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El Deseo (Harry Styles y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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El Deseo (Harry Styles y tu)
Nombre: El Deseo
Adaptación: Si
Género: Erótica
Advertencias: Es una novela con muchas partes hot (no necesito ninguna chica)
En una Britania asolada por la guerra,la joven____,aprendió que la única forma de sobrevivir era enterrando sus emociones.Después de ver cómo los sajones mataban a su madre y se llevaban a su hermano,se vio obligada a presenciar los sufrimientos más atroces al tiempo que desarrollaba sus habilidades sexuales.
El corazón de____ se iba congelando lenta e inexorablemente..hasta que le llevaron a Harry Styles,un prisionero romano,para que lo hiciera hablar usando su poder de seducción.Muy pronto se encontró dividida entre el deber y el deseo,porque Harry era el único hombre que podía ayudarla a liberar su alma y consumar su venganza.
Adaptación: Si
Género: Erótica
Advertencias: Es una novela con muchas partes hot (no necesito ninguna chica)
El Deseo
Sinopsis
En una Britania asolada por la guerra,la joven____,aprendió que la única forma de sobrevivir era enterrando sus emociones.Después de ver cómo los sajones mataban a su madre y se llevaban a su hermano,se vio obligada a presenciar los sufrimientos más atroces al tiempo que desarrollaba sus habilidades sexuales.
El corazón de____ se iba congelando lenta e inexorablemente..hasta que le llevaron a Harry Styles,un prisionero romano,para que lo hiciera hablar usando su poder de seducción.Muy pronto se encontró dividida entre el deber y el deseo,porque Harry era el único hombre que podía ayudarla a liberar su alma y consumar su venganza.
Última edición por emilitaa1 el Sáb 01 Jun 2013, 1:36 pm, editado 3 veces
emilitaa1
Re: El Deseo (Harry Styles y tu)
Hola, nueva lectora! Me gusto la sinopsis y necesitas chica para Zayn?? Por cierto, te falta la ficha :)
darko.
Re: El Deseo (Harry Styles y tu)
Capítulo 1
Costa sajona, 500 d.C
-Nunca tengas miedo,____-la voz de su madre sonaba en el interior de su cabeza--.El miedo lleva a la perdición.
____empujó con el cuerpo la pesada puerta de las mazmorras y salió al aire libre.El humo de la cámara de tortura le obstruía la garganta y aspiró profundamente para llenarse los pulmones con la esencia a musgo y tierra mojada por la lluvia.Las nubes grises que cubrían permanentemente el cielo privaban de la luz y el calor del sol a aquel lugar maldito.
Levantó la vista hacia la colina que dominaba el muro exterior del castillo.La antigua fortaleza romana se había convertido en el hogar de lord Jay,el rey sajón de Britania. Nueve años atrás sus hordas habían conquistado la próspera isla y matado a todos los que no le rendían pleitesía. En cierto modo,____ podía considerarse afortunada de estar viva.Se lo debía a su madre y a la maldición que lanzó sobre lord Jay y sus guardias justo antes de que la colgaran por traición.
En más de una ocasión ____ había lamentado seguir con vida o que su madre le hubiera transmitido el don de la clarividencia que poseía la rama materna de su familia.____ nunca había querido ese don,viendo la vida de servidumbre a la que había condenado su madre.Al no potenciarlo era incapaz de usarlo a voluntad,aunque a lo largo de los años le había servido para mantenerse con vida.Y si seguía viva tal vez acabara encontrando a su hermano,a quien se habían llevado de su lado a noche que murió su madre.
Vivir en la fortaleza sajona le había servido,al menos,para fortalecer el carácter.Ya no se encogía ante la imagen de lord Jay ni lo veía como un bárbaro asesino,Y los gritos de angustia que salían de la cámara de tortura de Balrogan,donde había pasado de ser una niña a una mujer,ya no le revolvían el estómago.
Durante nueve años había vivido en aquel infierno sajón y se había aferrado a las últimas palabras de su madre: «No tengas miedo». Era lo primero y lo último en que pensaba día tras día. Había aprendido a vaciarse de cualquier emoción que pudiera conducir al pánico, y de ese modo había conseguido sobrevivir.Se llenó los pulmones con el aire fresco y entornó los ojos llorosos para escudriñar las horcas sajonas que se elevaban en la colina, colocadas allí para que todos los esclavos de la aldea pudieran verlas. En aquellos momentos estaban vacías y las sogas se mecían con la brisa, esperando pacientemente a sus próximos ocupantes. ____se tocó distraídamente el brazalete de lavanda que su madre le había entregado mucho tiempo atrás.
—¡____!
El susurro procedía de los establos, pero ____tuvo cuidado de no girarse demasiado rápido. Bajo el alero, con un brazo sobre la cabeza,estaba Cearl, su verdadero salvador, el amigo de la infancia que se había convertido en un atractivo joven. El único hombre al que ____ se había entregado.
Esperó un momento y miró a su alrededor antes de correr hacia él. El cubo de agua le golpeaba el muslo y lo tiró al suelo para arrojarse en los brazos de Cearl.
—Yo también me alegro mucho de verte —dijo él, riendo, antes de besarla en la boca.Sierra se deleitó con el sabor a hidromiel de su lengua y la sensación de sus fuertes brazos rodeándola. Cuando estaba con Cearl se desvanecían las sombras que oscurecían su existencia, aunque solo fuera por unos breves instantes.
—¿Balrogan te está esperando? —le preguntó él mientras la dejaba enel suelo y empezaba a desatarle el cinturón trenzado.
—No tengo mucho tiempo —respondió ella, girando la cabeza para que la besara en el cuello.En el fondo, Sierra no sabía lo que podía ver Cearl en ella. Como aprendiza del verdugo, tenía que llevar el pelo corto y vestir ropa de hombre. Parte del castigo era arrebatarle su identidad y género. Sin embargo, a Cearl no parecía importarle que estuviera permanentemente cubierta de mugre y hollín.
—Ten cuidado cuando me llames por mi nombre en voz alta —le recordó mientras Cearl seguía deshaciendo los nudos del cinturón—. Es peligroso. Si te oyera alguien podría sospechar que nos conocemos.
