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Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
Nombre: Marry me
Autor: Derphantasie
Adaptación: si
Género: drama y romance
Advertencias: necesito que comenten, y creo que no subire tan seguido
Otras páginas: facebook, OnlyWN
Autor: Derphantasie
Adaptación: si
Género: drama y romance
Advertencias: necesito que comenten, y creo que no subire tan seguido
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Última edición por cami*smile*love*1D el Dom 08 Sep 2013, 5:01 pm, editado 1 vez
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
Marry Me.
Sipnosis:
La familia Albot es adinerada, viven con lujos y no carecen de nada.
Su segunda hija, Hanna , se siente menospreciada a pesar de todo aquello. Su hermana mayor es lista, y la menor es sociable y cariñosa con todo el mundo. Mientras que Hanna es indecisa, pésima en los estudios y desconfiada de los demás.
Sin embargo, todo su mundo cambia cuando a los ocho años llega la nueva niñera a la casa.
Y lo peor es que no viene sola, sino con dos hijos. Y Hanna odia de inmediato al menor de ellos, Harry, que es un chico muy inteligente y que todo el mundo adora.
Pero Harry oculta un secreto, uno muy bien guardado durante años que no será revelado hasta su cumpleaños dieciocho, y hanna daría lo que fuera por no haberlo descubierto jamás.
Sipnosis:
La familia Albot es adinerada, viven con lujos y no carecen de nada.
Su segunda hija, Hanna , se siente menospreciada a pesar de todo aquello. Su hermana mayor es lista, y la menor es sociable y cariñosa con todo el mundo. Mientras que Hanna es indecisa, pésima en los estudios y desconfiada de los demás.
Sin embargo, todo su mundo cambia cuando a los ocho años llega la nueva niñera a la casa.
Y lo peor es que no viene sola, sino con dos hijos. Y Hanna odia de inmediato al menor de ellos, Harry, que es un chico muy inteligente y que todo el mundo adora.
Pero Harry oculta un secreto, uno muy bien guardado durante años que no será revelado hasta su cumpleaños dieciocho, y hanna daría lo que fuera por no haberlo descubierto jamás.
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
si veo comentarios subo el primer capitulo!!
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
holaaaa!! me encanto la sipnopsis tienes que subir el priimer cap! por fa :)
beesos
beesos
MichDirectioner
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
OMG! Que guapo! Siguela hermosa! Muero de las ansias! Hazlo por tu lectora fiel!
Elizabeth de Tomlinson
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
MichDirectioner escribió:holaaaa!! me encanto la sipnopsis tienes que subir el priimer cap! por fa :)
beesos
hahaha graciass enseguida subo el primerr cap! besoooss
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
Elizabeth de Tomlinson escribió:OMG! Que guapo! Siguela hermosa! Muero de las ansias! Hazlo por tu lectora fiel!
enseguida monto el capitulo! besosss :(L):
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
Capítulo1
8 años
Mamá se arreglaba para ir al teatro con mi padre, llevaba un vestido liso de seda rosa y un sombrero con plumas que yo utilizaba para disfrazarme de indio nativo cuando Fátima, Abi y Sol venían a jugar a la casa. Si mamá se enteraba de eso, era niña muerta.
Nos dijo que se irían en cuanto llegara la nueva niñera. La anterior fue una anciana de cabello gris que no hacía más que apretarme las mejillas cuando rompía cosas o desobedecía órdenes. Acostumbraba a comportarme mal y a ser muy entrometida, la niñera no soportaba mi manera de ser.
Como ella vivía aquí, en una habitación al lado de las nuestras por si se nos antojaba algo por las noches, era insoportable. Controlaba cada minuto de nuestras vidas, hasta que un día murió.
Papá nos dijo que ella se fue a hacer un viaje para visitar a unas hadas que vivían en Escocia, Holly se lo creyó y le escribió una carta que mamá prometió enviársela. Lily y yo sabíamos la verdad, la mujer ya había pasado a la otra vida y por lo que escuché hablar a las cocineras, fue de un ataque cardíaco. Como era demasiado pequeña para medir la gravedad de una muerte, sólo me alegré de no tener que soportarla más. Era más parecida a una bruja que a una amiga de las hadas.
Comenzó a caer una suave lluvia que hacía que un dulzón olor a tierra y flores se mezclara y entrara por las ventanas. Las sirvientas las cerraron para que no se mojaran los marcos y porque mamá se volvió loca al pensar en la humedad y en lo esponjoso que se pondría su cabello.
Cuando ella subió corriendo las escaleras para darse un retoque de último minuto, sonó el timbre retumbando por toda la casa. Ralph, el “mayordomo”, se apresuró con su paso de pingüino a abrir la puerta. Un viento se coló hacia adentro e hizo que estornudara, nos habían vestido para la ocasión con unos espantosos vestidos de tul lila a todas iguales, nos formamos en fila por orden de estatura y nos quedamos quietas cuando la nueva niñera entró.
Era joven, me relajé en cuanto le vi el rostro. A su lado iba una niña de cabello negro y parecía ser más grande que Lily, era alta y vestía unos jeans y una chaqueta verde mojada por la lluvia. Supuse que sería su hija, no me gustó la idea de que vinieran otros niños a vivir a mi casa.
—¿Aquí es? —preguntó la chica, masticando chicle. La niñera asintió y nos sonrió con amabilidad.
Holly no se resistió y se apresuró a abrazarla, era una niña bastante encantadora que se encariñaba rápido con las personas. La niñera la levantó y la abrazó como si fuera su propia hija, tal vez no era tan mala como la anciana.
—Tú debes ser Holly, me han contado mucho sobre ti —le dijo ella. Holly abrió mucho los ojos sin caber en la felicidad, se llevarían muy bien.
—¿Quién es ese niño? —preguntó de repente mi hermana. Apuntaba detrás de la niñera y la impaciencia hizo que se revolviera entre los brazos de ella. La niñera la dejó en el suelo y se movió unos centímetros para dejar al descubierto a un niño de mediana estatura con el cabello un poco rizado, con las mejillas rojas y los ojos hinchados. Había estado llorando y se notaba a kilómetros.
—Es mi hijo, Harry. Él espera ser tu amigo —le respondió ella. Holly se acercó al niño y lo abrazó, pero él la empujó e hizo que cayera al suelo.
—Harry, no hagas eso —le regañó su madre.
Lily ni siquiera se movió, nos estaban educando para ser señoritas y guardar la compostura en todo momento. Yo sabía desde hace tiempo que no lo lograrían conmigo, así que caminé hasta al lado de Holly y la levanté, después la obligué a ir al lado de Lily y yo sola, con mis ocho años bien ganados, encaré al tal Harry.
—Vuelves a empujar a mi hermana y te cortó esos rizos —eso no pareció asustarlo demasiado, se quedó mirándome como mi perro Sparks a un gran hueso, eso me asustó porque estaba la posibilidad de que él fuera retrasado.
—Harry, discúlpate con Holly —le dijo la niñera.
Harry fue hasta Holly sin apartar la vista de mis ojos y se disculpó. Ella ya había olvidado el asunto en cuanto se levantó del suelo, pero esa no era excusa para no hacerse respetar.
—Tú cabello rubio te delata, tú eres Hannah—me volteé a ver a la niñera y asentí con la cabeza. De las tres, yo era la única que se parecía a papá, Lily y Holly eran parecidas a mamá con su cabello azabache y sus ojos verdes. Yo era una versión más grande de campanita, según mi abuela, sólo que con los ojos marrones.
—Entonces, está damita es Lily Albot, ¿no? —continuó la niñera.
—Así es —dijo Lily, con voz firme y la frente en alto.
Yo solía reírme de ella y de la rigidez con la que hacía las cosas, parecía una muñeca. Su perfección no me gustaba, cuando era más pequeña solía jugar conmigo y cantar a los pies de las escaleras como si fuera un escenario. Cuando cumplió los diez, le dio más importancia a la escuela y se pasaba largas horas estudiando encerrada en su habitación. Era muy madura para tener 11 años.
—Ella es Gemma, mi hija mayor —la chica hizo un globo con el chicle y lo reventó, nos lanzó una mirada sin expresión y siguió masticando.
Desde el segundo piso se escuchó el taconeó de mi mamá que ya estaba lista para marcharse. Mi padre apareció desde la cocina, llevaba un pedazo de pan en las manos y unas cuantas migas estaban esparcidas sobre su traje.
Mi mamá lo vio y lo regañó con la mirada, me parecía a mi papá en muchas cosas.
—Anne, que bueno que ya estás aquí —exclamó mi mamá, el vestido volaba como esos de los cuentos de princesas de Holly—. Nosotros ya nos vamos, en la cocina está la lista de las chicas.
La niñera, Anne, le sonrió y asintió. Mi papá terminó de comerse el pedazo de pan y se despidió de nosotras con un beso en la frente, mi mamá nos abrazó y se fueron.
Ralph le indicó el camino a Anne hasta su habitación, lo cual sería un problema ya que había una y ella venía con más niños. No traía maletas ni mochilas ni bolsos, me pregunté dónde estaría su ropa.
Sus hijos la acompañaron, Gemma con la misma indiferencia y Harry sin dejar de voltearse en nuestra dirección para lanzarnos miradas sospechosas.
Cuando nos quedamos solas, fruncí el ceño. Lily no cambió su postura y se fue a la biblioteca para leer alguno de los libros de papá. Yo odiaba esas cosas, no tenían dibujos y eran aburridos, la mayoría hablaba de números y cosas que ocurrían en otros lugares del mundo. Yo prefería los de aventuras y piratas, como Peter Pan. Estaba realmente obsesionada con el país de Nunca Jamás y los niños perdidos.
Yo acompañé a Holly a jugar en la cocina, nos estaban haciendo galletas y un pastel de manzanas y queríamos decorar con chispas de colores.
Pasaron los minutos mientras nosotras esperábamos a que la comida estuviera lista y Anne entró. La sonrisa no se le borraba, aunque yo notaba que estaba triste.
—Veamos que dice la lista —su voz sonaba musical. En la pared había una hoja donde estaban anotadas las cosas que podíamos hacer, a lo que éramos alérgicas, a qué hora debíamos irnos a la cama y un sinfín de cosas más.
