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Hogwarts tiene memoria. (Katheryn Cacciatore)
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
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Hogwarts tiene memoria. (Katheryn Cacciatore)
Nombre: Hogwarts tiene memoria
Autor: Fireworks.Ale_WriterLerman
Adaptación: Algo así. La historia se desarrolla en Hogwarts, de la ingeniosamente de Rowling. En sí, el shot es de un personaje de rp que tengo en un grupo de Facebook y... no sé, me dio por hacerle un shot y aquí está.
Género: Drama en sí, pero puede haber un poco de...nah, drama.
Advertencias: Eh... nada en general, la chica es algo sádica y eso.
Otras páginas: Posiblemente, en metroBlog la publicaré pronto:B
Me gustaría que escucharan ésta melodía mientras leen, en realidad es preciosa y esa escena siempre consigue sacarme mil lágrimas:
(Canción)
Katheryn Cacciatore nunca fue una niña normal. No era dulce, coqueta o agraciada. Era temerosa, elegante y reservada. Sus piernas muestran unas cuantas cicatrices de donde su gato la ha rasguñado o de aquellas veces que ha sido golpeada. Muchas veces ha tropezado mientras trataba de bajar al pueblo muggle por un camino lleno de grandes rocas y hierba que crece a lo loco. Suele visitar el lugar para ir a la playa o comprar cosas necesarias como ropa para pasar los días donde no puede usar una túnica o una capa. Se ha golpeado tantas veces cuando corre por ese terreno rocoso, buscando refugiarse de la mirada de traviesas personas que, curiosas, buscan hablarle. La toman como a un monstruo que viene del bosque. Les resulta completamente extraña. Es un bicho raro para aquellos que la han visto. Se sabe en el pueblo que hay una familia compuesta por un hombre viudo y su hija, que son jodidamente ricos, que se creen más que los demás y no le hablan a nadie además de una familia de extranjeros que viene desde Londres a visitarlos, aún cuando la casa de los Cacciatore está en una pequeña villa en Escocia.
En Hogwarts es una joven arrogante, grosera y altanera. Elegante, que se desliza con gracia por los pasillos, peleando y retándose a duelo con quien sea que se atreva a fastidiarla. Una "matona" que muchos consideran una perra de Slytherin. Está de más decir que los duelos se le dan bien, por eso le temen y le odian en la misma proporcionalidad.
Lejos de todo eso, aquellos que ven a la jovencita no pueden evitar esbosar una sonrisa de lado, discreta, como si dijeran ella es bonita, no puede estar loca, contrario a los comentarios a veces venenosos que sueltan los más desagradables habitantes del lugar. Su aura es misteriosa y siempre se mueve elegante, distante. Tan jodidamente inalcanzable como incluso su mejor amigo, Zayn, llegó a pensar alguna vez.
Pocos han visto la casa de los Cacciatore. Los aldeanos, desde sus casas, sólo pueden ver a lo lejos, en la colina, un punto donde los árboles son más espesos, donde se ve todo más colorido, incluso cuando debería estar seco.
La casa de los Cacciatore se levanta, orgullosa desde la mitad de la colina hasta la punta. Jugueteando con la forma de las piedras, luciendo como una mansión antigua con detalles arquitectónicos que bien pueden pasar desde barrocos a góticos, pero siempre elegantes. Pisos de mármol, 7 niveles. Rejas de hierro forjado, altas y de figuras divertidas. Altos pinos verdes y enormes rosales. Tulipanes holandeses al rededor de toda la construcción. Césped siempre bien cortado. En la torre, aquella torre cuya pared está cubierta por un enorme rosal que impide que por la gran ventana de alféizar se cuelen algunos rayos de sol traviesos, lleno siempre de enormes flores que por alguna extraña razón son de un color negro ébano. Como el cabello de ella. Katheryn Cacciatore, que pasa gran parte del día detrás de esa ventana, observando entre las ramas y flores del rosal, el horizonte. Desde la salida hasta la puesta del sol. Y cuando la noche cae, la luna baña de plata toda la construcción, cada flor y cada árbol. Cada milímetro. Y ahí está Katheryn, aún viendo por la ventana, porque es luna llena y porque no puede evitarlo. No puede evitar desear ver la luna y huir de sus pesadillas. Esas pesadillas que tanto le hacen daño, pero que al final, le recuerdan que está viva, y si bien no siente nada durante el resto del mes, son las pesadillas lo que le recuerdan que aún tiene sentimientos, preocupaciones, deseos.
Y es lo que más odia. Odia no poder controlar todo eso, no poder controlar las dudas que llegan después de que el reloj de la catedral, que ruge como una campana, llegando a alcanzar kilómetros de distancia, o quizá sólo es porque yo escucho bien. Y se siente sola. Siente que no puede más, siente que la garganta le escose, que su estómago se retuerce y quiere un abrazo desesperadamente, pero no lo consigue. Lo único que consigue es el tacto de plata que la luna le regala. E imagina que es su madre esa bola de luz tierna que brilla en lo alto del firmamento, llena. Grande, majestuosa, elegante. Y cierra los ojos, y entonces es su madre la que acaricia su piel con un tacto casi insensible. No es suficiente. Pero por un momento le basta. Y pega su frente al frío cristal de la ventana, extiende su mano hacia la noche fría e intenta alcanzar a tocar la luna.
