Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Another Chance. ||Zayn Malik.||
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 2 de 2. • Comparte
Página 2 de 2. • 1, 2
Re: Another Chance. ||Zayn Malik.||
Perdón por comentar tan tarde. Igual, me encanto el capitulo odio con todas mis fuerzas la actitud de Zayn y Harry pero ya que :roll:
¡Síguela cuando puedas!
¡Síguela cuando puedas!
Sophia.
Re: Another Chance. ||Zayn Malik.||
No te preocupes bb, gracias por comentar.<333Sophia. escribió:Perdón por comentar tan tarde. Igual, me encanto el capitulo odio con todas mis fuerzas la actitud de Zayn y Harry pero ya que :roll:
¡Síguela cuando puedas!
Son más que caras bonitas, lo verás más adelante. ;---;
La sigo hoy.
Arkasia.
Re: Another Chance. ||Zayn Malik.||
dos.
Sky caminaba por la acera, mirando casualmente aquí y allá las vitrinas de algunas tiendas y las personas dentro de ellas. Se preguntaba si así como ella se fijaba en ellos cuando menos pensaban que alguien lo hacía, los demás lo harían con ella. Era así como funcionaba su mente muchas veces; pensaba las cosas, más nunca las decía en voz alta.
Se dirigía al único lugar de la ciudad en el que sentía paz, el parque del nada ni nadie, como ella lo llamaba. Disfrutaba del hecho de ser una de las pocas personas que conocían aquél lugar, o quizás tan solo ella lo conocía, ya que nunca veía a nadie por allí.
De cualquier modo no le parecía tan extraño. La gente, tanto la que vive como la que va de vacaciones en Los Ángeles solo piensa en las grandes playas, tablas de surf, cocteles de todos los colores y fiestas de sol a sol… Ella ya estaba cansada de todo aquello. Su madre, dueña de un pequeño pero muy popular hotel en la playa misma, pasaba su vida entera allí. Era completamente diferente a su hija. Morgan, su madre, dueña de medallas escolares por natación y velocidad, amaba surfear y la playa era su segundo hogar. Le encantaba el sonido de las olas al romper, y para ella, no había mejor cosa que hacer en una mañana que ver las primeras olas calmadas rozar sus pies aún por más fría que estuviese. En cambio, Sky no tenía medallas. Aunque si alguna vez hubiese mostrado sus obras escritas en los concursos de literatura de la secundaria de seguro las tendría. Leer era su pasión, y se hacía de un libro cada vez que una situación no iba bien. Según ella, le ayudaba a pensar. Cada mañana, recogía su largo cabello oscuro en un moño, se apoyaba contra la ventana de su azotea y miraba por allí, hasta que, a las ocho y treinta, las aves pasaban dejando su vuelo elegante y el único sonido que Sky lograba encontrar melodioso.
A los cortos diez minutos de haber salido de su hogar, había llegado hasta su pequeño secreto. Se apoyó contra el gran árbol de Ceiba de siempre, y abrió su libro, dejando el separador sobre una de las raíces que sobresalían por la tierra.
“Pero los pensamientos que intentamos negar
Pasan factura a nuestras vidas
Avanzando penosamente en abismos de orgullo
Atrapados en mentes únicas.”
Hace unas semanas había decidido cambiar un poco de estilo y comprar un libro de poesía. Le comenzaba a gustar cada vez más, mientras más leía, le atrapaba. Vaya que esto le parecía un millón de veces mejor que estar en la playa, quemándose la piel y escuchando los constantes gritos de niños jugando en la arena, sin exceptuar el probable equipo de sonido que tendrían allí no con un audio necesariamente relajante. Ni siquiera podía leer en aquel lugar, le resultaba imposible. Lo divertido de aquello es que la playa se encontraba a tan solo ocho kilómetros de su pequeño lugar, así que cuando había una marea alta, cosa que ya sabía cómo detectar muy bien gracias a su madre, podía escuchar desde allí las olas romper y sabía que lo más seguro era que su madre había pasado una gran tarde montando olas con su tabla.
Algo interrumpió su lectura, un sonido entre los arbustos. Pero tomando en cuenta el que en todos los años que tenía yendo a aquél lugar sin que nadie se presentara, al menos no en el momento que ella se encontraba allí, decidió ignorar completamente aquél sonido. Y continuó su lectura.