—Holly, no puedes comer caramelos ni cosas que contengan azúcar después de las ocho —las tres miramos el reloj y se veía con claridad como la manilla apuntaba el número nueve—. Los siento, Holly. Pero no podrás comer. Y dice que tu hora de dormir es las nueve, así ya deberías estar cepillándote los dientes.
Holly se sorbió la nariz, decepcionada, y se fue arrastrando los pies. Le guardaría pastel y galletas para el desayuno.
—Y tú, hannah…—Anne leyó la lista y luego me miró—. Tienes hasta las nueves y media, pero tampoco puedes comer —eso ya lo sabía, pero tenía la esperanza de que ella se distrajera unos minutos—. Eres alérgica al maní, a las naranjas, a las picaduras de insectos, al polen, al polvo y… a un buen comportamiento, según tu madre.
Bufé y jugué con unos tenedores que había sobre el mesón de la cocina. Mamá era siempre tan exagerada.
Ellen, la cocinera y mi confidente de travesuras, sacó del horno una bandeja con galletas de chispas de chocolate. Se me hizo agua la boca y estiré la mano para alcanzar una, pero la mano de Anne golpeó la mía antes de que pudiera sentir el calor de éstas.
—No puedes, hannah.
Miré instintivamente a Ellen e hinché mis mejillas, ella comprendió y me guiñó un ojo.
En ese momento, entró Harry.
Sentí como el enemigo se acercaba. Por el simple hecho de empujar a Holly, Harry se había buscado un lugar en mi lista negra, donde figuraban mis maestros, algunas niñas de mi clase, la niñera anterior y el tío Marcus –que siempre me hacía bromas pesadas cuando nos visitaba-.
—Pero que niño más adorable, ¿quieres una galleta? —le dijo Ellen en cuanto lo vio. Quedé petrificada, le estaba dando mis galletas al niño retrasado.
—Gracias —le contestó él. Su voz, puaj, era tan falsa. Sólo quería robarse mis galletas, si descubría que habían hecho pastel ¿también lo querría?
No aguanté más la escena y me fui, no sin antes escuchar cómo Harry le preguntaba a su mamá:
—¿Por qué está enfadada?
—No tiene permitido comer galletas —y en cierta parte, era verdad.
Me pase veinte minutos arrojando los cojines de los sillones contra la pared, botando cuadros de fotos y floreros. Sparks estaba afuera y no lo dejaban entrar de noche porque se hacía en la alfombra, tenía que admitir que lo segundo que me obsesionaba después de Peter Pan era mi perro, ese San Bernardo cachorro que destrozaba cosas al igual que su ama.
Cuando vi el reloj y las manecillas anunciaron las nueve y media, dejé el desorden tal cual y subí a mi habitación. En las escaleras me encontré con Gemma, que llevaba unas cosas puestas en los oídos y eso hacía que ella moviera la cabeza y cantara en voz bajita. Me encogí de hombros y seguí mi camino.
Sería difícil adaptarse a la nueva niñera, sin embargo, a pesar de que no me dejó comer de MIS galletas, era mejor que tener de vuelta a la bruja maruja que tuvimos.
Antes de poder cerrar la puerta de mi habitación, vi detrás de un gran florero que adornaba el pasillo, los rizos de Harry. Estaba escondido al igual que cuando llegó detrás de su mamá. No me dio buena espina que supiera donde dormía, ¿y si en la noche se venía a robar mis juguetes?
Me encerré y con la duda infantil en la cabeza, tomé todas mis cosas más preciadas –una colección de la película de Peter Pan, el libro con la obra ilustrada, un peluche de campanita y una caja de recuerdos- para esconderlas debajo de mi cama. Así me sentía más segura.
En seguida, la puerta se abrió y Anne inspeccionó la habitación.
—Cepíllate los dientes y ponte el pijama, si me necesitas, estaré en el cuarto de Holly leyéndole un cuento —no alcanzó a ver cuando escondía mis cosas, le sonreí y asentí. Ella cerró la puerta y yo me dispuse a ver televisión.
¿Dormir? Seguro.
Vi una película que no entendí del todo, pero para demostrar mi rebeldía, la vi de todas formas. Se llamaba “Mujer bonita”, no entendía a que se refería, ya que las personas en la televisión no paraban de besarse e insinuarse cosas. Podía ser muy independiente a mis ocho años, pero aun así había cosas que no comprendía, como el ¿por qué las personas se besaban? Era asqueroso, se llenaban de baba y gérmenes.
Una vez, cuando estaba en el recreo comiendo panqueques con Fátima en la escuela, vimos como Sandy Dale besaba a un niño un año mayor que ella. Él tenía nueve y era rubio con unos grandes ojos azules. Fátima me pellizcó el brazo, susurrándome que Sandy era una “traga babas”, yo no pude estar más de acuerdo con ella.
Cuando los protagonistas se pusieron muy empalagosos y comenzó a darme asco, apagué el televisor. Todavía no tenía sueño y no sabía que más hacer.
Entonces, alguien golpeó mi puerta.
Era muy tarde, dudaba que fuera Anne para ver si ya dormía. Holly, imposible. Lily, apenas me hablaba, mucho menos vendría a verme a mitad de la noche.
Para dejar de atormentarme, abrí la puerta para saber quién era, pero no había nadie. Cuando estaba a punto de cerrarla, me percaté de que había algo en el suelo.
Encima de una servilleta, había dos galletas con chispas de chocolate.
Ellen me había ido a dejar las galletas a escondidas, era lo más seguro.
Las tomé y las envolví con la servilleta, miré a todos lados para verificar que no había testigos y las escondí en medio del tul de mi vestido. Sin embargo, cuando estuve a punto de volver a cerrar la puerta, detrás del florero gigante se vieron los rizos de Harry otra vez. Estaba mal escondido, si me movía un poco hacia mi derecha, le podía ver la mitad del cuerpo.
Lo miré y luego a las galletas… ¿Habría sido él?
—Nooooo —dije en voz alta, y finalmente, entré a mi cuarto para comerme esas deliciosas galletas.
8 años
Mamá se arreglaba para ir al teatro con mi padre, llevaba un vestido liso de seda rosa y un sombrero con plumas que yo utilizaba para disfrazarme de indio nativo cuando Fátima, Abi y Sol venían a jugar a la casa. Si mamá se enteraba de eso, era niña muerta.
Nos dijo que se irían en cuanto llegara la nueva niñera. La anterior fue una anciana de cabello gris que no hacía más que apretarme las mejillas cuando rompía cosas o desobedecía órdenes. Acostumbraba a comportarme mal y a ser muy entrometida, la niñera no soportaba mi manera de ser.
Como ella vivía aquí, en una habitación al lado de las nuestras por si se nos antojaba algo por las noches, era insoportable. Controlaba cada minuto de nuestras vidas, hasta que un día murió.
Papá nos dijo que ella se fue a hacer un viaje para visitar a unas hadas que vivían en Escocia, Holly se lo creyó y le escribió una carta que mamá prometió enviársela. Lily y yo sabíamos la verdad, la mujer ya había pasado a la otra vida y por lo que escuché hablar a las cocineras, fue de un ataque cardíaco. Como era demasiado pequeña para medir la gravedad de una muerte, sólo me alegré de no tener que soportarla más. Era más parecida a una bruja que a una amiga de las hadas.
Comenzó a caer una suave lluvia que hacía que un dulzón olor a tierra y flores se mezclara y entrara por las ventanas. Las sirvientas las cerraron para que no se mojaran los marcos y porque mamá se volvió loca al pensar en la humedad y en lo esponjoso que se pondría su cabello.
Cuando ella subió corriendo las escaleras para darse un retoque de último minuto, sonó el timbre retumbando por toda la casa. Ralph, el “mayordomo”, se apresuró con su paso de pingüino a abrir la puerta. Un viento se coló hacia adentro e hizo que estornudara, nos habían vestido para la ocasión con unos espantosos vestidos de tul lila a todas iguales, nos formamos en fila por orden de estatura y nos quedamos quietas cuando la nueva niñera entró.
Era joven, me relajé en cuanto le vi el rostro. A su lado iba una niña de cabello negro y parecía ser más grande que Lily, era alta y vestía unos jeans y una chaqueta verde mojada por la lluvia. Supuse que sería su hija, no me gustó la idea de que vinieran otros niños a vivir a mi casa.
—¿Aquí es? —preguntó la chica, masticando chicle. La niñera asintió y nos sonrió con amabilidad.
Holly no se resistió y se apresuró a abrazarla, era una niña bastante encantadora que se encariñaba rápido con las personas. La niñera la levantó y la abrazó como si fuera su propia hija, tal vez no era tan mala como la anciana.
—Tú debes ser Holly, me han contado mucho sobre ti —le dijo ella. Holly abrió mucho los ojos sin caber en la felicidad, se llevarían muy bien.
—¿Quién es ese niño? —preguntó de repente mi hermana. Apuntaba detrás de la niñera y la impaciencia hizo que se revolviera entre los brazos de ella. La niñera la dejó en el suelo y se movió unos centímetros para dejar al descubierto a un niño de mediana estatura con el cabello un poco rizado, con las mejillas rojas y los ojos hinchados. Había estado llorando y se notaba a kilómetros.
—Es mi hijo, Harry. Él espera ser tu amigo —le respondió ella. Holly se acercó al niño y lo abrazó, pero él la empujó e hizo que cayera al suelo.
—Harry, no hagas eso —le regañó su madre.
Lily ni siquiera se movió, nos estaban educando para ser señoritas y guardar la compostura en todo momento. Yo sabía desde hace tiempo que no lo lograrían conmigo, así que caminé hasta al lado de Holly y la levanté, después la obligué a ir al lado de Lily y yo sola, con mis ocho años bien ganados, encaré al tal Harry.
—Vuelves a empujar a mi hermana y te cortó esos rizos —eso no pareció asustarlo demasiado, se quedó mirándome como mi perro Sparks a un gran hueso, eso me asustó porque estaba la posibilidad de que él fuera retrasado.
—Harry, discúlpate con Holly —le dijo la niñera.
Harry fue hasta Holly sin apartar la vista de mis ojos y se disculpó. Ella ya había olvidado el asunto en cuanto se levantó del suelo, pero esa no era excusa para no hacerse respetar.
