Solitude.

por **tsunwolfiie** Miér 18 Dic 2013, 12:17 pm

Desperté.

Mientras abría mis ojos, pude sentir como una tenue luz se escurría por los pequeños agujeros de la persiana, acariciando mis mejillas de la forma más dulce. Al mover mi brazo, recordé todo.

La pena del día anterior. Las heridas en mi brazo. Toda la culpa y rencor que sentía y, por ende, el poco control de mis emociones en ese momento de impulsividad.

¿Realmente tenía que ir al colegio en un estado como ese? Si. Tenía. Por lo que me dispuse a cambiarme, mientras todavía esas heridas ardían en mi. Y no solamente las físicas.

Muriendo poco a poco de calor, mas para ocultar los flagelos, tuve que usar una campera. ¿Qué pasaría si todos viesen lo que tenía? Estaba más que segura que iba a ser una situación muy desagradable.

A pesar de la tristeza que estrujaba mi corazón, me encontraba algo nerviosa. Ese mismo y justo día era la muestra de teatro. No era una gran obra. Es más, también estaba segura que el público no la iba a entender. Como sea, tampoco me importaba tanto.

Llegando al colegio, lo único que hicimos fue practicar, ya que teníamos que representarla dos veces: la primera vez, iría para los cursos de primero a segundo, y la segunda desde tercero a quinto año.

Hasta que llegó el momento.

Tuve que cambiarme para actuar. Por suerte nadie fijó en mi brazo, lo cual era lo que más me preocupaba en ese momento.

Por momentos, recordaba la noche anterior. Sentada contra la pared, en mi cama, sintiendo como el filo de mis uñas rasgaba la delicada piel de mi brazo. Como la furia, la culpa, el sentido de la responsabilidad, como todo eso recaía en mi. Y todo por un comentario que podría haber sido evitado tranquilamente.

“Hija de puta. Mira lo que me hiciste hacer. Manipuladora…” pensé, mientras me vestía.

Lo que pasó luego fue algo bastante fugaz. Simplemente dimos las dos obras y ya está. En la primera se cortó la luz, lo cual fue algo preocupante al principio, pero afortunadamente tuvo arreglo.

Finalmente, llegó el peor momento.

Estando todos los padres, incluyendo a los de mis amigas, una de las madres me preguntó a qué se debía que estuviese con campera, si hacia mucho calor. Me limité a contestar que simplemente era atérmica (cruel mentira, estaba asfixiada del calor corporal que me estaba haciendo sufrir). Sin ir más allá, en un momento dado tocó mi brazo, o hizo algo relacionado con mi brazo (como siempre digo, mi memoria para ciertas cosas no es la mejor) y sin pensarlo dos veces, lo aparté un poco de manera agresiva.

Y pasó, lo que menos quería que ocurriese. Al salir todas del salón donde se hacían los actos, nos reunimos con mis amigas. Nos encontrábamos en la entrada de nuestro colegio en ronda, charlando como siempre hacíamos.

Inesperadamente, una de ellas agarró mi brazo (descubierto en ese momento, para mi gran pesar) y exclamó sorprendida y asustada “¿¡Pero qué te pasó?!”.

Para ser sincera, yo no sabía que decir. Estaba paralizada y triste. Mucho más que triste. Afligida.

Las heridas que me había hecho la noche anterior ardían más que nunca. Me empezaron a retar. ¿Quién lo diría? En vez de recibir el apoyo que pensé que tal vez iba a recibir, se limitaron a criticarme. Fue demasiado para mi, y de mi boca no salía ninguna palabra. Seguía petrificada.

Fue un momento horrible. Asqueroso, desagradable. Para hundirme más en la culpa, después de un rato me señalaron que una de las chicas se había puesto a llorar por lo que me había provocado.

No estaba recibiendo apoyo de nadie, y lo único que quería era desaparecer. No morir, desaparecer. Esfumarme, que todo el mundo se olvide de mi.

¿Para qué existir, si todos me odiaban? No podía dejar de pensar en eso.

Fue uno de los momentos más trágicos de mi vida. Hoy en día las marcas no se ven, tampoco eran tan profundas. Sin embargo, yo las puedo ver. Mas ya no me duelen.

Ese atentado contra mi misma había sido un colapso de una situación bizarra. Mi corazón no había podido más, haciéndome explotar. Terminé hiriéndome…y nadie me apoyó en su momento. El año siguiente, fue uno de los que más sola me sentí en mi vida.

Estoy segura que la sensación de soledad y de sentirme totalmente dejada de lado tanto en mi grupo de amigas como en mi curso, es una sensación que nunca voy a olvidar. Por eso me gusta hablar con la gente que se siente así, porque conozco ese dolor, porque sé lo que se siente el sentirte que te miran mal, que te discriminan por ser de otra manera. Lo sé perfectamente.

Afortunadamente, los años pasaron y hoy en día soy una persona muy feliz. Creo que uno no debería olvidar su pasado, pero al mismo tiempo seguir adelante. Está bien tener memoria, mas es vital avanzar y no quedarnos estancados.

Espero que les haya gustado, no es una historia inventada (ya que es una vivencia mía) pero es una historia al fin y al cabo. No da miedo, pero si tiene su punto de drama.

Lo que da miedo de verdad es la soledad.

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