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Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:55 pm



 
 

A los pocos minutos, divisé el laboratorio al otro lado de la calle, y corrí hacía él como si fuera alguna roca que me refugiara de la marea. Cuando entré y la oscuridad propia del lugar me acogió, visualicé dos figuras al fondo.
-¿Ferni?-pregunté.
Las figuras se movieron y cuando la escasa luz del exterior les dio en la cara reconocí a Liam a lado de Ferni.
-¿Liam?-inquirí, confundida.
-Hola, _____-me dijeron los dos al unisón.
-Con razón ya no te he visto-bromeé con el joven de cabellos rizados e inmediatamente sus mejillas tomaron un color rosado claramente visible.

Había estado la mayor parte del tiempo con ellos dos, y me había dado gusto la noticia de que ahora eran casi inseparables; sólo le faltaba a Liam decidir qué día le pediría que fuera su novia.
Salté de mi asiento al percatarme de la hora.
-Demonios, es tardísimo-dije, levantándome de la silla mientras que Liam y Ferni me miraron confundidos.
-¿Tarde para qué?-preguntó Liam.
-El viaje de Sharon, ¿recuerdan?-les había contado la historia a la hora de la comida, Ferni me llenaba de consejos y Liam resultó ser unos excelentes oídos.
-Oh, verdad.
-Habla con ella, _______. Una amistad se vuelve más sólida si ambas partes hablan de lo que les preocupa-me aconsejó Ferni, como toda la tarde lo había estado haciendo.
Era increíble cómo podía ella expresarse así, con tanta naturalidad, con tanta sabiduría; a pesar de que era menor que yo, sin duda era más madura, siempre lo he dicho.
-Gracias, Ferni. Espero tener el tiempo-miré el reloj-. Y si no me doy prisa, no podré despedirme.
-¡Suerte!-agitó la mano cuando me dirigí a grandes zancadas a la puerta de salida.
-Hasta pronto, ______-dijo Liam.
Salí dándoles una sonrisa y apresuré el paso hasta el edificio. Faltaban doce minutos para que las ocho y media se dieran, Sharon tenía que partir antes de las nueve.
Mientras corría hacía mi destino, recordé a Harry; él ya debería de estar allí, seguro. Eso hizo que mis pies disminuyeran su velocidad un poco. No quería llegar y toparme con la despedida amorosa entre ambos porque sabía muy bien que me iba a doler, incluso pensarlo ya causaba una aguda sensación de malestar en el corazón.
Por primera vez utilicé el ascensor y llegué hasta el tercer piso en tres cuartos de minuto, dí grandes zancadas hasta el departamento 312 y abrí torpemente la puerta, esperando a que Sharon no se hubiese ido ya.
-¡Shar, lamento…!-mi frase se quedó inconclusa porque justo al abrir la puerta me encontré con la escena romántica que quería a toda costa evitar. La despedida amorosa entre Sharon y Harry.
-¡_______! Qué bueno que llegaste antes de que partiera. Pensé que no vendrías-la broma no le salió como tal. Se deshizo del abrazo de Harry y se dirigió a mí para abrazarme. Algo del perfume de él aun había quedado impregnado en sus ropas y llegó hasta mi nariz de forma tenue.
Intenté sonreír y poner buena cara, aun sintiendo los horripilantes deseos de estallar en berridos y dejar salir a borbotones las pesadas lágrimas que sentía que me empañaban ya la vista.
Una gota de agua salada cayó al hombro de Sharon, una lágrima que no pude reprimir.
-Oh, ______ pero no llores, ó me harás llorar a mí-su tono de voz se tornó cálido y tierno, como siempre había sido.
Ella creía que yo lloraba por su viaje. Era un buen pretexto, pero me sentía mal porque no era cierto. La verdad era que sí sentía dolor, pero era uno propio del corazón, causado por la demostración de afecto entre ellos dos.
Sonreí, esperando que no fuera muy evidente lo falso en ella.
-Cuídate mucho, shar-murmuré-. Te voy a extrañar-aquello había sonado honesto, porque era verdad.
-Yo también-me dijo.
Luego, la mano de Harry me acarició la espalda en busca de darme consuelo. Hasta ese momento recordé su presencia y un inexplicable rencor me invadió. Lo odiaba bastante, pero de igual manera, lo amaba más de lo que podría llegar a odiarlo. No entendía cómo es que había ilusionado tanto a mi corazón y luego lo había dejado caer en un agujero sin fondo y muy oscuro.
-Te acompaño abajo-dijo él y luego tomó la pequeña maleta de Sharon, dejando mi espalda desprotegida de su calor-. ¿Vienes?-me preguntó a mí.
Asentí y entrelacé mi brazo al de Sharon, luego bajé la cabeza. Lo que menos necesitaba era que Sharon se fuera, aunque solo sea por dos días; sin duda serían los dos días más difíciles de mi vida, teniendo que abstenerme de todo tipo de encuentro con su novio.
Bajamos por el ascensor, mientras que nadie pronunciaba palabra alguna y mi vista seguía fija sólo en el piso del elevador. Cuando llegamos al primer piso y salimos del pequeño apartado, la camioneta de la gente del señor Vittore ya esperaba por Sharon.
Ella dio un suspiro y luego se giró para ver a Harry. Lo miró por un par de segundos, como queriéndole decir algo con sus ojos, parecía que… suplicaban. Pero Harry bajó la mirada y exhaló despacio, luego besó la frente de su novia.
-Cuídate mucho, amor-le pidió.
El corazón, ya roto en miles de pedazos, se contrajo de dolor al escuchar la última palabra.
Sharon sonrió débilmente.
-Te amo, Harry-susurró en su oído y yo deseé con un fervor descomunal estar en alguna otra parte en ese momento.
Pero él no dijo nada, esbozó una pequeña sonrisa y volvió a besar la frente de Sharon. En serio, lo odiaba.
Luego Sharon se giró hacía mí y me sonrió, con esas sonrisas que me había estado dando últimamente.
-Te voy a extrañar-le repetí, porque era lo único honesto que había en mí-. Cuídate mucho.
-También tú. Dos días se pasan rápido-me dijo.
Le sonreí y luego, Harry y yo la vimos subir a la camioneta.
-Nos vemos en dos días-nos dijo y se despidió con un gesto de mano.
Harry y yo miramos la camioneta hasta que se perdió entre las calles oscuras.
Cerré los ojos por un instante hasta que la voz de Harry me hizo abrirlos de nuevo.
-¿Volvemos al departamento?-preguntó, cínico.
Pero yo no debía de estar con Harry, ni siquiera verle durantes estos dos días. Sharon se merecía respeto y era lo que al menos le daría.
-Harry, estoy muy cansada. Quiero subir y tirarme a dormir-dije-. Disculpa.
-No, no hay problema. Descansa. Nos vemos mañana-me sonrió y algo en su confianza de que nos veríamos el siguiente día me hizo creerlo.
-Adiós-musité y sin mirarle más subí hasta el departamento.
Al instante en el que entré, el lugar ya no era el mismo. Se supone que ya debería de haberme acostumbrado a pasar las horas sola, pero ahora por alguna razón era distinto.

Y ahora allí, la imagen de ellos dos besándose, no se borraba de mi mente y la estaca tampoco de mi corazón; tenía que luchar contra ese recuerdo, ahogarlo en algún agujero de mi mente y así llevarlo al olvido; pero entre más luchaba más perdía y éstos se volvían más nítidos en mi cabeza.
Me dolía bastante y no entendía cómo es que tanto dolor podía caber en mi corazón; aun cuando éste ya no lo soportara, era algo que seguía acumulándose más y más cada vez hasta volver el corazón un órgano pesado y luego lo desplomaba hasta mis pies, dejando así sólo un espacio vacío en la cavidad de mi pecho. Y dolía, dolía bastante.
Había amanecido rogándole a Dios no toparme con Harry, hasta ahora, casi medio día, él no había dado señal alguna de vida.
Decidí salir, así, si Harry me buscaba no me encontraría en el departamento. Apagué también mi celular, sólo por si acaso.
El aire fresco me pegó en la cara, mientras intentaba resguardar mis manos en los bolsillos de mi abrigo. Había empezado el mes de Diciembre y con él, el frío austral. Caminé por calles que ya conocía y llegué a lugares familiares en los que ya había estado antes degustando su comida. La tarde se pasó así, pero el dolor del día anterior aun estaba allí, en alguna parte de mi interior, esperando cualquier descuido mío para vencerme. La curiosidad me invadió de pronto al recordar a Sharon, y en un intento de descifrar ese dilema, prendí mi móvil y marqué el número de Louis.
-¿Aló?
-Louis, hola-musité.
-Hola, _____.
-¿Tienes tiempo para hablar?
-Claro, ¿qué pasa?
-Es lo que yo quiero saber, Lou. Pasa algo con Sharon, yo lo sé. La escuché el otro día hablando contigo en la madrugada-confesé.
-Oh…-hubo un silencio después de su exclamación. Los silencios así nunca son buenos.
-¿Louis? Sí sabes algo, dímelo, por favor-supliqué.
-Está preocupada-dijo, con voz ronca.
-¿Preocupada de qué?
-______, ella no es tonta. Los cambios en la actitud de Harry la lastiman.
-¿Qué quieres decir?-pregunté, estaba al borde de caer en la confusión.
-Que ella se da cuenta de que Harry ya no es el mismo. De que su cariño parece acabarse y pertenecerle a alguien más.
Abrí los ojos como platos.
-¿Alguien más?-tragué saliva.
-Harry te presta más atención que a su misma novia, ______. Eso es muy obvio-dijo, con voz severa.
-Pero…-no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, aun cuando ya me lo imaginaba-. Yo no…-balbuceé
-Escucha, ______. Sé que eres una buena persona, sé que serías incapaz de dañar a tu mejor amiga, y conozco también a Harry, el jamás dañaría intencionalmente a una persona. Pero juntos, parece que se les olvida eso-me reprendió.
-Pero yo no…
-Sólo te pido que no la dañes-me interrumpió-. Ella se fue porque le aseguré que no era nada malo, que Harry tenía momentos así y la convencí de que ese viaje le relajaría, le dije que no pensara en eso.
-¿No le dijiste que…?
-Por supuesto que no. Pero te suplico, que lo hagan daño, la última vez fueron muy obvios.
-¿La última vez?
-El domingo, Sharon me dijo que los vio bailando y eso derramó las especulaciones que ella misma se estaba negando en formar. Ella asegura que Harry parecía más feliz bailando contigo que… con ella.
-¿Qué… qué le dijiste?-pregunté, con el corazón en pedazos.
-Que estaba loca. Pero ten en cuenta lo que te dije a ti, ______. ¿Qué vale más? ¿Una amistad de casi toda la vida ó un amor prohibido?
Guardé silencio, la respuesta era muy obvia. Sharon era como mi hermana.
-Tengo que colgar-me avisó-. Espero que no hagas nada malo o dejes que suceda algo así.
-Gracias. Louis.
-No sé supone que debía de habértelo dicho, pero Sharon me…-se quedó en silencio.
-Lo entiendo, gracias-repetí, con el hilo de voz que apenas y me salía.
Trunqué la llamada y al instante, me percaté de que tenía una perdida. Era de Harry. El corazón me rogó adolorido que lo ayudara. Sufría, sufría bastante. Apagué el móvil antes de que una llamada volviera a entrar y lo escondí al final de mi bolsa.
Esto estaba muy mal y era una carga que no podía soportar. Caminé queriendo perderme, deseaba tontamente que mis pies se despegaran del cemento y me llevaran volando hasta otro planeta, desaparecer.

La tarde pintó su crepúsculo y antes de que el sol se ocultara, su luz anaranjada iluminaba un lugar en el que había parado mis pies. Reconocí aquel sitio y el recuerdo me trajo a Harry a la cabeza. Era el bar-café al que él me había llevado el día del cumpleaños de su amigo Gaspar.
Yo odiaba esos lugares, pero ahora, lo único que me pasaba por la cabeza, además de Harry y el dolor que todo esto me producía, era conseguir una manera de terminar con él. Me armé de un valor que no me conocía y arrastré mis pies hasta el interior.
Cuando me hube adentrado, caminé esquivando a todos los demás que bailaban al ritmo de la escandalosa música y llegué hasta la barra. El joven rubio detrás de ella, al mirarme me reconoció.
-¡______, la amiga de Harry!-elevó la voz para que pudiese oírlo y lo único en lo que encontré significado en esa frase fue en el nombre de él.
-Hola, Gaspar-farfullé, sentándome en una de las sillas al borde de la barra.
-¿Te sirvo algo?
-¿Qué tienes para perder la conciencia?-pregunté y el río.
-Creí que no tomabas alcohol.
-Sólo dame algo que me sirva para olvidar-ordené, frustrada.
-Subito-dijo, alzando las cejas y luego me dio la espalda para recopilar varias botellas del estante.
La música me atronaba en los oídos y el dolor cada vez más me inundaba el pecho. Había estado por tanto tiempo esforzándome por proteger a Sharon de patanes, engaños y ese tipo de cosas desde lo que pasó con Jairo; y ahora, yo era la causante de su dolor, de su desconfianza y eso me dolía mucho más de lo que podía llegar a imaginar.
Irme, insistía con eso porque era la mejor opción, pero… dejar de ver a Harry me costaría mucho.
Gaspar puso delante mí un pequeño vasito y luego me sonrió.
-Salud-dijo, con ese acento italiano inconfundible.
Sin contar los chocolates envinados, jamás había pasado por mi boca el sabor a licor, y aquel líquido transparente que reposaba en el pequeño vaso de vidrio me seguía pareciendo igual de repugnante que la primera vez que supe de su existencia. Pero en esta ocasión necesitaba de aquel embriagante líquido para que borrara parte de mi memoria, o al menos, para que el insoportable dolor disminuyera.
Tomé el vaso pequeño entre mis dedos y al alzarlo lo miré con repugnancia y asco, pero cerré los ojos y lo dirigí a mi boca dejando que el olor me hiciera cosquillas en la nariz y que el líquido bajara por mi garganta, raspándola enseguida de que hizo contacto. Derramé todo el licor dentro de mi boca y la garganta me ardió como si tuviera una flama viva dentro. Abrí la boca e inhalé profundo, tratando de que el aire fresco entrara y aplacara el fuego. Una fuerte punzada de dolor acribilló el lado izquierdo de mi cráneo y una que otra neurona explotó. Entonces sentí el licor tocar mi estómago y cómo éste se revolvió dos segundos después; una presión allí dentro hizo que casi devolviera lo que había tomado. Cerré los ojos con fuerza y me llevé las manos a la boca, sólo por si acaso.
-¿Estás bien?-preguntó Gaspar detrás de la barra.
Hice que el fuego en mi garganta se calmara un poco cuando volví a abrir la boca para inhalar aire y luego abrí los ojos y lo miré.
Me observaba preocupado mientras limpiaba un tarro de cerveza con un trapo.
Harry aun seguía presente en mi mente y el dolor era aun perceptible.
-Sí-contesté, con la voz repentinamente ronca-. Sírveme otro-ordené.
-¿Segura?-preguntó, un poco receloso.
-Sírvemelo-dije, tajante.
Él se arremangó una de sus mangas blancas que se había bajado traviesa antes y alzó las cejas con expresión escandalizada, pero tomó el pequeño vasito y vacío en él el licor amarillento del cual yo desconocía el nombre. Con el vaso lleno me acercó su mano y lo deposito delante de mí sobre la barra. Miré de nuevo el cristal y lo que contenía; me preguntaba cuántos más vasos de estos necesitaba para perder la conciencia o si era preferible pedir que me llenaran el tarro.
Lo tomé de nuevo y lo acerqué a mi boca, cerré los ojos y dejé caer parte del licor en mi garganta, que de nuevo estalló en llamas despiadadamente consumidoras; pero sin dejar que éstas se aplacaran me eché otro trago a la boca, sólo que este lo mantuve allí, repentinamente temerosa de hacerlo pasar. El nombre de Harry golpeteó junto a la punzada de mi cabeza y me obligué a abrirle camino entre el fuego a aquel líquido. Las llamas tomaron una nueva fuerza pero ahora el ardor a pesar de ser doloroso, se volvió algo placentero. Y la última parte del trago pasó por mi garganta con menos dificultad. La punzada se expandió hacía el otro extremo de mi cabeza y se convirtió en un dolor agudo.
Cuando abrí los ojos, el rubio detrás de la barra me miraba intrigado.
-Otro-ordené, con aquella voz ronca que salía de entre las llamas de mi garganta.
Vaso tras vaso, y el licor seguía pasando por el incendio en mi garganta; hasta que comencé a marearme al ver a las personas a mí alrededor. Sentía menos neuronas en mi cabeza que hace unos minutos, pero el dolor había desparecido o al menos, era tan grande que ya no lo sentía.
-¿Estás tú bien?-inquirió de nuevo Gaspar.
-¿Yo? ¡Estoy bien…!-mi voz se arrastraba como si mi lengua se hubiese quedado pegada en el inferior de mi boca.
-Claro. Eemm… permíteme-se alejó hasta el otro extremo de la barra y tomó el teléfono.
Dejé de tomarle importancia y desvié la mirada; en realidad había dejado de tomarle importancia a todo. El alcohol había hecho que las pocas neuronas que me quedaban en la cabeza estallaran al unisón y desaparecieran.
Me llevé ambas manos a la cabeza, con los codos apoyados sobre la barra; sentía la música meterse en mis oídos y vagabundear por el vacío en mi cabeza; allí no había cerebro, neuronas o mente para formular pensamiento alguno; no había nada, excepto una cosa. El nombre de Harry rebotaba de un lado a otro como pelota de ping-pong en un juego de tétris.
Estaba sudando, de repente el calor se agolpó en mi cuerpo y las gotas de sudor perlaban mi frente. Me sentí asfixiada de pronto. Me quise levantar para ir al baño y al poner los pies sobre el suelo me desequilibré totalmente, el suelo bailó bajo mis pies y me tambaleé antes de sostenerme de la barra. No sólo el piso se movía, sino también las paredes bailaban y luego se volvían borrosas. Trastabillé hasta llegar al baño, y luego, cuando con paso torpe pude acercarme al lavamanos me miré al espejo. Mi rostro estaba perlado por el sudor, tenía la nariz con un matiz rojizo y unos tantos cabellos despeinados. Abrí la llave del agua, estaba fría e hice una cuna con mis manos para sostenerla allí; luego, cuando logré acunar suficiente, me la eché en la cara. Cerré la llave con el rostro goteando sobre el blanco mármol del lavamanos, me miré de nuevo al espejo y después tomé una toallita desechable para secarme la cara. El rostro me parecía desconocido pero era mío.
Deseaba que algo de la capacidad de mover mis pies aun estuviese en funcionamiento; pero me tambaleé igual que la primera vez; mis músculos seguían igual de torpes.
Apoyándome en la pared, logré salir de nuevo hacía el exterior donde la gente aun me mareaba. Pero luego, entre todas esas siluetas borrosas, había una que reconocería así estuviera debajo del agua o en una atmósfera llena de niebla. ¿Qué hacía Harry allí?
Lo fulminé con la mirada, frunciéndole el ceño; pero al parecer, él buscaba a alguien, sus ojos iban de aquí para allá examinando cada rostro y su cabeza se levantaba por encima de los demás queriendo encontrar a ese alguien. ¿A quién estaría buscando? ¿Justo aquí? ¿En el mismo lugar en el que yo estaba?
Me tambaleé de nuevo hasta la barra, en donde había dejado mi morral y traté de ignorar todos los perturbantes sentimientos que me embargaron al ver a Harry allí.
-¡Hey! ¡Tú!-llamé a Gaspar y rebusqué entre mi bolsa mi cartera para pagar la cuenta; el joven se acercó-. ¿Cuánto es?-la voz que salía de mi boca me era desconocida.
-Eemm…-murmuró.
-¿Me los vas a regalar?-pregunté y luego me reí.
-¡______! ¡¿Qué demonios…?!-la melodiosa voz de Harry llegó hasta mis oídos por encima de todo el ruido. Se acercó y me miró con los ojos abiertos de par en par.
-¿Tú?-le miré- ¿Tú qué haces aquí?-hice ademán de levantarme de la silla con un solo movimiento sobrio, pero fracasé de inmediato y tuve que sostenerme de la barra.

 
Harry me sujetó de la espalda, temeroso de que me cayera.
-Usted señor, no tiene por qué tocarme-retiré su mano de mi espalda y le fruncí el ceño en un gesto mal hecho.
-Será mejor que nos vayamos, ______. Gaspar-sacó su billetera y luego de ella, un par de billetes que aventó sobre la barra-, quédate con el cambio. Gracias por llamarme.
-¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio el permiso?-le miré, aun ceñuda y con voz torpe.
-Vámonos, ______.
-Pues yo no me quiero ir-rezongué y luego me crucé de brazos.
-No seas ridícula, ______. Vámonos-me instó a seguir caminando pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo-. Si es necesario sacarte de aquí en brazos, lo haré-me advirtió y me miró serio.
Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retándonos el uno al otro; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos color verdes, protagonista de mis sueños.
-De acuerdo-farfullé-. Tú ganas. Siempre ganas-hice un mohín y luego me dí la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me mareara.
Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer aquella dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas se desataron en mi estómago. Maravilloso, incluso ebria y torpe, Harry provocaba esas reacciones en mí. Fruncí el ceño mentalmente.
Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente y que, el aire me movió los cabellos, quité de un tirón su mano en mi cintura y le miré ceñuda.
-¿Qué pretendes, Styles?-mi voz me parecía incluso más torpe.
-Sacarte de aquí sana y salva, vámonos-me apuntó el auto negro del que era dueño, animándome a que subiera.
-No-me crucé de brazos-. Ya me sacaste de allá adentro, ya déjame aquí-le hice un gesto con la mano para que se fuera.
-_____, por favor, sube-me rogó, serio.
Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aun cómo el suelo bailaba bajo mis pies.
-¡______!-exclamó, ordenando que parara, pero lo ignoré- No seas terca.
Seguí caminando, o al menos lo intentaba. Y de pronto sentí que mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y dulces brazos me elevaron.
-¿Qué haces? ¡Suéltame!-intenté luchar- ¡Styles, déjame!-pero mis intentos fueron sólo fracasos.
Harry caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume varonil que me llevaba a flotar en un paraíso, se metía por mi nariz. Me depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura aun estaba fuertemente ceñida por su mano. Me tenía aprisionada. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento. Se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Oí el chasquido del seguro al cerrar.
-No soy un bebé-mascullé.
Entonces me miró, su bello rostro estaba a sólo centímetros del mío y su respiración me golpeaba el rostro. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las lámparas que entraba por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estómago enloqueció.
-No seas tan terca, ______, por favor-musitó y su aliento cálido se metió por nariz, mandando al demonio todas las barreas que quise construir contra él.
Miró mis labios, pude notarlo y luego pasó saliva escandalosamente; se retiró rápidamente y su perfume se revolvió entre las partículas de aire.
Cerró la puerta con cuidado y luego caminó hasta el otro asiento del auto y subió. Aquella noche había luna nueva, por lo tanto, sólo la luz amarillenta de las lámparas alumbraban la solitaria calle de Venecia.
Encendió el motor del auto, y el suave ronroneo interrumpió la tranquilidad y el silencio.
-Puedo acusarte de rapto-farfullé, aun con esa voz torpe y ronca que salía de mí dentro.
Él rió por lo bajo, pero siguió conduciendo sin hablar.
Crucé los brazos sobre el pecho y fruncí el ceño.
-Puedo cuidarme sola, no necesito una niñera-volví a soltar.
-¿Vas a decirme todo el camino lo que puedes hacer y no haces?-inquirió, con voz serena.
Lo fulminé con la mirada mientras la luz de las lámparas caminaba sobre nuestros rostros y luego se iba. Su vista aun estaba puesta hacía el frente.
-Normalmente no eres así conmigo-me dijo-, no cabe duda de que estás ebria.
-Pues vete dando cuentas, Styles-mascullé-; no todo debe de ser como tú deseas.
-¿Eso qué quiere decir?
-Que te odio-dije, mi labio inferior sobresalía un poco.
Pensé que se iba a reír, tomándolo como un chiste debido a mi estado etílico; pero no. me miró con el ceño fruncido, intrigado.
-¿Qué? ¿Por qué me odias?-preguntó.
-Ahora te haces el inocente-la voz ronca se me quebró y él me miró aun más intrigado, preocupado también.
Estacionó el auto con un movimiento rápido del volante que hizo que se me revolviera el estómago. Luego me miró.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso?-inquirió, escrutándome con la mirada, evidentemente sorprendido y preocupado.
-Por favor, Harry; no me digas que eres tan estúpido que no te das cuenta-la temblorosa voz se hizo un hilo y las lágrimas salieron finas y delicadas de mis ojos.
-¿Cuenta de qué?
Lo miré con los ojos empañados de lágrimas y la respuesta en los labios; pero no dije nada. Me crucé de brazos de nuevo y giré mi cata bruscamente.
-De nada, no importa-mascullé.
-______, dime qué te hice-esa no era una pregunta, sino una orden.
No contesté y seguí mirando hacía el frente, a través del parabrisas del auto, contemplando la inmensidad de la oscuridad y con los ojos empañados aun.
-¿No vas a decirme?-insistió y lo ignoré.
¿Qué sentido tenía decirle que lo amaba si su corazón estaba atado junto al de alguien más? Era estúpido, justo como esta misma situación.
Después de esperar algunos segundos y ver que mi silencio persistía, se recargó de nuevo en su asiento y luego suspiró. Encendió el auto de nuevo y lo puso en marcha.
Seguro me veía estúpida, porque así me sentía. Dejé que las lágrimas cayeran en silencio, porque ninguno de los dos dijo nada. Miré por la ventanilla del auto y a pesar de que estaba ebria, podía recordar el camino de regreso al departamento de Sharon; y este no era. Pero no le tomé importancia, porque a pesar de todo, me sentía segura con Harry a mi lado.
Recargué la cabeza en el asiento y luego cerré los ojos, repentinamente cansada; quizá la rabieta de niña pequeña que había hecho minutos antes me había robado la suficiente energía como para hacerme caer en la inconciencia.

