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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Este es el segundo libro de la serie de las castas, el primero ya lo subió alguien más (:
Nombre: El Hombre Interior
Autor: Lora Leight
Adaptación: Sip
Género: Drama, Romance
Advertencias:es Hot, muuuy hot
Otras Páginas: yep
Sinopsis:
Él la protegió cuando era una niña, fue el
protagonista de todas sus fantasías de adolescente y le robó su corazón
de mujer... para rompérselo.
Ahora, quince meses más tarde, la
noticia se ha desatado. El hombre al que ama pertenece a las Castas de
los Felinos, humanos genéticamente alterados con los mayores predadores
del mundo animal y que han asombrado al mundo entero al descubrirse su
existencia. Y ella es su compañera. La marca en su cuello lo atestigua.
El fuego que corre por su corazón y que hace que su cuerpo arda de deseo
lo prueba. Pero él no la quiso en el pasado, ¿la querrá ahora?
El engaño y la traición, nacidos en el pasado, les persiguen en el presente
y Nicholas y _____ tendrán que pelear por ese lazo que les une: un
apareamiento en cuerpo y alma con un hombre que es a la vez mitad
bestia. Pero, además, Nicholas tendrá que enfrentarse a las fuerzas que le
crearon y que amenazan con destruir a los suyos y a la mujer que ha
reclamado como suya.
Espero que les guste (:
Nombre: El Hombre Interior
Autor: Lora Leight
Adaptación: Sip
Género: Drama, Romance
Advertencias:es Hot, muuuy hot
Otras Páginas: yep
Sinopsis:
Él la protegió cuando era una niña, fue el
protagonista de todas sus fantasías de adolescente y le robó su corazón
de mujer... para rompérselo.
Ahora, quince meses más tarde, la
noticia se ha desatado. El hombre al que ama pertenece a las Castas de
los Felinos, humanos genéticamente alterados con los mayores predadores
del mundo animal y que han asombrado al mundo entero al descubrirse su
existencia. Y ella es su compañera. La marca en su cuello lo atestigua.
El fuego que corre por su corazón y que hace que su cuerpo arda de deseo
lo prueba. Pero él no la quiso en el pasado, ¿la querrá ahora?
El engaño y la traición, nacidos en el pasado, les persiguen en el presente
y Nicholas y _____ tendrán que pelear por ese lazo que les une: un
apareamiento en cuerpo y alma con un hombre que es a la vez mitad
bestia. Pero, además, Nicholas tendrá que enfrentarse a las fuerzas que le
crearon y que amenazan con destruir a los suyos y a la mujer que ha
reclamado como suya.
Espero que les guste (:
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Prólogo
Junio
Sandy Hook, Kentucky
— ¿_______, caray, en qué tipo de problema estás metida esta vez?
—_______ Andrews trató de suprimir una abierta sonrisa cuando escuchó la voz de Nicholas haciendo eco a través del corredor de las celdas de la cárcel del condado. Se recostó en la incómoda litera, fingiendo indiferencia. De ninguna manera, le daría la oportunidad de ver cuanto la podía intimidar. Y vaya que él podía intimidarla.
Bueno con 1’80 de altura, su cuerpo era una masa de poderosos músculos, su expresión a menudo salvaje, remota. Él podía lograr que su corazón latiera fuertemente con una combinación de miedo y excitación. El miedo era algo que podía manejar. Era la excitación con lo que a menudo tenía más problemas. La primera vez que la sintió había sido justo después de haber alcanzado los dieciséis años. Se había intensificado varios meses después de su cumpleaños número 22. Había noches en las que ella se quemaba por él, y eso la aterrorizaba.
Dio la bienvenida a la sensación de la piedra fresca en su espalda, aliviando un poco el calor asfixiante que la rodeaba. El calor que sentía dentro de ella, era más ardiente todavía. El acondicionador de aire había estado averiado toda la noche y las celdas eran sofocantes. Gracias al viejo Mort, el carcelero, que había abierto las ventanas, con lo cual ella había dejado de sufrir.
Las fuertes pisadas de las botas de Nicholas en el piso de piedra le causaron un sobresalto. Sólo caminaba de esa manera cuando estaba enfadado. Cuidadosamente compuso una expresión de diversión aburrida en su cara. No haría nada para dejarle saber, que ella se asustaba de muerte cuándo él se enfadaba.
No, Nicholas no la lastimaría. Instintivamente sabía que él nunca le pondría la mano encima. Pero había algo en él cuando se enfurecía. Algo primitivo, predador. No era un hombre al que ella se arriesgara a hacerle enojar demasiadas veces. Desafortunadamente, los problemas parecían encontrarla y frecuentemente, Nicholas parecía rescatarla de una u otra manera. Ella estaba aterrorizada de que un día él se cansara de ser su caballero de brillante armadura y se
desentendiera completamente de ella.
En unos segundos él estuvo de pie en la puerta de la celda, sus manos apoyadas en sus delgadas caderas, el ceño fruncido grabado sobre su orgulloso rostro, que hacía oscurecer el sol. Demonios, él le hacia querer rozarse contra él, como un gato. Era alto y musculoso, con hombros anchos, su pecho poderoso seguido de un abdomen plano, que hacía que anhelara tocarlo.
Largas y poderosas piernas recubiertas con una cómoda mezclilla y no había manera en la que ella dejase de contemplar la protuberancia entre sus muslos que parecía demasiado buena para
ser cierta. Precipitadamente ella sacudió con fuerza su mirada de regreso a su cara.
Sus ojos estaban fijos en ella ahora, el brillante verde jade ardiendo con furia. Ella tragó saliva. De ninguna manera estaba complacido con ella esta mañana.
— No hice nada. —Ella se recobró rápidamente, permitiendo que toda la excitación que sentía le sirviera de combustible para su cólera.— Estaba solo de pie allí, Nicholas. Palabra. Ese sheriff ha
perdido el juicio.
Ella luchó por ocultar su diversión. Por supuesto, él sabía que mentía. Siempre sabía cuándo mentía.
— Debería dejar que te pudrieras aquí. —Ella adoraba ese gruñido en su voz cuando estaba enfadado. Su voz decrecía y vibraba casi... como un gato. Amaba a los gatos.
_______ puso los ojos en blanco, aunque los músculos de su estómago se estremecieron en reacción. Literalmente podía sentir sus pechos hinchándose, sus pezones enhiestos ante su voz, y ella supo que él no se había perdido su reacción.
Instantáneamente su expresión se apagó. Sin cólera, sin ira. Como un maldito robot. Toda la expresión en su rostro parecía que se cerraba herméticamente, fríamente, causando que ella temblara en reacción. Lo odiaba cuando hacía eso, odiaba cuando se escondía
ante cualquier respuesta de su cuerpo.
— ¿Me vas a sacar de aquí o qué? —Ladró, dolida por su reacción.
— Se está horriblemente caliente aquí, Nicholas, y cada vez aumenta más la temperatura. —En más de una forma.
Él suspiró luego sacudió la cabeza, como si el problema no fuera más de lo que él había esperado de ella tan temprano por la mañana.
Al menos su mirada no era aquella mirada tan indiferente que ella odiaba.
— Debería azotar tu trasero. —Él se hizo a un lado cuando el carcelero, bien entrado en sus cincuenta y tantos años, sonreía abiertamente, y abría la puerta de la celda.
_______ no luchó contra el temblor que sintió sobre su cuerpo ante el oscuro sonido de su voz. Él la podría zurrar cualquier día pensó.
Mientras él la tocara. ¿Tal vez él la besaría y la zurraría más tarde? Sus pensamientos hicieron que suprimiera una sonrisa así como también su trémula respuesta.
— Dame una zurra, papi —Dijo arrastrando las palabras, mientras
se levantaba del catre y pasaba por la puerta.
Él bufó disgustado.
— Tu padre obviamente descuidó la disciplina contigo o si no tú
no llegarías tan lejos.
_______ caminó a toda prisa tras él, y llegó hasta donde el sheriff había dejado su mochila en el viejo escritorio de Mort la noche anterior. Ella se obligó a seguir a Nicholas, y se agachó a recogerla, sintiendo la mirada de Nicholas en su trasero como una caricia.
Se levantó, acomodó la correa sobre su brazo y se volvió hacia él con una brillante sonrisa.
— Estoy lista siempre que tú lo estés. ¿Crees que Sherra me dejaría quedar con ella por algún tiempo? Esa vieja casa se está volviendo aburrida este verano.
Para ser honesta, se estaba poniendo terrorífica. No sabía quién le estaba jugando pequeñas bromas últimamente, pero iba a enterarse. Ella estaría un día o dos sin saberlo, como la noche
anterior, pero eventualmente daría con los culpables.
La mirada dura que él le dirigió le aseguró que no se le había escapado su pequeña mentira. Sabía condenadamente bien, que ella no pediría quedarse con su hermana a menos que estuviese muerta de miedo. Consideró pedirle que la dejara quedarse en su casa. Pero sabía de su debilidad por él y estaba aterrorizada de implorarle que la tocara. La intimidad y el aislamiento de la quietud de su casa sólo destrozarían el control por el que ella trabajaba tan duro, sin embargo. Ella no quería mendigar su toque. No quería arriesgarse a la angustia de que él la rechazara.
Esta reacción hacia él se escapaba de su control, admitió ante sí misma. Le echaba la culpa a su falta de habilidades sociales, o a su miedo a tener citas con el paso de los años. Ella no sabía cuándo realmente un tipo quería salir a divertirse con ella o cuando trataba de encontrar una forma para vengarse de su padre.
Desafortunadamente, ella pagó a menudo los innumerables delitos insignificantes y criminales, que su padre, Reginald había cometido a menudo.
— Sherra está de viaje esta semana. —Agarró su brazo firmemente cuando ella hizo ademán de adelantarse a él otra vez.— De todas formas, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que comiste por
última vez?
Sabía que había perdido peso el mes pasado. El miedo y la preocupación tenían una manera de afectar su apetito en el mejor de los casos.
— ¿Por qué?, ayer, creo. —Ella trató de argüir con astucia esa mentira, sin embargo por el apretón de sus dedos en su brazo, tuvo la sensación de que había fallado— Vamos Nicholas. Tú me sacaste bajo fianza como un buen niño, ahora solamente iré a casa y esperaré algunos días hasta que te recuperes. ¿Todavía tengo empleo? —Ella giró la mirada hacia atrás, hacía él, cuando la golpeó el pensamiento. Necesitaba ese trabajo.
— Deberías regresar a la escuela, en lugar de trabajar en un grasiento garaje, —Graznó, mientras la conducía al exterior hacia su camioneta.— ¿Cuándo regresa tu padre?
— Infiernos si lo sé. —Suspiró, refrenando su arrepentimiento al pensar en el colegio. No era que no hubiese querido ir, demonios. Pero necesitaba comer, también. Las dos cosas no se llevaban bien.
— Se largó la semana pasada. Dejó una nota diciendo que llamaría. No le he visto desde entonces.
No es que a ella realmente le importase el no verle pronto. Aún cuando él estaba en casa, estaba sola. A menos que él necesitase dinero y ella no tuviera para darle. Entonces las cosas realmente se ponían interesantes.
Él tiró con fuerza de la puerta del camión para abrirla sin soltar su brazo. Ella le contempló, tragando con fuerza ante la mirada de sus ojos. Estaban más oscuros de lo normal, brillando intensamente con alguna emoción que hizo que le recorriera una ola de calor a través de su cuerpo, hizo a sus muslos hormiguear, y contraerse a su vag/ina. Por una vez, la estaba mirando como algo más que a una chiquilla molesta.
— ¿Qué sucedió anoche? —Uh oh. Él usaba ese tono que no toleraba negativas. El que hacía que su corazón apresurará la marcha en su pecho y a su sangre bombear duro y pesado en sus
venas. Ella se encogió de hombros descuidadamente.— Algunos niños
haciendo travesuras, probablemente. Tú sabes cómo son. Él guardó silencio por unos largos momentos.
— ¿Qué ha pasado? —Otra vez su voz se escuchó como trueno.
Junio
Sandy Hook, Kentucky
— ¿_______, caray, en qué tipo de problema estás metida esta vez?
—_______ Andrews trató de suprimir una abierta sonrisa cuando escuchó la voz de Nicholas haciendo eco a través del corredor de las celdas de la cárcel del condado. Se recostó en la incómoda litera, fingiendo indiferencia. De ninguna manera, le daría la oportunidad de ver cuanto la podía intimidar. Y vaya que él podía intimidarla.
Bueno con 1’80 de altura, su cuerpo era una masa de poderosos músculos, su expresión a menudo salvaje, remota. Él podía lograr que su corazón latiera fuertemente con una combinación de miedo y excitación. El miedo era algo que podía manejar. Era la excitación con lo que a menudo tenía más problemas. La primera vez que la sintió había sido justo después de haber alcanzado los dieciséis años. Se había intensificado varios meses después de su cumpleaños número 22. Había noches en las que ella se quemaba por él, y eso la aterrorizaba.
Dio la bienvenida a la sensación de la piedra fresca en su espalda, aliviando un poco el calor asfixiante que la rodeaba. El calor que sentía dentro de ella, era más ardiente todavía. El acondicionador de aire había estado averiado toda la noche y las celdas eran sofocantes. Gracias al viejo Mort, el carcelero, que había abierto las ventanas, con lo cual ella había dejado de sufrir.
Las fuertes pisadas de las botas de Nicholas en el piso de piedra le causaron un sobresalto. Sólo caminaba de esa manera cuando estaba enfadado. Cuidadosamente compuso una expresión de diversión aburrida en su cara. No haría nada para dejarle saber, que ella se asustaba de muerte cuándo él se enfadaba.
No, Nicholas no la lastimaría. Instintivamente sabía que él nunca le pondría la mano encima. Pero había algo en él cuando se enfurecía. Algo primitivo, predador. No era un hombre al que ella se arriesgara a hacerle enojar demasiadas veces. Desafortunadamente, los problemas parecían encontrarla y frecuentemente, Nicholas parecía rescatarla de una u otra manera. Ella estaba aterrorizada de que un día él se cansara de ser su caballero de brillante armadura y se
desentendiera completamente de ella.
En unos segundos él estuvo de pie en la puerta de la celda, sus manos apoyadas en sus delgadas caderas, el ceño fruncido grabado sobre su orgulloso rostro, que hacía oscurecer el sol. Demonios, él le hacia querer rozarse contra él, como un gato. Era alto y musculoso, con hombros anchos, su pecho poderoso seguido de un abdomen plano, que hacía que anhelara tocarlo.
Largas y poderosas piernas recubiertas con una cómoda mezclilla y no había manera en la que ella dejase de contemplar la protuberancia entre sus muslos que parecía demasiado buena para
ser cierta. Precipitadamente ella sacudió con fuerza su mirada de regreso a su cara.
Sus ojos estaban fijos en ella ahora, el brillante verde jade ardiendo con furia. Ella tragó saliva. De ninguna manera estaba complacido con ella esta mañana.
— No hice nada. —Ella se recobró rápidamente, permitiendo que toda la excitación que sentía le sirviera de combustible para su cólera.— Estaba solo de pie allí, Nicholas. Palabra. Ese sheriff ha
perdido el juicio.
Ella luchó por ocultar su diversión. Por supuesto, él sabía que mentía. Siempre sabía cuándo mentía.
— Debería dejar que te pudrieras aquí. —Ella adoraba ese gruñido en su voz cuando estaba enfadado. Su voz decrecía y vibraba casi... como un gato. Amaba a los gatos.
_______ puso los ojos en blanco, aunque los músculos de su estómago se estremecieron en reacción. Literalmente podía sentir sus pechos hinchándose, sus pezones enhiestos ante su voz, y ella supo que él no se había perdido su reacción.
Instantáneamente su expresión se apagó. Sin cólera, sin ira. Como un maldito robot. Toda la expresión en su rostro parecía que se cerraba herméticamente, fríamente, causando que ella temblara en reacción. Lo odiaba cuando hacía eso, odiaba cuando se escondía
ante cualquier respuesta de su cuerpo.
— ¿Me vas a sacar de aquí o qué? —Ladró, dolida por su reacción.
— Se está horriblemente caliente aquí, Nicholas, y cada vez aumenta más la temperatura. —En más de una forma.
Él suspiró luego sacudió la cabeza, como si el problema no fuera más de lo que él había esperado de ella tan temprano por la mañana.
Al menos su mirada no era aquella mirada tan indiferente que ella odiaba.
— Debería azotar tu trasero. —Él se hizo a un lado cuando el carcelero, bien entrado en sus cincuenta y tantos años, sonreía abiertamente, y abría la puerta de la celda.
_______ no luchó contra el temblor que sintió sobre su cuerpo ante el oscuro sonido de su voz. Él la podría zurrar cualquier día pensó.
Mientras él la tocara. ¿Tal vez él la besaría y la zurraría más tarde? Sus pensamientos hicieron que suprimiera una sonrisa así como también su trémula respuesta.
— Dame una zurra, papi —Dijo arrastrando las palabras, mientras
se levantaba del catre y pasaba por la puerta.
Él bufó disgustado.
— Tu padre obviamente descuidó la disciplina contigo o si no tú
no llegarías tan lejos.
_______ caminó a toda prisa tras él, y llegó hasta donde el sheriff había dejado su mochila en el viejo escritorio de Mort la noche anterior. Ella se obligó a seguir a Nicholas, y se agachó a recogerla, sintiendo la mirada de Nicholas en su trasero como una caricia.
Se levantó, acomodó la correa sobre su brazo y se volvió hacia él con una brillante sonrisa.
— Estoy lista siempre que tú lo estés. ¿Crees que Sherra me dejaría quedar con ella por algún tiempo? Esa vieja casa se está volviendo aburrida este verano.
Para ser honesta, se estaba poniendo terrorífica. No sabía quién le estaba jugando pequeñas bromas últimamente, pero iba a enterarse. Ella estaría un día o dos sin saberlo, como la noche
anterior, pero eventualmente daría con los culpables.
La mirada dura que él le dirigió le aseguró que no se le había escapado su pequeña mentira. Sabía condenadamente bien, que ella no pediría quedarse con su hermana a menos que estuviese muerta de miedo. Consideró pedirle que la dejara quedarse en su casa. Pero sabía de su debilidad por él y estaba aterrorizada de implorarle que la tocara. La intimidad y el aislamiento de la quietud de su casa sólo destrozarían el control por el que ella trabajaba tan duro, sin embargo. Ella no quería mendigar su toque. No quería arriesgarse a la angustia de que él la rechazara.
Esta reacción hacia él se escapaba de su control, admitió ante sí misma. Le echaba la culpa a su falta de habilidades sociales, o a su miedo a tener citas con el paso de los años. Ella no sabía cuándo realmente un tipo quería salir a divertirse con ella o cuando trataba de encontrar una forma para vengarse de su padre.
Desafortunadamente, ella pagó a menudo los innumerables delitos insignificantes y criminales, que su padre, Reginald había cometido a menudo.
— Sherra está de viaje esta semana. —Agarró su brazo firmemente cuando ella hizo ademán de adelantarse a él otra vez.— De todas formas, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que comiste por
última vez?
Sabía que había perdido peso el mes pasado. El miedo y la preocupación tenían una manera de afectar su apetito en el mejor de los casos.
— ¿Por qué?, ayer, creo. —Ella trató de argüir con astucia esa mentira, sin embargo por el apretón de sus dedos en su brazo, tuvo la sensación de que había fallado— Vamos Nicholas. Tú me sacaste bajo fianza como un buen niño, ahora solamente iré a casa y esperaré algunos días hasta que te recuperes. ¿Todavía tengo empleo? —Ella giró la mirada hacia atrás, hacía él, cuando la golpeó el pensamiento. Necesitaba ese trabajo.
— Deberías regresar a la escuela, en lugar de trabajar en un grasiento garaje, —Graznó, mientras la conducía al exterior hacia su camioneta.— ¿Cuándo regresa tu padre?
— Infiernos si lo sé. —Suspiró, refrenando su arrepentimiento al pensar en el colegio. No era que no hubiese querido ir, demonios. Pero necesitaba comer, también. Las dos cosas no se llevaban bien.
— Se largó la semana pasada. Dejó una nota diciendo que llamaría. No le he visto desde entonces.
No es que a ella realmente le importase el no verle pronto. Aún cuando él estaba en casa, estaba sola. A menos que él necesitase dinero y ella no tuviera para darle. Entonces las cosas realmente se ponían interesantes.
Él tiró con fuerza de la puerta del camión para abrirla sin soltar su brazo. Ella le contempló, tragando con fuerza ante la mirada de sus ojos. Estaban más oscuros de lo normal, brillando intensamente con alguna emoción que hizo que le recorriera una ola de calor a través de su cuerpo, hizo a sus muslos hormiguear, y contraerse a su vag/ina. Por una vez, la estaba mirando como algo más que a una chiquilla molesta.
— ¿Qué sucedió anoche? —Uh oh. Él usaba ese tono que no toleraba negativas. El que hacía que su corazón apresurará la marcha en su pecho y a su sangre bombear duro y pesado en sus
venas. Ella se encogió de hombros descuidadamente.— Algunos niños
haciendo travesuras, probablemente. Tú sabes cómo son. Él guardó silencio por unos largos momentos.
— ¿Qué ha pasado? —Otra vez su voz se escuchó como trueno.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Ella tembló ante eso.
—Alguien trató de forzar la entrada a la casa, ¿vale? —Trató de zafarse de su agarre pero fue imposible librarse de él.— Los perseguí hasta la carretera principal antes de poder disparar. Luego
disparé. Desafortunadamente, el viejo Reverendo Gregory se atravesó, salía o entraba, o yo disparaba al coche equivocado. Todavía no sé cómo se escaparon de mí.
Ella no había estado disparando a matar. Sólo intentaba asustarlos un poco. Afortunadamente el Reverendo parecía tener sentido del humor y sólo exigió una noche en prisión para enseñarle
una lección. No era su primera noche allí. Dudaba que fuera la última.
— ¿Les disparaste? —Demonios. Él estaba realmente disgustado ahora.— ¿Por qué no me lo contaste a mí, _____? ¿Qué diablos estabas haciendo con una pistola? —Su voz había decrecido en vez de aumentar. Esa no era nunca una buena señal.
— Sé usarla. —Ella se contorsionó ante su agarre, pero fue más que consciente del hecho de que él le había dejado desasirse únicamente porque el lo permitió, no ella.— Demonios, Nicholas, ya
estoy cansada de esos bastardos tratando de atormentarme. Cada vez que Reginald se va, tiran la misma mierda sobre mí.
La aterrorizaban. Nicholas no estaba al tanto de las llamadas telefónicas. Ella nunca podría revelarle las notas breves, horripilantemente descriptivas tampoco. Palideció sólo de pensar en
ellas. Eran gráficas, explícitas y aterradoras.
— Sube a la camioneta. —Ella nunca le había escuchado ese tono antes. El peligro resonaba alrededor de ella y el temblor que le sobrevino, no tuvo nada que ver con la excitación y sí mucho con el temor.
Ella hizo lo que le ordenó, aunque le vigiló atentamente. La puerta golpeó ruidosamente detrás de ella y Nicholas se dirigió con paso majestuoso alrededor de la camioneta, no dijo otra palabra hasta
que estuvo dentro del vehículo en el lado del conductor.
— ¿Qué hizo él esta vez? —Ella asumió que él se refería a su
padre.
Ella se encogió de hombros cuidadosamente.
— No lo sé. Llegó tarde la semana pasada, puso algunas ropas en una mochila, me dijo que me quedara con unos amigos y salió.
— ¿Y tú estás todavía en la casa, por qué? —Dijo gruñendo. Hombre, era un animal cuando se enfadaba, pensó inquietamente.
Esa voz profunda la volvía loca, sin embargo.
— ¿Y en dónde voy a quedarme? —Su risa fue de auto burla. No era como si ella tuviera un montón de elecciones.— Telefoneé a Sherra, pero no me contestó. Te telefoneé una vez o dos, pero no estabas por ahí tampoco. Sólo quedábamos el arma de fuego y yo. El arma siempre está allí.
A ella no le gustó la mirada que él le dirigió. Furiosa y... hambrienta. La miró como si estuviese buscando comida y la considerara una presa fácil de repente. Agitó su cabeza, el asombro
brillando en sus ojos.
— Debes de estar loca, —Dijo finalmente suspirando— Ciertamente, demente. ¿Buen Dios, _______ , por qué no dejaste un mensaje?
— ¿Cuántos quieres que deje? —Gritó volviéndose hacia él. Ella no había dormido en una semana; estaba hambrienta y enferma de miedo.— Llamé durante tres días, Nicholas, y dejé los mensajes. ¿Por qué no compruebas la maldita máquina? Mejor aún, ve a gruñirles a
las malditas personas que no han arreglado la recepción del teléfono móvil en este condado aún. Incluso tu móvil no respondía y para entonces estaba cansada de implorar tu ayuda. —Como eso no era inusual en la pequeña y montañosa área en la que ellos vivían, él se calmó, sus manos apretando el volante.
— No hubo ningún mensaje. —Peligroso, retumbante él sólo se estaba poniendo más furioso a cada momento.
— Entonces uno de tus hermanos los borró —Le dijo, enojada.— Dejé los mensajes, Nicholas. Me sorprendió cuando llegaste esta mañana. Cuando el sheriff dijo que él tuvo que dejarte un mensaje...
— No hubo mensaje. —Su voz aminoró aún más.— El sheriff me buscó en el garaje esta mañana.
Ella bufó.
— Entonces ahí lo tienes. ¿Te dijo él que te dejó un mensaje anoche?
— No. Pero le preguntaré acerca de eso. —Por el tono de su voz, se dio cuenta de que él buscaría respuestas, también.
Su mirada, parpadeó cuando él clavó los ojos en ella fijamente. Sus ojos eran oscuros e intensos. La mirada la recordó que era mujer, y le hizo ansiar cosas que a menudo la ruborizaban cuando
pensaba en ellas. Él raramente la miraba de esa manera. Que lo hiciera ahora la descolocó completamente.
— Puedes quedarte en mi oficina, sobre el garaje. —Él encendió el motor alejándose de la cárcel mientras hablaba.— Hay una buena cama y una pequeña cocina allá arriba. Nadie te molestará.
Pero ella no quería estar sola. Estaba aburrida de eso.— Mira, sólo llévame de regreso a mi casa. Estoy segura de que Reginald estará pronto de regreso. Él bufó ante eso.
— No tengo tiempo de sacarte bajo fianza de la cárcel cada
mañana, _______ . Iremos por tus cosas y te llevaré al garaje. Regresarás a la escuela este otoño...
— No tengo dinero aún...
— Yo puedo pagarlo. —Gruñó, su mirada fija desviándose hacia ella, su furia casi tangible ahora.— Cierra la boca y escúchame para variar antes de que ese padre loco que tienes, te mate.
El tono de su voz aumentaba con cada palabra. _______ le miró cautelosamente. Ella nunca le había escuchado alzar la voz.
— No necesito tu caridad. —Dijo cruzando los brazos sobre sus pechos, quedándose con la mirada fija en el parabrisas, su pecho pesado con la cólera y dolor.— Soy una mujer adulta, Nicholas . Todo lo que necesito es el maldito trabajo.
— Estás a punto de obtener algo que vas lamentar y sin duda alguna no necesitas eso ahora mismo. —Su cabeza se movió para todos lados, cuando el camión se sacudió con fuerza al hacer un alto detrás del garaje.
Él estaba perdiendo la paciencia; lo podía sentir. Como la electricidad, la tensión entre ellos comenzaba a crujir, apretándose sobre ella, casi bloqueando su respiración.
Era todavía temprano por la mañana, horas antes de que el garaje abriera. La parte de atrás estaba desierta, oculta por una cerca alta, dejándolos resguardados, ocultos. La intimidad de eso la golpeó como una tonelada de ladrillos. De pronto estuvo repentinamente jadeante, dolorida, y demasiado consciente del hombre que estaba a su lado.
La estaba mirando con esa expresión que nunca fallaba en excitarla. Y estaba excitada. _______ era virgen, pero no era estúpida.
— ¿Lo lamentaré? —Las palabras pasaron por sus labios antes de que ella las pudiera detener.
Un sonrojo quemó su cara cuando lo vio de reojo, moviendo la cabeza, sintiéndose inmadura y estúpida, ahora que sabía que tenía la razón.
— Olvídalo. —Ella negó con la cabeza fijando la mirada en el patio desierto. —Seguramente no me refería a eso.
Pero sí lo había hecho. Era lo suficientemente honesta consigo misma para saberlo.
— _______ . —Su voz fue más suave ahora, resonando con un poder, una emoción ardiente que hizo que su corazón triplicara la velocidad.
— Mira, no necesito ningún dulce discurso. —Dijo ella, luchando por esconder su humillación. ¿Dios, cuándo aprendería a callarse la boca?— ¿Por qué no me llevas a casa y nos olvidamos de que alguna vez dije una palabra?
— ¿Piensas que nada me gustaría más que tenerte en mi cama? ¿Darte lo que sé que ambos queremos?
Ella se calmó. Gimió. Oh... Dios, ese pequeño sonido patético no vino de su garganta. Ella volvió a mirarle, sintiendo la desesperación que peleaba dentro de ella fluyendo hacia la superficie.
Estaba allí en su cara. Duras líneas de arrepentimiento, el hambre que sólo vislumbraba ocasionalmente en sus ojos.
— Pero tu no... —murmuró, su corazón rompiéndose— ¿lo harás?
— Mírate. —Dijo quedamente, aunque su voz era ruda— Tan inocente y dulce y no tienes ni idea del animal que tratas de soltar aquí.
— Tú no me lastimarías. —Ella supo eso. Supo que si ella se entregaba a él, entonces él podría romper su corazón, pero nunca la lastimaría físicamente.
— No puedes estar segura de eso, _______ . —Él levantó su mano del
volante, extendiendo la mano para tocar su mejilla.
El calor de las puntas de sus dedos llenas de callos, el toque de su pulgar en sus labios hizo que dejara escapar un sollozo de necesidad de su garganta. Ella tenía que tocarle, saborearle. Su
lengua se asomó a hurtadillas, golpeando sobre su carne cuando ambos gimieron. Los sonidos se escuchaban ardientes, hambrientos, llenando el interior de vehículo con una tensión que se ajustó a cada célula de su cuerpo.
— Tú haces que me duela. —Ella no podría detener las palabras o la necesidad.— Algunas veces no puedo aguantarlo, Nicholas . Te necesito tanto. Te amo.
Habían sido amigos durante años. Su cabaña no estaba muy distante de la de ella y él había sido una presencia constante en su vida. Tanto era así, que ella se preguntaba si podría sobrevivir sin él.
Él tragó fuertemente.
— No sabes lo que estás diciendo.
— Te he amado desde que tenía once años de edad, Nicholas. Desde que tú me cargaste fuera de la maldita montaña y me llevaste de regreso a la casa de tu madre. ¿No sabes que me posees? —Odiaba esa idea. Odiaba cuánto le necesitaba, cuánto le ansiaba.— ¿Soy tan terrible, Nicholas , que incluso tú no me quieres? —¿Tenían razón los mojigatos que la juzgaban por las acciones de Reginald? ¿Estaba ella en cierta forma manchada? ¿Era indigna de su amor? La idea le perforaba el alma.
Los ojos de Nicholas llamearon con hambre, como si sus palabras hubieran dejado suelto algo dentro de él que ya no podía contener. La esperanza se despertó dentro de ella. Una excitación ardiente se desplazó, en las profundidades ya húmedas de sus partes íntimas.
— ¿No te quiero? —Dijo casi gruñendo.— Demonios, _______ , te sentirías aterrorizada si tuvieses idea de lo qué yo quiero de ti.
No había ninguna cosa que él pudiera querer de ella, y que ella no quisiera darle.
— Entonces es tuyo. —Murmuró ella con su pulgar acariciando a través de su mandíbula, acercándose lentamente a sus labios.— Cualquier cosa, Nicholas . Moriría por ti.
— Eres todavía una niña. —Gimió él, su pulgar presionado en contra de sus labios hasta que ella lo envolvió en el calor de su boca.
— Dios, ___... —Ella le mordió, sujetándole allí con su lengua acariciando su aspereza.
_______ siempre había odiado su falta de control, la necesidad hambrienta que a menudo la empujaba a que la lastimaran, a revelar sus emociones en la forma que permitiera a cualquiera lastimarla.
Estaba hambrienta, muerta de hambre por Nicholas de una manera en la que ella nunca estuvo por ningún otro. Ella le necesitaba ahora, como necesitaba el aire para respirar.
— Déjate ir. —Murmuró Nicholas mientras su otra mano la acercaba más a él— Veamos si puedo llenar tu boca de algo muchísimo más agradable.
Antes de que ella supiese qué ocurría, él la había inmovilizado en el asiento, levantándose sobre ella mientras movía el resorte bajo el asiento para echarlo hacia atrás y permitirle más espacio. _______ gimió, quedándose con la mirada fija en él, mirándolo con aturdida incredulidad cuando él se movió entre sus muslos, el calor duro, caliente de su miembro cubierto con el tejido de sus vaqueros acoplándose entre sus muslos perfectamente.
— Nicholas ... —Su vientre se convulsionó entonces. Sintió casi lo mismo que un puñetazo en su estómago que le hizo perder la respiración, dejándola jadeante.
— Siénteme, _______ —le ordenó roncamente, moviéndose contra ella, sus ojos ensombreciéndose más cuando sintió la humedad resbalándose entre sus muslos. ¿Sentirlo? ¿Cómo podría ella sentir cualquier otra cosa que no fuera él?
Fue demasiado intenso. Un grito entrecortado escapó de su garganta mientras se arqueaba contra él, sintiendo sus pechos latir y la hinchazón de su clít/oris. Sus manos agarraron sus brazos como
él se colocó encima de ella, su expresión convertida en una mueca de disgusto, mientras la miraba.
— Te apuesto a que estarás tan apretada que no duraré ni unos minutos dentro de ti. —Su voz estaba rechinando, despertando sus sentidos en formas que ella nunca había imaginado.
— Compruébalo. —Ella apenas podía respirar, y mucho menos hablar, pero forzó las palabras fuera de sus labios, necesitándole ahora con un hambre devastadora que ella no podía disipar.
Un toque. Eso fue todo lo que había necesitado. Sólo un toque de él para destruir cualquier autocontrol que ella tenía, o podría haber tenido.
Sus manos fueron a su cintura, tirando de su camisa, sacándola con fuerza de sus jeans, desesperada por tocarle, por saborearle.