—Tú cabello rubio te delata, tú eres Hannah—me volteé a ver a la niñera y asentí con la cabeza. De las tres, yo era la única que se parecía a papá, Lily y Holly eran parecidas a mamá con su cabello azabache y sus ojos verdes. Yo era una versión más grande de campanita, según mi abuela, sólo que con los ojos marrones.
—Entonces, está damita es Lily Albot, ¿no? —continuó la niñera.
—Así es —dijo Lily, con voz firme y la frente en alto.
Yo solía reírme de ella y de la rigidez con la que hacía las cosas, parecía una muñeca. Su perfección no me gustaba, cuando era más pequeña solía jugar conmigo y cantar a los pies de las escaleras como si fuera un escenario. Cuando cumplió los diez, le dio más importancia a la escuela y se pasaba largas horas estudiando encerrada en su habitación. Era muy madura para tener 11 años.
—Ella es Gemma, mi hija mayor —la chica hizo un globo con el chicle y lo reventó, nos lanzó una mirada sin expresión y siguió masticando.
Desde el segundo piso se escuchó el taconeó de mi mamá que ya estaba lista para marcharse. Mi padre apareció desde la cocina, llevaba un pedazo de pan en las manos y unas cuantas migas estaban esparcidas sobre su traje.
Mi mamá lo vio y lo regañó con la mirada, me parecía a mi papá en muchas cosas.
—Anne, que bueno que ya estás aquí —exclamó mi mamá, el vestido volaba como esos de los cuentos de princesas de Holly—. Nosotros ya nos vamos, en la cocina está la lista de las chicas.
La niñera, Anne, le sonrió y asintió. Mi papá terminó de comerse el pedazo de pan y se despidió de nosotras con un beso en la frente, mi mamá nos abrazó y se fueron.
Ralph le indicó el camino a Anne hasta su habitación, lo cual sería un problema ya que había una y ella venía con más niños. No traía maletas ni mochilas ni bolsos, me pregunté dónde estaría su ropa.
Sus hijos la acompañaron, Gemma con la misma indiferencia y Harry sin dejar de voltearse en nuestra dirección para lanzarnos miradas sospechosas.
Cuando nos quedamos solas, fruncí el ceño. Lily no cambió su postura y se fue a la biblioteca para leer alguno de los libros de papá. Yo odiaba esas cosas, no tenían dibujos y eran aburridos, la mayoría hablaba de números y cosas que ocurrían en otros lugares del mundo. Yo prefería los de aventuras y piratas, como Peter Pan. Estaba realmente obsesionada con el país de Nunca Jamás y los niños perdidos.
Yo acompañé a Holly a jugar en la cocina, nos estaban haciendo galletas y un pastel de manzanas y queríamos decorar con chispas de colores.
Pasaron los minutos mientras nosotras esperábamos a que la comida estuviera lista y Anne entró. La sonrisa no se le borraba, aunque yo notaba que estaba triste.
—Veamos que dice la lista —su voz sonaba musical. En la pared había una hoja donde estaban anotadas las cosas que podíamos hacer, a lo que éramos alérgicas, a qué hora debíamos irnos a la cama y un sinfín de cosas más.
—Holly, no puedes comer caramelos ni cosas que contengan azúcar después de las ocho —las tres miramos el reloj y se veía con claridad como la manilla apuntaba el número nueve—. Los siento, Holly. Pero no podrás comer. Y dice que tu hora de dormir es las nueve, así ya deberías estar cepillándote los dientes.
Holly se sorbió la nariz, decepcionada, y se fue arrastrando los pies. Le guardaría pastel y galletas para el desayuno.
—Y tú, hannah…—Anne leyó la lista y luego me miró—. Tienes hasta las nueves y media, pero tampoco puedes comer —eso ya lo sabía, pero tenía la esperanza de que ella se distrajera unos minutos—. Eres alérgica al maní, a las naranjas, a las picaduras de insectos, al polen, al polvo y… a un buen comportamiento, según tu madre.
Bufé y jugué con unos tenedores que había sobre el mesón de la cocina. Mamá era siempre tan exagerada.
Ellen, la cocinera y mi confidente de travesuras, sacó del horno una bandeja con galletas de chispas de chocolate. Se me hizo agua la boca y estiré la mano para alcanzar una, pero la mano de Anne golpeó la mía antes de que pudiera sentir el calor de éstas.
—No puedes, hannah.
Miré instintivamente a Ellen e hinché mis mejillas, ella comprendió y me guiñó un ojo.
En ese momento, entró Harry.
Sentí como el enemigo se acercaba. Por el simple hecho de empujar a Holly, Harry se había buscado un lugar en mi lista negra, donde figuraban mis maestros, algunas niñas de mi clase, la niñera anterior y el tío Marcus –que siempre me hacía bromas pesadas cuando nos visitaba-.
—Pero que niño más adorable, ¿quieres una galleta? —le dijo Ellen en cuanto lo vio. Quedé petrificada, le estaba dando mis galletas al niño retrasado.
—Gracias —le contestó él. Su voz, puaj, era tan falsa. Sólo quería robarse mis galletas, si descubría que habían hecho pastel ¿también lo querría?
No aguanté más la escena y me fui, no sin antes escuchar cómo Harry le preguntaba a su mamá:
—¿Por qué está enfadada?
—No tiene permitido comer galletas —y en cierta parte, era verdad.
Me pase veinte minutos arrojando los cojines de los sillones contra la pared, botando cuadros de fotos y floreros. Sparks estaba afuera y no lo dejaban entrar de noche porque se hacía en la alfombra, tenía que admitir que lo segundo que me obsesionaba después de Peter Pan era mi perro, ese San Bernardo cachorro que destrozaba cosas al igual que su ama.
Cuando vi el reloj y las manecillas anunciaron las nueve y media, dejé el desorden tal cual y subí a mi habitación. En las escaleras me encontré con Gemma, que llevaba unas cosas puestas en los oídos y eso hacía que ella moviera la cabeza y cantara en voz bajita. Me encogí de hombros y seguí mi camino.
Sería difícil adaptarse a la nueva niñera, sin embargo, a pesar de que no me dejó comer de MIS galletas, era mejor que tener de vuelta a la bruja maruja que tuvimos.
Antes de poder cerrar la puerta de mi habitación, vi detrás de un gran florero que adornaba el pasillo, los rizos de Harry. Estaba escondido al igual que cuando llegó detrás de su mamá. No me dio buena espina que supiera donde dormía, ¿y si en la noche se venía a robar mis juguetes?
Me encerré y con la duda infantil en la cabeza, tomé todas mis cosas más preciadas –una colección de la película de Peter Pan, el libro con la obra ilustrada, un peluche de campanita y una caja de recuerdos- para esconderlas debajo de mi cama. Así me sentía más segura.
En seguida, la puerta se abrió y Anne inspeccionó la habitación.
—Cepíllate los dientes y ponte el pijama, si me necesitas, estaré en el cuarto de Holly leyéndole un cuento —no alcanzó a ver cuando escondía mis cosas, le sonreí y asentí. Ella cerró la puerta y yo me dispuse a ver televisión.
¿Dormir? Seguro.
Vi una película que no entendí del todo, pero para demostrar mi rebeldía, la vi de todas formas. Se llamaba “Mujer bonita”, no entendía a que se refería, ya que las personas en la televisión no paraban de besarse e insinuarse cosas. Podía ser muy independiente a mis ocho años, pero aun así había cosas que no comprendía, como el ¿por qué las personas se besaban? Era asqueroso, se llenaban de baba y gérmenes.
Una vez, cuando estaba en el recreo comiendo panqueques con Fátima en la escuela, vimos como Sandy Dale besaba a un niño un año mayor que ella. Él tenía nueve y era rubio con unos grandes ojos azules. Fátima me pellizcó el brazo, susurrándome que Sandy era una “traga babas”, yo no pude estar más de acuerdo con ella.
Cuando los protagonistas se pusieron muy empalagosos y comenzó a darme asco, apagué el televisor. Todavía no tenía sueño y no sabía que más hacer.
Entonces, alguien golpeó mi puerta.
Era muy tarde, dudaba que fuera Anne para ver si ya dormía. Holly, imposible. Lily, apenas me hablaba, mucho menos vendría a verme a mitad de la noche.
Para dejar de atormentarme, abrí la puerta para saber quién era, pero no había nadie. Cuando estaba a punto de cerrarla, me percaté de que había algo en el suelo.
Encima de una servilleta, había dos galletas con chispas de chocolate.
Ellen me había ido a dejar las galletas a escondidas, era lo más seguro.
Las tomé y las envolví con la servilleta, miré a todos lados para verificar que no había testigos y las escondí en medio del tul de mi vestido. Sin embargo, cuando estuve a punto de volver a cerrar la puerta, detrás del florero gigante se vieron los rizos de Harry otra vez. Estaba mal escondido, si me movía un poco hacia mi derecha, le podía ver la mitad del cuerpo.
Lo miré y luego a las galletas… ¿Habría sido él?
—Nooooo —dije en voz alta, y finalmente, entré a mi cuarto para comerme esas deliciosas galletas.
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
mañana monto el siguiente besosss
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
Owwww me encanto! Que Harry tan mas tierno! Siguela!
Elizabeth de Tomlinson
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
aww :3 siguela por fa esta lindisima :) besos
MichDirectioner
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
Elizabeth de Tomlinson escribió:Owwww me encanto! Que Harry tan mas tierno! Siguela!
hala enseguida subo capitulo !! besos
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
MichDirectioner escribió:aww :3 siguela por fa esta lindisima :) besos
graciasss!! enseguida la sigo!! besoss
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
capitulo 2
9 años
Abi estaba sentada conmigo en la clase de literatura, enfrente estaban Fátima y Sol, y en el primer puesto al lado de la mesa de la maestra se encontraba Harry.
Había pasado un año desde que él llegó y las cosas se complicaron bastante en mi vida. Resultó que Harry era un estudiante ejemplar y se llevaba de las mil maravillas con Lily haciendo los deberes y realizando proyectos. Con Holly las cosas eran casi iguales, lo del empujón cuando se conocieron quedó en el olvido y Harry se comportaba como el hermano mayor de mi hermana. Pero conmigo ni siquiera se atrevía a mirarme directamente a los ojos, la última vez que lo hizo fue cuando se disculpó con Holly, desde ese día en adelante me evitaba, me dirigía la palabra sólo cuando era necesario y trataba en lo posible de no estar en la misma habitación que yo.