No lo logra. Pero es lo más cercano que estaré de ella, porque ella sabe que es ella. Su madre, la luna; porque una mujer como Fabella Fiorentinni no puede morir así porque si, porque una mujer como Fabella Fiorentinni debió convertirse en algo más después de abandonar al mundo, y ese algo debe ser la luna. Porque la luna es hermosa, majestuosa, elegante. Como ella. Katheryn lo sabe. Lo sabe porque ha visto una fotografía mágica que sus abuelos paternos (a quienes no conoce en persona) le enviaron con una lechuza . En la fotografía se aprecia una cabellera larguísima, descontrolada y llena de rizos azabache, y luego la dueña de este hermoso cabello se gira en un movimiento rápido y le sonríe a la cámara. Primero una sonrisa suave, que termina siendo una carcajada, enseñando sus blancos dientes. Una sonrisa atractiva. Sus ojos son enormes y muy expresivos. Es hermosa. Y sabe que es elegante por la capa negra que viste, y sabe que es majestuosa por la forma en la que ríe. Y Katheryn sabe que es ella. La única cuya belleza puede compararse a la de la luna, la única cuya belleza simula a una rosa. De esas que crecen al sur, enormes y rojas. Por eso sabe que Fabella es esa mujer para la cual van dirigidos todos los poemas de amor que ha escuchado. Porque, ¿quién en su sano juicio no se enamoraría de esa risa, de esos ojos expresivos, esas mejillas sonrojadas y ese cabello despeinado? Tendría que estar loco, se responde constantemente.
Guarda la foto entre las páginas de La Dama de las Camelias. Y nadie sabe que lee libros, o que guarda la foto entre ellos, o que es fanática de Dumas, un muggle. Pero nadie sabe nada sobre mí. Y está bien. Porque así nadie puede lastimarla. Así puede disfrutar de la lectura sin ser interrumpida; así puede comparar a Marguerite con Fabella, y se consuela sabiendo que quizás su madre murió amando. Y amando valientemente. Como la mujer intrépida que estoy segura que fue.
Y estando en Hogwarts, durante sus noches en vela, decidió salir a husmear por el castillo. Era una noche fría, la luna estaba en su fase completa. La luz de plata no alcanzaba a verse desde las masmorras del castillo, desde su dormitorio en Slytherin. Sintió deseos desesperados de salir del lugar, necesitaba verla. Sabía que mirando la figura de plata se sentiría feliz. Despertar de sus sangrientas pesadillas, aguantar las lágrimas mordiéndose ferozmente sus labios, impidiéndose llorar, derramar esas lágrimas gruesas y pesadas que amenazan salir de sus ojos y desgarrar su garganta. Necesita un abrazo. ¿Cómo se siente un abrazo real? se pregunta mientras intenta abrazarse a sí misma, levantándose de su cama de dosel y quitándose las sábanas de encima. Nunca ha sido abrazada. No como ellos piensa en los Weasley, en Granger, en Zayn...Ella nunca ha sido abrazada de verdad. No como si temieran perderme. Su padre es muy frío. Albert Cacciatore es frío y ella lo sabe. A veces, arrepentido, se excusa diciéndole que después de la muerte de su madre ha cambiado mucho, y que lamenta no poder ser un padre amoroso. Ella lo reconforta diciéndole simplemente "no importa". Pero miente. ¡Por supuesto que importa! Ella sabe que cuando él la abraza no hace el intento por demostrarle cariño, a veces se ha preguntado si es que acaso existe algo de cariño. Ella nunca ha sido abrazada de verdad, y lo necesita en ese momento.
Poniéndose unas pantuflas con un dragón de peluche y sale de ahí, procurando hacer el menor ruido. No quiere que sus compañeras de cuarto la noten, detesta que lo hagan. Se apresura por salir de las mazmorras y caminar por los pasillos del edificio a hurtadillas, rezando por no ser descubierta.
Necesita encontrar una ventana, necesita llegar pronto. No se da cuenta de cuántos pisos ha subido por las escaleras mágicas, sólo trata de encontrar una ventana. Necesita ver a su madre. Recorre un pasillo 3 veces, repitiéndose su necesidad.
Puede vislumbrar una puerta y sin dudarlo, la abre, pensando que ahí quizá haya una ventana por donde se vea la hermosa y plena luna. La cierra tras ella y frente a ella se encuentra un espejo enorme, alto hasta el techo y sotenido por algo que parecen garras. Está muy bien trabajado y su belleza deja perpleja a Katheryn.
Sin ser vanidosa, se acerca al espejo tratando de entender lo que está escrito sobre él. Le tiemblan las piernas cuando camina más cerca. Su estatura no pasa de un metro y 30 centímetros, tiene apenas 13 años. Camina con cuidado, como si tuviese miedo. El castillo está lleno de magia y teme que su magia pueda volverse contra ella. Cuando está a medio metro de distancia, su corazón se paraliza. En el espejo, ve su reflejo. Tras ella está una mujer alta, con una túnica negro, el cabello azabache cayéndole rizado a cada lado de su rostro y una sonrisa amplia. Es hermosa, parece resplandecer. Resplandece como la luna, majestuosa, hermosa y elegante. Su belleza es comparable a la de las rosas blancas, y las montañas nevadas en inviero. ¿Quién es ella? ¡Es igual a mí! Durante un momento, llega a su mente la ridícula posibilidad de si es el futuro lo que ve en el reflejo. La mujer hermosa sigue sonriendo, ahora la abraza y recarga su frente contra la cabeza de Katheryn. Katheryn siente un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Se acerca un poco más al espejo y puede notar algo más. Su reflejo está sonriendo, sonriendo de verdad, sonriéndole a la mujer que la abraza. Al lado de la mujer, se encuentran sus compañeros de clase. Se estremece. Por primera vez ellos no la ven con temor. Le sonríen, la ven con dulzura... No como... no como si... no como si fuera un monstruo. Siente un vuelco en el corazón.