• • •

El golpe de la puerta al cerrar me despertó y aquel dulce perfume que me traía tanta inspiración volvió a juguetear por mi nariz. Mi cabeza descansaba sobre el duro pecho de él y mi cuerpo era cargado por sus fuertes brazos.
Luego sentí mi cuerpo descansar sobre algo blando y cálido, entonces mis ojos pudieron captar algo; aquella blanquecina luz no era alguna que me pareciera familiar y el aroma de su varonil perfume seguía jugueteando en mi nariz a pesar de que ya no sentía su cuerpo cerca. Dos segundos después de haberme percatado de ello me pregunté dónde estaba.
-Harry-musité y enseguida mis ojos se encontraron con su rostro.
Yacía parado, mirándome allí acostada donde sea que yo estuviera.
-Descansa-susurró y se acercó para besarme la frente y sentí sus cálidos labios a través de mi flequillo desparpajado.
Pero entonces sujeté fuertemente su rostro con mis manos y conduje sus labios hasta los míos, guiada por el impulso de tenerlo así de cerca. Su cálido hálito recorrió desde mi frente hasta mis labios y luego nuestras bocas se unieron; ambas deseosas una de la otra. Un remolino de emociones junto a un huracán de sensaciones explotó dentro de todo mi interior; y una carga eléctrica se envió desde mi corazón hasta cada extremidad de mi cuerpo, y até mis dedos a su cabello. Su boca se movió junto con la mía y su aliento se metía por mi garganta en donde ardía un nuevo fuego, esta vez creado de pasión. Sus manos se apoyaron a cada lado de mi cuerpo, puesto que sentí una hendidura al mismo tiempo. Me llevó un minuto darme cuenta de que yo descansaba en una cama. Mi cuerpo ardió entre la pasión y le amor, mientras que nuestros labios aun permanecían unidos, bailando en una sincronización sin igual.

Pero de pronto, una voz en mi cabeza me preguntó escandalizada que qué estaba ocurriendo y me ordenó severa que parara.
-¡No!-jadeé, apartando su rostro del mío.
La respiración estaba acelerada y el puñado de mariposas volaba desquiciadamente en mi estómago. Miré con el pánico pintado en los ojos el rostro prohibido que acababa de besar y la culpa me revolvió el estómago; aventé su cuerpo lejos del mío y me llevé las sábanas hasta la cabeza, cubriéndome completamente.
-Lo siento-susurró.
-vete-alcancé a decir, con un hilo de voz.
Oí después el sonido de la puerta al cerrar y el silencio me hizo derramar algunas lágrimas. Eso había estado mal, muy mal. La que tuvo que haberse disculpado tenía que haber sido yo. Yo fui quien aferró su rostro al mío, quien anheló ese beso, yo, yo, yo… traidora era mi segundo nombre.
La culpa que sentía en ese momento era inexplicable; parecía como si los órganos dentro de mi cuerpo se hubiesen vuelto pesados y luego desaparecieran dejando un vacío completamente abrumador. Había tocado fondo.
Estaba ebria, pero por supuesto, aun me quedaba una pizca de cordura. El corazón hecho pedazos debajo de mi pecho, me dolía de la inmensa culpa que estaba sintiendo y era como si trajera un espina clavada en mi bombeador de sangre. Cada latido era una oleada más fuerte de dolor y el mar al que pertenecían aquellas olas llevaba nombre propio: Sharon.
Louis me lo había advertido, “nada estú.pido” me había dicho y yo, iba con un letrero de ‘Estú.pida’ pintado en la frente. Seguro Louis me mataría, pero aquello era lo mejor, yo merecía morir como mínimo ó con menos dramatismo, irme de la vida de Sharon.
La hora de partida había llegado, yo tenía que irme en cuanto tuviera la oportunidad, tomar el primer avión a California o cualquier otro medio que me ofreciera alejarme de aquí.
La cabeza comenzó a punzar de dolor y con el estómago revuelto aun, me levanté de la cama y visualicé rápidamente el baño, a donde corrí y en el que devolví lo último que había tocado mi estómago.
Luego de que quedé vacía, lavé mi cara y me dejé caer sobre el azulejo blanco del piso, sintiendo su frío contacto con mi piel y allí, hecha un ovillo de hilo en el suelo, perdí la conciencia de nuevo.


Al abrir los ojos, el dolor de cabeza taladró con intensidad mi cráneo, haciéndome cerrarlos de nuevo. Traté de abrirlos otra vez, poco a poco, y la luz clara del día me los encandiló a tal grado que el dolor agudizó.
Tenía un recuerdo vano del día anterior y entre más me esforzaba en ordenar el desorden en mi cabeza, más me dolía.
El bar, el espejo, Harry, su Hybrid, el beso… ¡Sharon! Tan pronto como le encontré sentido a esas palabras, el recuerdo llegó a mi mente. Me levanté sobresaltada y visualicé después de unos segundos una habitación. No era mía, de eso estaba segura; había una guitarra negra y el decorado del cuarto era en color azul de diferentes tonos. Esta era la habitación de un hombre y el único que me venía a la mente era Harry.
La cama estaba desecha pero yo estaba segura de que anoche me había derrumbado sobre el piso del baño y no sobre la cama. Lamentablemente, nada había sido una pesadilla nada más, como yo lo hubiese deseado, todo era real, y aquellos labios rosados, rellenos, suaves y ahora con sabor a menta y chocolate, habían sido míos anoche, por un minuto.
Traté de buscar un reloj y encontré uno pequeño sobre el escritorio, eran las doce treinta y cinco del medio día y la cabeza no me dejaba de doler.
Fui al baño, medio mareada aun, y lavé mi cara. Traté de acomodarme los cabellos soltando mi pelo completamente. Luego de que me vi con un aspecto mejor, decidí que tenía que salir corriendo de esta casa.
Esperaba y cruzaba los dedos porque Harry no estuviera, así, saldría sin que él se diera cuenta y… me iría.
Tomé mi morral que se encontraba en una silla cercana y me lo crucé sobre el pecho. Me armé de valor y giré la perilla de la puerta, abriéndola. Salí con la mirada baja y al instante de que me encontré fuera de la habitación, la levanté, encandilada horrorosamente por la clara luz del medio día.
Harry me miraba, sentado en una de las sillas que tenía cerca de la mesa. Allí otra espina a mi corazón. Ambos nos miramos por un largo rato, como si nos comunicáramos con los ojos. Aquello pudo haberse interpretado como un ‘Te odio’ doloroso y afrentoso ó como el ‘Te amo’ más honesto de la historia.
Tan sólo respirar me dolía, así que bajé la mirada y me dirigí a la que parecía la puerta de salida. Apresuré mis pasos pero parecía como si mis pies no se abrieran tanto en cada paso.
-Espera, _______-su voz tan hermosa me hizo detenerme aunque la razón me gritaba despavorida que saliera corriendo ya.
-Volveré a California, Liam-sollocé.
-¿Por qué? ¿Por qué tan pronto?-inquirió, más confundido que antes.
La voz se me atoró en el nudo de la garganta, impidiéndome hablar. Me sentía fatal de confesar mi pecado.
-Hice algo muy malo, Liam-admití y halé la puerta para abrirla, luego me subí al auto. Todo lo hice tan rápido que no le di oportunidad para hablar.
Corrió hacía el otro lado del auto y subió de la misma manera que yo.
-¿Qué tan malo pudo haber sido como para que te obligué a irte? -quiso saber.
-Muy, muy malo -las lágrimas eran el vivo recuerdo de la noche anterior e incluso de esta misma mañana.
-Por favor, ______, no me asustes. ¿Qué hiciste?
Lo miré, con los ojos empañados aun y mis labios temblaban con las palabras a punto de salir.
-Anoche me embriagué…
-Oh, vamos ______, eso no es tan malo… -el alivio huyó de su rostro cuando continué hablando.
-…y besé a Harry –confesé, tratando de ahogar el nudo en mi garganta.
Entonces se le desplomaron las cejas de sorpresa y desconcierto.
-¿Qué? -preguntó, incrédulo.
Me llevé las manos a la cara, intentando al menos ocultar mi rostro avergonzado y las lágrimas que lo bañaban, ya que no podía pararlas.
roxana789
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Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA   (TERMINADA) - Página 3 Empty Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA

Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:56 pm



 

-¿Besaste a Harry? ¿Pero cómo? ¿Por qué? -sus preguntas sólo sirvieron para que el dolor me sucumbiera más, sin contar que la cabeza estaba por explotarme.
-¡Por estúpida, Liam! –solté, retirando las manos de mi rostro para elevarlas en modo de desesperación- Sharon se dio cuenta de que Harry no era el mismo y el domingo pasado a la muy idio’ta de mí, se le ocurrió bailar con él en plenas narices de su novia. Debí imaginarlo, ¿sabes? Hasta la persona más estú’pida lo hubiera reflexionado, pero se trata de mí, ¡claro! la idio’ta de mí-farfullé, atropellando las palabras.
-_______, tranquila –me tomó del brazo y sentí su tacto cálido sobre mi piel-. Cuéntame con más calma y sin insultarte -me pidió.
Suspiré, yo no sabía cómo es que esperaba que no me insultara a mi misma. Me merecía toda clase de insultos habidos y por haber. Pero traté de tranquilizarme.
-Louis me lo dijo –continué-, y me pidió que fuera… sensata y lo primero que hago es ir a embriagarme para olvidar el dolor por romperle el corazón a mi mejor amiga, dime ¿qué tan sensato es eso?
“Harry fue a buscarme al lugar cuando estaba borrachas, me sacó de allí y me hizo subir a su Hybrid… Casi le confieso que lo amo -la voz volvió a quebrárseme- y luego de una ridícula discusión me quedé dormida. Cuando desperté me di cuenta de que no estaba en el departamento de Sharon sino en la casa de Harry, acostada en su cama –el recuerdo apareció nítido en mi mente, como si fuese una película que se estuviese proyectando con bastante claridad-, musité su nombre y él se acercó a besarme en la frente para desearme buenas noches –ya no estaba tan segura de que mi voz tuviera sonido, pero Liam seguía mirándome atento-. Sujeté su rostro entre mis manos y lo besé, simplemente lo besé –me perdí por un momento en el recuerdo.
-¿Y Harry qué hizo? –inquirió.
-No se apartó… ¡No se apartó! Yo tuve que detener aquello porque si no… -entonces mi voz se perdió entre las lágrimas que me ahogaban la garganta.
-Tengo varias cosas qué decir, pero primero… -abrió sus brazos y me abrigó en ellos y yo, derramé allí todo mi dolor.

Lloré inconteniblemente sobre su hombro, por que me sentía sola; sentía que tarde o temprano así me quedaría. Sola.
Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa, produciendo en ella un manchón sobre su hombro.
-Perdón –murmuré mirando lo que había producido mi llorar.
-No te preocupes –me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla y me recordó a Harry esta mañana.
Gemí.
-No puedo creer que haya sucedido –musitó.
-Fue mi culpa.
-No –me contradijo firmemente-. No sólo ha sido culpa tuya,Harry también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa cae en él. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú… estabas borracha, pero, ¿el? Él estaba en sus cinco sentidos –meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró –. Pensé que odiabas el alcohol –musitó.
–Lo sigo odiando, Liam. Ahora más que nunca –siseé y luego gemí con dolor-. Pero es que la mente se me nubló y… fue la única estupidez que se me ocurrió para olvidar –admití.
-Prométeme que nunca más volverás a hacerlo –me pidió.
-En lo que me resta de vida –levanté la mano, jurándolo.
Liam volvió a abrazarme, pero esta vez fue un abrazo corto.
-¿Ya no hay vuelta atrás? –me miró, congojado.
Negué con la cabeza baja.
-Me voy, mañana en la mañana –murmuré.
-Harry es un idiota –resopló-. No puedo creer que tengas que irte, es decir, no tan pronto.
-Es lo mejor, de todas maneras ya lo había pensado. Me tardé demasiado analizándolo, ese fue el problema.
-¿Le dirás a Sharon? –me preguntó, como no queriendo la cosa.
Me tembló la boca y la quijada al contestar.
-Tiene que saberlo –tomé aire-. Pero no estoy muy segura de cómo –bajé la mirada.
-Todo va a salir bien, _____ –me tranquilizó, pero yo sabía que más allá de sus palabras, la verdad era otra-. ¿Te despedirás?
-¿De quién?
-De Ferni.
Otro pinchazo de dolor a mi corazón. Otra persona que extrañaría bastante, Fernanda.
-No me gustan las despedidas –musité, con el dolor en mi voz.
-Oh, vamos. No puedes irte sin decirle adiós. Sabes que ella te aprecia mucho.
-Pero me va a doler –dije.
-Y le va doler más a ella si no lo haces.
Suspiré.
-De acuerdo –acepté-. Ahora llévame al departamento, por favor –dije, sobándome la cabeza, que sentía explotar.
-Gracias –me hizo un cariño en el mentón y luego abrió el cajón de delante de mí-. Toma, te ayudarán un poco –me ofreció unos lentes de sol y cuando me los puse y mi vista se oscureció, el dolor disminuyó quedamente.
Arrancó el auto y condujo hasta el departamento, tenía que comenzar a hacer mis maletas.
Cuando llegamos y subimos, Liam me preparó una extraña malteada blanca.
-Tómatela –me dijo, dándome el vaso y me hizo recordar la noche anterior, cómo Gaspar ponía frente a mí los vasitos con alcohol.
Lo miré, recelosa.
-Si algo he aprendido de mi tía, es a hacer remedios caseros para todo, anda –me instó-. Se te quitará ese horrible dolor de cabeza.
Le di un sorbo pequeño al vaso y luego, le abrí paso a uno más grande; hasta que divisé el fondo de cristal de aquel vaso.
Aquello no sabía tan mal.
-Perfecto –sonrió, Liam-. ¿Qué vas a hacer ahora?
-Mis maletas –musité-. Entre más pronto termine todo, mejor.
Él suspiró con pesar, enterrando sus ojos chocolate en mí; luego, soltó una risita y meneó la cabeza.
-Tú te atreviste a hacer lo que nunca pude hacer yo –me dijo-. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido yo el que hubiera robado un beso a de ti? –me preguntó.
-Supongo que no me estaría yendo ahora –admití-. Pero dicen que las cosas suceden por alguna razón.
-Sí, ahora yo tengo a Ferni y…
-Y yo regreso a California –traté de sonreír.
Ambos nos quedamos en silencio.
-Tengo que ir, Liam –musité-. Gracias… por todo –dije, desde lo más profundo de mi corazón.
-No agradezcas, para mí ha sido todo un placer conocerte, mi principessa –sonrió.
-No nos despidamos aun –dije-. Te veo más tarde –sonreí y salí de su apartamento hacía el mío.
Cuando me hube adentrado en él me dejé caer sobre el suelo y parecía como si las ganas de llorar no acabaran jamás.
Me levanté cansada, pero al menos evitando a toda costa derramar una gota de agua más. Me dirigí a mi habitación y saqué mi par de maletas azules que había traído conmigo, luego, comencé a llenarlas de ropa, objetos y todo lo que me pertenecía.

El dolor de cabeza se había esfumado por completo, pero el dolor en mi corazón seguía estancado y se movía como la hoja de un cuchillo afilado.
Mis maletas estaban hechas sobre la cama, la habitación había quedado tal y cual la había encontrado cuando llegué. Iban a ser las seis de la tarde, pero el tiempo ya no importaba, a mí se me había acabado la estancia allí y cada movimiento de la manecilla del reloj me lo recordaba. Tomé mi morral y fui con Ferni, al menos ella tendría qué saber que me iba.
Caminé con paso apesadumbrado, era como si los pies me pesaran toneladas; las manos se me congelaban, sin siquiera haber tanto frío.
Llegué hasta el laboratorio de los Agnelli pero esta vez, no había fotografías que imprimir, sino, una triste noticia que dar. Crucé la calle, tratando de respirar, no sabía que tan difícil podría ser decirle adiós a las personas que aprecias y más, si sabes que para volver a verlas pasará mucho tiempo, si es que sucede.
El rechinido de la puerta de entrada se escuchó cuando la abrí y la delicada figura de Ferni se posó en mis ojos. Me dieron ganas de llorar en cuanto la vi sonreírme.
-¡_____, hola! –me saludó, con esa alegría tan angelical en ella.
Quise sonreír pero una traicionera lágrima fue lo único que salió. Me dolía bastante decirle adiós a una persona fantástica.
-Oh, _____, ¿qué sucede? –llegó hasta mí en un rápido andar y me abrazó.
-Vengo a despedirme –musité.
-¡¿Qué?! ¿A dónde vas?
-Vuelvo a California –confesé.
-¡¿Qué?! –la expresión se le contrajo de desconcierto.
-Tengo que irme, Ferni. Ya no tengo nada más qué hacer aquí.
-Pero… ¿por qué?
Respiré hondo, allí iba otra vez la historia, la dolorosa y triste historia del por qué me iba.
-Anoche me embriagué y besé a Harry –dije, no quería darle mucho detalle al asunto.
-¡¿Hiciste qué?! –sus ojos se abrieron desmesuradamente y llevó sus manos a su boca para contener el grito de sorpresa.
-No me hagas recordarlo, soy la pero mejor amiga del planeta –sollocé.
-Vaya –murmuró-. No puedo creerlo –se quedó en silencio-. Y… ¿cómo estuvo?
-¿Qué cosa? –inquirí, confundida.
-El beso.
-¡Fernanda! –farfullé, escandalizada.
-Lo siento, pero es que… en serio no puedo creerlo. Quiero decir, me sorprende que haya sucedido algo así, Harry tiene novia, ¿no? y tú… bueno tú jamás hubieras querido herir a tu mejor amiga, ¿verdad?
-Es lo único que me duele, Ferni. Que la traicioné.
-Sí pero… ¿segura que es eso lo único?
-¿Qué quieres decir? –pregunté.
-No lo sé –se encogió de hombros-. ¿No te duele dejar a…? Tú sabes.
-Harry –me tembló la voz y Ferni asintió.
-Si te digo que no, te mentiría. Lo amo Ferni –confesé.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Tú crees que irte arreglará las cosas?
Me reí.
-Sabía que intentarías hacerme cambiar de opinión, pero ya no hay vuelta atrás, Ferni. Me voy.
-No puedes escapar siempre –me reprochó.
-No, pero ahora sí. De todos modos volvería, no me iba a quedar para siempre aquí.
Ella suspiró, sabiendo que por supuesto, no iba a cambiar de opinión.
-Te extrañaré tanto –murmuró.
-Yo también. Escucha, podemos escribirnos por Internet –dije, tratando de evitar el melodrama, pensar en despedirme de una persona como Ferni me dolía en serio en lo más profundo de mi alma.
-No será lo mismo –dijo, triste.
-Ya lo sé, pero agradezcamos a Dios que nos permitió conocernos –musité, a punto de dejar salir las lágrimas.
-No es justo –murmuró y luego volvió a abrazarme. Ella no pudo contener las lágrimas y verla llorar me terminó a mí por derrumbar.
-Nunca voy a olvidarte, ¿de acuerdo? –musité.
-¿Y prometes que te cuidarás?
-Lo prometo.
-¿Cuándo sale tu avión? –me preguntó.
-Mañana a las once de la mañana.
-Le pediré permiso a mis papás y cerraré para…
-No –la interrumpí-. Escucha, no te lo tomes a mal, pero mañana no quiero que nadie me acompañe al aeropuerto. No me gustan las despedidas, Ferni. Y si puedo huir de ellas, mejor.
-¡Pero ya no voy a volver a verte!
-Claro que nos volveremos a ver, algún día… Dios nos volverá a juntar. Pero no me hagas dura la partida, ¿sí?
-Te voy a extrañar demasiado.
-Ya somos dos –traté de deshacer el nudo en mi garganta-. Te quiero, Ferni. Gracias por todo.
-También te quiero, _____.
Le di un último abrazo y me retiré del lugar antes de que yo misma me amarrara a él, sabía desde un principio que no debía de encariñarme con las personas por qué dejarlas me costaría mucho, y no estaba equivocada. Dolía bastante.
Caminé hasta el edificio, mientras me limpiaba las lágrimas que resbalaban por mi mejilla. El cielo estaba oscureciendo, este había sido mi último día en Venecia.
Subí por las escaleras, desganada totalmente. La despedida de Ferni no había sido para nada sencilla. No cabía más dolor en mi corazón.
O eso pensaba yo.