¿Acaso olía mal? ¿Era fea? ¿O no le agradaba?
Era como vivir con un fantasma, sabía que estaba ahí pero no lo podía ver. Era un niño despreciable. Nada comparado con su madre, la mejor niñera que haya tenido, salvo por el pequeño detalle de que aún no me dejaba comer galletas después de las ocho.
Sin embargo, desde la misteriosa aparición de esas galletas frente a mi puerta, cada vez que hacía una pataleta, a la medianoche unas galletas sobre una servilleta tocaban mi puerta. Comencé a creer seriamente que el hada de las galletas con chispas de chocolate existía.
La maestra leía un aburrido poema. Puse cara de concentrada, pero en realidad estaba pensando en como convencer a mi mamá para que me dejara ir a la casa de Fátima esta tarde con Sparks. Seguramente me diría “lleva a Harry”. Antes me molestaba que me obligara a ir a todos lados con Holly, pero misteriosamente se le metió en la cabeza que el niño rizos podía ser mi amigo. Error, él jamás lo sería.
No me gustaba la idea de que él fuera a la misma escuela que yo, por alguna razón que estaba fuera de mis conocimientos mis padres le pagaban la educación a Harry y a Gemma. Para Navidad les daban regalos, los dejaban comer en la misma mesa que a nosotros y eran libres de reglas y listas de alergias y cosas que se debían hacer.
—hannah, podrías decirle a la clase de qué se trataba el poema —salté en mi asiento y me aparté un mechón rubio de cabello que caía sobre mi frente. Cuarenta pares de ojos se giraron a mirarme, recordé que la abuela siempre me decía que si no sabía algo sonriera y me echara el cabello hacia atrás con delicadeza.
Lo hice como me había enseñado, pero no pareció surgir efecto. La sonrisa era más parecida a una mueca sarcástica y cuando me iba a echar el cabello hacia atrás, se me enredaron los dedos entre éstos.
Escuché algunas risas, la más fuerte era la de Sandy Dale, que estaba sentada junto a Harry. Ella le susurró algo al oído y se rio más fuerte, pero a Harry no pareció hacerle gracia.
—Te estamos esperando, hannah —me dijo la maestra, caminando hasta mi puesto con la mirada que ponían las personas cuando hablaban con un enfermo mental. Eso me molestó.
Miré hacia el lado y Abi se encogió de hombros, ella tampoco había prestado atención. Sol y Fátima tampoco sabían, negaban con la cabeza para que no les preguntara nada.
Sentí ganas de llorar, la maestra me estaba avergonzando.
—¡hannah descerebrada! —gritó Sandy desde el primer puesto. Toda la clase estalló en carcajadas, excepto mis amigas y Harry, que seguía tan serio como en un funeral.
En una mirada fugaz que le lancé, vi como el gesticulaba algo con los labios. Me estaba mirando directamente y decía algo. Aproveché que todos reían y que la maestra trataba de hacerlos callar para entender el mensaje.
“Amor”, eso le entendí.
—Amor —dije en voz alta en el preciso momento en que se hizo un silencio en la sala.
—¿Cómo dices, hannah? —me preguntó la maestra.
—Dije que el poema es de amor —le repetí.
Ella se dio media vuelta a mirar al resto de la clase y caminó hasta el frente de la pizarra.
—Harry, ¿por qué el poema es de amor? —le preguntó la maestra.
—Porque se compara a la amada con el verano, señalando que ella es mejor que eso —la clase seguía en silencio y vi como mis compañeros asentían. A Harry siempre le daban la razón, podía tratarse de zombies el poema, pero si él decía que era de amor y unas cuantas cosas más, todos le creían.
Pero resultó que estaba en lo correcto, porque la maestra sonrió y escribió en la pizarra el título del poema.
—Muy buena interpretación, Harry. Es un poema complicado, ya que es de uno de los más grandes escritores de la historia.
Leí lo que estaba en la pizarra y decía: “A un día de verano compararte”.
—Abigail, dinos ¿quién es el autor de este poema? —al igual que conmigo, todos miraron a Abi. Ella se puso nerviosa, comenzó a jugar con el lápiz que tenía en las manos y se mordió el labio. No tenía la menor idea.
Volví a mirar a Harry, con la esperanza de que le dijera la respuesta a Abi. Mas no lo hizo, se quedó mirando a mi prima al igual que Sandy, con una sonrisa burlona.
Lo estaba haciendo otra vez, se creía mejor que el resto sólo por ser más listo. Me pregunté que pensaría Sandy si descubriera que Harry era el hijo de mi niñera y no el de un gran empresario que vivía en Londres, como todos creían.
Pudo haberme ayudado hace un momento, pero eso no afectaba en nada a la idea que me formaba sobre él si después se burlaba de mi prima.
—No lo sé, maestra —respondió Abi. Suspiré decepcionada y fulminé con la mirada a Harry. Ya se las vería conmigo.
—¿Alguien lo sabe? —preguntó de forma general la maestra.
—William Shakespeare —gritó Sandy. Seguro que Harry le había dicho la respuesta, ella era tan tonta como la estúpida mochila de Barbie que tenía detrás de su silla.
La maestra la felicitó y le dio una estrella a su mesa. Cuando finalizaba el mes, había reunión de apoderados, se sentaban en el puesto de sus hijos y veían cuantas estrellas tenían pegadas a la mesa, era una estrategia para informarles como nos iba en nuestro desempeño académico. Abi tenía cinco, Fátima siete, Sol seis y yo una, que ni siquiera recordaba como la había ganado.
—Sandy es una tonta, sólo quiere llamar la atención de Harry —dijo Fátima en el recreo. Estábamos sentadas sobre el césped de la Academia Westfield, era un castillo grande que antiguamente fue utilizado como centro de fiestas y reuniones importantes dentro de la alta sociedad. Con los años se le perdió el uso y alguien lo compró para poner una escuela exclusiva para los niños de los grandes empresarios de Canterbury. Yo hubiese preferido ir a una escuela pública, por lo que me contaba Ellen, allí los niños eran tan burros como el animal, y eso a mí me venía a la perfección, no soportaba el nivel de exigencia de esta escuela. A los nueve años enseñándonos versos de Shakespeare cuando podríamos leer C.S. Lewis.
Que a Sandy Dale le gustaba Harry no era un secreto, el año pasado en su primer día de clases, Sandy fue la primera en hablarle y le sugirió a la profesora que Harry se podía sentar con ella. No me molestó del todo esa decisión, yo tuve que estar sentada con Harry antes del cambio de puesto, así que de manera anónima se lo agradecía.
—Y lo está logrando de la forma en que lo llama en medio de un examen —dijo Sol. Todas reímos, pero no nos dimos cuenta de que Sandy pasaba por nuestro lado y nos había escuchado. Corrió tan rápido que en menos de unos segundos ya estaba fuera del alcance de nuestra vista.
—Nos metimos en serios problemas —dije.
—¿Por qué? Se lo tenía merecido —me dijo Fátima. Yo negué con la cabeza, ellas no comprendían. Sandy iría donde la maestra y le contaría lo que escuchó, se haría la víctima y a nosotras nos castigarían.
—Me iré a disculpar antes de que esto empeore —les dije, poniéndome de pie.
Ellas se quedaron con la boca abierta e intentaron persuadirme aún sin entender por qué lo hacía. Fui por el mismo camino de Sandy y la busqué. No estaba en los baños, ni en los pasillos, ni en la banca en la que siempre se sentaba con sus amigas, ni en ningún lado.
—¿A quién buscas, hannah Descerebrada? —me preguntó Liam, uno de los amigos de Sandy. Era un chico alto para su edad, de cabello castaño y de rostro amable. El problema estaba en que al lado de Sandy parecía su guardaespaldas.
—A Sandy —le contesté, me guardé “la tonta de tu amiga” para evitar posibles daños, él también podía acusarme a la maestra.
—Yo iría por el bosque de pinos, iba muy triste hacía allá de la mano de Harry —apuntó hacía el patio y desde aquí pude ver la copa de los pinos que se extendían hacia los límites de Canterbury.
Me dirigí hacia allá, escuchando la risa de Liam a mis espaldas. Algo se tramaban, pero no contaban con que yo era más astuta.
Las ramas me golpeaban en la cara y mi falda se enredaba en los arbustos, tenía el cabello revuelto por el ajetreo de caminar sobre una superficie con piedras y hierbas y pinos que se alzaban sobre mi cabeza.
Dónde estarían, llevaba dando vueltas más de cinco minutos.
Escuché a lo lejos la campana que ponía término al recreo, no los había encontrado así que me rendí. Sólo había un inconveniente, no sabía a donde ir.
Traté de recordar por que árboles había pasado, pero todos eran iguales. Ni siquiera podía distinguir las huellas que dejé de las hojas secas que había en el suelo.
Estaba tan asustada que me puse a llorar. Me senté al lado de un árbol y aferré mis rodillas contra mi pecho. Papá me había contado algunas historias de niños que se perdían y que no aparecían nunca más, era para infundirme miedo y no salir de casa yo sola, ya que una vez me escapé para ir al cine a ver una película. Mis papas me decían que no era seguro que ni yo ni mis hermanas camináramos solas por el parque o que fuéramos a cualquier lado sin supervisión, según ellos nos podían secuestrar para pedir una recompensa. Nunca les creí esa historia, pero la de los niños perdidos sí porque en Peter Pan los niños en verdad se habían extraviado y en Nunca jamás estaba lleno de peligros debido a Garfio.
Yo estaba perdida en medio de un bosque que no debería estar dentro de los límites de una escuela, sola, llorando y seguro con un castigo en cuanto saliera de esta. Si es que lograba salir.
—hannah, ¿eres tú? —me limpié las lágrimas en cuanto escuché mi nombre y me puse de pie en un parpadeo. Frente a mí estaba Harry, con el cabello desordenado y con la chaqueta del uniforme destrozada. En una situación normal lo hubiese ignorado, pero el susto que me llevé al creer que me quedaría sola para siempre en medio del bosque hizo que me lanzara a sus brazos y que no soltara hasta que nos tambaleamos y nos caímos.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó. Me limpié la nariz y me aparté de él, era la primera vez que lo veía tan preocupado y que me dirigía más de dos palabras juntas.
