something to belive. {logan lerman}

La manera en la que mires el mundo depende de cómo has vivido.

Y como mi vida es una mierda, yo veo al mundo como una mierda.

Muchas veces he tenido ganas de abrazar la muerte como si de un amigo se tratara. Ciertamente, lo pienso todo el tiempo. Me imagino a mí, muerta, y sabía que quizás a nadie le importaría, o incluso nadie lo notaría.

La idea de un mundo sin mí parece ser un lugar mejor, porque mi presencia pasa desapercibida y seguramente en mi funeral no habría ninguna persona.
Quizás Esther, la típica chica hueca, haría una fiesta por mi muerte.

O Stephen, el chico malo, se drogue en mi nombre.

O Logan Lerman, el imbécil, intentaría ligar con alguien de la felicidad de que la fastidiosa chica que le pateó sus partes bajas había muerto.

Decido prender la televisión, para alejar esos pensamientos de mi cabeza. O al menos intentarlo, porque estoy consciente de que es imposible.

Una persona normal estaría viendo programas de adolecentes, de amor, o algo especial. Yo en cambio, me alegro al encontrar Bates Motel en la programación. Una serie que me encanta en lo absoluto.

Posiblemente esa serie y algunos libros son de las pocas cosas que me agradan. O que me hacen distraerme un poco y mantenerme absorta en un mundo que no sea en el mío. Porque soy del tipo de personas que se autodestruyen con su mente. Se encierran en sí mismos y se dañan con sus propios pensamientos.

Disfruto el tiempo de televisión para luego irme a la cama, pensando que mañana —y durante una semana— estaré castigada. Gracias a Lerman, que me dio la impresión de que me traía más de un problema. Además de ser mi compañero de proyecto.

Cuando me acuesto y siento las frías sabanas tocar mi piel, comienzo a pensar, como siempre, antes de dormir.

No soy de las personas que lloran, porque el llanto es cuando esperas que alguien venga a consolarte. Estoy sola. No tengo porque gastar lágrimas que no mejorarán nada en mi vida.

Siento que la puerta principal se abre y me doy cuenta de que Katrina ha llegado, y es extraño, porque ella nunca está aquí.

Aún así no me levanto, decido conciliar el sueño de una vez por todas, y a los minutos lo logro.

{...}

La mañana estaba extrañamente más fría de lo normal, y yo solamente me dedico a quedarme acostada, envuelta en mis sábanas y sin ganas de levantarme, ni de hacer nada.

Acomodo la almohada, y me tapo hasta el cuello, sintiendo que me congelo. En este momento considero si notarán otra falta mía porque el día está horrible. Y yo siento como si mi cama fuera un paraíso en medio de la Antártica. No quiero levantarme y cierro los ojos una vez, intentando volver a dormir. No lo logro. Es cuando me obligo a levantarme. Tengo tanto frío que no me doy una ducha y me dirijo directamente a mi armario por algo que pueda abrigarme.

Cuando me doy cuenta de que se ha hecho tarde, tomo la decisión de —aunque me duela— no desayunar en la cafetería esta mañana.
Salgo de casa y fuerzo a mis piernas para apresurar un poco el paso, distraída por lo que está a mi alrededor y concentrada en llegar a tiempo.

Caigo al piso de repente, sin saber porqué. Cuando miro hacia arriba veo una persona, más precisamente un chico. Nunca lo había visto anteriormente, pero me dedicaba una mirada de disculpa.

—Dios, lo siento, lo siento, lo siento. —repite. Me toma la mano y me ayuda a levantarme. —Discúlpame, por favor. Estaba bastante distraído y no noté…—murmura con rapidez. Lo noto nervioso, muchas palabras repetitivamente salen de su boca.

—No te preocupes. —lo calmo, sin saber que decir. —No hay problema.

Comienzo a caminar una vez más en dirección a la escuela, y me doy cuenta de que estaba frente a ella. Siento entonces que el chico se acerca semi-corriendo hacia mí, sin razón aparente.

—Por cierto, soy Jake. Jake Abel. —y sonríe, con esa clase de sonrisas que tienen los niños; hermosas, honestas y puras. Nunca vi a alguien sonreír así además de Noah.

—Effy Stonem. —me agrada, por alguna razón el chico me agrada y no creo que eso sea posible.
Sigo caminando, en dirección a mi primera clase, y a los segundos noto que Jake está nuevamente a la par mía.

—¿Qué te toca? —le pregunto con un poco de interés.

—Historia. —responde. Asiento.

—A mi también.

Esta vez caminamos juntos, e incluso nos sentamos juntos. Durante el trayecto al salón de clases todo lo saludaban y el sonriente devolvía el saludo. Noto que Jake es muy querido, aunque no esperaba lo contrario, parece ser buena persona.

Cuando es hora de almorzar me dirijo al comedor, pero en el camino me agarran de un brazo y me arrojan al armario. Junto a una persona.

—Eh, Lerman. ¿Quién te crees que eres? —lo reto, pero él me acorrala contra una de las paredes del pequeño armario del conserje, dejando nuestros cuerpos prácticamente a centímetros. Algo que me desagrada.

—¿Así que estás con tu nuevo novio?

Me molesto. Aunque Jake y yo nos conozcamos de hoy, Logan no tiene ni el más mínimo derecho a hurgar en mis cosas. Porque prácticamente no somos nada.

—No. Y déjame en paz. —intento escapar, pero me retiene con sus fuertes brazos.

—No podrás escapar, Stonem. —me dice. —Además, hoy tenemos castigo, ¿recuerdas?

Obviamente lo recuerdo.

Me armé de valor y fortaleza para soltarme de su agarre.

—Métete en tus asuntos, ¿okay? —lo amenazo para luego salir de allí, y mi corazón solo piensa una cosa: Cuanto odio a Logan Lerman.