—¿Y no es así? —Cearl sonrió y volvió a besarla en los labios—. ¿Cómo quieres que te llame? ¿Moza, tal vez? —se rió y le agarró las nalgas a través de los finos pantalones.
____ sabía que corrían un gran riesgo. Lord Jay había prohibido a sus guardias, y a él mismo, que tuvieran el menor contacto con una mujer britana. No quería que la raza sajona se contaminara con la sangre celta, y si uno de sus guardias se atrevía a desobedecerlo, la mujer sería ejecutada en el acto. Cearl no era un guardia de lord Jay, pero ____ se estremecía al pensar lo que les pasaría si alguien los sorprendía.
—Si me llamaras así, estarías insinuando que solo te sirvo a ti —bromeó ella.
Cearl se detuvo y le apretó los brazos con las manos mientras le examinaba el rostro.
—¿Quieres decir que hay otro?
____ le puso la mano bajo el mentón, recio y sin afeitar. Cearl tenía el cuerpo de un hombre, pero a menudo seguía pensando como un niño inocente.
—No, Cearl. Solo estás tú.
—Bien, y que así siga siendo —le sonrió y volvió a comerle la boca.____ estaba acostumbrada a aquellos besos y recibió de buena gana la invasión de su lengua.
El hormigueo de los pechos la acuciaba a despojarse de su atuendo y sentir las manos de Cearl en su piel desnuda, pero aquel día no tenían tiempo.
Con él se sentía segura. Nunca, ni una sola vez en su largo cautiverio,había tenido motivos para tenerle miedo. Cearl no era como los otros hombres que había conocido. Él no tenía necesidad de dominar a nadie, tal vez porque su papel era servir a otros de rango superior. Era hijo de un aldeano sajón y ayudaba en la cocina, además de batir los tambores empleados en la batalla. Tenía una melena de rizos dorados y unos ojos azules que brillaban de picardía cuando se excitaba. Y su sonrisa era lo único que iluminaba la sombría existencia de ____.Cearl desistió de quitarle la túnica y lo que hizo fue tirarle de los pantalones hasta los tobillos. Clavó una rodilla en el suelo y pegó la cara contra el vello castaño entre los muslos. El roce de su dedo pulgar, seguido de su ávida lengua, hizo que ____ separase las piernas para facilitarle las lengüetadas.
Cearl le hincó los dedos en las caderas y ella levantó una rodilla por encima de su hombro a la vez que se aferraba a sus cabellos.
—Te necesito, Cearl… —jadeó mientras levantaba la mirada a las vigas de madera, moviéndose al ritmo de aquella lengua hábil e implacable.
—Me excito solo de pensar en ti —murmuró él. Se levantó y le sujetó el rostro entre las manos para besarla—. Compruébalo por ti misma…
Le agarró la mano y se la llevó al bulto de su entrepierna. La erección se palpaba a través de la tela, y ____ rodeó el durísimo falo con los dedos.
El gemido ahogado de Cearl la complació. Ninguno de los dos albergaba fantasías románticas. En aquel lugar sus vidas pendían de un hilo, pero aquellos momentos de pasión prohibida eran una auténtica delicia y no había necesidad de complicarlos con sentimientos de otro tipo.
De un fuerte empujón tiró a Cearl al heno, sorprendiéndolo con su inesperado ímpetu. Siempre dejaba que fuera él quien llevara la iniciativa.Aquel día, sin embargo, algo se había movido dentro de ella. Dos meses antes había vuelto a manchar después de años sin tener la menstruación, yeso le había dado nuevas ganas de vivir. Si era capaz de gestar una vida en su interior, quizá no estuviera tan muerta como se sentía.
—Vaya… —dijo él, meneando las cejas mientras se bajaba lospantalones. Su erección saltó como un muelle, lista para el baile—. Esto sí que es nuevo.
—Te excitarías hasta con el trasero de una cabra, Cearl —dijo ____.Plantó un pie a cada lado de sus caderas y lo miró desde arriba con los brazos en jarras.
Él sonrió y se llevó las manos a la nuca para contemplar el fruto que lo esperaba entre sus piernas.—Es tu trasero lo que me vuelve loco, ____.
Ella volvió a mirar a su alrededor para asegurarse de que estaban solos. El corazón le dio un brinco al oír el balido de una cabra en un redi lcercano.
—Tranquila —le dijo él. Sus dedos encontraron la estrecha abertura entre sus piernas—. Estamos solos.—Balrogan quiere una de esas aves que estás asando… y una pinta de hidromiel —___ cerró los ojos ante el aluvión de placer que le provocaban los dedos de Cearl.
—Muy bien —asintió con impaciencia mientras la hacía sentarse—.Puedes llevarte dos gallinas… O todo el corral, si quieres. Vamos, los soldados saldrán pronto para la guardia nocturna. Ten piedad, ____…Necesito estar dentro de ti.
____ se dejó caer sobre las rodillas, levantó la túnica de Cearl y se echó hacia delante para frotarse los pechos contra su torso desnudo y musculoso. Le encantaba sentir la carne dura y fibrosa bajo las manos y oírlos gemidos de placer cuando pasaba la lengua sobre los pezones endurecidos.
Cearl le había dicho mucho tiempo atrás, cuando se conocieron, que___ necesitaría contar con un amigo de vez en cuando. El sexo se había convertido en su única amistad, su único medio de evasión en aquel infierno.
Se deslizó sobre su verga y separó las piernas para insertárselo en toda su longitud. Los cambios reflejados en el rostro de Cearl eran tan conmovedores que ____ se preguntó si sería una expresión de amor o tan solo la reacción al placer. Hubo un tiempo en el que creyó que podía sentir algo por Cearl. Pero no tardó en descubrir que lo único que tenían en común era el placer sexual y poco más. Las emociones no entraban en su relación.
—Sí, sí, sí… ésta es mi chica —susurró él entre jadeos y muecas de éxtasis.
—No soy tu chica —fue como si el restallido de un látigo interno hubiera desatado una furia salvaje que barrió por completo el deseo. Se levantó y se separó brutalmente de él. Ella no era la chica de nadie. Desde que se convirtió en prisionera, lord Jay se divertía llamándola «mi pequeña druida», refiriéndose burlonamente al papel que había desempeñado su madre como consejera espiritual.