Quería pasar sus dedos por su pecho, probar los duros músculos cincelados de su abdomen, aflojarle sus jeans y ver si su pe/ne era tan grueso y duro como se sentía.
— Adentro. —Él bajó su cabeza hacia su cuello, arrastrando sus labios por él, su respiración caliente y pesada contra su carne.— Me niego a follarte en el maldito asiento como un dolescente.
— Necesito tocarte. —Sus manos ondearon contra su piel, sus dedos se deslizaron en su calor, sus sentidos sobrecargados con la percepción sedosa, la impresión de pequeños y suaves vellos
cubriendo lo qué ella había pensado era un pecho lampiño.
Él se sacudió con fuerza contra ella, un gruñido primitivo puro saliendo de su garganta mientras sus manos se dirigían hasta su abdomen, luego hacia la pretina de sus jeans. Sus dedos se
dirigieron a la hebilla ancha del cinturón, su mirada presa en la de ella mientras deslizaba el cuero de su cinturón a través de la hebilla de metal.
— No. No me gusta esto. —Su mano cubrió la suya, aunque sus caderas empujaban ferozmente contra del montículo de su vag/ina.— No así, _______ . Mete tu trasero en el garaje y piensa en esto. Piensa en eso duro y profundo, cariño, porque te prometo, que una vez que entre detrás de ti, te fo/llaré. Duro, profundo y sin piedad. Y condenado si te dejaré alejarte de mí una vez que lo haga. Así es que es mejor que estés malditamente segura de que es eso lo que quieres.
Él se alejó de ella, gimiendo ante el esfuerzo de hacerlo. La quería. El pensamiento entró en su cerebro mientras el placer entibiaba su cuerpo. _______ se quedó con la mirada fija en él, asombrada, un poco asustada, pero más que dispuesta a darle lo que fuera que él necesitara de ella.
— Tengo que irme de aquí antes de que te viole. —Él se echó para atrás, mirándola cuidadosamente cuando ella se recostó en el asiento.— Abre el garaje para mí. Estaré de regreso más tarde. Y piensa lo que te dije, _______ . Debes estar segura. Porque una vez que te tome, no habrá escape. Recuerda eso. Ésta es tu última oportunidad, nena. No tendré el control suficiente para darte otra oportunidad.
—No quiero escapar. —Se había prometido a sí misma que no imploraría, pero Dios sabía que ella estaba a segundos de hacerlo.
Él respiraba fuerte, pesado. Su cara ruborizada, sus ojos brillando intensamente con lujuria extrema, imperturbable— Estaré de regreso esta tarde. Si esto pasa, entonces quiero que esto pase bien, nena. Quiero que estés segura.
Ella trató de abrir la puerta, buscando a tientas el picaporte de la camioneta. Antes de que pudiera hacer más que empezar a salir él la tomó por la cintura, presionando su boca en su cuello.
— Nicholas . —Su cuerpo entero se debilitó, sus ojos se cerraron ante la sensación de él en su espalda, sus brazos alrededor de ella, su lengua acariciando su piel.
— Necesito saborearte. —En su voz, ella podía escuchar el esfuerzo que él hacía por apartarse de ella.
Su lengua era desigual, áspera, casi como la de un gato, logrando que ella se estremeciera con el placer sensual que cruzaba velozmente su cuerpo. Lamía su cuello hasta el punto donde se
encontraba con su hombro. Luego sus dientes rozaron su piel, arrancando un gemido estrangulado de su garganta cuando la mordió apenas, un placer casi dolor abrumándola, destruyéndola.
Sus manos posadas bajo sus pechos, atrayéndola más fuerte contra su pecho mientras chupaba gentilmente su piel, luego lamió sobre ella con un gruñido rudo de placer.
— Dios mío, qué bien sabes... —murmuró él en su oído.— ¿Sabrás así de bien, _______ , cuándo lama tu suave va/gina? ¿Me volveré loco con tu dulzura?
— Oh Dios. —Su cabeza cayó contra sus hombros, mientras que Nicholas, con sus labios y su lengua continuaba atormentando su sensibilizada piel.
— Mejor será que descanses hoy —Murmuró, mientras lentamente la soltaba.— Descansa bien, _______ , porque si sigues aquí cuando regrese, pueden pasar muchos días antes de que duermas otra vez.
_______ luchó por respirar. Luchó por encontrar la fuerza para dejar la camioneta. No quería dejarle ir, no quería darle la oportunidad de que él cambiara de idea y la dejara con este dolor por siempre.
— No tengo que pensarlo. —Le dijo sin mirarlo, aterrorizada de que si lo hacía, le rogaría que la llevase con él— Te quiero ahora, Nicholas .
— Entonces eso no cambiará en pocas horas. —Su voz sonaba estrangulada, ruda.— Ve. Antes de que pierda todo el control.
Ella avanzó lentamente fuera de la camioneta antes de girar para mirarlo nuevamente.
— ¿Regresarás? ¿Estás seguro?
— Oh, claro que regresaré. —Dijo suavemente— Lo podremos lamentar más tarde, _______ , pero regresaré.
Ella cerró la puerta, dejándole ir, así ella podría pensar y anticipar la noche.
La noche llegó, pero Nicholas no lo hizo. Al día siguiente, su hermano Dayan estaba allí, y en sus manos sostenía la destrucción de todos sus sueños. La carta que Nicholas le había enviado había
hecho pedazos todo dentro de ella.
“Tú eres solamente una niña, _______. Soy un hombre maduro y necesito una mujer que cubra completamente las necesidades que tengo. Alguien lo suficientemente mayor, como para entender esas necesidades, no una pequeña virgen inmadura. Ve a casa. Tú eres
simplemente una niñita jugando a algo que tú y yo sabemos que no puedes manejar. Pensándolo bien, he decidido que es mejor que nuestra amistad termine. Estoy aburrido de rescatarte. Enfermo de la carga que tú has colocado sobre mí para protegerte. Aprende a
protegerte a ti misma, y a crecer. No tengo idea de cómo criar a una niñita y no quiero comenzar contigo. Nicholas”
Ella regresó a su casa, al silencio, a sus miedos, y a un hambre por Nicholas que había aumentado casi a proporciones dolorosas. Y a la furia. La dulce furia, ardiente en contra de ambos, de Nicholas y de ella misma. La niñita. Las palabras le causaron obsesión. Él no la había fo/llado, pero se había asegurado de que creciese rápidamente.
Un día, juró, él pagaría por esto.
—Alguien trató de forzar la entrada a la casa, ¿vale? —Trató de zafarse de su agarre pero fue imposible librarse de él.— Los perseguí hasta la carretera principal antes de poder disparar. Luego
disparé. Desafortunadamente, el viejo Reverendo Gregory se atravesó, salía o entraba, o yo disparaba al coche equivocado. Todavía no sé cómo se escaparon de mí.
Ella no había estado disparando a matar. Sólo intentaba asustarlos un poco. Afortunadamente el Reverendo parecía tener sentido del humor y sólo exigió una noche en prisión para enseñarle
una lección. No era su primera noche allí. Dudaba que fuera la última.
— ¿Les disparaste? —Demonios. Él estaba realmente disgustado ahora.— ¿Por qué no me lo contaste a mí, _____? ¿Qué diablos estabas haciendo con una pistola? —Su voz había decrecido en vez de aumentar. Esa no era nunca una buena señal.
— Sé usarla. —Ella se contorsionó ante su agarre, pero fue más que consciente del hecho de que él le había dejado desasirse únicamente porque el lo permitió, no ella.— Demonios, Nicholas, ya
estoy cansada de esos bastardos tratando de atormentarme. Cada vez que Reginald se va, tiran la misma mierda sobre mí.
La aterrorizaban. Nicholas no estaba al tanto de las llamadas telefónicas. Ella nunca podría revelarle las notas breves, horripilantemente descriptivas tampoco. Palideció sólo de pensar en
ellas. Eran gráficas, explícitas y aterradoras.
— Sube a la camioneta. —Ella nunca le había escuchado ese tono antes. El peligro resonaba alrededor de ella y el temblor que le sobrevino, no tuvo nada que ver con la excitación y sí mucho con el temor.
Ella hizo lo que le ordenó, aunque le vigiló atentamente. La puerta golpeó ruidosamente detrás de ella y Nicholas se dirigió con paso majestuoso alrededor de la camioneta, no dijo otra palabra hasta
que estuvo dentro del vehículo en el lado del conductor.
— ¿Qué hizo él esta vez? —Ella asumió que él se refería a su
padre.
Ella se encogió de hombros cuidadosamente.
— No lo sé. Llegó tarde la semana pasada, puso algunas ropas en una mochila, me dijo que me quedara con unos amigos y salió.
— ¿Y tú estás todavía en la casa, por qué? —Dijo gruñendo. Hombre, era un animal cuando se enfadaba, pensó inquietamente.
Esa voz profunda la volvía loca, sin embargo.
— ¿Y en dónde voy a quedarme? —Su risa fue de auto burla. No era como si ella tuviera un montón de elecciones.— Telefoneé a Sherra, pero no me contestó. Te telefoneé una vez o dos, pero no estabas por ahí tampoco. Sólo quedábamos el arma de fuego y yo. El arma siempre está allí.
A ella no le gustó la mirada que él le dirigió. Furiosa y... hambrienta. La miró como si estuviese buscando comida y la considerara una presa fácil de repente. Agitó su cabeza, el asombro
brillando en sus ojos.
— Debes de estar loca, —Dijo finalmente suspirando— Ciertamente, demente. ¿Buen Dios, _______ , por qué no dejaste un mensaje?
— ¿Cuántos quieres que deje? —Gritó volviéndose hacia él. Ella no había dormido en una semana; estaba hambrienta y enferma de miedo.— Llamé durante tres días, Nicholas, y dejé los mensajes. ¿Por qué no compruebas la maldita máquina? Mejor aún, ve a gruñirles a
las malditas personas que no han arreglado la recepción del teléfono móvil en este condado aún. Incluso tu móvil no respondía y para entonces estaba cansada de implorar tu ayuda. —Como eso no era inusual en la pequeña y montañosa área en la que ellos vivían, él se calmó, sus manos apretando el volante.
— No hubo ningún mensaje. —Peligroso, retumbante él sólo se estaba poniendo más furioso a cada momento.
— Entonces uno de tus hermanos los borró —Le dijo, enojada.— Dejé los mensajes, Nicholas. Me sorprendió cuando llegaste esta mañana. Cuando el sheriff dijo que él tuvo que dejarte un mensaje...
— No hubo mensaje. —Su voz aminoró aún más.— El sheriff me buscó en el garaje esta mañana.
Ella bufó.
— Entonces ahí lo tienes. ¿Te dijo él que te dejó un mensaje anoche?
— No. Pero le preguntaré acerca de eso. —Por el tono de su voz, se dio cuenta de que él buscaría respuestas, también.
Su mirada, parpadeó cuando él clavó los ojos en ella fijamente. Sus ojos eran oscuros e intensos. La mirada la recordó que era mujer, y le hizo ansiar cosas que a menudo la ruborizaban cuando
pensaba en ellas. Él raramente la miraba de esa manera. Que lo hiciera ahora la descolocó completamente.
— Puedes quedarte en mi oficina, sobre el garaje. —Él encendió el motor alejándose de la cárcel mientras hablaba.— Hay una buena cama y una pequeña cocina allá arriba. Nadie te molestará.
Pero ella no quería estar sola. Estaba aburrida de eso.— Mira, sólo llévame de regreso a mi casa. Estoy segura de que Reginald estará pronto de regreso. Él bufó ante eso.
— No tengo tiempo de sacarte bajo fianza de la cárcel cada
mañana, _______ . Iremos por tus cosas y te llevaré al garaje. Regresarás a la escuela este otoño...
— No tengo dinero aún...
— Yo puedo pagarlo. —Gruñó, su mirada fija desviándose hacia ella, su furia casi tangible ahora.— Cierra la boca y escúchame para variar antes de que ese padre loco que tienes, te mate.
El tono de su voz aumentaba con cada palabra. _______ le miró cautelosamente. Ella nunca le había escuchado alzar la voz.
— No necesito tu caridad. —Dijo cruzando los brazos sobre sus pechos, quedándose con la mirada fija en el parabrisas, su pecho pesado con la cólera y dolor.— Soy una mujer adulta, Nicholas . Todo lo que necesito es el maldito trabajo.
— Estás a punto de obtener algo que vas lamentar y sin duda alguna no necesitas eso ahora mismo. —Su cabeza se movió para todos lados, cuando el camión se sacudió con fuerza al hacer un alto detrás del garaje.
Él estaba perdiendo la paciencia; lo podía sentir. Como la electricidad, la tensión entre ellos comenzaba a crujir, apretándose sobre ella, casi bloqueando su respiración.
Era todavía temprano por la mañana, horas antes de que el garaje abriera. La parte de atrás estaba desierta, oculta por una cerca alta, dejándolos resguardados, ocultos. La intimidad de eso la golpeó como una tonelada de ladrillos. De pronto estuvo repentinamente jadeante, dolorida, y demasiado consciente del hombre que estaba a su lado.
La estaba mirando con esa expresión que nunca fallaba en excitarla. Y estaba excitada. _______ era virgen, pero no era estúpida.
— ¿Lo lamentaré? —Las palabras pasaron por sus labios antes de que ella las pudiera detener.
Un sonrojo quemó su cara cuando lo vio de reojo, moviendo la cabeza, sintiéndose inmadura y estúpida, ahora que sabía que tenía la razón.
— Olvídalo. —Ella negó con la cabeza fijando la mirada en el patio desierto. —Seguramente no me refería a eso.
Pero sí lo había hecho. Era lo suficientemente honesta consigo misma para saberlo.
— _______ . —Su voz fue más suave ahora, resonando con un poder, una emoción ardiente que hizo que su corazón triplicara la velocidad.
— Mira, no necesito ningún dulce discurso. —Dijo ella, luchando por esconder su humillación. ¿Dios, cuándo aprendería a callarse la boca?— ¿Por qué no me llevas a casa y nos olvidamos de que alguna vez dije una palabra?
— ¿Piensas que nada me gustaría más que tenerte en mi cama? ¿Darte lo que sé que ambos queremos?
Ella se calmó. Gimió. Oh... Dios, ese pequeño sonido patético no vino de su garganta. Ella volvió a mirarle, sintiendo la desesperación que peleaba dentro de ella fluyendo hacia la superficie.
Estaba allí en su cara. Duras líneas de arrepentimiento, el hambre que sólo vislumbraba ocasionalmente en sus ojos.
— Pero tu no... —murmuró, su corazón rompiéndose— ¿lo harás?
— Mírate. —Dijo quedamente, aunque su voz era ruda— Tan inocente y dulce y no tienes ni idea del animal que tratas de soltar aquí.
— Tú no me lastimarías. —Ella supo eso. Supo que si ella se entregaba a él, entonces él podría romper su corazón, pero nunca la lastimaría físicamente.
— No puedes estar segura de eso, _______ . —Él levantó su mano del
volante, extendiendo la mano para tocar su mejilla.
El calor de las puntas de sus dedos llenas de callos, el toque de su pulgar en sus labios hizo que dejara escapar un sollozo de necesidad de su garganta. Ella tenía que tocarle, saborearle. Su
lengua se asomó a hurtadillas, golpeando sobre su carne cuando ambos gimieron. Los sonidos se escuchaban ardientes, hambrientos, llenando el interior de vehículo con una tensión que se ajustó a cada célula de su cuerpo.
— Tú haces que me duela. —Ella no podría detener las palabras o la necesidad.— Algunas veces no puedo aguantarlo, Nicholas . Te necesito tanto. Te amo.
Habían sido amigos durante años. Su cabaña no estaba muy distante de la de ella y él había sido una presencia constante en su vida. Tanto era así, que ella se preguntaba si podría sobrevivir sin él.
Él tragó fuertemente.
— No sabes lo que estás diciendo.
— Te he amado desde que tenía once años de edad, Nicholas. Desde que tú me cargaste fuera de la maldita montaña y me llevaste de regreso a la casa de tu madre. ¿No sabes que me posees? —Odiaba esa idea. Odiaba cuánto le necesitaba, cuánto le ansiaba.— ¿Soy tan terrible, Nicholas , que incluso tú no me quieres? —¿Tenían razón los mojigatos que la juzgaban por las acciones de Reginald? ¿Estaba ella en cierta forma manchada? ¿Era indigna de su amor? La idea le perforaba el alma.
Los ojos de Nicholas llamearon con hambre, como si sus palabras hubieran dejado suelto algo dentro de él que ya no podía contener. La esperanza se despertó dentro de ella. Una excitación ardiente se desplazó, en las profundidades ya húmedas de sus partes íntimas.
— ¿No te quiero? —Dijo casi gruñendo.— Demonios, _______ , te sentirías aterrorizada si tuvieses idea de lo qué yo quiero de ti.
No había ninguna cosa que él pudiera querer de ella, y que ella no quisiera darle.
— Entonces es tuyo. —Murmuró ella con su pulgar acariciando a través de su mandíbula, acercándose lentamente a sus labios.— Cualquier cosa, Nicholas . Moriría por ti.
— Eres todavía una niña. —Gimió él, su pulgar presionado en contra de sus labios hasta que ella lo envolvió en el calor de su boca.
— Dios, ___... —Ella le mordió, sujetándole allí con su lengua acariciando su aspereza.
_______ siempre había odiado su falta de control, la necesidad hambrienta que a menudo la empujaba a que la lastimaran, a revelar sus emociones en la forma que permitiera a cualquiera lastimarla.
Estaba hambrienta, muerta de hambre por Nicholas de una manera en la que ella nunca estuvo por ningún otro. Ella le necesitaba ahora, como necesitaba el aire para respirar.
— Déjate ir. —Murmuró Nicholas mientras su otra mano la acercaba más a él— Veamos si puedo llenar tu boca de algo muchísimo más agradable.
Antes de que ella supiese qué ocurría, él la había inmovilizado en el asiento, levantándose sobre ella mientras movía el resorte bajo el asiento para echarlo hacia atrás y permitirle más espacio. _______ gimió, quedándose con la mirada fija en él, mirándolo con aturdida incredulidad cuando él se movió entre sus muslos, el calor duro, caliente de su miembro cubierto con el tejido de sus vaqueros acoplándose entre sus muslos perfectamente.
— Nicholas ... —Su vientre se convulsionó entonces. Sintió casi lo mismo que un puñetazo en su estómago que le hizo perder la respiración, dejándola jadeante.
— Siénteme, _______ —le ordenó roncamente, moviéndose contra ella, sus ojos ensombreciéndose más cuando sintió la humedad resbalándose entre sus muslos. ¿Sentirlo? ¿Cómo podría ella sentir cualquier otra cosa que no fuera él?
Fue demasiado intenso. Un grito entrecortado escapó de su garganta mientras se arqueaba contra él, sintiendo sus pechos latir y la hinchazón de su clít/oris. Sus manos agarraron sus brazos como
él se colocó encima de ella, su expresión convertida en una mueca de disgusto, mientras la miraba.
— Te apuesto a que estarás tan apretada que no duraré ni unos minutos dentro de ti. —Su voz estaba rechinando, despertando sus sentidos en formas que ella nunca había imaginado.
— Compruébalo. —Ella apenas podía respirar, y mucho menos hablar, pero forzó las palabras fuera de sus labios, necesitándole ahora con un hambre devastadora que ella no podía disipar.
Un toque. Eso fue todo lo que había necesitado. Sólo un toque de él para destruir cualquier autocontrol que ella tenía, o podría haber tenido.
Sus manos fueron a su cintura, tirando de su camisa, sacándola con fuerza de sus jeans, desesperada por tocarle, por saborearle.
Quería pasar sus dedos por su pecho, probar los duros músculos cincelados de su abdomen, aflojarle sus jeans y ver si su pe/ne era tan grueso y duro como se sentía.
— Adentro. —Él bajó su cabeza hacia su cuello, arrastrando sus labios por él, su respiración caliente y pesada contra su carne.— Me niego a follarte en el maldito asiento como un dolescente.
— Necesito tocarte. —Sus manos ondearon contra su piel, sus dedos se deslizaron en su calor, sus sentidos sobrecargados con la percepción sedosa, la impresión de pequeños y suaves vellos
cubriendo lo qué ella había pensado era un pecho lampiño.
Él se sacudió con fuerza contra ella, un gruñido primitivo puro saliendo de su garganta mientras sus manos se dirigían hasta su abdomen, luego hacia la pretina de sus jeans. Sus dedos se
dirigieron a la hebilla ancha del cinturón, su mirada presa en la de ella mientras deslizaba el cuero de su cinturón a través de la hebilla de metal.
— No. No me gusta esto. —Su mano cubrió la suya, aunque sus caderas empujaban ferozmente contra del montículo de su vag/ina.— No así, _______ . Mete tu trasero en el garaje y piensa en esto. Piensa en eso duro y profundo, cariño, porque te prometo, que una vez que entre detrás de ti, te fo/llaré. Duro, profundo y sin piedad. Y condenado si te dejaré alejarte de mí una vez que lo haga. Así es que es mejor que estés malditamente segura de que es eso lo que quieres.
Él se alejó de ella, gimiendo ante el esfuerzo de hacerlo. La quería. El pensamiento entró en su cerebro mientras el placer entibiaba su cuerpo. _______ se quedó con la mirada fija en él, asombrada, un poco asustada, pero más que dispuesta a darle lo que fuera que él necesitara de ella.
— Tengo que irme de aquí antes de que te viole. —Él se echó para atrás, mirándola cuidadosamente cuando ella se recostó en el asiento.— Abre el garaje para mí. Estaré de regreso más tarde. Y piensa lo que te dije, _______ . Debes estar segura. Porque una vez que te tome, no habrá escape. Recuerda eso. Ésta es tu última oportunidad, nena. No tendré el control suficiente para darte otra oportunidad.
—No quiero escapar. —Se había prometido a sí misma que no imploraría, pero Dios sabía que ella estaba a segundos de hacerlo.
Él respiraba fuerte, pesado. Su cara ruborizada, sus ojos brillando intensamente con lujuria extrema, imperturbable— Estaré de regreso esta tarde. Si esto pasa, entonces quiero que esto pase bien, nena. Quiero que estés segura.
Ella trató de abrir la puerta, buscando a tientas el picaporte de la camioneta. Antes de que pudiera hacer más que empezar a salir él la tomó por la cintura, presionando su boca en su cuello.
— Nicholas . —Su cuerpo entero se debilitó, sus ojos se cerraron ante la sensación de él en su espalda, sus brazos alrededor de ella, su lengua acariciando su piel.
— Necesito saborearte. —En su voz, ella podía escuchar el esfuerzo que él hacía por apartarse de ella.
Su lengua era desigual, áspera, casi como la de un gato, logrando que ella se estremeciera con el placer sensual que cruzaba velozmente su cuerpo. Lamía su cuello hasta el punto donde se
encontraba con su hombro. Luego sus dientes rozaron su piel, arrancando un gemido estrangulado de su garganta cuando la mordió apenas, un placer casi dolor abrumándola, destruyéndola.
Sus manos posadas bajo sus pechos, atrayéndola más fuerte contra su pecho mientras chupaba gentilmente su piel, luego lamió sobre ella con un gruñido rudo de placer.
— Dios mío, qué bien sabes... —murmuró él en su oído.— ¿Sabrás así de bien, _______ , cuándo lama tu suave va/gina? ¿Me volveré loco con tu dulzura?
— Oh Dios. —Su cabeza cayó contra sus hombros, mientras que Nicholas, con sus labios y su lengua continuaba atormentando su sensibilizada piel.
— Mejor será que descanses hoy —Murmuró, mientras lentamente la soltaba.— Descansa bien, _______ , porque si sigues aquí cuando regrese, pueden pasar muchos días antes de que duermas otra vez.
_______ luchó por respirar. Luchó por encontrar la fuerza para dejar la camioneta. No quería dejarle ir, no quería darle la oportunidad de que él cambiara de idea y la dejara con este dolor por siempre.
— No tengo que pensarlo. —Le dijo sin mirarlo, aterrorizada de que si lo hacía, le rogaría que la llevase con él— Te quiero ahora, Nicholas .
— Entonces eso no cambiará en pocas horas. —Su voz sonaba estrangulada, ruda.— Ve. Antes de que pierda todo el control.
Ella avanzó lentamente fuera de la camioneta antes de girar para mirarlo nuevamente.
— ¿Regresarás? ¿Estás seguro?
— Oh, claro que regresaré. —Dijo suavemente— Lo podremos lamentar más tarde, _______ , pero regresaré.
Ella cerró la puerta, dejándole ir, así ella podría pensar y anticipar la noche.
La noche llegó, pero Nicholas no lo hizo. Al día siguiente, su hermano Dayan estaba allí, y en sus manos sostenía la destrucción de todos sus sueños. La carta que Nicholas le había enviado había
hecho pedazos todo dentro de ella.
“Tú eres solamente una niña, _______. Soy un hombre maduro y necesito una mujer que cubra completamente las necesidades que tengo. Alguien lo suficientemente mayor, como para entender esas necesidades, no una pequeña virgen inmadura. Ve a casa. Tú eres
simplemente una niñita jugando a algo que tú y yo sabemos que no puedes manejar. Pensándolo bien, he decidido que es mejor que nuestra amistad termine. Estoy aburrido de rescatarte. Enfermo de la carga que tú has colocado sobre mí para protegerte. Aprende a
protegerte a ti misma, y a crecer. No tengo idea de cómo criar a una niñita y no quiero comenzar contigo. Nicholas”
Ella regresó a su casa, al silencio, a sus miedos, y a un hambre por Nicholas que había aumentado casi a proporciones dolorosas. Y a la furia. La dulce furia, ardiente en contra de ambos, de Nicholas y de ella misma. La niñita. Las palabras le causaron obsesión. Él no la había fo/llado, pero se había asegurado de que creciese rápidamente.
Un día, juró, él pagaría por esto.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 1
Quince meses después.
— Si tú adviertes la pequeña marca en su hombro, entonces verás que parece ser un mordisco de amor. —El reportero señaló un moretón en la fotografía de Merinus Lyon, en su cuello— No lo hemos confirmado, pero los rumores sugieren que es una marca de apareamiento. Esto significa que existe un reconocimiento instintivo de apareamiento entre la Casta Felina de Callan Lyon, y su esposa. La marca, así como también el semen y una hormona que está esencialmente en su saliva, actúa como un afrodisíaco en la hembra. Las castas felinas niegan esto, pero los informes que fueron rescatados de los laboratorios donde las pruebas se habían efectuado prueban esta suposición...
_______ estaba en shock. Se levantó bajo la mirada de su padre, mirando el noticiero, sintiendo que la sangre escapaba de su cara mientras sus ojos se dirigían hacia la marca revelada por la foto. Sería fácil decir que no era más que un mordisco de amor, sólo que tras varias fotografías tomadas en el transcurso de los tres últimos meses, las marcas nunca se alteraron, nunca se curaron. Los informes que sustrajeron de los laboratorios donde se habían criado los especimenes, decían que nunca lo haría.
_______, posó la mano sobre su hombro, cubriendo la marca que ella sabía, había marcado su propia carne, tal como le había hecho la esposa de Callan.
— ¿Qué diablos se posesionó de ti, para follar con ese fenómeno? —Le dijo con desdén su padre mientras caminaba de arriba abajo por la habitación, su respiración entrecortada, con la furia
perfilando cada milímetro de su cuerpo.
Reginald Andrews era un hombre grande, no tan musculoso y alto como Nicholas , pero lo suficientemente fuerte como para que su cólera causara que _______ se sobresaltara al recordar sus palizas. Era una adulta ahora. No toleraría nunca un sólo golpe más de él, pero nunca había superado su miedo hacia él. Su miedo, o su odio.
— Regresa a dondequiera de donde hayas vuelto. —Le dijo duramente, mientras continuaba clavando los ojos en la pantalla de televisión.— Están equivocados.
Ella había sobrevivido muy bien sin Nicholas , aún después de la forma que él marcó su piel, y destruyó sus sueños. Había sobrevivido a las amenazas interminables y los intentos de ataques que los acreedores de su padre habían escenificado, y lo había hecho sola.
Podría y sobreviviría también a esto.
— ¿Piensas que me puedes mentir? —Espetó, mientras se ponía al lado de ella. La sacudió con fuerza, hasta que pudo ver su mirada frente a ella, sus ojos ensombreciéndose de furia.— Te miras en el espejo las suficientes veces como para ver esa marca repugnante en tu cuello, _______? ¿O te asquea demasiado recordar cómo te abriste de piernas para un animal?
_______ le dirigió una mirada suspicaz. Él no se preocupaba por ella de ninguna manera y ella tenía el suficiente juicio como para saberlo.
Dudaba que a él le importara con quien follara, lo cual quería decir que había más en su cólera que cualquier preocupación paternal o insulto personal.
— Quita tus manos de mí antes de que telefonee a tu último patrón y le deje saber exactamente dónde diablos estás. —Dijo en voz baja, pero sin disfrazar el odio que brotó dentro de ella hacia su
padre.
Ella no le había visto más que media docena de veces en los pasados tres años. Ninguna de esas visitas había sido agradable. Esta lo era mucho menos.
— _______, lo has arruinado todo. —Gritó retrocediendo furiosamente, soltándola.— Casi te casé, chica. El señor Tearns habría pagado por usarte, mientras que tú dejaste que ese gato lo tuviera por nada.
Ah, entonces, ahora tenemos la historia real, pensó burlona. Qué típico de Reginald. Casarla con su jefe, sin embargo, eso era un tanto extremo.
— ¿Casarme? ¿Con tu jefe? —Ella se rió de él— ¿Es por eso qué regresaste, Reggie? ¿Piensas que haría algo así como mantener una conversación con las serpientes con la que te juntas? Creo que no. Mantente tú solo. Es lo que yo hago.
Lo que había hecho siempre. Se volvió hacia la televisión, con la respiración entrecortada ante la entrevista grabada con los cinco Felinos. La voz del Nicholas envió una oleada de calor a través de su cuerpo contra la que ni siquiera intentó luchar. Había aprendido a través de los años a no oponerse a eso. Era peor si lo hacía.
— Dejarte follar por un animal. —Se burló otra vez— Tendrás suerte de vivir si cualquiera ve esa marca en tu cuello, _______. Apuesto a que a esos bastardos del Consejo les gustaría tenerte.
El temor la recorrió al volverse hacia su padre. ¿Qué tan desesperado estaba él?, se preguntó Ella no era tan estúpida como para pensar que cualquier sentimiento paternal le detendría antes de vender su información al mejor postor. La entregaría en un segundo, si es que no lo había hecho ya.
— No me mires así, pu/tita. —Su boca se torció con repugnancia— No se lo diré a nadie. Caramba, no quiero que nadie sepa que mi hija folló con un sucio gato.
Ella casi se sobresaltó con el término. Casi. Ella no había follado con el; Demonios, él aún no la había besado. Todo lo que él había hecho era marcarla, dejarla arruinada para siempre para cualquier otro hombre, luego la dejó de una manera que hacía palidecer las deserciones de su padre en comparación.
—Vete, Reggie. —Dijo mientras apagaba la televisión— No te necesito aquí ahora más de lo que te he necesitado durante los últimos años. No tengo dinero, y no quiero aguantar tus groserías.
Sólo vete.
Había aprendido que no le serviría de nada necesitarlo. Al minuto que pensaba que podía ayudarla, él corría.
—Tú puedes usar esto, _______. —Dijo finalmente, con voz nasal, tratando de engatusarla— Podríamos contar una historia que nos podría hacer millonarios. No tendríamos que preocuparnos nunca más por nada.
El horror se deslizó sobre ella en oleadas. No lo había visto en meses, y ahora él estaba aquí. Con otro plan, otra idea para enriquecerse rápidamente y otra vez a él no le importaría usarla para lograrlo.
Era hora de partir. Silenciosamente admitió para sí misma que no había ninguna posibilidad de que su padre alguna vez guardara el secreto sobre esto. Quizá tendría un par de días a lo sumo para
conseguir reunir sus cosas y correr.
Ella se quedó mirando fijamente alrededor de la pequeña casa en la que había vivido toda su vida. No era mucho, pero era todo lo que tenía. El hogar que su madre había soñado, pero que no había vivido lo suficiente como para disfrutarlo. Ella lo perdería ahora.
La pequeña cabaña no era ya la casucha que había sido. El trabajo que había encontrado en Morehead como contable le había dado lo necesario para arreglarla; Nuevas cortinas y aparatos domésticos, un confortable sofá en color verde oscuro que hacía juego con las sillas, una pequeña mesa de café color cereza y mesas esquineras haciendo juego, encima de cada una de ellas una lámpara de cristal.
Y ella tenía una cama nueva en vez del colchón en el piso que había usado durante años. Y ahora iba a tener que alejarse de todo eso.
— Fuera, —Le dijo otra vez— Y cierra tu boca a menos que quieras morir. ¿Realmente el Consejo suena como algo con lo que tú te quieras involucrar, Reggie? Te matarían antes de pagarte un
centavo. —No había ninguna oportunidad de que él le hiciera caso.
La furia fluyó a través de sus venas como un ácido, dejando fuera la paz que había logrado encontrar en su vida en los pasados quince meses. Justo lo que ella necesitaba. Involucrarse en algo tan peligroso que hacía parecer los delitos de su padre como fiestas de Té.
— Me iré. Pero regresaré. Piensa en esto, _______. El bastardo te folló y se largó. ¿Qué le debes? Hazle pagar, como debiste hacerlo desde el principio.
Dirigiéndole una mirada enfadada, fue hacia la puerta cerrándola de golpe, dejándola sola otra vez. _______ sacudió la cabeza cansadamente mientras se sentaba de golpe en el sofá nuevo, de un
cuero que notaba suave y confortable bajo su cuerpo.
— ¿Dios mío, y ahora qué? —Ella levantó la vista hacia el cielo raso, tratando de contener sus lágrimas y la realidad de este nuevo golpe.
Ella no quería irse de la casa. Había luchado la mayor parte de su vida para quedarse ahí, para mantener unidos los frágiles retazos de días más felices y consolarse con ellos. Ahora estos le estaban siendo robados igualmente.
Tendría que arreglar el camión. Era más confiable que el automóvil, y la llevaría más lejos. Desafortunadamente, igual que el automóvil, no estaba en la mejor forma. Pero podría arreglarse. Y mejor se concentraría en eso pronto, porque sin duda alguna su padre no esperaría mucho antes de tratar de venderla al mejor postor.
Se estremeció de miedo.
— ¿Por qué hiciste esto, Nicholas ? —Murmuró con sombrío pesar en la sala de estar vacía, con su vacío corazón.