-Sólo quiero hablar con ella –era su voz, sin duda, la que se oía a través del pasillo con eco propio.
Me quedé helada, mis pies no se movieron más y mi cuerpo quedó escondido tras la pared continua.
-Pero ella no quiere hablar contigo, pervertido –esa otra voz era la de Liam, aireada.
¿Qué estaba sucediendo?-pensé yo-
-¿Pervertido? –repitió Harry, escandalizado.
-¿La llevas a tu casa sabiendo que no está en sus cinco sentidos? No te hagas el santo –alegó Liam.
-La llevé a mi casa por eso mismo –explicó-. No iba a dejarla aquí sola en ese estado, además, yo no tenía llave de este departamento, ¿qué querías? ¿Qué la dejara en el pasillo? –replicó.
-Como sea, ella no quiere verte.
-Tú no decidas, no tienes derecho –decía Harry.
-No decido, sólo te estoy repitiendo lo que ella me dijo esta tarde –refutó Liam.
-Necesito hablar con ella, y tú no me lo vas a impedir –advirtió Harry.
-Pues, ojala la encuentres –la voz de Liam parecía ocultar una sonrisa malévola.
Hubo un silencio y me eché a correr al captar que la conversación entre ellos había terminado y que Harry pasaría por donde yo estaba escuchando todo.
Corrí hacía el ascensor, Harry no lo tomaría, de eso estaba segura. Las puertas se abrieron a tiempo y me escondí antes de que sus ojos me vieran. Apreté el botón para el cuarto piso, sólo por si acaso y el estómago se me encogió, evidentemente más sensible, cuando el ascensor subió un piso arriba.
Cuando las puertas se abrieron de nuevo y me dejaron salir, bajé rápidamente las escaleras hasta mi piso y llamé a la puerta del departamento trecientos ocho. Alguien dentro refunfuñó palabras ininteligibles y luego la tía de Liam me abrió la puerta y me puso mala cara, deformando su rostro con más arrugas de las que ya tenía. Su cabello blanco estaba atado en una desecha coleta y algunos cuántos pelos se salían de su lugar.
-Disculpe que la moleste, ¿está Liam? –pregunté.
-¡Liam! –lo llamó, luego sin decir nada más, se dio media vuelta y volvió al sofá en el que seguro estaba antes.
Liam salió de una de las habitaciones y después de que miró a su tía me captó en la puerta de entrada, esperando.
-Oh –musitó y se acercó a toda velocidad-. ¿Qué pasa, ______? –dijo, saliendo un poco y cerrando la puerta tras de sí.
-Escuché la discusión que tuviste con Harry, ¿por qué? ¿A qué vino? –inquirí, desesperada.
Él exhaló.
-Venía a hablar contigo, pero le dije que tú no querías hablar con él –musitó.
-Eso lo escuché, pero ¿por qué le dijiste que yo no quería hablar con él?
-Pues, ¿no es obvio? _____, yo sé que te lastimaría más de lo que ya lo ha hecho. No quiero que te sientas culpable de nada, Harry es el que tiene la culpa aquí y quiero que lo acepte. Además ya has llorado bastante.
-Pero…
-A menos de que quieras despedirte de él, yo no puedo impedirlo –se encogió de hombros.
-No –negué rotundamente-. Ni siquiera le diré que me voy.
-No digas que te vas, se siente horrible –musitó, bajando la mirada.
-Gracias por todo,Liam. Por esto y por… todo –reí sintiendo de nuevo esas ganas de llorar.
-No te preocupes por mañana, yo te llevaré al aeropuerto y…
-No –me negué, amablemente -. Lo mismo que le dije a Ferni te digo a ti, no me gustan las despedidas y mucho menos si son largas. Gracias por ofrecerte pero… no.
Se me quedó mirando por unos segundos.
-Mañana imaginaré que sigues viviendo justo enfrente de mí –sonrió y el corazón se me oprimió, entristecido. Extrañaría a Liam mucho más de lo que había imaginado. Me dio un último abrazo y luego me besó la mejilla-. Ya sé que van como tres veces que hacemos esto pero, no cuenta como una despedida, nos volveremos a ver algún día –aseguró y algo en su voz me hizo creerlo.
Sonreí.
-Entonces hasta pronto –dije, separándome de él.
-Hasta pronto –sonrió.
Entré al departamento y me esforcé por no dormir al principio. Tenía que volver a mi ritmo de vida de un día a otro; en California era de día cuando aquí era de noche. Antes de que viniera a Venecia, me había preparado con la diferencia de horas, hasta que logré controlar muy bien mi sueño y ajustarlo perfectamente al horario en Venecia. Pero para eso había tomado semanas, y ahora, tenía que hacerlo de un día a otro, aunque ese era el menor de mis problemas.
Logré quedarme despierta hasta las tres de la mañana, porque a pesar de que los ojos me ardían de sueño y de haber llorado tanto, estar despierta provocaba que los recuerdos nítidos vagaran en mi mente; así que mejor decidí cerrarle el paso a todo eso y cerrar los ojos para intentar dormir mi última noche.
Los ruidos sonoros del exterior me despertaron. Me revolví entre las sábanas y me estiré antes de bostezar. Hoy era un nuevo día. ¡Hoy era el día!
Me levanté como zombie de una tumba, incluso tenía el aspecto de uno. Miré el reloj, eran siete con treinta y cinco minutos. Los ruidos siguieron escuchándose fuera y lo único que mi mente produjo fue un pensamiento con nombre propio: Sharon.
La respiración se me entrecortó y el corazón me latía oprimido. No tenía cara siquiera para verla, sostenerle la mirada y tratar de sonreírle, sabía que no podría hacerlo. Respiré hondo varías veces, tratando de calmarme, llevaba puesta la misma ropa del día anterior, arrugada por haber dormido con ella; había dejado sólo un cambio para el viaje.
El viaje. Si Sharon entrara a mi habitación a despertarme vería las maletas y… esa no era una buena forma de enterarla de que me iría, yo tenía que sacar valor y hablar con ella, aun cuando no quisiera.
Me levanté rápido de la cama y me cambié de ropa, guardando en una de las maletas la que antes me había quitado. Me sorprendí de lo rápido que lo hice y salí de mi habitación, con el corazón latiendo a mil por hora.
-¡Ey, hola! –la sonrisa de Sharon se expandió al verme, mientras luchaba con su pequeña maleta por que la cremallera no abría.
Corrió hasta mí y me abrazó, ella siempre hacía eso y me recordó al primer día que llegué a Venecia. Le correspondí tímidamente.
-¿Puedes creerlo? El señor Vittore quiere que trabaje hoy, aunque sea medio día. Tendré que irme a las dos –hizo un mohín.
Traté de hacer algo, un gesto o lo que sea, por que hablar no podía; repentinamente la voz se me había ido.
-¿Te pasa algo? –me miró.
-No, no… –tartamudeé- sí.
-¿Qué ocurre? –me preguntó.
Este era el momento, en poco más de tres horas me iría, y si no le decía ahora, quizá ya no encontraría el valor después.
-Regreso a California, Sharon –dije, con el nudo en mi garganta.
Los ojos de Sharon se abrieron más grandes de lo que ya eran.
-¡¿Qué?! Es broma, ¿no? –farfulló. Cuando me vio en silencio, sería y entristecida a la vez, entonces supo que no lo era- Pero, ¡¿por qué?! Pensé que te irías después de año nuevo, ¡apenas comenzó diciembre! –parloteó y los ojos se le pusieron rojos.
-Tengo que irme, Sharon –el temblor de mi voz dieron paso a las lágrimas, podía ver llorar a todo mundo, pero nadie movía tanto mi fuero interno como lo hacía Sharon, verla llorar a ella era distinto, desgarrador.

 
-¡¿Por qué?! –volvió a repetir.
Estaba consiente de que Sharon tenía que saberlo, pero de pronto, me volví cobarde y las piernas debajo de mi pantalón deportivo temblaron.
-Sólo… ya… Es que ya no tengo nada que hacer aquí, tengo que volver a América –murmuré.
-¿Cómo que no tienes nada que hacer aquí? ¿Yo estoy pintada? ¡Claro que tienes mucho qué hacer aquí! Se supone que viniste a pasar navidad conmigo, a estar juntas en año nuevo, ¿y dices que no tienes nada qué hacer aquí? –explotó, con todas esas lágrimas corriendo por su rostro.
-Sharon, discúlpame –supliqué-, pero entiéndeme, tengo que irme.
-¡Es que no te entiendo! No logro comprenderte, ¿por qué?
Verla así, derramando lágrimas por mí era devastador, pero aun cuando estuviera enojada y no encontrara explicación a mi huida, era preferible que verla con el corazón roto, sin novio ni mejor amiga.
Pero ella tenía derecho a saber. Las lágrimas se me atoraron en la garganta y la voz no salió del nudo de ella, sólo abrí la boca, pero no hubo sonido alguno.
Llamaron a la puerta y ninguna de las dos nos movimos, sólo mis ojos se dirigieron a la armazón de madera. Los golpes insistieron, Sharon se giró y fue a abrir dejándome colapsada por la persona que estaba del otro lado.
-Sharon, ¿por qué lloras? –Harry la miró preocupado, el rostro de Sharon estaba enrojecido y sus ojos no paraban de llorar.
Ella se dio la vuelta sin contestarle y caminó de nuevo hasta mí, cuando H me vio, llorando también, abrió sus ojos como platos y pensó lo peor.
-Sharon…
-¡Dime por qué maldita sea te vas! –el grito de ella lo interrumpió y allí Harry pareció caer en la cuenta.
-¿Te vas? –me preguntó y a su rostro asomó una expresión de dolor que lo desencajó por completo.
Ya no podía más, no lo soportaba. Sentía que me derrumbaría allí mismo tras la mirada de dolor de ambos, de dos personas que amaba bastante.
-Sí –obligué a mi garganta a abrirse de nuevo, sólo para contestarle a Harry.
-¿Por qué? –inquirió, desconcertado y cínico.
Gemí, incrédula, ¿él me preguntaba por qué? Moví la cabeza negativamente, lo odiaba.
-Mi vuelo sale a las once. Perdóname, Sharon –tomé mi bolso y salí corriendo de allí, simplemente ya no podía soportarlo.
Corrí escaleras abajo y salí al exterior, no tenía dinero y la gente me regalaba miradas raras porque mi rostro estaba bañado en lágrimas. Había una persona que aun no había visto, una persona que debía enterarse de que me iba y las razones de por qué me iba. Faltaba despedirme de mi mejor amigo, Louis.
Lo llamé y le pedí que me recogiera, ya que yo no sabía dónde vivía y a los pocos minutos apareció en el parque en el que yo estaba sentada.
Me llevó hasta su casa, porque le pedí que lo hiciera, no quería hablar en plena calle sabiendo que me soltaría a llorar más de lo que ya lo hacía.
Ni siquiera me molesté en apreciar la casa o lo que había en ella, todo lo que hice fue seguir a Louis hasta su cuarto, luego de saludar a su madre.
-Ahora dime, ¿qué pasa? –me hizo sentar en su cama y él se sentó en la silla de un escritorio que tenía a lado.
-¡Soy una completa estúpida, Louis! –farfullé.
-¿Por qué?
-Porque no acaté las reglas, porque le rompí el corazón a mi mejor amiga y porque como una completa cobarde, regreso a California.
-¿Cómo? Espera, cuéntamelo por partes, no te entiendo –gesticuló con las manos, haciendo señal de que parara.
Suspiré, tratando de limpiarme las lágrimas que no se cansaban de salir.
-Regreso a mi país –no sabía por qué siempre empezaba diciendo eso.
-¿Por qué?
-Esa… esa es la parte difícil –dije, entre sollozos. Unos ruidos se escucharon afuera de su habitación-. ¿No deberíamos cerrar la puerta? –dije, temiendo que alguien pudiera oírnos.
-Mi madre no se mete en lo que no le incumbe, no te preocupes –me tranquilizó-. Dime, por qué te vas.
-Porque soy mala, Loui –sollocé más fuerte-. Si supieras, cuánto me duele… en serio.
-Pero dime ¿por qué? –su tono de voz no sólo era preocupado sino también desesperado.
-Porque… no te hice caso, Louis. Después de que hablamos por teléfono el otro día yo… me sentí tan mal que cometí una estupidez.
-¿Qué hiciste? –sus ojos verdes se mostraron cautelosos y seguían preocupados.
-Me embriagué y besé a Harry.
-¡¿BESASTE A MI NOVIO?! –Sharon apareció de pronto por la puerta, con los ojos abiertos de incredulidad y la cara desencajada de dolor.


-¡Sharon! –Me levanté, desconcertada- Yo no… –intenté explicar.
-¿Tú no qué? Te acabo de escuchar, ______ –las lágrimas salían de sus ojos como si fueran caballos de carrera, desatrampados por ganar-. Oí cuando se lo dijiste a Louis, ¡eres una traidora! –gritó y al instante, sentí el sonoro golpe de la palma de su mano contra mi mejilla, produciendo un ardor instantáneo y el seguro enrojecimiento de mi piel.
Tan duro fue el golpe que, la cara se me desvió hacía un lado y Louis tuvo que retener a Sharon.
-¡Shar, tranquila! –le ordenó, asustado.
-¿Cómo quieres que esté tranquila? Si mi supuesta mejor amiga me traicionó, claro, ahora entiendo todo –no dejaba de llorar y el coraje era leíble en su rostro.
Los nudos se habían quedado atascados en mi garganta, y el corazón, hecho pedazos en mi pecho, latía angustiado. Mis lágrimas eran de amargura, deseaba fervientemente que todo esto fuera una pesadilla.
-¿Cómo no me di cuenta antes? ¡¿Y tú no pensabas decírmelo?! –me empujó y Louis volvió a sujetarla.
-Sharon…
-¡Te abrí la puerta de mi casa! ¿Y me pagas robándote a mi novio? –Seguía farfullando llena de furia e hizo caso omiso a la voz de Louis- ¡Qué estúpida! No puedo creer que tú… –se quedó a la mitad de la frase, le dolía bastante. La conocía y sabía que estaba hecha pedazos, cosa que sólo sirvió para hundirme más en la miseria. Seguía sin poder hablar, sólo lloraba y miraba a Sharon-. Hace algunos minutos estaba llorando porque te ibas –farfulló-, ahora entiendo la razón, qué cobarde –siseó-. Pero ¿sabes? Me da gusto que te largues, hipócrita –me dio una última mirada despectiva, dolida, y se dio media vuelta para salir de la habitación.
Me quedé inmóvil, dejando que mis lágrimas se suicidaran sin piedad; respirar me era difícil y sentía que me faltaba el aire.
Louis me miró, decepcionado.
-Ve –alcancé a susurra, con el hilo de voz que salió de mi garganta-. No la dejes sola.
Se me quedó mirando, era una mirada extraña, estaba entre la frustración y la angustia. Pero enseguida salió detrás de Sharon. Entonces me quedé sola.
Las lágrimas no se cansaban de salir y parecía como si nunca se acabaran, esto no debió de haber terminado así, ni siquiera debió tener comienzo.
Me quedé en inmóvil durante un par de minutos y luego, miré a mi alrededor, ya no volvería a ver a Louis y no había tenido la oportunidad de decirle adiós. Busqué con la mirada algún cuadernillo y divisé una hoja encima de su escritorio; tomé un bolígrafo y garabateé sobre el papel en trazos largos:

Me lo dijiste, lo sé.
Disculpa todo el daño que hice, que le hice a ella. Era lo que menos hubiera querido que pasara. Agradezco todo lo que hiciste por mí, gracias por entenderme.
Fuiste mi mejor amigo y nunca voy a olvidarte.
Perdóname.
Te quiero.

__________
Lo dejé sobre su cama y luego, con un nuevo dolor en el pecho, salí de aquella habitación. Me deslicé como ánima en pena escaleras abajo y cuando bajé a la sala para cruzarla y llegar hasta la puerta, la mirada de la madre de Louis me detuvo.
-¿Estás bien? –me preguntó.
Mantuve mi mirada baja, avergonzada y negué con la cabeza.
-¿Quieres una taza de té? –me ofreció, afable.
-Tengo que irme, se me hace tarde. Gracias de todos modos –musité e intenté dar el primer paso hacia la puerta.
-Antes de que te vayas –dijo-, quisiera decirte algo –me detuve y giré sobre mis talones, despacio, la miré.
Su rostro, dulce como el de toda madre, tenía un tono rosado en las mejillas, como un durazno. Su cabello era igual de rizado que el de Louis y del mismo color castaño que el de Harry. Me sonrió.
-La traición es algo muy fuerte –musitó, acercándose y la miré con ojos asustados. Ella rió-. Aquí las paredes no son muy sólidas –explicó-. Además uno intuye cosas cuando las ve salir por la puerta, llorando.
Me sentí más avergonzada que antes y bajé la mirada.
-Lo que quiero decirte –me levantó el mentón, con delicadeza-, es que la traición puede llegar a ser muy dura, muy profunda, viniendo de una persona a la que se quiere. Pero, más allá, el amor es más profundo y fuerte.
Me le quedé mirando, confundida, ¿qué era lo que me estaba diciendo? Sollocé.
-Cariño –ella vio la confusión en mi rostro, tan palpable como mis lágrimas-. ¿Tú amas a mi hijo, Harry? –Se me paró el corazón, pero antes de que pudiera contestarle, ella siguió hablando- Sharon es una muy buena chica, trabajadora, educada, bonita; me gusta que Harry salga con ella. Pero no se trata de lo que me guste a mi o al resto de la sociedad, se trata de la felicidad de mi hijo. Todos cometemos errores, cariño. Pero siempre recuerda que el amor tiene mucho más fuerza que cualquier otro poder en el mundo y al final de cuentas, aquellos errores, son los peldaños de una escalera que nos lleva a nuestro destino.
El silencio me rozó con el aire, quise asimilar y comprender, una por una sus palabras. Ella me sonrió.
-Buen viaje –me acarició la mejilla.
-Gracias –musité, más confundida que antes.
Salí por la puerta y el corazón se me encogió de angustia, una vez más. ¿Cómo iría de nuevo hasta el departamento? Louis se había ido con Sharon y yo, difícilmente recordaba el camino. A pie haría más de treinta minutos, si es que llegaba.
Era el colmo de mis desgracias.

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Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA   (TERMINADA) - Página 3 Empty Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA

Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:57 pm


 
Comencé a caminar, dejando atrás la bonita casa blanca en la que antes había estado. Esperaba que Sharon se encontrara bien, en el sentido de que estuviera segura con Louis. Sabía que yo la había destrozado y eso era algo que jamás me perdonaría.
Mientras caminaba, las palabras de Denisse, la madre de Louis, vinieron a mi mente, entre tanto que mis mejillas seguían húmedas y mis ojos tercos a seguir derramando su dolor.
¿Ella creía acaso que Sharon no hacía del todo feliz a Harry? Era su madre, y una madre –queramos o no– siempre, tiene la razón. Ella me estaba dando una esperanza, debajo de sus palabras, había una. Pero justo ahora todo mi cielo se había vuelto gris, casi negro, y toda esperanza parecía carecer de sentido y significado.
Caminé por un buen rato, indecisa de ir o no por algunas calles, pero al final, divisé el edificio y por primera vez en todo el día, sentí alivio. Cuando me hube adentrado hasta llegar al departamento, lo primero que hice fue ver la hora, faltaban quince minutos para las diez de la mañana. Tenía el tiempo suficiente para hacer una última cosa.
Arranqué una hoja del cuadernillo que Sharon tenía sobre la mesa de centro y me senté a la mesa a escribir. A lo mejor era estúpido dejarle una nota, pero tampoco podía irme así nada más.
Comencé a arrastrar la pluma por el papel con ansiedad y cada línea en la hoja, era un latido cada vez más doloroso de mi corazón. Cuando hube terminado de escribir, leí la… carta que había pintado en aquella hoja.

Lamento mucho todo esto.
Me merecía más que una buena bofetada y todas esas palabras que me dijiste. Pero el que las mereciera, no significa que no me hayan dolido.
Pedirte perdón a lo mejor es estúpido. Tomando en cuenta de que no me lo perdonaré ni yo misma. Jamás quise hacerte daño, intenté protegerte siempre y… ahora te resulté fallando.
Siempre fuiste como mi hermana, Sharon y siempre quise lo mejor para ti. Sé lo que sientes ahora, pude verlo en tus ojos, te conozco mejor que nadie. No tienes idea de cómo me dolió verte así por mi culpa.
Pero no te mentiré. Me enamoré de Harry, te juro que lo amo y por eso tenía que irme. Quería dejarlos ser felices, en serio. Vivir todos los días viendo sus demostraciones de amor era algo que me dolía más que los golpes en la mejilla. Pero yo quería que tú fueras feliz e irme resultaba la mejor idea para olvidar todo, y aunque no pudiera olvidarlo, ya no importaría; yo estaría a miles de millas lejos de él, lejos… para evitar hacerte daño. Todo me ha salido al revés.
No quería que esto pasara, pero regresar el tiempo es imposible. A lo mejor, irme ahorita, después de esto, no va a servir de mucho. Sé que soy una cobarde por irme y dejarte este dolor, ¡te juro que desearía poder quitártelo! Pero, no deja de ser lo mejor para todos…
No quiero perderte, Sharon. Mi elección siempre fuiste tú. Pero ayer, en un desorden estúpido en mi cabeza, cometí el error más grande de mi vida. Traicioné a la única familia que me quedaba… ahora estoy sola. Me lo merezco.
Harry no tuvo la culpa, fui yo quien lo besó. No eches por la borda algo tan hermoso como lo es tu relación sólo por un error mío.
Ódiame a mí si quieres, pero no culpes a Harry. Fue mi culpa, por completo.
Lamento haberte causado este daño, no sabes cómo me arrepiento. Por supuesto que te lo iba a decir, pero no de la forma en la que te enteraste. Discúlpame.
Hay algo de esto que jamás voy a olvidar, de los errores, hay lecciones que se aprenden. La comunicación es importante y a veces, aquello que vemos a simple vista, no es lo que parece. Tenlo en mente, Sharon. Seguro habrá más de una persona tratando de apoyarte.
De nuevo, discúlpame.
Todo lo que me diste te lo devolveré, el dinero, los vestidos… te pagaré todo. Gracias.
Cuando leas esto, seguro estaré arriba de un avión rumbo a California, sintiéndome la persona más pérfida en todo el mundo. Extrañándote.
Espero algún día me perdones.
Te quiero mucho.
Era la carta más sincera que jamás en la vida había escrito, sin embargo, la sentía insuficiente. Pero ya no me quedaba tiempo. Doblé el papel por la mitad y garabateé rápidamente el nombre de Sharon al frente, luego la coloqué sobre la mesa.
Fui por mis maletas y guardé el par de euros que aun me quedaban. Di una última mirada nostálgica al departamento y una lágrima se estrelló contra la alfombra del suelo. Dejé las llaves en la misma mesa en donde estaba la carta y luego salí por la puerta, arrastrando mis maletas junto conmigo. Utilicé el ascensor y salí del edificio. Paré un taxi y le pedí que me llevara al aeropuerto.
Aun en la agonía misma de estarme yendo, sabiendo que la única familia que me quedaba tenía el corazón roto por culpa mía, no podía evitar pensar en él. Miré a través de la ventana del taxi y vi pasar las casas y calles, jamás volvería a verlas de nuevo, ni a él.
Me iba hasta el otro lado del mundo, pero dejaría mi corazón cerca de él. Seguro. Mientras más lo pensaba, más me dolía. Dejaría al amor de mi vida y renunciaría a él totalmente, porque era lo mejor.
Nunca pude dejar de quererlo, sencillamente por que lo amaba más de lo que me convenía. Era como redactar mi carta de despedida; como si al hacerlo, cada palabra que plasmaba me doliera cada vez más al acercarme al punto final.
No quería irme, partir de su lado era como tirarme de un precipicio o interponerme en el camino de un autobús en movimiento, ó con menos dramatismo, era como quitarle el sentido al paso del tiempo.
Me dolía partir, por supuesto; pero era lo mejor que podía hacer después de todo. Me llevé la mano a mi mejilla izquierda, y me ardió con el recuerdo. La cara desencajada de dolor de Sharon se plasmó en mis pensamientos, sus lágrimas volvieron a verse en mi mente. Mi corazón ya no palpitaba, podría hasta jurar que ya no estaba allí; pero podía sentir el dolor indescriptible y sabía que, aunque hecho pedazos, mi bombeador de sangre seguía allí. Pude ver el aeropuerto a través del vidrio empañado por mis suspiros y supe que el tiempo se me iba acabando más rápido. Pagué el taxi y le pedí que se quedara con el cambio, a fin de cuentas, a mi ya no me serviría.
Me ayudó a bajar mis maletas de la cajuela del auto y luego las hice rodar sobre el pavimento hasta adentrarme al aeropuerto. Había llegado a la hora justa.
Me senté en una de las bancas a esperar que los diez minutos que faltaban se pasaran rápido. Mientras veía a la gente ir y venir, Harry volvió a mi pensamiento. ¿Vendría a buscarme y me pediría que no me fuera? ¿Me diría que me amaba con la misma intensidad con la que yo lo hacía? Me reí, burlándome de mi misma. Esto no era una película con final feliz, Harry no vendría; porque su lugar era a lado de Sharon.