—Vamos,____, sabes que no lo he dicho en serio. No tienes nada que temer —la miró con expresión suplicante—. Mira el dominio que tienes sobre mí. Soy tuyo, Sierra. Soy tu esclavo. Puedes hacer conmigo lo que quieras.
El flujo de ___ impregnaba su enhiesto falo. ____ le lanzó una mirada de advertencia y cedió a la llamada del placer.
—No vuelvas a llamarme eso.
—Tienes mi palabra.
Cearl le rodeó las pantorrillas con los dedos y tiró hacia él hasta que la tuvo en su regazo.
—Dime que me deseas dentro de ti, ___ —le hizo separar las piernas hasta que su sexo húmedo y palpitante le acarició el miembro—. No seas así… Los dos queremos lo mismo —deslizó las manos sobre la cara interna de los muslos.
Tenía razón. Ella también lo deseaba y necesitaba.
—La verdad es que me vendrá bien un poco de esto… —se montó ahorcajadas sobre sus muslos y se frotó contra él mientras la penetraba.
—Claro que sí —apretó los músculos del cuello mientras la agarraba fuertemente por los muslos y levantaba las caderas.
____ rompió a sudar copiosamente mientras se sacudía frenéticamente sobre Cearl. Era en aquellos momentos sublimes al borde del orgasmo cuando experimentaba una sensación de libertad incomparable.
Cearl le puso las manos sobre los pechos, cubiertos por la túnica.
—Ojalá tuviéramos tiempo…
___ se fijó en la flexión de sus músculos cada vez que empujaba hacia arriba para penetrarla hasta el fondo.
—¡Cearl! ¿Dónde te has metido, muchacho? —la voz gruñona de un cocinero se oyó al otro lado de los establos.
—Maldita sea —masculló Cearl, quedándose completamente quieto.
Agarró un puñado de paja y la arrojó al aire. ____ recogió sus pantalones y se escondió detrás del heno para ponérselos.
—¿Qué haces? —le preguntó el hombre, riendo. Cearl no había tenido tiempo para subirse los pantalones y su erección quedaba al descubierto—.¿Es que no sabes que es malo para la salud? Sería mejor que te buscaras a una campesina para desahogarte. Pero ahora date prisa. Los guardias están al llegar y lord Jay querrá cenar pronto.
____ se asomó discretamente desde detrás del almiar. El hombre estaba de pie frente a Cearl y lo miraba con interés.
—¿Te importa? —le preguntó Cearl de malos modos.
El cocinero murmuró algo en voz baja y salió del establo.____ esperó hasta que Cearl le hizo una señal para que saliera de su escondite.
—Se ha ido y yo estoy desesperado —le suplicó.
—Ya he perdido bastante tiempo —dijo ella—. Tengo que regresar o Balrogan me cortará la cabeza, y a ti también —se agachó para recoger el cubo, pero Cearl la agarró por la muñeca desde el suelo y tiró de ella sobre su erección.
—Si me dejas así será un castigo peor que la muerte —hundió la cara en su cuello y le movió las caderas para demostrárselo.
—Y el castigo de Balrogan será aún peor si no le llevo la cena —sin la menor compasión hacia su estado, no pudo resistirse a provocarlo meneando el trasero contra su miembro semierecto.
—Esta noche no podré dormir,____ —se quejó, apartándola de él.
—Podrías seguir el consejo del cocinero y buscarte a una muchacha sajona que alivie tu sufrimiento —Cearl debería saber que el sexo entre ambos no era más que un asunto de conveniencia. Ninguno de los dos podía albergar ilusiones.
Él se levantó los pantalones y echó a correr, de una manera bastante torpe e incómoda, al fuego donde las aves asadas despedían un aroma que hacía la boca agua. Extrajo dos tiernas gallinas del palo y las echó en una sencilla bandeja de madera. Añadió también un nabo asado y una jarra de hidromiel.
—Huele de maravilla, Cearl —___ se inclinó para aspirar la deliciosa mezcla de olores. A Cearl siempre le gustaba recompensarla con pequeñas muestras de afecto por acostarse con él, ya fuera con un poco más de carne, una pinta extra de hidromiel o una jugosa manzana.
—Toma —le puso la bandeja en la mano—. No te debo nada.
____ robó un pequeño trozo de carne de la bandeja, agarró el cubo y le hizo un guiño a Cearl.
—¿Nos vemos mañana, mi señor?
—Te encanta verme sufrir.
—No puedo evitarlo, mi señor —replicó ella, y lo dejó para que reflexionara sobre sus palabras a la luz del crepúsculo.
Días más tarde, ____ aún seguía sin hablarle a Cearl. El cocinero lo había enviado a las cámaras con ella y con la comida de Balrogan, pero Cearl apenas le había dedicado una mirada fugaz antes de alejarse a toda prisa. ____ suspiró cuando el guardia cerró la puerta y se dijo que iría a verlo en cuanto tuviera ocasión. El chisporroteo de la carne quemada quedó ahogado por los gritos agonizantes de un hombre. ____ se sentó en el rincón y se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que otro aldeano estuviera en aquellas cámaras, acusado de un delito similar.
—Que esto sirva de advertencia para los que se atrevan a seguir tus pasos. El rey no volverá a tener compasión de ti, sucio ladrón —dijo Balrogan, dándose la vuelta mientras sacudía la cabeza.
El viejo asintió entre temblores y sollozos. ____ se sorprendió de que su amo lo dejara con vida, aunque al fin y al cabo se trataba de su familia.El tío de Balrogan había sido apresado por la guardia del pueblo y acusado de robar los cereales de lord Jay.
Se metió un trozo de carne en la boca y la mojó con un trago de hidromiel. Se compadecía de la ignorancia del preso, pero su sufrimiento la dejaba indiferente. Él mismo se lo había buscado, y ____ sabía que a Balrogan no le quedaba más remedio que seguir las órdenes de su rey.