Dos minutos aproximadamente pasaron, hasta que Sky pudo escuchar de nuevo semejante sonido. Las dudas comenzaban a crecer en su mente y cada vez se volvía más difícil para ella tan solo ignorar. Pero lo logró, pasó la página del libro con un tapizado azul negro, y continuó con su lectura por segunda vez. Había logrado diez minutos más de lectura sin ninguna interrupción, ahora más que nunca estaba segura de que debió ser el viento o uno de esos animales pequeños a los que tanto les gustaba aquél parque por las mismas razones que a ella: Tranquilidad. Aunque no duró mucho más, pronto volvió a escuchar el sonido proveniente del follaje y los arbustos. Empezaba a volverse fastidioso ante ella. Pero mientras el sonido se acercaba, y podía oírlo más cerca y más claro, empezaba a reemplazar el sentimiento de frustración por uno de terror. Trataba de explicarse a sí misma que lo más probable es que tan solo fuese un indefenso animal, o tan solo el viento que viene desde la playa, pero no podía convencerse. Cerró su libro con frustración, suspirando pesadamente mientras alejaba su ser del gran árbol de Ceiba. Y caminó hasta allá con desgana.
—Zayn, eres un idiota.
—Yo sugerí hacer una desviación, tú llevabas el mando del auto. —Dijo él, en una fallida defensa—.
—Oh, claro, por eso giraste el volante haciendo que casi arrollemos a una anciana.
—Está bien, lo siento. Pero, Harry… ¿Dónde demonios estamos?
—No lo sé, no tengo señal. —Negó, con la mirada frustrada hacia su teléfono—. Habrá que pasar por esos arbustos.
Ambos suspiraron, cansados. No tenían muchas opciones que se dijera.
Comenzaron apartando los primeros frondosos arbustos con ambas manos en desesperación. Gran error. Habían tenido la suficiente desgracia de haber posado sus manos en un arbusto de zarzamoras. Deliciosas frutillas, hermoso color, las pequeñas bolitas moradas y rojas caían del arbusto para la recolección. Pero para disgusto de ellos y sus manos, no era temporada de recolección. Las pequeñas y dulces frutillas no habían aparecido, por lo que nunca podrían haber distinguido que era uno de ellos, las hojas se tornaban de un tono seco y, para mal de males, las espinas estaban más largas y punzantes que nunca. Ambos chicos soltaron un alarido de dolor, quitando las manos rápidamente del lugar donde había ocurrido aquello, pero las espinas ya estaban en sus manos y no sabían cómo quitarlas sin causar aún más dolor del actual. Clases especiales de jardinería, a lo único que no habían ido en toda su vida y desearían alguna vez haberlo hecho.
—¡Ahora tú eres un idiota!
—No te pongas delicada. —Bufó, y con sarcasmo en su voz dijo—. Yo sólo sugerí que debíamos pasar por allí.
—Oh, ni siquiera intentes…
—Ni siquiera intentes quitar esas espinas ahora mismo. —Susurró ella—.
Su voz los sorprendió de golpe, haciéndolos voltear con duda. ¿Había alguien más allí? Aunque, bueno, ni siquiera sabían francamente donde estaban. Así que la vieron. Sí que había alguien allí, y era una chica. Sostenía en sus manos un libro de color azul, o negro, no lo sabían con certeza. Su cabello oscuro caía perfectamente desde sus hombros hasta su cintura. Sus ojos grises y toques azules les miraban con confusión. De seguro ella también se preguntaba qué rayos hacían ellos allí. Sobre todo por el hecho de se encontraban alterados, y con espinas clavadas en sus manos. Ahora, los tres de ellos, escucharon un sonido leve proveniente de los arbustos una vez más. Y ahora, claro, no era ninguno de ellos tratando de atravesar el follaje. Una pequeña ave salió de entre los arbustos, para calma de todos, excepto la chica. La pequeña ave era un Tazuinazú, y tenía un ala rota. Pronto la tomó en sus manos, decidida a llevarla a su hogar y curarla. Era un ave extraña, silenciosa, peligrosa en ataque. Pero muy hermosa.
—Vengan conmigo. –Dijo ella suavemente, tocando las plumas del ave y empezando a caminar lentamente—.
—No sabemos quién eres.
Frase poco común para un par de chicos en aquella ciudad. Sin embargo, ella tan sólo suspiro por lo bajo, deteniéndose en su camino. Podría dejarlos allí simplemente, pero algo dentro de sí le decía que no fuese tan estúpida. Y, a pesar de que sería quizás aún más estúpido llevar dos desconocidos a su hogar… No lo percibía de esa forma.