—Buscaba a Sandy.
—¿Para qué?
—Mis amigas y yo le dijimos tonta, me quería disculpar para que no nos acusara, pero los planes no salieron como esperaba —él se levantó y me tendió una mano. Ya no tenía tantos rizos, Anne le había cortado el pelo hace unas semanas, ya que en la escuela no permitían que los hombres llevaran el cabello muy largo. No quería admitirlo, pero la única cosa que me gustaba de Harry eran sus rizos.
—¿Y tú qué haces aquí? —fue mi turno de interrogarlo. Emprendimos marcha lentamente, yo sólo seguí a Harry, esperaba que no estuviera tan perdido como yo.
—Venía con Sandy. Pero era una broma —nos detuvimos y lo miré—. Estaba con dos chicos más grandes y me golpearon para que le hiciera la tarea a Sandy. Creo que eran sus hermanos —sabía a quién se refería, los horrorosos Will y Mark, los hermanos mayores de Sandy y matones oficiales de Westfield. Eran corpulentos y tan estúpidos como su hermana.
—¿Y qué les dijiste? —su historia era mucho más interesante que la mía, y a pesar del odio que le tenía, cierta parte de mí tenía pena.
—Que no, por eso estoy así —se señaló así mismo y me fijé que tenía un moretón en la mandíbula.
—Así que los dos nos perdimos por culpa de ella. No me molestaría que dejaras de darle las respuestas en las clases de literatura, después de lo que te hizo.
—Mira quién lo dice —me dijo con tono de burla. Ya volvía a ser el niño antipático de siempre.
—En mi defensa…—no tenía nada con lo que excusarme. Guardé silencio, esperando a que Harry olvidara lo que yo había dicho— ¿Sabes por dónde vamos? —cambié de tema.
—Sí, sólo sígueme —para mí eso era suficiente. Harry no podía hacerme nada, de lo contrario despedirían a su madre, así que en cierta manera estaba segura a su lado.
Caminamos un rato más y noté como la espesura de los arbustos se despejaba, alcanzaba a ver las torres del castillo y la campana en la ventana más alta.
Nuestra siguiente clase era matemáticas, cuando entramos a la sala despeinados, sucios y con la ropa rasgada, la maestra casi se desmayó. Nos envió a la dirección y tuvimos que explicarle lo sucedido al director. Dijimos la verdad.
Desde ese día Sandy odio incluso más a Harry que yo, lo estimé un poco más por haberme salvado y la maestra cambió de puesto a esos dos. Harry se sentó con Fátima y Sandy con Mike Grey, un niño pelirrojo que comía pegamento y que escupía al hablar. Sin embargo, Sandy no se quedó de brazos cruzados.
Al otro día, descubrió que Harry era hijo de mi niñera y mi duda fue resuelta. Se burló de él frente a toda la clase, no descansó ni un día, le hizo la vida imposible junto con sus hermanos. Hasta que una mañana Harry no se subió en el mismo auto que nosotras para ir a la escuela, sino que se fue de la mano de Gemma en la dirección contraria. Esa tarde, cuando le pregunté a Anne el por qué Harry no fue a la escuela, me dijo que él le había rogado para que lo cambiara a una escuela pública. Y ahí fue cuando comenzó mi eterna enemistad contra Sandy Dale.
9 años
Abi estaba sentada conmigo en la clase de literatura, enfrente estaban Fátima y Sol, y en el primer puesto al lado de la mesa de la maestra se encontraba Harry.
Había pasado un año desde que él llegó y las cosas se complicaron bastante en mi vida. Resultó que Harry era un estudiante ejemplar y se llevaba de las mil maravillas con Lily haciendo los deberes y realizando proyectos. Con Holly las cosas eran casi iguales, lo del empujón cuando se conocieron quedó en el olvido y Harry se comportaba como el hermano mayor de mi hermana. Pero conmigo ni siquiera se atrevía a mirarme directamente a los ojos, la última vez que lo hizo fue cuando se disculpó con Holly, desde ese día en adelante me evitaba, me dirigía la palabra sólo cuando era necesario y trataba en lo posible de no estar en la misma habitación que yo.
¿Acaso olía mal? ¿Era fea? ¿O no le agradaba?
Era como vivir con un fantasma, sabía que estaba ahí pero no lo podía ver. Era un niño despreciable. Nada comparado con su madre, la mejor niñera que haya tenido, salvo por el pequeño detalle de que aún no me dejaba comer galletas después de las ocho.
Sin embargo, desde la misteriosa aparición de esas galletas frente a mi puerta, cada vez que hacía una pataleta, a la medianoche unas galletas sobre una servilleta tocaban mi puerta. Comencé a creer seriamente que el hada de las galletas con chispas de chocolate existía.
La maestra leía un aburrido poema. Puse cara de concentrada, pero en realidad estaba pensando en como convencer a mi mamá para que me dejara ir a la casa de Fátima esta tarde con Sparks. Seguramente me diría “lleva a Harry”. Antes me molestaba que me obligara a ir a todos lados con Holly, pero misteriosamente se le metió en la cabeza que el niño rizos podía ser mi amigo. Error, él jamás lo sería.
No me gustaba la idea de que él fuera a la misma escuela que yo, por alguna razón que estaba fuera de mis conocimientos mis padres le pagaban la educación a Harry y a Gemma. Para Navidad les daban regalos, los dejaban comer en la misma mesa que a nosotros y eran libres de reglas y listas de alergias y cosas que se debían hacer.
—hannah, podrías decirle a la clase de qué se trataba el poema —salté en mi asiento y me aparté un mechón rubio de cabello que caía sobre mi frente. Cuarenta pares de ojos se giraron a mirarme, recordé que la abuela siempre me decía que si no sabía algo sonriera y me echara el cabello hacia atrás con delicadeza.
Lo hice como me había enseñado, pero no pareció surgir efecto. La sonrisa era más parecida a una mueca sarcástica y cuando me iba a echar el cabello hacia atrás, se me enredaron los dedos entre éstos.
Escuché algunas risas, la más fuerte era la de Sandy Dale, que estaba sentada junto a Harry. Ella le susurró algo al oído y se rio más fuerte, pero a Harry no pareció hacerle gracia.
—Te estamos esperando, hannah —me dijo la maestra, caminando hasta mi puesto con la mirada que ponían las personas cuando hablaban con un enfermo mental. Eso me molestó.
Miré hacia el lado y Abi se encogió de hombros, ella tampoco había prestado atención. Sol y Fátima tampoco sabían, negaban con la cabeza para que no les preguntara nada.
Sentí ganas de llorar, la maestra me estaba avergonzando.
—¡hannah descerebrada! —gritó Sandy desde el primer puesto. Toda la clase estalló en carcajadas, excepto mis amigas y Harry, que seguía tan serio como en un funeral.
En una mirada fugaz que le lancé, vi como el gesticulaba algo con los labios. Me estaba mirando directamente y decía algo. Aproveché que todos reían y que la maestra trataba de hacerlos callar para entender el mensaje.
“Amor”, eso le entendí.
—Amor —dije en voz alta en el preciso momento en que se hizo un silencio en la sala.
—¿Cómo dices, hannah? —me preguntó la maestra.
—Dije que el poema es de amor —le repetí.
Ella se dio media vuelta a mirar al resto de la clase y caminó hasta el frente de la pizarra.
—Harry, ¿por qué el poema es de amor? —le preguntó la maestra.
—Porque se compara a la amada con el verano, señalando que ella es mejor que eso —la clase seguía en silencio y vi como mis compañeros asentían. A Harry siempre le daban la razón, podía tratarse de zombies el poema, pero si él decía que era de amor y unas cuantas cosas más, todos le creían.
Pero resultó que estaba en lo correcto, porque la maestra sonrió y escribió en la pizarra el título del poema.
—Muy buena interpretación, Harry. Es un poema complicado, ya que es de uno de los más grandes escritores de la historia.
Leí lo que estaba en la pizarra y decía: “A un día de verano compararte”.
—Abigail, dinos ¿quién es el autor de este poema? —al igual que conmigo, todos miraron a Abi. Ella se puso nerviosa, comenzó a jugar con el lápiz que tenía en las manos y se mordió el labio. No tenía la menor idea.
Volví a mirar a Harry, con la esperanza de que le dijera la respuesta a Abi. Mas no lo hizo, se quedó mirando a mi prima al igual que Sandy, con una sonrisa burlona.
Lo estaba haciendo otra vez, se creía mejor que el resto sólo por ser más listo. Me pregunté que pensaría Sandy si descubriera que Harry era el hijo de mi niñera y no el de un gran empresario que vivía en Londres, como todos creían.
Pudo haberme ayudado hace un momento, pero eso no afectaba en nada a la idea que me formaba sobre él si después se burlaba de mi prima.
—No lo sé, maestra —respondió Abi. Suspiré decepcionada y fulminé con la mirada a Harry. Ya se las vería conmigo.
—¿Alguien lo sabe? —preguntó de forma general la maestra.
—William Shakespeare —gritó Sandy. Seguro que Harry le había dicho la respuesta, ella era tan tonta como la estúpida mochila de Barbie que tenía detrás de su silla.
La maestra la felicitó y le dio una estrella a su mesa. Cuando finalizaba el mes, había reunión de apoderados, se sentaban en el puesto de sus hijos y veían cuantas estrellas tenían pegadas a la mesa, era una estrategia para informarles como nos iba en nuestro desempeño académico. Abi tenía cinco, Fátima siete, Sol seis y yo una, que ni siquiera recordaba como la había ganado.
—Sandy es una tonta, sólo quiere llamar la atención de Harry —dijo Fátima en el recreo. Estábamos sentadas sobre el césped de la Academia Westfield, era un castillo grande que antiguamente fue utilizado como centro de fiestas y reuniones importantes dentro de la alta sociedad. Con los años se le perdió el uso y alguien lo compró para poner una escuela exclusiva para los niños de los grandes empresarios de Canterbury. Yo hubiese preferido ir a una escuela pública, por lo que me contaba Ellen, allí los niños eran tan burros como el animal, y eso a mí me venía a la perfección, no soportaba el nivel de exigencia de esta escuela. A los nueve años enseñándonos versos de Shakespeare cuando podríamos leer C.S. Lewis.