También sabía que la oscuridad de aquel lugar podría consumirla al menor descuido. Pero tenía que ser fuerte y resistir, aunque solo fuera por la fuerza que su madre le había demostrado y por la posibilidad de que algún día pudiera reunirse con Justin, su hermano pequeño. La incertidumbre sobre su paradero hacía aún más pesada la culpa por haberlo perdido.
—Llévatelo de aquí, Ratón —le ordenó Balrogan, girándose de nuevo hacia el viejo—. Si los hombres del rey vuelven a traerte a mi presencia te juro que tu cabeza acabará en una estaca.
El viejo asintió e intentó levantarse, manteniendo la vista pegada a lsuelo. ___ lo liberó de sus cadenas y éstas cayeron a sus rodillas.
—Vamos, muévete —lo apremió ____—. Balrogan se ha mostrado especialmente generoso contigo.
Lo puso en pie y lo sujetó por el esquelético brazo mientras lo empujaba hacia la puerta del calabozo.
—Es libre —le dijo al guardia, aunque se preguntaba cómo iba Balrogan a explicar la puesta en libertad de su tío ladrón—. Ha confesado su delito.
—Al rey no le hará ninguna gracia —murmuró el guardia, agarrando al viejo.
____ era lo bastante prudente para no expresar sus opiniones en voz alta, así que pasó por alto la observación del guardia.
—Tengo que seguir con mis labores. ¿Prefieres discutir el asunto con Balrogan? —un arrebato de valor la animó a mirar al guardia a los ojos. Lo cual era una estupidez, pues con el orgullo solo conseguiría que el hombre la traspasara con su espada
.El guardia masculló algo ininteligible y se llevó al viejo escaleras arriba.
Un joven guardia bajaba en ese momento por la escalera y se detuvo para dejarlos pasar. Apretó la boca en una mueca severa e ignoró a ___ al entrar en la mazmorra. Era alto y corpulento, de rasgos duros y atractivos. ____ lo siguió al interior, intrigada por el descaro con el que se presentaba ante Balrogan, y se fijó en cómo tocaba el codo de su amo mientras se inclinaba para hablar con él en tono confidencial. A ____ le resultó imposible oír nada y se dispuso a limpiar la colección de cuchillos deBalrogan, manteniéndose a una distancia prudente de los dos hombres.
Balrogan se giró hacia ella.
—Ratón, lord Jay desea verte en sus aposentos. Deja eso para más tarde y date prisa. No lo hagas esperar.
El guardia se quedó en la cámara y los dos hombres vieron como salía y cerraba la puerta. La mirada del único ojo bueno de Balrogan la dejó con una extraña sensación en el estómago. ___ había visto el deseo y la lujuria en el rostro de un hombre, pero nunca hacia otro hombre. No le importaba lo que hicieran aquellos dos, igual que no se culpaba a sí misma ni a Cearl por satisfacerse mutuamente. Pero si Jay descubría las inclinaciones homosexuales de su temido verdugo lo consideraría como una afrenta imperdonable a su autoridad. El orgullo del rey sajón era tan exacerbado que tarde o temprano sería la causa de su perdición. ____había visto cómo un orgullo desproporcionado acababa con gobernantes y guerreros.
Las pisadas resonaban en el largo corredor. Recordó los tiempos en los que iba allí con su madre, la consejera espiritual de Tom, el jefe britano. Cuando los romanos abandonaron Britania para librar campañas más ambiciosas en el extranjero, las tribus bretonas se enzarzaron en un sinfín de luchas internas y apenas prestaron atención a los mercenarios reclutados por Tom para echar a los pictos y escoceses. Animado por una codicia y una arrogancia sin límites, el rey bretón desoyó las advertencias de la madre de ___ sobre el
adventus saxo-num, la llegada de los sajones.
Hasta que fue demasiado tarde.
Los ejércitos de Jay no tardaron en ocupar la fortaleza de Tom junto al mar. A partir de ahí, solo fue cuestión de tiempo que reclamaran el sur de Britania y expulsaran a los celtas hacia el norte.
Un destello de luz la asustó y la hizo detenerse.
El gran salón estaba a oscuras, con las mesas aún volcadas tras la última conquista celebrada por los sajones. Una hilera de estrechas ventanas abiertas en la pared de piedra ofrecía una vista del mar revuelto y el cielo sin sol. ____ escudriñó la estancia y su mirada se posó en la sombra más oscura de la sala. Los pelos de la nuca se le pusieron de punta y un escalofrío le recorrió los hombros.Casi esperaba ver al fantasma de su madre junto al trono de Jay, el lugar que siempre ocupaba en vida.
Una sombra entró velozmente por la ventana, subió hasta las vigas del techo y descendió para atrapar un ratón debajo de una mesa. ____ alcanzó a ver al cuervo un instante antes de que volviera a desaparecer por la ventana, y en ese momento recordó algo que su madre le había enseñado tiempo atrás. No tenía mucha fe en la magia ancestral de los druidas, ya que a su madre no le había servido para salvarse. Pero tenía que reconocer que la maldición que su madre lanzó a Jay y a sus hombres sí la había salvado a ella, y con un poco de suerte, también a su hermano.
Todo el mundo sabía que la presencia de un cuervo era un mal augurio y que a menudo presagiaba la muerte. ____ no había tenido ninguna visión, pero una intensa premonición dominaba sus sentidos. A diferencia de lo que estaba acostumbrada a ver en la cámara de tortura, aquélla era una sensación de fatalidad y no podía ignorarla. Era como si su madre estuviera intentando decirle que se acercaba el momento de demostrar su valor y enfrentarse al mal.
emilitaa1
Re: El Deseo (Harry Styles y tu)
Capítulo 2
Narra Harry
—Le toca a usted, lord Harry —insistió el joven.
Harry levantó la mirada de la partida de dados y se encontró con una joven doncella que portaba una cesta de flores en la cadera. Su larga trenzaoscura relucía al sol de la tarde y su sonrisa parecía ofrecer más de lo quellevaba en la cesta. Tal vez fueran imaginaciones suyas, pero para Harry,que durante muchos meses no había visto más que sangre y destrucción,aquella sonrisa era como un trago de agua fresca.
La siguió con la mirada hasta que desapareció entre los vendedores ambulantes.
—¿Milord? —lo llamó el muchacho.