La voz femenina anunció mi vuelo, la hora había llegado. Me paré y caminé para dejar las maletas, luego guardé el boletito en mi bolso. Caminé hasta la fila de personas que aguardaban para subir al avión y me formé detrás de la última. Miré hacía atrás, hacía todos lados mientras mordía mi labio inferior; vi a toda la gente, todos los rostros… ¿qué estaba pensando? Él no vendría. Me volví a girar y caminé lentamente hasta que llegó mi turno, la azafata me revisó el boleto.
-Bon voyage –me sonrió, devolviéndome el boleto.
Di una última mirada alrededor y suspiré. Cerré los ojos y deseé fervientemente que él apareciera, tan sólo para decirme adiós. La gente seguía pasando a mi lado cuando los abrí. Me faltaba magia, por que los rostros que veía, seguían siendo desconocidos.
Resultaba inútil desearlo, esperar que él… por supuesto que no, ¿en qué cabeza cabe? Volví a reírme de mi misma, sin atisbo alguno de alegría y caminé hasta el avión.
Me senté en el asiento correspondiente, forrado de azul rey y luego miré por la ventanilla circular. Ningún moviendo fuera del avión me pareció inusual.
Decidí relajarme, ya era demasiado tarde para cualquier cosa, para todo. Ya nada tenía sentido. Las tripas me rugieron dentro de mi abdomen y hasta ese momento caí en la cuenta de que no había desayunado nada. Esperaría la merienda del avión y me esforzaría en dormir, eran dieciocho horas las que me esperaban de camino y tenía que adaptarme al horario americano.
Una voz femenina se escuchó por todo el avión, primero en italiano, luego en inglés, y por fin en español, para después seguir hablando en otros idiomas.
El avión despegaría en dos minutos. Las ruedas comenzaron a moverse y a rodar por el pavimento, el rugido del motor era claramente perceptible. El tiempo se había acabado.
Cerré los ojos, no quería ver cómo mi corazón se quedaba en ese lugar; pero detrás de mis párpados su rostro apareció y gemí de dolor. Los recuerdos se proyectaron como una película en mi mente mientras el avión se elevaba en el aire. El primer día que llegué, su sonrisa, esos jeans ajustados que usaba esa noche… una lágrima corrió por mi mejilla.
Me removí en el asiento y abrí los ojos para estirarme, había dormido por un buen rato y un relámpago me había despertado. Miré por la ventanilla del avión, surcada por gotas de lluvia, las nubes pasaban escuetas en un cielo completamente oscuro; bajé mi vista, la ciudad se vislumbraba con un montón de motas de luz amarilla.
Sentí alivio y a la vez dolor. Por fin había llegado a California, estaba en casa de nuevo; y al comprenderlo, me sentí bastante lejos de mi corazón.
Las luces en la ciudad brillaban con intensidad y desde arriba era bastante hermoso. Por supuesto, era de noche.
Dos horas después, el piloto anunció que aterrizaríamos por fin. Las luces se fueron haciendo más grandes conforme nos acercábamos a Tierra.
Cuando el avión aterrizó, y bajé de éste, supe que ya no había vuelta atrás, todo había acabado; aunque hubiera acabado mal. Fui por mis maletas y vi la hora en el reloj del aeropuerto de California. Eran las once de la noche con cuarenta minutos. El vuelo había durado un poco menos de las dieciocho horas.
Salí al exterior, en donde el frío invernal arrasaba de una manera abrasadora y la lluvia caía furiosa sobre la ciudad, obligándome a abotonarme la chaqueta. Tomé el primer taxi a mi alcance, chorreando por completo cuando la lluvia me alcanzó.
-¿A dónde vamos? –preguntó el taxista, habiendo subido mis maletas azules a su cajuela.
-Broderick –dije, subiendo a la parte trasera del auto amarillo.
El taxi arrancó bajó la lluvia torrencial y me encogí de frío en el asiento. En este diciembre la temperatura estaba mucho más baja que en cualquier otro diciembre que yo haya recordado. El aliento salió de mi boca convirtiéndose en un vapor instantáneo. Mis labios fríos anhelaron algunos otros cálidos, su recuerdo vino a mi mente y ni siquiera me esforcé en bloquearlo, ya no tenía caso, ya no importaba, no tenía sentido.
Luego de media hora y ya pasada de la media noche, por fin divisé mi calle y la casa en donde la segunda planta me pertenecía. Por fin, allí estaba mi hogar.
-Aquí es –le avisé al señor para que aparcara.
Se estacionó cerca de la vereda y me ayudó con las maletas, de nuevo. Subí rápidamente para tomar algo de dinero para pagarle y cuando me hube quedado sola por fin en mi casa, comprendí que así estaba, sola.
No tenía sueño, pero sí estaba cansada. Me cambié de ropa y deseché la mojada en una canasta para lavarla al día siguiente, luego me arrimé a la ventana, con mi cabello aun mojado y una taza de chocolate caliente que me había preparado. Miraba cómo las gotas resbalaban por el vidrio y cómo la lluvia se hacía visible al atravesar la luz de la lámpara de la calle. Me sentí vacía y entonces comprendí, aquí no era donde pertenecía; porque mi corazón se había quedado en Venecia, y el hogar está, donde está el corazón. Pero, ya no importaba; estaba dispuesta a vivir sin corazón lo que me quedara de vida.
Tenía que hacer de todo para mantenerme despierta durante el día, el dolor era bastante y eso ayudaba a que no tuviera descanso. Decidí desempacar, así gastaría tiempo hasta que fueran las diez de la mañana; aunque seguro me tardaría más de dos horas en acomodar mis cosas.
Saqué primero toda mi ropa y la colgué de nuevo en el armario, eso me llevó un poco menos de una hora. Sentía sueño, pero no debía dormirme si quería adaptarme a este horario, así que opté por llamar a Jesse. Era mi amigo desde que empecé a trabajar en fotografía, lo había conocido y desde entonces, cuando alguna oportunidad se nos presentaba a alguno de los dos allí estaba el otro apoyando.
Tecleé su número en mi móvil y esperé que sonara.
-¿_____? –preguntó, meramente sorprendido.
-Hola, Jesse –dije.
-¿No sale costosa la llamada?
-Emm… no, no si llamas de la misma ciudad –dije.
-¿De la misma ciudad? –inquirió, confundido sin duda.
-Estoy aquí, Jess –musité.
-¿Estás aquí? ¿Tan pronto? ¿En serio?
Me reí por cómo sonaron todas sus preguntas juntas.
-Ven y te cuento –dije.
-¿Estás en tu casa? –preguntó y yo suspiré.
-Sí.
-Está bien, ya voy, espérame.
-No tengo a dónde ir –me reí.
-Cierto, ya voy –truncó la llamada y yo me dejé caer en la cama.
Jesse era el único con quien podía contar para algo, teniendo en cuenta ahora que, ya no me quedaba nadie más.
A los pocos minutos, Jesse llamó a mi puerta y cuando lo vi, no pude evitar abrazarle. Seguía igual de delgado y tan alto que me dejaba a la altura de su hombro. Tenía ese tono de piel morena que se asemejaba al oscuro de la Siena pero era mucho más claro.
-¡_____, qué gusto me da verte! –me dijo, correspondiendo el abrazo- Pensé que te ibas a quedar a pasar Navidad y Año Nuevo con Sharon –musitó, confundido.
-Sí, yo también lo pensé –bajé la mirada.
-¿Pasó algo? ¿Tuvieron problemas?
-Pasa, te cuento –lo tomé de la mano y lo introduje hasta mi casa.
Estando a la mesa, mientras tomábamos un poco de chocolate caliente comencé por algo simple.
-¿Tú sabías que Sharon tenía novio? –pregunté.
-¿Que Sharon tenía novio? ¿Cómo? ¿Después de Jairo? –preguntó, abriendo sus ojos tan grandes como pudo.
Jesse era amigo de las dos, mucho antes de que Sharon se fuera a Venecia, y desgraciadamente, Jairo, el ex novio de Sharon, era su amigo, también.
-Sí, se llama Harry.
-Vaya, pues, no lo sabía.
-Ni yo –admití-. Hasta que llegué a Venecia y me topé con él.
Entonces le conté toda la historia a Jesse, no tenía ni la más mínima preocupación por que el tiempo se fuera, porque el tiempo para mí, ya no significaba nada. Además, Jesse era la única persona que me quedaba cerca, ya no tenía un mejor amigo, ni mejor amiga, tampoco había alguien que me diera flores, ni una chica que me entendiera y me aconsejara… todo se había quedado en Venecia, tan lejos de mí.
-Vaya… jamás lo imaginé –musitó Jesse, habiendo acabado de escuchar mi relato-. Parece historia de novela.
-Sí, ¿y adivina qué? La mala soy yo –musité.
-No eres la mala, _____. Te enamoraste de alguien de quien no debiste de haberlo hecho pero, nadie tiene control sobre el corazón. Hiciste algo que no deberías de haber hecho pero, fue porque lo quiso tu corazón, ¿o no?
Jesse me recordaba mucho a Ferni, siempre sabían qué decir, con una experiencia que yo no conocía.
-Pero me costó mucho, Jess, perdí a mi mejor amiga –dije, aun me dolía, la herida estaba fresca todavía.
-Sí, pero Sharon no es una mala persona, algún te perdonará.
-Eso espero –musité.
-Cambiemos de tema –sugirió-. ¿Tomaste muchas fotos? –su sonrisa extensa apareció en su rostro.
-Algunas…
-Quiero verlas, muéstramelas –dijo.
Hice un mohín, claro que tenía un buen número de fotos, pero la mayoría… me dolió el corazón, Harry estaba en la mayoría.
Me acerqué a la maleta y saqué de ella un sobre amarillo, de un grosor de dos centímetros y medio y se lo di, como no queriendo la cosa.
Emocionado, lo abrió y sacó de él las fotografías. Las primeras eran aburridas, pero luego, todas tomaron belleza. Jesse las observó una por una.
-¿Contrataste a un modelo? –quiso saber, al identificar un mismo rostro en aquellas imágenes a blanco y negro.
-No.
-¿Entonces, quién es él?
-El novio de Sharon –musité.
-¿Contrataste a un modelo? –quiso saber, al identificar un mismo rostro en aquellas imágenes a blanco y negro.
-No.
-¿Entonces, quién es él?
-El novio de Sharon –musité.
-¿Él es el novio de Sharon? Pues vaya que no tiene malos gustos –se sorprendió-. ¿Por qué le tomaste fotos a él?
-¿No es obvio? Él iba conmigo siempre, mi lente terminó capturándolo más de una vez.
-Además de que estabas enamorada de él.
-Quieres dejar de decir eso, ¿por favor? Eliminaré esas fotos –manoteé, como si le restara importancia, pero aun en el rostro hermoso de las fotos hacía que mi corazón latiera. Entonces confirmé que mi órgano seguía allí.
-Pero son muy buenas fotografías, _____.
-¿Y qué? No las voy a exhibir en una exposición ¿o sí? –bajé la mirada-. Esas fotografías no tienen sentido.
Jesse ignoró mi último comentario y siguió observando las fotos. Por la mirada que tenía, sabía que estaba pensando algo, pero no quería saber. Esas fotos habían sido un error, como los que he estado cometiendo últimamente.

Era irónico, porque a pesar de que estaba consiente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de éste.
El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.
En noche buena estaba sola, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patética. En año nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Ferni, nada más con ella, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con… bueno, con él. Según Ferni, las cosas con Liam iban viento en popa, por fin Nicholas había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren mientras yo había perdido todo lo que amaba.
Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba, no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban pero que a la vez me hacían respirar.
-¿Qué crees que conseguí? –me dijo Jesse, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba.
Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando.
-¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar James Blunt para la obra de caridad del instituto Vidas! –me sujetó por los hombros pero no me sacudió, como era su costumbre.
-¿Y eso cuándo es? –inquirí, tratando de entusiasmarme.
-¡Para el martes! –y fue allí que me sacudió.
-¿Este martes? –abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Jesse. Hoy era domingo.
-¡Sí! ¿No es genial? –me dijo y me volvió a sacudir.
-Supongo –traté de regalarle una sonrisa.
-Será genial –sonrió-. Mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche –me abrazó-. Adiós.
-Hasta mañana.
Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la “linda noche” que Jesse había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas y a veces en sueños, me escuchaba nombrarle.
No era que la oportunidad de un trabajo bien pagado no me entusiasmara, pero ya pocas cosas lo hacían. Era una oportunidad que cualquier otro fotógrafo hubiera deseado, pero Jesse siempre estaba al pendiente de conseguir las mejores oportunidades para los dos. Buena paga y una experiencia maravillosa. Esta vez no era la excepción, se trataba de fotografiar a un artista en plena presentación, al menos así, quizá olvidaría un poco toda mi pasada historia.

El día seis del primer mes hizo su aparición en el calendario, martes. Jesse había quedado de pasar por mí para ir a la presentación de James. Entre miles de suspiros, mis cosas quedaron guardadas para el trabajo. Me asomé por la ventana, el cielo estaba nublado y no tardaría en llover, volví a suspirar; luego miré hacía abajo, la camioneta gris de Jesse estaba estacionándose. Bajé con mi mochila al hombro y salí a su encuentro, subí y aquello me trajo un recuerdo de una tarde en Venecia; pero esta vez, no era a una feria a donde me dirigía, ni tampoco a mi lado, estaba el amor de mi vida.
No tardamos mucho en llegar, la camioneta moderna de Jesse era rápida. Bajamos y al entrar al instituto, nos dieron unos gafetes de identificación. Traté de entusiasmarme, pero mi trabajo ahora me parecía… triste.
Vi entrar a la gente y acomodarse emocionada en los lugares que se iban llenando rápidamente de caras felices y rostros sonrientes, distintos al mío. Tomé una foto de aquello, tratando de ponerle un poco de alegría a mí trabajo.
Jesse se perdió entre la gente, seguro fue a tomar fotografías de las afueras del edificio. Vi también cuando iba a dar inicio la presentación, después de las palabras de agradecimiento por asistencia de la persona que había organizado todo esto a causa de beneficencia.
Visualicé a Jesse del otro lado del salón, a la derecha del escenario y me sonrió, le devolví la sonrisa y traté de parecer sincera, pero sabiendo que me era imposible, desvié mi vista de nuevo al escenario, esperando que el artista, diera su presentación.
Cuando salió a la vista de todos, los aplausos y gritos de escucharon provenir de todos lados, haciendo un estruendo ensordecedor. Tomé una foto al público.
Luego giré mi lente hasta James, que con guitarra en mano se sentó en un pequeño banco de madera para comenzar con lo que mejor sabía hacer, cantar. No estaba muy segura de querer escuchar canciones románticas, habiendo tenido la peor historia de amor de la vida.
Tomé algunas fotografías de él, su cabello largo y quebrado que caía sobre su rostro se movía cada que él hacía un movimiento para echarlo hacía atrás.
Una, dos, tres, cuatro, cinco canciones tocó y cantó. Todas con una guitarra y algunas otras con piano. El primer instrumento me removía el fuero interno. Deseaba que pronto acabara, aquello sólo me hacía traer recuerdos a mi mente y cada recuerdo dolía más que el otro.
-Esta es una nueva canción –dijo, pegando su ya cansada voz al micrófono-. Espero que, les guste también –se acomodó en el piano y luego de mirar las teclas, comenzó a tocarlas.
https://www.youtube.com/watch?v=lsWsasqIoyk&ob=av3e
Apunté con mi cámara hacía el, y conseguí una bonita fotografía. Retiré la cámara de mi rostro y luego dirigí la vista a la pantalla que pendía arriba del escenario. Lo que leí hizo que el corazón me dejara de latir por un segundo, fue como si el mundo hubiese parado de rotar, y la gravedad no haya existido por un corto momento.
Aquella pantalla pintaba la escena que yo estaba presenciando en vivo a sólo unos metros de distancia. Pero debajo de las letras que publicaban el nombre de la canción, había un nombre que se destinaba como el autor de aquella letra musical. Un nombre que había estado pronunciando en sueños por varias noches y que mi corazón susurraba en silenciosos latidos.
Harry Styles.

Aquella pantalla pintaba la escena que yo estaba presenciando en vivo a sólo unos metros de distancia. Pero debajo de las letras que publicaban el nombre de la canción, había un nombre que se destinaba como el autor de aquella letra musical. Un nombre que había estado pronunciando en sueños por varias noches y que mi corazón susurraba en silenciosos latidos.
Harry Styles.
Entonces me dediqué a escuchar la canción, había algo que me llamaba, como la primera vez. Algo en aquellas palabras que salían de la boca de James que, decían mi nombre.
Me quedé quita, muda. Todos mis sentidos se centraban ahora en aquella melodía, en la letra, en pensar que… él la había escrito pensando en… mí.
Las piernas se me tambalearon y me sentí débil. Eran las palabras del hombre que yo amaba, eran los sentimientos que yo jamás había reconocido. Pero… ¿y si no era cómo yo creía? ¿Si aquella canción no hablaba de mí si no… de Sharon?
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Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA   (TERMINADA) - Página 3 Empty Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA

Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:57 pm



 
Los pensamientos comenzaron a chocar entre sí en mi cabeza, provocando un completo caos en ella. La palabra amante era bastante clara, había utilizado la misma aquella vez que había escrito esa canción y estaba segura que esa hablaba de mí; pero ahora, las dudas comenzaron a atormentarme cruelmente, ¿estaría él pensando en mí? ¿Me extrañaría? ¿Me amaba? Deseé llevarme las manos a la cabeza para intentar acallar las voces en mi mente, pero sólo me limité a quedarme inmóvil.
Había algo en esa canción que gritaba mi nombre, estaba segura. Pero no quería parecer tonta y hacerme burdas ilusiones aun teniendo el corazón roto y el dolor abismal en mi pecho. Sentí mis ojos humedecerse, al menos esa canción me describía también. Deseaba tener la respuesta, tener alguna especie de poder o magia que me mostrara lo que yo quería saber. Me sentí… como si aun viviera en Venecia y él… estuviera a lado mío.
La cabeza comenzó a darme vueltas, pidiéndome la razón que, ya no la hiciera escuchar; pero el corazón, batiendo adolorido contra mi pecho, me rogaba que lo dejara seguir allí, que aun sintiendo dolor, le gustaban los recuerdos.
Yo no sabía a quién obedecer, ambos eran tan fuertes y yo tan débil, pero entonces, algo se removió dentro de mí. La fierecilla que llegué a pensar que ya no existía, se movía con cautela en mi interior, escuchando atenta cada palabra en esa canción y ya no pude luchar contra ella, se había vuelto igual de vulnerable como yo, pero esa era la cuestión, ambas lo éramos y ninguna de las dos teníamos la fuerza suficiente para ganarle a la otra.
Simplemente me quedé allí, escuchando, inmóvil, hasta que sentí que una lágrima cayó por mi ojo y resbaló por mi mejilla.
Al menos me alegraba una cosa, su sueño se había cumplido; sus canciones habían sido tocadas por un artista; al menos él era feliz, ¿no? Aun cuando la canción sonara triste, pero… es sólo una canción., escrita ya hace tiempo, estaba segura. De pronto me embargó la curiosidad, ¿dónde estará él? ¿Y Sharon? ¿Seguirán juntos? Entonces dejé escapar otro par de lágrimas.
Aquella canción era lo único que me hablaba de Harry y no estaba segura de qué me decía.
Al menos me alegraba una cosa, su sueño se había cumplido; sus canciones habían sido tocadas por un artista; al menos él era feliz, ¿no? Aun cuando la canción sonara triste, pero… es sólo una canción., escrita ya hace tiempo, estaba segura. De pronto me embargó la curiosidad, ¿dónde estará él? ¿Y Sharon? ¿Seguirán juntos? Entonces dejé escapar otro par de lágrimas.
Aquella canción era lo único que me hablaba de Harry y no estaba segura de qué me decía.
No supe a qué hora llegó Jesse y se situó a mi lado. Me miró.
-¿Cuántas fotos has tomado? –me preguntó pero no respondí. Entonces me miró de verdad y notó el rastro húmedo que habían dejado las lágrimas- ¿Qué tienes? –inquirió, visiblemente preocupado.
-Es su canción –musité, sin apartar la vista del artista sobre el escenario.
-¿Su canción? –repitió, sin comprender.
Desde el día en que llegué y le conté a Jesse todo, no había mencionado nada relativo a la historia de Harry y Sharon, aunque la llevara conmigo día y noche, impregnada en mi piel y no se lograra salir de mi cabeza.
-Él escribe canciones –farfullé-. Es compositor –lo dí por hecho-, y esa es su canción.
-¿Se la escuchaste tocar alguna vez? – ¿Jesse creía que no era verdad?
-Mira la pantalla –dije-, el nombre del autor –especifiqué.
Jesse lo hizo, justo se estaba terminando la canción.
-¿Harry Styles? –Preguntó, sin entender, luego de un corto silencio, abrió los ojos y me miró- ¡Harry Styles! –soltó, acordándose.
-Quiero irme –dije, dándome la vuelta.
-Claro, entiendo –por eso Jesse me caía tan bien, no hacía más preguntas después de que veía que ya no obtendría respuestas-. Llévate mi camioneta –sacó las llaves de su bolsillo y me las ofreció.
-Pero tu…
-Yo mañana paso por ella –me aseguró-. Mañana nos tenemos que reunir para seleccionar las fotos que presentaremos a la revista. Anda, llévatela –insistió.
-Debo de conseguir un auto, ¿no? –suspiré y tome las llaves.
-No estaría mal, pero ya. Mañana nos vemos.
-Hasta mañana.
Salí de ese lugar apenas pude, trataba de contener las lágrimas después de la charla poco casual que había tenido con Jesse. Subí a su intimidante camioneta plateada y luego encendí el motor, haciéndolo rugir bajo de mí. Conduje hasta casa, ignorando las ganas de llorar que me embargaban pero era casi imposible.
Se trataba de Harry. Bueno, todo en mi mundo se trataba de Harry, pero esta vez había sido directo, en la realidad, fuera del mundo en mi cabeza. Quise bloquear los pensamientos en ella, que si era para Sharon, que si era para mí; porque todo eso sólo me provocaba un dolor infinito, por que, ¿qué posibilidades habría si fuera mi canción? Harry me extrañaría, pero ya había pasado un mes desde que me fui de Venecia y ya me habría venido a buscar si es que… me amaba. Entonces todas las ideas que giraban entorno a esa, se desbarataron en mi cabeza. No era mi canción. Era para Sharon, pero si se trataba de Sharon, ¿por qué mencionaba la palabra “amante”?
Giré el volante hacía la derecha, haciendo rodar las llantas de la camioneta en esa dirección.

A menos que, la canción la haya escrito pensando en mí, pero no habría venido a América por aquello que le pasó con Kristen. ¡Por Dios! No era un bebé, tiene veintitrés años, ¿por qué no lo supera y ya? Resoplé, frustrada. Aquellas conjeturaciones no me llevaban a ningún lado, excepto al mismo laberinto de mi mente.
Pero había alguien que sí podía hacerme saber lo que quería.
Estacioné la camioneta de Jesse en la acera y bajé de ella rápidamente para subir las escaleras hasta mi casa. Miré el reloj, eran las nueve de la noche, allá sería a lo mejor la una o las dos de la mañana. Tenía que hablar con Ferni, así que esperaría hasta que amaneciera.
No sabía si quería saber, pero necesitaba hacerlo. Estas especulaciones en mi cabeza causaban más dolor que la verdad, fuera cual fuera.

Nueve de la mañana. Era como si contara con un reloj despertador en la cabeza que me anunciaba la hora en la que tenía que tomar la computadora e intentar comunicarme con Ferni.
Me desperecé rápidamente y puse la lap-top sobre mis piernas; la luz que desprendió al prender me encandiló un poco los ojos.
Me conecté a Internet y sentí un gran alivio cuando vi que Ferni también lo estaba. No dudé ni dos segundos en iniciarle conversación.

-¡Hola!-
Tecleé sobre las negras teclas, haciendo aparecer la letra azul sobre la ventana de conversación.

-¡Hey, hola!-
Me contestó al instante.

-¿Cómo está todo allá?-
Deseaba que Ferni entendiera a la primera lo implícito en mi pregunta.

-Bien, supongo. Liam me llevó ayer a un parque, desayunamos juntos y anduvimos por casi toda la ciudad.-
Podía apostar que su rostro dibujaba una sonrisa mientras tecleaba la respuesta.

-Me alegro mucho, de veras.-

-¿Y tú? ¿Qué tal? ¿Cuándo fue la última vez que hablamos?-

-No lo sé. El sábado creo. Yo estoy bien… mejor.-
Me quedé con dedos indecisos sobre el teclado y luego suspiré. Tenía que preguntarlo.

-Dime, Ferni. ¿Cómo está Sharon? ¿Cómo está… él? ¿Sabes algo de ellos?-
El segundo que tardó en responder me pareció eterno.

-______... dijiste que no los mencionarías.-

-Por favor, Ferni. Necesito saber algo. Mis especulaciones me hacen más daño. Por favor.-
Esta vez se tardó más en contestar.

-Según Liam, Sharon y Harry ya no están juntos. Sharon entra y sale de su departamento sola y de vez en cuando Louis la visita.-

-¿Y Harry?-

-______...-

-Dime, por favor.-
Casi un minuto. ¡¿Por qué esta mujer se tarda tanto en responder?!

-Se fue.-
Al momento de leerlo, los ojos se me abrieron como platos. ¿Se había ido? ¿A dónde? ¿Desde cuándo?

-¿______?-
Me pregunté cuánto me tardé en contestar. O reaccionar.

-¿A dónde fue?-
Tecleé despacio, letra por letra.

-No lo sé, nadie sabe.-

-¿Cuándo se fue?-
Volví a insistir.