Se siente querida. Se siente feliz. Su reflejo está sonriendo, pero sabe que no lo está haciendo. Para cerciorarse, lleva su mano derecha hasta sus labios mordisqueados y lo único que obtiene es comprobar que están sangrándole, pero no hay rastros de ningún intento de sonrisa. ¿Entonces por qué me siento tan feliz? los demás personajes en la escena siguen sonriéndole. Le saludan con las manos, llenos de entusiasmo. No huyen de ella, no la esquivan y no la empujan. Todos parecen tan felices por verla, la quieren.
Siente un vuelco en su corazón, su estómago se retuerce. Me quieren. Incluso en sus pensamientos eso suena tan descabellado que no puede creerlo. Por un momento se olvida de todo y sonríe de vuelta, sintiendo un leve ardor en sus labios al hacerlo. No puede evitarlo. ¡La quieren! Eso la hace tan feliz. Se olvida de la lógica, se olvida de que todos ahí la esquivan o la llaman monstruo. Se olvida que la mujer tras ella debería estar muerta. Por un momento se olvida de todo y sonríe. Sonríe con ganas. Sonríe de verdad. Sonríe como nunca lo ha hecho. Se siente feliz. Feliz de verdad. Pero al abrir los ojos, al mirar hacia atrás, al no encontrar a nadie, al verse sola, indefensa y sintiendo la sangre recorrer su labio vuelve a la realidad.
Su realidad.
Entonces su corazón da un vuelco y su estómago se retuerce. Nada de lo que ve en el espejo es real, y lo sabe, pero le duele. Le duele en el alma darse cuenta de una verdad que en el fondo ya sabía.
-¿Quién eres? -le pregunta a la mujer del espejo y no obtiene respuesta. - ¡Aléjate de mí, dime quién eres! -grita, al borde de las lágrimas.
Sabe que no hay nadie abrazándola tras ella, pero el espejo muestra una imagen muy nítida. Y ella reconoce ese reflejo. Ahora que ve sus enormes ojos verdes sabe quién es ella, pero quiere escucharlo de sus labios. Quiere que se disculpe por haberse ido y haberla dejado sola. Quiere que la siga abrazando, que salga del espejo y no la deje nunca.
Pero nada pasa. La mujer del espejo ahora tiene una mirada angustiada. Sus ojos verdes gritan de dolor y Katheryn reconoce esa mirada. Es la misma que su padre le prohíbe hacer cuando despierta de una de sus pesadillas, es la misma que hace que Zayn le acaricie el cabello y le diga que nada de lo que vea en esas pesadillas es verdad.
-Respóndeme - murmura sintiendo una amplia lágrima recorrer su mejilla. -
La bruja tras ella se aparta con cuidado, se inclina a un lado de ella y la abraza. La abraza con fuerza, un abrazo real. Un abrazo profundo. Un abrazo dulce, un abrazo de esos que dicen "no te vayas nunca", de esos que ella necesitaba en ese momento.
Rompe a llorar desesperadamente. Deslizándose hasta quedar hincada, en el suelo, rasguñando sus brazos y el piso, luchando con el fuego del dolor que arde en su interior. Lucha contra sus monstruos internos. Una lucha despiadada.
La mujer del espejo ahora está llorando también, como si le doliese muchísimo verla en esa situación.
-Te necesito, mamá -murmuró mientras continuaba mutilándose.
El resto de los invitados en el espejo las miran expectantes, no parecen sentir miedo de Katheryn aun en esa situación, parece que la quieren, pues se unen al abrazo. Kath ve en su reflejo una escena de cariño hacia ella que nunca antes ha vivido y se siente desgraciada. ¿Por qué las cosas no pueden ser como en el espejo? ¿Por qué su madre no puede estar a su lado, abrazándola tan fuerte como lo hace en la imagen? ¿Por qué la gente huye de ella y no la aprecian?
No logra entender cómo en el espejo es tan feliz y se siente en ese momento tan desgraciada. Desea con todo su corazón que la escena algún día se reproduzca. Desea sentir esos brazos rodeándola, diciéndole "no te vayas nunca". Desea que la gente la mire sin sentir miedo, que la aprecien de verdad.
Desea sentirse querida, ser querida. Pero es sólo eso. Un deseo más. Un deseo que antes había admitido en secreto, seguido de un reproche. Un deseo que se había negado a aceptar del todo y que ahora la golpea con fuerza, la retuerce a su antojo y se burla de ella. Un deseo que no puede permitirse, y lejos de hacerla sentir feliz se siente más y más desgraciada.
Llora y llora hasta quedarse dormida, apoyando su cabeza contra el espejo, contra la imagen del regazo de la bruja que simula apartarle el cabello del rostro y velar su sueño. Duerme tranquila, por primera vez en Luna llena, porque está su madre ahí. Porque aunque no es la luna lo que ve, sabe que su madre no tiene nada qué envidiarle, por el contrario, la Luna debería envidiarle tantas cosas a ella. La luna será hermosa, majestuosa y elegante, pero su madre lo es más. Su madre es dulce, es comprensiva y la abraza diciéndole "no te vayas nunca". La luna nunca antes había hecho eso.
Descansa profundamente, como nunca antes. Su madre veló su sueño, aún estando ficticiamente junto a ella. Pero eso bastó. Eso bastó.
Despertó con un fuerte dolor de cabeza. Le dolían los brazos, se había hecho mucho daño antes de irse a dormir y ahora lo sabía. Se frotó los ojos con pereza y se permitió bostezar imitando a un león rugiendo. Desperezándose, se frotó la frente y los ojos con el dorso de su mano. Estaba por levantarse cuando recordó en dónde se encontraba. Abrió los ojos lo más que pudo y, desesperada, giró su mirada hasta el espejo. Ahí se encontraba de nuevo su madre. La mujer continuaba acariciándole el cabello y sonriendo.