—¿Me toca? Pues prepárate a perder, jovencito —agitó los dados en el vaso y los arrojó sobre el barril de madera que hacía las veces de tablero—. Y te he dicho que no soy un lord —le tocó la nariz y el chico le sonrió.
—Pero usted lucha contra los sajone. Se lo oí decir hoy al herrero —arrugó la frente—. Creía que solo los caballeros tenían el coraje necesario para luchar.
—Tal vez, pero eso no me convierte en un lord —replicó Harry.
Tendría que hablar con el herrero para que no se fuera de la lengua, antes de que algún espía sajón se enterara de que una pequeña milicia se estaba preparando para la batalla.
—¡Ja! ¡Habéis perdido! —el rostro del chico se iluminó—. Me debéis dos monedas —extendió una mugrienta mano hacia Harry.
—Tienes razón —aceptó él, y sacó de su bolsa un puñado de monedas romanas. No valían nada en comparación a los sestercios de antaño, peroaún podían canjearse por comida—. Y ahora lárgate de aquí, comadreja,antes de que te denuncie como el astuto ladronzuelo que eres —le sonrió yle revolvió la mata de cabellos rojizos.
El chico se bajó de la caja de madera con un grito de júbilo y echó acorrer hacia una de las casas de la aldea.
A Harry le recordaba a su hermano pequeño, al que había adoptado cuando lo encontró tiritando de frío en el interior de un tronco, muchos inviernos atrás. El chico estaba aterrado y le costó muchos meses empezara hablar y recordar su nombre, pero apenas recordaba nada de un hogar ouna familia. Sin embargo, y a pesar del misterio que rodeaba su pasado, Justin demostró ser un buen aprendiz y con el tiempo llegó a adquirir una habilidad con las armas y una capacidad de liderazgo que rara vez se veíanen un guerrero. Su dominio de la estrategia militar convenció a Harry deque su hermano estaba en la Tierra para servir a un propósito más elevado.
Cuando Harry y Justin se hicieron lo bastante mayores, el ejército romano los obligó a servir en sus filas, como tantos y tantos otros muchachos britanos. La legión romana los convirtió en guerreros consumados e invencibles que solo le debían lealtad a Roma. Recibieron las enseñanzas de la Santa Iglesia, pero su madre les había inculcado previamente las creencias celtas de su pueblo. Al acabar sus años deservicio, Harry, Justin y un puñado de soldados vieron como Roma abandonaba Britania y decidieron que no podían quedarse de brazos cruzados.
Así, se pasaron los años siguientes movilizando a los aterrorizadosaldeanos que, desprovistos del liderazgo romano, no se atrevían aenfrentarse a los sajones por su cuenta. Además, el experto general romano Ambrosio, simpatizante de los britanos, estaba de camino con su ejércitopara unirse con la milicia que Justin y Harry habían reunido.
El mérito de convencer a los britanos para que participaran en la luchale correspondía enteramente a Justin. Muchos nativos desconfiaban de todolo que oliera a Roma y culpaban al imperio de las desgracias que padecía el país. Pero Justin se ganó a muchos de ellos con su inquebrantable ideal de justicia y consiguió infligirles unas cuantas derrotas a varias tribus germánicas.
Harry pasó junto a la hilera de puestos y carros de camino a laherrería, donde había dejado sus espadas para que las afilaran. Agarró una manzana del puesto de un anciano y le arrojó una moneda mientras mantenía los ojos bien abiertos. Los sajones solían mandar espías a las aldeas y volver a la noche para saquearlas y reducirlas a cenizas.
Un grupo de tres hombres charlaba en la calle mientras observaban alas bonitas jóvenes que llenaban sus carros. Incluso en aquel ambiente ruralse respetaba el protocolo del cortejo, sobre todo entre las gentes de buena reputación.
—Ah, aquí estás, Harry —dijo el herrero al verlo acercarse—. La hoja ha quedado como nueva —le tendió la espada y observó con orgullo el filo—. Ideal para cortarle el cuello a un sajón —le hizo un guiño y se echó a reír.Su barba blanca estaba manchada de hollín y sus ojos azules brillaban desatisfacción.
—Un gran trabajo, Gareth —Harry se acercó la espada a los ojos para examinar el resultado y se inclinó hacia el herrero—. Te aconsejo que no hables mal de los sajones en público. Nunca se sabe quién puede estar oyéndote.
La expresión jovial del herrero se desvaneció al instante y sus ojos recorrieron rápidamente el mercado.
—Gracias por el consejo, pero aquí todos te apoyamos, Harry. El pueblo tiene miedo de convertirse en el próximo objetivo de las hordas sajonas.
Harry asintió y blandió la espada en el aire.
—Has hecho un trabajo magnífico, amigo mío —le dio a Gareth una palmada en el hombro—. ¿Qué te debo?
El herrero lo agarró del brazo y tiró de él para hablarle en voz baja.
—El único pago que quiero es que mates a los intrusos.
Harry no creía tener dificultades para que algunos hombres de aquella aldea se unieran a su ejército.
—Con armas como ésta tenemos asegurada la victoria —sonrió y miró por encima del hombro del herrero, encontrándose de nuevo con la mirada de la misteriosa mujer morena. Se preguntó si estaría casada.Seguramente. Una mujer tan guapa no podía estar soltera.
La culpa lo invadió al pensar en Rebecca, la joven doncella de su alde a que le había entregado su amor antes de que él se uniera a Justin y a sus hombres para la batalla. Poco después le llegó la noticia de que los sajoneshabían arrasado la aldea sin dejar a nadie con vida. Harry habría regresado de no ser por Justin, quien le previno que los sajones estarían esperándolo.
--¿Qué te parecen estas presas a cambio de tu obra de arte?
Gareth agarró las ataduras y sostuvo los animales en alto.
—Es más que suficiente, Harry.
—Estupendo. Será mejor que vuelva al campamento. Está anocheciendo —se abrigó con su capa de lana roja, un regalo de despedida del ejército romano.
—Ven aquí, hija.
¿La hermosa mujer morena era su hija? Harry se aclaró la garganta mientras se acercaba. Su rostro era tan radiante como un prado por lamañana, y las florecillas silvestres que llevaba en la cesta lo embriagaron con su aroma. La mujer besó a su padre en la mejilla y Harry recordó los abrazos de oso que él había recibido de su propio padre.