Había estado sola desde el día que Dayan le había dado la carta que Nicholas le había enviado. Al principio había tenido citas, determinada a recuperarse del rechazo del hombre que ella siempre
soñó con amar. Pero se había dado cuenta rápidamente de que su cuerpo nunca aceptaría el toque de otro hombre, y su corazón ansió lo que ella sabía que nunca podría tener. Pero algunas veces como hoy, cuando necesitaba desesperadamente un hombro para llorar, estar sola era realmente una mier/da.
Quince meses después.
— Si tú adviertes la pequeña marca en su hombro, entonces verás que parece ser un mordisco de amor. —El reportero señaló un moretón en la fotografía de Merinus Lyon, en su cuello— No lo hemos confirmado, pero los rumores sugieren que es una marca de apareamiento. Esto significa que existe un reconocimiento instintivo de apareamiento entre la Casta Felina de Callan Lyon, y su esposa. La marca, así como también el semen y una hormona que está esencialmente en su saliva, actúa como un afrodisíaco en la hembra. Las castas felinas niegan esto, pero los informes que fueron rescatados de los laboratorios donde las pruebas se habían efectuado prueban esta suposición...
_______ estaba en shock. Se levantó bajo la mirada de su padre, mirando el noticiero, sintiendo que la sangre escapaba de su cara mientras sus ojos se dirigían hacia la marca revelada por la foto. Sería fácil decir que no era más que un mordisco de amor, sólo que tras varias fotografías tomadas en el transcurso de los tres últimos meses, las marcas nunca se alteraron, nunca se curaron. Los informes que sustrajeron de los laboratorios donde se habían criado los especimenes, decían que nunca lo haría.
_______, posó la mano sobre su hombro, cubriendo la marca que ella sabía, había marcado su propia carne, tal como le había hecho la esposa de Callan.
— ¿Qué diablos se posesionó de ti, para follar con ese fenómeno? —Le dijo con desdén su padre mientras caminaba de arriba abajo por la habitación, su respiración entrecortada, con la furia
perfilando cada milímetro de su cuerpo.
Reginald Andrews era un hombre grande, no tan musculoso y alto como Nicholas , pero lo suficientemente fuerte como para que su cólera causara que _______ se sobresaltara al recordar sus palizas. Era una adulta ahora. No toleraría nunca un sólo golpe más de él, pero nunca había superado su miedo hacia él. Su miedo, o su odio.
— Regresa a dondequiera de donde hayas vuelto. —Le dijo duramente, mientras continuaba clavando los ojos en la pantalla de televisión.— Están equivocados.
Ella había sobrevivido muy bien sin Nicholas , aún después de la forma que él marcó su piel, y destruyó sus sueños. Había sobrevivido a las amenazas interminables y los intentos de ataques que los acreedores de su padre habían escenificado, y lo había hecho sola.
Podría y sobreviviría también a esto.
— ¿Piensas que me puedes mentir? —Espetó, mientras se ponía al lado de ella. La sacudió con fuerza, hasta que pudo ver su mirada frente a ella, sus ojos ensombreciéndose de furia.— Te miras en el espejo las suficientes veces como para ver esa marca repugnante en tu cuello, _______? ¿O te asquea demasiado recordar cómo te abriste de piernas para un animal?
_______ le dirigió una mirada suspicaz. Él no se preocupaba por ella de ninguna manera y ella tenía el suficiente juicio como para saberlo.
Dudaba que a él le importara con quien follara, lo cual quería decir que había más en su cólera que cualquier preocupación paternal o insulto personal.
— Quita tus manos de mí antes de que telefonee a tu último patrón y le deje saber exactamente dónde diablos estás. —Dijo en voz baja, pero sin disfrazar el odio que brotó dentro de ella hacia su
padre.
Ella no le había visto más que media docena de veces en los pasados tres años. Ninguna de esas visitas había sido agradable. Esta lo era mucho menos.
— _______, lo has arruinado todo. —Gritó retrocediendo furiosamente, soltándola.— Casi te casé, chica. El señor Tearns habría pagado por usarte, mientras que tú dejaste que ese gato lo tuviera por nada.
Ah, entonces, ahora tenemos la historia real, pensó burlona. Qué típico de Reginald. Casarla con su jefe, sin embargo, eso era un tanto extremo.
— ¿Casarme? ¿Con tu jefe? —Ella se rió de él— ¿Es por eso qué regresaste, Reggie? ¿Piensas que haría algo así como mantener una conversación con las serpientes con la que te juntas? Creo que no. Mantente tú solo. Es lo que yo hago.
Lo que había hecho siempre. Se volvió hacia la televisión, con la respiración entrecortada ante la entrevista grabada con los cinco Felinos. La voz del Nicholas envió una oleada de calor a través de su cuerpo contra la que ni siquiera intentó luchar. Había aprendido a través de los años a no oponerse a eso. Era peor si lo hacía.
— Dejarte follar por un animal. —Se burló otra vez— Tendrás suerte de vivir si cualquiera ve esa marca en tu cuello, _______. Apuesto a que a esos bastardos del Consejo les gustaría tenerte.
El temor la recorrió al volverse hacia su padre. ¿Qué tan desesperado estaba él?, se preguntó Ella no era tan estúpida como para pensar que cualquier sentimiento paternal le detendría antes de vender su información al mejor postor. La entregaría en un segundo, si es que no lo había hecho ya.
— No me mires así, pu/tita. —Su boca se torció con repugnancia— No se lo diré a nadie. Caramba, no quiero que nadie sepa que mi hija folló con un sucio gato.
Ella casi se sobresaltó con el término. Casi. Ella no había follado con el; Demonios, él aún no la había besado. Todo lo que él había hecho era marcarla, dejarla arruinada para siempre para cualquier otro hombre, luego la dejó de una manera que hacía palidecer las deserciones de su padre en comparación.
—Vete, Reggie. —Dijo mientras apagaba la televisión— No te necesito aquí ahora más de lo que te he necesitado durante los últimos años. No tengo dinero, y no quiero aguantar tus groserías.
Sólo vete.
Había aprendido que no le serviría de nada necesitarlo. Al minuto que pensaba que podía ayudarla, él corría.
—Tú puedes usar esto, _______. —Dijo finalmente, con voz nasal, tratando de engatusarla— Podríamos contar una historia que nos podría hacer millonarios. No tendríamos que preocuparnos nunca más por nada.
El horror se deslizó sobre ella en oleadas. No lo había visto en meses, y ahora él estaba aquí. Con otro plan, otra idea para enriquecerse rápidamente y otra vez a él no le importaría usarla para lograrlo.
Era hora de partir. Silenciosamente admitió para sí misma que no había ninguna posibilidad de que su padre alguna vez guardara el secreto sobre esto. Quizá tendría un par de días a lo sumo para
conseguir reunir sus cosas y correr.
Ella se quedó mirando fijamente alrededor de la pequeña casa en la que había vivido toda su vida. No era mucho, pero era todo lo que tenía. El hogar que su madre había soñado, pero que no había vivido lo suficiente como para disfrutarlo. Ella lo perdería ahora.
La pequeña cabaña no era ya la casucha que había sido. El trabajo que había encontrado en Morehead como contable le había dado lo necesario para arreglarla; Nuevas cortinas y aparatos domésticos, un confortable sofá en color verde oscuro que hacía juego con las sillas, una pequeña mesa de café color cereza y mesas esquineras haciendo juego, encima de cada una de ellas una lámpara de cristal.
Y ella tenía una cama nueva en vez del colchón en el piso que había usado durante años. Y ahora iba a tener que alejarse de todo eso.
— Fuera, —Le dijo otra vez— Y cierra tu boca a menos que quieras morir. ¿Realmente el Consejo suena como algo con lo que tú te quieras involucrar, Reggie? Te matarían antes de pagarte un
centavo. —No había ninguna oportunidad de que él le hiciera caso.
La furia fluyó a través de sus venas como un ácido, dejando fuera la paz que había logrado encontrar en su vida en los pasados quince meses. Justo lo que ella necesitaba. Involucrarse en algo tan peligroso que hacía parecer los delitos de su padre como fiestas de Té.
— Me iré. Pero regresaré. Piensa en esto, _______. El bastardo te folló y se largó. ¿Qué le debes? Hazle pagar, como debiste hacerlo desde el principio.
Dirigiéndole una mirada enfadada, fue hacia la puerta cerrándola de golpe, dejándola sola otra vez. _______ sacudió la cabeza cansadamente mientras se sentaba de golpe en el sofá nuevo, de un
cuero que notaba suave y confortable bajo su cuerpo.
— ¿Dios mío, y ahora qué? —Ella levantó la vista hacia el cielo raso, tratando de contener sus lágrimas y la realidad de este nuevo golpe.
Ella no quería irse de la casa. Había luchado la mayor parte de su vida para quedarse ahí, para mantener unidos los frágiles retazos de días más felices y consolarse con ellos. Ahora estos le estaban siendo robados igualmente.
Tendría que arreglar el camión. Era más confiable que el automóvil, y la llevaría más lejos. Desafortunadamente, igual que el automóvil, no estaba en la mejor forma. Pero podría arreglarse. Y mejor se concentraría en eso pronto, porque sin duda alguna su padre no esperaría mucho antes de tratar de venderla al mejor postor.
Se estremeció de miedo.
— ¿Por qué hiciste esto, Nicholas ? —Murmuró con sombrío pesar en la sala de estar vacía, con su vacío corazón.
Había estado sola desde el día que Dayan le había dado la carta que Nicholas le había enviado. Al principio había tenido citas, determinada a recuperarse del rechazo del hombre que ella siempre
soñó con amar. Pero se había dado cuenta rápidamente de que su cuerpo nunca aceptaría el toque de otro hombre, y su corazón ansió lo que ella sabía que nunca podría tener. Pero algunas veces como hoy, cuando necesitaba desesperadamente un hombro para llorar, estar sola era realmente una mier/da.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 2
_______ se quedó con la mirada fija en la camioneta en la que estaba trabajando a altas horas de la tarde y suspiró cansadamente cuando finalmente admitió el fracaso. Justamente no iba a poder arreglarla hoy, no importa cuánto lo desease. Y el tiempo se acababa.
El temblor que algunas veces se presentaba en sus manos, y el dolor en la boca de su estómago, fueron demasiado severos, y el miedo propagándose a través de su mente hizo poco para permitirle la concentración que necesitaba para arreglar aquel vehículo terco.
Su padre no esperaría mucho antes de empezar a moverse. Cuando él lo hiciese, su vida no valdría absolutamente nada. Por si no fuera poco tenía que controlar los efectos de lo que le había hecho Nicholas , necesitándolo constantemente, de cualquier manera.
Estaba empeorando. La debilidad que la atacó, llegó acompañada por una excitación que vino justamente con el dolor. Éste fue uno de los ataques más severos que ella había sufrido en los pasados meses, y el conocimiento de dónde venía le aterraba.
Agachó su cabeza cansadamente, reforzó sus manos en el frente del vehículo y negó con la cabeza. Quiso correr, esconderse. Quiso regresar a un tiempo pasado en el que podía soñar, caer en la comodidad de esos sueños, pero la realidad rehusó permitirle unas vacaciones que necesitaba desesperadamente. No había ninguna escapatoria para las noticias, no podía escapar
de la cruda realidad, y ésta explotó a través de su mundo. _______ había tratado de sepultarse en el trabajo en vez de estar pegada a la pantalla de televisión, como muchos otros. O peor, ser entrevistada por uno de los muchos periodistas de la televisión que habían invadido el pequeño pueblo de Sandy Hook, en Kentucky. Los había ignorado a todos, hasta que su padre había impuesto la verdad a la fuerza en ella.
Afortunadamente, hasta ahora ella había logrado evitar a los reporteros intrépidos y los periodistas sospechosos. Habían otros menos renuentes a hablar y esas entrevistas se emitían varias veces
al día. Como si el mundo no tuviera bastante de esas sensaciones nuevas.
El proyecto Alpha. La creación de un ejército especial diseñado para ganar batallas, y para cazar a la presa. Un ejército en parte animal, instintivo en sus respuestas luchadoras y en su salvajismo.
Los rumores y las insinuaciones sugerían que sus increíbles habilidades para la pelea se debían a la genética animal impresa en su código genético. Había sido dado a entender que la sexualidad de las criaturas predominaba también sobre el comportamiento sexual humano.
Las fugas que se habían dado entre los científicos que habían probado las cinco Razas y la esposa de Callan Lyons, Merinus Tyler, sugerían la posibilidad de una infección hormonal, una “marca”
biológica que había atado a Merinus a Callan.
_______ tembló cuando recordó la noticia. Su mano se fue instintivamente a su cuello, palpando su “marca”. No tenía importancia que las Castas negaran todo esto firmemente o que tantos otros dentro del campo científico se mofaran del tema. Ella sabía que era verdad. Lo sabía porque llevaba la marca de Nicholas ; A menudo, padecía dolorosamente una excitación que no podía ser
satisfecha, sin importar lo que intentara para eliminarla. Excitación que tampoco podía ser aliviada por otro.
En los quince meses que habían transcurrido desde los momentos robados que ella había compartido con él fuera del garaje, había sido incapaz de dar a cualquier otro hombre permiso para tocarla. El mismo pensamiento de permitírselo a alguien, exceptuando a Nicholas ,
la hacía sentirse mal.
Ella dejó caer la llave mecánica que estaba usando en la reparación del camión y saltó de la caja de madera que usaba para alcanzar la altura adicional que necesitaba para llegar hasta el
motor.
Estaba enojada, la cólera pulsaba a través de su sistema. Una cólera abrasadora, que la dejaba indefensa para hacer frente a la realidad. Él la había marcado sabiendo que la engañaba. Sabiendo que él la estaba atando, comprometiéndola a él de una forma de la que nunca ella podría escapar, para luego marcharse como si esto nunca hubiera ocurrido.
¿Ella lo tomaba en serio? Claro que no, gruñó ella. Caramba, No. ¿Por qué iba a hacerlo? Cerró de golpe el capó del camión y caminó furiosamente de vuelta a la casa.
Esto tenía que detenerse. Ella había estado temblando de cólera, con emociones a las que no quería hacer frente desde que el primer periodista golpeó su puerta. La situación había empeorado al soportar el constante estremecimiento del cual no podía deshacerse, la irritación si cualquiera la tocaba, los bruscos cambios de ánimo que a menudo la molestaban sin cesar; Había un sentimiento profundo, abrumador de traición.
Ella se lavó rápidamente, y se puso unos pantalones vaqueros limpios y una blusa ligera antes de coger las llaves de su coche perfectamente puesto a punto y el bolso. Necesitaba comprar comestibles y tal vez un set de bujías para el motor de ese camión estúpido, pensó. Y sobre todo, necesitaba olvidarse de Nicholas , lo quisiera su cuerpo o no.
El paseo en coche hasta Sandy Hook le llevó menos de veinte minutos. Conducir dentro del pueblo tomó más tiempo. El turismo había crecido como la espuma, Pero no era eso lo que le molestaba,
sino los mismos habitantes del pueblo y todo la chismería que habían logrado crear. Carteles en los que le leía “A casa de las Castas” se podían leer en cada una de las entradas del pueblo. Varios moteles nuevos estaban siendo construidos y varias casas tenían colgados carteles anunciando cuartos de alquiler. Todavía se organizaban excursiones que recorrían el desfiladero y los acantilados donde se sabía que Callan y su familia a menudo cazaban y se escondían. De
todas formas nuevas mentiras e historias se inventaban diariamente para los centenares de turistas que llegaban al pequeño pueblo.
Para cuando frenó el automóvil junto al almacén, _______ estaba irritada y su nivel de paciencia se encontraba en el punto más bajo, lo cual no era una buena forma de empezar. Tenía la sensación de que sólo gruñendo había conseguido abrirse camino hacia el
mostrador y comprar los repuestos que ella necesitaba para arreglar el camión.
— ¿Cómo vas, _______? —Colapsado y al parecer casi tan frustrado como ella, John O'Brien le dio los recambios que había comprado en una bolsa de plástico pequeña, mientras miraba coléricamente detrás de ella, hacia el exterior de la tienda.— Las caravanas de las periodistas están bloqueando de nuevo el parking. Son unos brutos estúpidos.
_______ miró por encima de su hombro hacia las grandes ventas que daban al estacionamiento. Dos grandes remolques de las cadenas de noticias bloqueaban el camino de acceso y varios periodistas pululaban alrededor de los clientes que habían dejado la tienda intentando dirigirles la palabra. Ella notó como el corazón saltaba en su pecho y apretó las palmas de sus manos de repente mojadas por la aprensión.
_______ comprobó que el cuello de su camisa escondía la marca en su hombro. Sin duda alguna no necesitaba que cualquiera pudiera verla.
— Son una molestia. —Le dijo a John con una sonrisa cómplice.— Esperemos que me dejen salir de aquí pronto. Quiero arreglar ese camión antes del anochecer.
Antes hubiera preferido ocultarse en el infierno que salir de la tienda para encontrarlos. Estar tan cerca de esos buitres listos y ambiciosos ávidos de nuevas noticias era realmente excesivo para
sus nervios. Especialmente conociendo a su padre.
Ella agachó su cabeza cuando se abrió camino hacia la salida, encaminándose al coche había estacionado en el lado más alejado del parking. A ser posible no quería ver su cara capturada por el objetivo de una cámara errante, o uno de esos estúpidos micrófonos casi incrustado debajo de su nariz.
— ¡Allí está! —El grito resonó cuando ella intentaba escabullirse cuando caminaba a lo largo del edificio.
_______ apenas tuvo tiempo durante un segundo para sentir una oleada de condolencia hacia cualquiera que los periodistas persiguieran. Justo en ese momento alguien la agarró desde atrás
haciéndola retroceder dando tumbos, estirando con tanta fuerza del cuello de su camisa que se desgarró. El terror la inundó como una ola gigantesca cuando esas manos duras la sujetaron, sus caras brillando intermitentemente delante de sus ojos, y un micrófono fue puesto de golpe ante su cara.
— ¿Quién es tu pareja, Verónica? —Los ojos fanáticos de un periodista hambriento encontraron los suyos, mientras ella peleaba para liberarse— ¿Quién te marcó? ¿Estás en celo? ¿Has sido
probada?
Gritó furiosamente, forcejeando contra los brazos que la sujetaban, y los cuerpos masculinos sudorosos rodeándola. Dejó caer el bolso y los paquetes para poder arañarlos o pelear con ellos.
— ¿Quién es él? ¿Nos lo vas a decir? ¿Te gusta joder con un animal?
Sus voces se alzaban disonantes, elevándose y protestando, haciendo eco a su alrededor cuando ella pateó fuertemente a los periodistas y arañando las manos que la tenían sujeta, peleando
desesperadamente para liberarse.
_______ no se daba cuenta de que estaba llorando. Ignoraba que las cámaras percibían cada quejido, cada grito ronco que resonaba a su alrededor. Su visión estaba deslumbrada, borrosa por el miedo y la furia y el instinto abrumador de oponer resistencia. Oyó el tejido de su camisa al rasgarse cuando finalmente derramó lágrimas y consiguió liberarse de las manos ásperas que la sujetaban. No vaciló, no miró hacia atrás, Sólo corrió. No sabía en qué dirección iba, no
sabía dónde ir, a quién recurrir. Su único pensamiento era escapar.
— ¡_______! —Le gritó la voz de John O'Brien, aguda por el pánico cuando ella pasó el lado de la tienda.— Ve hacia el camión. Allí detrás. —Él le hizo señas frenéticamente, sus ojos de azul claro
brillando intensamente por la furia en su cara pálida— Son unos hijos de pu/ta. Vamos, date prisa.
La muchedumbre corría detrás de ellos, cuando él abrió de golpe la puerta del camión y ella brincó adentro. Cerró la puerta bloqueándola, mientras varias cámaras y micrófonos se aplastaban
contra las ventanillas.
El camión pesado se sacudió con fuerza cuando John lo puso en marcha, y empezó a avanzar con los reporteros y los buscadores hambrientos de curiosidad intentando bloquearlo.
— ¡Pasaré por encima de vosotros! ¡Malditos necios! —Les gritó John, su cara usualmente pálida sonrojada por la cólera, y su pelo rojo de punta, mientras presionaba el pie a fondo para dar gas y
acelerar el camión.
Chocaron sobre una cuneta, derraparon a lo largo de varios metros y casi acabaron estrellándose contra las oficinas de la compañía de seguros del pueblo.
— ¡Qué hijos de pu/ta! —Maldijo John, aunque la excitación resonaba en su voz, a la vez que giraba por un callejón estrecho, y aumentaba la velocidad del camión, cuyas ruedas empezaron a
chirriar mientras él cambiaba de dirección de repente para acceder a una de las calles secundarias que se dirigían fuera del pueblo— ¿Estás bien?
Ella miró fijamente hacia atrás, sacudiendo la cabeza, confundida, todavía estremeciéndose, con su estómago intentando rebelarse, ¿Qué diablos había ocurrido? Su piel todavía le ardía por
la presión poco familiar del hombre que la había mantenido aprisionada, protestando por el contacto, anhelando el toque de Nicholas .
Ella negó con la cabeza, luchando por mantener una semblanza de control. ¡Dios mío! ¡Ellos lo sabían! Reginald no había perdido el tiempo en delatarla.
— Llévame a casa. —Ella se sobresaltó con el sonido ronco de su voz, el dolor que reflejaba.— Necesito ir a casa.
— Te esperarán allí, _______. —Le dijo él suavemente, mientras el motor del camión aflojaba y lo dirigía por una carretera pronunciada que serpenteaba bordeando los acantilados fuera de pueblo.— Necesitas esconderte por algún tiempo, y pensar en lo que vas a
hacer ahora.
— ¿Y qué voy a hacer ahora? —Murmuró ella con la voz rota, frotándose los brazos, e intentando librarse de la sensación del tacto indeseado de otra persona. No tenía ni idea de lo que podría
hacer. Su padre había sido más rápido de lo que ella había esperado.
Él debía haberla traicionado ya antes de haberse presentado en la casa.
Ella no podría volver a casa. John tenía razón. La encontrarían allí. Invadirían su casa. No tenía dónde esconderse de ellos. Pero, ¿qué otra cosa le quedaba?
— Sé de un lugar... —Suspiró finalmente John.—.... Estarás a salvo allí durante algún tiempo, si es que no nos alcanzan antes de que logremos llegar. Todo va a estar bien, _______, al menos hasta que podamos contactar con Callan. Y tú sabes que tienes que llamarle.
Él la miró fija y duramente, sus ojos todavía brillando intensamente con toda esa adrenalina producida por la velocidad de la persecución.
No, no era a Callan a quién ella tenía que llamar, pensó _______. Él no tenía la culpa. Fue Nicholas y por Dios, que Nicholas iba a pagarlo. Tenía las manos agarrotadas a causa de la furia que la recorría. Si ella conseguía ponerle las manos encima, le iba a matar. Y su padre, que
no era nada mejor que un mercenario en venta al mejor postor, iba a ser el siguiente
_______ se quedó con la mirada fija en la camioneta en la que estaba trabajando a altas horas de la tarde y suspiró cansadamente cuando finalmente admitió el fracaso. Justamente no iba a poder arreglarla hoy, no importa cuánto lo desease. Y el tiempo se acababa.
El temblor que algunas veces se presentaba en sus manos, y el dolor en la boca de su estómago, fueron demasiado severos, y el miedo propagándose a través de su mente hizo poco para permitirle la concentración que necesitaba para arreglar aquel vehículo terco.
Su padre no esperaría mucho antes de empezar a moverse. Cuando él lo hiciese, su vida no valdría absolutamente nada. Por si no fuera poco tenía que controlar los efectos de lo que le había hecho Nicholas , necesitándolo constantemente, de cualquier manera.
Estaba empeorando. La debilidad que la atacó, llegó acompañada por una excitación que vino justamente con el dolor. Éste fue uno de los ataques más severos que ella había sufrido en los pasados meses, y el conocimiento de dónde venía le aterraba.
Agachó su cabeza cansadamente, reforzó sus manos en el frente del vehículo y negó con la cabeza. Quiso correr, esconderse. Quiso regresar a un tiempo pasado en el que podía soñar, caer en la comodidad de esos sueños, pero la realidad rehusó permitirle unas vacaciones que necesitaba desesperadamente. No había ninguna escapatoria para las noticias, no podía escapar
de la cruda realidad, y ésta explotó a través de su mundo. _______ había tratado de sepultarse en el trabajo en vez de estar pegada a la pantalla de televisión, como muchos otros. O peor, ser entrevistada por uno de los muchos periodistas de la televisión que habían invadido el pequeño pueblo de Sandy Hook, en Kentucky. Los había ignorado a todos, hasta que su padre había impuesto la verdad a la fuerza en ella.
Afortunadamente, hasta ahora ella había logrado evitar a los reporteros intrépidos y los periodistas sospechosos. Habían otros menos renuentes a hablar y esas entrevistas se emitían varias veces
al día. Como si el mundo no tuviera bastante de esas sensaciones nuevas.
El proyecto Alpha. La creación de un ejército especial diseñado para ganar batallas, y para cazar a la presa. Un ejército en parte animal, instintivo en sus respuestas luchadoras y en su salvajismo.
Los rumores y las insinuaciones sugerían que sus increíbles habilidades para la pelea se debían a la genética animal impresa en su código genético. Había sido dado a entender que la sexualidad de las criaturas predominaba también sobre el comportamiento sexual humano.
Las fugas que se habían dado entre los científicos que habían probado las cinco Razas y la esposa de Callan Lyons, Merinus Tyler, sugerían la posibilidad de una infección hormonal, una “marca”
biológica que había atado a Merinus a Callan.
_______ tembló cuando recordó la noticia. Su mano se fue instintivamente a su cuello, palpando su “marca”. No tenía importancia que las Castas negaran todo esto firmemente o que tantos otros dentro del campo científico se mofaran del tema. Ella sabía que era verdad. Lo sabía porque llevaba la marca de Nicholas ; A menudo, padecía dolorosamente una excitación que no podía ser
satisfecha, sin importar lo que intentara para eliminarla. Excitación que tampoco podía ser aliviada por otro.
En los quince meses que habían transcurrido desde los momentos robados que ella había compartido con él fuera del garaje, había sido incapaz de dar a cualquier otro hombre permiso para tocarla. El mismo pensamiento de permitírselo a alguien, exceptuando a Nicholas ,
la hacía sentirse mal.
Ella dejó caer la llave mecánica que estaba usando en la reparación del camión y saltó de la caja de madera que usaba para alcanzar la altura adicional que necesitaba para llegar hasta el
motor.
Estaba enojada, la cólera pulsaba a través de su sistema. Una cólera abrasadora, que la dejaba indefensa para hacer frente a la realidad. Él la había marcado sabiendo que la engañaba. Sabiendo que él la estaba atando, comprometiéndola a él de una forma de la que nunca ella podría escapar, para luego marcharse como si esto nunca hubiera ocurrido.
¿Ella lo tomaba en serio? Claro que no, gruñó ella. Caramba, No. ¿Por qué iba a hacerlo? Cerró de golpe el capó del camión y caminó furiosamente de vuelta a la casa.
Esto tenía que detenerse. Ella había estado temblando de cólera, con emociones a las que no quería hacer frente desde que el primer periodista golpeó su puerta. La situación había empeorado al soportar el constante estremecimiento del cual no podía deshacerse, la irritación si cualquiera la tocaba, los bruscos cambios de ánimo que a menudo la molestaban sin cesar; Había un sentimiento profundo, abrumador de traición.
Ella se lavó rápidamente, y se puso unos pantalones vaqueros limpios y una blusa ligera antes de coger las llaves de su coche perfectamente puesto a punto y el bolso. Necesitaba comprar comestibles y tal vez un set de bujías para el motor de ese camión estúpido, pensó. Y sobre todo, necesitaba olvidarse de Nicholas , lo quisiera su cuerpo o no.
El paseo en coche hasta Sandy Hook le llevó menos de veinte minutos. Conducir dentro del pueblo tomó más tiempo. El turismo había crecido como la espuma, Pero no era eso lo que le molestaba,
sino los mismos habitantes del pueblo y todo la chismería que habían logrado crear. Carteles en los que le leía “A casa de las Castas” se podían leer en cada una de las entradas del pueblo. Varios moteles nuevos estaban siendo construidos y varias casas tenían colgados carteles anunciando cuartos de alquiler. Todavía se organizaban excursiones que recorrían el desfiladero y los acantilados donde se sabía que Callan y su familia a menudo cazaban y se escondían. De
todas formas nuevas mentiras e historias se inventaban diariamente para los centenares de turistas que llegaban al pequeño pueblo.
Para cuando frenó el automóvil junto al almacén, _______ estaba irritada y su nivel de paciencia se encontraba en el punto más bajo, lo cual no era una buena forma de empezar. Tenía la sensación de que sólo gruñendo había conseguido abrirse camino hacia el
mostrador y comprar los repuestos que ella necesitaba para arreglar el camión.
— ¿Cómo vas, _______? —Colapsado y al parecer casi tan frustrado como ella, John O'Brien le dio los recambios que había comprado en una bolsa de plástico pequeña, mientras miraba coléricamente detrás de ella, hacia el exterior de la tienda.— Las caravanas de las periodistas están bloqueando de nuevo el parking. Son unos brutos estúpidos.
_______ miró por encima de su hombro hacia las grandes ventas que daban al estacionamiento. Dos grandes remolques de las cadenas de noticias bloqueaban el camino de acceso y varios periodistas pululaban alrededor de los clientes que habían dejado la tienda intentando dirigirles la palabra. Ella notó como el corazón saltaba en su pecho y apretó las palmas de sus manos de repente mojadas por la aprensión.
_______ comprobó que el cuello de su camisa escondía la marca en su hombro. Sin duda alguna no necesitaba que cualquiera pudiera verla.
— Son una molestia. —Le dijo a John con una sonrisa cómplice.— Esperemos que me dejen salir de aquí pronto. Quiero arreglar ese camión antes del anochecer.
Antes hubiera preferido ocultarse en el infierno que salir de la tienda para encontrarlos. Estar tan cerca de esos buitres listos y ambiciosos ávidos de nuevas noticias era realmente excesivo para
sus nervios. Especialmente conociendo a su padre.
Ella agachó su cabeza cuando se abrió camino hacia la salida, encaminándose al coche había estacionado en el lado más alejado del parking. A ser posible no quería ver su cara capturada por el objetivo de una cámara errante, o uno de esos estúpidos micrófonos casi incrustado debajo de su nariz.
— ¡Allí está! —El grito resonó cuando ella intentaba escabullirse cuando caminaba a lo largo del edificio.
_______ apenas tuvo tiempo durante un segundo para sentir una oleada de condolencia hacia cualquiera que los periodistas persiguieran. Justo en ese momento alguien la agarró desde atrás
haciéndola retroceder dando tumbos, estirando con tanta fuerza del cuello de su camisa que se desgarró. El terror la inundó como una ola gigantesca cuando esas manos duras la sujetaron, sus caras brillando intermitentemente delante de sus ojos, y un micrófono fue puesto de golpe ante su cara.
— ¿Quién es tu pareja, Verónica? —Los ojos fanáticos de un periodista hambriento encontraron los suyos, mientras ella peleaba para liberarse— ¿Quién te marcó? ¿Estás en celo? ¿Has sido
probada?
Gritó furiosamente, forcejeando contra los brazos que la sujetaban, y los cuerpos masculinos sudorosos rodeándola. Dejó caer el bolso y los paquetes para poder arañarlos o pelear con ellos.
— ¿Quién es él? ¿Nos lo vas a decir? ¿Te gusta joder con un animal?
Sus voces se alzaban disonantes, elevándose y protestando, haciendo eco a su alrededor cuando ella pateó fuertemente a los periodistas y arañando las manos que la tenían sujeta, peleando
desesperadamente para liberarse.
_______ no se daba cuenta de que estaba llorando. Ignoraba que las cámaras percibían cada quejido, cada grito ronco que resonaba a su alrededor. Su visión estaba deslumbrada, borrosa por el miedo y la furia y el instinto abrumador de oponer resistencia. Oyó el tejido de su camisa al rasgarse cuando finalmente derramó lágrimas y consiguió liberarse de las manos ásperas que la sujetaban. No vaciló, no miró hacia atrás, Sólo corrió. No sabía en qué dirección iba, no
sabía dónde ir, a quién recurrir. Su único pensamiento era escapar.
— ¡_______! —Le gritó la voz de John O'Brien, aguda por el pánico cuando ella pasó el lado de la tienda.— Ve hacia el camión. Allí detrás. —Él le hizo señas frenéticamente, sus ojos de azul claro
brillando intensamente por la furia en su cara pálida— Son unos hijos de pu/ta. Vamos, date prisa.
La muchedumbre corría detrás de ellos, cuando él abrió de golpe la puerta del camión y ella brincó adentro. Cerró la puerta bloqueándola, mientras varias cámaras y micrófonos se aplastaban
contra las ventanillas.
El camión pesado se sacudió con fuerza cuando John lo puso en marcha, y empezó a avanzar con los reporteros y los buscadores hambrientos de curiosidad intentando bloquearlo.
— ¡Pasaré por encima de vosotros! ¡Malditos necios! —Les gritó John, su cara usualmente pálida sonrojada por la cólera, y su pelo rojo de punta, mientras presionaba el pie a fondo para dar gas y
acelerar el camión.
Chocaron sobre una cuneta, derraparon a lo largo de varios metros y casi acabaron estrellándose contra las oficinas de la compañía de seguros del pueblo.
— ¡Qué hijos de pu/ta! —Maldijo John, aunque la excitación resonaba en su voz, a la vez que giraba por un callejón estrecho, y aumentaba la velocidad del camión, cuyas ruedas empezaron a
chirriar mientras él cambiaba de dirección de repente para acceder a una de las calles secundarias que se dirigían fuera del pueblo— ¿Estás bien?
Ella miró fijamente hacia atrás, sacudiendo la cabeza, confundida, todavía estremeciéndose, con su estómago intentando rebelarse, ¿Qué diablos había ocurrido? Su piel todavía le ardía por
la presión poco familiar del hombre que la había mantenido aprisionada, protestando por el contacto, anhelando el toque de Nicholas .
Ella negó con la cabeza, luchando por mantener una semblanza de control. ¡Dios mío! ¡Ellos lo sabían! Reginald no había perdido el tiempo en delatarla.
— Llévame a casa. —Ella se sobresaltó con el sonido ronco de su voz, el dolor que reflejaba.— Necesito ir a casa.