Que a Sandy Dale le gustaba Harry no era un secreto, el año pasado en su primer día de clases, Sandy fue la primera en hablarle y le sugirió a la profesora que Harry se podía sentar con ella. No me molestó del todo esa decisión, yo tuve que estar sentada con Harry antes del cambio de puesto, así que de manera anónima se lo agradecía.
—Y lo está logrando de la forma en que lo llama en medio de un examen —dijo Sol. Todas reímos, pero no nos dimos cuenta de que Sandy pasaba por nuestro lado y nos había escuchado. Corrió tan rápido que en menos de unos segundos ya estaba fuera del alcance de nuestra vista.
—Nos metimos en serios problemas —dije.
—¿Por qué? Se lo tenía merecido —me dijo Fátima. Yo negué con la cabeza, ellas no comprendían. Sandy iría donde la maestra y le contaría lo que escuchó, se haría la víctima y a nosotras nos castigarían.
—Me iré a disculpar antes de que esto empeore —les dije, poniéndome de pie.
Ellas se quedaron con la boca abierta e intentaron persuadirme aún sin entender por qué lo hacía. Fui por el mismo camino de Sandy y la busqué. No estaba en los baños, ni en los pasillos, ni en la banca en la que siempre se sentaba con sus amigas, ni en ningún lado.
—¿A quién buscas, hannah Descerebrada? —me preguntó Liam, uno de los amigos de Sandy. Era un chico alto para su edad, de cabello castaño y de rostro amable. El problema estaba en que al lado de Sandy parecía su guardaespaldas.
—A Sandy —le contesté, me guardé “la tonta de tu amiga” para evitar posibles daños, él también podía acusarme a la maestra.
—Yo iría por el bosque de pinos, iba muy triste hacía allá de la mano de Harry —apuntó hacía el patio y desde aquí pude ver la copa de los pinos que se extendían hacia los límites de Canterbury.
Me dirigí hacia allá, escuchando la risa de Liam a mis espaldas. Algo se tramaban, pero no contaban con que yo era más astuta.
Las ramas me golpeaban en la cara y mi falda se enredaba en los arbustos, tenía el cabello revuelto por el ajetreo de caminar sobre una superficie con piedras y hierbas y pinos que se alzaban sobre mi cabeza.
Dónde estarían, llevaba dando vueltas más de cinco minutos.
Escuché a lo lejos la campana que ponía término al recreo, no los había encontrado así que me rendí. Sólo había un inconveniente, no sabía a donde ir.
Traté de recordar por que árboles había pasado, pero todos eran iguales. Ni siquiera podía distinguir las huellas que dejé de las hojas secas que había en el suelo.
Estaba tan asustada que me puse a llorar. Me senté al lado de un árbol y aferré mis rodillas contra mi pecho. Papá me había contado algunas historias de niños que se perdían y que no aparecían nunca más, era para infundirme miedo y no salir de casa yo sola, ya que una vez me escapé para ir al cine a ver una película. Mis papas me decían que no era seguro que ni yo ni mis hermanas camináramos solas por el parque o que fuéramos a cualquier lado sin supervisión, según ellos nos podían secuestrar para pedir una recompensa. Nunca les creí esa historia, pero la de los niños perdidos sí porque en Peter Pan los niños en verdad se habían extraviado y en Nunca jamás estaba lleno de peligros debido a Garfio.
Yo estaba perdida en medio de un bosque que no debería estar dentro de los límites de una escuela, sola, llorando y seguro con un castigo en cuanto saliera de esta. Si es que lograba salir.
—hannah, ¿eres tú? —me limpié las lágrimas en cuanto escuché mi nombre y me puse de pie en un parpadeo. Frente a mí estaba Harry, con el cabello desordenado y con la chaqueta del uniforme destrozada. En una situación normal lo hubiese ignorado, pero el susto que me llevé al creer que me quedaría sola para siempre en medio del bosque hizo que me lanzara a sus brazos y que no soltara hasta que nos tambaleamos y nos caímos.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó. Me limpié la nariz y me aparté de él, era la primera vez que lo veía tan preocupado y que me dirigía más de dos palabras juntas.
—Buscaba a Sandy.
—¿Para qué?
—Mis amigas y yo le dijimos tonta, me quería disculpar para que no nos acusara, pero los planes no salieron como esperaba —él se levantó y me tendió una mano. Ya no tenía tantos rizos, Anne le había cortado el pelo hace unas semanas, ya que en la escuela no permitían que los hombres llevaran el cabello muy largo. No quería admitirlo, pero la única cosa que me gustaba de Harry eran sus rizos.
—¿Y tú qué haces aquí? —fue mi turno de interrogarlo. Emprendimos marcha lentamente, yo sólo seguí a Harry, esperaba que no estuviera tan perdido como yo.
—Venía con Sandy. Pero era una broma —nos detuvimos y lo miré—. Estaba con dos chicos más grandes y me golpearon para que le hiciera la tarea a Sandy. Creo que eran sus hermanos —sabía a quién se refería, los horrorosos Will y Mark, los hermanos mayores de Sandy y matones oficiales de Westfield. Eran corpulentos y tan estúpidos como su hermana.
—¿Y qué les dijiste? —su historia era mucho más interesante que la mía, y a pesar del odio que le tenía, cierta parte de mí tenía pena.
—Que no, por eso estoy así —se señaló así mismo y me fijé que tenía un moretón en la mandíbula.
—Así que los dos nos perdimos por culpa de ella. No me molestaría que dejaras de darle las respuestas en las clases de literatura, después de lo que te hizo.
—Mira quién lo dice —me dijo con tono de burla. Ya volvía a ser el niño antipático de siempre.
—En mi defensa…—no tenía nada con lo que excusarme. Guardé silencio, esperando a que Harry olvidara lo que yo había dicho— ¿Sabes por dónde vamos? —cambié de tema.
—Sí, sólo sígueme —para mí eso era suficiente. Harry no podía hacerme nada, de lo contrario despedirían a su madre, así que en cierta manera estaba segura a su lado.
Caminamos un rato más y noté como la espesura de los arbustos se despejaba, alcanzaba a ver las torres del castillo y la campana en la ventana más alta.
Nuestra siguiente clase era matemáticas, cuando entramos a la sala despeinados, sucios y con la ropa rasgada, la maestra casi se desmayó. Nos envió a la dirección y tuvimos que explicarle lo sucedido al director. Dijimos la verdad.
Desde ese día Sandy odio incluso más a Harry que yo, lo estimé un poco más por haberme salvado y la maestra cambió de puesto a esos dos. Harry se sentó con Fátima y Sandy con Mike Grey, un niño pelirrojo que comía pegamento y que escupía al hablar. Sin embargo, Sandy no se quedó de brazos cruzados.
Al otro día, descubrió que Harry era hijo de mi niñera y mi duda fue resuelta. Se burló de él frente a toda la clase, no descansó ni un día, le hizo la vida imposible junto con sus hermanos. Hasta que una mañana Harry no se subió en el mismo auto que nosotras para ir a la escuela, sino que se fue de la mano de Gemma en la dirección contraria. Esa tarde, cuando le pregunté a Anne el por qué Harry no fue a la escuela, me dijo que él le había rogado para que lo cambiara a una escuela pública. Y ahí fue cuando comenzó mi eterna enemistad contra Sandy Dale.
cami*smile*love*1D
Re: Marry me (adaptada) Harry Styles y Hannah Albot TERMINADA
capitulo 3
10 años
Sol y Fátima no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso. Era repugnante, yo seguía creyendo que eso era sólo un método para traspasarse baba.
Fátima nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso y que ella se lo había dado. A la semana llegó Sol diciendo que consiguió que un niño la besara. Y ahora esperaban mi turno.
Mis labios estaban sellados, no besaría a nadie. No estaba dispuesta a correr ese riesgo, podría contagiarme alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.
—Vamos, no tiene nada de malo. Es la mejor sensación del mundo, son como miles de mariposas en tu estómago… —argumentó Fátima mientras comíamos helado en la terraza de mi casa.
—Y además te tiemblan las rodillas… es tan romántico —siguió Sol y ambas suspiraron a la vez. Yo resoplé y me llevé una gran cucharada de helado a la boca.
—No, gracias. Paso. Y aunque quisiera, jamás lograría que alguien me besara, soy hanna la descerebrada,hanna la torpe, hanna la inútil… —podría seguir nombrando los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería amargarme la tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Lily me decía que no les prestara atención, que nuestro padre era el jefe del de ellos y que si me apetecía podía hacer lo que quisiera. Lily se estaba transformando en una chica malvada con el correr de los años.
—Bueno, entonces con un niño que no vaya a nuestra escuela —me dijo Fátima y algo se encendió en su mirada. Noté que Sol estaba con el mismo rostro cómplice, se miraron y sonrieron.
—Y que esté cerca, que te conozca y que se muera por ti. ¿Se te ocurre alguien Fati? —preguntó Sol. Me estaban asustando, sonreían de una manera amenazadora.
—Sea quién sea, no lo haré. Sólo tengo diez años, quiero vivir mi infancia sin enredos amorosos.
—¡Hanna, es normal! —exclamó Fátima. Que testarudas eran mis amigas.
—¡No lo haré! —les grité—. No besaré a nadie.
—Bien, si esa es tu decisión —Sol se cruzó de brazos y miró de soslayo a Fátima, quien hizo lo mismo y se pusieron de pie—. No beses a nadie, no te podemos obligar. Pero… nunca mencionaste algo sobre si un niño te besara.
—¡No, no, no, no! —les espeté.
Las corrí de mi casa y les dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente.
A la mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Harry. Desde que se cambió de escuela se había vuelto más esquivo. Intenté hablarle y decirle que haría sufrir a Sandy, pero él parecía estar en otro mundo, así que desistí y en semanas las cosas quedaron como antes.
Saludé a Ellen, que me preparaba un tazón con cereales y pan tostado, y le dediqué una fría mirada a Harry como unos buenos días. Sin embargo, a diferencia de los otros días, él no se levantó de su silla y dejó su comida a medio terminar, sino que se quedó allí con la mirada perdida observando su cuchara.
—Hanna, quiero hablar contigo —me dijo de repente. Ellen nos miró y sonrió.