—¿Sí, padre? —la joven meneó suavemente las caderas mientras esperaba las órdenes pertinentes. El herrero no pareció notarlo, pero elsensual movimiento no le pasó desapercibido a Harry.
—Ve a llevarle esto a tu madre —le tendió los animales muertos.—¿Quieres que le diga que vamos a tener un invitado para cenar? —miró a Harry con unos ojos oscuros cargados de pasión. Harry percibióel deseo en todo su cuerpo, pero una mano en el hombro lo sacó de suslascivos pensamientos.
—Una gran idea, Cendra —dijo el herrero—. ¿Qué dices, Harry ?Puedes cenar con nosotros y quedarte a dormir en el establo. No es grancosa, pero está cálido y seco. Es mucho más seguro viajar por la mañana.
—Muchas gracias, amigo —respondió Harry, pensando ya en pasar lanoche con Cendra—. Espero que mi apetito no me haga abusar de tu generosidad.
—Estupendo —el herrero le dio una palmada en el brazo—. Espera un momento a que limpie esto y nos iremos juntos.
Cendra le dedicó una amplia sonrisa antes de alejarse por el camino,llevándose con ella la cena y el corazón de Harry.
—A Daria le gustará tener compañía —dijo Gareth—. Así podrá hablarde otra cosa que no sea mi trabajo. La quiero mucho, pero siempre estádiciéndome cómo debería llevar la herrería. Además… —miró de reojo a Harry— los relatos de batallas y victorias nos dan esperanza.
—Dudo mucho que mis historias de sangre y muerte sean de interéspara tu esposa —observó Dryston con una sonrisa.
—Se ve que no conoces a mi esposa —replicó Gareth con una carcajada—. Sería una buena guerrera para tu causa.
La comida fue digna de un rey, a base de conejo y ardilla asados y nabos y calabacines tan deliciosos como los que cocinaba su madre.
Harry se recostó y reprimió un eructo. Sorprendió a Cendra mirándolo y supo sin lugar a dudas que compartían la misma atracción.Pero él ya había amado y perdido a una mujer en su vida y eso le hacía ser precavido a la hora de comprometer sus sentimientos.
—¿Has comido bien, Harry? —le preguntó Daria, la mujer del herrero.
—Hacía tiempo que no comía tanto y tan bien —se dio una palmada enel estómago lleno y sonrió con satisfacción.
Con su encanto tal vez no cortejara a la señora de la casa, pero sí leserviría con la hija. Cendra le sonrió desde el otro lado de la mesa.
—Mi marido me ha dicho que eres un gran caudillo —comentó Daria mientras retiraba los platos.
Harry miró a Gareth, quien se encogió de hombros con expresión avergonzada.
—La verdad es que no creo merecer tales halagos. Soy diestro con la espada cuando es necesario, eso es todo.
—Madre, creo que a nuestro invitado le gustaría hablar de otras cosas esta noche —dijo Cendra tímidamente.
Su padre le hizo un gesto reprobatorio con un hueso de conejo.
—Tu madre solo está siendo amable. Más te vale ayudarla con los platos.
Cendra se levantó y empezó a recoger la mesa.
—Quizá a nuestro invitado le apetezca un poco de vino… —se inclinó para agarrar el vaso de Harry—. ¿Le apetece a usted también, padre? Un brindis a la salud de Harry.
—Buena idea. Ve a buscarlo al sótano. Debe de quedar un tonel, si la memoria no me falla.
Cendra le hizo un guiño a Harry y él se lo devolvió discretamente.
El vino estaba exquisito. Le explicaron que estaba elaborado a partir demoras, pero sabía mejor que el jamón dulce. Junto a la hospitalidad de sus anfitriones y el coqueteo de Cendra, sumió a Harry en una relajación deliciosa. Hasta ese momento no se había dado cuenta de cuánto añoraba los pequeños placeres de la vida.
Se tambaleó ligeramente al levantarse de la mesa.
—Gracias por todo —se llevó la mano al corazón y se inclinó sobre la mesa intentando no perder el equilibrio. Algo bastante difícil, después detodo el vino que habían ingerido.
El gigantesco herrero le tendió la mano y le dedicó una sonrisa a la quefaltaban un par de dientes.
—Buenas noches y felices sueños, muchacho —le sacudió enérgicamente la mano.
—Me despido ahora, pues tengo que partir al alba —la habitación daba vueltas a su alrededor y era incapaz de mantener la cabeza erguida.
Daria estaba sentada junto a la chimenea, atareada con su labor.Cendra estaba frente a ella, atando ramos de flores con cintas. Miró a Harry y él confió en recibir otra sonrisa, al menos, antes de retirarse.
—Go raibh maith, ‘ad—dijo en un gaélico trabado. Aún recordaba algunas palabras de su infancia—. Disculpen mi mal uso de la lengua —sepuso una mano en el pecho—. Les doy las gracias de todo corazón.
Daria levantó lentamente la mirada hacia él.
—Ta’failte romhat —respondió Cendra con una sonrisa de sorpresa
—Dice que no hay de qué —Daria dejó a un lado su labor—. ¿Hablas la lengua nativa, Harry?Harry levantó el pulgar y el dedo índice y entornó la mirada para asegurarse de que estaban alineados. Le parecía tener más de cinco dedos en la mano.
—Un poco… —sonrió—. Si alguien pudiera indicarme la dirección del establo, me retiraré a dormir y pondré fin a esta velada tan deliciosa —hizo una torpe reverencia y oyó a Daria reírse por lo bajo.
Un fuerte ronquido le llamó la atención. Miró a Gareth y vio que se había quedado dormido en la silla. Daria sacudió la cabeza y ayudó a su marido a levantarse.
—Yo llevaré a nuestro invitado al establo —le dijo Cendra a su madre—. No vaya a ser que se acueste donde no es.