— Te esperarán allí, _______. —Le dijo él suavemente, mientras el motor del camión aflojaba y lo dirigía por una carretera pronunciada que serpenteaba bordeando los acantilados fuera de pueblo.— Necesitas esconderte por algún tiempo, y pensar en lo que vas a
hacer ahora.
— ¿Y qué voy a hacer ahora? —Murmuró ella con la voz rota, frotándose los brazos, e intentando librarse de la sensación del tacto indeseado de otra persona. No tenía ni idea de lo que podría
hacer. Su padre había sido más rápido de lo que ella había esperado.
Él debía haberla traicionado ya antes de haberse presentado en la casa.
Ella no podría volver a casa. John tenía razón. La encontrarían allí. Invadirían su casa. No tenía dónde esconderse de ellos. Pero, ¿qué otra cosa le quedaba?
— Sé de un lugar... —Suspiró finalmente John.—.... Estarás a salvo allí durante algún tiempo, si es que no nos alcanzan antes de que logremos llegar. Todo va a estar bien, _______, al menos hasta que podamos contactar con Callan. Y tú sabes que tienes que llamarle.
Él la miró fija y duramente, sus ojos todavía brillando intensamente con toda esa adrenalina producida por la velocidad de la persecución.
No, no era a Callan a quién ella tenía que llamar, pensó _______. Él no tenía la culpa. Fue Nicholas y por Dios, que Nicholas iba a pagarlo. Tenía las manos agarrotadas a causa de la furia que la recorría. Si ella conseguía ponerle las manos encima, le iba a matar. Y su padre, que
no era nada mejor que un mercenario en venta al mejor postor, iba a ser el siguiente
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 3
Los hombros de Nicholas se estremecieron cuando los últimos rayos del sol de primavera que se colaban por la ventana detrás de él, lo rozaron, empapando su camisa y calentándole la piel. Esto era lo mejor de estar fuera y era la única cosa que podía permitirse de momento.
Habiendo estado atrapado dentro de los límites de la mansión el Orgullo Felino, donde vivía ahora no debería considerarlo una privación. Aunque fuera espacioso las paredes parecieron acercarse
a él, el dolor del confinamiento en su mente, le hizo recordar cosas que era mejor olvidar. Y como siempre cuándo él procuraba evitar el recuerdo de su creación, el tiempo pasado confinado en los
laboratorios, como conejillo de indias a la merced de sus investigadores, sus pensamientos se fueron hacía unos ojos profundamente azules, una piel tan suave y sedosa como un sueño, y que hacía que el calor de su excitación encendiera su mente.
_______. En las pocas semanas transcurridas, los pensamientos sobre ella se habían hechos más fuertes que antes. Su necesidad de ella sólo crecía y no disminuía como él había pensado. Y esto lo preocupaba. Él conocía mucho de los detalles del acoplamiento de Callan con Merinus. Conocía los signos. Él también había soportado aquellos síntomas durante un tiempo, sólo que no eran tan extremos, no tan fuertes. Pero entonces, él todavía no había besado a su compañera. No había permitido que la hormona se liberarse en su cuerpo de la misma manera.
Si ella fuera su compañera, entonces llevaría su señal. Ni una sola vez en los meses que habían pasado antes de su salida de Sandy Hook, había estado lo bastante cerca para comprobar si la leve herida, que nunca llegaba a curarse estropeaba la piel de su hombro. No era que no la hubiera buscado. Pero acercarse a ella había sido imposible.
Ella no se dirigía a él. Si lo veía venir se iba por otro camino. Si él conseguía encontrarse con su mirada, entonces la furia encendía sus ojos: brillantes por la ira femenina, él intentó clasificar la causa de su cólera. ¿Él no había honrado su deseo, él la había abandonado? No la había llamado, ni visitado. Él no había hablado del pasado. ¿Qué derecho tenía a estar enfadada? ¿Qué derecho tenía él de preocuparse? Seguramente si la hubiera marcado, algunos signos serían evidentes. Merinus había pasado por el infierno, se había consumido de dolor durante la primera fase, su estado era tal que si Doc Martin no hubiera sospechado la causa, ellos probablemente habrían tenido que hospitalizarla.
Nicholas siempre se mantenía al corriente sobre el estado de _______. Ella no había mostrado ninguna enfermedad insólita, tampoco los registros que él había obtenido durante meses, presentaban cuadros que requirieran hospitalización. Su cuerpo todavía dolía por ella.
Dolido de una manera que lo dejaba frustrado e irritable, apenas capaz de mantener su mente concentrada en el trabajo que debería realizar, antes que preocuparse por la mujer que no podía tener.
Levantó la mirada de la lectura, cuando delante de él la puerta de la oficina se abrió con un estallido.
— Pon las noticias. —Sherra se precipitó en la oficina de Nicholas que compartía con Callan, dentro de la mansión que una vez había poseído el Consejo de Genética. Unos ciento cincuenta acres en las montañas de Virginia donados a las Castas Felinas, con Callan y Nicholas como supervisores por el momento, a la espera de que el cargo de gobernador pudiera ser creado. Cosa que se figuraban que iba a llevar años.
Nicholas alzó la vista del listado de ordenador que había estado leyendo, cuando Sherra conectó la televisión y encendió la pantalla grande de plasma que colgaba en la pared de enfrente. La irritación estalló a través de sus sentidos, debido a la interrupción.
Ellos tenían pendientes tres informes para estudiar de Castas de Felinos que pedían entrar, pero más inquietante eran los informes sobre otras varias Castas que habían sido creadas. Detectar los
rumores y decidir si tenían una base sólida era de hecho un proceso aburrido. Leyendo rápidamente los raros códigos impares que usaron los soldados del Consejo y las innumerables transmisiones que ellos registraban era aún más difícil. No tenía tiempo para las noticias.
La imagen que apareció a través de la pantalla congeló su corazón. Los ojos impacientes y la voz excitada del periodista enfriaron la sangre en sus venas. Al reconocer la cara de la mujer, lanzó un gruñido que retumbó en su pecho.
— _____ Andrews, mecánico a tiempo parcial y contable de Sandy Hook, quien también lleva la marca de las criaturas conocidas como las Castas Felinas... —La camisa de _______ fue rasgada, su voz sonó ronca cuando ella gritó de dolor y la cámara enfocó la pequeña marca, parecida a una contusión incrustada en su hombro.
Nicholas se levantó despacio sobre sus pies, un temblor recorrió su cuerpo cuando los acontecimientos de aquel día robado llegaron a su mente; su boca sobre su carne, sus colmillos arañando la piel mientras él la lamía con su lengua. Su sabor había subido a su cabeza más rápido que el licor. Incluso ahora quince meses más tarde, ella atormentaba sus sentidos sin piedad.
— ¿Señorita Andrews, cómo se siente al ser parte de un animal? —Otro reportero ahogó sus gritos cuando ella lo agarró y le dio patadas para liberarse. Impaciente, las expresiones casi fanáticas de los periodistas y espectadores lo pusieron enfermo.
El miedo en su expresión le retorcía de rabia su estómago. ¿Con qué derecho la tocaban? ¿Cómo se atrevían a utilizarla para sus bárbaras demostraciones de esa manera? Él gruñó silenciosamente una promesa de venganza en su cerebro.
Ésta era una de las escenas más horrorosas que había visto alguna vez en su vida. Los ojos de Verónica estaban casi negros debido al shock y al dolor, cuando las manos que intentaban agarrarla empujaron su cabeza para mostrar la señal en relieve la cual pulsaba cuando el periodista hablaba sobre los supuestos hábitos de acoplamientos de las Castas Felinas.
Él se acercó despacio al televisor, sus ojos centrados en la marca... su marca, su mujer. Él sintió que su corazón palpitaba furiosamente, la sangre hirviendo en sus venas al ver su propiedad en otras manos masculinas, ella todavía luchaba, su piel delicada se contusionó cuando ellos la agarraron.
Nicholas era apenas consciente de los gruñidos que resonaban en su pecho, completamente animales mientras miraba.
— ¡Dejadla ir, bastardos! — Una voz masculina familiar se unió al tumulto cuando uno de los empleados de la tienda de accesorios para automóvil, tiró a varios de ellos conteniéndolos, encerrándolos en la pared detrás de él.
Esto dio a Verónica la posibilidad de tirar para liberarse. Ella no vaciló y empezó a correr. La cámara la siguió, mostrando a un reportero corpulento que gritaba en pos de ella, _______ se lanzó dentro del camión aparcado al lado, segundos antes de que los periodistas enfurecidos llegaran.
La cámara usó el zoom por la ventana cerrada cuando ella echó un vistazo hacia atrás. Su expresión era de puro terror, sus ojos vidriosos, llena de rasguños, su camisa rasgada sobre su cuerpo, mostrando los moretones de sus brazos y las curvas superiores de sus pechos.
Cada instinto en el cuerpo de Nicholas luchaba por el acoplamiento.
Él reconoció que años antes _______ había sido diferente, especial. Que algo en ella lo llamaba y le recordaba lo que no tenía. Alejarse de ella había sido la cosa más difícil de su vida. Estar lejos de ella ahora sería imposible.
— Necesito a Tanner y Cabal. —Los felinos eran tan fieros, encantadores y salvajes como él mismo podía ser— Sherra...
— Estoy en ello. —Ella ya tenía el teléfono en su oreja, gritando órdenes. Las armas, provisiones y un helicóptero; llegar hasta el condado les llevaría poco más de una hora a diferencia del trayecto
de un día en coche.— Lo tendré listo en veinte minutos. —Le dijo ella.
Él miró la pantalla y vio al camión girar la esquina, rozar una cerca y desaparecer por un callejón. Era una conexión en directo y se difundía internacionalmente. Él maldijo suavemente, a cada científico de mier/da y a cada soldado del Consejo de Genética que muy probablemente miraban la noticia. Y él sabía condenadamente bien que varios de aquellos soldados estaban de servicio en Sandy Hook.
John O’Brien era un hombre bueno. Su amistad con Callan había dado pie a la noticia y a los rumores que habían circulado durante meses. Pero él era solamente un hombre y a pesar de su
entrenamiento del ejercito, no era rival para los soldados que el Consejo tendría destinados en el pueblo.
— Callan. Consigue protección para ella. —Él llamó a su líder casi distraídamente, sintiendo que su mundo se centraba de nuevo en el juego de la estrategia y el ataque.
— Lo conseguirá, Nicholas . —La voz de Callan era ronca, peligrosamente fría.— O’Brien va con ella, él es bueno. Tengo una idea bastante aproximada de donde se dirigirá y me pondré en
contacto con él cuando tú ya estés volando.
— El helicóptero está calentando motores, Nicholas . —Informó Sherra.— Están cargando. Tanner y Cabal se están dirigiendo hacía allí. Todo está a punto.
Los ojos de Nicholas se estrecharon cuando él memorizó las caras de los hombres que estaban en la pantalla. Unos cuantos eran ciudadanos del pequeño condado donde había crecido y otros dos eran forasteros. Todos ellos pagarían.
El grito de _______, resonó en su cabeza otra vez, sus grandes ojos aterrorizados en su cara pálida. Sus puños se apretaron con furia y sólo entonces se dio cuenta de que de su garganta salían gruñidos entrecortados.
Nicholas no habló más saliendo de la habitación. Conectó su radio y se dirigió rápidamente de la oficina a la puerta de la calle de la mansión de tres pisos. Fuera un jeep lo esperaba. El joven de la
clase felina que conducía, pisó el acelerador a fondo cuando él le apresuró hacia la pista de aterrizaje donde le esperaban.
— Buena suerte. —Le deseó el joven mientras Nicholas saltaba del jeep dirigiéndose al helicóptero.
Corrió hacia la puerta abierta del pequeño helicóptero y saltó dentro. Quince meses antes, él no hubiera esperado nunca que estuviera dispuesto a obligar a una mujer a vivir con él, pero
Sobre todo no había aspirado a proteger a una compañera en mucho tiempo.
— Listo. —Gritó a Tanner cuando éste echó un vistazo atrás en la cabina.
Él se colocó los auriculares en su cabeza y se sujetó cuando despegaron. Cada segundo que tardaba en llegar hasta ella era una eternidad. Una sonrisa afloró en sus labios. Él había respetado sus deseos a lo largo de los meses porque era inconsciente del proceso de acoplamiento instintivo. Ahora la bestia de su interior era libre de reclamar lo que era suyo. Ella podría rabiar, ella podría
resistirse, ella podría odiarlo hasta que el infierno se helara y se abriera de par en par. Pero ella era suya. Y pronto, muy pronto, ella descubriría que no había otro destino para ninguno de los dos.
Los hombros de Nicholas se estremecieron cuando los últimos rayos del sol de primavera que se colaban por la ventana detrás de él, lo rozaron, empapando su camisa y calentándole la piel. Esto era lo mejor de estar fuera y era la única cosa que podía permitirse de momento.
Habiendo estado atrapado dentro de los límites de la mansión el Orgullo Felino, donde vivía ahora no debería considerarlo una privación. Aunque fuera espacioso las paredes parecieron acercarse
a él, el dolor del confinamiento en su mente, le hizo recordar cosas que era mejor olvidar. Y como siempre cuándo él procuraba evitar el recuerdo de su creación, el tiempo pasado confinado en los
laboratorios, como conejillo de indias a la merced de sus investigadores, sus pensamientos se fueron hacía unos ojos profundamente azules, una piel tan suave y sedosa como un sueño, y que hacía que el calor de su excitación encendiera su mente.
_______. En las pocas semanas transcurridas, los pensamientos sobre ella se habían hechos más fuertes que antes. Su necesidad de ella sólo crecía y no disminuía como él había pensado. Y esto lo preocupaba. Él conocía mucho de los detalles del acoplamiento de Callan con Merinus. Conocía los signos. Él también había soportado aquellos síntomas durante un tiempo, sólo que no eran tan extremos, no tan fuertes. Pero entonces, él todavía no había besado a su compañera. No había permitido que la hormona se liberarse en su cuerpo de la misma manera.
Si ella fuera su compañera, entonces llevaría su señal. Ni una sola vez en los meses que habían pasado antes de su salida de Sandy Hook, había estado lo bastante cerca para comprobar si la leve herida, que nunca llegaba a curarse estropeaba la piel de su hombro. No era que no la hubiera buscado. Pero acercarse a ella había sido imposible.
Ella no se dirigía a él. Si lo veía venir se iba por otro camino. Si él conseguía encontrarse con su mirada, entonces la furia encendía sus ojos: brillantes por la ira femenina, él intentó clasificar la causa de su cólera. ¿Él no había honrado su deseo, él la había abandonado? No la había llamado, ni visitado. Él no había hablado del pasado. ¿Qué derecho tenía a estar enfadada? ¿Qué derecho tenía él de preocuparse? Seguramente si la hubiera marcado, algunos signos serían evidentes. Merinus había pasado por el infierno, se había consumido de dolor durante la primera fase, su estado era tal que si Doc Martin no hubiera sospechado la causa, ellos probablemente habrían tenido que hospitalizarla.
Nicholas siempre se mantenía al corriente sobre el estado de _______. Ella no había mostrado ninguna enfermedad insólita, tampoco los registros que él había obtenido durante meses, presentaban cuadros que requirieran hospitalización. Su cuerpo todavía dolía por ella.
Dolido de una manera que lo dejaba frustrado e irritable, apenas capaz de mantener su mente concentrada en el trabajo que debería realizar, antes que preocuparse por la mujer que no podía tener.
Levantó la mirada de la lectura, cuando delante de él la puerta de la oficina se abrió con un estallido.
— Pon las noticias. —Sherra se precipitó en la oficina de Nicholas que compartía con Callan, dentro de la mansión que una vez había poseído el Consejo de Genética. Unos ciento cincuenta acres en las montañas de Virginia donados a las Castas Felinas, con Callan y Nicholas como supervisores por el momento, a la espera de que el cargo de gobernador pudiera ser creado. Cosa que se figuraban que iba a llevar años.
Nicholas alzó la vista del listado de ordenador que había estado leyendo, cuando Sherra conectó la televisión y encendió la pantalla grande de plasma que colgaba en la pared de enfrente. La irritación estalló a través de sus sentidos, debido a la interrupción.
Ellos tenían pendientes tres informes para estudiar de Castas de Felinos que pedían entrar, pero más inquietante eran los informes sobre otras varias Castas que habían sido creadas. Detectar los
rumores y decidir si tenían una base sólida era de hecho un proceso aburrido. Leyendo rápidamente los raros códigos impares que usaron los soldados del Consejo y las innumerables transmisiones que ellos registraban era aún más difícil. No tenía tiempo para las noticias.
La imagen que apareció a través de la pantalla congeló su corazón. Los ojos impacientes y la voz excitada del periodista enfriaron la sangre en sus venas. Al reconocer la cara de la mujer, lanzó un gruñido que retumbó en su pecho.
— _____ Andrews, mecánico a tiempo parcial y contable de Sandy Hook, quien también lleva la marca de las criaturas conocidas como las Castas Felinas... —La camisa de _______ fue rasgada, su voz sonó ronca cuando ella gritó de dolor y la cámara enfocó la pequeña marca, parecida a una contusión incrustada en su hombro.
Nicholas se levantó despacio sobre sus pies, un temblor recorrió su cuerpo cuando los acontecimientos de aquel día robado llegaron a su mente; su boca sobre su carne, sus colmillos arañando la piel mientras él la lamía con su lengua. Su sabor había subido a su cabeza más rápido que el licor. Incluso ahora quince meses más tarde, ella atormentaba sus sentidos sin piedad.
— ¿Señorita Andrews, cómo se siente al ser parte de un animal? —Otro reportero ahogó sus gritos cuando ella lo agarró y le dio patadas para liberarse. Impaciente, las expresiones casi fanáticas de los periodistas y espectadores lo pusieron enfermo.
El miedo en su expresión le retorcía de rabia su estómago. ¿Con qué derecho la tocaban? ¿Cómo se atrevían a utilizarla para sus bárbaras demostraciones de esa manera? Él gruñó silenciosamente una promesa de venganza en su cerebro.
Ésta era una de las escenas más horrorosas que había visto alguna vez en su vida. Los ojos de Verónica estaban casi negros debido al shock y al dolor, cuando las manos que intentaban agarrarla empujaron su cabeza para mostrar la señal en relieve la cual pulsaba cuando el periodista hablaba sobre los supuestos hábitos de acoplamientos de las Castas Felinas.
Él se acercó despacio al televisor, sus ojos centrados en la marca... su marca, su mujer. Él sintió que su corazón palpitaba furiosamente, la sangre hirviendo en sus venas al ver su propiedad en otras manos masculinas, ella todavía luchaba, su piel delicada se contusionó cuando ellos la agarraron.
Nicholas era apenas consciente de los gruñidos que resonaban en su pecho, completamente animales mientras miraba.
— ¡Dejadla ir, bastardos! — Una voz masculina familiar se unió al tumulto cuando uno de los empleados de la tienda de accesorios para automóvil, tiró a varios de ellos conteniéndolos, encerrándolos en la pared detrás de él.
Esto dio a Verónica la posibilidad de tirar para liberarse. Ella no vaciló y empezó a correr. La cámara la siguió, mostrando a un reportero corpulento que gritaba en pos de ella, _______ se lanzó dentro del camión aparcado al lado, segundos antes de que los periodistas enfurecidos llegaran.
La cámara usó el zoom por la ventana cerrada cuando ella echó un vistazo hacia atrás. Su expresión era de puro terror, sus ojos vidriosos, llena de rasguños, su camisa rasgada sobre su cuerpo, mostrando los moretones de sus brazos y las curvas superiores de sus pechos.
Cada instinto en el cuerpo de Nicholas luchaba por el acoplamiento.
Él reconoció que años antes _______ había sido diferente, especial. Que algo en ella lo llamaba y le recordaba lo que no tenía. Alejarse de ella había sido la cosa más difícil de su vida. Estar lejos de ella ahora sería imposible.
— Necesito a Tanner y Cabal. —Los felinos eran tan fieros, encantadores y salvajes como él mismo podía ser— Sherra...
— Estoy en ello. —Ella ya tenía el teléfono en su oreja, gritando órdenes. Las armas, provisiones y un helicóptero; llegar hasta el condado les llevaría poco más de una hora a diferencia del trayecto
de un día en coche.— Lo tendré listo en veinte minutos. —Le dijo ella.
Él miró la pantalla y vio al camión girar la esquina, rozar una cerca y desaparecer por un callejón. Era una conexión en directo y se difundía internacionalmente. Él maldijo suavemente, a cada científico de mier/da y a cada soldado del Consejo de Genética que muy probablemente miraban la noticia. Y él sabía condenadamente bien que varios de aquellos soldados estaban de servicio en Sandy Hook.
John O’Brien era un hombre bueno. Su amistad con Callan había dado pie a la noticia y a los rumores que habían circulado durante meses. Pero él era solamente un hombre y a pesar de su
entrenamiento del ejercito, no era rival para los soldados que el Consejo tendría destinados en el pueblo.
— Callan. Consigue protección para ella. —Él llamó a su líder casi distraídamente, sintiendo que su mundo se centraba de nuevo en el juego de la estrategia y el ataque.
— Lo conseguirá, Nicholas . —La voz de Callan era ronca, peligrosamente fría.— O’Brien va con ella, él es bueno. Tengo una idea bastante aproximada de donde se dirigirá y me pondré en
contacto con él cuando tú ya estés volando.
— El helicóptero está calentando motores, Nicholas . —Informó Sherra.— Están cargando. Tanner y Cabal se están dirigiendo hacía allí. Todo está a punto.
Los ojos de Nicholas se estrecharon cuando él memorizó las caras de los hombres que estaban en la pantalla. Unos cuantos eran ciudadanos del pequeño condado donde había crecido y otros dos eran forasteros. Todos ellos pagarían.
El grito de _______, resonó en su cabeza otra vez, sus grandes ojos aterrorizados en su cara pálida. Sus puños se apretaron con furia y sólo entonces se dio cuenta de que de su garganta salían gruñidos entrecortados.
Nicholas no habló más saliendo de la habitación. Conectó su radio y se dirigió rápidamente de la oficina a la puerta de la calle de la mansión de tres pisos. Fuera un jeep lo esperaba. El joven de la
clase felina que conducía, pisó el acelerador a fondo cuando él le apresuró hacia la pista de aterrizaje donde le esperaban.
— Buena suerte. —Le deseó el joven mientras Nicholas saltaba del jeep dirigiéndose al helicóptero.
Corrió hacia la puerta abierta del pequeño helicóptero y saltó dentro. Quince meses antes, él no hubiera esperado nunca que estuviera dispuesto a obligar a una mujer a vivir con él, pero
Sobre todo no había aspirado a proteger a una compañera en mucho tiempo.
— Listo. —Gritó a Tanner cuando éste echó un vistazo atrás en la cabina.
Él se colocó los auriculares en su cabeza y se sujetó cuando despegaron. Cada segundo que tardaba en llegar hasta ella era una eternidad. Una sonrisa afloró en sus labios. Él había respetado sus deseos a lo largo de los meses porque era inconsciente del proceso de acoplamiento instintivo. Ahora la bestia de su interior era libre de reclamar lo que era suyo. Ella podría rabiar, ella podría
resistirse, ella podría odiarlo hasta que el infierno se helara y se abriera de par en par. Pero ella era suya. Y pronto, muy pronto, ella descubriría que no había otro destino para ninguno de los dos.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capitulo 4
Esto no le estaba sucediendo a ella. _______ trató de convencerse a sí misma que la enfadada arremetida del pueblo en las montañas fue todo una pesadilla. Ella se despertaría pronto. Por supuesto que lo haría. Era simplemente la tensión nerviosa. No era todos los días que uno se enteraba que una se había apareado con una nueva especie de humano que incluso no sabía que existía.
— ¿Estás bien? —John la miró preocupadamente desde el asiento del conductor del camión, sus cejas rojas bajaron sobre el azul claro de sus ojos.
_______ agarró la correa sobre su cabeza más firmemente cuando el dobló otra curva. Sin duda alguna él iba a terminar cayendo por uno de los traicioneros acantilados y matándolos a ambos. Él conducía como un loco. Su vida podía haberse deteriorado rápidamente, pero eso no quería decir que ella quisiese morir en cualquier momento próximo.
— ¿No vas un poco rápido? —le preguntó, luchando por mantener la calma a pesar del frenético andar de su corazón.
— Estamos casi allí. Quiero asegurarme que no estamos siendo seguidos. —Él se volvió rápidamente hacia otro camino lateral, rebotando sobre un camino áspero de grava que conducía a través de un área densamente arbolada.— Me dirijo a mi cabaña de caza.
Afortunadamente, son lo suficientemente altos para que los teléfonos celulares operen y Nicholas no tendrá problema aterrizando allí.
Ella pestañeó confusamente.— ¿De qué estás hablando?
Nicholas no vendría por ella; Él no iba a rescatarla. ¿Ellos no lo sabían? ¿No eran conscientes de que él se había librado de ella meses atrás?
Él suspiró bruscamente.— Eso fue para mantener su vida, _______. El mundo lo sabe ahora, y estoy seguro que es el camino de Nicholas. Cuando consiga estar lo suficientemente cerca él me telefoneará. Nicholas lo sabe y los tipos malos lo saben. Ya tú no estás más a salvo aquí.
Ella se tragó después el espesor en su garganta, luchando contra el revoltillo de su estómago. Ella había visto reportes de “los tipos malos” Los monstruos eran más como eso. Mantener el control no
era una cosa fácil. Dios ayúdale a ella, ella había visto más que un informe en las noticias con respecto al destino de las pobres almas a que el Consejo había señalado. Era la peor pesadilla que podía haber imaginado.
— Dios mío —ella murmuró desoladamente.— Estoy segura que me despertaré pronto. Pero Nicholas no estará aquí, John. A él no le importó cuando hizo esa marca y sin duda alguna no le importará ahora.
Él se había pasado una década sacándola de una raspadura detrás de otra. Él había alcanzado su límite y ahora ella sabía que no podría depender de su ayuda para sacarla de esto.
John gruñó mientras le lanzaba una mirada incrédula.— Te entretienes con esos sueños, _______, y cuando tú veas que Nicholas sea seguro le dejará enterarse de ese pequeño secreto.
Ella negó con la cabeza y comenzó a rezar. Analizaba seriamente cualquier opción que la sacara de este problema en particular.
_______ cerró sus ojos e inspiró profundamente mientras el estridente sonido de su celular empezó a sonar.
— ¿Sí? —John ladró en el pequeño teléfono. Él guardó silencio por largos momentos.
— Estoy en camino hacia allí. ¿Cuál es tu hora prevista de llegada?
_______ deseó que poderse pellizcar a sí misma y despertarse. Ella escuchó sólo lejanamente la conversación unilateral, tratando de eludir el hecho de que el pasado estaba cerca de morderla en el trasero. Justamente lo que necesitaba, alguna otra cosa para desestabilizar la pequeña y agradable rutina que había establecido para sí misma. Podría no ser feliz, pero estaba contenta. La
satisfacción era una cosa buena.
— Dicho así —él anunció suavemente, su voz triunfante.— Nicholas estará aquí dentro de treinta minutos. Deberíamos estar seguros por largo tiempo.
La incredulidad se propagó a través de ella. ¿Él estaría aquí? ¿Después de quince largos y tortuosos meses de valerse por si misma, él estaría aquí? Eso era verdaderamente amistoso de parte de él, pensó, considerando que era su jodida culpa que ella estuviera en este enredo para comenzar.
_______ lo miró por encima mientras él ajustaba el teléfono celular de regreso a su cinturón. Ella frunció el ceño, mirándole intensamente. No había conocido a John por mucho tiempo, admitió,
pero él era repentinamente diferente, más duro y cortante de lo que había estado acostumbrada. Le recordó con inquietud a Nicholas .
Esos ojos entrecerrados, una mirada peligrosa que aseguraba que cualquiera que se atreviera a oponérsele podría estar a punto de experimentar un daño.
Ella apretó sus dientes, absteniéndose de decir cualquier cosa en respuesta. ¿Qué podía decir que fuera menos que una cortesía hacia Nicholas ? Él creó este enredo, luego la dejó para sufrir las consecuencias. Arreglarlo sería una maldita cosa buena que él debía hacer.
— Ya llegamos. —Él inclinó la cabeza hacia adelante mientras _______ se volvió a mirar la cabaña que apareció cuando ellos dieron una vuelta en el camino.
Situados bajo una espesa vegetación de árboles, la pequeña cabaña y el garaje adjunto serían condenadamente invisibles desde el aire, y así como difícil de encontrar por tierra. Él entró dentro
del tosco garaje, apagó el motor y brincó fuera del vehículo.
_______ se movió mucho más lento. Tenía que haber una manera de salir de esto, pensó al borde de la desesperación. Cosas como ésta no podían sucederle a personas como ella. Se suponía que su vida era tranquila. Ella era torpe. Aburrida. Infiernos, Nicholas no la había querido cuando tuvo la oportunidad, qué hizo que cualquiera con una mente lúcida pensara que él la querría ahora?
Él la había despedido del trabajo que ella amaba, el único escape que había conocido desde su exigente padre. Él había desaparecido por meses. Ni siquiera le había hablado las pocas veces que ellos se habían encontrado durante el año. Una marca en su cuello no iba a cambiar eso, ¿o si? No hasta donde ella estaba enterada eso no lo cambiaría.
El interior de la cabaña estaba decorado por la mano de un avaro. Había un solo sofá delante de una chimenea sin usar, una mesa de cocina polvorienta y cuatro sillas. Ninguna alfombra, ninguna cortina y ni ningún detestable polvo cerca de la frondosa planta de petunias.
— El baño está en la parte trasera. —Él apuntó hacia la puerta cerrada en el extremo más alejado.— Estás en tu casa.
Él era demasiado informal, demasiado complacido con su repentino papel de rescatador y guardián hasta que Nicholas apareciese.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —Ella se volvió hacia él, observándolo cuidadosamente.
Él la miró, sus ojos brillando por la sorpresa.— ¿Haciendo qué?
— Ayudándome, así que es cierto que Nicholas aparecerá. ¿Qué significa eso para ti?
Él arqueó una ceja flamantemente coloreada, la diversión reemplazando la confusión.— Sólo ayudaba, _______.
— Tonterías —masculló ella, negando con la cabeza.— No soy estúpida. Hay más que eso. ¿Qué?
Ella necesitaba darle sentido, aun si esa era la única mano amiga que le había sido ofrecida.
Él suspiró fuertemente.— Más o menos, eso es todo el asunto — le dijo firmemente a ella.— Ayudo a Nicholas y a los demás cuando puedo. Eso es todo. Además, tú eres una amiga. Te habría ayudado de cualquier manera.
Lo que todavía no respondía completamente a su pregunta.
— ¿Por qué está él aquí? —Ella pasó sus dedos por su pelo enmarañado, ignorando el temblor en su mano.— Esa marca no significó nada cuando él la hizo. ¿Por qué debería serlo ahora? —
Ésta era la pregunta que la atormentaba más que las demás.
— Tú le puedes preguntar cuando él venga. Voy afuera para asegurarme de que no fuimos seguidos. Quédate en la cabaña. —Él soltó el teléfono celular a su lado.— El número de Nicholas es el primero codificado. Si algo ocurre, llámalo. ¿Me escuchas?
Ella lo miró cuando él colocó el teléfono sobre la mesa, sintiendo su boca seca por el temor.— ¿Qué podría ocurrir? Ella encontró su mirada cuando levantó la cabeza, su corazón corría en advertencia. Él la miró, su expresión sombría.
— Como dije, otros habran visto esa transmisión. Y algunos de ellos están un poco más cerca del infierno de lo que Nicholas estuvo. Sólo quiero ser cauteloso.
Ella tragó tensamente.— ¿Los mercenarios? —Ella había escuchado los reportes de las constantes batallas que Nicholas y su familia habían combatido a través de los años con los hombres enviados para recapturarlos o matarlos.
Una tenue luz de simpatía iluminó sus ojos.— Sí —él murmuró finalmente.— Pero deberíamos estar seguros. Sólo unas cuantas personas conocen acerca de este lugar, y a veces alguien deduce de donde somos, Nicholas debería mantenerte sana y segura y dondequiera que él piense que es más conveniente. Tú estarás bien.
Él cambió de dirección antes de que ella pudiera hacer comentarios y abandonó el refugio. Sólo entonces ella advirtió la pistola que él llevaba en su otra mano. Era negra, letal, y él sin duda
alguna la llevaba como si supiese lo que estaba haciendo con eso.
Maravilloso. Ella se derrumbó en una de las polvorientas sillas de la cocina y se quedó mirando alrededor del único cuarto de la cabaña con una sensación de desesperación. Los mercenarios estaban detrás de ella. Justo lo que necesitaba encima de todo lo demás.
Levantó su mano, frotando la marca en su cuello que le había causado tantos problemas. Dolía más de lo normal. No un dolor muy fuerte, más bien uno acompañado de retazos de placer,
recordándole el tacto increíblemente sensual de la boca de Nicholas allí. Sus dientes raspándole la piel, su lengua humedeciéndola acaloradamente. Se estremeció incontrolablemente ante el
recuerdo.
Llevando su mano de vuelta abajo, _______ clavó los ojos en el teléfono celular por un largo segundo antes de que ella se pusiera de pie y se paseó hacia la pequeña y polvorienta ventana, al lado de la puerta. Ella lo podría telefonear. Ella le debería dejar saber simplemente cuánto apreciaba el enredo en que ella estaba ahora mismo. Maldición, él la quería fuera de su vida, lo había dejado claro. ¿Cómo se suponía que debía sentirse bien con cualquier ayuda que él
le diera ahora?
Se quedó con la mirada fija fuera de la ventana, sabiendo que por ahora, no podía hacer nada. Esa sensación de impotencia la devoraba. Ella odiaba estar bajo la dependencia de cualquiera, especialmente por su vida.
Como se quedó mirando el bosque, pudo ver a John escudriñando el área densamente arbolada. Su cuerpo zigzagueó dentro y fuera de los árboles, relajado, pero en guardia. Él le recordaba a algunos de aquellos tipos militares cuyos perfiles había visto durante las pocas veces que encontró el tiempo para ver televisión.
El tiempo estaba pasando demasiado condenadamente rápido. No tenía oportunidad de pensar, comenzar a acostumbrarse a cambios súbitos alrededor de ella. No tenía tiempo para prepararse para confrontar a Nicholas nuevamente. Parecieron meros minutos antes de que John volviese a entrar a la cabaña y tomara el teléfono celular.
Él la recorrió con la mirada cuando él codificó la llamada.
