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Gracias a la lluvia [Larry Stylinson]
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
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Gracias a la lluvia [Larry Stylinson]
GRACIAS A LA LLUVIA
Lluvia. Lluvia que cae, dispersándose por distintos lugares. Lluvia que hace sentir más solo al que lo está y más enamorado al que se encuentra con su pareja accidentado en mitad de la autopista, sin un alma que pase en su ayuda, pero sin duda sin sentirse asustados ya que la lluvia los hacen sentir que están más juntos.
Lluvia que moja la tierra y al evaporarse deja un olor agradable al ambiente, lluvia que cae infinidades de veces, a veces con más frecuencia que otras, a veces más potente que otras, pero al fin y al cabo lluvia.
Lluvia que es agradable para acompañarla sentado en el mueble de tu casa viendo tu película favorita solo. Porque es la única manera que puedas disfrutarla más a gusto. Lluvia que te hace sentir más reconfortante leyendo un buen libro junto una taza de café a tu lado. Lluvia que te hace dormir tranquilamente y sumergirte en un sueño profundo.
Tal vez, esto que estoy pensando en este instante acerca de este fenómeno natural no lo hubiera hecho semanas atrás. En las que no solía salir de casa cuando el viento comenzaba a chocar contra las ventanas, hacía sonar las hojas de los árboles, avecinando con que pronto llovería. La lluvia que me ponía de mal humor cuando quería planear algo y tenía que cancelarlo por ese ruido molesto que hacía al caer por las canaletas, al repicar contra el suelo y con la intensidad que tuviese te hacía calcular que quizá esto no fuera momentáneo y tendrías que quedarte todo el día aburrido en tu casa.
Eso podría dar por significada lo poco que salía de mi casa en aquellas épocas lluviosas. He vivido en Doncaster desde hace 2 años y la razón por la que quise mudarme fue nada más que simple que las pocas veces que llovía me hacían sentir que quizás fuera un lugar apropiado para vivir que en Londres. Y sí, quizás sea una estúpida razón, pero mientras encuentre una carrera apasionante, que me haga cobrar todos mis sentidos prefiero quedarme aquí, o bueno, eso pensaba hace 6 semanas.
Desde aquellos encuentros con aquél chico de 1.77 con un cabello tan liso, que te hacía sentir que pasar su mano por aquél cabello te haría sentir mejor que nunca. Unos ojos que te hacían sentir fuera de enfoque y podían leer tu alma. Azul zafiro, preciosos, unos ojos que había tratado de conseguir en alguien, pero solo pude hacerlo a través de ese chico. Ya que no era solo el color, era lo que podían transmitir.
Trabajaba en una pastelería, ya que siempre se me ha dado bien la cocina, y a pesar que se dé esto no creía que era en lo único que trabajaría en toda mi vida. No obstante, sabiendo que yo no soy de esas personas que se esmera por conseguir una profesión digna para lo sociedad. Solo me conformaba por vivir una vida saludable, llena de tranquilidad y armonía que ahora me proporcionaba la lluvia.
Era la temporada de lluvias y como de costumbre, eran los días en los que poco me apetecía salir o hacer vida social, así que lo único que hacía era trabajar, ir a casa, dormir y de nuevo al trabajo. Una insignificante y monótona vida. Más sin embargo, desde hace 6 semanas exactamente decidí sumar otra actividad a mi itinerario actual, en donde quise dedicarlo a comprar libros.
Las cosas se estaban volviendo triviales, y tal vez si me quedaba leyendo podía divagar mi mente hacia otros lugares remotos en donde no tendría el por qué pensar que mi vida se arruina cada vez que unas cuantas gotas caen contra una superficie.
Entré en una de esas librerías en las que casi nadie entra, en donde el cliente es habitualmente atendido por una persona mayor con mucha experiencia en su cabeza. Pero me sorprendió ver a aquél chico detrás del mostrador.
Quería comprar unos cuantos libros para apartarlos para la época de sequía en donde junto al sol, gustoso podría disfrutar de ella. Pero el solo saber que el chico no tenía más de 30 años hacía que mi curiosidad se incrementara, haciendo que me quedaran ganas de quedarme y saber por qué trabajaba en un lugar como este, pero luego llegaba la respuesta a mi cabeza. Y es que yo tampoco trabajaba en un lugar en donde casualmente lo hacen jóvenes. Una pastelería no es exactamente en lo que quisiera trabajar un crío de 22 años, que como no tiene más gastos y obligaciones que cumplir salvo por las cuotas del apartamento y víveres básico de alimentación, le bastaba el poco sueldo.