-¿No dormiste? -preguntó con un hilo de voz y su madre negó con la cabeza. - ¿Te quedaste ahí, mientras yo dormía? -un ligero tono de emoción podía advertirse. La mujer asintió con una sonrisa.
De esas sonrisas que yo uso cuando estoy avergonzada.
Y sonríe de la misma forma al reflejo. Se recarga contra la fría superficie, extiende sus brazos y los pega contra el espejo, tratando de abrazar a la mujer que se encuentra atrapada en él. El frío pronto se extiende por sus brazos. Se presiona más contra el cristal, buscando el calor que una madre debe emanar. Busca protección, una protección que nunca antes ha obtenido. No la consigue, y una lágrima pequeña recorre su mejilla. Con extremo dolor levanta su mirada y observa los ojos angustiados de su madre.
-No sabes cuánto quiero abrazarte -le comenta, en un susurro, con la voz temblorosa. -
La mujer del espejo parece soltar un suspiro, cierra los ojos y continúa abrazándola, fuertísimo. Justo como a Katheryn le gustaría.
Justo como hasta ahora sigue sin sentir, pero ansía conseguir.
Con una sonrisa triste, levanta sus ojos enrojecidos por el llanto hacia los verdes ojos angustiados.
-Tengo que ir a clase.
Y no suena muy convincente. No suena como si quisiera irse, despertar de ese sueño hermoso, donde puede por fin ver a su madre, donde por fin admite en voz alta el deseo más grande de su corazón: ser querida.
Quienquiera que viera a Katheryn Cacciatore sabría que era una jovencita extraña, incluso sádica. Nadie en su sano juicio pensaría que la presuntuosa hija de Albert Cacciatore lo único que deseaba era poder ganar una guerra interna entre la depresión y las ansias de cariño.
"Ella no tiene corazón", "es idéntica a su madre", "¡será una sucia mortífaga como su padre!", "es una basura", "huye antes de que te alcance, he oído que le gusta torturar a los que se le acercan", entre otras frases, son las que se escuchan por los corredores cuando ella los cruza para ir a sus clases con una sonrisa de autosuficiencia.
Autosuficiencia que se impone como máscara para cubrir el dolor. La desesperación de sentir un dolor desgarrante que recorre sus venas y bombea con fuerza todo su ser, sin poder exteriorizarlo.
"Alejando a las personas de ti lograrás vivir, Katheryn" decía su padre. "Eres como ella: si te acercas mucho, te encariñas, y el cariño te lleva a la muerte" continuaba. "Desconfía, aleja y sé fuerte, todo lo demás vendrá pronto" pero nunca venía.
Lo que más deseaba estaba frente a ella, reflejándose en ese hermoso espejo y tenía que irse a clases. Había esperado toda su vida por ver a su madre y ahora tenía que dejarla, sólo para estudiar sobre unicornios, bolas de cristal y encantamientos para transformar un escarabajo en un botón dorado.
No podía permitirse irse, no quería dejarla pero si no se iba, irían a buscarla (no sus compañeros, definitivamente, pero sí sus profesores) y si la encontraban, probablamente la alejarían de su madre. La alejarían de nuevo y no podía permitirlo. No podía permitirse vivir lejos de esos ojos verdes por más tiempo. No quería.
Sollozó bajito, débil, derrotada. Tendría que dejarla con la promesa de volver algún día.
-Hogwarts tiene memoria, ¿no es así? Hogwarts no te ha olvidado, conservó tu recuerdo para que yo pudiese verte algún día -dijo, no muy segura de sus palabras, pero si buscando consolarse a sí misma, como siempre.- Y así como Hogwarts tiene memoria, la tengo también yo. Volveré cada noche de luna llena a verte a este mismo lugar, mamá. Nunca más me iré. Nunca te dejaré.
"como me dejaste tú a mí" completa una voz en su cabeza, pero ella niega rotundamente. Su madre parece haber escuchado sus pensamientos y una tristeza superior a las anteriores se apodera de su bello rostro. "Ella murió, y no murió como papá cuenta, ella fue asesinada" recuerda, recuerda esa carta que su abuela le escribió con tanto fervor y su padre quemó en la chimenea cuando ella se la mostró dispuesta a encontrar al asesino.
Levantándose sin ganas, se acomoda su pijama sin dejar de mirar el reflejo de la niña sonriente con su madre ayudándole a vestirse.
-Te quiero mucho, mamá -murmura, y las palabras le salen del alma.-
Sale con pasos indecisos, aún debatiéndose si debe quedarse o no. Frente a la puerta, admira la madera, perdida en sus pensamientos. Se gira, mirando por última vez al espejo.
La mujer alta, de cabellos azabache y ojos verdes le sonríe y asiente con la cabeza, Katheryn sabe que dice "ve, te estaré esperando" y con una sonrisa pequeña formándose en sus labios, se da la vuelta y se va del lugar, no sin antes recordar que en el Séptimo piso, en un corredor sin puertas, pasando tres veces mientras piensa en cuánto necesita ver a su madre, encontrará el mayor tesoro de su vida.
Hogwarts tiene memoria. Hogwarts es tan mágica que le trajo a su más grande tesoro encerrado en un espejo. Por eso mismo Katheryn no quiere abandonarlo. Y mientras camina a su habitación en Slytherin, sabe que disfrutará cada minuto que pase en el castillo, guardando en un rincón de su corazón cada recuerdo del espejo y su madre, mezclándolos con aquellos recuerdos que debe tener sobre ella antes de que muriese.
