antisocial teenager ✌

▬ Zoe es zurda y usa lentes de contacto.
▬ La música de Bruno Mars es su favorita.
▬ No sabe nada de sus padres desde hace un poco más de un año.
▬ Le gusta mucho mirar deportes.
▬ Zoe nunca ha salido del país.
▬ Es cristiana.
▬ Ama los animales.

A Zoe le gustan las cosas simples, es alguien que disfruta de su vida tal cual y es optimista, así que le gusta disfrutar y pasarla bien. Adora las cosas pequeñas, aquellas que son como mirar el atardecer con algún amigo o tomar jugo de naranja recién exprimido. Se puede decir que ama bailar, pasar buenos ratos y comer, principalmente, galletas con chispas de chocolate. Escuchar música y leer son cosas que la relajan. Tiene los típicos gustos de alguien normal.
En cuanto a las cosas que le disgustan y desagradan, podemos decir que las personas arrogantes y malcriadas son son sus favoritas, mucho menos cuando suelen pasar por encima a los demás. Los chicos así tampoco le gustan, mucho menos, ella siempre busca alguien que pueda tener una conversación más que otra cosa. Odia la tensión sexual y las personas puramente sexuales, ella no es virgen, pero no cree que el sexo sea algo de una noche y no más.

Las distintas situaciones por la que la ha puesto la vida no la han hecho menos optimista, y al contrario, han hecho de Zoe Irwin una persona con grandes valores.
Trabajar para sobrevivir y lograr su cometido son cosas que sólo se logran con esfuerzo, esfuerzo que Zoe entiende. La castaña no es como las demás chicas de diecisiete años de su edad; aprendió a madurar y a tomar decisiones importantes a los dieciséis, cuando decidió cambiar su vida por completo y abandonar su realidad. No obstante, su madurez no la vuelve una chica aburrida: ella sabe como divertirse.
Que haya vivido en el campo toda su vida no la convierte en una chica estúpida. Zoe es inteligente, capaz y sobre todo, es de esas chicas que dan todo de sí mismas para triunfar, lo cual tiene como producto una cosa: triunfos. Zoe conoce el sabor del esfuerzo, y aún no entiende como hay personas que tengan todo sin siquiera mover un dedo. Es demasiado justa, leal y valiente.
Ella no tiene pelos en la lengua para decir lo que piensa. No es tímida ni mucho menos, se enfrenta a todo con una sonrisa en el rostro. Le encantan los retos y poder demostrar su valencia, sin dudas es una chica que nunca, pero absolutamente nunca, bajará los brazos. Es demasiado perseverante y optimista, siempre tiene algo bueno que decir, sabe dar excelentes consejos, y sus palabras siempre lograrán hacerte sentir mejor. Lastimosamente, y su pesar, no es muy sincera, y no tiene inconveniente si debe mentir para salvar su pellejo. Aún así, ella trata de sacarle todo lo positivo a la situación, aunque ésta sea totalmente mala. No puede no decir lo que piensa, pero siempre trata de dar optimismo a todo.
La mayoría del tiempo, Zoe es tranquila, claro, a menos que la hagas enojar. No es del tipo de chica que se enoja con facilidad, pero hay cierta clase de personas que la irritan fácilmente, principalmente los chicos. En cuanto a la actividad, Zoe siempre va a de un lado a otro buscando algo que hacer, se aburre con frecuencia y rapidez, por lo que siempre trata de tener su mente ocupada en algo.
Se puede decir que ella también es muy sarcástica e irónica, no es arrogante aunque muchos crean que lo sea, al contrario, Zoe es totalmente fresca y agradable, fácil a la hora de hacer amigos. Aún así, aquello no significa que trate a todos bien, puesto que no le da vergüenza decir un insulto frente a todos ni se preocupa por lo que piensen los demás, no acepta un “no” por respuesta y es activa. Se puede decir que le encanta divertirse. Busca soluciones de forma rápida, es práctica y sagaz.