-_____... realmente no lo sé. Cambiemos de tema, por favor.-

Acepté, pero luego de ese momento mi mente se desconectó de aquella conversación y empezó a divagar, buscando posibles lugares a los que Harry se iría.
Él no vendría a California, eso estaba descartado. ¿Algún lugar en América? No precisamente los Estados Unidos, quizá… México, o más para allá… Chile, Paraguay… O a lo mejor no se fue del todo, quizá seguía en Italia; en alguna otra parte del país. ¡Ya sé! quizá se fue a Japón, allí quería irse desde un principio, ¿no?
Un agujero se me expandió en el pecho, acrecentando el dolor… el estaba tan lejos…

-¡¡______!!-

Casi puede oír la voz de Ferni a través de la pantalla de la computadora. Había dejado de escribir y ella esperaba respuesta a la pregunta trivial que me había hecho.

-Perdóname. Llegó un amigo, Jesse, ¿recuerdas que te hablé de él? Bueno, tengo que ir a…-
Mis dedos vacilaron.
-… revelar algunas fotos, hablamos después.-

No me gustaba mentirle a nadie, ni siquiera a distancia; pero tenía que ordenar el desorden en mi cabeza y encontrar alguna forma para ignorar el hueco en mi pecho, que se iba haciendo más grande conforme se producían los pensamientos en mi cabeza.

-Oh… bueno, está bien. Extraño verte por aquí y ser yo quien revele tus fotografías. Te extraño mucho.-
El hueco se hizo más grande, casi como si fuera un agujero negro que se tragara todo. Excepto el dolor.

-Yo también te extraño. Te quiero. Hasta pronto.-
Me desconecté enseguida. Ni siquiera las despedidas cibernéticas me gustaban.
Dejé la lap-top a un lado y me puse a reflexionar más a fondo, aunque me doliera pensar en la posibilidad de que él estuviera lejos; más allá del otro lado del mundo.
Japón… irse a Japón para alejarse del problema en que yo lo metí, para alejarse de Sharon… De pronto, otra chispa de reflexión me hizo percatarme de algo que Ferni me había escrito y que me había pasado desapercibido: Sharon y Harry ya no estaban juntos… Sharon y Louis…
Allí había dos cosas por comprender. Por supuesto, si Harry se había ido es porque ya no estaba con Sharon, lógico. Pero, ¿Louis visitando a Sharon? Bueno, era normal que Louis visitara a Sharon; yo sabía que la amaba y que estaba enamorado de ella, pero… ¿ya le habrá dicho? Probablemente no, Louis es prudente y a lo mejor no sería adecuado declarársele a alguien después de una tragedia como la que sucedió, aunque ya haya pasado un mes.
Aquello me hizo pensar de nuevo en Sharon. La extrañaba, la extrañaba demasiado; y cada una de sus risas que se proyectaban en mi mente como un recuerdo, dolían, porque sabía que ahora quizá ya no aparecerían, o ya no serían causadas por mí.
No podía vivir fingiendo que no pasaba nada, ni tampoco podía ignorar el hueco en mi pecho que a cada minuto se hacía más grande. Ya no estaba segura si todo lo que yo tenía adentro seguía allí ó si aquel hoyo negro ya los había consumido.
El tiempo no cura nada.

Me levanté de la cama y me serví una taza de café con leche. Caminé hasta el librero y saqué de la orilla izquierda el sobre amarillo que abarcaba el último espacio en toda la hilera de libros. Caminé de nuevo hasta la mesa y lo dejé allí, indecisa de mi siguiente acción. Me le quedé mirando un buen rato, ¿qué tanto daño podía causarme mirar su rostro en aquellas fotografías? Sabía que desde que se las mostré a Jesse, no las había vuelto a sacar porque cada vez que me acordaba siquiera de Harry, el corazón latía con dolor; pero, pensarlo lejos me hacía tener la necesidad de sentirlo cerca, aunque sea en fotografías.
Rocé con las yemas de mis dedos el borde del sobre y vacilé con el cordón rojo que lo mantenía cerrado. Quería verle… pero el timbre sonó. Alguien llamaba a mi puerta, de seguro era Jesse. Tomé el sobre y lo puse encima de una silla y luego agarré una frazada azul y me envolví con ella. Me apenaba un poco que la gente me viera en pijama. Pero entonces me acordé de Harry, aquella vez que había llegado al departamento de Sharon y me había visto en el mismo pijama que ahora traía puesta; ignoré la punzada de dolor en el corazón y corrí escaleras abajo para abrir la puerta.
-Jesse, hola –dije al verle.
-Veo que está a salvo, ¿no chocaste anoche? –bromeó, mirando su camioneta.
Me reí.
-Pasa –abrí más la puerta y lo dejé entrar.
Fue detrás de mí en las escaleras hasta que llegamos a la segunda planta, donde era mi casa.
-¿Te acabas de despertar? –preguntó.
-Quizá.
Se rió y luego miró el sobre amarillo sobre la silla, en su mirada había un destello enigmático. La misma mirada que había puesto la primera vez que le mostré el contenido de aquel sobre.
-Jesse, ¿gustas chocolate caliente?
-¿Eh? –me miró- Sí, claro –me sonrió.
-Sírvete, mientras voy a cambiarme –dije, ignorando esas miradas misteriosas de Jesse. Seguro sólo se acordó de lo que había en él, nada más.
Me fui a mi habitación y me vestí casual, a fin de cuentas no importaba mucho la ropa que usáramos, todo iba oculto debajo de algún abrigo que el frío invernal nos obligaba a usar.
Salí y vi a Jesse sentado a la mesa, tomando de su taza de chocolate.
-¿Lista? –me preguntó, poniendo la taza a lado del sobre amarillo, sobre la mesa.
-Lista –le sonreí y me dirigí hasta él, tomé el sobre… ¿Qué no lo había dejado sobre una silla? Suspiré, a lo mejor ya me estaba volviendo loca. Coloqué el sobre en su sitio de antes, hasta el final de todos los libros que nunca abría y luego me giré hacía Jesse.
-Vámonos –le sonreí, de nuevo.
Fuimos hasta un nuevo laboratorio de fotografías que Jesse había descubierto hace un par de días, estaba más cerca de mi casa y por lo tanto no tardamos mucho en llegar. Cuando revelamos todas nuestras fotografías, apartamos las mejores y luego, rumbo a la agencia de publicidad en donde se encontraba aquella persona de la revista, nos dirigimos.
-¿Ya estás mejor? –me preguntó Jesse, dejando las bromas infantiles con las que íbamos divirtiéndonos todo el camino.
Suspiré. Él tampoco había olvidado lo sucedido ayer.
-Se fue –musité, bajando la mirada.
-¿Cómo que se fue? –dijo, sin comprender.
-Ya no vive en Venecia, ya no está con Sharon.
-¿Y tú cómo sabes?
-Ferni me contó, o mejor dicho, le supliqué que me contara –levanté la mirada-. Él se fue.
-¿A dónde iría?
-A Japón, quizá –me encogí de hombros, aparentando indiferencia al dolor interno.
-¿Japón? ¿Tan lejos?
-No estoy muy segura si se fue para allá. Lo que sí sé es que se fue para alejarse de Sharon, de Europa, de… mí.
-Borrón y cuenta nueva –me sonrió-. Tienes que seguir adelante, el pasado es el pasado y no podemos hacerlo parte de nuestro presente. A menos de que nos convenga o nos traiga un beneficio, mientras no, déjalo atrás.
Le regalé una sonrisa. Así era Jesse, un bruto de sentimientos pero con razón. Pero aunque la tuviera, yo no podía deshacerme tan fácil de todos esos recuerdos, ni abandonar el amor que aun sentía por Harry, era imposible ignorar la intensidad de este sentimiento. Y aun cuando quisiera, no podía, no tenía fuerzas para lograrlo.
-Aquí es –dijo Jesse, estacionando la camioneta frente a un edificio futurista que abarcaba un enorme espacio en la calle, tuve que estira el cuello para alcanzar a ver su altura a través de la ventanilla de la camioneta.
-Es inmenso –farfullé, asombrada.
Jesse bajó y también lo hice yo, mirando aun la fachada de aquel edificio pintado de color salmón. Con fuentes y jardines en el exterior. Me pareció algún estudio de Disney, sólo que más moderno.
-Vamos, no queremos llegar tarde –Jesse me arrastró hacía el interior, en donde la suela de mis converse rechinaron sobre el piso recién encerado.
Nos acercamos a la recepcionista, quien con una sonrisa amable nos dio las buenas tardes.
-Hola, tenemos una cita con la señorita González, es para las fotos de la presentación de James Blunt –dijo Jesse, con todo ese profesionalismo que usaba en el trabajo.
-Oh, claro –dijo la señorita-. Por ese pasillo, en la tercera puerta –señaló a su derecha.
-Gracias –sonrió Jesse y me hizo seguirlo hasta donde nos habían mandado.
Al ver los cuadros en la pared y las placas en las distintas puertas, me percaté de que este no era sólo un lugar en donde se editaba la revista más vendida de la ciudad, sino que, había muchas más personas dedicadas al arte en distintos aspectos.
Paré cuando Jesse también lo hizo. La secretaria que se encontraba afuera de la tercera puerta acomodaba unos papeles en un folder.
-Hola, tenemos una cita con la señora González –informó Jesse y la pelirroja, Roxanne, según decía su gafete de identificación, lo miró.
-¿Son las fotos de James? –preguntó.
-Sí.
-Oh, tomen asiento, en seguida los atiende –nos invitó a acomodarnos en el sillón de cuero negro que se recargaba sobre la pared paralela.
-Gracias –dijo Jesse.
Nos fuimos a sentar y oí cómo el cuero rechinó cuando dejamos caer nuestro peso. Jesse miraba hacía el otro pasillo, que cruzaba perpendicular con el que estábamos nosotros. Miraba tanto que me hizo preguntar.
-¿A quién buscas? –bromeé.
-¿Eh? –me miró- A nadie, espera un segundo, enseguida vuelvo. Si nos llaman, métete sin mí –me dijo y se paró del sofá, tomando entre sus manos una carpeta azul que sacó de su valija y caminando hasta donde tanto miraba para perderse luego de mi vista.
Jesse a veces podría llegar a ser muy extraño.
Suspiré allí, hundida en el cuero negro del sofá, aburrida. Mi mente no dejaba de rondar en torno al país lejano.
Observé a Roxanne musitar algo en el teléfono y luego lo colgó. Me miró.
-Pasa –me sonrió.
¿A dónde había ido Jesse? Suspiré de nuevo y tomé las fotografías que estaban a mi lado, luego me encaminé hasta la oficina de la señora González, la editora.
Abrí la puerta con algo de recelo, repentinamente sin Jesse no me sentía muy segura de algo que ya había hecho centenar de veces.

 
Tras el escritorio de roble, había una señora con el pelo cobrizo, enrulado hasta los hombros. Los ojos remarcados con lápiz negro y los labios pintados de un rosa pálido. Las arrugas en su piel se hicieron más notorias cuando esbozó una sonrisa.
-Pasa, corazón –dijo amable-. ¿Dónde está el señor Martínez? –preguntó al notar que venía sola.
-Lo mismo me pregunto. Salió casi corriendo hacía el pasillo continuo –me encogí de hombros y ella rió.
-Bueno, muéstrame el trabajo que hicieron –me hizo un gesto con la mano para que me acercara y me sentara en una de las sillas frente a su escritorio.
Caminé hasta ella y me senté, entregándole el sobre de fotografías. Ella las sacó del sobre y comenzó a mirarlas.
¿A dónde habrá ido Jesse? ¿Qué era tan importante como para dejarme sola en esto? A menos de que fuera algo de lo que no quería que me enterara. Sacudí levemente la cabeza. Me estaba volviendo una paranoica. Pero Jesse me daría una explicación.
Posé mi vista en la placa de metal dorado que estaba frente a mí y la leí pasivamente. Katharine González, Editora de la “Notes”. Mantuve mi vista sobre la placa, mientras que la señora González revisaba las fotografías y asentía en gesto de conformidad.
-Son muy buenas fotografías –dijo y luego me sonrió, mostrándome de nuevo todas esas arruguitas-. Hacen un muy buen trabajo –abrió su cajón derecho y sacó de allí un recibo. Garabateó en él con un bolígrafo y luego me lo pasó-. Dile a Roxxane que te selle esto y que te diga dónde cobrarlo.
Miré el papel, era el pago por nuestro trabajo. Las cejas se me elevaron al ver la cantidad.
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Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:58 pm



 
Fue un placer trabajar con ustedes –se levantó y yo hice lo mismo, luego me tendió la mano.
-Igualmente –le sonreí.
Salí de aquella oficina y al salir vi a Jesse, que apenas venía llegando.
-¿Ya pasaste? –me preguntó.
Asentí con la cabeza una sola vez y luego me giré hacía Roxxane.
-¿Podrías…?
-Oh, claro –tomó el papel y lo selló y luego de firmarlo también me lo devolvió-. Lo cobras al fondo del otro pasillo –me regaló una sonrisa con sus potentes labios rojos.
-Gracias.
Jesse se acercó y tomó el papel.
-¡Vaya! ¿Todo eso para nosotros? –dijo, mirando la cantidad que nos pagarían.
-La mitad para cada quien –reí, mientras caminábamos hacía el pasillo opuesto-. Por cierto, ¿a dónde fuiste?
-¿Eh? –conocía esa expresión de desentendimiento que ponía cada vez que no quería decir algo.
Entonces la incertidumbre me recorrió el cuerpo.
-¿A dónde fuiste, Jesse? –lo miré, parando mi caminar.
-Ah… saludar –se encogió de hombros.
-¿A saludar a quien? –fruncí el ceño.
-A una persona con la que ya me había topado antes.
-¿Tiene que ver conmigo? –por un segundo, lo que dura un latido, Harry pasó por mi pensamiento.
-Esa persona jamás te ha visto –dijo, ya más calmado e hizo que me calmara también-. Anda, ya vamos por nuestro pago –me instó a seguir caminando hacía el siguiente cubículo.
No sabía por qué, pero la incertidumbre no se iba. Algo me decía que todo eso tenía que ver conmigo. O a lo mejor, de verdad me estaba convirtiendo en una paranoica. No quería hacerme falsas ilusiones en que a lo mejor, Harry también tuviera que ver en esto; pero era algo ilógico. Harry estaba muy lejos y Jesse ni siquiera lo conocía más que en fotos.
Cobramos nuestro dinero y lo repartimos mitad y mitad, luego Jesse me llevó a casa en donde las especulaciones continuaron.
Era una terca, si Jesse me conocía bien sabría que no me iba a dar muy fácil por vencida y que no me iba a quedar de brazos cruzados; además de que era una completa curiosa igual que… Harry. Era inevitable no traerlo a mi pensamiento, vivía allí día y noche y no podía bloquearlo. Pero todo esto sólo se enredaba con tantos nombres, de por sí, eran ya suficientes.
La noche llegó rápido, pero no dispersó mis pensamientos. Tenía que separar todas las cosas que se enredaban en mi cabeza y saber en qué se relacionaban una con la otra. Harry y la canción, Jesse y su misteriosa desaparición en la mañana, Harry, Jesse.
Suspiré y me asomé por la ventana, el cielo oscurecido sostenía un cuarto menguante en lo alto y tuve que pensar en Harry, una vez más. ¿Dónde estaba? Deseaba tener una señal, un lugar, lo que sea. Quería que alguien me dijera que lo había visto, que estaba bien, quería saber cualquier cosa. Pensarlo me hacía recordarlo, a poco más de un mes de haber regresado, tenía su recuerdo nítido en mi mente: sus bellos ojos avellana brillando con luz propia, su cabello perfectamente peinado y castaño, tan suave como espuma en los dedos, sus sonrisas tan mágicas y sus labios… deliciosos.
Suspiré de nuevo y me puse a pensar en Jesse, ya que si seguía dándole luz verde a los pensamientos de Harry, se me iría toda la noche y terminaría llorando. Volví a concentrarme en el asunto de Jesse entonces, recordé lo que le me contestó cuando le pregunté si aquella persona tenía que ver conmigo: “Esa persona jamás te ha visto”. A Jesse no le gustaba mentir a sus amigos, pero cuando no quería decir algo daba una respuesta real pero no acertada. Abrí los ojos de par en par. Entonces aquello sí tenía que ver conmigo, podía apostar a que sí. Pero… ¿de qué forma? Aquella persona tenía que ver conmigo, pero jamás me había visto… todo era tan confuso.
Volví a mirar la luna, Harry, Harry, Harry. ¿Dónde estás? ¿Estará pensando en mí? Me reí, no podía siquiera alejar un minuto mis pensamientos de él. Ya debería de saberlo, es como pedirle a un manzano que no produzca ya sus frutos.
Como sea, tarde o temprano tenía que enterarme de lo que Jesse tramaba; sólo que esperaba que no fuera demasiado tarde.

 
La luz del contestador parpadeaba cuando llegué a casa. Había estado casi toda la mañana vagabundeando por mi ciudad en busca de buenas fotografías para tomar. Había tomado sólo tres en casi seis horas. Me acerqué y apreté el botón para oír el mensaje, mientras iba por un vaso de agua.
Oh, buenos días señorita Howe, o buenas tardes según escuche mi mensaje.
Su fotografía nos ha fascinado y queremos que nos muestre toda la colección. Hay algo especial en esa imagen y, estaríamos muy honrados en ver su trabajo para si usted quiere, hacer la exposición.
Comuníquese en cuanto oiga el mensaje. Ya sabe el teléfono de la compañía, pregunte por el señor Blade.
Que pase buen día, hasta luego.
El pitido que anunciaba el final del mensaje me hizo aterrizar. ¿Cuál fotografía? ¿De qué exposición está hablando? ¿Qué señor Blade? Corrí hasta el teléfono y garabateé el número de esa llamada en un papel, luego lo marqué.
Una voz femenina me contestó al segundo timbre.
-Olmos estudio, ¿en qué puedo servirle?
-Amm… ¿hay allí un señor Blade con quien pueda comunicarme? –pregunté, terriblemente confundida.
-Claro, enseguida.
-Gracias –tamborileé los dedos en la mesita mientras escuchaba la fastidiosa melodía a través de la bocina del teléfono.
-Oficina del señor Blade, ¿en qué puedo ayudarte? –me contestó otra voz más aguda que la primera.
Fruncí el ceño. ¿Qué allí todo mundo contestaba de la misma manera?
-Hola, ¿podrías comunicarme con el señor Blade, por favor?
-¿Quién lo busca?
-______ Howe.
-Oh, claro. Enseguida –dijo y transfirió la llamada por un lapso de tiempo más corto que el anterior.
-Señorita Howe, es usted –dijo la voz de hombre, ronca y amable.
-Eh… sí, pero aun no entiendo quién es usted –musité, con franqueza.
-Bueno, soy el presidente de las exposiciones fotográficas de esta empresa. Thomas Blade.
Los ojos se me abrieron como platos. Thomas Blade, había leído de él hace bastante tiempo; era el “productor” de las exposiciones fotográficas que tuvieron más fama en el país y no sólo allí.
-¿Señorita Howe? –preguntó, ya que me había quedado muda.
-Estoy aquí –farfullé-. Pero aun no entiendo por qué me llamó.
-Pues vimos su fotografía. Nos ha encantado y…
-¿Qué fotografía? –lo interrumpí.
-Un joven vino el día de ayer mostrándonos una fotografía que usted tomó en su viaje a Venecia, Italia, según nos contó él muchacho.
El corazón comenzó a latir debajo de mi pecho. Todo estaba cobrando sentido de pronto.
-A decir verdad, la fotografía es muy buena y pensamos que una exposición con ese tipo de fotografías sería magnífico, pero antes queremos ver todas.
-Ah…
-Si se pregunta cómo conseguimos su teléfono y su nombre, pues déjeme decirle que tiene un amigo muy… insistente –soltó una risita gutural.
Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo encajaban todas las piezas del asunto de Jesse. Él había tomado una de mis fotos ayer, y ese mismo día la había llevado con Thomas Blade –una persona que jamás me había visto pero que tenía que ver conmigo- para que me diera la oportunidad de una exposición de arte, de fotografías. Por eso no quería decirme, por eso esa mirada misteriosa cuando vio el sobre… mataría a Jesse.
-Es usted muy callada, señorita Howe –bromeó Blade soltando otra risita.
-Lo siento. Disculpe, esa foto no debió de salir de mi casa, es un error –farfullé, ¿cómo iba a hacer una exposición de todas las fotografías que tenía de Harry? Ni que estuviera loca.
-¿Por qué no viene y lo hablamos? Y traiga las demás fotografías. Es una oportunidad excelente, ¿la va a dejar pasar? –me tentó.
Me mordí el labio inferior, vacilante.
-¿Señorita Howe? –insistió.
-Llego en una hora, ¿le parece? –dije, dándome por vencida.
-Perfecto. Hasta pronto, entonces.
Trunqué la llamada de manera brusca y me llevé las manos a la cara. Ahora además de “roba novios” me volvería una asesina. Jesse me las pagaría, pero antes tenía que recuperar mi foto.
Me dirigí al estante de libros y tomé el sobre de fotos, lo introduje en mi morral y salí directo a aquel edificio en el que había estado ayer.
Mientras iba, pensaba en la posibilidad de aceptar la oferta de Blade. Exponer mis fotografías en un salón inmenso, mientras ofrecían aperitivos elegantes a la gente que admiraba mi trabajo era el deseo que tenía desde que empecé a dedicarme a la fotografía; el deseo de todo fotógrafo profesional que dispara su lente para encontrar la belleza en este mundo. Pero existía otro lado de la moneda. La parte oscura del sueño.
No podía exhibirle a medio mundo mi… mi… ¡ni siquiera sabía qué era! Simplemente no podía exponer esas fotos. ¿Qué pensaría Sharon si se enterara? Si hubiese una remota posibilidad de perdón, seguro desaparecería. O Harry, a lo mejor creería que lo había utilizado. Ya no podía ser más mala de lo que ya me sentía, ya no soportaría que me catalogaran así.
Caminando, hice un poco más de una hora y cuando llegué, inmediatamente recordé la ubicación de su oficina, a donde Jesse había ido el día anterior.
Me dirigí hasta allá y le sonreí a la señorita tras el escritorio. Una muchacha menuda como de unos dieciocho años.
-Hola, soy _____ Howe, vengo a ver a Blade –anuncié.
-_____ Howe, claro. Permíteme tantito –me sonrió y descolgó la bocina del teléfono y en un susurro parloteó algo que no pude entender; luego colgó y me sonrió-. Pasa, te está esperando.
-Gracias –le devolví la sonrisa de manera fugaz y luego entré a la oficina.
Al instante, el olor a pino fresco me rozó la nariz, haciéndome arrugarla levemente.