Autor: Fireworks.
Adaptación: Algo así. La historia se desarrolla en Hogwarts, de la ingeniosamente de Rowling. En sí, el shot es de un personaje de rp que tengo en un grupo de Facebook y... no sé, me dio por hacerle un shot y aquí está.
Género: Drama en sí, pero puede haber un poco de...nah, drama.
Advertencias: Eh... nada en general, la chica es algo sádica y eso.
Otras páginas: Posiblemente, en metroBlog la publicaré pronto:B
Me gustaría que escucharan ésta melodía mientras leen, en realidad es preciosa y esa escena siempre consigue sacarme mil lágrimas:
(Canción)
Hogwarts tiene memoria
Katheryn Cacciatore nunca fue una niña normal. No era dulce, coqueta o agraciada. Era temerosa, elegante y reservada. Sus piernas muestran unas cuantas cicatrices de donde su gato la ha rasguñado o de aquellas veces que ha sido golpeada. Muchas veces ha tropezado mientras trataba de bajar al pueblo muggle por un camino lleno de grandes rocas y hierba que crece a lo loco. Suele visitar el lugar para ir a la playa o comprar cosas necesarias como ropa para pasar los días donde no puede usar una túnica o una capa. Se ha golpeado tantas veces cuando corre por ese terreno rocoso, buscando refugiarse de la mirada de traviesas personas que, curiosas, buscan hablarle. La toman como a un monstruo que viene del bosque. Les resulta completamente extraña. Es un bicho raro para aquellos que la han visto. Se sabe en el pueblo que hay una familia compuesta por un hombre viudo y su hija, que son jodidamente ricos, que se creen más que los demás y no le hablan a nadie además de una familia de extranjeros que viene desde Londres a visitarlos, aún cuando la casa de los Cacciatore está en una pequeña villa en Escocia.
En Hogwarts es una joven arrogante, grosera y altanera. Elegante, que se desliza con gracia por los pasillos, peleando y retándose a duelo con quien sea que se atreva a fastidiarla. Una "matona" que muchos consideran una perra de Slytherin. Está de más decir que los duelos se le dan bien, por eso le temen y le odian en la misma proporcionalidad.
Lejos de todo eso, aquellos que ven a la jovencita no pueden evitar esbosar una sonrisa de lado, discreta, como si dijeran ella es bonita, no puede estar loca, contrario a los comentarios a veces venenosos que sueltan los más desagradables habitantes del lugar. Su aura es misteriosa y siempre se mueve elegante, distante. Tan jodidamente inalcanzable como incluso su mejor amigo, Zayn, llegó a pensar alguna vez.
Pocos han visto la casa de los Cacciatore. Los aldeanos, desde sus casas, sólo pueden ver a lo lejos, en la colina, un punto donde los árboles son más espesos, donde se ve todo más colorido, incluso cuando debería estar seco.
La casa de los Cacciatore se levanta, orgullosa desde la mitad de la colina hasta la punta. Jugueteando con la forma de las piedras, luciendo como una mansión antigua con detalles arquitectónicos que bien pueden pasar desde barrocos a góticos, pero siempre elegantes. Pisos de mármol, 7 niveles. Rejas de hierro forjado, altas y de figuras divertidas. Altos pinos verdes y enormes rosales. Tulipanes holandeses al rededor de toda la construcción. Césped siempre bien cortado. En la torre, aquella torre cuya pared está cubierta por un enorme rosal que impide que por la gran ventana de alféizar se cuelen algunos rayos de sol traviesos, lleno siempre de enormes flores que por alguna extraña razón son de un color negro ébano. Como el cabello de ella. Katheryn Cacciatore, que pasa gran parte del día detrás de esa ventana, observando entre las ramas y flores del rosal, el horizonte. Desde la salida hasta la puesta del sol. Y cuando la noche cae, la luna baña de plata toda la construcción, cada flor y cada árbol. Cada milímetro. Y ahí está Katheryn, aún viendo por la ventana, porque es luna llena y porque no puede evitarlo. No puede evitar desear ver la luna y huir de sus pesadillas. Esas pesadillas que tanto le hacen daño, pero que al final, le recuerdan que está viva, y si bien no siente nada durante el resto del mes, son las pesadillas lo que le recuerdan que aún tiene sentimientos, preocupaciones, deseos.
Y es lo que más odia. Odia no poder controlar todo eso, no poder controlar las dudas que llegan después de que el reloj de la catedral, que ruge como una campana, llegando a alcanzar kilómetros de distancia, o quizá sólo es porque yo escucho bien. Y se siente sola. Siente que no puede más, siente que la garganta le escose, que su estómago se retuerce y quiere un abrazo desesperadamente, pero no lo consigue. Lo único que consigue es el tacto de plata que la luna le regala. E imagina que es su madre esa bola de luz tierna que brilla en lo alto del firmamento, llena. Grande, majestuosa, elegante. Y cierra los ojos, y entonces es su madre la que acaricia su piel con un tacto casi insensible. No es suficiente. Pero por un momento le basta. Y pega su frente al frío cristal de la ventana, extiende su mano hacia la noche fría e intenta alcanzar a tocar la luna.