—Mi nombre es Sky. —Masculló—. Y ustedes necesitan ayuda.
—¿Ayuda? —Preguntó uno de ellos, con clara confusión—. No creo que…
—Porque, par de idiotas, el veneno de las espinas que tienen en las manos, les causará dolor insoportable. Y supondré que no saben cómo quitarlo.
—Yo no siento… ¡Ah!
El rizado comenzó a sujetar su mano con fuerza, rogando porque el dolor desapareciese pronto. Ya no le importaba nada, necesitaba que desapareciera.
—Está bien, iremos contigo. —Dijo el moreno, empezando a sentir el dolor punzante al igual—.
La chica dejo una casi imperceptible sonrisa y comenzó a caminar con el ave en sus manos y los dos chicos siguiéndola. En un camino recto logró salir de aquél lugar del cual los dos chicos no tenían ni idea de cómo salir. Ambos la miraban sorprendidos y con confusión, aunque les costaba demasiado concentrarse debido al dolor que los amenazaba a cada segundo. Pronto empezaron a andar por la ciudad, aunque nadie parecía prestarles demasiada atención. Algunas señoras y ancianos saludaban a Sky casualmente, uno en particular, un anciano que se apoyaba en la entrada de la librería. Probablemente el dueño, preguntándole como le estaba yendo con el último libro que llevo. “Es un libro bastante bueno, gracias por mostrármelo.” Fueron sus palabras, a lo que el hombre solo sonrió y entro rápidamente a su puesto en la librería. Siguieron su camino, hasta llegar a una casa color crema con ventanas potradas en madera oscura. Ambos creyeron que se trataba de la casa de la chica, ya que pronto ella sacó una pequeña llave de su bolsillo junto a un llavero en forma de ave pintada en negro. Pasó, dejando la puerta abierta a lo que ellos entraron, luego ella volvió a cerrar, dejando la llave en un estante en el recibidor.
—Siéntense, ya vuelvo.
Con estas palabras y sin siquiera voltear a ver si aún se retorcían del dolor, cosa que era segura, subió por las escaleras de madera causando un leve ruido con la suela de su zapatos. Subió a la azotea de su habitación, donde se dedicó a poner una pequeña venda en el ala del ave en forma de sostenerla hasta que sanara, aplico una que otra pomada, y la dejo descansando sobre una suave manta. Luego se dirigió a la despensa, para tomar de allí alcohol, cicatrizante, una gasa y unas pinzas. Bajo presurosamente no sin antes echar un último vistazo al ave, y se sentó en medio de ambos chicos quiénes ahora yacían en el sofá más largo de la sala.
Se dirigía al único lugar de la ciudad en el que sentía paz, el parque del nada ni nadie, como ella lo llamaba. Disfrutaba del hecho de ser una de las pocas personas que conocían aquél lugar, o quizás tan solo ella lo conocía, ya que nunca veía a nadie por allí.
De cualquier modo no le parecía tan extraño. La gente, tanto la que vive como la que va de vacaciones en Los Ángeles solo piensa en las grandes playas, tablas de surf, cocteles de todos los colores y fiestas de sol a sol… Ella ya estaba cansada de todo aquello. Su madre, dueña de un pequeño pero muy popular hotel en la playa misma, pasaba su vida entera allí. Era completamente diferente a su hija. Morgan, su madre, dueña de medallas escolares por natación y velocidad, amaba surfear y la playa era su segundo hogar. Le encantaba el sonido de las olas al romper, y para ella, no había mejor cosa que hacer en una mañana que ver las primeras olas calmadas rozar sus pies aún por más fría que estuviese. En cambio, Sky no tenía medallas. Aunque si alguna vez hubiese mostrado sus obras escritas en los concursos de literatura de la secundaria de seguro las tendría. Leer era su pasión, y se hacía de un libro cada vez que una situación no iba bien. Según ella, le ayudaba a pensar. Cada mañana, recogía su largo cabello oscuro en un moño, se apoyaba contra la ventana de su azotea y miraba por allí, hasta que, a las ocho y treinta, las aves pasaban dejando su vuelo elegante y el único sonido que Sky lograba encontrar melodioso.
A los cortos diez minutos de haber salido de su hogar, había llegado hasta su pequeño secreto. Se apoyó contra el gran árbol de Ceiba de siempre, y abrió su libro, dejando el separador sobre una de las raíces que sobresalían por la tierra.