— Escucho al helicóptero. ¿Qué de ti? —preguntó quedamente, sus ojos azul pálido fríos y seguros.— Bien. Estamos seguros y sanos hasta el momento. Yo haré que te espere en el claro. —Él desconectó luego miró encima de ella.— ¿Lista para ir?
— No. —Ella metió sus manos a la fuerza en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Despiértate ahora, pensó ella desesperadamente. Vamos, _______, es tiempo de despertar.
— Lástima. —Él sonrió abiertamente como si él fuera más que consciente del hecho de que ella estaba desesperada por negar que esto estaba ocurriendo.— Tiempo de moverse.
Esto no le estaba sucediendo a ella. _______ trató de convencerse a sí misma que la enfadada arremetida del pueblo en las montañas fue todo una pesadilla. Ella se despertaría pronto. Por supuesto que lo haría. Era simplemente la tensión nerviosa. No era todos los días que uno se enteraba que una se había apareado con una nueva especie de humano que incluso no sabía que existía.
— ¿Estás bien? —John la miró preocupadamente desde el asiento del conductor del camión, sus cejas rojas bajaron sobre el azul claro de sus ojos.
_______ agarró la correa sobre su cabeza más firmemente cuando el dobló otra curva. Sin duda alguna él iba a terminar cayendo por uno de los traicioneros acantilados y matándolos a ambos. Él conducía como un loco. Su vida podía haberse deteriorado rápidamente, pero eso no quería decir que ella quisiese morir en cualquier momento próximo.
— ¿No vas un poco rápido? —le preguntó, luchando por mantener la calma a pesar del frenético andar de su corazón.
— Estamos casi allí. Quiero asegurarme que no estamos siendo seguidos. —Él se volvió rápidamente hacia otro camino lateral, rebotando sobre un camino áspero de grava que conducía a través de un área densamente arbolada.— Me dirijo a mi cabaña de caza.
Afortunadamente, son lo suficientemente altos para que los teléfonos celulares operen y Nicholas no tendrá problema aterrizando allí.
Ella pestañeó confusamente.— ¿De qué estás hablando?
Nicholas no vendría por ella; Él no iba a rescatarla. ¿Ellos no lo sabían? ¿No eran conscientes de que él se había librado de ella meses atrás?
Él suspiró bruscamente.— Eso fue para mantener su vida, _______. El mundo lo sabe ahora, y estoy seguro que es el camino de Nicholas. Cuando consiga estar lo suficientemente cerca él me telefoneará. Nicholas lo sabe y los tipos malos lo saben. Ya tú no estás más a salvo aquí.
Ella se tragó después el espesor en su garganta, luchando contra el revoltillo de su estómago. Ella había visto reportes de “los tipos malos” Los monstruos eran más como eso. Mantener el control no
era una cosa fácil. Dios ayúdale a ella, ella había visto más que un informe en las noticias con respecto al destino de las pobres almas a que el Consejo había señalado. Era la peor pesadilla que podía haber imaginado.
— Dios mío —ella murmuró desoladamente.— Estoy segura que me despertaré pronto. Pero Nicholas no estará aquí, John. A él no le importó cuando hizo esa marca y sin duda alguna no le importará ahora.
Él se había pasado una década sacándola de una raspadura detrás de otra. Él había alcanzado su límite y ahora ella sabía que no podría depender de su ayuda para sacarla de esto.
John gruñó mientras le lanzaba una mirada incrédula.— Te entretienes con esos sueños, _______, y cuando tú veas que Nicholas sea seguro le dejará enterarse de ese pequeño secreto.
Ella negó con la cabeza y comenzó a rezar. Analizaba seriamente cualquier opción que la sacara de este problema en particular.
_______ cerró sus ojos e inspiró profundamente mientras el estridente sonido de su celular empezó a sonar.
— ¿Sí? —John ladró en el pequeño teléfono. Él guardó silencio por largos momentos.
— Estoy en camino hacia allí. ¿Cuál es tu hora prevista de llegada?
_______ deseó que poderse pellizcar a sí misma y despertarse. Ella escuchó sólo lejanamente la conversación unilateral, tratando de eludir el hecho de que el pasado estaba cerca de morderla en el trasero. Justamente lo que necesitaba, alguna otra cosa para desestabilizar la pequeña y agradable rutina que había establecido para sí misma. Podría no ser feliz, pero estaba contenta. La
satisfacción era una cosa buena.
— Dicho así —él anunció suavemente, su voz triunfante.— Nicholas estará aquí dentro de treinta minutos. Deberíamos estar seguros por largo tiempo.
La incredulidad se propagó a través de ella. ¿Él estaría aquí? ¿Después de quince largos y tortuosos meses de valerse por si misma, él estaría aquí? Eso era verdaderamente amistoso de parte de él, pensó, considerando que era su jodida culpa que ella estuviera en este enredo para comenzar.
_______ lo miró por encima mientras él ajustaba el teléfono celular de regreso a su cinturón. Ella frunció el ceño, mirándole intensamente. No había conocido a John por mucho tiempo, admitió,
pero él era repentinamente diferente, más duro y cortante de lo que había estado acostumbrada. Le recordó con inquietud a Nicholas .
Esos ojos entrecerrados, una mirada peligrosa que aseguraba que cualquiera que se atreviera a oponérsele podría estar a punto de experimentar un daño.
Ella apretó sus dientes, absteniéndose de decir cualquier cosa en respuesta. ¿Qué podía decir que fuera menos que una cortesía hacia Nicholas ? Él creó este enredo, luego la dejó para sufrir las consecuencias. Arreglarlo sería una maldita cosa buena que él debía hacer.
— Ya llegamos. —Él inclinó la cabeza hacia adelante mientras _______ se volvió a mirar la cabaña que apareció cuando ellos dieron una vuelta en el camino.
Situados bajo una espesa vegetación de árboles, la pequeña cabaña y el garaje adjunto serían condenadamente invisibles desde el aire, y así como difícil de encontrar por tierra. Él entró dentro
del tosco garaje, apagó el motor y brincó fuera del vehículo.
_______ se movió mucho más lento. Tenía que haber una manera de salir de esto, pensó al borde de la desesperación. Cosas como ésta no podían sucederle a personas como ella. Se suponía que su vida era tranquila. Ella era torpe. Aburrida. Infiernos, Nicholas no la había querido cuando tuvo la oportunidad, qué hizo que cualquiera con una mente lúcida pensara que él la querría ahora?
Él la había despedido del trabajo que ella amaba, el único escape que había conocido desde su exigente padre. Él había desaparecido por meses. Ni siquiera le había hablado las pocas veces que ellos se habían encontrado durante el año. Una marca en su cuello no iba a cambiar eso, ¿o si? No hasta donde ella estaba enterada eso no lo cambiaría.
El interior de la cabaña estaba decorado por la mano de un avaro. Había un solo sofá delante de una chimenea sin usar, una mesa de cocina polvorienta y cuatro sillas. Ninguna alfombra, ninguna cortina y ni ningún detestable polvo cerca de la frondosa planta de petunias.
— El baño está en la parte trasera. —Él apuntó hacia la puerta cerrada en el extremo más alejado.— Estás en tu casa.
Él era demasiado informal, demasiado complacido con su repentino papel de rescatador y guardián hasta que Nicholas apareciese.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —Ella se volvió hacia él, observándolo cuidadosamente.
Él la miró, sus ojos brillando por la sorpresa.— ¿Haciendo qué?
— Ayudándome, así que es cierto que Nicholas aparecerá. ¿Qué significa eso para ti?
Él arqueó una ceja flamantemente coloreada, la diversión reemplazando la confusión.— Sólo ayudaba, _______.
— Tonterías —masculló ella, negando con la cabeza.— No soy estúpida. Hay más que eso. ¿Qué?
Ella necesitaba darle sentido, aun si esa era la única mano amiga que le había sido ofrecida.
Él suspiró fuertemente.— Más o menos, eso es todo el asunto — le dijo firmemente a ella.— Ayudo a Nicholas y a los demás cuando puedo. Eso es todo. Además, tú eres una amiga. Te habría ayudado de cualquier manera.
Lo que todavía no respondía completamente a su pregunta.
— ¿Por qué está él aquí? —Ella pasó sus dedos por su pelo enmarañado, ignorando el temblor en su mano.— Esa marca no significó nada cuando él la hizo. ¿Por qué debería serlo ahora? —
Ésta era la pregunta que la atormentaba más que las demás.
— Tú le puedes preguntar cuando él venga. Voy afuera para asegurarme de que no fuimos seguidos. Quédate en la cabaña. —Él soltó el teléfono celular a su lado.— El número de Nicholas es el primero codificado. Si algo ocurre, llámalo. ¿Me escuchas?
Ella lo miró cuando él colocó el teléfono sobre la mesa, sintiendo su boca seca por el temor.— ¿Qué podría ocurrir? Ella encontró su mirada cuando levantó la cabeza, su corazón corría en advertencia. Él la miró, su expresión sombría.
— Como dije, otros habran visto esa transmisión. Y algunos de ellos están un poco más cerca del infierno de lo que Nicholas estuvo. Sólo quiero ser cauteloso.
Ella tragó tensamente.— ¿Los mercenarios? —Ella había escuchado los reportes de las constantes batallas que Nicholas y su familia habían combatido a través de los años con los hombres enviados para recapturarlos o matarlos.
Una tenue luz de simpatía iluminó sus ojos.— Sí —él murmuró finalmente.— Pero deberíamos estar seguros. Sólo unas cuantas personas conocen acerca de este lugar, y a veces alguien deduce de donde somos, Nicholas debería mantenerte sana y segura y dondequiera que él piense que es más conveniente. Tú estarás bien.
Él cambió de dirección antes de que ella pudiera hacer comentarios y abandonó el refugio. Sólo entonces ella advirtió la pistola que él llevaba en su otra mano. Era negra, letal, y él sin duda
alguna la llevaba como si supiese lo que estaba haciendo con eso.
Maravilloso. Ella se derrumbó en una de las polvorientas sillas de la cocina y se quedó mirando alrededor del único cuarto de la cabaña con una sensación de desesperación. Los mercenarios estaban detrás de ella. Justo lo que necesitaba encima de todo lo demás.
Levantó su mano, frotando la marca en su cuello que le había causado tantos problemas. Dolía más de lo normal. No un dolor muy fuerte, más bien uno acompañado de retazos de placer,
recordándole el tacto increíblemente sensual de la boca de Nicholas allí. Sus dientes raspándole la piel, su lengua humedeciéndola acaloradamente. Se estremeció incontrolablemente ante el
recuerdo.
Llevando su mano de vuelta abajo, _______ clavó los ojos en el teléfono celular por un largo segundo antes de que ella se pusiera de pie y se paseó hacia la pequeña y polvorienta ventana, al lado de la puerta. Ella lo podría telefonear. Ella le debería dejar saber simplemente cuánto apreciaba el enredo en que ella estaba ahora mismo. Maldición, él la quería fuera de su vida, lo había dejado claro. ¿Cómo se suponía que debía sentirse bien con cualquier ayuda que él
le diera ahora?
Se quedó con la mirada fija fuera de la ventana, sabiendo que por ahora, no podía hacer nada. Esa sensación de impotencia la devoraba. Ella odiaba estar bajo la dependencia de cualquiera, especialmente por su vida.
Como se quedó mirando el bosque, pudo ver a John escudriñando el área densamente arbolada. Su cuerpo zigzagueó dentro y fuera de los árboles, relajado, pero en guardia. Él le recordaba a algunos de aquellos tipos militares cuyos perfiles había visto durante las pocas veces que encontró el tiempo para ver televisión.
El tiempo estaba pasando demasiado condenadamente rápido. No tenía oportunidad de pensar, comenzar a acostumbrarse a cambios súbitos alrededor de ella. No tenía tiempo para prepararse para confrontar a Nicholas nuevamente. Parecieron meros minutos antes de que John volviese a entrar a la cabaña y tomara el teléfono celular.
Él la recorrió con la mirada cuando él codificó la llamada.
— Escucho al helicóptero. ¿Qué de ti? —preguntó quedamente, sus ojos azul pálido fríos y seguros.— Bien. Estamos seguros y sanos hasta el momento. Yo haré que te espere en el claro. —Él desconectó luego miró encima de ella.— ¿Lista para ir?
— No. —Ella metió sus manos a la fuerza en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Despiértate ahora, pensó ella desesperadamente. Vamos, _______, es tiempo de despertar.
— Lástima. —Él sonrió abiertamente como si él fuera más que consciente del hecho de que ella estaba desesperada por negar que esto estaba ocurriendo.— Tiempo de moverse.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 5
Era surrealista. _______ permaneció de pie junto a la verja del pequeño claro, mirando cómo el helicóptero se acercaba y ejecutaba un perfecto aterrizaje. Indicándole que permaneciera atrás, John se agachó y corrió hacia la pequeña aeronave mientras _______ trataba de aquietar los latidos de su corazón.
Quería girarse y correr; escapar hacia la vida que había llevado antes del desafortunado viaje a la ciudad menos de una hora atrás. Pero instintivamente sabía que no había escapatoria. Se preguntó con algo de distancia si de verdad ella quería escapar. ¿No había soñado con él cada noche, no le había anhelado cada minuto desde que se fue de su vida?
Cuando Nicholas saltó del helicóptero cada célula de su cuerpo despertó a la vida. Entre sus muslos, un pulso urgente de deseo comenzó a latir, humedeciéndola, acercándola, preparándola para él.
Su respiración se quedó atrapada en su pecho y, no por primera vez, se vio atrapada con la guardia baja por la ruda sexualidad que parecía brillar alrededor de él.
Él vestía vaqueros. Caían bajos sobre sus caderas, cariñosamente abrazando sus musculosos muslos y sus largas piernas. El ancho y oscuro cinturón acentuaba la camiseta blanca y los planos contornos de su abdomen. Sus hombros eran anchos. Su demoníaco pelo negro estaba atado en la nuca, dándole una apariencia salvaje, carnal, que atravesó como una lanza su co/ño. Sintió sus jugos salir de su caliente vag/ina, su cuerpo empezando a doler, a latir para él.
Ella se echó hacia atrás cuando sintió su mirada posarse en ella, sus largas piernas cubriendo rápidamente la distancia entre ella y el helicóptero. Podía ver el fiero propósito en su bronceada cara, su intención de reclamarla. Ella tembló con un miedo repentino. Éste no era el hombre que había conocido antes. El hombre que había sido gentil, considerado, su beso un suspiro de pasión, su toque contenido.
Ella sintió la respiración sollozante que escapó de su garganta mientras continuaba marcha atrás, sus piernas débiles, su mente consumida con la visión que acechaba hacia ella. Él estaba actuando por instinto. Ya no era controlado, como siempre le había conocido ella. Era más duro, salvaje. Y la aterrorizaba.
— Nicholas —ella se detuvo cuando su espalda encontró la áspera corteza de un árbol detrás de ella.
Él se detuvo a centímetros de ella, sus ojos, verdes como el jade, brillantes, intensos, abrumadores. En ese momento, quince meses de dolor y rabia la sobrecogieron. Aquí estaba él, mirándola fijamente como si pensara que podía devorarla de un solo mordisco, después de
haber destruido cada uno de los sueños que alguna vez hubiera tenido en su corazón.
Su puño se cerró, y antes de saber lo que estaba siquiera pensando, lanzó toda su fuerza en un puñetazo contra los duros y apretados músculos de su estómago. Tuvo la sensación de que se
había hecho más daño ella en el puño que a él.
— Condenación —gritó ella al ver que él apenas se sobresaltaba, pero endurecía su cuerpo y estrechaba sus ojos con rabia.— Mira lo que has hecho con mi vida. Gracias por nada, Nicholas .
— Mía —gruñó él. El sonido se hizo eco en el cuerpo de ella, en su alma, y sintió vacilar su respiración, sus ojos abriéndose ante el sonido primitivo.
Antes de que pudiera reaccionar, él cogió sus manos, sujetándolas hacia atrás contra el árbol, ignorando sus frenéticos movimientos, sus estranguladas maldiciones.
Se acercó más a ella, su expresión intensa, primaria. Su mirada mantuvo cautiva la de ella mientras su largo cuerpo inmovilizaba el suyo, más pequeño, contra el tronco. _______ luchó por respirar, por introducir el precioso aire en su cuerpo, por aclarar el deseo aturdidor que dispersaba su mente. Podía olerle: un hambre oscura, una intensa y acalorada lujuria masculina. La esencia de él envolvió sus sentidos, ahogándola con el conocimiento poco prometedor de que él había ido a ella simplemente porque sus instintos animales se lo pedían, no porque el hombre en él la deseara.
— ¡Déjame ir! —gritó, tratando de pegarle, de romper el abrazo que era a la vez fiero y gentil. Estaba temblando, estremeciéndose con su propia ansiedad y sus propias emociones, y con su necesidad de lastimarle tanto como ella se sentía lastimada ahora.
Él se acercó más, su duro pecho presionando contra sus senos, sensibilizando sus pezones incluso a través del sujetador y la rota camisa. Su cabeza estaba presionada hacia atrás contra el árbol, sus labios abiertos mientras ella trataba de respirar, de ignorar la llamada del deseo caliente que recorría su cuerpo mientras se mezclaba con la abrasadora furia.
Y entonces él gruñó. Su labio superior se levantó hacia arriba, revelando los largos y peligrosos aninos a ambos lados de su boca.
El sonido; una mezcla de advertencia de peligro y excitación; llegó un segundo antes de que su cabeza descendiera y sus labios calientes y demandantes cubrieran los de ella.
Ella se habría caído si él no la estuviera sujetando. Los fuertes brazos se estrecharon a su alrededor, acercándola más aún mientras su cabeza giraba, adaptando sus labios alrededor de los de ella, su lengua presionando forzadamente en su boca.
Narcotizante, estimulante, el toque era relámpago y fuego, un pantano de conflictivas sensaciones que atravesaron su cuerpo como una gran ola de impresiones, abrumándola con su fuerza. Sus dedos se curvaron, sus manos intentando zafarse del agarre de las de él.
Sus uñas se clavaron en sus propias palmas mientras ella lloriqueaba contra el empuje exigente de su lengua. Dios, su sabor. Miel oscura, dulce y tentadora, atrayéndola con la promesa de la pasión incluso aunque la empujara a una lujuria que amenazaba con destruirla.
La lengua de ella abarcó la de él. Sintiendo las pequeñas e hinchadas glándulas a ambos lados, gimió de placer ante el sabor liberado tras acariciarlas. Necesitaba más. Tenía que llenarse con
él, descubrir la promesa plena, intoxicante, de su intrigante sabor.
Su lengua presionó más demandante contra la de ella. Un gruñido llenó el aire alrededor de ellos, completamente felino, masculino, una demanda que atravesó su vientre.
_______ permitió a su propia lengua acariciar, saborear y a pesar de todo él quiso más. Cuando los labios de ella se acercaron más a los de él, su boca saboreando el dulce elixir de su gusto, su gemido la estremeció. Eso era lo que él quería de ella. Sus labios se enterraron en los de ella, su boca presionando en la prieta gruta de su boca mientras los sentidos femeninos se sobresaturaban con el sabor liberado en el interior de su boca.
Ella estaba de puntillas intentando alcanzarle. Él liberó sus manos entonces, pensando que ella ya no tenía más ganas de pelear.
Esas manos se agarraron a sus bíceps, sus uñas mordiendo a través de la tela de la camisa, sintiendo los músculos firmes y prietos mientras él la alzaba más cerca. Nicholas la presionó contra el árbol, uno de sus muslos insinuándose entre los de ella, meciéndose contra su corazón de mujer. Dulce cielo. Su cabeza flotó con el placer, con el exquisito calor que de pronto comenzó a crecer profundamente dentro de su vientre.
Ella se apretó más contra su muslo, gimiendo ante la presión contra su creciente cli/toris, necesitando más, mucho más de lo que él le estaba dando. El motor del helicóptero era un ruido distante, el viento soplando alrededor de ellos, provocado por la rotación de las hélices, era simplemente una caricia para su altamente sensibilizado cuerpo.
— ¡Nicholas , por el amor de Dios, ahora! —la voz de John fue una intrusión que ella se esforzó en negar. No ahora, nada podía separarles ahora. No hasta que ella se hubiera llenado con el sabor
de él, hasta que hubiera tenido suficiente para calmar el hambre dolorosa que arañaba en las profundidades de su vag/ina.
— No —murmuró desesperadamente mientras él levantaba la cabeza, su mirada estrechándose, clavada fijamente en ella, abrasando con el calor de la lujuria y un leve brillo de furia.
— Mía —gruñó de nuevo como si intentara forzarla a admitir eso.
_______ sacudió la cabeza, temblando, necesitando más besos, más de las narcotizantes sensaciones que llenaban su cuerpo con pesada sensualidad.
— No hay tiempo —gritó John de nuevo, su cuerpo era un borrón nebuloso en el límite de la visión de _______— Maldición, métela en el helicóptero antes de que te atrapen en tierra. ¿Quieres perderla para siempre?
Nicholas no habló. Perdió un segundo en lanzar al otro hombre una mirada furiosa antes de que sus brazos se apretaran fuertemente alrededor de la cintura de _______, arrastrándola hacia delante, moviéndose rápidamente hacia el helicóptero que les esperaba en el claro.
_______ peleó por mover sus pies, por mantenerse con él, por expresar en voz alta sus protestas, su rabia, pero nada pareció funcionar. Sus sentidos estaban nublados, tan mareados que temió
que iba a perder su propia noción de la realidad.
— Justo en el maldito tiempo —una extraña voz masculina habló mientras Nicholas prácticamente obligaba a _______ a entrar en el helicóptero.
Tan pronto como él saltó junto a ella y cerró la puerta de un portazo el aparato despegó en el aire. La emergente energía se hizo eco a través del cuerpo de _______, la vibración de los motores casi
causaba dolor en sus sensibilizados nervios.
Ella miró a Nicholas confundida, asustada. Él la miraba, sus ojos entrecerrados, la lujuria brillando en las profundidades verdes, la determinación marcando sus orgullosos rasgos. Ése no era el hombre gentil que la había protegido durante años. No era el tierno amante que la había dejado en el garaje meses atrás, prometiendo volver.
Éste era un lado de Nicholas que ella nunca había visto. Sentía a la vez deseo y temor hacia él, sintiéndose perdida con las conflictivas sensaciones que crecían en su interior.
— ¿Qué me has hecho? —ella murmuró las palabras mientras su cuerpo comenzaba a doler, a rogar por su toque, su beso. Sólo una vez más, gritaba algo agónicamente en el interior de ella. Un toque, un sabor…
— Te hice mía —las palabras salieron de su boca en dirección a ella. Lentamente, claramente.— Mía, _______. Para siempre.
Ella abrió ampliamente los ojos. Pánico y lujuria se alternaron en su cuerpo, latiendo a través de sus venas, introduciendo fuegos en sus pechos, en su vientre, en su vag/ina. Ella estaba ardiendo,
ansiando su toque.
_______ sacudió la cabeza, peleando contra su confusión y el súbito miedo de lo que él exactamente le había hecho. Se tragó un gemido mientras su vientre se ondulaba; sintiendo su co/ño contraerse en espasmos mientras un estremecimiento sacudía su columna vertebral, desde su cuero cabelludo, mientras el calor comenzaba a crecer.
Peleó por respirar mientras veía dilatarse las aletas de la nariz de Nicholas , mientras veía cómo se oscurecían aún más sus ojos como si algún tipo de estímulo hubiera llegado a sus sentidos. Las mejillas de él se sonrojaron bajo el bronceado, sus labios se llenaron pareciendo más sensuales. Sus ojos brillaron con una intensidad sexual.
_______ se humedeció sus secos labios nerviosamente, queriendo, necesitando tocarle, pero sintiéndose aterrorizada ante el intenso deseo que comenzaba a crecer en su interior, justo debajo de su piel, como un fuego interno que la quemara a través de sus terminaciones nerviosas. Sus puños se cerraron mientras luchaba contra la espiral de sensaciones, determinada a controlarlas, lo mismo que había hecho meses atrás.
Pero no había sido tan malo entonces, susurró una parte de ella.
La hambrienta necesidad que la había consumido entonces había sido irritante, incómoda, pero nada como eso. Esto era intenso, iba creciendo lentamente, sobrecogiéndola como si fluyera a través de su sistema.
Ella se esforzó en desviar la mirada de la de él, girando la cabeza y mirando desesperadamente hacia el exterior por la ventana del helicóptero. Nicholas estaba apretado contra ella, su contorno pegado al de ella, un brazo colocado a su alrededor, sus dedos jugando distraídamente con las hebras de su pelo que colgaban por la parte trasera de su camisa. Ella cerró los ojos mientras respiraba con dificultad. Podría resistir la tentación que la devoraba viva. Seguro que podría. Lo había hecho antes.
Se mordió los labios cuando sintió los dedos de él mover su cabello, colocándolo detrás de sus hombros, revelando la pequeña marca situada justo debajo de su cuello. Ella hubiera vuelto la
cabeza, hubiera desviado la mirada si él no se hubiera movido para sujetarla en su sitio.
_______ lloriqueó. Ella no podría ayudarle. Cuando su lengua acarició la diminuta herida, acercando su boca sobre ella y succionando suavemente la carne, tiernamente, entonces su vientre se convulsionó. Su co/ño latió, pulsó, enviándola hacia un deleite casi orgásmico mientras sentía los dientes arañar suavemente la superficie de la marca que él le había hecho. Sus manos se agarraron con fuerza a su antebrazo mientras él lo deslizaba sobre su pecho, su mano sujetando su otro hombro manteniéndola quieta mientras el la torturaba, la atormentaba.
— Por favor —ella supo que él no podía oírla, y no tenía aliento suficiente como para gritar mientras el placer quemaba su cuerpo, descendiendo desde el lugar en el que su boca la mantenía cautiva hasta sus duros, sensibles pezones, y bajando hasta su palpitante clítoris y su húmedo co/ño. La estaba destruyendo.
Él apartó suavemente su boca mientras volvía de vuelta a su asiento. Pero no hubo alivio para _______. Apretó sus dientes, maldiciéndole, maldiciéndose a sí misma, y jurando morir de agonía
antes que rogarle que la tomara, antes que rogarle que aliviara la necesidad que parecía crecer más que disminuir con la distancia que él había interpuesto entre ellos. Eso no era bueno. No era bueno para nada.
Era surrealista. _______ permaneció de pie junto a la verja del pequeño claro, mirando cómo el helicóptero se acercaba y ejecutaba un perfecto aterrizaje. Indicándole que permaneciera atrás, John se agachó y corrió hacia la pequeña aeronave mientras _______ trataba de aquietar los latidos de su corazón.
Quería girarse y correr; escapar hacia la vida que había llevado antes del desafortunado viaje a la ciudad menos de una hora atrás. Pero instintivamente sabía que no había escapatoria. Se preguntó con algo de distancia si de verdad ella quería escapar. ¿No había soñado con él cada noche, no le había anhelado cada minuto desde que se fue de su vida?
Cuando Nicholas saltó del helicóptero cada célula de su cuerpo despertó a la vida. Entre sus muslos, un pulso urgente de deseo comenzó a latir, humedeciéndola, acercándola, preparándola para él.
Su respiración se quedó atrapada en su pecho y, no por primera vez, se vio atrapada con la guardia baja por la ruda sexualidad que parecía brillar alrededor de él.
Él vestía vaqueros. Caían bajos sobre sus caderas, cariñosamente abrazando sus musculosos muslos y sus largas piernas. El ancho y oscuro cinturón acentuaba la camiseta blanca y los planos contornos de su abdomen. Sus hombros eran anchos. Su demoníaco pelo negro estaba atado en la nuca, dándole una apariencia salvaje, carnal, que atravesó como una lanza su co/ño. Sintió sus jugos salir de su caliente vag/ina, su cuerpo empezando a doler, a latir para él.
Ella se echó hacia atrás cuando sintió su mirada posarse en ella, sus largas piernas cubriendo rápidamente la distancia entre ella y el helicóptero. Podía ver el fiero propósito en su bronceada cara, su intención de reclamarla. Ella tembló con un miedo repentino. Éste no era el hombre que había conocido antes. El hombre que había sido gentil, considerado, su beso un suspiro de pasión, su toque contenido.
Ella sintió la respiración sollozante que escapó de su garganta mientras continuaba marcha atrás, sus piernas débiles, su mente consumida con la visión que acechaba hacia ella. Él estaba actuando por instinto. Ya no era controlado, como siempre le había conocido ella. Era más duro, salvaje. Y la aterrorizaba.
— Nicholas —ella se detuvo cuando su espalda encontró la áspera corteza de un árbol detrás de ella.
Él se detuvo a centímetros de ella, sus ojos, verdes como el jade, brillantes, intensos, abrumadores. En ese momento, quince meses de dolor y rabia la sobrecogieron. Aquí estaba él, mirándola fijamente como si pensara que podía devorarla de un solo mordisco, después de
haber destruido cada uno de los sueños que alguna vez hubiera tenido en su corazón.
Su puño se cerró, y antes de saber lo que estaba siquiera pensando, lanzó toda su fuerza en un puñetazo contra los duros y apretados músculos de su estómago. Tuvo la sensación de que se
había hecho más daño ella en el puño que a él.
— Condenación —gritó ella al ver que él apenas se sobresaltaba, pero endurecía su cuerpo y estrechaba sus ojos con rabia.— Mira lo que has hecho con mi vida. Gracias por nada, Nicholas .
— Mía —gruñó él. El sonido se hizo eco en el cuerpo de ella, en su alma, y sintió vacilar su respiración, sus ojos abriéndose ante el sonido primitivo.
Antes de que pudiera reaccionar, él cogió sus manos, sujetándolas hacia atrás contra el árbol, ignorando sus frenéticos movimientos, sus estranguladas maldiciones.
Se acercó más a ella, su expresión intensa, primaria. Su mirada mantuvo cautiva la de ella mientras su largo cuerpo inmovilizaba el suyo, más pequeño, contra el tronco. _______ luchó por respirar, por introducir el precioso aire en su cuerpo, por aclarar el deseo aturdidor que dispersaba su mente. Podía olerle: un hambre oscura, una intensa y acalorada lujuria masculina. La esencia de él envolvió sus sentidos, ahogándola con el conocimiento poco prometedor de que él había ido a ella simplemente porque sus instintos animales se lo pedían, no porque el hombre en él la deseara.
— ¡Déjame ir! —gritó, tratando de pegarle, de romper el abrazo que era a la vez fiero y gentil. Estaba temblando, estremeciéndose con su propia ansiedad y sus propias emociones, y con su necesidad de lastimarle tanto como ella se sentía lastimada ahora.
Él se acercó más, su duro pecho presionando contra sus senos, sensibilizando sus pezones incluso a través del sujetador y la rota camisa. Su cabeza estaba presionada hacia atrás contra el árbol, sus labios abiertos mientras ella trataba de respirar, de ignorar la llamada del deseo caliente que recorría su cuerpo mientras se mezclaba con la abrasadora furia.
Y entonces él gruñó. Su labio superior se levantó hacia arriba, revelando los largos y peligrosos aninos a ambos lados de su boca.
El sonido; una mezcla de advertencia de peligro y excitación; llegó un segundo antes de que su cabeza descendiera y sus labios calientes y demandantes cubrieran los de ella.
Ella se habría caído si él no la estuviera sujetando. Los fuertes brazos se estrecharon a su alrededor, acercándola más aún mientras su cabeza giraba, adaptando sus labios alrededor de los de ella, su lengua presionando forzadamente en su boca.
Narcotizante, estimulante, el toque era relámpago y fuego, un pantano de conflictivas sensaciones que atravesaron su cuerpo como una gran ola de impresiones, abrumándola con su fuerza. Sus dedos se curvaron, sus manos intentando zafarse del agarre de las de él.
Sus uñas se clavaron en sus propias palmas mientras ella lloriqueaba contra el empuje exigente de su lengua. Dios, su sabor. Miel oscura, dulce y tentadora, atrayéndola con la promesa de la pasión incluso aunque la empujara a una lujuria que amenazaba con destruirla.
La lengua de ella abarcó la de él. Sintiendo las pequeñas e hinchadas glándulas a ambos lados, gimió de placer ante el sabor liberado tras acariciarlas. Necesitaba más. Tenía que llenarse con
él, descubrir la promesa plena, intoxicante, de su intrigante sabor.
Su lengua presionó más demandante contra la de ella. Un gruñido llenó el aire alrededor de ellos, completamente felino, masculino, una demanda que atravesó su vientre.
_______ permitió a su propia lengua acariciar, saborear y a pesar de todo él quiso más. Cuando los labios de ella se acercaron más a los de él, su boca saboreando el dulce elixir de su gusto, su gemido la estremeció. Eso era lo que él quería de ella. Sus labios se enterraron en los de ella, su boca presionando en la prieta gruta de su boca mientras los sentidos femeninos se sobresaturaban con el sabor liberado en el interior de su boca.
Ella estaba de puntillas intentando alcanzarle. Él liberó sus manos entonces, pensando que ella ya no tenía más ganas de pelear.
Esas manos se agarraron a sus bíceps, sus uñas mordiendo a través de la tela de la camisa, sintiendo los músculos firmes y prietos mientras él la alzaba más cerca. Nicholas la presionó contra el árbol, uno de sus muslos insinuándose entre los de ella, meciéndose contra su corazón de mujer. Dulce cielo. Su cabeza flotó con el placer, con el exquisito calor que de pronto comenzó a crecer profundamente dentro de su vientre.
Ella se apretó más contra su muslo, gimiendo ante la presión contra su creciente cli/toris, necesitando más, mucho más de lo que él le estaba dando. El motor del helicóptero era un ruido distante, el viento soplando alrededor de ellos, provocado por la rotación de las hélices, era simplemente una caricia para su altamente sensibilizado cuerpo.
— ¡Nicholas , por el amor de Dios, ahora! —la voz de John fue una intrusión que ella se esforzó en negar. No ahora, nada podía separarles ahora. No hasta que ella se hubiera llenado con el sabor
de él, hasta que hubiera tenido suficiente para calmar el hambre dolorosa que arañaba en las profundidades de su vag/ina.
— No —murmuró desesperadamente mientras él levantaba la cabeza, su mirada estrechándose, clavada fijamente en ella, abrasando con el calor de la lujuria y un leve brillo de furia.
— Mía —gruñó de nuevo como si intentara forzarla a admitir eso.
_______ sacudió la cabeza, temblando, necesitando más besos, más de las narcotizantes sensaciones que llenaban su cuerpo con pesada sensualidad.
— No hay tiempo —gritó John de nuevo, su cuerpo era un borrón nebuloso en el límite de la visión de _______— Maldición, métela en el helicóptero antes de que te atrapen en tierra. ¿Quieres perderla para siempre?