No lo logra. Pero es lo más cercano que estaré de ella, porque ella sabe que es ella. Su madre, la luna; porque una mujer como Fabella Fiorentinni no puede morir así porque si, porque una mujer como Fabella Fiorentinni debió convertirse en algo más después de abandonar al mundo, y ese algo debe ser la luna. Porque la luna es hermosa, majestuosa, elegante. Como ella. Katheryn lo sabe. Lo sabe porque ha visto una fotografía mágica que sus abuelos paternos (a quienes no conoce en persona) le enviaron con una lechuza . En la fotografía se aprecia una cabellera larguísima, descontrolada y llena de rizos azabache, y luego la dueña de este hermoso cabello se gira en un movimiento rápido y le sonríe a la cámara. Primero una sonrisa suave, que termina siendo una carcajada, enseñando sus blancos dientes. Una sonrisa atractiva. Sus ojos son enormes y muy expresivos. Es hermosa. Y sabe que es elegante por la capa negra que viste, y sabe que es majestuosa por la forma en la que ríe. Y Katheryn sabe que es ella. La única cuya belleza puede compararse a la de la luna, la única cuya belleza simula a una rosa. De esas que crecen al sur, enormes y rojas. Por eso sabe que Fabella es esa mujer para la cual van dirigidos todos los poemas de amor que ha escuchado. Porque, ¿quién en su sano juicio no se enamoraría de esa risa, de esos ojos expresivos, esas mejillas sonrojadas y ese cabello despeinado? Tendría que estar loco, se responde constantemente.
Guarda la foto entre las páginas de La Dama de las Camelias. Y nadie sabe que lee libros, o que guarda la foto entre ellos, o que es fanática de Dumas, un muggle. Pero nadie sabe nada sobre mí. Y está bien. Porque así nadie puede lastimarla. Así puede disfrutar de la lectura sin ser interrumpida; así puede comparar a Marguerite con Fabella, y se consuela sabiendo que quizás su madre murió amando. Y amando valientemente. Como la mujer intrépida que estoy segura que fue.
Y estando en Hogwarts, durante sus noches en vela, decidió salir a husmear por el castillo. Era una noche fría, la luna estaba en su fase completa. La luz de plata no alcanzaba a verse desde las masmorras del castillo, desde su dormitorio en Slytherin. Sintió deseos desesperados de salir del lugar, necesitaba verla. Sabía que mirando la figura de plata se sentiría feliz. Despertar de sus sangrientas pesadillas, aguantar las lágrimas mordiéndose ferozmente sus labios, impidiéndose llorar, derramar esas lágrimas gruesas y pesadas que amenazan salir de sus ojos y desgarrar su garganta. Necesita un abrazo. ¿Cómo se siente un abrazo real? se pregunta mientras intenta abrazarse a sí misma, levantándose de su cama de dosel y quitándose las sábanas de encima. Nunca ha sido abrazada. No como ellos piensa en los Weasley, en Granger, en Zayn...Ella nunca ha sido abrazada de verdad. No como si temieran perderme. Su padre es muy frío. Albert Cacciatore es frío y ella lo sabe. A veces, arrepentido, se excusa diciéndole que después de la muerte de su madre ha cambiado mucho, y que lamenta no poder ser un padre amoroso. Ella lo reconforta diciéndole simplemente "no importa". Pero miente. ¡Por supuesto que importa! Ella sabe que cuando él la abraza no hace el intento por demostrarle cariño, a veces se ha preguntado si es que acaso existe algo de cariño. Ella nunca ha sido abrazada de verdad, y lo necesita en ese momento.
Poniéndose unas pantuflas con un dragón de peluche y sale de ahí, procurando hacer el menor ruido. No quiere que sus compañeras de cuarto la noten, detesta que lo hagan. Se apresura por salir de las mazmorras y caminar por los pasillos del edificio a hurtadillas, rezando por no ser descubierta.
Necesita encontrar una ventana, necesita llegar pronto. No se da cuenta de cuántos pisos ha subido por las escaleras mágicas, sólo trata de encontrar una ventana. Necesita ver a su madre. Recorre un pasillo 3 veces, repitiéndose su necesidad.
Puede vislumbrar una puerta y sin dudarlo, la abre, pensando que ahí quizá haya una ventana por donde se vea la hermosa y plena luna. La cierra tras ella y frente a ella se encuentra un espejo enorme, alto hasta el techo y sotenido por algo que parecen garras. Está muy bien trabajado y su belleza deja perpleja a Katheryn.
Sin ser vanidosa, se acerca al espejo tratando de entender lo que está escrito sobre él. Le tiemblan las piernas cuando camina más cerca. Su estatura no pasa de un metro y 30 centímetros, tiene apenas 13 años. Camina con cuidado, como si tuviese miedo. El castillo está lleno de magia y teme que su magia pueda volverse contra ella. Cuando está a medio metro de distancia, su corazón se paraliza. En el espejo, ve su reflejo. Tras ella está una mujer alta, con una túnica negro, el cabello azabache cayéndole rizado a cada lado de su rostro y una sonrisa amplia. Es hermosa, parece resplandecer. Resplandece como la luna, majestuosa, hermosa y elegante. Su belleza es comparable a la de las rosas blancas, y las montañas nevadas en inviero. ¿Quién es ella? ¡Es igual a mí! Durante un momento, llega a su mente la ridícula posibilidad de si es el futuro lo que ve en el reflejo. La mujer hermosa sigue sonriendo, ahora la abraza y recarga su frente contra la cabeza de Katheryn. Katheryn siente un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Se acerca un poco más al espejo y puede notar algo más. Su reflejo está sonriendo, sonriendo de verdad, sonriéndole a la mujer que la abraza. Al lado de la mujer, se encuentran sus compañeros de clase. Se estremece. Por primera vez ellos no la ven con temor. Le sonríen, la ven con dulzura... No como... no como si... no como si fuera un monstruo. Siente un vuelco en el corazón.