—Le llevaré el desayuno a tu madre, Hanna —tomó una bandeja con una taza de café y unos pastelitos de fresas y salió, dejándonos solos.
—¿Qué quieres?
Él se acomodó en su silla y presencié algo que nunca esperé por parte de él: inseguridad.
Abrí la boca como tonta, Harry el niño listo de todos los tiempos estaba nervioso. No pude evitar reírme.
—¿De qué te ríes? —me preguntó.
—De nada —le respondí, pero no pareció muy convencido. Jugó unos minutos más con la cuchara y se puso de pie con la cabeza gacha. Incliné mi cabeza para mirarlo a los ojos y me fijé que sus mejillas estaban encendidas.
—Harry, ¿qué te ocurre? —pero antes de responderme, se abalanzó sobre mi y chocó su boca contra mi ojo—¡¿Me quieres dejar ciega?!
¿Qué había intentado hacer? Casi asesina a mi pobre ojo.
Me tapé el ojo herido con la mano y lo observé. Estaba de pie frente a mí e incluso más colorado que antes.
En eso, volvió Ellen. Tenía una sonrisa en el rostro y tarareaba una canción alegre, pero quedó en silencio al vernos a nosotros.
—¿Qué te pasó en el ojo, Hanna? —preguntó al darse cuenta que cubría mi ojo.
—Harry me golpeó —le contesté.
—¡No, yo sólo trataba de…! —guardó silencio, no terminó de decir la frase.
—De asesinarme, eso querías —le dije, exagerando la situación.
—Hanna, cariño. No creo que Harry haya querido asesinarte, ¿verdad, Harry?
—Por supuesto que no, yo jamás te haría daño —me calmé unos segundos y en ese preciso momento, apareció Anne en la puerta de la cocina.
—Chicos, ¿no me oyen? Hanna el auto está esperándote y Harry, tu hermana se irá si no te apresuras.
Lo fulminé con el ojo bueno y me encaminé hasta el auto. Afuera se escuchaban los bocinazos que daba Lily porque no me apuraba.
—¡¿Tienes los pies de lana, Hanna? Debo dar un examen muy importante y necesito llegar a tiempo! —gritaba a todo pulmón por la ventanilla. Me subí e ignoré las quejas de mi hermana. Las hormonas la estaban volviendo loca, era lo más seguro.
Cuando llegamos, Lily se escapó a su clase para estudiar antes de su examen y yo tuve que ir a dejar a Holly a su salón. Este era su primer año y el castillo la aterraba.
Después de soportar el llanto de Holly, el berrinche que armó para que no la dejara, me fui finalmente a la primera clase del día: Literatura.
—Hanna, ¿ya pensaste lo del beso? —me preguntó Fati cuando llegué. Yo le había advertido que no me hablara hasta que dejara de molestar con eso. Hice oídos sordos y me senté al lado de Abi como si nada hubiese sucedido.
—¿Qué pasó ahora? —inquirió mi prima.
—Nada —le respondí.
—¿Qué tienes en el ojo? Está hinchado —me dijo Abi, con cierto terror en la voz. Yo me toqué el ojo, y en efecto, estaba hinchado.
—Y morado —agregó Fátima.
Mataría a Harry cuando volviera a casa.
Desde la torre más alta sonó la campana anunciando que las clases comenzarían. Sol llegó atrasada y la maestra le quitó una estrella.
Pasé toda la mañana ideando formas para torturar a Harry y quitarme a mis amigas de encima. Cuando la clase terminó, estaba guardando mis cosas hasta que la maestra me llamó.
—Hanna, Mike ¿podrían venir un momento? —miré a Mike de reojo. Seguía sentado con Sandy, pero ya no comía pegamento. Incluso, se comportaba como un niño normal.
Caminamos hasta el escritorio de la maestra y le hice señas a Abi para que supiera que me esperara en el mismo sitio de siempre.
—Necesito que le entreguen esto a sus padres —nos dijo. Nos entregó un sobre blanco a cada uno y nos dedicó una mirada severa.
Ambos asentimos y yo guardé el sobre en mi mochila.
A la salida, la curiosidad por saber que decía el sobre me estaba desesperando.
—Hanna, hoy vamos a tu casa —me dijeron Fátima y Sol. Con el asunto del sobre, olvidé que estaba haciéndoles la ley del hielo y dejé que se subieran al auto que me iba a recoger.
Abi se nos unió y junto con mis hermanas, nos marchamos.
Apenas pusieron un pie dentro de mi casa y Sol y Fati comenzaron a preguntar por Harry. No le di importancia y las dejé que lo buscaran. Yo tenía otros asuntos que tratar.
—¡Anne! —grité. Pero ella no respondió.
Mis padres nunca asistían a las reuniones de la escuela, así que la carta estaba dirigida para Anne.
Como no lo resistía más, saqué el sobre de mi mochila y lo abrí.
—¿Qué es eso? —me preguntó Abi. Le dije que se acercara para leerla conmigo.
Pero fue un error, porque en seguida la vergüenza hizo que soltara el papel y que me dieran ganas de llorar.
—Eso no es posible, Hanna —exclamó Abi. Pero si que lo era.
Ya no prestaba atención en clases, no hacía mis tareas, ni los proyectos. Era obvio que en algún momento esto ocurriría.
Había reprobado el año y tendría que repetirlo el que seguía.
Seguro que Mike también había repetido el año.
Anne iba a matarme cuando se enterara.
—¿Qué vas a hacer, Hanna? —me preguntó Abi, después de que la sorpresa se nos pasara.
—Convertirme en la mejor amiga de Mike, no pienso estar sola el próximo año.
Ella puso los ojos en blanco y supo que ya lo había superado.
¿De qué me serviría el colegio? De nada, sólo desperdiciaba años de mi vida encerrada en una habitación con niños estúpidos, cuando podría estar viendo televisión en mi casa.
—Ni una palabra a nadie, Abi. Si no se los cuento, no se enterarán.
Abi asintió e hicimos el juramento del dedito.
Fuimos hasta la terraza para encontrarnos con Fati y Sol, pero ellas no estaban allí.
—¿Dónde se metieron ahora?
Las buscamos por todas partes, pero no podíamos hallarlas. Hasta que recordé que estaban tras la pista de Harry.
Con Abi, fui hasta la habitación de Harry a ver si estaban allí mis amigas.
—Para la próxima, no seas tan precipitado… —escuché. La voz era de Fati y venía de adentro del cuarto. La puerta estaba entreabierta y alcanzaba a escuchar la conversación.
—No habrá próxima, ella cree que intenté asesinarla… —decía Harry.
—Esa niña cada día está más loca —dijo Sol.
—¿De que están hablando? —me susurró Abi. Le hice una señal para que guardara silencio.
—Tienes que besarla, Harry. Ahora, ya —exclamó Fati.
Me tapé la boca para no gritar y agarré a Abi del brazo para llevármela hasta mi habitación.
—Ese… ahhhh.. y ellas… todo era un plan… por eso en la mañana…. Debí sospecharlo —comencé a gritar en cuanto me tiré encima de mi cama.
—No sé de qué estás hablando —me dijo Abi.
Le expliqué todo y ella estuvo de acuerdo conmigo. Además, cuando yo besara a alguien, la siguiente víctima sería Abi, así que se unió en mi lucha.
—¿Y qué harás?
—No lo sé.
(…)
Había pasado una semana desde que descubrí que mis amigas le habían dicho a Harry que me besara. Aún pensaba en lo que ellas le dijeron para que él aceptara su propuesta.
Comencé a hacerme amiga de Mike, él me había dicho que sus padres le dieron una paliza cuando se enteraron que reprobó el año. Era un niño muy agradable y su cabello parecía encenderse cada vez que se colocaba bajo el Sol.
—Mike, ¿quieres venir a mi casa a jugar? —le pregunté cuando estábamos en Arte. Él aceptó encantando, me dijo que era la única persona de la escuela que le hablaba.
Ese día sólo Mike fue a mi casa, y fue un alivio para mí.
Harry no lo saludó cuando lo vio. Estaba segura de que lo recordaba, pero por alguna razón lo ignoraba.
Pasamos la tarde viendo películas y jugando videojuegos, mientras Harry nos miraba desde una mesa con cinco libros abiertos haciendo un trabajo para su escuela.
Entonces se me ocurrió una idea.
Conocía a la perfección a Sol y a Fati, y sabía de antemano que harían hasta lo imposible para que besara a Harry. Pero ella querían que besara a alguien, al fin y al cabo.
—Mike.
—Dime…—y antes de que dijera algo más, lo besé.
Fue simple, cortó y preciso. Me separé antes de que me dieran arcadas y le sonreí para no quedar en evidencia de que no me agradaba para nada haberlo besado.
Él tenía los ojos como platos y comenzó a sonrojarse.
Miré disimuladamente a Harry, tenía la misma expresión que Mike, a diferencia de que sabía que su rostro no estaba rojo de vergüenza.
10 años
Sol y Fátima no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso. Era repugnante, yo seguía creyendo que eso era sólo un método para traspasarse baba.
Fátima nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso y que ella se lo había dado. A la semana llegó Sol diciendo que consiguió que un niño la besara. Y ahora esperaban mi turno.
Mis labios estaban sellados, no besaría a nadie. No estaba dispuesta a correr ese riesgo, podría contagiarme alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.
—Vamos, no tiene nada de malo. Es la mejor sensación del mundo, son como miles de mariposas en tu estómago… —argumentó Fátima mientras comíamos helado en la terraza de mi casa.
—Y además te tiemblan las rodillas… es tan romántico —siguió Sol y ambas suspiraron a la vez. Yo resoplé y me llevé una gran cucharada de helado a la boca.
—No, gracias. Paso. Y aunque quisiera, jamás lograría que alguien me besara, soy hanna la descerebrada,hanna la torpe, hanna la inútil… —podría seguir nombrando los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería amargarme la tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Lily me decía que no les prestara atención, que nuestro padre era el jefe del de ellos y que si me apetecía podía hacer lo que quisiera. Lily se estaba transformando en una chica malvada con el correr de los años.
—Bueno, entonces con un niño que no vaya a nuestra escuela —me dijo Fátima y algo se encendió en su mirada. Noté que Sol estaba con el mismo rostro cómplice, se miraron y sonrieron.