Había visto su fotografía en Internet, pero sin duda de eso ya había pasado algún tiempo. Era un sujeto con escaso pelo, ahora ya gris; su rostro robusto estaba cubierto de una piel expuesta bastante al sol. Me sonrió.
-______ Howe –se levantó-. Qué placer me da conocerte –me extendió la mano y la tomé, recelosa, con mi ceño ligeramente fruncido-. Siéntate, por favor.
La silla rechinó en el suelo cuando así lo hice.
-Señor Blade… –empecé.
-Thomas, por favor –me interrumpió, afable.
-Bien, Thomas. Esa fotografía no debió llegar a usted, es que…
-¿Cómo que no? –se echó para atrás, como sorprendido.
-Es que esa foto era… –luché con mi fuero interno para no decir “prohibida” y buscar la palabra adecuada- era…
-¿Fenomenal? ¿Excelente? ¿Maravillosa? ¿Cautivadora? –me interrumpió, de nuevo.
Y a pesar de todo lo que dijo, aquello no se acercaba ni un poco al significado que yo le daba.
Me reí.
-No, es que… –resoplé, frustrándome- Esa foto es personal.
-Piénsalo, sería una bellísima exposición fotográfica –gesticuló, como imaginándose la escena, ignorando mi comentario. Luego de un segundo, me miró-. Y sin duda sería una gran oportunidad para ti. No me digas que no es lo que quieres. Todo fotógrafo lo quiere –presionó, y tenía razón.
-¿Qué fotografía le dio Jesse? –inquirí, quería saber cuál era la imagen que le había fascinado tanto.
Suspiró al verme renuente, luego se levantó de su silla de cuero y fue por una carpeta azul de su archivero. Volvió a sentarse y me dio el folder. Lo tomé y luego lo abrí. El corazón se me expandió por todo el pecho y el estómago se me encogió. Entre mis manos tenía una de mis fotografías, una de tantas imágenes que no había visto hace tiempo. El hermoso rostro de Harry exponía su perfil izquierdo, y las luces de fondo de aquella feria proyectaban un centelleo en sus ojos. Era hermoso.
-No sé si vea lo mismo que yo veo en esa foto –me dijo Blade-. Yo veo una frase de alguna canción romántica, un cuento corto para contarles a mis hijas en las noches. No sé si me doy a entender –juntó sus manos sobre el escritorio y se inclinó un poco sobre él-. Me gustaría ver todas, por favor.
Entonces lo miré. Luego saqué de mi morral el sobre que contenía las demás, y aun medio vacilante, lo deslicé sobre la madera del escritorio hasta las manos de Blade.
Él me sonrió y luego abrió el sobre, sacando todas las fotografías. Cerré los ojos por un momento, bajando la cabeza. No sabía qué estaba haciendo, o mejor dicho, sí sabía pero no estaba segura de hacerlo. Sharon y Harry vinieron a mi cabeza. Si de alguna manera se dieran cuenta, ¿cuál sería su reacción? ¿lo creerían un abuso o quizá una burla? Sobre todo Harry, él es quien aparece en las fotos y… ¡Harry! Por un momento pude ver una cara de la moneda que no había visto.
Si Harry llegase a saber, ¿vendría a buscarme? Al menos para reclamarme, enfadarse o cualquier cosa, y yo… lo volvería a ver. No que eso cambiara las cosas, quizá me odiaba por destruir su relación con Sharon y más aun por publicarlo sin derecho alguno pero… era tanto el anhelo de saber de él que de cierta manera se había convertido en una necesidad. ¿Llegaría la noticia hasta Japón o donde sea que Harry se encontrara? Miré a Blade y de pronto lo vi como una esperanza.
Él había terminado de ver todas mis fotografías y la sonrisa en su rostro me decía que le habían gustado. Repentinamente la idea de exponerlas no me resultaba tan descabellada. No si eso, de alguna forma, me acercaba a Joseph.
-Vaya –dijo Blade, admirando la última imagen-. Son fantásticas –confesó-. Es como si te contaran una historia.
Me reí.
-Tienen una historia, no hay fotografía que no la tenga –admití.
-Me gusta, estoy encantado con su trabajo, señorita Howe. Sería un honor para nosotros exponer estas fotografías –me dijo, con los ojos rebosando de excitación-. ¿Qué dice usted?
Y entonces mi mente había cambiado por completo, mi perspectiva ya no era la misma que hace unas horas.
-Hagámoslo –acepté, llenando mi cabeza de la imagen de Harry, ignorando si estaba bien o mal.
-Tienen una historia, no hay fotografía que no la tenga –admití.
-Me gusta, estoy encantado con su trabajo, señorita Howe. Sería un honor para nosotros exponer estas fotografías –me dijo, con los ojos rebosando de excitación-. ¿Qué dice usted?
Y entonces mi mente había cambiado por completo, mi perspectiva ya no era la misma que hace unas horas.
-Hagámoslo –acepté, llenando mi cabeza de la imagen de Harry, ignorando si estaba bien o mal.
La sonrisa de Blade se volvió aun más intensa, acentuándose en su moreno y arrugado rostro, luego me extendió la mano.
-Hagámoslo –repitió.

Estaba loca, severamente loca. Había aceptado la propuesta de Blade y ahora no podía echarme para atrás. Y es que alguna parte de mi cabeza, quizá la más destornillada, tenía la ridícula esperanza de que aquella exposición, de alguna manera me acercara a Harry.
Tenía que llamar a Blade para darle el nombre de la exposición, me había dado sólo un día para pensarlo, ya que todo se llevaría acabo en un mes, a finales de enero.

 
Me había pasado casi toda la noche en vela, ideando algún buen nombre para mi trabajo, algo que fuera como el título de una historia, pero nada era lo suficientemente bueno. Luego recordé una de las conversaciones que había tenido con Ferni, aquella en donde le mostré la cantidad de fotografías que había tomado de Harry. Había usado un término para referirme a ellas: Manual de lo prohibido, porque para mi eso eran. Entonces tuve la idea y el nombre para mi exposición, Manuale del proibito, en italiano, porque había sucedido en Venecia.
Luego de que llamé a Blade y que encantado aceptó el título, tecleé el número de Jesse, él aun me debía ciertas explicaciones. Le pedí que viniera a mi casa y a los pocos minutos apareció tocando mi puerta. Lo hice entrar y lo senté frente a mí en la sala.
-¿Recibiste la noticia, no? –me sonrió, no sabiendo qué esperar.
-Justo ayer. ¿Por qué no me dijiste?
-Porque pensé que ibas a decir que no y no estoy equivocado, ¿verdad? –enarcó una ceja.
-Pues no, pero… acepté –exhalé.
-¿Aceptaste? ¿En serio? –la expresión de viva alegría le volvió al rostro.
-En contra de mi misma, incluso –admití.
-¿Por qué dices eso? –preguntó, confundido.
-Porque al exponer esas fotografías, terminarán por odiarme, Jesse. Fui y destruí su perfecta relación, le mentí a Harry al decirle que no lo amaba y ahora, vengo aquí a exponerle mi vida a medio mundo.
-No estás exponiendo tu vida –me contradijo-. Cada persona interpretará las fotografías a su manera, allí no dice “le robé el novio a mi mejor amiga” ¿o sí? –volvió a levantar la ceja.
-Ya lo sé, pero soy tan egoísta que no importa tanto que Harry se enoje y me odie por completo, me duele muchísimo pero… sólo quiero verlo de nuevo. Por eso acepté, Jesse, esto me da la esperanza de volver a contemplar su rostro.
-¿Egoísta? ______, eres la persona menos egoísta que conozco, pero te diré lo que sí eres: masoquista –fruncí el ceño pero el continuó hablando-. Por una vez en tu vida, _____, date gusto a ti misma. Vives preocupándote de la vida de los demás, de sus opiniones y te dejas de lado –me sacudió ligeramente de los hombros-; piensa por una vez en ti. Si esto puede que te acerque a ese tal Harry, pues no te detengas. Por una vez en la vida, lucha por lo que quieres.
No me había detenido a pensar, que aunque Jesse fuese un bruto de sentimientos, podría llegar a ser también el amo y señor de la razón. Y justo ahora la tenía, no me iba a echar para atrás pensando en la gente a mi alrededor, o la que alguna vez estuvo allí; aun por más ridícula que fuera la idea y burda la esperanza, debía seguir adelante.
-Supongo que tienes razón, Jesse –le sonreí y él también.
-No supongas, la tengo –rió y luego me abrazó-. Sé que va a ser la exposición fotográfica más popular en California –me animó.
-O más allá.

Después de aquella tarde y de muchas más, mientras el tiempo seguía su trascurso y con el se llevaba mis suspiros; la fecha de la exposición fotográfica se acercaba. Blade había hecho su reconocido trabajo al darle la suficiente publicidad al mío; mandando a imprimir folletos, volantes e incluso un espectacular en la ciudad. Blade era un viejo chiflado, pero me daba esperanza. Inclusive se utilizó el diseño de una página web en la Internet, anunciando la exposición fotográfica “Manuale del proibito” por _______ Howe y a lado, una fotografía de Harry, la que Jesse había llevado a Blade. Ver mi nombre bajo el título y a lado de la fotografía era para mí como una llamada de auxilio para que Harry la pudiera ver. Algo que esperaba lo trajera hasta mí al reconocer aquel nombre, del cual anhelaba no se hubiera olvidado tan pronto.
No esperaba que me tendiera los brazos y me abrigara en ellos; sólo quería verlo de nuevo, tenerlo frente a mí era el deseo más ferviente de mi corazón, y aunque me odiara con toda su alma, le explicaría que lo amaba y porqué le había mentido; pero sólo si él atendía ami llamado.
-Es espectacular, ¿no crees? –el eco de la voz de Jesse resonó en el salón vacío, trayéndome al presente.
-¿Cómo dices? –pregunté, haciendo demasiado evidente mi falta de atención.
-El lugar, es grandioso –dijo, fingiendo no darse cuenta-. Ya me imagino todo, ¡no puedo esperar a que llegue el martes!
Miré a mi alrededor curiosa por las palabras de Jesse, aunque la mayoría de las veces resultaba ser un exagerado, esta vez tenía razón. Era un salón grande, con piso de mármol en color negro, las paredes blancas se expandían extensas dándole un espacio realmente grande y una ventilación y luminosidad al lugar. Aquello era el sitio perfecto que Blade había conseguido para que se llevara a cabo mi exposición y aunque quedaba casi fuera de la ciudad, al norte de Broderick, Jesse se había ofrecido en llevarme y traerme las veces que fuera necesario.
Él siguió andando por las habitaciones del lugar, mientras que otras de las palabras que él había dicho, captaron mi atención. Faltaba casi menos de una semana para que se llevara a cabo la exposición y el mes se había pasado lento a pesar de todo, o mejor dicho, lento para mí, ya que cada día la agonía de desconocer el resultado de mi atrevimiento, me arrastraba en una incertidumbre desconocida que me obligaba a ignorar el paso de las horas en el reloj.
Cuando hubimos terminado de ver el lugar, Jesse me llevó a casa y me hizo prometer que no pensaría en otra cosa más que en la exposición fotográfica. Y aunque traté de hacerlo, me resultó completamente imposible, Harry se había convertido en mi pensamiento constante y además, la razón de mi exposición, ¿cómo no iba a pensar en él? Eso, ni aunque me borraran la memoria.

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Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA   (TERMINADA) - Página 3 Empty Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA

Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:58 pm



 
Por la tarde charlé con Ferni y le conté las buenas nuevas, evitando por supuesto, el plan debajo de ellas. Además ella me lo ponía bastante fácil, ya que procuraba no hablar de Harry tampoco. Me contó sobre lo bien que iba su relación con Nick y que él me mandaba saludos, luego algunas cosas triviales que ocuparon el lugar de la conversación.
Yo debía de mantener la farsa, hacerle creer a las personas a mi alrededor que esto no era para mí más que el placer del trabajo bien recompensado y no una esperanza a mi locura.
El martes llegó con prontitud, a pesar de mi desvarío por el tiempo. Veía cómo acomodaban las fotografías en la pared, tratando de encontrar la manera de que se vieran elegantes y perfectas. Pero para mí ya lo eran. Me mordí el labio inferior con nerviosismo y luego divisé a Jesse hablando con Blade en la otra esquina, mientras le mostraba unos papeles y el viejo asentía.
Faltaba menos de un par de horas para que las puertas se abrieran y la gente pasara. Puse mi atención hacía el lado izquierdo de donde me encontraba parada y miré a los meseros acomodar los aperitivos en distintas bandejas para poder servirlos. A pesar de que todo era una situación distinta a otra, mi mente no dejaba de volar en torno a una sola cosa con nombre propio.
No es que tuviera precisamente la esperanza de que él apareciera, justo aquí. Pero al menos que me buscara luego, que supiera que estaba cerca de aquí, que supiera que lo necesitaba. Vi a Jesse acercarse a mí y le sonreí nerviosa.
-En un momento empezará todo, ¿estás lista? –me preguntó y sin dejarme contestar añadió-: Hay mucha gente que desea entrar.
-Estoy nerviosa, es la cosa que más quería cuando comencé a trabajar en esto y ahora ya está aquí.
-Los sueños se cumplen –me sonrió-. ¿O lo dudas?
-Te lo contesto luego. ¿Qué te dijo Blade? –pregunté, cuando lo vi salir por la puerta giratoria, además de querer cambiar de tema.
-Oh, tiene que irse, pero me dijo que le pasara un reporte de cómo había resultado todo. Él también está emocionado y ansioso. Oh, y quiere que pruebes los bocadillos.
-¿Blade quiere eso? –dije, extrañada.
-No, en realidad el que quiere eso soy yo, relájate, ______. Vamos –me tomó del brazo y me llevó hasta donde los mozos acomodaban las charolas.
Mordisqueé con ansiedad un par de aperitivos que rápido hicieron aparición en mi garganta al pasar por ella. Pronto se llegó la hora, el reloj marcó las diez de la mañana del martes treinta y uno de Enero, las puertas se abrieron y gente comenzó a entrar, girando sus cabezas hacía cuanta foto veían y dirigiéndose a ellas. Me di la media vuelta y cerré los ojos, yéndome a sentar a otro lugar porque no quería ver la cara de las personas al mirar las fotografías, no deseaba saber qué pensaban, qué se les ocurría. En ese momento me arrepentí de haber dicho sí.
Así pasaron cuarenta minutos de las dos horas que se habían predestinado para la exposición. Cuarenta largos y tormentosos minutos de ver –aunque no haya querido y haya hecho casi todo por evitarlo- el rostro de las personas que sonreían y movían sus cabezas en forma de asentimiento y fascinación al contemplar las fotografías que habían sido tomadas por mí. “Manuale del proibito” estaba siendo un éxito que a la gente le gustaba por encontrar inspiración en aquellas imágenes a blanco y negro.
Alguien me tocó el hombro y el corazón se me paró por un segundo. Me giré sobre mis talones y una chica de ojos grises me sonrió. El corazón volvió a su ritmo, decepcionado.
-Disculpa, ¿eres la autora? –me preguntó, mientras en su mano izquierda sostenía una libretita.
-Sí así podría llamársele, sí –le devolví la sonrisa que antes me había dado.
-Hola, soy Natalie Robertson y trabajo para el periódico local –me ofreció la mano en saludo de presentación y yo la tomé-. Debes de sentirte orgullosa de que tus fotografías estén fascinando a todo el que entra por esa puerta y las ve, ¿no es así?
-Vaya, gracias –dije, tímida.
-En lo personal a mi me han encantado, pero ¿podrías decirme, por qué el título? ¿Qué significa? Si no me equivoco es italiano, ¿verdad?
-Así, es. Significa, manual de lo prohibido –dije, sintiéndome repentinamente incómoda, al no haber visualizado esto en el plan.
-Y, ¿por qué? –insistió.
-Bueno… –tartamudeé, no iba a darle una explicación extensa ni platicarle mi vida, sólo dije lo primero que vino a la mente al pensar en Harry-. ¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista del “No toques, ni codicies” pero que cada momento te incita más y más a… tenerlo.
Ella miró a su alrededor después de lo que yo le había dicho y miró todas la fotografías de forma rápida. Después me sonrió.
-Ya entiendo –dijo-. Todo tu conjunto de fotografías forma un manual de una sola cosa prohibida, ¿verdad?
Abrí los ojos ante la sorpresa de que ella haya realmente comprendido.
-Así es –dije.
-Gracias por responderme –me sonrió y volvió a darme la mano-. Ha sido un placer conocerte.
-Igualmente –respondí y luego la vi alejarse haciendo anotaciones en su libreta.
Me quedé parada en el mismo lugar por un par de minutos, viendo hacía donde la muchacha se había ido y luego le regalé un suspiro al aire.
-Credo di essere quello che ha vietato l'manuale.**
Mi corazón latió con una fuerza devastadora y luego colapsó de repente de forma teatral. Giré desorientada a fin de encontrar al dueño de aquella voz, sin saber si era sólo una fantasía en mi cabeza o una alucinación de mi mente.
Mi corazón latió con una fuerza devastadora y luego colapsó de repente de forma teatral. Giré desorientada a fin de encontrar al dueño de aquella voz, sin saber si era sólo una fantasía en mi cabeza o una alucinación de mi mente.
Pero allí estaba, incluso más hermoso que una proyección de mi cabeza, sonriéndome nervioso. ¡Era él! Las piernas perdieron su equilibrio y me temblaron, me quedé estática. Me llevé la mano al pecho, sólo para confirmar que mi corazón latía, porque yo sentía que había explotado dentro. No me percaté del momento exacto en que mis lágrimas se desbordaron, ya que la vista se me nubló y todo se volvió sólo siluetas borrosas. ¿Estaba respirando? Me obligué a recordar cómo se hacía, porque verdaderamente el aire había dejado de entrar a mis pulmones; y me limpié las lágrimas, esperando que mi vista se aclarara. Entonces volví a verlo, su hermoso y bello rostro lucía preocupado y el desasosiego pintó cada una de sus facciones.
-¿Harry Styles? –la voz femenina de una chica partió la escena pero no retiré la vista empañada de Harry, por temor a que desapareciera como si hubiese sido sólo una alucinación.
Harry miró a la chica y los ojos se le abrieron de par en par, desprendiendo un fulgor desconocido.
-Kristen –musitó, sorprendido.
Y eso fue todo, perdí la conciencia porque ya no resistí tener pies de gelatina y no podía ya obligar a mis pulmones a respirar. ¿Caí al suelo? O ¿alguien me sujetó? Qué más daba, ya no contaba con la percepción de nada.

El olor a alcohol me invadió las fosas nasales y casi llegó hasta mi garganta, haciéndome arrugar la nariz y carraspear. Comencé a abrir los ojos poco a divisé una silueta junto a mí.
-Harry –susurré. Pero la voz que respondió a mi llamado no fue la misma que había escuchado antes.
-¿Ya estás bien, ______?
Me tañé los ojos y luego parpadeé repetidas veces para aclarar mi vista. Jesse tenía un algodón en su mano izquierda y la mirada bien puesta en cualquier cambio en mi expresión.
-¿Dónde estoy? –pregunté, mirando a mi alrededor, pero al instante hubo otra pregunta más importante y volví a pasar la mirada por el lugar, pero esta vez con desesperación-. ¿Dónde está Harry?
-Tranquilízate, dime que estás mejor –insistió Jesse-. Estás en la parte trasera del salón.
-¡Estoy bien! ¿Dónde está Harry? –el lugar estaba más oscuro que alumbrado, pero lo suficientemente claro como para examinar cada rincón.
La boca comenzó a temblarme con un “No” inquieto en los labios por temor a que todo hubiese sido sólo una alucinación en mi cabeza.
Tomé a Jesse del cuello de su camisa, inclinándome hacía él y percatándome de que estaba recostada sobre un sofá viejo con olor a humedad.
-¿Dónde está Harry? –casi grité, desesperada, creyendo que me estaba volviendo loca, si es que aun no lo estaba.
El silencio de Jesse me hizo pensar lo peor y sentí que el corazón se me encogía acongojado en el pecho.
-El está… está hablando con una chica, justo afuera de la habitación –dijo y los ojos se me abrieron como platos. Mi corazón le ganó al pensamiento en mi cabeza y revivió con estruendosos latidos golpeando contra mis costillas.
Me levanté del sofá, como impulsada de éste e ignoré el lacónico mareo que me sucumbió la cabeza. Caminé agitEdwardente hasta la puerta del lugar y estando entre abierta logré ver lo que mi corazón pedía a gritos volver a sentir. Reconocería aquella espalda ancha entre millones y no dudé en salir a su encuentro, pero el nombre que pronunció me congeló los pies en el mismo sitio sin músculo movible alguno; trayéndome a la memoria el segundo antes de desmayarme.
-Kristen yo… –tartamudeó un poco, pero volver a oír el sonido de su voz fue como para un ciego volver a ver la luz del sol-. Es que no te entiendo.
-¿Qué es lo que no comprendes, Harry? –la voz de la chica me incitó a fijarme en ella; tenía el cabello negro y ondulado, era más baja de estatura que Harry y muchos allí, ya que le llegaba un poco por arriba de los hombros. Su boca ancha al igual que su frente y su nariz chata la hacían lucir como una muñeca Barbie, pero de alguna marca que ocupara el segundo lugar en ventas, lo suficientemente opacada por el primer lugar para no subir nunca a él-. Te lo estoy diciendo de la manera más sencilla que puedo –continuó-. Terminar fue un error, ¡me afectó tanto cuando me enteré que te habías ido! –dijo, con fingida melancolía, hasta yo pude notarlo.
Así que ella era Kristen. Cuando recordé lo que Harry me había contado, casi quise salir a arrancarle los pelos con mis propias manos.
-_______ –Jesse me llamó pero no me moví, seguí allí, tras la puerta, escuchando y viendo todo.
-Kris –Harry tardó un momento en continuar y luego habló despacio-, cuando estábamos juntos, todo lo que yo te dije era sincero y real. Fuiste la novia que más… quise –volvió a silenciar y junto a aquella falta de sonido, mi corazón se desplomó.
¿Él aun la quería? Miré el rostro de Kristen, extasiado de alegría, mientras la sonrisa le crecía cada segundo un poco más.
¿Qué sentido tenía ahora la alegría de que mi locura haya funcionado? ¿Qué había de esperanza en tenerlo justo allí si en realidad seguía lejos su corazón? No había nada si él aun quisiera a Kristen. Nada.

Fue entonces que me moví, deslicé poco a poco mis pies hacía atrás y me fui sumergiendo en la humedad y oscuridad de aquel cuarto. Jesse se me quedó mirando, con una leíble expresión de confusión en el rostro.
-¿Pasa algo malo? –preguntó.
Me dí cuenta de lo vulnerable que era hasta entonces.
-¿Cuánto falta para que acabe la exposición? –le pregunté, con un hilo de voz.
-No lo sé –miró su reloj-, como cuarenta y cinco minutos –se encogió de hombros.
-¿Podrías encargarte del resto? Tengo, tengo que salir de aquí –miré a mi alrededor-. ¿Hay otra puerta?
-______ no entiendo –Jesse se acercó-. El sujeto que tanto buscabas está allí –señaló hacía afuera-, ¿no morías por verlo?
-Sólo sácame de aquí –rogué.
-¿Qué te hizo? ¿Por qué el cambio? –insistió.
-¡Jesse! –le grité- sácame de aquí. ¿Qué es esa puerta? –pregunté viendo una armazón de madera a un costado de la habitación.
-Creo que conduce a un pasillo lateral del edificio –se encogió de hombros.
-¿Podría dirigirme a la salida?
-Tendrías que salir por la puerta principal, pero al menos nadie notaria que has salido de este lugar.
-Genial. Me voy –decidí-. Encárgate de lo que sea necesario. Si… si Harry pregunta por mí, dile que no me has visto, que me salí de este cuarto y no supiste a dónde fui.
-Pues… no sé a dónde vas. Así que no será tan difícil. Pero exijo que pronto me des una explicación.
-Luego. Gracias, Jesse.
Él me sonrió y salí despavorida por la otra puerta, huyendo de nuevo, huyendo de todo. No quería oír el “Lo siento por no quererte” de Harry, ni algo como “Es que me di cuenta que amo a Kristen”. Ahora que lo pensaba, todo esto me había parecido un error. He allí lo que me había costado volver a verlo, un dolor aun más profundo en el alma. Como la hoja afilada de un cuchillo atravesándome el pecho.
Cuando logré salir al exterior, divisé la ciudad transitada y el alma me rogó seguir en cualquier dirección lejos y perderme. Caminé unas pocas calles y luego decidí tomar un taxi y pedir que me llevara a casa. Era imposible perderme en una ciudad que conocía demasiado bien. Así como imposible también no pensar en Harry, en dónde podría estar ahora, qué estaría haciendo o pensando… con quién. Todo me torturaba, todo me causaba ganas de romper en llanto, ¿cómo podía ser tan estúpida? Mi plan había funcionado, Harry había atendido a mi llamado y yo había logrado verle. Pero jamás me pasó por la mente relacionarlo con las demás personas, me concentré tanto sólo en Harry y yo que olvidé por completo a terceros. Las muchas otras posibilidades de que Harry no me quisiera o no pudiéramos estar juntos. No solamente existía Sharon en su vida, sino también alguien más. Alguien que ya había formado parte de su pasado, alguien que había dejado marcado su presente y que, si él quería, alguien que cambiaría su futuro.