Se siente querida. Se siente feliz. Su reflejo está sonriendo, pero sabe que no lo está haciendo. Para cerciorarse, lleva su mano derecha hasta sus labios mordisqueados y lo único que obtiene es comprobar que están sangrándole, pero no hay rastros de ningún intento de sonrisa. ¿Entonces por qué me siento tan feliz? los demás personajes en la escena siguen sonriéndole. Le saludan con las manos, llenos de entusiasmo. No huyen de ella, no la esquivan y no la empujan. Todos parecen tan felices por verla, la quieren.
Siente un vuelco en su corazón, su estómago se retuerce. Me quieren. Incluso en sus pensamientos eso suena tan descabellado que no puede creerlo. Por un momento se olvida de todo y sonríe de vuelta, sintiendo un leve ardor en sus labios al hacerlo. No puede evitarlo. ¡La quieren! Eso la hace tan feliz. Se olvida de la lógica, se olvida de que todos ahí la esquivan o la llaman monstruo. Se olvida que la mujer tras ella debería estar muerta. Por un momento se olvida de todo y sonríe. Sonríe con ganas. Sonríe de verdad. Sonríe como nunca lo ha hecho. Se siente feliz. Feliz de verdad. Pero al abrir los ojos, al mirar hacia atrás, al no encontrar a nadie, al verse sola, indefensa y sintiendo la sangre recorrer su labio vuelve a la realidad.
Su realidad.
Entonces su corazón da un vuelco y su estómago se retuerce. Nada de lo que ve en el espejo es real, y lo sabe, pero le duele. Le duele en el alma darse cuenta de una verdad que en el fondo ya sabía.
-¿Quién eres? -le pregunta a la mujer del espejo y no obtiene respuesta. - ¡Aléjate de mí, dime quién eres! -grita, al borde de las lágrimas.
Sabe que no hay nadie abrazándola tras ella, pero el espejo muestra una imagen muy nítida. Y ella reconoce ese reflejo. Ahora que ve sus enormes ojos verdes sabe quién es ella, pero quiere escucharlo de sus labios. Quiere que se disculpe por haberse ido y haberla dejado sola. Quiere que la siga abrazando, que salga del espejo y no la deje nunca.
Pero nada pasa. La mujer del espejo ahora tiene una mirada angustiada. Sus ojos verdes gritan de dolor y Katheryn reconoce esa mirada. Es la misma que su padre le prohíbe hacer cuando despierta de una de sus pesadillas, es la misma que hace que Zayn le acaricie el cabello y le diga que nada de lo que vea en esas pesadillas es verdad.
-Respóndeme - murmura sintiendo una amplia lágrima recorrer su mejilla. -
La bruja tras ella se aparta con cuidado, se inclina a un lado de ella y la abraza. La abraza con fuerza, un abrazo real. Un abrazo profundo. Un abrazo dulce, un abrazo de esos que dicen "no te vayas nunca", de esos que ella necesitaba en ese momento.
Rompe a llorar desesperadamente. Deslizándose hasta quedar hincada, en el suelo, rasguñando sus brazos y el piso, luchando con el fuego del dolor que arde en su interior. Lucha contra sus monstruos internos. Una lucha despiadada.
La mujer del espejo ahora está llorando también, como si le doliese muchísimo verla en esa situación.
-Te necesito, mamá -murmuró mientras continuaba mutilándose.
El resto de los invitados en el espejo las miran expectantes, no parecen sentir miedo de Katheryn aun en esa situación, parece que la quieren, pues se unen al abrazo. Kath ve en su reflejo una escena de cariño hacia ella que nunca antes ha vivido y se siente desgraciada. ¿Por qué las cosas no pueden ser como en el espejo? ¿Por qué su madre no puede estar a su lado, abrazándola tan fuerte como lo hace en la imagen? ¿Por qué la gente huye de ella y no la aprecian?
No logra entender cómo en el espejo es tan feliz y se siente en ese momento tan desgraciada. Desea con todo su corazón que la escena algún día se reproduzca. Desea sentir esos brazos rodeándola, diciéndole "no te vayas nunca". Desea que la gente la mire sin sentir miedo, que la aprecien de verdad.
Desea sentirse querida, ser querida. Pero es sólo eso. Un deseo más. Un deseo que antes había admitido en secreto, seguido de un reproche. Un deseo que se había negado a aceptar del todo y que ahora la golpea con fuerza, la retuerce a su antojo y se burla de ella. Un deseo que no puede permitirse, y lejos de hacerla sentir feliz se siente más y más desgraciada.
Llora y llora hasta quedarse dormida, apoyando su cabeza contra el espejo, contra la imagen del regazo de la bruja que simula apartarle el cabello del rostro y velar su sueño. Duerme tranquila, por primera vez en Luna llena, porque está su madre ahí. Porque aunque no es la luna lo que ve, sabe que su madre no tiene nada qué envidiarle, por el contrario, la Luna debería envidiarle tantas cosas a ella. La luna será hermosa, majestuosa y elegante, pero su madre lo es más. Su madre es dulce, es comprensiva y la abraza diciéndole "no te vayas nunca". La luna nunca antes había hecho eso.
Descansa profundamente, como nunca antes. Su madre veló su sueño, aún estando ficticiamente junto a ella. Pero eso bastó. Eso bastó.
Despertó con un fuerte dolor de cabeza. Le dolían los brazos, se había hecho mucho daño antes de irse a dormir y ahora lo sabía. Se frotó los ojos con pereza y se permitió bostezar imitando a un león rugiendo. Desperezándose, se frotó la frente y los ojos con el dorso de su mano. Estaba por levantarse cuando recordó en dónde se encontraba. Abrió los ojos lo más que pudo y, desesperada, giró su mirada hasta el espejo. Ahí se encontraba de nuevo su madre. La mujer continuaba acariciándole el cabello y sonriendo.