Nunca me ha interesado concebir matrimonio y todas las relaciones, por así decirlo han sido solamente pasajeras. Nunca he visto el amor como algo duradero, algo infinito, sino un momento de tu vida en el cual compartes con dicha persona que proporciona a la tuya felicidad y tampoco me he preocupado mucho por ello, siempre he tenido lo que necesito y muchos me han llamado egoísta por eso, pero así soy feliz y no podría pedirle más a la vida.
Pocas amistades siempre me han rodeado y desde que me mudé a Doncaster mis únicas amistades han sido los compañeros del trabajo, el cual cabría destacar que son mujeres mayores en su mayoría, ya que el único que le quitaba la totalidad era yo; y por último, estaba el gato de mi vecino. Que solía acariciarlo cada vez que iba al trabajo y se encontraba en la entrada de su casa esperando a que le abrieran.
Vivía en un edificio de 4 plantas y mi casa era bastante pequeña, pero esencial para mí. No tenía la necesidad de compararme una casa grande y lujosa, cuando nada más viviría yo.
Desde esa vez que vi a aquél chico tuve la necesidad de comprar solamente un libro. Así tendría la maravillosa excusa de volver a encontrármelo. Cuando pasó una semana me habló. La primera vez que lo hizo, porque un “cuesta tanto” o “gracias por su comprar” no contaba como una conversación, solo era una costumbre utilizada por todos los vendedores para ofrecerles una amabilidad y buen servicio a sus clientes.
El simple hecho de que me preguntara que tipos de libro me gustaba leer, ya que casi siempre me llevaba de diferentes géneros me hizo pensar que obtener una conversación con él sería de lo más divertida. Me hizo hacer que cada tarde volviera a la misma hora y comprar cualquier libro solo con la excusa de verlo. Me hizo sentir esa comodidad que solo podía sentir al hablar con aquellas personas mayores que tenían una suma experiencia de la vida y me hacía reflexionar sobre ella. Disfrutando de lo maravillosa que era disfrutarla.
Desde esa vez que me habló por primera vez he vuelto de Lunes a Viernes a la misma hora y me sorprendía de la cantidad de cosas de las que podíamos hablar, me hizo sentir esa satisfacción de una conversación que no había sentido con alguien tan joven como yo, un chico que no se tomaba las cosas tan a pecho y disfrutaba de cada error que cometía porque sabía que pronto se avecinaría algo mejor. Un chico que se mudaba constantemente para explorar nuevos rumbos y conocer las inmensas maravillas de este planeta.
Apenas y tenía 3 meses en Doncaster y me sentí afortunado cando me dijo que era la única persona con la que había cruzado más palabras en este lugar. Me sentí gratificado al saber que todos los días, a pesar de que estuviera lloviendo me hacía tener las ganas y una excusa para salir contento de casa. Salir sin amarguras por el mal clima y las bajas temperaturas que se aproximarían.
También me contó que este trabajo era perfecto para él, ya que el contrato de trabajo era corto y era un lugar acogedor.
Nunca supe su nombre, nunca supe hacia dónde iría luego, solo supe que cuando se cumplió la 6ta semana ya no estaba y fue la peor sensación que tuve en mi vida. Y ese día, ese día fue cuando comenzó la sequía, pero no la odiaba, solo comencé a comprender que la lluvia me podría tener los mismos momentos agradables que desagradables, que solo era una lección más que aprender en la vida. Y que, si no hubiera sido por ella, jamás hubiera conocido a aquél chico de ojos azules y voz suave que me hacía olvidarme del mundo por un rato. Disfrutar de las experiencias personales.
Ahora amaba la lluvia y no entiendo cómo no pude hacerlo antes, no entendía cómo pude odiarla por tanto tiempo sin comprender lo importante que a veces lograba ser ese insignificante fenómeno natural. Ahora cada vez que lloviese recordaría su olor. Recordaría aquellas tardes agradables en las que solía sentarse conmigo en unos muebles que tenía la tienda por sí la gente gustaba de leer. Unas tardes en las que me dejaba cautivar por su delicada sonrisa. Una tarde en las que no cambiaría por nada del mundo. Y ahora puedo decir, que fue gracias a la lluvia.
No sé qué vaya hacer de mi vida de ahora en adelante, pero ahora me encuentro yendo sin rumbo a otro lugar agradable. Sé que no encontraré a otra persona que me haga sentir de tal manera, pero ahora. Ahora estaba feliz de sentirme afortunado por haberlo conocido. Y agradezco que ahora tenga el espíritu aventurero que solo él me pudo proporcionar a través de nuestras agradables charlas.
Ahora la única carrera que me haría sentir apasionado era esta y tal como él lo hacía recorrería el mundo en busca de nuevas aventuras.
