amaba aprender cada día algo nuevo de ella. Amaba sus ojos color gris claro. Amaba su hermosa sonrisa. Y aún la amaba con tantas arrugas en su cuerpo por la vejes. En fin, amaba haberla conocido.
Y lo más importante, el amor era correspondido.
Pero, como toda persona, su límite de vida estaba apunto de acabar.
Sintió que llegaba su hora de partida y no se quejaba porque vivió lo suficiente feliz, siempre al lado de Abby, el amor de su vida.
La tormenta se desató y comenzó a llover fuertemente.
Sus párpados se fueron cerrando poco a poco y su corazón dejó de latir.
Abby sintió aflojar el agarre de su mano y supo que él se había ido.
Se puso triste, claro que sí; pero no demasiado porque sabía que pronto también deberá partir y se encontrará nuevamente con él, en el cielo.
Continuaría su eterno amor en el paraíso.
FIN
Noelia_de_Jonas
Re: Eterno amor - Nicholas Jonas [One Shot]
AHHHHHHH!
Que LINDO!!!
Felicidades Hermosa!!!, te quedo ultramegaarchi Hermoso! :chkt:
FELICITACIONES!!!
Que LINDO!!!
Felicidades Hermosa!!!, te quedo ultramegaarchi Hermoso! :chkt:
FELICITACIONES!!!
alinprincess
Re: Eterno amor - Nicholas Jonas [One Shot]
Aww.alinprincess escribió:AHHHHHHH!
Que LINDO!!!
Felicidades Hermosa!!!, te quedo ultramegaarchi Hermoso! :chkt:
FELICITACIONES!!!
Muchas graciaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
Pensé que nadie iba a comentar :c alskdlassdldf gracias cariño :) de verdad :)
Noelia_de_Jonas
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