Lo rodeó por la cintura y lo condujo hacia la puerta. Harry dio un cabezazo mientras ella abría la puerta y lo sacaba al aire libre. Frente a la puerta se extendía el camino de la aldea, y una lechuza ululaba en un árbol cercano. El cuerpo de Cendra se apretaba contra el suyo mientras rodeabanla casa hacia un pequeño establo. Cendra lo excitaba en más de un sentido,pero en su estado era peligroso sucumbir a la tentación. Ella era una buena mujer y algún día haría feliz a un joven granjero con un montón de críos.
—Muchas gracias —le dijo Harry, intentando soltarse cuandoentraron en el establo. El dulce aroma del heno lo tentaba con la promesadel sueño, pero el brazo de Cendra alrededor de su cintura lo tentaba conalgo mucho mejor.
—¿Seguro que podrá orientarse en la oscuridad? Debería acompañarloun poco más, no vaya a ser que tropiece y se golpee en la cabeza —se ofreció Cendra.
Le apretó la cintura y Harry miró hacia la casa por si Daria los estaba observando. La luna iluminaba el gallinero construido detrás del establo. De pronto, un cabrito pasó correteando y balando delante de Harry,buscando a su madre.
Harry se sobresaltó, dio un paso atrás y perdió el equilibrio. Cendra y él cayeron al suelo, sobre un montón de heno. Cendra se apoyó en lasmanos para colocarse encima de él, apretando los muslos contra su entrepierna.
—Eres un buen hombre, Harry —le dijo mientras lo miraba fijamente.Su rostro adquiría un brillo mágico a la luz de la luna.
—Y tú eres una buena mujer, Cendra. Mereces estar con un hombre que se acueste contigo todas las noches y esté siempre contigo para criar atus hijos —no pudo resistirse a tocarle la piel, tan tersa y suave como lasalas de una mariposa. Harry creía firmemente en lo que acababa de decirle, y en aquellos momentos no había nada que deseara más que ser aquel hombre con suerte.
Las pequeñas manos de Cendra se deslizaron bajo su túnica y le recorrieron la piel, desatando un deseo que había permanecido encerrado mucho, muchísimo tiempo.
—No es prudente hacer esto… Hace mucho que no estoy con una mujer tan hermosa. Eres encantadora, Cendra, pero no sabes lo que estás haciendo.
—¿No? —se inclinó hacia él y le acarició el rostro con su aliento.
Harry tuvo que emplear toda su fuerza de voluntad para no colocarse encima de ella y aliviar el fuego que lo abrasaba por dentro—. Solo un beso,milord… Un beso de despedida, para que me recuerdes en tus viajes.
Lo besó en los labios, embriagándolo con un sabor más dulce que el vino de moras que había bebido antes. El gemido de Cendra a punto estuvo de hacerle perder la cabeza.
—Cendra, me temo que no lo comprendes. Ha sido demasiado tiempo…
Ella se frotó contra él, ofreciéndole su cuello y su exquisita fragancia femenina.
—No te pares, Harry. Sé lo que quiero… Es mi elección —le susurró,girando la cabeza hacia él—. Lo que daría por recibir tus besos cada noche…
La magia de Cendra lo envolvía y lo acuciaba a seguir con un deseo irrefrenable.
—Dulce Cendra…
Ella se incorporó y se sentó a horcajadas sobre sus piernas. Le mantuvo la mirada mientras se apartaba el vestido de los hombros y lemostraba sus pechos firmes y turgentes.
—¿Te gusta lo que ves, Harry? —le agarró las manos y se las llevó alos senos.
Harry gimió y le acarició los pezones con los pulgares, viendo cómo se endurecían al tacto. Ella cerró los ojos en una mueca de gozo y puso lasmanos sobre las suyas para imprimir un ritmo más fuerte a sus caricias.
—Me gusta, Harry —suspiró y pegó el trasero en su regazo. Harry sintió la humedad que manaba entre sus piernas y se dio cuenta de que nollevaba ropa interior.
El tirón de su miembro lo devolvió a la realidad. Estaba comprometido con una causa y no podía tomar una esposa hasta que los sajones fueranderrotados.
—Dime, Cendra, ¿has perdido la virginidad?
—No —respondió ella con un suspiro—. Pero te la ofrezco a ti —meneó las caderas suavemente, haciéndole pensar en la joya que lo aguardaba.
Tragó saliva. Se moría por estar dentro de ella, pero no era su honor loque se lo impedía, sino el miedo a amar a una mujer y volver a perderla.
Le dio la vuelta y la cubrió con su cuerpo. Incluso estando vestidos sus cuerpos encajaban a la perfección.
—Cendra, no puedo arrebatarte tu virginidad. Ese honor debes reservarlo para tu marido. Pero te prometo que recordarás esta noche para siempre.
—No tengo marido ni estoy comprometida con nadie. Pero eso puede arreglarse… —lo agarró y tiró de él para besarlo con una voracidad salvaje.La pasión los acuciaba a unirse sin barreras por medio, pero Harry intentó concentrarse en su boca, en la curva del cuello y en aquellos pechosturgentes que llenaban sus manos. Tan desesperado estaba por poseerlaque le agarró la falda y se la levantó hasta la cintura.
—¿Qué quieres que haga, milord? —le preguntó ella, apoyándose enlos codos—. Me han dicho que el placer solo es cosa de hombres.
—Pues quien te lo haya dicho se equivoca —le sonrió y le acarició lacara interna del muslo con el dedo. Ella cerró los ojos y se aferró con fuerzaa la falda.
—Me gusta cuando me tocas ahí, Harry.
—Cendra, un hombre debe darle placer a su mujer. Su deber es adorarla.Ella dudó un momento.
—¿Soy yo tu mujer, Harry?
Él le pasó el pulgar sobre la abertura y ella dio un pequeño respingo.
—Esta noche te daré placer, Cendra. Te lo prometo.
Ella lo miró fijamente a los ojos y relajó las piernas.
—Enséñame cómo le das placer a tu amante, Harry.
No hizo falta más estímulo.
—Tu belleza me deja sin respiración —le dijo, antes de ahogar sugemido con un beso—. ¿Te gusta así? —le preguntó en voz baja mientras leacariciaba el clítoris.
Las caderas de Cendra empezaron a temblar.