-¿No dormiste? -preguntó con un hilo de voz y su madre negó con la cabeza. - ¿Te quedaste ahí, mientras yo dormía? -un ligero tono de emoción podía advertirse. La mujer asintió con una sonrisa.
De esas sonrisas que yo uso cuando estoy avergonzada.
Y sonríe de la misma forma al reflejo. Se recarga contra la fría superficie, extiende sus brazos y los pega contra el espejo, tratando de abrazar a la mujer que se encuentra atrapada en él. El frío pronto se extiende por sus brazos. Se presiona más contra el cristal, buscando el calor que una madre debe emanar. Busca protección, una protección que nunca antes ha obtenido. No la consigue, y una lágrima pequeña recorre su mejilla. Con extremo dolor levanta su mirada y observa los ojos angustiados de su madre.
-No sabes cuánto quiero abrazarte -le comenta, en un susurro, con la voz temblorosa. -
La mujer del espejo parece soltar un suspiro, cierra los ojos y continúa abrazándola, fuertísimo. Justo como a Katheryn le gustaría.
Justo como hasta ahora sigue sin sentir, pero ansía conseguir.
Con una sonrisa triste, levanta sus ojos enrojecidos por el llanto hacia los verdes ojos angustiados.
-Tengo que ir a clase.
Y no suena muy convincente. No suena como si quisiera irse, despertar de ese sueño hermoso, donde puede por fin ver a su madre, donde por fin admite en voz alta el deseo más grande de su corazón: ser querida.
Quienquiera que viera a Katheryn Cacciatore sabría que era una jovencita extraña, incluso sádica. Nadie en su sano juicio pensaría que la presuntuosa hija de Albert Cacciatore lo único que deseaba era poder ganar una guerra interna entre la depresión y las ansias de cariño.
"Ella no tiene corazón", "es idéntica a su madre", "¡será una sucia mortífaga como su padre!", "es una basura", "huye antes de que te alcance, he oído que le gusta torturar a los que se le acercan", entre otras frases, son las que se escuchan por los corredores cuando ella los cruza para ir a sus clases con una sonrisa de autosuficiencia.
Autosuficiencia que se impone como máscara para cubrir el dolor. La desesperación de sentir un dolor desgarrante que recorre sus venas y bombea con fuerza todo su ser, sin poder exteriorizarlo.
"Alejando a las personas de ti lograrás vivir, Katheryn" decía su padre. "Eres como ella: si te acercas mucho, te encariñas, y el cariño te lleva a la muerte" continuaba. "Desconfía, aleja y sé fuerte, todo lo demás vendrá pronto" pero nunca venía.
Lo que más deseaba estaba frente a ella, reflejándose en ese hermoso espejo y tenía que irse a clases. Había esperado toda su vida por ver a su madre y ahora tenía que dejarla, sólo para estudiar sobre unicornios, bolas de cristal y encantamientos para transformar un escarabajo en un botón dorado.
No podía permitirse irse, no quería dejarla pero si no se iba, irían a buscarla (no sus compañeros, definitivamente, pero sí sus profesores) y si la encontraban, probablamente la alejarían de su madre. La alejarían de nuevo y no podía permitirlo. No podía permitirse vivir lejos de esos ojos verdes por más tiempo. No quería.
Sollozó bajito, débil, derrotada. Tendría que dejarla con la promesa de volver algún día.
-Hogwarts tiene memoria, ¿no es así? Hogwarts no te ha olvidado, conservó tu recuerdo para que yo pudiese verte algún día -dijo, no muy segura de sus palabras, pero si buscando consolarse a sí misma, como siempre.- Y así como Hogwarts tiene memoria, la tengo también yo. Volveré cada noche de luna llena a verte a este mismo lugar, mamá. Nunca más me iré. Nunca te dejaré.
"como me dejaste tú a mí" completa una voz en su cabeza, pero ella niega rotundamente. Su madre parece haber escuchado sus pensamientos y una tristeza superior a las anteriores se apodera de su bello rostro. "Ella murió, y no murió como papá cuenta, ella fue asesinada" recuerda, recuerda esa carta que su abuela le escribió con tanto fervor y su padre quemó en la chimenea cuando ella se la mostró dispuesta a encontrar al asesino.
Levantándose sin ganas, se acomoda su pijama sin dejar de mirar el reflejo de la niña sonriente con su madre ayudándole a vestirse.
-Te quiero mucho, mamá -murmura, y las palabras le salen del alma.-
Sale con pasos indecisos, aún debatiéndose si debe quedarse o no. Frente a la puerta, admira la madera, perdida en sus pensamientos. Se gira, mirando por última vez al espejo.
La mujer alta, de cabellos azabache y ojos verdes le sonríe y asiente con la cabeza, Katheryn sabe que dice "ve, te estaré esperando" y con una sonrisa pequeña formándose en sus labios, se da la vuelta y se va del lugar, no sin antes recordar que en el Séptimo piso, en un corredor sin puertas, pasando tres veces mientras piensa en cuánto necesita ver a su madre, encontrará el mayor tesoro de su vida.
Hogwarts tiene memoria. Hogwarts es tan mágica que le trajo a su más grande tesoro encerrado en un espejo. Por eso mismo Katheryn no quiere abandonarlo. Y mientras camina a su habitación en Slytherin, sabe que disfrutará cada minuto que pase en el castillo, guardando en un rincón de su corazón cada recuerdo del espejo y su madre, mezclándolos con aquellos recuerdos que debe tener sobre ella antes de que muriese.
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