 
Una lágrima rodó por mi mejilla, una lágrima que no pude contener; tan pesada como mi dolor, tan profunda como mi agonía. El taxi se detuvo frente a mi casa, o al menos, la fachada azul ya desgastada que reconocí como tal. Le pagué y bajé para adentrarme a casa. Subí y me tumbé en mi cama, a plena luz del día a llorar. Estaba enloqueciendo, me estaba volviendo una patética desquiciada. Llorar resultaba perfecto estando sola, sin preguntas, sin miradas; incluso la voz en mi cabeza guardaba silencio mientras las lágrimas seguían bajando por mis mejillas y mis sollozos se ahogaban contra la almohada. Y pensar que había perdido a la única familia que me quedaba, Sharon, por una estupidez mía, por un maldito error. En ese momento deseé fervientemente inventar una máquina que volviera el tiempo atrás, así, no iría jamás a Venecia, no hubiera conocido nunca a Harry, no estuviera amándolo con todas las ridículas fuerzas de mi corazón y no estuviera sola en todo el mundo.
Pero era suficiente, ya había llorado mucho y a causa suya. Ya no podía ser tan vulnerable a él, no debía. No cabía duda que todo en este mundo se paga, y a lo mejor era el pago a mi maldad. Lo que yo le había hecho a Sharon, ahora lo estaba sufriendo. Pero no más, no iba a dejar que aquello me tumbara, tenía que vivir con ello de ser posible, pero iba a seguir adelante. Adelante, sin nada más que mi frente en alto. Era una promesa.
Habían pasado tres días, y aunque me negara a aceptarlo y llevara puesta una armadura de fortaleza, mi corazón preguntaba por Harry. Tres días y ¿nada? Jesse me había contado que, por supuesto, él le había preguntado a dónde había ido y cuando los hombros de Jesse se encogieron ante la interrogativa, Harry salió disparado por la puerta, sin señal alguna de Kristen.
Pero ya no iba a pensar en ello, o al menos intentaría no hacerlo y no darle más concesión al asunto. Miré a través de la ventana del departamento y visualicé las grandes formas arquitectónicas de los edificios de Nueva York. Tenía pensado jamás volver, quedarme en algún lugar seguro hasta que el corazón sintiera de nuevo. Me preguntaba, ¿hasta cuándo sería libre?, ¿hasta qué punto resistiría él? Mi corazón palpitaba deseoso por sentir, por vivir, por amar; tenía miedo de no encontrar todo eso en alguien más. Andaría lejos, esperando no volver a atrás, no mirar profundamente su fotografía, negándome a todo aquello que aun sentía por él.
Si él apareciera, seguro mi corazón cantaría; pero mientras no lo haga y el tiempo pase; yo me haría más fuerte y evitaría derrumbarme en sentimientos vanos. Lo dejaría libre, para poder ser libre yo.
Los golpes en la puerta interrumpieron mi divagación.
-¿Estás lista? –la voz de Jesse era un poco reconfortable a todo mi dolor.
Desvié la vista de la vitrina para mirarle y sonriéndole, asentí.
-Vamos.
Tomé mi abrigo y bajé junto con Jesse hasta la recepción del hotel, para dirigirnos a la Avenida Madison, en donde volvía a darle vida a “Manuale del proibito”. Había sido un éxito en Broderick, y ahora, Blade lo había trasladado a Nueva York, en donde pidieron que la presentara. Estaba feliz, por supuesto, era el mundo reconociendo mi trabajo.
Cuando llegamos, Blade ya estaba allí y nos regaló una extensa sonrisa al vernos.
-Suban, suban, es en el cuarto piso –nos dijo, dándonos la mano.
Sin duda era un edificio algo grande, tenía cinco o seis piso, no estaba muy segura; pero en Nueva York todos los edificios eran así.
-Vamos, faltan menos de treinta minutos –me instó Jesse, empujándome por la espalda.
Al entrar al edificio el aire acondicionado me golpeó el rostro. Afuera ya era frío, ¿por qué no mantenerse cálido adentro? Últimamente así eran mis pensamientos, triviales y sin importancia. Jesse y yo subimos por el ascensor hasta el piso cuatro.
-Ey, ¿cómo estás? –me preguntó, poco antes de que las puertas se abrieran.
-Perfectamente –contesté.
No es que fuera mentira, pero tampoco era completa realidad. Por supuesto, físicamente estaba de maravilla, emocionalmente… bueno, era preferible no hablar de ello. Me sentía estúpida, tonta, como si fuera la niña nerd de la que todos en el colegio se burlan.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, lo primero que vi, más allá de la gente, fue la vista a través de las grandes ventanas; los edificios y rascacielos se expandían gloriosos hacía el cielo por todo Nueva York.
-Vaya –exclamé y escuché la tenue sonrisita de Jesse.
Luego otra cosa captó mi atención, era un espacio un poco más pequeño que el de la primera exposición, por lo tanto, las fotografías estaban más juntas, observándome. Quise borrar con una sacudida de cabeza el recuerdo que me vino a la mente al verlas, a fin de cuentas, volver a ver a Harry no había resultado tan bueno.
Los minutos trascurrieron rápidos y mientras veía gente ir y venir observando mis fotografías se hizo tedioso. No es que no me gustara la expresión de fascinación de la gente al verlas, pero quería exponer otra cosa, otras fotografías, algunas más recientes, algunas que no me dolieran y no hablaran en mi imaginación. Comencé a contar los segundos, no encontrando otra cosa qué hacer, y cuando le sonreía a la gente, empezaba otra vez desde cero. Así se me fue un buen rato.
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De pronto, entre el murmullo de la gente, escuché algo ¿Música? Mi mente preguntó y giré completamente desorientada, ¿de dónde provenía? ¿Por qué se me hacía conocida? No era la única que lo oía, todos giraban sus cabezas y comenzaron a amontonarse en las ventanas.
El corazón se me paró al escuchar la voz.
Jesse, que estaba también en el tumulto de gente me miró de prisa.
-Ven a ver –lo oí apenas decir y obligué a mis pies, de pronto, agarrotados músculos a moverse.
Como pude, me abrí paso torpemente entre la gente, porque a pesar de que mi razón iba siempre en desacuerdo con la cosa latente bajo mi pecho, esta vez sabía que era algo real, algo de lo que mi corazón no saldría lastimado después, y entonces obedecía perpleja. Cuando por fin logré llegar hasta la grande ventana, media atontada aun, apoyé las palmas de mis manos contra el cristal, haciendo que se humedeciera por el repentino sudor que desprendieron; posé mi vista en la azotea del edificio continúo y entonces lo vi.
De pronto, entre el murmullo de la gente, escuché algo ¿Música? Mi mente preguntó y giré completamente desorientada, ¿de dónde provenía? ¿Por qué se me hacía conocida? No era la única que lo oía, todos giraban sus cabezas y comenzaron a amontonarse en las ventanas.
El corazón se me paró al escuchar la voz.
Jesse, que estaba también en el tumulto de gente me miró de prisa.
-Ven a ver –lo oí apenas decir y obligué a mis pies, de pronto, agarrotados músculos a moverse.
Como pude, me abrí paso torpemente entre la gente, porque a pesar de que mi razón iba siempre en desacuerdo con la cosa latente bajo mi pecho, esta vez sabía que era algo real, algo de lo que mi corazón no saldría lastimado después, y entonces obedecía perpleja. Cuando por fin logré llegar hasta la grande ventana, media atontada aun, apoyé las palmas de mis manos contra el cristal, haciendo que se humedeciera por el repentino sudor que desprendieron; posé mi vista en la azotea del edificio continúo y entonces lo vi.
En ese instante fue como si el corazón hubiera revivido o despertado de un letargo doloroso, haciéndome sentir más viva que nunca. Porque más allá de sus estruendosos latidos con nombre propio, sabía muy en el fondo que esta vez, como ya lo había aceptado mi razón, esta vez no iba a ver decepción alguna.
¿Pero qué estaba haciendo Harry? ¿Cantaba? Me cantaba ¿a mí? Al menos me miraba, mientras seguía dándole libertad a la bella voz que poseía y se llevaba una mano al pecho.
Unas ganas de llorar me invadieron sin explicación, era como si me estuviera trayendo serenata a mitad del día. La gente que me apretujaba a mi alrededor comenzó a desaparecer, y me vi perdida en las capas de terciopelo de su voz; pegué la frente al vidrio, ¿es que su voz podría llegar a ser más hermosa? Si ya era inspiradora cuando salía de su garganta como palabras, ahora no tenía comparación. Simulé una sonrisa

 
RECTA HACIA EL FINAL
_______________________________________________
fue entonces que me percaté de que una lágrima había escapado de mis ojos y había llegado hasta mis labios. Estaba llorando.
Allí estaba y no era un sueño, una ilusión o una cruel jugarreta de mi mente. Entonces capté que colgando del edificio, había un enorme cartel que decía “Nessuna fuga di nuovo” con grandes letras azules. No sabía qué decía, jamás había aprendido italiano, pero cual fuera el mensaje, me impedía moverme, quería permanecer allí, observándolo.
Hice una comparación, y mi exposición salió perdiendo. Harry era hermoso, en todo sentido que pudiera verle; su voz, su rostro, su cuerpo incluso, así usara el atuendo más ridículo del planeta. De pronto, un pensamiento me cruzó por la mente, ¿existía la posibilidad de que él me quisiera a mí? ¿Tan sólo a mí? Tenía que haber una razón por la que en este momento estuviera allí, cantándome esas hermosas palabras que me llenaban el alma, ese “por siempre” que agregó a su melodía, pero, ¿todo ello era verdad? Y si lo era, ¿acaso no seguiría siendo malo? El recuerdo desgarrador que aun no me abandonaba, era aquel en el que veía los ojos hinchados y rojos de Sharon, la tristeza en su rostro y la radiografía de su alma hecha pedazos. ¿Es que yo podía ser tan cínica como para terminar de arrebatarle lo que más amó?
Miré de nuevo a Harry y otra lágrima corrió por mi mejilla. Ni siquiera yo misma me entendía; si él me quería y yo lo amaba más que a mi vida misma, ¿cómo podíamos estar juntos? ¿El dolor de Sharon era el precio a pagar? Me lastimaba querer hacerlo para estar con Harry, no podía ser tan egoísta, ¿o sí? Era verdad que había pasado el tiempo, pero aunque para mí fuera eterno, en realidad no había sido bastante. En dos meses nadie sana una herida, y mucho menos si es tan profunda como la que yo había hecho. ¿Es que nunca podría llegar a estar con Harry? ¿Ser feliz con él? ¿Tenía que conocerlo? Pero tampoco podía ignorar todo este amor que me quemaba por dentro, me hacía hervir la sangre y que ya hasta dudaba me cupiera en el corazón o en el cuerpo entero.
Sentí a Jesse a mi lado.
-Dile que no es demasiado tarde –me susurró y la gente volvió a mí alrededor, volví a la realidad que me asfixiaba.
Dí una rápida mirada a Jesse y luego la volví a Harry; el murmullo de la gente me hizo perder las voces en mi cabeza, mientras la de Harry continuaba metiéndose por mis oídos y llegaba a mi corazón. El suspiro angustiado que solté se hizo visible al empañar el cristal de la ventana, ¿por qué tenía que pensar demasiado las cosas? ¿Volver a escapar sería muy cobarde?
La música paró y junto a ella mi corazón estrepitosamente colapsó en nuevos latidos. Harry miró hacía mí y aun a tal distancia, pude sentirme abrigada en el calor de su mirada.
-¿Qué esperas? –me instó Jesse, pero ni siquiera yo lo sabía.
Harry no se movía, pero el par de músicos detrás de él comenzaron a retirarse, haciendo que la escena pareciera viva. Era hora de aclarar las cosas con Harry y conmigo misma, también. Comencé a mover los pies hacía atrás y despegué las manos del cristal, dejando la huella de mis palmas. Harry notó mi movimiento y en cuanto me dí la media vuelta, dio un salto hacía atrás y se echó a correr. No supe qué más hizo, porque caminé hasta las escaleras y bajé a grandes zancadas medio desequilibradas hasta la planta baja. ¿Qué iba a decirle? Mi cabeza era un completo caos e iba viéndome los pies al caminar, tratando de encontrar la respuesta correcta a todo este dilema.
Justo cuando iba a salir por la puerta, donde la luz taciturna del sol escaso ya comenzaba a alumbrar, un brazo me cerró el paso. El pecho agitado de Harry se movía de arriba abajo bajo su sudadera negra y su respiración irregular me movía los cabellos de tanta cercanía. Tenerlo así de cerca después de tanto tiempo hizo que me debilitara por completo, pero me obligué a sacar fuerzas de dónde no las tenía para mantenerme de pie, aun cuando mi corazón estallara contra mi pecho.
-No escapes de nuevo –musitó, entrecortEdwardente y su aliento me estremeció el alma.
-¿Qué? –logré decir.
-Es lo que dice el cartel –hizo ademán para señalar el enorme eslogan que caía del edificio continúo, mientras medio esbozaba una tenue sonrisa-. No vuelvas a escapar, ______. Si lo haces, no voy a parar de perseguirte.
-¿Qué estás haciendo aquí? –pregunté, aun incrédula de que estuviera allí, hablándome.
-Ya te lo dije, no voy a descansar si sigues escapando de esa manera, ¿es que no ves? –me tomó de las muñecas y la piel ardió con su tacto, como antes- No eres fácil de olvidar, te he buscado como un loco por cielo, mar y tierra.
-Dos meses, Harry –musité, con apenas un hilo de voz-. Dos meses han pasado. Si has estado buscándome, ¿por qué tardaste tanto?
-Tampoco eres fácil de encontrar –su mirada se angustió-. Corrí por mis maletas en cuanto te fuiste de Venecia, _____. Esa misma noche tomé un vuelo a un país cercano, pensando que tú estarías allí.
-¿A qué país?
-Egipto.
-¿Qué?
-¿Recuerdas cuando me dijiste que a ese lugar escaparías? Dijiste que era lo suficientemente lejos para huir de tus problemas –su voz comenzó a agitarse-. Estuve buscándote por más de un mes en cada rincón de Egipto, ______.
-Pero sabías muy bien que volvería a California. Tú lo oíste de mis propios labios –no sabía si sus palabras eran sólo un pretexto para excusar el tiempo, no sabía si era verdad tampoco. Pero es que me costaba trabajo aceptar que estaba allí y me quería, después de lo que yo había oído decirle a Kristen.
-¿Y quién me aseguraba que fuera verdad? –cuestionó, sin soltarme las manos- A lo mejor sabrías que yo te buscaría a donde quiera que fueras y decidiste mentir para que no pudiera encontrarte.
-¿Mentir? –la voz me tembló y las lágrimas comenzaron a salir, finas y cálidas recorrieron mis mejillas- Harry, mentir era lo que menos llegaría a hacer en un momento como ese.
-¿A no? –Me miró, incrédulo y sarcástico- ¿Y esa vez que me dijiste que no me amabas? –Enterró su mirada miel en mí y el corazón se me colapsó- ¿Fue mentira o fue verdad?
-Eso fue distinto –dije, con voz ahogada.
-¿Por qué distinto?
-¡Por Sharon! –su nombre hizo doler mis labios.
-Ella siempre fue tu elección –musitó-, ¿pero qué hay de ti? ¡Qué hay de mí! ______, te juro que quise evitar esto –me apretó las muñecas-, pensaba en Sharon y en el daño que le provocaría si confesaba que estaba enamorado de ti. Muchas veces quise terminar con ella, pero no me atrevía y para ser sincero, tampoco quería cuando veía que coqueteabas con Liam. Estaba furioso de verte junto a él y yo no podía quedarme sólo en ese momento. No era que utilizara a Sharon, también me dolía dejarla. Por supuesto que la quería, la quería mucho; y no me cabía en la cabeza como es que se podía llegar a estar enamorado de dos mujeres al mismo tiempo. Hasta que comprendí que no se puede, la quería a ella, pero de una manera distinta en la que sentía que te quería a ti. Cuando estaba contigo era como… no escuchar las voces de los demás, como si estuviera donde quisiera estar y no donde todo el mundo quiere que esté. Esa era la diferencia. Contigo era yo, con Sharon era la orden de las personas a mí alrededor. Por supuesto que me sentí un idiiota por fijarme en la persona menos indicada, traté de evitarlo, pararlo, ignorarlo, ¡de todo! Pero cada día era más imposible. Hasta que me di cuenta que no podía luchar más con esto. Pero estaba confundido, no sabía si tú me querías a mí o si yo era el único. Hasta ese día en que te embriagaste y te llevé a casa, no podía dejarte sola en el departamento por eso te llevé a mi hogar; cuando tomaste mi rostro entre tus manos delicadas y me besaste te juro que removiste todo dentro de mí, algo que jamás me había pasado. No me creas si no quieres pero es la verdad. _______, entiéndeme, me sentí como un idiiota tanto tiempo, sé que tú viviste con la misma agonía que yo; nos merecemos una oportunidad, un final feliz –rogó.
-¿Feliz? ¿Podrá de veras suceder? –Dije- Tú dime Harry, ¿y Kristen?
Al oí su nombre Harry se echó hacía atrás, como sorprendido de que la mencionara. Intentaba controlar mis lágrimas, pero no podía pararlas.
-¿Kristen?
-Te vi hablando con ella la última vez, dijiste que… –la voz volvió a quebrárseme- fue la novia que más quisiste, ¿y me dices a mí mentirosa? –quise desasirme de su agarré pero fue imposible.
-Por eso escapaste –relacionó-, ______, ¿por qué no terminaste de oír toda la frase?
Le miré, ceñuda y aun con lágrimas en los ojos.
-Le dije eso, le dije que ella había sido la novia que más había querido, hasta que me fui a Venecia y conocí a Sharon, y que gracias a ella había conocido después a la persona que más he amado en toda la vida. Le dije que lo sentía, pero que no fuera hipócrita conmigo. Por favor, ______, no me juzgues. Lo que siento por ti es verdad, me hiciste escribir canción tras canción, hiciste que mi sueño se cumpliera cuando un famoso cantante le puso voz a mi letra. Lo que acabo de cantarte, ¿no te dice nada? –dijo, casi desesperado- No digas que es demasiado tarde para hacer lo correcto.
Me miró por un largo instante y yo, con la voz atascada en el nudo de mi garganta le sostuve la mirada, sin poder hablar. Su entrecejo se arrugó levemente en señal de desesperación a mi silencio y de pronto y sin aviso, soltó mis manos para colocarlas en mis mejillas y aferrar mi rostro con temor de abandono y lo condujo hasta sus labios, que al instante de juntarse con los míos, ardieron con un fuego descomunal que quemaba placenteramente. No podía creer que los estuviera tocando de nuevo, que ambas bocas estuvieran bailando con la misma pasión con la que danzaron al unisón la primera vez. Sentí que todo mi cuerpo se deshizo en el suyo y mi corazón golpeteaba contra su duro pecho.
Pero aun no estaba segura de nada y el pensamiento que me había cruzado la mente hace unos minutos volvió como una ráfaga y me hizo separarme abruptamente de él. Lo aventé del pecho con una escasa fuerza de voluntad y me miró, confundido; mientras sentía mis labios arder y pedir enérgicos ser de nuevo unidos a los de él.
-No es que sea tarde –dije-, pero tampoco que esto sea de verdad lo correcto –no pude resistir más e intenté alejarme de él.
-Te lo ruego, no escapes de nuevo –soltó, como si fuese un sollozo, viéndome caminar.
Giré sobre mis talones para mirarle, la vista volvió a empañárseme.
-No estoy escapando, Harry. Sólo dame tiempo para… para pensarlo.
-¿Tiempo para pensarlo? –repitió, incrédulo- _____, pasaron dos meses sin tenerte. No puedo creer que sigas pensando en algo que no seas tú.

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Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA   (TERMINADA) - Página 3 Empty Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA

Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 5:59 pm


No dije nada, sólo tragué saliva intentando deshacer el nudo que me asfixiaba la garganta y me di la media vuelta, dejándolo allí, mirando cómo me alejaba. Si él de verdad me quería no iba a dejarme ir, pero yo necesitaba tiempo para pensar qué hacer.
Me decía que él y yo éramos lo correcto, pero ¿cómo estar segura de ello? ¿Lo correcto era pisotear el ya destrozado corazón de Sharon? ¿Vivir con la culpa comiéndome por dentro? ¿O qué era lo correcto? Sentía que la cabeza me explotaba. Tomé un taxi para ir al hotel, pero en realidad le pedí que me llevara al parque central. No tenía ganas de encerrarme en un cuarto sofocándome a mi misma. Tenía que despejar mi cabeza, ordenar mis ideas, es que no había acabado cuando me fui de Venecia, el corazón roto de Sharon me seguía persiguiendo incluso más que Harry. Pero, ¿no era lo que quería? ¿Tener a Harry para mí y que él me quisiera? Pero, ¿qué tanto me quería?
Bajé del taxi y caminé hasta alguna banca vacía, esto no era como los parques de Venecia, pero sí muy parecido. Ubiqué una no muy lejos y al llegar hasta ella me senté, el frío metal me hizo estremecer la piel al contacto. Me llevé las manos a la cabeza cuando el aire me acarició en un soplo. Podía ver a Harry en mi futuro, pero Sharon era parte de toda mi vida; allí estaba ese maldito dilema de nuevo, ¿es que nunca iba a terminar? ¿Había una solución acaso? Sollocé en silencio, ¿qué era lo que yo quería? Quería ser feliz a lado de Harry y daría mi vida por compartirla con él. Pero el fantasma de Sharon seguía allí y eso no me dejaba avanzar nada. Aunque Sharon ya estaba muy lejos, ¿no? ¿Qué podía perder ahora? pero, ¿de verdad valía la pena? Quería saber qué tanto me quería Harry, si me amaba como yo lo amaba a él y sí esto valía el riesgo.
Se hizo tarde, entre cavilaciones y dilemas, el silencio pintó su ocaso; supe que era mejor irme ya. Y aunque había pasado el tiempo, no quería pensar en que Harry, quizá esta vez hubiese dejado de perseguirme, ¿y si lo hizo? Ya no podía con tantas dudas, mañana regresaba a California y si Harry no apareciese de nuevo, entonces no le importaba tanto como decía.
Tomé otro taxi para que me llevara al hotel, siendo ya las ocho treinta de la noche. Rogaba al cielo por una señal, lo que fuera, algo que me indicara que correr el riesgo valía la pena. Algo que me dijera que Sharon estaría bien fuera cual fuera mi decisión. En ese momento pensé en algo que no me había pasado por la cabeza: Louis. Pero al instante de cavilar su nombre en mi mente, un puñado de preguntas aparecieron como reacción secundaria. ¿Harry estaría enterado ya de que su hermano está enamorado de Sharon? ¿Louis seguirá enamorado de Sharon? ¿Qué hizo después de que fue tras ella la vez que…? ¿Qué habrá pasado con ellos ahora? Lo ultimo que supe fue lo que Ferni me había contado, pero eso no respondía mucho. Nada en realidad.
-Aquí es –le señalé al taxista al ver el hotel. Pagué y luego me bajé del auto.
Había dejado trascurrir varias horas. No sabía qué había sucedido con mi exposición, con Harry, no sabía nada. Me reí de pensar que las dos veces que he presentado la exposición he huido sin estar en el final. Pobre Jesse, tenía que recompensarlo de alguna manera. Subí hasta mi habitación, con el plan de llamarlo. Él era mi único informante de todo.
Pasé la tarjeta para abrir la puerta y la calidez de mi habitación me invadió al instante. Sobre la elegante alfombra verde olivo que tapizaba el suelo, había un sobre ancho y rectangular con mi nombre en la cara superior. Cerré la puerta y me agaché para levantarlo, curiosa. Era delgado y liviano, lo que sea que trajera dentro era sólo cartón o algún papel duro. Lo abrí, más curiosa que antes y cuando saqué su contenido, pude por fin ver qué era. Había un par de fotografías, sólo dos. El corazón me palpitó con esos latidos tan conocidos y enamorados. En la primera fotografía había una palabra que fue retratada en algún negocio, como los carteles o letreros que se pegan a las vitrinas o cuelgan de la parte superior de la entrada. La segunda fue tomada en algo de algún adorno romántico para San Valentín y allí estaba mi señal. Juntas decían “Te amo”. Estaba casi segura de quién las había enviado, porque conocía la letra que dibujaba mi nombre en la portada. Dí la vuelta a una fotografía y en la esquina inferior derecha decía Harry.
Las lágrimas desbordaron por mis ojos. Harry no iba a parar nunca, ¿verdad? ¿Qué más podía pedirle al cielo? No necesitaba otra señal, me estaba demostrando que me amaba tanto como yo lo amaba a él. Quería mi final feliz, ¡lo anhelaba! ¿Pero dónde estaba Harry? Giré por costumbre mi cabeza en todas direcciones, pero era un cuarto de hotel, allí no había nadie excepto yo. Mañana me iba, ¿dónde diablos estaba Harry ahora? Corrí rápidamente hacía el teléfono y marqué a Jesse. Las lágrimas desesperadas me inundaron más los ojos porque no me contestaba.
-No, Jesse no. No me hagas esto ahora –susurré al dejar pasar cuatro timbrazos sin que me contestara.
Otros dos más y me mandó al buzón.
-Maldición –colgué el teléfono y me dejé caer sobre mis brazos, llorando.
¿Por qué había sido tan estúpiida? Ya hasta dudaba que ese nivel de idio’tez que yo había alcanzado fuera común. ¿Tiempo para pensarlo? ¡Pero qué estúpida, si eso era lo que yo deseba desde el principio! Derramé mi pesar en las pesadas lágrimas que caían de mis ojos. Mañana me iba, ¿dónde iba a encontrarlo?
Mientras seguía llorando como tonta, lamentándome, unos golpes tenues llamaron a mi puerta; ¿quién molestaba ahora? no tenía ganas de ver a nadie, a menos de que fuera… ¡Jesse! Pasé los puños de mis manos por mi cara para tratar de limpiarme las lágrimas y corrí a trompicones hasta la puerta. Al abrirla me llevé una mano al corazón porque al reconocer a la persona parada tras el umbral, pensé que iba a salírseme del pecho.
-¡Harry! –abrí los ojos y parpadeé repetidas veces, tratando de que el rastro de agua se evaporara.
-No renuncies a mí –musitó, fuerte y claro, y con rostro duro-. Por favor.
Lo miré incapaz de hablar, aun bajo la tenue luz del pasillo del hotel, era hermoso. Su cabello corto pero despeinado y el vello facial que adornaba su rostro lo hacía lucir como una de mis fotografías, pero más bello.
-Sé que me pediste tiempo –dio un paso y luego otro, hasta que estuvo adentro de la habitación. Estaba tan cerca que podía oler ese exquisito perfume que lo caracterizaba-. Pero yo ya no puedo esperar más. _____, yo sé que me amas –su aliento me movió los cabellos al hablar. Estaba perdiendo mi equilibrio -, pero dime qué más puedo hacer para demostrártelo yo –su voz se quebró y los ojos se le pusieron vidriosos-. _______, háblame. Dime algo. Lo que sea.
Le contemplé deliciosamente y luego le sonreí entre lágrimas. Acuné su rostro entre mis manos y el vello facial me picoteó la piel de las palmas.
-Ya no voy a escapar Harry –susurré-. Sé lo que quiero.
-¿Y qué es? –en su pregunta, el temor fue visible.
-A ti –musité y me acerqué hasta sus labios.
Los unimos de nuevo, primero suavemente, pero luego el beso fue tomando profundidad. Enredé mis manos en su cuello y él en mi cintura, mientras me aferraba a su cuerpo. Se abrió paso con la lengua y jugueteó con la mía para luego volver a un beso tranquilo pero igual de apasionado y lleno de amor. En mi estómago las mariposas se desataron enloqueciendo y la piel se me erizó bajo las manos de Harry que la acariciaban. Llevé mis manos a su rostro y lo separé del mío; los labios me punzaban y aun en contra de su propia voluntad se despegaron de los de Harry, aunque él quiso buscarlos de nuevo.
-Harry, espera –jadeé.
-Lo bueno del tiempo es que cura las heridas, lo malo de los besos es que crean adicción –musitó e intentó acariciarlos otra vez con los suyos.
-Harry –pero yo me hice para atrás unos pocos centímetros, ya que él me tenía entre sus brazos.
-¿Qué?
-¿Me amas? –pregunté, como niña tonta.
El rió y el soplo de su risa fue embriagador.
-¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Tú crees que si no te amara, habría cruzado el mediterráneo para ir a buscarte a Egipto, luego a California, para al último perseguirte hasta aquí y ponerme a cantar en medio de todo Nueva York para que me escucharas y luego estar dispuesto a ir contigo hasta el fin del mundo si eso es lo que quieres? ______ –retiró sus manos de mi cintura y las llevó hasta mis mejillas, ambos quedamos en la misma posición. Me miró a los ojos y habló lo más claro posible-, juro que te amo como un loco, como un demente y desquiciado que no soporta vivir sin ti. Juro que como te amo jamás he amado a nadie y que quiero pasar el resto de mi vida contigo y ser el padre tus hijos. ¿Eso te contesta tu pregunta?