—Sí…
Harry sonrió mientras la besaba en la cara interna del muslo y lamía su piel aterciopelada, fascinado por el olor almizclado de su sexo. Sabía que al día siguiente su piel sensible llevaría la marca de la barba, y aquella certeza lo excitaba aún más.
—Parece que no solo eres hábil con la espada, Harry…
Siguió lamiéndola con movimientos rápidos y certeros, deleitándose con los espasmos que le provocaba el contacto en el botón erecto. La agarró por las caderas cuando sus gemidos se hicieron más fuertes. Le dio un mordisco final al clítoris y ella llevó el puño a la boca para ahogar un grito. Harry sorbió el néctar que manaba de su sexo mientras los muslos se frotaban contra sus mejillas.
—Alabado sea Dios… —murmuró ella. Las últimas oleadas del clímax recorrieron su cuerpo y se quedó inmóvil, respirando entrecortadamente.
Harry la besó en el vientre y le bajó la falda. La besó en cada pecho y volvió a colocarle la túnica.
Ella se abrazó a su cuello y lo besó con renovada pasión. Harry sabíaque si no ponía fin a la escalada de placer Cendra no llegaría virgen a lamañana siguiente. Se apartó y le agarró la barbilla entre los dedos.
—Nunca te olvidaré.
Ella le sostuvo la mirada, y en sus ojos ardía la promesa de noches y noches de placer semejante.
—Vuelve conmigo cuando hayas cumplido con tu deber, Harry.
Él la besó con ternura.
—Si es mi destino volver contigo, lo haré. Tienes mi palabra, Cendra.Le pasó los dedos por la mejilla una vez más. Desearía tener más tiempo y no tener que marcharse, pero nada podía cambiar su destino ni el de Cendra.
—Slan agus beannacht leat —le dijo ella.
—¿Qué significa?
—Adiós y bendito seas —respondió ella antes de volver a besarlo—.Aghra’ mo chroi.
Se apartó de él y echó a andar.
—¿Y eso qué significa? —le preguntó Harry.
Ella se detuvo y le dedicó una última sonrisa, más brillante que la luzde la luna.
—Amor de mi vida —dijo, y echó a correr hacia la casa.
Harry cerró los ojos y elevó el rostro hacia los cielos.
—Si en algo estimas mi vida, te pido que me permitas vivir lo suficiente para volver a este sitio.
Los gritos se oían a lo lejos. Una espesa niebla se arremolinaba a su alrededor y le impedía ver, haciéndose más densa cuanto más se acercabaal sonido. Intentó gritar, pero la niebla se lo impedía. Fue entonces cuando olió a quemado…
—¡Harry…! —el grito de Cendra lo sacó del sueño.La próxima vez que se le ofreciera vino tendría más cuidado con la cantidad.
—¡Harry…! —el grito era real, no había duda. Abrió los ojos y los entornó contra el humo que le abrasaba las pupilas. Todo a su alrededor era una densa capa de humo, igual que en el sueño.
Pero aquello no era un sueño.
Era una pesadilla.
Se levantó y se cubrió la nariz con el brazo. A través del humo viocuerpos en el suelo, frente a las tiendas y casas. Otras personas iban de un lado para otro. La aldea estaba siendo asediada.
Tosió y echó a andar hacia la casa de Gareth. Encontró una ventana,pero no pudo abrirla al estar cerrada por dentro. Se acercó a la entrada y tropezó con algo que bloqueaba la puerta. Parpadeó un par de veces y reconoció el cuerpo de Gareth. El herrero tenía los ojos abiertos como platos y un profundo tajo le atravesaba la garganta.
—¡Harry! —la voz de Cendra traspasó el fragor del fuego y del caos.
Por algún milagro Cendra estaba viva y él tenía que sacarla de allí.Apartó el cuerpo de su padre de la puerta e intentó abrirla.
—¡Cendra! —gritó, sin importarle que los sajones pudieran estar cerca.Al igual que la ventana, la puerta también estaba atrancada por dentro.Gareth debía de haberle dicho a su familia que cerraran después de que él saliera.
Empujó con todas sus fuerzas, sin éxito. El herrero había construidouna casa lo bastante sólida para protegerla de los intrusos.
Lo intentó dos veces más y finalmente consiguió que la puerta cediera.Lo recibió una llamarada que lo obligó a arrojarse al suelo. Se arrastró conlos brazos extendidos, a ciegas, rezando por qué no fuera demasiado tarde.Cendra no le había respondido, pero no se atrevía a abrir la boca por miedo a que los pulmones se le llenaran de humo. Tal vez hubiera llegado el día desu muerte, pero no iba a rendirse hasta haber encontrado a Cendra.
Su mano tocó un pie.
Miró a través de la humareda y vio a Cendra acurrucada en un rincón,con el rostro vuelto hacia la pared. La agarró por el bajo del vestido, pero ella no se movió. Harry se puso de rodillas y la atrajo a sus brazos. Estaba completamente inerte.
Fuera, los gritos de los aldeanos se iban apagando a medida que el fuego consumía las cabañas. Harry no supo cómo, pero consiguió sacar el cuerpo de Cendra al exterior. El humo se elevaba en el cielo nocturno y dejaba a la vista la carnicería perpetrada por los sajones.
Llevó a Cendra detrás del establo, donde aún no habían llegado las llamas. Se arrodilló junto a ella y acercó la oreja a su boca con la esperanza de sentir su aliento. Cendra seguía sin moverse. Harry la contempló bajo el resplandor del fuego. Horas antes su rostro rezumaba vida y excitación.Ahora su piel estaba mortalmente pálida y manchada de hollín. Sus largos y bonitos cabellos oscuros le colgaban con las puntas chamuscadas.
Harry intentó contener las lágrimas de ira y frustración. No podía aceptar que se hubiera ido. Le puso los dedos en el cuello y cerró los ojoscon fuerza.
No había pulso.
Dejó caer la mano a sus pechos. Cendra había muerto. No podía hacer otra cosa que apretar su cuerpo sin vida contra él y mecerla con suavidad,intentando comprender lo absurdo de su muerte.
Un ruido extraño le llamó la atención. Agarró su espada y se levantó rápidamente. Lo último que vio fue el rostro de un sajón y un hacha cayendo sobre él.
emilitaa1
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