Nicholas no habló. Perdió un segundo en lanzar al otro hombre una mirada furiosa antes de que sus brazos se apretaran fuertemente alrededor de la cintura de _______, arrastrándola hacia delante, moviéndose rápidamente hacia el helicóptero que les esperaba en el claro.
_______ peleó por mover sus pies, por mantenerse con él, por expresar en voz alta sus protestas, su rabia, pero nada pareció funcionar. Sus sentidos estaban nublados, tan mareados que temió
que iba a perder su propia noción de la realidad.
— Justo en el maldito tiempo —una extraña voz masculina habló mientras Nicholas prácticamente obligaba a _______ a entrar en el helicóptero.
Tan pronto como él saltó junto a ella y cerró la puerta de un portazo el aparato despegó en el aire. La emergente energía se hizo eco a través del cuerpo de _______, la vibración de los motores casi
causaba dolor en sus sensibilizados nervios.
Ella miró a Nicholas confundida, asustada. Él la miraba, sus ojos entrecerrados, la lujuria brillando en las profundidades verdes, la determinación marcando sus orgullosos rasgos. Ése no era el hombre gentil que la había protegido durante años. No era el tierno amante que la había dejado en el garaje meses atrás, prometiendo volver.
Éste era un lado de Nicholas que ella nunca había visto. Sentía a la vez deseo y temor hacia él, sintiéndose perdida con las conflictivas sensaciones que crecían en su interior.
— ¿Qué me has hecho? —ella murmuró las palabras mientras su cuerpo comenzaba a doler, a rogar por su toque, su beso. Sólo una vez más, gritaba algo agónicamente en el interior de ella. Un toque, un sabor…
— Te hice mía —las palabras salieron de su boca en dirección a ella. Lentamente, claramente.— Mía, _______. Para siempre.
Ella abrió ampliamente los ojos. Pánico y lujuria se alternaron en su cuerpo, latiendo a través de sus venas, introduciendo fuegos en sus pechos, en su vientre, en su vag/ina. Ella estaba ardiendo,
ansiando su toque.
_______ sacudió la cabeza, peleando contra su confusión y el súbito miedo de lo que él exactamente le había hecho. Se tragó un gemido mientras su vientre se ondulaba; sintiendo su co/ño contraerse en espasmos mientras un estremecimiento sacudía su columna vertebral, desde su cuero cabelludo, mientras el calor comenzaba a crecer.
Peleó por respirar mientras veía dilatarse las aletas de la nariz de Nicholas , mientras veía cómo se oscurecían aún más sus ojos como si algún tipo de estímulo hubiera llegado a sus sentidos. Las mejillas de él se sonrojaron bajo el bronceado, sus labios se llenaron pareciendo más sensuales. Sus ojos brillaron con una intensidad sexual.
_______ se humedeció sus secos labios nerviosamente, queriendo, necesitando tocarle, pero sintiéndose aterrorizada ante el intenso deseo que comenzaba a crecer en su interior, justo debajo de su piel, como un fuego interno que la quemara a través de sus terminaciones nerviosas. Sus puños se cerraron mientras luchaba contra la espiral de sensaciones, determinada a controlarlas, lo mismo que había hecho meses atrás.
Pero no había sido tan malo entonces, susurró una parte de ella.
La hambrienta necesidad que la había consumido entonces había sido irritante, incómoda, pero nada como eso. Esto era intenso, iba creciendo lentamente, sobrecogiéndola como si fluyera a través de su sistema.
Ella se esforzó en desviar la mirada de la de él, girando la cabeza y mirando desesperadamente hacia el exterior por la ventana del helicóptero. Nicholas estaba apretado contra ella, su contorno pegado al de ella, un brazo colocado a su alrededor, sus dedos jugando distraídamente con las hebras de su pelo que colgaban por la parte trasera de su camisa. Ella cerró los ojos mientras respiraba con dificultad. Podría resistir la tentación que la devoraba viva. Seguro que podría. Lo había hecho antes.
Se mordió los labios cuando sintió los dedos de él mover su cabello, colocándolo detrás de sus hombros, revelando la pequeña marca situada justo debajo de su cuello. Ella hubiera vuelto la
cabeza, hubiera desviado la mirada si él no se hubiera movido para sujetarla en su sitio.
_______ lloriqueó. Ella no podría ayudarle. Cuando su lengua acarició la diminuta herida, acercando su boca sobre ella y succionando suavemente la carne, tiernamente, entonces su vientre se convulsionó. Su co/ño latió, pulsó, enviándola hacia un deleite casi orgásmico mientras sentía los dientes arañar suavemente la superficie de la marca que él le había hecho. Sus manos se agarraron con fuerza a su antebrazo mientras él lo deslizaba sobre su pecho, su mano sujetando su otro hombro manteniéndola quieta mientras el la torturaba, la atormentaba.
— Por favor —ella supo que él no podía oírla, y no tenía aliento suficiente como para gritar mientras el placer quemaba su cuerpo, descendiendo desde el lugar en el que su boca la mantenía cautiva hasta sus duros, sensibles pezones, y bajando hasta su palpitante clítoris y su húmedo co/ño. La estaba destruyendo.
Él apartó suavemente su boca mientras volvía de vuelta a su asiento. Pero no hubo alivio para _______. Apretó sus dientes, maldiciéndole, maldiciéndose a sí misma, y jurando morir de agonía
antes que rogarle que la tomara, antes que rogarle que aliviara la necesidad que parecía crecer más que disminuir con la distancia que él había interpuesto entre ellos. Eso no era bueno. No era bueno para nada.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 6
La vida no podía ser mucho más dulce por lo que a Nicholas concernía. El viaje de vuelta desde las colinas del este de Kentucky a la mansión de Virginia se hizo rápida y eficazmente, en el potente y pequeño helicóptero que las Fuerzas Armadas tan gentilmente les habían garantizado. Se habían obtenido unos cuantos beneficios extra al hacer que una sociedad se enfrentase a un gobierno cuyos líderes habían estado metidos hasta el cuello en los pequeños experimentos corruptos que los había creado.
Su cuerpo vibraba de deseo, armonizando perfectamente con la excitación que surgía en el cuerpo de _______. Podía oler su calor y eso iba a volverlo loco. Su miembro le dolía como una herida abierta, pulsando y latiendo bajo la restricción de sus vaqueros.
Él observó el terreno que había tras las ventanas del helicóptero, rastreando cada punto de referencia, contando los minutos hasta que pudiera llevársela a la cama, separar sus muslos y hundirse en las acaloradas profundidades de su pequeño y mojado co/ño.
Había esperado quince meses. Quince largos y miserables meses. Un doloroso y vacío hueco había echado raíces en su alma durante ese tiempo. Había deseado, de forma tortuosa e interminable, una mujer, una única mujer. Había sido incapaz de tocar a otra, incapaz
de tolerar el aroma de lujuria de cualquier otra mujer mientras el de _______ permanecía tan profundamente dentro de él.
Era una de las razones que él nunca había entendido por qué ella había dejado la corta y escueta nota en su escritorio tanto tiempo atrás. Ninguna otra mujer le había afectado como ella lo había
hecho. Y él había sabido de hecho que ella le había deseado a él también. Así que, ¿por qué había ella retrocedido? Él aún tenía la nota. Aún sentía la furia y la dolorosa traición que aquellas palabras le habían producido.
Él se había negado a sí mismo durante todos esos meses en lo referente a _______. Luchó con su deseo y su hambre porque no quería obligarla a responder por qué y por quién estaba en contra de sus deseos. Supo todo el rato que su decisión había sido la mejor. No la culpaba, no tenía la menor intención de hacerla pagar por el infierno que había hecho pasar a su cuerpo. Pero, maldita sea si la dejaba marchar de nuevo.
Su beso le aseguraba que _______ nunca se alejaría de él de la misma manera que otras veces. La hormona que estaba suelta en su cuerpo la prepararía y aumentaría su excitación hasta el punto que ella sería incapaz de negar su contacto. Ella tendría suerte si pudiese caminar de nuevo cuando él terminase de saciar su hambre de ella. Tenía muchísimo tiempo que recuperar.
— Ya estamos llegando. —Vociferó Cabal cuando la mansión estuvo a la vista.
Eran tres plantas de majestuosa y graciosa elegancia. Los balcones envolvían cada planta, con altas columnas que los sostenían y daban a la blanca monstruosidad un aire de comodidad refinada. La casa de la vieja plantación se había mantenido en excelentes condiciones. Los anteriores propietarios habían hecho todo lo que habían podido para mantener intacto el aire histórico de la casa, mientras que en el interior, las renovaciones habían asegurado al propietario todas las comodidades.
Su brazo de apoyó sobro la espalda de _______ mientras sentía cómo ella se ponía rígida. El oscuro aroma a miedo se mezcló con su terrenal y dulce deseo. Pero en vez de aliviar su necesidad, el miedo parecía que sólo intensificaba el adictivo olor. La adrenalina que corría a través de su cuerpo hizo que la hormona se propagara mucho más rápido a través de su sistema.
El helicóptero aterrizó con suave eficiencia, posándose en la pista de aterrizaje y apagándose lentamente mientras Nicholas desabrochaba su cinturón de seguridad y el de _______. Él miró sus ojos, su cuerpo tensándose al ver la dilatación de sus pupilas, y el rubor en sus mejillas. Sus ojos azules brillaban con hambre. Su cuerpo temblaba por él.
— ¿Qué me has hecho, Nicholas ? —Su voz estaba ronca, estaba confundida, mientras Tanner y Cabal se bajaban del helicóptero.
— Vamos, iremos hacia la casa y te lo explicaré todo. —Él saltó del helicóptero antes de que se parara del todo, mientras agarraba su cintura con sus manos y la ayudaba a levantarse del asiento.
Ella jadeó mientras él la atraía hacia su pecho antes de permitir que sus pies tocasen el suelo. La sensual resistencia de su cuerpo contra el suyo le hicieron gruñir de excitación. Gracias a Dios que no habían llegado muy lejos.
Nicholas agarró su mano y la empujó hacia el Jeep que Tanner había llevado a un lado de la pista de aterrizaje. Sus dedos temblaron bajo los de él, pero no mucho más que su cuerpo. Él podía sentir los delicados estremecimientos que le ocurrían a ella cuando la ayudó a subirse al Jeep, y observó en su mirada cómo trataba desesperadamente de no perder el control.
Su beso había hecho exactamente lo que Callan les había advertido a todos ellos meses atrás. La hormona sexual existente en las glándulas de su lengua se había diseminado casi inmediatamente
en su sistema mientras él la besaba. Su nivel de calor se había elevado, la necesidad de tocarle, saborearle, se había apoderado de ella. Pero no era tan grande como su necesidad de ella.
Él se había encontrado indefenso esta vez, atrapado en el ansia de un hambre que no podía contener y que no tenía ganas de esconder. El animal de su interior ya había sido negado una vez
anteriormente. No lo volvería a ser más.
— La casa en la que vivimos ahora perteneció anteriormente al Consejo de Genética. —Le dijo él a ella, tratando de calmarse mientras Tanner conducía por la carretera pavimentada que les llevaba a la mansión.— Ahora es nuestra base de operaciones. Estamos a salvo aquí, protegidos por completo por gente de nuestro tipo, que crecen a diario. Tú también estarás a salvo aquí, _______.
— ¿De verdad? —Su tono le aseguró que ella no estaba tan segura. Lástima. Él no iba a dejarla marchar.
Ella se mantuvo tan alejada de él como él le permitió, que no era mucho. Ella estaba acalorada y cariñosa, su aroma dulce y potente. Él había estado separado de ella demasiado tiempo, tratando de ser noble, de protegerla de la verdad y del precio de estar en sus brazos.
Nicholas dio un respingo cuando ella le dirigió una mirada cargada de odio. Evidentemente, la mayor parte de la confusión causada por los hechos del día se estaba evaporando. Ella se estaba volviendo loca. Él ignoró el arranque agudo de excitación que retumbó en sus venas al pensarlo. Sus ojos brillaban con furia y lujuria. Su aroma era caliente y salvaje, y hacía que su pecho doliese con la necesidad de rugir a modo de triunfo.
— Estaría segura donde estaba... —dijo ella bruscamente—... si no hubiese sido por ti.
Su voz estaba marcada por las emociones, las sensaciones que recorrían su cuerpo. Estaba luchando contra ello, inconsciente de que al hacerlo, sólo haría que los síntomas empeorasen. Nicholas reprimió una sonrisa. Su furia solo haría que su sangre fuese más rápido, que la hormona fuera más rápida por su cuerpo, para crecer y formarse hasta límites extremos.
— Hacen falta dos, _______. —Le dijo misteriosamente mientras el Jeep se estremecía al parar en la entrada principal.
Grandes robles, de muchos años de antigüedad, formaban una cúpula sobre el camino de acceso circular, creciendo tan cercanos a la casa que ya habían pensado talar algunos. Pero era imposible
negar la majestuosidad y gracia de los árboles. Ellos habían estado allí durante tanto tiempo, habían protegido la casa durante tantos años, que era imposible destruirlos.
Mientras él la ayudaba a salir del Jeep las grandes, dobles puertas principales se abrieron mientras Callan y Merinus saltaban al pavimento. La mirada del otro hombre era dura, aguda, mientras
inhalaba lentamente, haciendo que Nicholas estuviese más que consciente que cualquier otro de la Casta que se acercase se daría cuenta del estado de excitación de _______.
Nicholas la condujo por las anchas escaleras circulares para presentarle a la pareja, notando los estremecimientos que ocurrían en su cuerpo. Estaba tensa, manteniéndose rígida mientras se acercaban a Callan y Merinus.
Él se encontró con la mirada de Callan, y vio la preocupación en las profundidades de los ojos ámbar de su líder.
— _______, es un placer volver a verte. —Dijo Callan gentilmente mientras se acercaban a la otra pareja. Él no la tocó, no le ofreció estrecharle la mano, mientras _______ permanecía rígida tras él— Permíteme presentarte a mi mujer, Merinus. Merinus, _______ Andrews era una buena amiga nuestra durante nuestra época en Sandy Hook.
— Hola, _______. —La sonrisa de Merinus era gentil y su mirada oscilaba entre los dos— Siento que nos hayamos tenido que conocernos bajo estas circunstancias.
— Encantada de conocerte. —La voz de _______ era suave y ronca debido a la tensión mientras pasaba las manos por sus hombros— También lo siento...
— No, por favor. —Merinus negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa asomando a sus labios— Estos hombres suelen sacudir la vida de una mujer más de lo que debería estar permitido. Pero al final... —ella miró la expresión burlona de su marido—... merecen la pena
— Creo que esperaré para hacer comentarios sobre eso, —_______ respiró profundamente— si no te importa.
La mirada preocupada de Merinus reflejaba conocimiento mientras miraba a Nicholas . Ella, más que nadie, era muy consciente de la necesidad pulsante que soportaba _______ y el estrés bajo el que estaba.
— Lo entiendo completamente, _______. Si necesitas algo, háznoslo saber a cualquiera de nosotros. Queremos que aquí te sientas como en casa.
_______ asintió, murmurando unas gracias, pero Nicholas podía ver la fina película de sudor en sus cejas y el rubor en sus mejillas.
— Por favor, entra. Nicholas puede mostrarte tu habitación, donde podrás descansar hasta la cena. Podemos charlar luego —Merinus le frunció el ceño a Nicholas , con una oscura y desaprobadora mirada de la que él se responsabilizó.
Entraron al vestíbulo de mármol mientras Nicholas agarraba el brazo de _______ y la conducía a la ancha escalera circular, a la derecha de la entrada principal. Su suite se encontraba en la segunda planta, pero todo lo que le preocupaba era llevar a _______ a la grande y bien hecha cama que los ocupaba. Allí él reivindicaría todo lo que había sido suyo, todo lo que ella había tratado de negarles a ambos durante los últimos, solitarios, y hambrientos meses. Allí ella pagaría.
La vida no podía ser mucho más dulce por lo que a Nicholas concernía. El viaje de vuelta desde las colinas del este de Kentucky a la mansión de Virginia se hizo rápida y eficazmente, en el potente y pequeño helicóptero que las Fuerzas Armadas tan gentilmente les habían garantizado. Se habían obtenido unos cuantos beneficios extra al hacer que una sociedad se enfrentase a un gobierno cuyos líderes habían estado metidos hasta el cuello en los pequeños experimentos corruptos que los había creado.
Su cuerpo vibraba de deseo, armonizando perfectamente con la excitación que surgía en el cuerpo de _______. Podía oler su calor y eso iba a volverlo loco. Su miembro le dolía como una herida abierta, pulsando y latiendo bajo la restricción de sus vaqueros.
Él observó el terreno que había tras las ventanas del helicóptero, rastreando cada punto de referencia, contando los minutos hasta que pudiera llevársela a la cama, separar sus muslos y hundirse en las acaloradas profundidades de su pequeño y mojado co/ño.
Había esperado quince meses. Quince largos y miserables meses. Un doloroso y vacío hueco había echado raíces en su alma durante ese tiempo. Había deseado, de forma tortuosa e interminable, una mujer, una única mujer. Había sido incapaz de tocar a otra, incapaz
de tolerar el aroma de lujuria de cualquier otra mujer mientras el de _______ permanecía tan profundamente dentro de él.
Era una de las razones que él nunca había entendido por qué ella había dejado la corta y escueta nota en su escritorio tanto tiempo atrás. Ninguna otra mujer le había afectado como ella lo había
hecho. Y él había sabido de hecho que ella le había deseado a él también. Así que, ¿por qué había ella retrocedido? Él aún tenía la nota. Aún sentía la furia y la dolorosa traición que aquellas palabras le habían producido.
Él se había negado a sí mismo durante todos esos meses en lo referente a _______. Luchó con su deseo y su hambre porque no quería obligarla a responder por qué y por quién estaba en contra de sus deseos. Supo todo el rato que su decisión había sido la mejor. No la culpaba, no tenía la menor intención de hacerla pagar por el infierno que había hecho pasar a su cuerpo. Pero, maldita sea si la dejaba marchar de nuevo.
Su beso le aseguraba que _______ nunca se alejaría de él de la misma manera que otras veces. La hormona que estaba suelta en su cuerpo la prepararía y aumentaría su excitación hasta el punto que ella sería incapaz de negar su contacto. Ella tendría suerte si pudiese caminar de nuevo cuando él terminase de saciar su hambre de ella. Tenía muchísimo tiempo que recuperar.
— Ya estamos llegando. —Vociferó Cabal cuando la mansión estuvo a la vista.
Eran tres plantas de majestuosa y graciosa elegancia. Los balcones envolvían cada planta, con altas columnas que los sostenían y daban a la blanca monstruosidad un aire de comodidad refinada. La casa de la vieja plantación se había mantenido en excelentes condiciones. Los anteriores propietarios habían hecho todo lo que habían podido para mantener intacto el aire histórico de la casa, mientras que en el interior, las renovaciones habían asegurado al propietario todas las comodidades.
Su brazo de apoyó sobro la espalda de _______ mientras sentía cómo ella se ponía rígida. El oscuro aroma a miedo se mezcló con su terrenal y dulce deseo. Pero en vez de aliviar su necesidad, el miedo parecía que sólo intensificaba el adictivo olor. La adrenalina que corría a través de su cuerpo hizo que la hormona se propagara mucho más rápido a través de su sistema.
El helicóptero aterrizó con suave eficiencia, posándose en la pista de aterrizaje y apagándose lentamente mientras Nicholas desabrochaba su cinturón de seguridad y el de _______. Él miró sus ojos, su cuerpo tensándose al ver la dilatación de sus pupilas, y el rubor en sus mejillas. Sus ojos azules brillaban con hambre. Su cuerpo temblaba por él.
— ¿Qué me has hecho, Nicholas ? —Su voz estaba ronca, estaba confundida, mientras Tanner y Cabal se bajaban del helicóptero.
— Vamos, iremos hacia la casa y te lo explicaré todo. —Él saltó del helicóptero antes de que se parara del todo, mientras agarraba su cintura con sus manos y la ayudaba a levantarse del asiento.
Ella jadeó mientras él la atraía hacia su pecho antes de permitir que sus pies tocasen el suelo. La sensual resistencia de su cuerpo contra el suyo le hicieron gruñir de excitación. Gracias a Dios que no habían llegado muy lejos.
Nicholas agarró su mano y la empujó hacia el Jeep que Tanner había llevado a un lado de la pista de aterrizaje. Sus dedos temblaron bajo los de él, pero no mucho más que su cuerpo. Él podía sentir los delicados estremecimientos que le ocurrían a ella cuando la ayudó a subirse al Jeep, y observó en su mirada cómo trataba desesperadamente de no perder el control.
Su beso había hecho exactamente lo que Callan les había advertido a todos ellos meses atrás. La hormona sexual existente en las glándulas de su lengua se había diseminado casi inmediatamente
en su sistema mientras él la besaba. Su nivel de calor se había elevado, la necesidad de tocarle, saborearle, se había apoderado de ella. Pero no era tan grande como su necesidad de ella.
Él se había encontrado indefenso esta vez, atrapado en el ansia de un hambre que no podía contener y que no tenía ganas de esconder. El animal de su interior ya había sido negado una vez
anteriormente. No lo volvería a ser más.
— La casa en la que vivimos ahora perteneció anteriormente al Consejo de Genética. —Le dijo él a ella, tratando de calmarse mientras Tanner conducía por la carretera pavimentada que les llevaba a la mansión.— Ahora es nuestra base de operaciones. Estamos a salvo aquí, protegidos por completo por gente de nuestro tipo, que crecen a diario. Tú también estarás a salvo aquí, _______.
— ¿De verdad? —Su tono le aseguró que ella no estaba tan segura. Lástima. Él no iba a dejarla marchar.
Ella se mantuvo tan alejada de él como él le permitió, que no era mucho. Ella estaba acalorada y cariñosa, su aroma dulce y potente. Él había estado separado de ella demasiado tiempo, tratando de ser noble, de protegerla de la verdad y del precio de estar en sus brazos.
Nicholas dio un respingo cuando ella le dirigió una mirada cargada de odio. Evidentemente, la mayor parte de la confusión causada por los hechos del día se estaba evaporando. Ella se estaba volviendo loca. Él ignoró el arranque agudo de excitación que retumbó en sus venas al pensarlo. Sus ojos brillaban con furia y lujuria. Su aroma era caliente y salvaje, y hacía que su pecho doliese con la necesidad de rugir a modo de triunfo.
— Estaría segura donde estaba... —dijo ella bruscamente—... si no hubiese sido por ti.
Su voz estaba marcada por las emociones, las sensaciones que recorrían su cuerpo. Estaba luchando contra ello, inconsciente de que al hacerlo, sólo haría que los síntomas empeorasen. Nicholas reprimió una sonrisa. Su furia solo haría que su sangre fuese más rápido, que la hormona fuera más rápida por su cuerpo, para crecer y formarse hasta límites extremos.
— Hacen falta dos, _______. —Le dijo misteriosamente mientras el Jeep se estremecía al parar en la entrada principal.
Grandes robles, de muchos años de antigüedad, formaban una cúpula sobre el camino de acceso circular, creciendo tan cercanos a la casa que ya habían pensado talar algunos. Pero era imposible
negar la majestuosidad y gracia de los árboles. Ellos habían estado allí durante tanto tiempo, habían protegido la casa durante tantos años, que era imposible destruirlos.
Mientras él la ayudaba a salir del Jeep las grandes, dobles puertas principales se abrieron mientras Callan y Merinus saltaban al pavimento. La mirada del otro hombre era dura, aguda, mientras
inhalaba lentamente, haciendo que Nicholas estuviese más que consciente que cualquier otro de la Casta que se acercase se daría cuenta del estado de excitación de _______.
Nicholas la condujo por las anchas escaleras circulares para presentarle a la pareja, notando los estremecimientos que ocurrían en su cuerpo. Estaba tensa, manteniéndose rígida mientras se acercaban a Callan y Merinus.
Él se encontró con la mirada de Callan, y vio la preocupación en las profundidades de los ojos ámbar de su líder.
— _______, es un placer volver a verte. —Dijo Callan gentilmente mientras se acercaban a la otra pareja. Él no la tocó, no le ofreció estrecharle la mano, mientras _______ permanecía rígida tras él— Permíteme presentarte a mi mujer, Merinus. Merinus, _______ Andrews era una buena amiga nuestra durante nuestra época en Sandy Hook.
— Hola, _______. —La sonrisa de Merinus era gentil y su mirada oscilaba entre los dos— Siento que nos hayamos tenido que conocernos bajo estas circunstancias.
— Encantada de conocerte. —La voz de _______ era suave y ronca debido a la tensión mientras pasaba las manos por sus hombros— También lo siento...
— No, por favor. —Merinus negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa asomando a sus labios— Estos hombres suelen sacudir la vida de una mujer más de lo que debería estar permitido. Pero al final... —ella miró la expresión burlona de su marido—... merecen la pena
— Creo que esperaré para hacer comentarios sobre eso, —_______ respiró profundamente— si no te importa.
La mirada preocupada de Merinus reflejaba conocimiento mientras miraba a Nicholas . Ella, más que nadie, era muy consciente de la necesidad pulsante que soportaba _______ y el estrés bajo el que estaba.
— Lo entiendo completamente, _______. Si necesitas algo, háznoslo saber a cualquiera de nosotros. Queremos que aquí te sientas como en casa.
_______ asintió, murmurando unas gracias, pero Nicholas podía ver la fina película de sudor en sus cejas y el rubor en sus mejillas.
— Por favor, entra. Nicholas puede mostrarte tu habitación, donde podrás descansar hasta la cena. Podemos charlar luego —Merinus le frunció el ceño a Nicholas , con una oscura y desaprobadora mirada de la que él se responsabilizó.
Entraron al vestíbulo de mármol mientras Nicholas agarraba el brazo de _______ y la conducía a la ancha escalera circular, a la derecha de la entrada principal. Su suite se encontraba en la segunda planta, pero todo lo que le preocupaba era llevar a _______ a la grande y bien hecha cama que los ocupaba. Allí él reivindicaría todo lo que había sido suyo, todo lo que ella había tratado de negarles a ambos durante los últimos, solitarios, y hambrientos meses. Allí ella pagaría.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 7
¿Qué estaba mal en ella? _______ se sentía febril, desconcertada, casi aturdida con el deseo sexual que amenazaba con hacerla caer de rodillas por su intensidad. Mientras Nicholas la conducía escaleras arriba ella luchó con la debilidad que la hacía agradecer la mano firme que aferraba su brazo. El cuerpo de él era grande, tan duro y cálido junto a ella que podía sentir como el calor irradiaba de él.
Su mano la sostenía, pero todo en lo que ella podía pensar era en tenerla recorriendo su cuerpo, acariciándola, calmando los fuegos que ardían en lo más profundo de su vientre. Nunca se había vuelto tan loca con el deseo. No, no era simplemente deseo. Iba más allá de la lujuria. Era una obsesión, un hambre que la recorría, convirtiendo su exigencia en algo casi irresistible.
— ¿Qué me has hecho? —Ella trató de librarse de él, apartarse del placer insidioso que calentaba su cuerpo ante su contacto, pero él no la soltó—. Esto ya no tiene gracia, Nicholas . Estoy harta de este trato silencioso, estilo machoman.
Entraron en una amplia sala. En un extremo del cuarto había un escritorio color cereza con un ordenador, una impresora y un fax. Él la condujo pasando al lado de una zona de descanso con un equipo para el entretenimiento que la habría impresionado si tuviese tiempo para preocuparse de alguna otra cosa que no fuese el furioso ardor de su sexo.
La llevó a través de otra puerta abierta, entrando en el dormitorio. La habitación estaba débilmente iluminada, con un mobiliario de color cereza oscuro y unas gruesas cortinas que ensombrecían el ambiente, provocando una sensación íntima y erótica.
En el extremo más alejado del cuarto había una cama larga con forma de trineo, el colchón y el somier eran tan gruesos que tendría que dar un salto para poder sentarse en ella. Tenía un edredón color burdeos oscuro doblado hacia atrás y gruesos cojines ahuecados y colocados contra el cabecero. Ella se estremeció imaginándose a sí misma allí con Nicholas , su cuerpo cubriendo el suyo, sus manos acariciándola. Se mordió el labio, luchando contra el gemido que amenazaba con escapar de su garganta.
— Contéstame, maldito seas —_______ se volvió hacia él con furia mientras él se apartaba, cerrando la puerta tras ellos.
Ella le miró a los ojos… esos profundos, brillantes ojos. Los ojos de un depredador. Ahora podía ver la evidencia de su ADN único. En los altos pómulos, en su mirada estrecha.
— Te estás calentando —le respondió él, sus dedos alcanzando los botones de su blanca camisa mientras ella le observaba desabotonarlos lentamente.
Las rodillas de ella se debilitaban con cada botón suelto, exponiendo más de su bronceada y lustrosa piel. Sacudió su cabeza, deseando cerrar los ojos, para escapar del poder que súbitamente él tenía sobre ella. Deseaba que se sacase la camisa. Deseaba pasear los dedos sobre los prominentes músculos del cuerpo de él, sentir su cálida dureza, tocarle, saborearle tal como había soñado meses atrás.
Entonces las palabras de él la golpearon. Te estás calentando. Sintió como su corazón se aceleraba con el miedo. Parpadeó mirándole. Cada respiración de su pecho se le hacía difícil y
dolorosa.
—¿Qué quieres decir? —Tragó con dificultad, luchando contra su
conmoción.
Nicholas se sacudió la camisa de los hombros, los músculos duros y bien formados de su pecho y brazos se flexionaron con poder y fuerza.
— Exactamente lo que dije. —Su voz fue dura, pero su mirada ardía, brillante lujuria líquida en las profundidades de color jade—. Estás caliente, _______. Tu cuerpo se prepara a sí mismo, asegurándose de que ninguno de nosotros pueda negarse a lo que la naturaleza exige.
Él dejó caer la camisa al suelo mientras se acercaba para sentarse en el lecho. Sus ojos no se apartaron de ella, paseándose por su cuerpo, oscureciéndose, ardiendo, mientras observaba como
los pechos de ella se alzaban en su búsqueda de oxígeno.
Dios, ella deseaba saborearle. El vientre de él era plano, duro, con las marcadas abdominales flexionándose al quitarse las botas.
— ¿Cómo? —Ella no le encontraba sentido a nada que no fuese el hambre que asaltaba su cuerpo—. Nunca ha sido como esto. Ni siquiera después de que me mordieses. ¿Por qué ahora?
Él se puso en pie, elevándose sobre ella, acercándosele lentamente, su mirada fija en la de ella.
— No te había besado, _______ —le dijo suavemente, mientras devoraba el espacio entre ellos.
El olor de su cuerpo invadió los sentidos de ella. Era masculino, caliente y oscuro, cautivándola hasta hacerla estremecer.
— Que... —Ella sacudió la cabeza, luchando contra el deseo de tocarle, de saborearle—. ¿Qué tiene que ver el beso? Maldita sea, Nicholas —Sus puños se apretaron mientras se obligaba a apartarse de él, a luchar contra el hambre devastador que tronaba por su cuerpo.
— El beso liberó una hormona especial que pasó de mi cuerpo al tuyo —Él se le acercó, acechándola mientras ella continuaba apartándose—. Una hormona que aparece solamente cuando toco a mi compañera. Cuando te toqué a ti. Me permitió marcarte, una prueba física para otros de que me perteneces. No era suficiente aumentar tus sentidos o tu deseo sexual para llegar a este estado. Solamente mi beso puede hacer eso, _______. Mi beso te ha marcado de una manera tal que la naturaleza no te permitirá negarte.
Su voz era ronca, profunda, casi retumbante, y _______ se echó hacia atrás contra la pared, mirándole con horror, furiosa.
— Dios mío. Tú lo sabías. —Casi se sobresaltó ante el chillido de su voz. Sonaba tan conmocionada, tan asustada, como ella sabía que se sentía—. Cuando me besaste, sabías que me haría esto. Sabías lo que ocurriría.
Las manos de él se aplastaron contra la pared junto a ella, con una expresión salvaje en su rostro, casi fiero, mientras mostraba sus dientes con un gruñido de advertencia. Ella se sobresaltó, sus
ojos abriéndose de par en par, su sexo palpitando ante el sonido.
— No me rechazarás esta vez, _______ —La voz de él retumbó de poder, con determinación— Esta vez, no escaparás de mí.
Debería luchar contra él, se dijo a sí misma. Debería apartarse de él, tendría que subirle las pelotas hasta la garganta de un rodillazo si él no se hubiera abalanzado sobre ella, con la lengua perforando su boca mientras sus labios cubrían los de ella. En el instante en que lo hizo, cada célula de su cuerpo aulló de alivio, y la furia que corría a través de ella se disolvió en el ardiente deseo que sentía.
Dulce, oscura miel que invadía sus sentidos de nuevo. Ella sollozó ante la acometida, sus manos elevándose para aferrar su cintura, sus uñas clavándose en su carne mientras la sensación de la piel de él parecía hundirse en todas sus células. Ella gimió, su lengua se envolvió con la de él mientras una voz interior le gritaba advirtiéndola. Peligro. Tentación. ¡Huye!
Él no la tocó con nada más que sus labios, con su lengua, y era voraz en su exigencia. Sus fuertes dientes mordisquearon las curvas de la boca de ella. Su lengua alivió el pequeño dolor para a
continuación entrar y salir exigente hasta que ella cerró sus labios sobre ella, desesperada por mantenerle dentro de su boca mientras peleaba por encontrar sentido a su sabor, a su poder sobre ella.
Él gruñó. Un felino rugido ronco de deseo cuando ella aferró la lengua de él, lamiéndola, gimiendo con el ligero sabor a miel, necesitando aún más. Las manos de él aferraron su cabeza mientras
sus labios se movieron sobre los de ella, volviéndola loca con la caliente y sensual provocación de cada profunda caricia.
Segundo a segundo ella podía sentir como su cuerpo ardía cada vez más. Sus pechos le dolían, los pezones eran como puntos duros ansiosos por atraer la atención de él mientras su torso se frotaba contra ellos.
— Dios, sabes tan bien —La voz ronca de él hizo que ella se estremeciese de placer. Él se echó hacia atrás, observándola, sus ojos entrecerrados, intensos—. Me pregunto cuánto mejor sabrá el
resto de ti.
Su rodilla se deslizó entre las piernas de ella, presionando contra el sensible montículo entre sus muslos.
— No me hagas esto, Nicholas —susurró ella con desesperación, sus manos se apretaron alrededor de la cintura de él mientras se estremecía con un exquisito dolor que la acercaba demasiado al intenso placer.