Zoe Victoria es hija de un pastor protestante, y de una modista, ambos radicados en, Australia. Nació el 4 de julio, día de la independencia americana; y es la del medio de cinco hermanos, contándose ella.
Si bien, no hay muchos datos interesantes sobre su infancia, se puede catalogar a Zoe como la oveja negra de su familia. Mientras todos oraban, la castaña estaba en el patio leyendo o jugando. Se crió en una granja, vale decir, y su padre era el único sacerdote de la iglesia protestante, la cual quedaba a diez minutos cabalgando.
Vivir en el campo le resultaba enormemente divertido, estar en contacto con la naturaleza y con los animales era algo que le encantaba. También, estar lejos del ruido y vivir en tranquilidad. Sus amigos estaban a un par de millas de distancia, igual que su escuela, por lo que los fines de semana, se quedaba a dormir en casa de ellos, o viceversa.
No obstante, en medio de su adolescencia y con la llegada de una televisión a color y con cable a la granja, Zoe se dio cuenta que había cosas mucho más interesantes en la vida a lo que ella estaba acostumbrada. Cuando sus padres se dormían, aquella Zoe de catorce años se escapaba a hurtadillas a ver un reality de baile que emitían a la medianoche, y también, para ver aquellas películas que su padre no consideraba aptas para nadie de la familia. Aprendió sobre lugares, historia, guerras, incluso cocina, mirando televisión. Pero no había nada que le gustase más que ver ese programa de baile, y siendo testaruda, como siempre, Zoe se propuso a sí misma aprender a bailar como esas mujeres de la televisión. Copiaba las rutinas, en un programa que pasaban por la tarde de los domingos, cuando todos estaban en la capilla y ella no.
Un año más tarde, Zoe ya sabía lo básico y un poco más de pasos de baile de cualquier ritmo: hip hop, contemporánea, clásico, salsa… y vio algo que le llamó la atención en una de las publicidades: se buscaban bailarines de relleno para la nueva temporada del programa que acostumbraba a ver. En la pantalla había un número telefónico, dirección de e-mail y otra para el correo de cartas. La castaña no dudó en anotar todos los datos, y como no tenía teléfono –su padre decía que los objetos electrónicos no servían–, se montó en su caballo y llegó a una pequeña estación, donde había teléfonos.
Con quince años, y un gran instinto de querer conocer la gran ciudad, Zoe llamó. Tardaron cerca de cinco minutos en responder, y cuando lo hicieron, Zoe supo que iba a ser su oportunidad para triunfar. Pero se le rieron en la cara cuando dijo que tenía quince, y le dijeron que intentase en tres años más. Desilusionada, volvió a casa y se decidió a probar su valía el próximo año.
Aquella noche, durante la cena y mientras todos hablaban de lo cercano que estaban a las festividades, Zoe comentó que quería ser bailarina, y por segunda vez en el día, se le rieron en la cara también. Su padre la juzgó de “llevada por Satanás” y su madre sólo sonrió cínicamente, sus hermanas se burlaron un rato, pero Zoe juró que quería serlo en serio, y luego su padre dio por cerrado el tema, diciendo que bailar sólo era para haraganes, y por esa razón, castigó a Zoe mandándola a orar por sus pecados y la castigó sin televisión ni salidas por un mes.
Así pasaron los meses y el cinco de julio, un día después de cumplir los dieciséis, la chica se aventuró a volver a comentar sus deseos de ser bailarina, y  esta vez, se atrevió a desobedecer. Por eso, cuando todos dormían, se escabulló de su casa con una cantidad considerable de dinero ahorrado –y ganado, trabajando en la granja y ayudando en el asilo que quedaba a seis millas de su casa–, y dejó sólo una nota que explicaba que se iría a la ciudad para cumplir su sueño.
Mentiría si no dijera que Zoe no estaba asustada, pues lo estaba. Sólo había ido una vez a la ciudad, y tener semejante aventura le daba ganas de dar vuelta, volver a casa y olvidar todo. Pero ella quería cumplir su sueño, y todos estos dos años de bailar a escondidas tenían que valer, de alguna u otra forma.
Zoe vendió su caballo ya estando cerca de la estación de trenes, con la intención de tener un poco más de dinero, luego, compró un pasaje de tren para llegar a su destino, dudando aún cómo iba a hacer para llegar hasta allí. Aún tenía anotada la dirección donde emitían el programa que ella solía ver, y logró llegar allí un par de días después.
Las mentiras nunca fueron lo suyo, pero para trabajar en ese programa debía ser mayor de edad, mintió diciendo que había perdido su documento, y luego de realizar una audición, fue contratada como bailarina de fondo, por un sueldo mínimo y considerables horas de trabajo, más las de práctica. Podemos agregar que la audición que tuvo que hacer no fue precisamente algo solo de baile, sino que Zoe tuvo que someterse a algunas cosas más... sexuales.
Cuando una de sus compañeras de trabajo descubrió su secreto –que no llegaba a la mayoría de edad–, la echaron del trabajo, y Zoe ya no tenía ni sustento económico, ni un lugar para vivir, pues había estado rentando con una de sus otras compañeras de trabajo. Así que se dedicó a tener diversos trabajos para mantenerse. Aún así, no se arrepentía de haber viajado desde tan lejos, ni tampoco de toda la experiencia en el baile adquirida.
Llegó a Dance Academy más por casualidad que por otra cosa, encontró un folleto tirado en el suelo de un bar donde trabajaba, y audicionó, sin esperar nada.