“Pero los pensamientos que intentamos negar
Pasan factura a nuestras vidas
Avanzando penosamente en abismos de orgullo
Atrapados en mentes únicas.”
Hace unas semanas había decidido cambiar un poco de estilo y comprar un libro de poesía. Le comenzaba a gustar cada vez más, mientras más leía, le atrapaba. Vaya que esto le parecía un millón de veces mejor que estar en la playa, quemándose la piel y escuchando los constantes gritos de niños jugando en la arena, sin exceptuar el probable equipo de sonido que tendrían allí no con un audio necesariamente relajante. Ni siquiera podía leer en aquel lugar, le resultaba imposible. Lo divertido de aquello es que la playa se encontraba a tan solo ocho kilómetros de su pequeño lugar, así que cuando había una marea alta, cosa que ya sabía cómo detectar muy bien gracias a su madre, podía escuchar desde allí las olas romper y sabía que lo más seguro era que su madre había pasado una gran tarde montando olas con su tabla.
Algo interrumpió su lectura, un sonido entre los arbustos. Pero tomando en cuenta el que en todos los años que tenía yendo a aquél lugar sin que nadie se presentara, al menos no en el momento que ella se encontraba allí, decidió ignorar completamente aquél sonido. Y continuó su lectura.
Dos minutos aproximadamente pasaron, hasta que Sky pudo escuchar de nuevo semejante sonido. Las dudas comenzaban a crecer en su mente y cada vez se volvía más difícil para ella tan solo ignorar. Pero lo logró, pasó la página del libro con un tapizado azul negro, y continuó con su lectura por segunda vez. Había logrado diez minutos más de lectura sin ninguna interrupción, ahora más que nunca estaba segura de que debió ser el viento o uno de esos animales pequeños a los que tanto les gustaba aquél parque por las mismas razones que a ella: Tranquilidad. Aunque no duró mucho más, pronto volvió a escuchar el sonido proveniente del follaje y los arbustos. Empezaba a volverse fastidioso ante ella. Pero mientras el sonido se acercaba, y podía oírlo más cerca y más claro, empezaba a reemplazar el sentimiento de frustración por uno de terror. Trataba de explicarse a sí misma que lo más probable es que tan solo fuese un indefenso animal, o tan solo el viento que viene desde la playa, pero no podía convencerse. Cerró su libro con frustración, suspirando pesadamente mientras alejaba su ser del gran árbol de Ceiba. Y caminó hasta allá con desgana.
—Zayn, eres un idiota.
—Yo sugerí hacer una desviación, tú llevabas el mando del auto. —Dijo él, en una fallida defensa—.
—Oh, claro, por eso giraste el volante haciendo que casi arrollemos a una anciana.
—Está bien, lo siento. Pero, Harry… ¿Dónde demonios estamos?
—No lo sé, no tengo señal. —Negó, con la mirada frustrada hacia su teléfono—. Habrá que pasar por esos arbustos.
Ambos suspiraron, cansados. No tenían muchas opciones que se dijera.
Comenzaron apartando los primeros frondosos arbustos con ambas manos en desesperación. Gran error. Habían tenido la suficiente desgracia de haber posado sus manos en un arbusto de zarzamoras. Deliciosas frutillas, hermoso color, las pequeñas bolitas moradas y rojas caían del arbusto para la recolección. Pero para disgusto de ellos y sus manos, no era temporada de recolección. Las pequeñas y dulces frutillas no habían aparecido, por lo que nunca podrían haber distinguido que era uno de ellos, las hojas se tornaban de un tono seco y, para mal de males, las espinas estaban más largas y punzantes que nunca. Ambos chicos soltaron un alarido de dolor, quitando las manos rápidamente del lugar donde había ocurrido aquello, pero las espinas ya estaban en sus manos y no sabían cómo quitarlas sin causar aún más dolor del actual. Clases especiales de jardinería, a lo único que no habían ido en toda su vida y desearían alguna vez haberlo hecho.
—¡Ahora tú eres un idiota!
—No te pongas delicada. —Bufó, y con sarcasmo en su voz dijo—. Yo sólo sugerí que debíamos pasar por allí.
—Oh, ni siquiera intentes…
—Ni siquiera intentes quitar esas espinas ahora mismo. —Susurró ella—.