El duro muslo de él se frotó contra su sexo y ella se preguntó si él podía sentir la humedad que rezumaba de su cuerpo. Ella deseaba apartarse de él y también deseaba atraerle más hacia ella. Las necesidades en conflicto dentro de ella luchaban la una contra la otra, sosteniendo una loca batalla por la supremacía.
— ¿Hacer qué? ¿Hacerte mía? —gruño él—. Ya está hecho, _______.
No puedo deshacerlo. Y tan seguro como el infierno que no me arrepiento.
Sus labios se movieron hacia la oreja de ella, su lengua formando sensuales remolinos a su alrededor mientras ella luchaba por respirar.
— No puedo hacer esto —gritó ella, a pesar de que su cuerpo se contorsionaba contra el de él, ansiando su contacto, queriendo sentir el calor y la dureza que él la ofrecía.
Su cabeza cayó hacia atrás contra la pared mientras los labios de él se abrían paso bajando por su cuello. Los dedos de él tiraron de los botones de su blusa, liberando el tejido mientras el aire alrededor de ellos se calentaba con su abrasadora necesidad.
— Calla, cariño —murmuró Nicholas mientras acariciaba la piel de su cuello con los labios—. Todo irá bien. Lo prometo.
Él apartó la blusa de los hombros de ella, bajándola por sus
brazos mientras apartaba las manos de ella de su cintura para
permitir que la prenda cayese al suelo. Era la sensación más erótica que ella hubiese sentido en toda su vida, las manos de él, rugosas y cálidas, recorriendo su carne, apartando la ropa que se interponía entre su contacto y la piel de ella.
— Qué hermosos —murmuró él mientras miraba fijamente los senos de ella—. Tan grandes y llenos. No puedo esperar a llevarme uno de esos pequeños y duros pezones a la boca, _______.
Ella gimió ante sus palabras, quedándose muy quieta ante él, sus senos apretándose contra el sujetador de encaje. La cabeza de él se alzó, sus ojos se pasearon sobre las llenas curvas que subían y bajaban tan rápidamente. Ella deseaba cerrar los ojos para escapar de la intensidad de los sentimientos que la bombardeaban. Al mismo tiempo, deseaba estar segura de no perderse ni un segundo de poder ver o sentir el poder tras la repentina hambre de él por ella.
— Estoy asustada —_______ tembló con fuerza, luchando contra la abrumadora lujuria con cada latido de su corazón. Esta necesidad no era natural. Ella siempre le había deseado, siempre había soñado con su beso y su contacto, pero no como ahora. No como esta exigencia embriagadora y primitiva que no podía controlar—. Nicholas . Haz que pare. Haz que pare ahora, maldita sea.
Su co/ño palpitó con una exigencia tal que le quitó la respiración.
Ella intentó respirar, casi gritando cuando los labios de él se frotaron sobre la suave carne que sobresalía de la copa de su sostén.
— Pronto te aliviarás, _______ —le prometió él, su voz tan ronca, tan ruda, provocó que ella temblase de placer mientras los dedos de él soltaban el cierre del sujetador— Tan pronto como te tenga en esa cama y me deslice entre esos preciosos muslos, todo será mucho mejor.
¿Qué estaba mal en ella? _______ se sentía febril, desconcertada, casi aturdida con el deseo sexual que amenazaba con hacerla caer de rodillas por su intensidad. Mientras Nicholas la conducía escaleras arriba ella luchó con la debilidad que la hacía agradecer la mano firme que aferraba su brazo. El cuerpo de él era grande, tan duro y cálido junto a ella que podía sentir como el calor irradiaba de él.
Su mano la sostenía, pero todo en lo que ella podía pensar era en tenerla recorriendo su cuerpo, acariciándola, calmando los fuegos que ardían en lo más profundo de su vientre. Nunca se había vuelto tan loca con el deseo. No, no era simplemente deseo. Iba más allá de la lujuria. Era una obsesión, un hambre que la recorría, convirtiendo su exigencia en algo casi irresistible.
— ¿Qué me has hecho? —Ella trató de librarse de él, apartarse del placer insidioso que calentaba su cuerpo ante su contacto, pero él no la soltó—. Esto ya no tiene gracia, Nicholas . Estoy harta de este trato silencioso, estilo machoman.
Entraron en una amplia sala. En un extremo del cuarto había un escritorio color cereza con un ordenador, una impresora y un fax. Él la condujo pasando al lado de una zona de descanso con un equipo para el entretenimiento que la habría impresionado si tuviese tiempo para preocuparse de alguna otra cosa que no fuese el furioso ardor de su sexo.
La llevó a través de otra puerta abierta, entrando en el dormitorio. La habitación estaba débilmente iluminada, con un mobiliario de color cereza oscuro y unas gruesas cortinas que ensombrecían el ambiente, provocando una sensación íntima y erótica.
En el extremo más alejado del cuarto había una cama larga con forma de trineo, el colchón y el somier eran tan gruesos que tendría que dar un salto para poder sentarse en ella. Tenía un edredón color burdeos oscuro doblado hacia atrás y gruesos cojines ahuecados y colocados contra el cabecero. Ella se estremeció imaginándose a sí misma allí con Nicholas , su cuerpo cubriendo el suyo, sus manos acariciándola. Se mordió el labio, luchando contra el gemido que amenazaba con escapar de su garganta.
— Contéstame, maldito seas —_______ se volvió hacia él con furia mientras él se apartaba, cerrando la puerta tras ellos.
Ella le miró a los ojos… esos profundos, brillantes ojos. Los ojos de un depredador. Ahora podía ver la evidencia de su ADN único. En los altos pómulos, en su mirada estrecha.
— Te estás calentando —le respondió él, sus dedos alcanzando los botones de su blanca camisa mientras ella le observaba desabotonarlos lentamente.
Las rodillas de ella se debilitaban con cada botón suelto, exponiendo más de su bronceada y lustrosa piel. Sacudió su cabeza, deseando cerrar los ojos, para escapar del poder que súbitamente él tenía sobre ella. Deseaba que se sacase la camisa. Deseaba pasear los dedos sobre los prominentes músculos del cuerpo de él, sentir su cálida dureza, tocarle, saborearle tal como había soñado meses atrás.
Entonces las palabras de él la golpearon. Te estás calentando. Sintió como su corazón se aceleraba con el miedo. Parpadeó mirándole. Cada respiración de su pecho se le hacía difícil y
dolorosa.
—¿Qué quieres decir? —Tragó con dificultad, luchando contra su
conmoción.
Nicholas se sacudió la camisa de los hombros, los músculos duros y bien formados de su pecho y brazos se flexionaron con poder y fuerza.
— Exactamente lo que dije. —Su voz fue dura, pero su mirada ardía, brillante lujuria líquida en las profundidades de color jade—. Estás caliente, _______. Tu cuerpo se prepara a sí mismo, asegurándose de que ninguno de nosotros pueda negarse a lo que la naturaleza exige.
Él dejó caer la camisa al suelo mientras se acercaba para sentarse en el lecho. Sus ojos no se apartaron de ella, paseándose por su cuerpo, oscureciéndose, ardiendo, mientras observaba como
los pechos de ella se alzaban en su búsqueda de oxígeno.
Dios, ella deseaba saborearle. El vientre de él era plano, duro, con las marcadas abdominales flexionándose al quitarse las botas.
— ¿Cómo? —Ella no le encontraba sentido a nada que no fuese el hambre que asaltaba su cuerpo—. Nunca ha sido como esto. Ni siquiera después de que me mordieses. ¿Por qué ahora?
Él se puso en pie, elevándose sobre ella, acercándosele lentamente, su mirada fija en la de ella.
— No te había besado, _______ —le dijo suavemente, mientras devoraba el espacio entre ellos.
El olor de su cuerpo invadió los sentidos de ella. Era masculino, caliente y oscuro, cautivándola hasta hacerla estremecer.
— Que... —Ella sacudió la cabeza, luchando contra el deseo de tocarle, de saborearle—. ¿Qué tiene que ver el beso? Maldita sea, Nicholas —Sus puños se apretaron mientras se obligaba a apartarse de él, a luchar contra el hambre devastador que tronaba por su cuerpo.
— El beso liberó una hormona especial que pasó de mi cuerpo al tuyo —Él se le acercó, acechándola mientras ella continuaba apartándose—. Una hormona que aparece solamente cuando toco a mi compañera. Cuando te toqué a ti. Me permitió marcarte, una prueba física para otros de que me perteneces. No era suficiente aumentar tus sentidos o tu deseo sexual para llegar a este estado. Solamente mi beso puede hacer eso, _______. Mi beso te ha marcado de una manera tal que la naturaleza no te permitirá negarte.
Su voz era ronca, profunda, casi retumbante, y _______ se echó hacia atrás contra la pared, mirándole con horror, furiosa.
— Dios mío. Tú lo sabías. —Casi se sobresaltó ante el chillido de su voz. Sonaba tan conmocionada, tan asustada, como ella sabía que se sentía—. Cuando me besaste, sabías que me haría esto. Sabías lo que ocurriría.
Las manos de él se aplastaron contra la pared junto a ella, con una expresión salvaje en su rostro, casi fiero, mientras mostraba sus dientes con un gruñido de advertencia. Ella se sobresaltó, sus
ojos abriéndose de par en par, su sexo palpitando ante el sonido.
— No me rechazarás esta vez, _______ —La voz de él retumbó de poder, con determinación— Esta vez, no escaparás de mí.
Debería luchar contra él, se dijo a sí misma. Debería apartarse de él, tendría que subirle las pelotas hasta la garganta de un rodillazo si él no se hubiera abalanzado sobre ella, con la lengua perforando su boca mientras sus labios cubrían los de ella. En el instante en que lo hizo, cada célula de su cuerpo aulló de alivio, y la furia que corría a través de ella se disolvió en el ardiente deseo que sentía.
Dulce, oscura miel que invadía sus sentidos de nuevo. Ella sollozó ante la acometida, sus manos elevándose para aferrar su cintura, sus uñas clavándose en su carne mientras la sensación de la piel de él parecía hundirse en todas sus células. Ella gimió, su lengua se envolvió con la de él mientras una voz interior le gritaba advirtiéndola. Peligro. Tentación. ¡Huye!
Él no la tocó con nada más que sus labios, con su lengua, y era voraz en su exigencia. Sus fuertes dientes mordisquearon las curvas de la boca de ella. Su lengua alivió el pequeño dolor para a
continuación entrar y salir exigente hasta que ella cerró sus labios sobre ella, desesperada por mantenerle dentro de su boca mientras peleaba por encontrar sentido a su sabor, a su poder sobre ella.
Él gruñó. Un felino rugido ronco de deseo cuando ella aferró la lengua de él, lamiéndola, gimiendo con el ligero sabor a miel, necesitando aún más. Las manos de él aferraron su cabeza mientras
sus labios se movieron sobre los de ella, volviéndola loca con la caliente y sensual provocación de cada profunda caricia.
Segundo a segundo ella podía sentir como su cuerpo ardía cada vez más. Sus pechos le dolían, los pezones eran como puntos duros ansiosos por atraer la atención de él mientras su torso se frotaba contra ellos.
— Dios, sabes tan bien —La voz ronca de él hizo que ella se estremeciese de placer. Él se echó hacia atrás, observándola, sus ojos entrecerrados, intensos—. Me pregunto cuánto mejor sabrá el
resto de ti.
Su rodilla se deslizó entre las piernas de ella, presionando contra el sensible montículo entre sus muslos.
— No me hagas esto, Nicholas —susurró ella con desesperación, sus manos se apretaron alrededor de la cintura de él mientras se estremecía con un exquisito dolor que la acercaba demasiado al intenso placer.
El duro muslo de él se frotó contra su sexo y ella se preguntó si él podía sentir la humedad que rezumaba de su cuerpo. Ella deseaba apartarse de él y también deseaba atraerle más hacia ella. Las necesidades en conflicto dentro de ella luchaban la una contra la otra, sosteniendo una loca batalla por la supremacía.
— ¿Hacer qué? ¿Hacerte mía? —gruño él—. Ya está hecho, _______.
No puedo deshacerlo. Y tan seguro como el infierno que no me arrepiento.
Sus labios se movieron hacia la oreja de ella, su lengua formando sensuales remolinos a su alrededor mientras ella luchaba por respirar.
— No puedo hacer esto —gritó ella, a pesar de que su cuerpo se contorsionaba contra el de él, ansiando su contacto, queriendo sentir el calor y la dureza que él la ofrecía.
Su cabeza cayó hacia atrás contra la pared mientras los labios de él se abrían paso bajando por su cuello. Los dedos de él tiraron de los botones de su blusa, liberando el tejido mientras el aire alrededor de ellos se calentaba con su abrasadora necesidad.
— Calla, cariño —murmuró Nicholas mientras acariciaba la piel de su cuello con los labios—. Todo irá bien. Lo prometo.
Él apartó la blusa de los hombros de ella, bajándola por sus
brazos mientras apartaba las manos de ella de su cintura para
permitir que la prenda cayese al suelo. Era la sensación más erótica que ella hubiese sentido en toda su vida, las manos de él, rugosas y cálidas, recorriendo su carne, apartando la ropa que se interponía entre su contacto y la piel de ella.
— Qué hermosos —murmuró él mientras miraba fijamente los senos de ella—. Tan grandes y llenos. No puedo esperar a llevarme uno de esos pequeños y duros pezones a la boca, _______.
Ella gimió ante sus palabras, quedándose muy quieta ante él, sus senos apretándose contra el sujetador de encaje. La cabeza de él se alzó, sus ojos se pasearon sobre las llenas curvas que subían y bajaban tan rápidamente. Ella deseaba cerrar los ojos para escapar de la intensidad de los sentimientos que la bombardeaban. Al mismo tiempo, deseaba estar segura de no perderse ni un segundo de poder ver o sentir el poder tras la repentina hambre de él por ella.
— Estoy asustada —_______ tembló con fuerza, luchando contra la abrumadora lujuria con cada latido de su corazón. Esta necesidad no era natural. Ella siempre le había deseado, siempre había soñado con su beso y su contacto, pero no como ahora. No como esta exigencia embriagadora y primitiva que no podía controlar—. Nicholas . Haz que pare. Haz que pare ahora, maldita sea.
Su co/ño palpitó con una exigencia tal que le quitó la respiración.
Ella intentó respirar, casi gritando cuando los labios de él se frotaron sobre la suave carne que sobresalía de la copa de su sostén.
— Pronto te aliviarás, _______ —le prometió él, su voz tan ronca, tan ruda, provocó que ella temblase de placer mientras los dedos de él soltaban el cierre del sujetador— Tan pronto como te tenga en esa cama y me deslice entre esos preciosos muslos, todo será mucho mejor.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 8
_______ se retiró asustada y en estado de shok ante las palabras que Nicholas le murmuró al oído. ¿Que estarían mejor? ¿Tan pronto hiciera qué?
Ella le empujó por los hombros, ignorando los retortijones de su vientre, la humedad que se deslizaba de su atormentado co/ño.
— Creo que no. —Se estremeció ante la necesidad.— Nicholas, espera. Tenemos que hablar de esto.
Oh, esto no estaba bien, en absoluto. Su cuerpo invalidaba su mente y no podría retener las riendas del deseo el tiempo suficiente como para entender la situación. Su lengua arrasaba las cimas de sus pechos. Dulce señor, no era lisa y suave, como sería la de cualquier persona normal. Era ligeramente áspera, caliente, raspando deliciosamente contra su piel. ¿Como se sentiría contra sus pezones?
— Sabes tan bien, _______. —Apretó sus hombros cuando sumergió aún más su cabeza, hacia el interior de la curva de su pecho, siguiendo el borde del encaje que aún cubría el montículo hinchado.
— Tan picante y dulce.
Sus manos se alejaron de la pared, bajando por su espalda hasta que agarraron sus caderas, acunándola contra el duro muslo situado entre los de ella.
— Nicholas —Tenía que hacer que se detuviera. ¿O no?
Le empujó de nuevo por los hombros, pero su cabeza retrocedió hacia la pared cuando luchó contra la lujuria debilitadora que invadía su sangre.
— _______, no sé si puedo detenerme —susurró cuando sus labios se introdujeron por debajo del sujetador, acercándose peligrosamente hacía el duro pico de su pecho.
Podía sentir su aliento en la atormentada punta, cada célula tensa ante el exquisito deseo cuando sus dientes tiraron del material, apartándolo de su hinchada curva.
— Nicholas . No puedo... ¡Oh Dios! —Se arqueó entre sus brazos cuando su lengua azotó el duro brote de su pezón. La electricidad se disparó desde su pequeña protuberancia hasta su matriz, haciendo que el espasmo de placer robara su aliento. De acuerdo, evidentemente no iba a ser capaz de decir que no, pensó abstraída.
Sin embargo, eso no significaba que tuviera que dejarle vivir después de que le hiciera esto.
Su boca cubrió su pezón, chupando de él desesperadamente, sus mejillas se flexionaron, su lengua raspó cuando ella comenzó a contorsionarse contra su duro muslo. La presión en su cli/toris era destructiva, ahogándola en el placer y en la desesperación.
Fue débilmente consciente de cuando sus manos la despojaron de sus vaqueros, deslizando el material hasta que él pudo sujetar las suaves esferas de su culo Sus manos cubrieron la piel desnuda, flexionándose, agarrando y dividiendo sus mejillas redondeadas cuando la movió contra él.
— No puedo llegar a la cama —gruñó contra su pecho cuando su muslo se movió apartándose del montículo atormentado de entre sus muslos.— Ahora, aquí, _______.
Apartó de un empujón sus pantalones hacia abajo con una mano, la otra soltó sus vaqueros, librando de su confinamiento su largo y grueso falo. No le llevó tiempo quitarse de una patada sus zapatos.
No la dio tiempo a que se negara. Antes de que pudiera expresar su confusión, la empujó sobre sus rodillas, tirándose al suelo y colocándose detrás de ella.
— Nicholas . —Conmocionada, casi paralizada por las necesidades que la atormentaban por todas partes, haciendo que solo pudiera gemir su nombre cuando él la inclinó hacia adelante.
La sostuvo imperturbable, con los hombros en el suelo, las caderas levantadas, abriéndola para él, dándole acceso. No perdió tiempo en reclamar lo que creía que era suyo. _______ apenas tuvo tiempo de hacer una inspiración antes de sentir su gruesa erección presionando contra su sexo, deslizándose por la pequeña abertura hasta encontrar su vag/ina. La sujetó por las caderas, murmuró su nombre y empujó violentamente en su inexperto co/ño.
_______ gritó ante el dolor/placer que le produjo su duro empuje, al enterrarse completamente en ella. Nicholas maldijo, casi interrumpiéndose, pero sin llegar a detenerse. Ella se contorsionó
bajo él, aterrada por las agudas contracciones de su vientre, por la intensidad de sus empujes y por las vertiginosas sensaciones que colisionaban en ella.
Pudo sentir como su falo la estiraba, los músculos de su vag/ina
protestaron y dieron la bienvenida a la gruesa intrusión, sujetándolo fuerte cuando los sonidos de succión llenaron su cabeza. Estaba demasiado mojada, demasiado viva. Sus jugos se deslizaban por su co/ño, por sus muslos. El afilado mordisco de dolor debería haberla sacado de su excitación, debería haber hecho salir un grito de protesta, pero solo hizo que aumentara el placer.
Su mundo únicamente se centró en los empujes profundos, duros, del falo de Nicholas dentro de su apretada vag/ina. El agonizante placer que quemaba a través de su cuerpo, electrificando sus terminales nerviosas, quitándole la respiración cuando las sensaciones se amontonaron, unas encima de otras, ahogándola con su fuerza.
Sentir a Nicholas , con una mano sobre sus omóplatos, sosteniéndola inmóvil, y la otra sujetando su cadera para poder empujar con fuerza y profundamente dentro de su sensible co/ño, era casi
imposible de soportar. No podía moverse, solo podía sentir, y lo que se sentía amenazada destruirla.
La alfombra bajo ella raspaba sus rodillas y la carne blanda de sus pechos, pero eran sensaciones insignificantes mezcladas con todas las demás. Un relámpago se disparó desde su co/ño a través de su matriz, crepitando por su piel cuando cruzó velozmente su cuerpo, llevándola más alto, conduciéndola más cerca de la destrucción.
Él la empujó de cabeza al éxtasis, su miembro proveyéndola de energía, llenándola, acariciando aún más su calor abrasador, y aumentándole.
— ¡No! —Trató de gritar cuando sintió que su matriz se contraía, ondeaba y se convulsionaba. Esto la mataría. Independientemente de la sensación, el poder que se formaba furiosamente dentro de ella... la mataría.
Entonces no tuvo aliento para gritar o llorar. Sus ojos se dilataron, su vista se nubló. Los músculos de su vag/ina se contrajeron contra su falo cuando sintió su brusco cambio. Era como si un pequeño pulgar se hubiera hinchado bajo la capucha acampanada de su erección, dilatándole, alojándole en el manojo de nervios que ella poseía dentro, acariciándola, vibrando, hasta que
ella explotó.
— ¡Dios mío! ¡_______! Cariño... —Intensamente, duramente, las cargas explosivas de caliente semen chocaron violentamente contra el canal ultra apretado, provocando otro pequeño temblor, otra explosión que la hizo abrir la boca, luchar por respirar para no sufrir un colapso en la alfombra.
¿Qué era eso? Se estremeció otra vez cuando Nicholas la siguió hacia abajo, gimiendo fuertemente cuando la pequeña caricia de la estimulación añadida le produjo estremecimientos a través de todo el cuerpo. Como si fuera… No. El pensamiento fue apartado a la
fuerza, negado. No había características físicas de animal en él. Los científicos habían tranquilizado a la gente, sobre ellos. Aparte de que los caninos eran más largos, en todo lo demás eran totalmente humanos. ¿O no lo eran? Luego no pudo pensar más. La siguiente explosión que le hizo derramar lágrimas fue brutal en su intensidad. Sólo pudo gritarle, sólo pudo dejarle tenerla, mientras Nicholas se colapsaba sobre ella.
Su respiración era ruda, su cuerpo húmedo como el de ella ahora.
— _______. —Su voz sonó atormentada, dolida, cuando luchó por recobrar el aliento.
— ¿Qué hiciste Nicholas ? —murmuró; la niebla que cubría su vista poniéndose más oscura.— ¿Que hiciste...
_______ se retiró asustada y en estado de shok ante las palabras que Nicholas le murmuró al oído. ¿Que estarían mejor? ¿Tan pronto hiciera qué?
Ella le empujó por los hombros, ignorando los retortijones de su vientre, la humedad que se deslizaba de su atormentado co/ño.
— Creo que no. —Se estremeció ante la necesidad.— Nicholas, espera. Tenemos que hablar de esto.
Oh, esto no estaba bien, en absoluto. Su cuerpo invalidaba su mente y no podría retener las riendas del deseo el tiempo suficiente como para entender la situación. Su lengua arrasaba las cimas de sus pechos. Dulce señor, no era lisa y suave, como sería la de cualquier persona normal. Era ligeramente áspera, caliente, raspando deliciosamente contra su piel. ¿Como se sentiría contra sus pezones?
— Sabes tan bien, _______. —Apretó sus hombros cuando sumergió aún más su cabeza, hacia el interior de la curva de su pecho, siguiendo el borde del encaje que aún cubría el montículo hinchado.
— Tan picante y dulce.
Sus manos se alejaron de la pared, bajando por su espalda hasta que agarraron sus caderas, acunándola contra el duro muslo situado entre los de ella.
— Nicholas —Tenía que hacer que se detuviera. ¿O no?
Le empujó de nuevo por los hombros, pero su cabeza retrocedió hacia la pared cuando luchó contra la lujuria debilitadora que invadía su sangre.
— _______, no sé si puedo detenerme —susurró cuando sus labios se introdujeron por debajo del sujetador, acercándose peligrosamente hacía el duro pico de su pecho.
Podía sentir su aliento en la atormentada punta, cada célula tensa ante el exquisito deseo cuando sus dientes tiraron del material, apartándolo de su hinchada curva.
— Nicholas . No puedo... ¡Oh Dios! —Se arqueó entre sus brazos cuando su lengua azotó el duro brote de su pezón. La electricidad se disparó desde su pequeña protuberancia hasta su matriz, haciendo que el espasmo de placer robara su aliento. De acuerdo, evidentemente no iba a ser capaz de decir que no, pensó abstraída.
Sin embargo, eso no significaba que tuviera que dejarle vivir después de que le hiciera esto.
Su boca cubrió su pezón, chupando de él desesperadamente, sus mejillas se flexionaron, su lengua raspó cuando ella comenzó a contorsionarse contra su duro muslo. La presión en su cli/toris era destructiva, ahogándola en el placer y en la desesperación.
Fue débilmente consciente de cuando sus manos la despojaron de sus vaqueros, deslizando el material hasta que él pudo sujetar las suaves esferas de su culo Sus manos cubrieron la piel desnuda, flexionándose, agarrando y dividiendo sus mejillas redondeadas cuando la movió contra él.
— No puedo llegar a la cama —gruñó contra su pecho cuando su muslo se movió apartándose del montículo atormentado de entre sus muslos.— Ahora, aquí, _______.
Apartó de un empujón sus pantalones hacia abajo con una mano, la otra soltó sus vaqueros, librando de su confinamiento su largo y grueso falo. No le llevó tiempo quitarse de una patada sus zapatos.
No la dio tiempo a que se negara. Antes de que pudiera expresar su confusión, la empujó sobre sus rodillas, tirándose al suelo y colocándose detrás de ella.
— Nicholas . —Conmocionada, casi paralizada por las necesidades que la atormentaban por todas partes, haciendo que solo pudiera gemir su nombre cuando él la inclinó hacia adelante.
La sostuvo imperturbable, con los hombros en el suelo, las caderas levantadas, abriéndola para él, dándole acceso. No perdió tiempo en reclamar lo que creía que era suyo. _______ apenas tuvo tiempo de hacer una inspiración antes de sentir su gruesa erección presionando contra su sexo, deslizándose por la pequeña abertura hasta encontrar su vag/ina. La sujetó por las caderas, murmuró su nombre y empujó violentamente en su inexperto co/ño.
_______ gritó ante el dolor/placer que le produjo su duro empuje, al enterrarse completamente en ella. Nicholas maldijo, casi interrumpiéndose, pero sin llegar a detenerse. Ella se contorsionó
bajo él, aterrada por las agudas contracciones de su vientre, por la intensidad de sus empujes y por las vertiginosas sensaciones que colisionaban en ella.
Pudo sentir como su falo la estiraba, los músculos de su vag/ina
protestaron y dieron la bienvenida a la gruesa intrusión, sujetándolo fuerte cuando los sonidos de succión llenaron su cabeza. Estaba demasiado mojada, demasiado viva. Sus jugos se deslizaban por su co/ño, por sus muslos. El afilado mordisco de dolor debería haberla sacado de su excitación, debería haber hecho salir un grito de protesta, pero solo hizo que aumentara el placer.
Su mundo únicamente se centró en los empujes profundos, duros, del falo de Nicholas dentro de su apretada vag/ina. El agonizante placer que quemaba a través de su cuerpo, electrificando sus terminales nerviosas, quitándole la respiración cuando las sensaciones se amontonaron, unas encima de otras, ahogándola con su fuerza.
Sentir a Nicholas , con una mano sobre sus omóplatos, sosteniéndola inmóvil, y la otra sujetando su cadera para poder empujar con fuerza y profundamente dentro de su sensible co/ño, era casi
imposible de soportar. No podía moverse, solo podía sentir, y lo que se sentía amenazada destruirla.
La alfombra bajo ella raspaba sus rodillas y la carne blanda de sus pechos, pero eran sensaciones insignificantes mezcladas con todas las demás. Un relámpago se disparó desde su co/ño a través de su matriz, crepitando por su piel cuando cruzó velozmente su cuerpo, llevándola más alto, conduciéndola más cerca de la destrucción.
Él la empujó de cabeza al éxtasis, su miembro proveyéndola de energía, llenándola, acariciando aún más su calor abrasador, y aumentándole.
— ¡No! —Trató de gritar cuando sintió que su matriz se contraía, ondeaba y se convulsionaba. Esto la mataría. Independientemente de la sensación, el poder que se formaba furiosamente dentro de ella... la mataría.
Entonces no tuvo aliento para gritar o llorar. Sus ojos se dilataron, su vista se nubló. Los músculos de su vag/ina se contrajeron contra su falo cuando sintió su brusco cambio. Era como si un pequeño pulgar se hubiera hinchado bajo la capucha acampanada de su erección, dilatándole, alojándole en el manojo de nervios que ella poseía dentro, acariciándola, vibrando, hasta que
ella explotó.
— ¡Dios mío! ¡_______! Cariño... —Intensamente, duramente, las cargas explosivas de caliente semen chocaron violentamente contra el canal ultra apretado, provocando otro pequeño temblor, otra explosión que la hizo abrir la boca, luchar por respirar para no sufrir un colapso en la alfombra.
¿Qué era eso? Se estremeció otra vez cuando Nicholas la siguió hacia abajo, gimiendo fuertemente cuando la pequeña caricia de la estimulación añadida le produjo estremecimientos a través de todo el cuerpo. Como si fuera… No. El pensamiento fue apartado a la
fuerza, negado. No había características físicas de animal en él. Los científicos habían tranquilizado a la gente, sobre ellos. Aparte de que los caninos eran más largos, en todo lo demás eran totalmente humanos. ¿O no lo eran? Luego no pudo pensar más. La siguiente explosión que le hizo derramar lágrimas fue brutal en su intensidad. Sólo pudo gritarle, sólo pudo dejarle tenerla, mientras Nicholas se colapsaba sobre ella.
Su respiración era ruda, su cuerpo húmedo como el de ella ahora.
— _______. —Su voz sonó atormentada, dolida, cuando luchó por recobrar el aliento.
— ¿Qué hiciste Nicholas ? —murmuró; la niebla que cubría su vista poniéndose más oscura.— ¿Que hiciste...
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
CAPÍTULO 9
— Ella estará bien. —El Dr. Martin palmeó la fláccida mano de _______ mientras gentilmente la apoyaba en la cama al lado de su cuerpo inconsciente. Había finalmente terminado su examen. Sobre la mesa al lado de la cama estaban los frascos con las diversas muestras que él necesitaba.— Recuerda, ella sólo es la segunda compañera conocida, y su cuerpo ha estado bajo presión durante un año.
Físicamente, podría ser muy diferente para ella que lo fue para Merinus. Haré mis pruebas y veremos cómo está cuando se despierte.
Nicholas se quedó con la mirada clavada en _______ desde el otro lado de la cama, su conciencia quemándole con remordimiento. ¿Qué le había hecho? Por primera vez desde su infancia, el lado animal lo había controlado, en vez del humano. Cuando hubiera sido más importante, él se había olvidado que era un hombre.
— ¿Ella está durmiendo o inconsciente? —Nicholas casi se estremeció con el sonido de su voz y el dolor que rezumaba.
Doc le dirigió una mirada preocupada.— Está durmiendo, Nicholas .
El día ha sido bastante accidentado para ella. Deja que su cuerpo descanse y su mente pueda manejarlo. Algunas veces eso es todo lo que salva a un alma. —Las sombras que se escondían en los ojos del científico daban testimonio de ese hecho— Tenerla en el laboratorio en la mañana es lo más importante. Le haremos algunas pruebas más, nos aseguraremos que coincidan con las lecturas que tenemos de Merinus, y luego sólo queda esperar y ver.
Esperar y ver si ella concibe. Los puños de Nicholas se cerraron con una furia casi asesina. Desde el momento que había visto cómo era atacada en esa maldita televisión, su único pensamiento había sido tenerla. Marcarla. Asegurarse que ningún otro pudiera siquiera tocarla otra vez. Él empujó sus dedos cansadamente a través de su pelo mientras la miraba.
Ella estaba pálida. Oscuros círculos permanecían bajos sus ojos, resaltando el puñado de pecas que atravesaban su nariz. Ella lucía tan inocente... Diablos, ella había sido inocente. Una jodida virgen, y él la había tomado como un animal.
Se volvió hacia la ventana de su lado, echando para atrás las cortinas oscuras, mirando hacia los terrenos de la hacienda. Él la había arrancado de su casa, la había traído a un maldito campamento armado y la había molestado antes aún de tomarse el tiempo para explicarle los cambios que se estaban produciendo en su cuerpo después de su beso.
Él había sabido cuándo la besó lo que estaba haciendo. Había sabido qué ocurriría, pero él había sido incapaz de parar. La había protegido desde que era una niña, hasta que el momento en que ella realmente había necesitado su fuerza. Luego la había fallado. Él había dado permiso al animal de asumir el control y ahora _______ pagaría el precio.
— Nicholas , necesitaré muestras tuyas también. —Dijo Doc suavemente desde el final de la cama.— Tan pronto como sea posible, si no te importa.
Nicholas se retiró de la ventana, permitiendo que las cortinas volvieran a caer en su lugar.
— Cuando ella se despierte —dijo suavemente.— Bajaré entonces.
— Ahora, Nicholas . Puede no haber tiempo cuando ella se despierte.
—Merinus entró en ese momento, su voz firme.— Ve con Doc. Me sentaré aquí con _______. Además, ella podría necesitar una influencia más tranquilizadora que lo que tú eres en este momento, cuando se despierte.
Nicholas deseaba negarlo, pero sabía que ella estaba en lo correcto.
_______ no necesitaba enfrentarlo cuando ella se despertara. Diablos, él estaba aterrorizado de enfrentarla. De ver el odio y disgusto que ella seguramente debía sentir por él ahora. ¿Cómo la convencería él alguna vez de la forma en que llenaba su corazón cuando la había tomado poco menos que como un animal?
Mientras dejaba el cuarto él era consciente de Callan siguiéndole, sintió la extraña disconformidad en su líder, y suspiró cansadamente.
— Dispárame. —Masculló mientras entraban en el laboratorio del sótano de la mansión algunos minutos más tarde.
— ¿Cuál sería el motivo? —Preguntó Callan, un hilo de diversión distorsionando su profunda voz— Te disparo y mato al compañero de _______. Ella puede no agradecérmelo más tarde.
Nicholas se quitó su camisa cuando el doctor le indicó que lo hiciera.
Él sabía qué venía a continuación. La toma de muestras de sangre, saliva, semen y sudor. La lista seguía sin parar y el sólo pensarlo hizo que su cuerpo se crispara de disgusto.