Una lágrima corrió por mi mejilla pero no terminó su camino ya que Harry la interceptó con un beso.
-Ti amo, il mio bella musa fotografa –susurró a mi oído, besó mis labios y luego me dejé envolver en su amor.
Había tomado una decisión de la que no me iba a arrepentir, ahora podía estar segura, entre sus brazos y con mis labios unidos a los suyos. Pude ver la escena de nosotros dos besándonos como en las películas, cuando en el centro de la pantalla permanece la pareja y cómo se va alejando desde arriba. Era increíble que en mi cabeza no existiera otra cosa que Harry en ese momento, increíble que a pesar de tantos errores y desengaños, estuviéramos allí y él conmigo. Pero más increíble fue que, mi fruto prohibido a final de cuentas fue el indicado.

 
•●• Epílogo •●•

-No estoy muy segura –hice un mohín, sintiendo cómo el corazón me latía nervioso bajo mi pecho.
El sonrió y se acercó para besarme la cabeza.
-¿Qué piensas que va a pasar? –me dijo, y su aliento al hablar me movió los cabellos.
-No sé, Harry –musité, viendo cómo se podía vislumbrar la cúspide del edificio del aeropuerto tras la ventanilla trasera del taxi-. Sé que ha pasado un año –dije, mientras su nariz seguía revolviéndome el pelo-, pero te recuerdo que la última vez que hablamos, me dio una bofetada –mi entrecejo se arrugó en una expresión de congoja al recordarlo.
Harry rió y el soplo de su risa me acarició el cuello, luego sus labios se posaron en él dulcemente, haciéndome erizar la piel.
-Tú mejor que nadie conoces a Sharon; ella no puede guardar el rencor durante tanto tiempo –me dijo, ahora mirándome-. Además, ahora ya está bien, ya está con Louis –me sonrió-. El tiempo cura las heridas, ¿recuerdas?
-No todas, Harry –contradije, ahora de veras nerviosa, ya que el taxi aparcaba justo frente al aeropuerto.
Harry pagó el taxi y como quien no quiere la cosa bajé de el. Me quedé de pie hasta que Harry se colocó a mi lado y pasó una mano por mi cintura. Su tacto me hizo sentir un poco mejor.
-Vamos –me dijo, empujándome amablemente.
Caminé a su lado, mientras la gente iba de un lado a otro con maletas y boletos en la mano.
-¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Qué acaso sus últimas palabras para ti fueron “Está bien Harry, no hay problema que te hayas enamorado de mi mejor amiga. Vete en paz”? –farfullé y pensé que se iba a reír, pero en vez de eso, su rostro se volvió un poco tenso.
-No. Ya sabes que no me despedí, pero… mira, si quisieron venia a visitarnos yo creo que ya no hay rencores –se encogió de hombros-. Tranquila, ¿sí? –me besó la cien mientras seguíamos caminando para sentarnos a esperar que el vuelo llegara.
Luego de unos minutos los vimos salir por la puerta por donde emergían los demás pasajeros provenientes del vuelo de Italia y reconocí los cabellos oscuros de Sharon, su mirada iba baja, indiferente, la seguía conociendo.
-Harry… –murmuré temerosa, a nada de decirle que nos echáramos a correr.
-¡Ya los vi! –pero me interrumpió y tomándome fuertemente de la mano, me hizo correr hacía ellos-. ¡Louis! –gritó y levantó su mano izquierda para que lo viera.
Fijé mi vista en Sharon y nada más en ella; no es que no extrañara a mi mejor amigo pero quería saber cuál era la expresión de Shar y si no era tan mala idea echarme a correr. Al momento de oír la voz de Harry, levantó la vista y sus ojos al verlo, lucían distintos, era la clase de mirada que das a un viejo amigo que aprecias sinceramente. Luego me miró a mí y aunque me congelé repentinamente tensa, ella esbozó una tenue sonrisita apenas visible y volvió a bajar la mirada, haciéndome sentir confundida y atolondrada.
-¡Harry, _____! –la voz de Louis me hizo mirarle, no lucía tan distinto, de hecho ninguno de los dos había cambiado.
-Hermano –Harry abrazó a Louis en un cariño fraternal cuando estuvimos por fin cerca los cuatro y yo volví a mirar a Sharon, cautelosa aun.
-Hola –me dijo ella con una tenue sonrisita dibujada en su rostro.
-Hola, Sharon –respondí tímida, era raro intercambiar con ella palabras después de un año y siendo las últimas un sin fin de maldiciones.
Miró a Harry y le sonrió, no como lo hacía antes, pero si se notaba sincera.
-Sharon –dijo él y se inclinó para abrazarla. Un abrazo rápido e incómodo para Sharon, según pude notarlo en su rostro-. ¿Vamos a algún restaurante? Yo invito, como bienvenida. ¿Qué dicen? –ofreció Harry.
-Suena bien –admitió Louis-. ¿Me acompañas por las maletas? –le preguntó, pero lo conocía lo suficiente como para darme cuenta de que lo hacía por dejarme a solas con Sharon.
Estuve a punto de ir tras ellos cuando la voz de Harry me detuvo.
-Espérenos aquí, no tardamos, ¿está bien? –me guiñó un ojo y siguió a su hermano entre el tumulto de gente.
Me mordí el labio inferior con nerviosismo y giré sobre mis talones para ver a Sharon, su mirada seguía baja hasta el momento en que notó que la miré, fue entonces que poco a poco comenzó a alzarla.
-Dime, ¿has visto a Liam o Ferni? –pregunté, como para entablar conversación, haciéndome recordar irónicamente cómo antes no había huecos de silencio en nuestras pláticas.
-Oh, sí, Liam te envía saludos, bueno, Liam y Ferni, los dos –sonrió.
-Oh… genial –fue todo lo que pude articular.
Bajé la mirada y me dediqué a golpetear nerviosamente el suelo con la suela de mi zapato, mientras las manos en los bolsillos de mi chaqueta se removían ansiosas entre el pequeño espacio.
-Escucha… –la firme voz de Sharon me hizo levantar la mirada rápidamente-, sé… sé que nuestra relación se… se quebró al último –estaba nerviosa, igual o poco más que yo-. Y, tuviste razón, creo que fue falta de comunicación o algo así –hizo un mohín-. Sólo… –exhaló- sólo quiero decirte que no te guardo rencores y que… –me miró- espero no me los guardes a mí. Reaccioné bastante mal y dije palabras que no debí de haberte dicho. Supongo que también le debo una disculpa a Harry por eso –dijo como para sí-. El punto es, que quizá no volvamos a ser las… mejores amigas que éramos antes; pero… al menos no seamos enemigas. Yo la verdad te… estimo mucho –se encogió de hombros.
La miré y respiré, era increíble que aun adivinara mis pensamientos.
-Gracias Sharon –dije-. Gracias por, bueno, por no odiarme –ella rió y movió la cabeza-, disculpa por… todo. Yo…
-______ –me interrumpió-, no tienes que darme explicaciones ahora, digo, el tiempo ya pasó y bueno, yo estoy con Louis –me sonrió.
-Hablando de eso, en serio me alegra que estén juntos. Louis es genial y te ama demasiado.
-Sí, lo sé, me lo ha demostrado y a decir verdad estoy feliz.
Aquella confesión me hizo respirar.
-Tú más que nadie merece ser feliz, Sharon –dije.
-Tú también. Yo espero que…
-¡Listo niñas! –dijo Louis a mi espalda, interrumpiendo a Sharon-. Vayamos a comer.
Louis le extendió la mano a Sharon y ella la tomó, luego caminaron juntos hasta la salida. Detrás íbamos a Harry y yo, él cargaba las maletas de Louis con una mano y con la otra me tomaba de la cintura. Me miró y yo hice lo mismo, luego me sonrió.
-¿Todo bien? –susurró y su hálito cálido me hizo bailotear los cabellos pequeños que caían despeinados.
Asentí y le devolví la sonrisa.
-Louis me contó que va muy bien con Sharon y que espera que ella sea la mujer de su vida –se acercó a mi oído al susurrarlo y la piel se me erizó completa.
Me alejé un poco para poder mirarle.
-Me alegra que estén felices. Lo merecen –musité.
-Por supuesto.
Al salir la luz de medio día nos alumbró y Louis ya se encontraba subiendo sus maletas al taxi. Harry corrió en su ayuda y subió también las que él venía cargando, me quedé de pie a unos metros. Louis y Harry reían haciendo bromas y ese tipo de cosas entre hermanos, mientras que Sharon miraba a uno de ellos como jamás había mirado a alguien. Podía ver en sus ojos que realmente estaba enamorada y de la forma más sincera y profunda que jamás haya visto. Louis le devolvió la mirada y le sonrió y ella, al notarse en el reflejo de sus ojos, una chispa le iluminó el rostro.
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Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA   (TERMINADA) - Página 3 Empty Manuale del proibito♥ - Novela de Harry Styles y tu . NO ES MIA

Mensaje por roxana789 Mar 16 Jul 2013, 6:00 pm



Entonces, ¿qué se volvía ahora todo el sufrimiento anterior? No había nada en el mundo capaz de separarme del hombre que yo amaba, ni fuerza sobrenatural que separara a Louis de Sharon. Es que así era como debía de estar el mundo, así era como debió de ser desde un principio; pero, si no hubiéramos sufrido, jamás podríamos haber llegado hasta donde estábamos ahora. No traía mi cámara pero fue como si tomara una fotografía en mi mente de aquella escena del mundo correcto, revelándola donde iba a permanecer guardada por siempre. En mi corazón.
2 AÑOS DESPUES:
#Narra Harry:
Contemplé por un rato a la feliz pareja de pie junto al altar y luego mi mirada revoloteó hacía la bella chica que estaba sentada a mi lado. Los recuerdos salieron a florecer en mi cabeza, haciéndome vibrar por la nitidez con la que se proyectaron.
Mientras el ministro hablaba uniendo a la pareja frente a él, recordé las palabras de Sharon el año pasado; me golpeaba el pecho con fuerza y rencor, mientras me miraba con sus grandes ojos cafés y lloraba sin contenerse. Me partía el alma verla así.

-¡Vete tras en ella entonces! –me decía- ¡Alcánzala porque el amor de tu vida se escapa! –me golpeó por doceava vez el pecho.
-Sharon –musité.
-Debí de haberme dado cuenta antes –gritaba-. ¡Nos hubiéramos ahorrado todo esto! –manoteó, cansada.
-En ningún momento te engañé, Sharon –expuse-. Ella me robó un beso, pero estaba ebria, Shar.
-¡Pero tú no! –exclamó, con voz estrangulada- Además, el que haya estado o no ebria no quita que se haya enamorado de ti –señaló un papel sobre la mesa, arrugado violentamente-. ¿Y sabes qué es lo peor? –sollozó- Que tú, perfectamente cuerdo, te enamoraste también… de ella. De mi mejor amiga –gimió.
-Sharon –quise acercarme, abrigarla en mis brazos para que de alguna manera cesara su dolor, pero me quedé a distancia, sabiendo que después de mi confesión, no serviría de nada-, nunca quise hacerte daño –expliqué-. Simplemente… no pude controlarlo.
Recordé entonces el primer día que descubrí que sentía algo por _____, o mejor dicho, cuando acepté que sentía algo por ella. Aquella vez que ella veía una película de terror y que de cierta manera, sin explicarme cómo, quería protegerla entre mis brazos y luego, jamás dejarla ir. Con el paso del tiempo me di cuenta de que me gustaba estar a su lado, pasar las horas en su compañía y hacer chistes tontos de cualquier cosa.
-¡Pero pudiste decírmelo! –las palabras de Sharon continuaron- No había necesidad de que me hirieras de esta forma –sollozó, de nuevo-. Pero yo soy la estúpiida, ¿sabes? Debí de darme cuenta, por cómo mirabas a Liam cuando se le acercaba, le hablaba o la besaba.

Mi rostro de endureció al recordarlo. Era una furia devastadora, una inquietud por querer alejarla de Liam cuando éste se le acercaba. Algo que en ese momento me inundaba de pies a cabeza y que no podía explicarme la razón. Ahora lo sabía.

Volví a perderme en el recuerdo, en la escena de aquel día gris.
Me encontraba inmovilizado en el centro del departamento de Sharon, después de haber parecido un idiiota y sentirme como uno. Viendo a Louis parado en la puerta y a Sharon entre sus brazos, sollozando en su pecho. Entonces, sólo entonces, me di cuenta de que yo había sido igual de ingenuo que Sharon, ahora comprendía quién era la chica a la que Louis amaba y porqué es que nunca me lo dijo. Estaba de pie allí, mirándome con la comprensión de un amigo, con el dolor de un hermano; mientras Sharon lo apartaba lejos, llevándoselo consigo como el único apoyo con el que contaba.
-Acepto –musitó el novio, mirando fijamente a su futura esposa y sonriéndole, haciendo que mi mente volviera al presente.
-Y tú, Sharon Simone Baecke, ¿aceptas a Louis William StylesII como tu futuro esposo; para amarlo, cuidarlo, en la salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe? –preguntó el ministro.
-Acepto –respondió ella.
_____ se levantó de la silla y sacó su cámara fotográfica. La miré desde abajo, sentado aun.

El recuerdo continuó en mi mente.
Me acerqué hasta la mesa en donde Sharon había dejado aquel papel arrugado y vuelto a desarrugar y curioso lo tomé entre mis manos. El corazón me volvió a palpitar cuando leí escrito del puño y letra de ____ las palabras “te juro que lo amo”. Pero ya era demasiado tarde, su vuelo había partido y se la había llevado lejos.
O tal vez no tan lejos. Corrí a mi casa y empaqué mis cosas, llamé a Louis como cuatro veces, pero no contestó ninguna, así que mejor le escribí un texto, diciéndole que me iba, que me perdonara; casi lo mismo que ____ en su carta para Sharon, pero más breve; y por último agregué: Sé feliz y hazla feliz.

_______ había tomado una buena fotografía del beso entre Sharon y Louis. Sonreí. Los murmullos de la gente a mí alrededor me hicieron perderme de nuevo.

-Un boleto para Egipto, por favor –le dije a la señorita de la aerolínea, convencido totalmente de mi decisión. Recordando la vez que _____ me había dicho que a ese lugar escaparía y con la esperanza de que estuviera más cerca de mí en vez de haber volado a California, como dijo que lo haría.
-Tiene suerte, señor –me dijo la muchacha-. Hay un vuelo para esta noche.
Me pidió identificación y luego pagué mi boleto, estaba dispuesto a cruzar el mediterráneo ahora que sabía que ella también me amaba e ir a buscarla, así fuera por cielo, mar o tierra. La encontraría.

______ volvió a sentarse a mi lado y me miró, provocando que volviera bruscamente al presente y me perdiera en su mirada. Ató su mano a la mía y yo miré esa acción.
-¿Vamos? –me preguntó, haciendo seña con la cabeza hacía la pareja recién casada.
-Claro –le sonreí y me paré junto a ella, siguiéndola a través de la gente, atado de su mano.
Todos los rostros lucían felices, sonrientes. Incluso el mío. Cuando llegamos hasta Louis y Sharon, miré a ambos y al instante _____ los abrazó, felicitándolos.

Mi mente volvió a irse.
-¿Cómo está Sharon? –le pregunté, a través de la bocina del teléfono se escuchó un suspiro.
-Mejor –musitó Louis.
-¿Aun me odia? –inquirí, sintiéndome culpable.
Luego de un silencio corto, mi hermano contestó:
-No lo creo. Ni a ti ni a ____. Aunque sigue dolida… Harry, ha pasado más de un mes. ¿Ya la encontraste? –me preguntó y la decepción saltó a mi rostro.
-No –respondí, sintiéndome tonto.
-¿Y si sí volvió a California?
-No lo sé, Lou. Estaba casi seguro de que la encontraría aquí –admití.
-¿Y ahora?
-Necesito alguna señal de dónde es que se encuentra –me pregunté que tan desesperado soné-. Lo que sea, Louis.

-Harry –mi cabeza se sacudió al llamado de mi nombre y miré a mi hermano frente a mí.
-¡Ey, felicidades! –lo abracé con sinceridad, dándole unas palmadas en la espalda- Ahora estás con la mujer que amas, me alegro por ti –le dije.
-Y tú también –me palmeó el hombro y luego miré a _____, que parloteaba animosa con un chico alto y delgado, su amigo Jesse, a quien le daba órdenes de dónde y cómo tomar fotografías.
Sonreí.
-Finalmente –susurré y miré a mi hermano-. Gracias por todo lo que has hecho por mí, Louis. Estoy orgulloso y honrado de ser tu hermano.
Mi hermano sonrió ante lo que escuchaba y me hizo seña de que fuera con la novia, yo asentí.
Di unos cuantos pequeños pasos y me acerqué a Sharon, que inmediatamente me miró y me sonrió.
-¡Felicidades! –musité y me incliné sobre ella para darle un abrazo, el cual me respondió.
-Gracias, Harry –me dijo, y la escuché sincera-. ¿Alguna vez lo imaginaste? –me preguntó, casual.
-¿Qué cosa?
-Todo lo que pasó, quién diría que tú me llevarías a encontrar a la persona indicada y que yo haría lo mismo contigo –dijo, de lo más normal.
-Me alegra que pienses de esa manera –admití-. Ahora eres como una hermana para mí, Shar.
Ella sonrió, algo incómoda.
-Dejémoslo en que soy tu cuñada –rió.
-Claro –reí, igual.
-¡Sharon, a partir el pastel! –gritó una chica tan blanca como la nieve, a unos cuántos metros parada junto a Louis.
Sharon la miró y le sonrió. Luego volvió a mirarme.
-Gracias por venir, Harry –dijo.
-Deseo que seas muy feliz Sharon, lo mereces –confesé y ella me sonrió.
-Gracias. Lo soy –musitó y caminó hasta la chica que le había gritado antes.
Busqué con la mirada a _____, se encontraba parada, preparada para tomar fotografías.

Y lo último del recuerdo vino a mi memoria.
Su nombre apareció en la Internet, anunciando una exposición fotográfica en Broderick, Sacramento, California. “Manuale del proibito” y una foto… mía. Sin duda era ____, mi ____, a la que había estado buscando por cada rincón de Egipto y que buscaría hasta el último lugar de la Tierra.
Leí todo el artículo que se exponía en aquella página. Tenía que viajar a California lo más pronto posible. Sabía que ella me amaba, esta vez no tenía porqué mentirme.

Me acerqué a ella y la abracé por detrás, acomodando mi barbilla en su frágil hombro. Ella se giró y nuestras respiraciones chocaron.
-Deja que Jesse tome las fotos –le susurré al oído y sentí cómo su piel se erizó junto a mi cuerpo.
-¿Quieres que me pierda cuando parten el pastel? –musitó, haciendo un leve puchero.
Me reí.
-No. Quiero que suelte esa cámara y me abrace, señorita –rocé con mi boca la piel de su mejilla-. Y que nunca me deje ir –susurré.
Ella se giró y quedó en mis brazos, de frente.
-Jamás –prometió y acunó mi rostro entre sus delicadas manos-. Y tú prométeme que no me dejaras escapar otra vez.
-Nunca, y si eso sucediera, yo iría justo detrás de ti –le sonreí y retiré su mano izquierda de mi rostro, luego acaricié la argolla que adornaba su dedo corazón-. Pero sé que no volverás a escapar –miré el anillo plateado por un segundo y luego volví mis ojos a ella, olvidándome por completo de dónde estaba y de la gente que me rodeaba, concentrado sólo en el bello rostro frente a mi-, usted prometió ser mía por siempre, futura señora de Styles, ¿lo recuerda?
-No voy a olvidarlo jamás –rió.
Le sonreí y luego coloqué mis manos en su rostro y ella puso las suyas en mi cadera. Me acerqué y uní mis labios a los de ella, acariciándolos suave y limpiamente.
Después de haber estado perdido en mi mismo, entre el querer y no poder; sumido en una total confusión, logré escapar hasta lo alto y conseguir lo que realmente necesitaba. Dicen que las cosas buenas tardan tiempo, pero que las realmente maravillosas, suceden en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora aquí estaba, en este momento, teniendo en mis brazos a la única mujer que amaba, y estaba dispuesto a hacer con ella, un nuevo manual de lo prohibido.

 
 

 
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