—Y que esté cerca, que te conozca y que se muera por ti. ¿Se te ocurre alguien Fati? —preguntó Sol. Me estaban asustando, sonreían de una manera amenazadora.
—Sea quién sea, no lo haré. Sólo tengo diez años, quiero vivir mi infancia sin enredos amorosos.
—¡Hanna, es normal! —exclamó Fátima. Que testarudas eran mis amigas.
—¡No lo haré! —les grité—. No besaré a nadie.
—Bien, si esa es tu decisión —Sol se cruzó de brazos y miró de soslayo a Fátima, quien hizo lo mismo y se pusieron de pie—. No beses a nadie, no te podemos obligar. Pero… nunca mencionaste algo sobre si un niño te besara.
—¡No, no, no, no! —les espeté.
Las corrí de mi casa y les dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente.
A la mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Harry. Desde que se cambió de escuela se había vuelto más esquivo. Intenté hablarle y decirle que haría sufrir a Sandy, pero él parecía estar en otro mundo, así que desistí y en semanas las cosas quedaron como antes.
Saludé a Ellen, que me preparaba un tazón con cereales y pan tostado, y le dediqué una fría mirada a Harry como unos buenos días. Sin embargo, a diferencia de los otros días, él no se levantó de su silla y dejó su comida a medio terminar, sino que se quedó allí con la mirada perdida observando su cuchara.
—Hanna, quiero hablar contigo —me dijo de repente. Ellen nos miró y sonrió.
—Le llevaré el desayuno a tu madre, Hanna —tomó una bandeja con una taza de café y unos pastelitos de fresas y salió, dejándonos solos.
—¿Qué quieres?
Él se acomodó en su silla y presencié algo que nunca esperé por parte de él: inseguridad.
Abrí la boca como tonta, Harry el niño listo de todos los tiempos estaba nervioso. No pude evitar reírme.
—¿De qué te ríes? —me preguntó.
—De nada —le respondí, pero no pareció muy convencido. Jugó unos minutos más con la cuchara y se puso de pie con la cabeza gacha. Incliné mi cabeza para mirarlo a los ojos y me fijé que sus mejillas estaban encendidas.
—Harry, ¿qué te ocurre? —pero antes de responderme, se abalanzó sobre mi y chocó su boca contra mi ojo—¡¿Me quieres dejar ciega?!
¿Qué había intentado hacer? Casi asesina a mi pobre ojo.
Me tapé el ojo herido con la mano y lo observé. Estaba de pie frente a mí e incluso más colorado que antes.
En eso, volvió Ellen. Tenía una sonrisa en el rostro y tarareaba una canción alegre, pero quedó en silencio al vernos a nosotros.
—¿Qué te pasó en el ojo, Hanna? —preguntó al darse cuenta que cubría mi ojo.
—Harry me golpeó —le contesté.
—¡No, yo sólo trataba de…! —guardó silencio, no terminó de decir la frase.
—De asesinarme, eso querías —le dije, exagerando la situación.
—Hanna, cariño. No creo que Harry haya querido asesinarte, ¿verdad, Harry?
—Por supuesto que no, yo jamás te haría daño —me calmé unos segundos y en ese preciso momento, apareció Anne en la puerta de la cocina.
—Chicos, ¿no me oyen? Hanna el auto está esperándote y Harry, tu hermana se irá si no te apresuras.
Lo fulminé con el ojo bueno y me encaminé hasta el auto. Afuera se escuchaban los bocinazos que daba Lily porque no me apuraba.
—¡¿Tienes los pies de lana, Hanna? Debo dar un examen muy importante y necesito llegar a tiempo! —gritaba a todo pulmón por la ventanilla. Me subí e ignoré las quejas de mi hermana. Las hormonas la estaban volviendo loca, era lo más seguro.
Cuando llegamos, Lily se escapó a su clase para estudiar antes de su examen y yo tuve que ir a dejar a Holly a su salón. Este era su primer año y el castillo la aterraba.
Después de soportar el llanto de Holly, el berrinche que armó para que no la dejara, me fui finalmente a la primera clase del día: Literatura.
—Hanna, ¿ya pensaste lo del beso? —me preguntó Fati cuando llegué. Yo le había advertido que no me hablara hasta que dejara de molestar con eso. Hice oídos sordos y me senté al lado de Abi como si nada hubiese sucedido.
—¿Qué pasó ahora? —inquirió mi prima.
—Nada —le respondí.
—¿Qué tienes en el ojo? Está hinchado —me dijo Abi, con cierto terror en la voz. Yo me toqué el ojo, y en efecto, estaba hinchado.
—Y morado —agregó Fátima.
Mataría a Harry cuando volviera a casa.
Desde la torre más alta sonó la campana anunciando que las clases comenzarían. Sol llegó atrasada y la maestra le quitó una estrella.
Pasé toda la mañana ideando formas para torturar a Harry y quitarme a mis amigas de encima. Cuando la clase terminó, estaba guardando mis cosas hasta que la maestra me llamó.
—Hanna, Mike ¿podrían venir un momento? —miré a Mike de reojo. Seguía sentado con Sandy, pero ya no comía pegamento. Incluso, se comportaba como un niño normal.
Caminamos hasta el escritorio de la maestra y le hice señas a Abi para que supiera que me esperara en el mismo sitio de siempre.
—Necesito que le entreguen esto a sus padres —nos dijo. Nos entregó un sobre blanco a cada uno y nos dedicó una mirada severa.
Ambos asentimos y yo guardé el sobre en mi mochila.
A la salida, la curiosidad por saber que decía el sobre me estaba desesperando.
—Hanna, hoy vamos a tu casa —me dijeron Fátima y Sol. Con el asunto del sobre, olvidé que estaba haciéndoles la ley del hielo y dejé que se subieran al auto que me iba a recoger.
Abi se nos unió y junto con mis hermanas, nos marchamos.
Apenas pusieron un pie dentro de mi casa y Sol y Fati comenzaron a preguntar por Harry. No le di importancia y las dejé que lo buscaran. Yo tenía otros asuntos que tratar.
—¡Anne! —grité. Pero ella no respondió.
Mis padres nunca asistían a las reuniones de la escuela, así que la carta estaba dirigida para Anne.
Como no lo resistía más, saqué el sobre de mi mochila y lo abrí.
—¿Qué es eso? —me preguntó Abi. Le dije que se acercara para leerla conmigo.
Pero fue un error, porque en seguida la vergüenza hizo que soltara el papel y que me dieran ganas de llorar.
—Eso no es posible, Hanna —exclamó Abi. Pero si que lo era.
Ya no prestaba atención en clases, no hacía mis tareas, ni los proyectos. Era obvio que en algún momento esto ocurriría.
Había reprobado el año y tendría que repetirlo el que seguía.
Seguro que Mike también había repetido el año.
Anne iba a matarme cuando se enterara.
—¿Qué vas a hacer, Hanna? —me preguntó Abi, después de que la sorpresa se nos pasara.
—Convertirme en la mejor amiga de Mike, no pienso estar sola el próximo año.
Ella puso los ojos en blanco y supo que ya lo había superado.
¿De qué me serviría el colegio? De nada, sólo desperdiciaba años de mi vida encerrada en una habitación con niños estúpidos, cuando podría estar viendo televisión en mi casa.
—Ni una palabra a nadie, Abi. Si no se los cuento, no se enterarán.
Abi asintió e hicimos el juramento del dedito.
Fuimos hasta la terraza para encontrarnos con Fati y Sol, pero ellas no estaban allí.
—¿Dónde se metieron ahora?
Las buscamos por todas partes, pero no podíamos hallarlas. Hasta que recordé que estaban tras la pista de Harry.
Con Abi, fui hasta la habitación de Harry a ver si estaban allí mis amigas.
—Para la próxima, no seas tan precipitado… —escuché. La voz era de Fati y venía de adentro del cuarto. La puerta estaba entreabierta y alcanzaba a escuchar la conversación.
—No habrá próxima, ella cree que intenté asesinarla… —decía Harry.
—Esa niña cada día está más loca —dijo Sol.
—¿De que están hablando? —me susurró Abi. Le hice una señal para que guardara silencio.
—Tienes que besarla, Harry. Ahora, ya —exclamó Fati.
Me tapé la boca para no gritar y agarré a Abi del brazo para llevármela hasta mi habitación.
—Ese… ahhhh.. y ellas… todo era un plan… por eso en la mañana…. Debí sospecharlo —comencé a gritar en cuanto me tiré encima de mi cama.
—No sé de qué estás hablando —me dijo Abi.
Le expliqué todo y ella estuvo de acuerdo conmigo. Además, cuando yo besara a alguien, la siguiente víctima sería Abi, así que se unió en mi lucha.
—¿Y qué harás?
—No lo sé.
(…)
Había pasado una semana desde que descubrí que mis amigas le habían dicho a Harry que me besara. Aún pensaba en lo que ellas le dijeron para que él aceptara su propuesta.
Comencé a hacerme amiga de Mike, él me había dicho que sus padres le dieron una paliza cuando se enteraron que reprobó el año. Era un niño muy agradable y su cabello parecía encenderse cada vez que se colocaba bajo el Sol.
—Mike, ¿quieres venir a mi casa a jugar? —le pregunté cuando estábamos en Arte. Él aceptó encantando, me dijo que era la única persona de la escuela que le hablaba.
Ese día sólo Mike fue a mi casa, y fue un alivio para mí.
Harry no lo saludó cuando lo vio. Estaba segura de que lo recordaba, pero por alguna razón lo ignoraba.
Pasamos la tarde viendo películas y jugando videojuegos, mientras Harry nos miraba desde una mesa con cinco libros abiertos haciendo un trabajo para su escuela.
Entonces se me ocurrió una idea.
Conocía a la perfección a Sol y a Fati, y sabía de antemano que harían hasta lo imposible para que besara a Harry. Pero ella querían que besara a alguien, al fin y al cabo.
—Mike.
—Dime…—y antes de que dijera algo más, lo besé.
Fue simple, cortó y preciso. Me separé antes de que me dieran arcadas y le sonreí para no quedar en evidencia de que no me agradaba para nada haberlo besado.
Él tenía los ojos como platos y comenzó a sonrojarse.
Miré disimuladamente a Harry, tenía la misma expresión que Mike, a diferencia de que sabía que su rostro no estaba rojo de vergüenza.
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