Cassualty? I don't think so...

por **Shoffy_DiJoSmi** Dom 01 Sep 2013, 10:35 pm

Ella. Una de las pocas mujeres que a pesar de tener todo al alcance de su mano y mucho dinero rodeándola, decidió independizarse y formar su propia vida con su propio esfuerzo.
Él. Al igual que ella, decidió no darle mayor importancia a las arcas de su familia ni al falso interés de sus padres hacia sus pasatiempos, formando un nuevo hogar de uno, con su carrera y sus comodidades, con su propio esfuerzo.
Algunos lo llamarán karma, otros casualidad, pero ellos preferirían llamarlo destino. Si el demo no hubiese caído de su bolso ese día, su mejor amiga no hubiese tenido que cambiar la cita con su representante, y si su amiga no hubiese perdido su oportunidad de viajar por negocios ese día, ella no hubiese tenido que tomar su lugar. Si el coche de su mejor amigo no hubiese sido robado por sus sobrino y estrellado, él no hubiese llegado dos días más tarde a su destino.
Sin embargo allí estaban los dos, en las calles de Venecia, caminando distraídos en direcciones enfrentadas, chocando el uno con el otro sin notarlo.
-Lo siento –se disculpó él.
-No tienes por qué, también yo venía distraída –minimizó ella con una leve sonrisa.
Sin importarle a él su entrevista de trabajo ni a ella la de su amiga, intercambiaron palabras y tímidas risitas hasta que al fin lograron encontrar a alguien que conocía el lugar. Luego de intercambiar números telefónicos, cada uno siguió si camino.
Encontrándose sola en el cuarto de hotel, agradeció internamente al reconocer el nombre de él en el visor de su teléfono. Entretenidamente hablaron sobre cualquier cosa hasta que recibió de su parte una propuesta que aceptó sin dudar, iría a cenar con él.
El brillo de las estrellas de ese momento bajo las pérgolas del restaurant Cipriani era un brillo que nunca saldría de su mente, ni de la de él. Tal vez, él al igual que ella, se alegraba de haber encontrado a alguien con quién compartir una noche elegante en la que de otra manera hubiesen estado solos en un cuarto de hotel. Mas nunca se imaginaron que volverían a verse en ese mismo lugar.
Esa fue oficialmente la noche en la que una de las pocas buenas historias comenzó, la noche en la que, sin saberlo, comenzaron algo que nunca en su vida podrían olvidar, un momento especial.
Un mes después, a punto de terminarse su visa, ambos decidieron extenderlas y quedarse allí, ya que en sus respectivos hogares, no podrían disfrutar del otro como lo hacían en ese lugar. La versión sorprendente de él fue la que despertó esa mujer, la versión de él con la cual se sentía liberado, sin presiones, libre de ser quien quisiera.
Ya conociendo cada parte de la vida, el pasado, la mente y el cuerpo del otro, era imposible pretender dejar todo atrás así como así. Era imposible olvidar todos esos viajes a las islas, paseos en góndolas, clases improvisadas de italiano, recorridos y extravíos, desesperación al no saber del otro por días, búsquedas de empleo apresuradas, besos, risas, caricias, celos, juegos, felicidad, tristeza, amor.
Su día más inolvidable fue aquél en el cual ella llevaba su máquina fotográfica sobre su cuello capturando cada lugar que visitaba junto a él. Al mirarla él sentía que nunca podría agradecerle más al sobrino de su mejor amigo por haber tomado ese coche, aunque sonara extraño, fue la mejor noticia que pudiera haber escuchado, pensándolo ahora, por supuesto.
Una vez subidos a la góndola, él la miraba maravillado, observando la emoción en su rostro al lograr una buena toma y su risa tímida cada vez que él le robaba un beso. Sintiéndose extrañamente a gusto, comentó:
-Este es el túnel de los suspiros.
- ¿Y por qué ese nombre? –preguntó ella después de capturar la gran masa de piedra con su cámara.
-Se llama así porque aquellos que eran condenados a pasar su vida entre las rejas, levantaban la vista y, sabiendo que sería la última vez que verían el cielo antes de entrar a prisión, suspiraban. –recordó él al mismo tiempo que, precisamente, suspiraba.
-Wow –suspiró igualmente ella- ¿Y qué sucedió con la prisión?
-Pues… ya no está.
-¿Te imaginas en esa situación ahora mismo? –preguntó ella con sincera curiosidad.
-No.
-¿Por qué?
-Porque no sería la última vez que viera el cielo, o mi último momento de libertad. Tú estás conmigo aquí, lo que significa que vería el cielo contigo michas veces más. Escuchar tu risa me hace sentir en el cielo, libre, y saber que soy yo el causante de alguna de esas sonrisas tímidas o de tu sonrojo me hace sentir infinita y tontamente feliz, mi suspiro no sería de tristeza ni dolor, sería de esperanza, ya que el resto de mi vida sería contigo.
Si el sonido del agua chocando contra las paredes del canal y la góndola, o los ruidos de las calles no hubiesen sido tan audibles, estaba segura de que todo ser humano a un kilómetro a la redonda hubiese podido escuchar el apresurado latido de su corazón en ese preciso momento. Todavía no existe palabra que pueda describir lo que ella había sentido en ese momento, ni lo que él había visto en sus ojos al sostenerle la mirada, ni el vuelco que dio su corazón al besarla de tal manera. Sin dudarlo, ella era la mujer de su vida.
Si todos los enamorados hubiesen visto el brillo de la luna de esa misma noche, dirían que no era comparable con el brillo en los ojos de ella al verlo sobre una de sus rodillas en el salón principal del Cipriani, ese lugar tan especial ahora para ellos. Sus piernas flaquearon al escuchar esa proposición de los labios de aquél hombre al que llegó a amar con locura, como nunca antes nadie había amado a nadie. Amarlo tanto que duele, y que duela tanto que sea bueno, que sea bueno, tan bueno, saber que era correspondida, saber que siempre estaría para ella así como ella estaría para él. Saber cuanto necesitaban uno del otro y no importarles, confiar ciegamente.
La familia de él se sorprendió tanto como la de ella al verlos volver de sus respectivos viajes de negocios un año después comprometidos y a simple vista sinceramente enamorados. A pesar de su gran sorpresa, su apoyo estuvo sobre la pareja en todo momento y su boda fue la más especial. Ambos decidieron que era el momento de sacar provecho de la buena vida que siempre habían rechazado.
Dieciséis años y nueve meses después de su noche de bodas, su primera hija viajaba a Venecia como estudiante de intercambio. Sus dos hermanos más pequeños habían quedado con sus padres en su casa en París. No podría desear más. Como pocos adolescentes, disfrutaba de conocer el lugar en donde sus padres se conocieron y formaron esa hermosa familia que ella tanto atesoraba. Con su mejor amiga decidieron tomar un viaje en góndola, mas no lograron ir juntas ya que sólo un lugar quedaba junto a un joven italiano, así que ella se subió en lugar de su amiga que prefirió esperar.
-Hola –saludó amistoso el joven con un acento italiano inconfundible
-Hola –respondió la joven sonriendo y tomando una foto con su cámara-. ¿Conoces este lugar? –preguntó con la curiosidad de su madre.
-Por supuesto. –Aseguró-. Este es el túnel de los suspiros…

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