Su voz los sorprendió de golpe, haciéndolos voltear con duda. ¿Había alguien más allí? Aunque, bueno, ni siquiera sabían francamente donde estaban. Así que la vieron. Sí que había alguien allí, y era una chica. Sostenía en sus manos un libro de color azul, o negro, no lo sabían con certeza. Su cabello oscuro caía perfectamente desde sus hombros hasta su cintura. Sus ojos grises y toques azules les miraban con confusión. De seguro ella también se preguntaba qué rayos hacían ellos allí. Sobre todo por el hecho de se encontraban alterados, y con espinas clavadas en sus manos. Ahora, los tres de ellos, escucharon un sonido leve proveniente de los arbustos una vez más. Y ahora, claro, no era ninguno de ellos tratando de atravesar el follaje. Una pequeña ave salió de entre los arbustos, para calma de todos, excepto la chica. La pequeña ave era un Tazuinazú, y tenía un ala rota. Pronto la tomó en sus manos, decidida a llevarla a su hogar y curarla. Era un ave extraña, silenciosa, peligrosa en ataque. Pero muy hermosa.
—Vengan conmigo. –Dijo ella suavemente, tocando las plumas del ave y empezando a caminar lentamente—.
—No sabemos quién eres.
Frase poco común para un par de chicos en aquella ciudad. Sin embargo, ella tan sólo suspiro por lo bajo, deteniéndose en su camino. Podría dejarlos allí simplemente, pero algo dentro de sí le decía que no fuese tan estúpida. Y, a pesar de que sería quizás aún más estúpido llevar dos desconocidos a su hogar… No lo percibía de esa forma.
—Mi nombre es Sky. —Masculló—. Y ustedes necesitan ayuda.
—¿Ayuda? —Preguntó uno de ellos, con clara confusión—. No creo que…
—Porque, par de idiotas, el veneno de las espinas que tienen en las manos, les causará dolor insoportable. Y supondré que no saben cómo quitarlo.
—Yo no siento… ¡Ah!
El rizado comenzó a sujetar su mano con fuerza, rogando porque el dolor desapareciese pronto. Ya no le importaba nada, necesitaba que desapareciera.
—Está bien, iremos contigo. —Dijo el moreno, empezando a sentir el dolor punzante al igual—.
La chica dejo una casi imperceptible sonrisa y comenzó a caminar con el ave en sus manos y los dos chicos siguiéndola. En un camino recto logró salir de aquél lugar del cual los dos chicos no tenían ni idea de cómo salir. Ambos la miraban sorprendidos y con confusión, aunque les costaba demasiado concentrarse debido al dolor que los amenazaba a cada segundo. Pronto empezaron a andar por la ciudad, aunque nadie parecía prestarles demasiada atención. Algunas señoras y ancianos saludaban a Sky casualmente, uno en particular, un anciano que se apoyaba en la entrada de la librería. Probablemente el dueño, preguntándole como le estaba yendo con el último libro que llevo. “Es un libro bastante bueno, gracias por mostrármelo.” Fueron sus palabras, a lo que el hombre solo sonrió y entro rápidamente a su puesto en la librería. Siguieron su camino, hasta llegar a una casa color crema con ventanas potradas en madera oscura. Ambos creyeron que se trataba de la casa de la chica, ya que pronto ella sacó una pequeña llave de su bolsillo junto a un llavero en forma de ave pintada en negro. Pasó, dejando la puerta abierta a lo que ellos entraron, luego ella volvió a cerrar, dejando la llave en un estante en el recibidor.
—Siéntense, ya vuelvo.
Con estas palabras y sin siquiera voltear a ver si aún se retorcían del dolor, cosa que era segura, subió por las escaleras de madera causando un leve ruido con la suela de su zapatos. Subió a la azotea de su habitación, donde se dedicó a poner una pequeña venda en el ala del ave en forma de sostenerla hasta que sanara, aplico una que otra pomada, y la dejo descansando sobre una suave manta. Luego se dirigió a la despensa, para tomar de allí alcohol, cicatrizante, una gasa y unas pinzas. Bajo presurosamente no sin antes echar un último vistazo al ave, y se sentó en medio de ambos chicos quiénes ahora yacían en el sofá más largo de la sala.
Arkasia.
Re: Another Chance. ||Zayn Malik.||
Oh dios, Sky los conocio y estan en su casa <333 aww es taan buena con los animales :3 asdfghjkl la trama esta buenisima, en realidad debes seguirla, escribes demasiado bien, saludos :)
prinsloo.
Página 2 de 2. • 1, 2
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.