Y ahora quién sabe, podrá ser en un lugar recóndito, podrá ser en un lugar abarrotado, pero tal vez algún día, nos volveremos a encontrar.
Lluvia que moja la tierra y al evaporarse deja un olor agradable al ambiente, lluvia que cae infinidades de veces, a veces con más frecuencia que otras, a veces más potente que otras, pero al fin y al cabo lluvia.
Lluvia que es agradable para acompañarla sentado en el mueble de tu casa viendo tu película favorita solo. Porque es la única manera que puedas disfrutarla más a gusto. Lluvia que te hace sentir más reconfortante leyendo un buen libro junto una taza de café a tu lado. Lluvia que te hace dormir tranquilamente y sumergirte en un sueño profundo.
Tal vez, esto que estoy pensando en este instante acerca de este fenómeno natural no lo hubiera hecho semanas atrás. En las que no solía salir de casa cuando el viento comenzaba a chocar contra las ventanas, hacía sonar las hojas de los árboles, avecinando con que pronto llovería. La lluvia que me ponía de mal humor cuando quería planear algo y tenía que cancelarlo por ese ruido molesto que hacía al caer por las canaletas, al repicar contra el suelo y con la intensidad que tuviese te hacía calcular que quizá esto no fuera momentáneo y tendrías que quedarte todo el día aburrido en tu casa.
Eso podría dar por significada lo poco que salía de mi casa en aquellas épocas lluviosas. He vivido en Doncaster desde hace 2 años y la razón por la que quise mudarme fue nada más que simple que las pocas veces que llovía me hacían sentir que quizás fuera un lugar apropiado para vivir que en Londres. Y sí, quizás sea una estúpida razón, pero mientras encuentre una carrera apasionante, que me haga cobrar todos mis sentidos prefiero quedarme aquí, o bueno, eso pensaba hace 6 semanas.
Desde aquellos encuentros con aquél chico de 1.77 con un cabello tan liso, que te hacía sentir que pasar su mano por aquél cabello te haría sentir mejor que nunca. Unos ojos que te hacían sentir fuera de enfoque y podían leer tu alma. Azul zafiro, preciosos, unos ojos que había tratado de conseguir en alguien, pero solo pude hacerlo a través de ese chico. Ya que no era solo el color, era lo que podían transmitir.
Trabajaba en una pastelería, ya que siempre se me ha dado bien la cocina, y a pesar que se dé esto no creía que era en lo único que trabajaría en toda mi vida. No obstante, sabiendo que yo no soy de esas personas que se esmera por conseguir una profesión digna para lo sociedad. Solo me conformaba por vivir una vida saludable, llena de tranquilidad y armonía que ahora me proporcionaba la lluvia.
Era la temporada de lluvias y como de costumbre, eran los días en los que poco me apetecía salir o hacer vida social, así que lo único que hacía era trabajar, ir a casa, dormir y de nuevo al trabajo. Una insignificante y monótona vida. Más sin embargo, desde hace 6 semanas exactamente decidí sumar otra actividad a mi itinerario actual, en donde quise dedicarlo a comprar libros.
Las cosas se estaban volviendo triviales, y tal vez si me quedaba leyendo podía divagar mi mente hacia otros lugares remotos en donde no tendría el por qué pensar que mi vida se arruina cada vez que unas cuantas gotas caen contra una superficie.
Entré en una de esas librerías en las que casi nadie entra, en donde el cliente es habitualmente atendido por una persona mayor con mucha experiencia en su cabeza. Pero me sorprendió ver a aquél chico detrás del mostrador.
Quería comprar unos cuantos libros para apartarlos para la época de sequía en donde junto al sol, gustoso podría disfrutar de ella. Pero el solo saber que el chico no tenía más de 30 años hacía que mi curiosidad se incrementara, haciendo que me quedaran ganas de quedarme y saber por qué trabajaba en un lugar como este, pero luego llegaba la respuesta a mi cabeza. Y es que yo tampoco trabajaba en un lugar en donde casualmente lo hacen jóvenes. Una pastelería no es exactamente en lo que quisiera trabajar un crío de 22 años, que como no tiene más gastos y obligaciones que cumplir salvo por las cuotas del apartamento y víveres básico de alimentación, le bastaba el poco sueldo.
Nunca me ha interesado concebir matrimonio y todas las relaciones, por así decirlo han sido solamente pasajeras. Nunca he visto el amor como algo duradero, algo infinito, sino un momento de tu vida en el cual compartes con dicha persona que proporciona a la tuya felicidad y tampoco me he preocupado mucho por ello, siempre he tenido lo que necesito y muchos me han llamado egoísta por eso, pero así soy feliz y no podría pedirle más a la vida.