— Ella podría matarme cuando me vuelva a ver. —Gruñó, su cólera creciendo por momentos— La tomé como un jodido animal, Callan. La drogué, luego la violé. Como un animal.
— Para, Nicholas . —Callan sacudió su cabeza, cruzando sus brazos sobre su pecho mientras sus ojos de un marrón dorado se estrechaban.— No fue una violación. Podía oler su excitación cuando
tú la metiste en la casa. Y ambos sabemos que la hormona no reacciona a menos que tú estés con tu compañera.
— Ella dijo “no”. —Él sacudió su cabeza, incapaz de mirar a su líder a los ojos por más tiempo.— Ella dijo “no”, Callan, y yo la ignoré.
Nicholas extendió su brazo hacia el doctor y sus desagradables agujas mientras evitaba la mirada de Callan. Hijo de pu/ta, esta no era la forma en que había previsto su primera vez con _______. Él había deseado... infiernos, no, él había necesitado tocarla gentilmente, introducirla lentamente en el apareamiento.
— Mis estudios indican que la ferocidad del apareamiento es mutua, Nicholas . —Doc Martin deslizó la aguja en su brazo sin más que un pinchazo pequeño.— Espera y ve cómo se siente ella cuándo se despierte. El calor de la lujuria a menudo tiene poco sentido cuando la realidad regresa. Aún si no eres de la Casta.
— Ella no puede regresar, Nicholas . Tú sabes eso. —Le dijo Callan suavemente.— Además, tenemos otros problemas. Desde el momento en que esta historia saltó al aire, comenzó el movimiento entre los miembros del Consejo y sus soldados conocidos. Su casa estaba ardiendo antes de una hora y hay indicaciones que han dado la orden de salir a cogerla, cueste lo que cueste, antes de la concepción. Ella está más en peligro que lo que Merinus lo estuvo.
El Consejo. En vez de negociar con Washington y tratar de jugar limpio, deberían haberse metido calladamente en las casas de los bastardos que daban las órdenes y rebanar sus gargantas. No
merecían la misericordia que se les había dado.
En los pasados tres meses, desde el descubrimiento y rescate de otras casi cien Castas Felinas que Kane había localizado, el Consejo había emprendido una silenciosa, mortífera guerra contra ellos. No habían sido neutralizados como el gobierno había prometido que serían. No estaban indefensos como Kane había esperado ocurriría.
Sólo en el mes pasado, cuatro de sus enlaces entre el gobierno y las Fuerzas Armadas había sido asesinados. La última, una hembra joven, había sido devuelta a ellos en pedazos, literalmente. Y ahora _______ estaría aún más en peligro. Necesitaban que ella entendiera el proceso de apareamiento que había sido filtrado por los medios de comunicación. Necesitaban que comprendiera la mejor forma de controlar, o destruir, las creaciones que habían escapado de ellos.
Nicholas estaba determinado a que cualquiera que tratara de cogerla moriría.
El labio de Nicholas se levantó con un gruñido.
— Déjalos que lo intenten, Callan. No jugaré limpio esta vez.
A través de los años habían tratado de ser compasivos. Corrieron en vez de matar, y mataron sólo cuando ninguna otra respuesta era posible. Habían ganado más diversión, más satisfacción, en ver a los soldados corriendo de regreso a la base en desgracia en vez de a pedazos. Pero si uno se atrevía a tocar a _______, él juraba que habría bastantes malditos pedazos para cualquiera que tratara de juntarlos.
— Ninguno de nosotros jugará limpio en ese caso. —Le aseguró Callan.— Pero eso me preocupa. El Concejo se ha ocultado hasta ahora, con el informe de una segunda compañera de los Felinos, y repentinamente se mueven. Me deja preguntándome lo que han estado planeando mientras estuvieron tan silenciosos.
Nicholas gruñó. Habían estado esperando por el que cayera el otro zapato por tres meses, sabiendo que eventualmente llegaría el día en que tendrían que enfrentar a los monstruos de su pasado sin el apoyo público que habían acumulado. Pero moverse ahora no tenía sentido.
— ¿Qué es lo que quieren? —Nicholas meneó su cabeza.— Nadie ha tratado aún de amenazar a Merinus desde que nos presentamos. ¿Por qué ahora?
— Porque Kane tiene a cada maldito agente de la C.I.A. en todo el mundo, jurando venganza si tocan a su hermanita, y él tiene el poder respaldándolo. —Callan gruñó— El apellido de la familia Tyler la protege, por ahora. No sé si tendría el mismo peso para _______, o si ése es el por qué el Concejo no se ha movido aún. Es demasiado pronto para decirlo. Por el momento todo lo que tenemos son preguntas y suposiciones. Necesito más información para estar seguro de algo.
— Podrían ser las hormonas de hembra producidas durante la lujuria. —Dijo el doctor mientras introducía una esponja entre los labios de Nicholas y la pasaba bajo su lengua.
Nicholas frunció el ceño hacia el impaciente doctor mientras un gruñido bajo vibraba en su pecho.
— Detén eso. —Doc frunció el ceño ferozmente.— Recuerda quién te circuncidó a ti. Podría ser castración la próxima vez.
— Tendrías que tener la oportunidad primero. —Lanzó Nicholas, ignorando la risa ahogada del doctor mientras se alejaba con la muestra de saliva.— ¿Está poniéndose más gruñón o qué?
Callan sacudió su cabeza mientras le dirigía a Nicholas una mirada risueña.
— Me divierto con lo que puedo, crío. —Doc se quejó mientras hacía un lío con soluciones y frascos diversos en otra mesa.— Ahora, ve a hacer pipi en la taza para el buen doctor y consígueme algunos soldaditos mientras estás en eso, y luego puedes irte y volver a
jugar.
Nicholas hizo una mueca mientras le dirigía al doctor una mirada asesina.
— Te estás volviendo malditamente extraño en tu vejez, Doc. — Gruñó mientras tomaba los dos pequeños envases plásticos del doctor y se iba pisando fuerte hacia el cuarto de baño al final del
laboratorio.— Espero que tú al menos hayas dejado mis jodidas revistas aquí. Un hombre necesita más que tus cacareos para hacer salir a los soldados, sabes.
— Ella estará bien. —El Dr. Martin palmeó la fláccida mano de _______ mientras gentilmente la apoyaba en la cama al lado de su cuerpo inconsciente. Había finalmente terminado su examen. Sobre la mesa al lado de la cama estaban los frascos con las diversas muestras que él necesitaba.— Recuerda, ella sólo es la segunda compañera conocida, y su cuerpo ha estado bajo presión durante un año.
Físicamente, podría ser muy diferente para ella que lo fue para Merinus. Haré mis pruebas y veremos cómo está cuando se despierte.
Nicholas se quedó con la mirada clavada en _______ desde el otro lado de la cama, su conciencia quemándole con remordimiento. ¿Qué le había hecho? Por primera vez desde su infancia, el lado animal lo había controlado, en vez del humano. Cuando hubiera sido más importante, él se había olvidado que era un hombre.
— ¿Ella está durmiendo o inconsciente? —Nicholas casi se estremeció con el sonido de su voz y el dolor que rezumaba.
Doc le dirigió una mirada preocupada.— Está durmiendo, Nicholas .
El día ha sido bastante accidentado para ella. Deja que su cuerpo descanse y su mente pueda manejarlo. Algunas veces eso es todo lo que salva a un alma. —Las sombras que se escondían en los ojos del científico daban testimonio de ese hecho— Tenerla en el laboratorio en la mañana es lo más importante. Le haremos algunas pruebas más, nos aseguraremos que coincidan con las lecturas que tenemos de Merinus, y luego sólo queda esperar y ver.
Esperar y ver si ella concibe. Los puños de Nicholas se cerraron con una furia casi asesina. Desde el momento que había visto cómo era atacada en esa maldita televisión, su único pensamiento había sido tenerla. Marcarla. Asegurarse que ningún otro pudiera siquiera tocarla otra vez. Él empujó sus dedos cansadamente a través de su pelo mientras la miraba.
Ella estaba pálida. Oscuros círculos permanecían bajos sus ojos, resaltando el puñado de pecas que atravesaban su nariz. Ella lucía tan inocente... Diablos, ella había sido inocente. Una jodida virgen, y él la había tomado como un animal.
Se volvió hacia la ventana de su lado, echando para atrás las cortinas oscuras, mirando hacia los terrenos de la hacienda. Él la había arrancado de su casa, la había traído a un maldito campamento armado y la había molestado antes aún de tomarse el tiempo para explicarle los cambios que se estaban produciendo en su cuerpo después de su beso.
Él había sabido cuándo la besó lo que estaba haciendo. Había sabido qué ocurriría, pero él había sido incapaz de parar. La había protegido desde que era una niña, hasta que el momento en que ella realmente había necesitado su fuerza. Luego la había fallado. Él había dado permiso al animal de asumir el control y ahora _______ pagaría el precio.
— Nicholas , necesitaré muestras tuyas también. —Dijo Doc suavemente desde el final de la cama.— Tan pronto como sea posible, si no te importa.
Nicholas se retiró de la ventana, permitiendo que las cortinas volvieran a caer en su lugar.
— Cuando ella se despierte —dijo suavemente.— Bajaré entonces.
— Ahora, Nicholas . Puede no haber tiempo cuando ella se despierte.
—Merinus entró en ese momento, su voz firme.— Ve con Doc. Me sentaré aquí con _______. Además, ella podría necesitar una influencia más tranquilizadora que lo que tú eres en este momento, cuando se despierte.
Nicholas deseaba negarlo, pero sabía que ella estaba en lo correcto.
_______ no necesitaba enfrentarlo cuando ella se despertara. Diablos, él estaba aterrorizado de enfrentarla. De ver el odio y disgusto que ella seguramente debía sentir por él ahora. ¿Cómo la convencería él alguna vez de la forma en que llenaba su corazón cuando la había tomado poco menos que como un animal?
Mientras dejaba el cuarto él era consciente de Callan siguiéndole, sintió la extraña disconformidad en su líder, y suspiró cansadamente.
— Dispárame. —Masculló mientras entraban en el laboratorio del sótano de la mansión algunos minutos más tarde.
— ¿Cuál sería el motivo? —Preguntó Callan, un hilo de diversión distorsionando su profunda voz— Te disparo y mato al compañero de _______. Ella puede no agradecérmelo más tarde.
Nicholas se quitó su camisa cuando el doctor le indicó que lo hiciera.
Él sabía qué venía a continuación. La toma de muestras de sangre, saliva, semen y sudor. La lista seguía sin parar y el sólo pensarlo hizo que su cuerpo se crispara de disgusto.
— Ella podría matarme cuando me vuelva a ver. —Gruñó, su cólera creciendo por momentos— La tomé como un jodido animal, Callan. La drogué, luego la violé. Como un animal.
— Para, Nicholas . —Callan sacudió su cabeza, cruzando sus brazos sobre su pecho mientras sus ojos de un marrón dorado se estrechaban.— No fue una violación. Podía oler su excitación cuando
tú la metiste en la casa. Y ambos sabemos que la hormona no reacciona a menos que tú estés con tu compañera.
— Ella dijo “no”. —Él sacudió su cabeza, incapaz de mirar a su líder a los ojos por más tiempo.— Ella dijo “no”, Callan, y yo la ignoré.
Nicholas extendió su brazo hacia el doctor y sus desagradables agujas mientras evitaba la mirada de Callan. Hijo de pu/ta, esta no era la forma en que había previsto su primera vez con _______. Él había deseado... infiernos, no, él había necesitado tocarla gentilmente, introducirla lentamente en el apareamiento.
— Mis estudios indican que la ferocidad del apareamiento es mutua, Nicholas . —Doc Martin deslizó la aguja en su brazo sin más que un pinchazo pequeño.— Espera y ve cómo se siente ella cuándo se despierte. El calor de la lujuria a menudo tiene poco sentido cuando la realidad regresa. Aún si no eres de la Casta.
— Ella no puede regresar, Nicholas . Tú sabes eso. —Le dijo Callan suavemente.— Además, tenemos otros problemas. Desde el momento en que esta historia saltó al aire, comenzó el movimiento entre los miembros del Consejo y sus soldados conocidos. Su casa estaba ardiendo antes de una hora y hay indicaciones que han dado la orden de salir a cogerla, cueste lo que cueste, antes de la concepción. Ella está más en peligro que lo que Merinus lo estuvo.
El Consejo. En vez de negociar con Washington y tratar de jugar limpio, deberían haberse metido calladamente en las casas de los bastardos que daban las órdenes y rebanar sus gargantas. No
merecían la misericordia que se les había dado.
En los pasados tres meses, desde el descubrimiento y rescate de otras casi cien Castas Felinas que Kane había localizado, el Consejo había emprendido una silenciosa, mortífera guerra contra ellos. No habían sido neutralizados como el gobierno había prometido que serían. No estaban indefensos como Kane había esperado ocurriría.
Sólo en el mes pasado, cuatro de sus enlaces entre el gobierno y las Fuerzas Armadas había sido asesinados. La última, una hembra joven, había sido devuelta a ellos en pedazos, literalmente. Y ahora _______ estaría aún más en peligro. Necesitaban que ella entendiera el proceso de apareamiento que había sido filtrado por los medios de comunicación. Necesitaban que comprendiera la mejor forma de controlar, o destruir, las creaciones que habían escapado de ellos.
Nicholas estaba determinado a que cualquiera que tratara de cogerla moriría.
El labio de Nicholas se levantó con un gruñido.
— Déjalos que lo intenten, Callan. No jugaré limpio esta vez.
A través de los años habían tratado de ser compasivos. Corrieron en vez de matar, y mataron sólo cuando ninguna otra respuesta era posible. Habían ganado más diversión, más satisfacción, en ver a los soldados corriendo de regreso a la base en desgracia en vez de a pedazos. Pero si uno se atrevía a tocar a _______, él juraba que habría bastantes malditos pedazos para cualquiera que tratara de juntarlos.
— Ninguno de nosotros jugará limpio en ese caso. —Le aseguró Callan.— Pero eso me preocupa. El Concejo se ha ocultado hasta ahora, con el informe de una segunda compañera de los Felinos, y repentinamente se mueven. Me deja preguntándome lo que han estado planeando mientras estuvieron tan silenciosos.
Nicholas gruñó. Habían estado esperando por el que cayera el otro zapato por tres meses, sabiendo que eventualmente llegaría el día en que tendrían que enfrentar a los monstruos de su pasado sin el apoyo público que habían acumulado. Pero moverse ahora no tenía sentido.
— ¿Qué es lo que quieren? —Nicholas meneó su cabeza.— Nadie ha tratado aún de amenazar a Merinus desde que nos presentamos. ¿Por qué ahora?
— Porque Kane tiene a cada maldito agente de la C.I.A. en todo el mundo, jurando venganza si tocan a su hermanita, y él tiene el poder respaldándolo. —Callan gruñó— El apellido de la familia Tyler la protege, por ahora. No sé si tendría el mismo peso para _______, o si ése es el por qué el Concejo no se ha movido aún. Es demasiado pronto para decirlo. Por el momento todo lo que tenemos son preguntas y suposiciones. Necesito más información para estar seguro de algo.
— Podrían ser las hormonas de hembra producidas durante la lujuria. —Dijo el doctor mientras introducía una esponja entre los labios de Nicholas y la pasaba bajo su lengua.
Nicholas frunció el ceño hacia el impaciente doctor mientras un gruñido bajo vibraba en su pecho.
— Detén eso. —Doc frunció el ceño ferozmente.— Recuerda quién te circuncidó a ti. Podría ser castración la próxima vez.
— Tendrías que tener la oportunidad primero. —Lanzó Nicholas, ignorando la risa ahogada del doctor mientras se alejaba con la muestra de saliva.— ¿Está poniéndose más gruñón o qué?
Callan sacudió su cabeza mientras le dirigía a Nicholas una mirada risueña.
— Me divierto con lo que puedo, crío. —Doc se quejó mientras hacía un lío con soluciones y frascos diversos en otra mesa.— Ahora, ve a hacer pipi en la taza para el buen doctor y consígueme algunos soldaditos mientras estás en eso, y luego puedes irte y volver a
jugar.
Nicholas hizo una mueca mientras le dirigía al doctor una mirada asesina.
— Te estás volviendo malditamente extraño en tu vejez, Doc. — Gruñó mientras tomaba los dos pequeños envases plásticos del doctor y se iba pisando fuerte hacia el cuarto de baño al final del
laboratorio.— Espero que tú al menos hayas dejado mis jodidas revistas aquí. Un hombre necesita más que tus cacareos para hacer salir a los soldados, sabes.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Capítulo 10
Él no necesitó las revistas y no le estorbaron los alborotos. La libido de Nicholas estaba desatada y lo único que necesitó fue el recuerdo de cómo se sentía _______, su dulce calor y las ondulantes
contracciones de su apretada vag/ina, para tener a sus soldaditos resbalándose en el envase como el doctor requería.
Regresó al laboratorio al poco tiempo de dejarlo, colocó los envases sellados con una tapa sobre la mesa antes de volverse hacia Callan.
— ¿Qué más tengo que esperar? —Gruñó— Primero violo a mi compañera, ahora estoy en el laboratorio de Frankenstein masturbándome. ¿Algo más con que divertirnos?
Callan se rió entre dientes, sin embargo Doc Martin sólo gruñó con la distraída atención de un hombre absorto en lo que fuera que el microscopio le decía.
— Vamos. Tengo los informes arriba en la oficina. Por como pintan las cosas parece como si tuviéramos varias órdenes saliendo, aunque no hemos descifrado ese código completamente aún.
Nuestros informantes están nerviosos como el infierno, y el dinero ha comenzado a circular en cuentas selectas otra vez. Kane tiene a sus fuentes trabajando tiempo extra, como así también los
hermanos, pero podrían pasar días antes de que sepamos qué diablos está pasando.
La historia de sus vidas, refunfuñó Nicholas . Los pasados tres meses habían sido como tres años. El progreso que hicieron revelándose ellos mismos ante una sociedad compasiva estuvo
marcado por cada obstáculo que el Consejo colocó ante ellos. Aún más alarmante fue la aparición de varios grupos realizando una agenda sobre “sangre pura”. Las Castas no eran humanas, habían
declarado. Su ADN animal los excluía de cualquier derecho humano sobre los que hubieran tenido derecho. Los bastardos eran monstruos fanáticos y crecían en número diariamente.
— Tenemos las cercas del perímetro alambradas con cable para sonido y listas para grabar. —Dijo Nicholas mientras tomaban rápidamente las escaleras que llevaban al segundo piso— Los
animales fueron liberados la semana pasada y están trabajando afuera maravillosamente. Sólo asegúrate de mantener a Merinus en las áreas protegidas hasta que sepamos qué tan bien está
trabajando la conexión de Cabal con ellos.
Cabal era un enigma, y a menudo una preocupación. Él era el único de las Castas hasta ahora que mostraba una conexión natural con los felinos depredadores que formaban parte de la estructura del ADN de las distintas Castas. Había un tigre de Bengala, un león y dos pumas protegiendo ahora el bosque. Todas hembras. Todas bajo el control de Cabal St. Laurens.
— Hasta ahora, estan tan domesticados como gatitos. —Callan gruñó mientras entraban en la oficina— Pero mantengo un ojo sobre las cosas. Kane y Gray se mudan a la casa esta noche para reforzar la seguridad de Merinus y nosotros hemos hecho regresar a la mayor parte de nuestra gente dentro de los perímetros hasta que sepamos qué diablos está pasando.
— ¿Para qué necesitarán una compañera antes de la concepción? —Dijo Nicholas frunciendo el ceño mientras levantaba varios de los informes que había y los comenzaba a leer— Debe haber algo que estén buscando.
— Voy a asumir, como hace Doc, que tiene algo que ver con las hormonas que las marca genéticamente. —Dijo Callan— Produce la feromona que instintivamente pone sobre aviso a todos los otros hombres, incluyendo aquellos que no son de las Castas. Combina eso con las calidades afrodisíacas y ahí tienes lo que esos malditos bastardos están tramando.
— ¿Hay algo de la Casta de los Lobos? —Preguntó Nicholas, mirando los papeles.
El solitario, cauteloso grupo de los Lobos había hecho contacto menos de dos meses antes. Se había asumido que habían muerto en las explosiones del laboratorio durante el intento de rescate,
aunque Nicholas había sospechado otra cosa. Los Felinos habían hecho el trabajo preliminar de contacto inmediatamente, al enterarse de su existencia, y se habían asegurado que todo estuviera en su lugar para ayudarles si lo necesitaban.
— Su enlace, Faith, está en el lugar de reunión. Son cautelosos, sin embargo, aún más de lo que eran al principio. Están trabajando con el embajador que el Presidente asignó para las Castas, así que confío en que saldrá todo bien. Mientras tanto, tenemos al jodido Consejo con el que tratar. Entonces, no, nos estamos divirtiendo aún.
Nicholas maldijo silenciosamente. El Consejo había tenido una reacción rápida. Cambiaban sus códigos y contraseñas lo suficiente a menudo como para volver loco a Kane tratando de resolverlas. Los soldados estaban siendo intercambiados constantemente. Algunas no eran más que distracciones, mientras que otros regularmente intentaban romper los esfuerzos diplomáticos entre las Castas y el gobierno que los protegía.
— No podemos estar en estado de alerta para siempre. —Suspiró Nicholas , meneando su cabeza— Los hombres se pondrán demasiado complacientes cuando nada ocurra.
— Aún no podemos darle una oportunidad a golpear, tampoco. — Suspiró Callan— Kane debería estar aquí esta noche. Calcularemos nuestro mejor curso de acción y seguiremos a partir de ahí. Pero del aspecto general de estos informes, _______ es nuestra preocupación principal. ¿Ahora cuán peligrosa será ella personalmente? —La voz de Callan se endureció mientras hacía esta pregunta.
Nicholas colocó los papeles otra vez sobre el escritorio y se volvió para enfrentar a su líder. Él sabía qué estaba preguntando Callan. Dada la historia del padre de _______ sobre negocios ilegales y sabrosas transacciones comerciales, tenía sentido cuestionar la lealtad de la hija también. Al menos, en el mayor de los casos. Pero si había una cosa que Nicholas sabía acerca de _______, era el hecho que ella no era para nada como su padre.
— No más que lo sería Merinus. —No tenía duda sobre la lealtad de _______, sólo sobre su amor— Tú la has conocido más tiempo que yo, Callan. Ella nunca ha traicionado a un amigo o una confianza. Pero está asustada, y más que probablemente empeñada en conseguir mi sangre cuando se despierte. No puedo pensar que ella sería un peligro para nadie salvo para mí.
Callan asintió.
— Es lo que mismo que yo creo. Pero tenemos que estar seguros. Lo que sea que creas que le has hecho, arréglalo. Confía en mí, una compañera airada es más de lo que con que tú quieres tratar.
La expresión en su cara era tan de saber sobre qué estaba hablando, que Nicholas no pudo evitar reírse. Él sabía exactamente lo que sufrió Callan cuando él tuvo que soportar el ataque de su
pendenciera esposa. Ella tenía una boca que podía castrar a un hombre a veinte pasos, y si eso no era efectivo, entonces él pasaba la noche en uno de los dormitorios vacíos hasta que se le pasaba la ira.
— Tendré que contarle sobre su casa. —Suspiró él.
Con su casa destruida, Nicholas sabía que ella no tenía nada que ahora la atara a su infancia o pasado. Todo se había ido, destruido en un cruel, despiadado acto en contra de una mujer inocente de los delitos que el Consejo atribuía a las Castas. Pero ella era una compañera. En cualquier forma que pudieran hacerle daño, se lo harían.
— Tú preocúpate por _______, yo me ocuparé del resto de esto. — Callan pasó sus dedos cansadamente por su pelo— Necesitaremos hacer planes para empezar a construir cabañas dentro de la propiedad, sin embargo. Si no, esta casa podría terminar llenándose rápidamente con el repiqueteo de pequeños pies. Él no sonó enojado por eso, meramente preocupado.
— Los niños estarán en más peligro que nosotros, Callan. —Dijo Nicholas suavemente— Doc necesita resolver cómo controlar esto antes que se nos vaya de las manos.
— A Merinus se le pasó la excitación cuando concibió. —Callan sacudió su cabeza— Ella no ha padecido eso desde entonces, aunque mi ADN todavía la marca —Él sonaba encantado— Ella todavía la lleva.
No estaban totalmente seguros sobre cómo había ocurrido, pero Merinus todavía portaba vestigios del ADN único de Callan en su sangre. No había cambiado su cuerpo, ni había cambiado su genética de ningún modo. Más bien, había marcado su sangre, su saliva, inclusive su sudor, con vestigios de la misma variación hormonal que Callan portaba.
Él debería haberse mantenido lejos de _______, pensó Nicholas cansadamente mientras veía las sombras en los ojos de Callan. Preocupado constantemente que de alguna forma, de algún modo, el Consejo lograra poner sus manos sobre Merinus y su hijo sin nacer.
Durante las alertas Callan raramente dormía y revisaba y volvía a revisar la seguridad cada maldita hora.
— No puedo dejarla ir. —Murmuró Nicholas . Sólo deseaba poder hacerlo.
— Lo sé. —Callan pasó sus manos sobre su cara, cansadamente— Sé exactamente cómo te sientes.
Él no necesitó las revistas y no le estorbaron los alborotos. La libido de Nicholas estaba desatada y lo único que necesitó fue el recuerdo de cómo se sentía _______, su dulce calor y las ondulantes
contracciones de su apretada vag/ina, para tener a sus soldaditos resbalándose en el envase como el doctor requería.
Regresó al laboratorio al poco tiempo de dejarlo, colocó los envases sellados con una tapa sobre la mesa antes de volverse hacia Callan.
— ¿Qué más tengo que esperar? —Gruñó— Primero violo a mi compañera, ahora estoy en el laboratorio de Frankenstein masturbándome. ¿Algo más con que divertirnos?
Callan se rió entre dientes, sin embargo Doc Martin sólo gruñó con la distraída atención de un hombre absorto en lo que fuera que el microscopio le decía.
— Vamos. Tengo los informes arriba en la oficina. Por como pintan las cosas parece como si tuviéramos varias órdenes saliendo, aunque no hemos descifrado ese código completamente aún.
Nuestros informantes están nerviosos como el infierno, y el dinero ha comenzado a circular en cuentas selectas otra vez. Kane tiene a sus fuentes trabajando tiempo extra, como así también los
hermanos, pero podrían pasar días antes de que sepamos qué diablos está pasando.
La historia de sus vidas, refunfuñó Nicholas . Los pasados tres meses habían sido como tres años. El progreso que hicieron revelándose ellos mismos ante una sociedad compasiva estuvo
marcado por cada obstáculo que el Consejo colocó ante ellos. Aún más alarmante fue la aparición de varios grupos realizando una agenda sobre “sangre pura”. Las Castas no eran humanas, habían
declarado. Su ADN animal los excluía de cualquier derecho humano sobre los que hubieran tenido derecho. Los bastardos eran monstruos fanáticos y crecían en número diariamente.
— Tenemos las cercas del perímetro alambradas con cable para sonido y listas para grabar. —Dijo Nicholas mientras tomaban rápidamente las escaleras que llevaban al segundo piso— Los
animales fueron liberados la semana pasada y están trabajando afuera maravillosamente. Sólo asegúrate de mantener a Merinus en las áreas protegidas hasta que sepamos qué tan bien está
trabajando la conexión de Cabal con ellos.
Cabal era un enigma, y a menudo una preocupación. Él era el único de las Castas hasta ahora que mostraba una conexión natural con los felinos depredadores que formaban parte de la estructura del ADN de las distintas Castas. Había un tigre de Bengala, un león y dos pumas protegiendo ahora el bosque. Todas hembras. Todas bajo el control de Cabal St. Laurens.
— Hasta ahora, estan tan domesticados como gatitos. —Callan gruñó mientras entraban en la oficina— Pero mantengo un ojo sobre las cosas. Kane y Gray se mudan a la casa esta noche para reforzar la seguridad de Merinus y nosotros hemos hecho regresar a la mayor parte de nuestra gente dentro de los perímetros hasta que sepamos qué diablos está pasando.
— ¿Para qué necesitarán una compañera antes de la concepción? —Dijo Nicholas frunciendo el ceño mientras levantaba varios de los informes que había y los comenzaba a leer— Debe haber algo que estén buscando.
— Voy a asumir, como hace Doc, que tiene algo que ver con las hormonas que las marca genéticamente. —Dijo Callan— Produce la feromona que instintivamente pone sobre aviso a todos los otros hombres, incluyendo aquellos que no son de las Castas. Combina eso con las calidades afrodisíacas y ahí tienes lo que esos malditos bastardos están tramando.
— ¿Hay algo de la Casta de los Lobos? —Preguntó Nicholas, mirando los papeles.
El solitario, cauteloso grupo de los Lobos había hecho contacto menos de dos meses antes. Se había asumido que habían muerto en las explosiones del laboratorio durante el intento de rescate,
aunque Nicholas había sospechado otra cosa. Los Felinos habían hecho el trabajo preliminar de contacto inmediatamente, al enterarse de su existencia, y se habían asegurado que todo estuviera en su lugar para ayudarles si lo necesitaban.
— Su enlace, Faith, está en el lugar de reunión. Son cautelosos, sin embargo, aún más de lo que eran al principio. Están trabajando con el embajador que el Presidente asignó para las Castas, así que confío en que saldrá todo bien. Mientras tanto, tenemos al jodido Consejo con el que tratar. Entonces, no, nos estamos divirtiendo aún.
Nicholas maldijo silenciosamente. El Consejo había tenido una reacción rápida. Cambiaban sus códigos y contraseñas lo suficiente a menudo como para volver loco a Kane tratando de resolverlas. Los soldados estaban siendo intercambiados constantemente. Algunas no eran más que distracciones, mientras que otros regularmente intentaban romper los esfuerzos diplomáticos entre las Castas y el gobierno que los protegía.
— No podemos estar en estado de alerta para siempre. —Suspiró Nicholas , meneando su cabeza— Los hombres se pondrán demasiado complacientes cuando nada ocurra.
— Aún no podemos darle una oportunidad a golpear, tampoco. — Suspiró Callan— Kane debería estar aquí esta noche. Calcularemos nuestro mejor curso de acción y seguiremos a partir de ahí. Pero del aspecto general de estos informes, _______ es nuestra preocupación principal. ¿Ahora cuán peligrosa será ella personalmente? —La voz de Callan se endureció mientras hacía esta pregunta.
Nicholas colocó los papeles otra vez sobre el escritorio y se volvió para enfrentar a su líder. Él sabía qué estaba preguntando Callan. Dada la historia del padre de _______ sobre negocios ilegales y sabrosas transacciones comerciales, tenía sentido cuestionar la lealtad de la hija también. Al menos, en el mayor de los casos. Pero si había una cosa que Nicholas sabía acerca de _______, era el hecho que ella no era para nada como su padre.
— No más que lo sería Merinus. —No tenía duda sobre la lealtad de _______, sólo sobre su amor— Tú la has conocido más tiempo que yo, Callan. Ella nunca ha traicionado a un amigo o una confianza. Pero está asustada, y más que probablemente empeñada en conseguir mi sangre cuando se despierte. No puedo pensar que ella sería un peligro para nadie salvo para mí.
Callan asintió.
— Es lo que mismo que yo creo. Pero tenemos que estar seguros. Lo que sea que creas que le has hecho, arréglalo. Confía en mí, una compañera airada es más de lo que con que tú quieres tratar.
La expresión en su cara era tan de saber sobre qué estaba hablando, que Nicholas no pudo evitar reírse. Él sabía exactamente lo que sufrió Callan cuando él tuvo que soportar el ataque de su
pendenciera esposa. Ella tenía una boca que podía castrar a un hombre a veinte pasos, y si eso no era efectivo, entonces él pasaba la noche en uno de los dormitorios vacíos hasta que se le pasaba la ira.
— Tendré que contarle sobre su casa. —Suspiró él.
Con su casa destruida, Nicholas sabía que ella no tenía nada que ahora la atara a su infancia o pasado. Todo se había ido, destruido en un cruel, despiadado acto en contra de una mujer inocente de los delitos que el Consejo atribuía a las Castas. Pero ella era una compañera. En cualquier forma que pudieran hacerle daño, se lo harían.
— Tú preocúpate por _______, yo me ocuparé del resto de esto. — Callan pasó sus dedos cansadamente por su pelo— Necesitaremos hacer planes para empezar a construir cabañas dentro de la propiedad, sin embargo. Si no, esta casa podría terminar llenándose rápidamente con el repiqueteo de pequeños pies. Él no sonó enojado por eso, meramente preocupado.
— Los niños estarán en más peligro que nosotros, Callan. —Dijo Nicholas suavemente— Doc necesita resolver cómo controlar esto antes que se nos vaya de las manos.
— A Merinus se le pasó la excitación cuando concibió. —Callan sacudió su cabeza— Ella no ha padecido eso desde entonces, aunque mi ADN todavía la marca —Él sonaba encantado— Ella todavía la lleva.
No estaban totalmente seguros sobre cómo había ocurrido, pero Merinus todavía portaba vestigios del ADN único de Callan en su sangre. No había cambiado su cuerpo, ni había cambiado su genética de ningún modo. Más bien, había marcado su sangre, su saliva, inclusive su sudor, con vestigios de la misma variación hormonal que Callan portaba.
Él debería haberse mantenido lejos de _______, pensó Nicholas cansadamente mientras veía las sombras en los ojos de Callan. Preocupado constantemente que de alguna forma, de algún modo, el Consejo lograra poner sus manos sobre Merinus y su hijo sin nacer.
Durante las alertas Callan raramente dormía y revisaba y volvía a revisar la seguridad cada maldita hora.
— No puedo dejarla ir. —Murmuró Nicholas . Sólo deseaba poder hacerlo.
— Lo sé. —Callan pasó sus manos sobre su cara, cansadamente— Sé exactamente cómo te sientes.
Moyanoski
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa, se las recomendare a otras
Siguelaaaaaaaaaaaaaaa
Siguelaaaaaaaaaaaaaaa
Lucia.sister.jonas
Re: El Hombre Interior (Nicholas & Tú) [adaptada] Hot
Wow, si que tenia razón , tu historia esta genial, no paro de leerle.
Siguelaaaaaaaaaaaa, Tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, vamos amiga. ;)
TU Segunda NUEVA Y Soñadora LECTORA.
sGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA ;) :P ;) :(L):
alinprincess ;) :P ;) :(L):
Siguelaaaaaaaaaaaa, Tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, vamos amiga. ;)
TU Segunda NUEVA Y Soñadora LECTORA.
sGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA ;) :P ;) :(L):
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alinprincess
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