Pocas amistades siempre me han rodeado y desde que me mudé a Doncaster mis únicas amistades han sido los compañeros del trabajo, el cual cabría destacar que son mujeres mayores en su mayoría, ya que el único que le quitaba la totalidad era yo; y por último, estaba el gato de mi vecino. Que solía acariciarlo cada vez que iba al trabajo y se encontraba en la entrada de su casa esperando a que le abrieran.
Vivía en un edificio de 4 plantas y mi casa era bastante pequeña, pero esencial para mí. No tenía la necesidad de compararme una casa grande y lujosa, cuando nada más viviría yo.
Desde esa vez que vi a aquél chico tuve la necesidad de comprar solamente un libro. Así tendría la maravillosa excusa de volver a encontrármelo. Cuando pasó una semana me habló. La primera vez que lo hizo, porque un “cuesta tanto” o “gracias por su comprar” no contaba como una conversación, solo era una costumbre utilizada por todos los vendedores para ofrecerles una amabilidad y buen servicio a sus clientes.
El simple hecho de que me preguntara que tipos de libro me gustaba leer, ya que casi siempre me llevaba de diferentes géneros me hizo pensar que obtener una conversación con él sería de lo más divertida. Me hizo hacer que cada tarde volviera a la misma hora y comprar cualquier libro solo con la excusa de verlo. Me hizo sentir esa comodidad que solo podía sentir al hablar con aquellas personas mayores que tenían una suma experiencia de la vida y me hacía reflexionar sobre ella. Disfrutando de lo maravillosa que era disfrutarla.
Desde esa vez que me habló por primera vez he vuelto de Lunes a Viernes a la misma hora y me sorprendía de la cantidad de cosas de las que podíamos hablar, me hizo sentir esa satisfacción de una conversación que no había sentido con alguien tan joven como yo, un chico que no se tomaba las cosas tan a pecho y disfrutaba de cada error que cometía porque sabía que pronto se avecinaría algo mejor. Un chico que se mudaba constantemente para explorar nuevos rumbos y conocer las inmensas maravillas de este planeta.
Apenas y tenía 3 meses en Doncaster y me sentí afortunado cando me dijo que era la única persona con la que había cruzado más palabras en este lugar. Me sentí gratificado al saber que todos los días, a pesar de que estuviera lloviendo me hacía tener las ganas y una excusa para salir contento de casa. Salir sin amarguras por el mal clima y las bajas temperaturas que se aproximarían.
También me contó que este trabajo era perfecto para él, ya que el contrato de trabajo era corto y era un lugar acogedor.
Nunca supe su nombre, nunca supe hacia dónde iría luego, solo supe que cuando se cumplió la 6ta semana ya no estaba y fue la peor sensación que tuve en mi vida. Y ese día, ese día fue cuando comenzó la sequía, pero no la odiaba, solo comencé a comprender que la lluvia me podría tener los mismos momentos agradables que desagradables, que solo era una lección más que aprender en la vida. Y que, si no hubiera sido por ella, jamás hubiera conocido a aquél chico de ojos azules y voz suave que me hacía olvidarme del mundo por un rato. Disfrutar de las experiencias personales.
Ahora amaba la lluvia y no entiendo cómo no pude hacerlo antes, no entendía cómo pude odiarla por tanto tiempo sin comprender lo importante que a veces lograba ser ese insignificante fenómeno natural. Ahora cada vez que lloviese recordaría su olor. Recordaría aquellas tardes agradables en las que solía sentarse conmigo en unos muebles que tenía la tienda por sí la gente gustaba de leer. Unas tardes en las que me dejaba cautivar por su delicada sonrisa. Una tarde en las que no cambiaría por nada del mundo. Y ahora puedo decir, que fue gracias a la lluvia.
No sé qué vaya hacer de mi vida de ahora en adelante, pero ahora me encuentro yendo sin rumbo a otro lugar agradable. Sé que no encontraré a otra persona que me haga sentir de tal manera, pero ahora. Ahora estaba feliz de sentirme afortunado por haberlo conocido. Y agradezco que ahora tenga el espíritu aventurero que solo él me pudo proporcionar a través de nuestras agradables charlas.
Ahora la única carrera que me haría sentir apasionado era esta y tal como él lo hacía recorrería el mundo en busca de nuevas aventuras.
Y ahora quién sabe, podrá ser en un lugar recóndito, podrá ser en un lugar abarrotado, pero tal vez algún día, nos volveremos a encontrar.
Hola a todos, esto lo escribí aproximadamente a las 5:00 de la tarde cuando me vivnieron varias ideas a la cabeza. No suelo escrbir OS, pero espero que les guste, saludos <3
SCARLET.
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