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○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
siguela porfa me encantan todas tu noves adaptaciones lo que sea
y perdon por ser fantasma :(
y perdon por ser fantasma :(
Suzzey
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
Capítulo dedicado a Flower ♥
—Señor Jonas. Su hija necesita un ser humano al que amar. Quizás no estuviera tan obsesionada con la cabra si su padre pasara algo de tiempo con ella.
Se giró y fue a su camión.
—Y de paso —añadió mientras subía y cerraba la puerta—. Rosie no está sarnosa. ¡Ninguno de mis pacientes tiene la sarna, gracias!
—¡Y yo, doctora Barclay —gritó él—, no soy un excéntrico!
¡Oh, no! Alguien le había contado lo que ella dijo de él. ____________ sólo esperaba que no le hubieran contado el resto. Lo último que quería era que supiera que ella lo encontraba atractivo. Mataría a Betty Sue por eso.
Chirriando las ruedas, ____________ se marchó. Por el retrovisor, lo vio de pie en una nube de polvo… que ella había dejado, con la boca abierta.
Joseph cerró de golpe el cajón de su mesa, se pilló el dedo y soltó una palabrota. Al instante se hizo el silencio en la sala de exposiciones, deteniéndose la conversación entre su secretaria y un vendedor.
Un segundo después, la señora Abernathy se asomó a su despacho, con gesto preocupado.
—¿Te has vuelto a hacer daño, Joe? —preguntó con tono maternal.
—Estoy bien —replicó con excesiva suavidad—. Sólo me he aplastado el pulgar. Me fallaron dos tratos antes del mediodía. Mi sandwich estaba pastoso y chorreando mostaza. Y odio la mostaza. Y acabo de tener el placer de informar al señor Hulmán que no podemos encontrar las piezas que necesitamos para reparar los frenos en su Silver Ghost. Piensa demandarnos. Pero aparte de eso, estoy teniendo un día maravilloso. Gracias por preguntar.
En lugar de marcharse, ella entró al despacho y se sentó en un sillón. Se ajustó las gafas, se aclaró la garganta y se cruzó de manos en su regazo.
La señora Abernathy llevaba cinco años trabajando para Joseph. Ella siempre tomaba la iniciativa, dirigía y ganaba sus pequeñas disputas. Joseph se preguntaba a veces quién trabajaba para quién.
—De acuerdo, ¿qué te ocurre, Joe?
—¿Perdón?
—No me vengas con eso. Sabes exactamente de qué estoy hablando. Llevas todo el día comportándote como un oso arisco, hibernando aquí en tu cueva y gruñendo a todo el que se te acerca. No me sorprende que te fracasen los tratos, que te pilles el dedo y que enojes al señor Hillman.
Joseph la miró unos instantes.
—¿Y también fue mi culpa lo del sandwich?
Ella se encogió de hombros.
—Estás enviando toda esa negatividad al universo, y…
—Oh, dame un respiro. ¿Realmente crees que al gran cosmos le importa que yo grite a algunas personas? ¿Realmente crees que el hecho de que un tonto en el restaurante empapara mi sandwich de mostaza es un acto de castigo divino?
—¿Ves a qué me refiero? Vibraciones negativas. Estás irradiando hostilidad y…
—Estoy cansado. Y… a lo mejor enfermo. Estoy teniendo un mal día, eso es todo.
—Bueno, yo también estoy cansada y enferma de que seas tan gruñón. Y gracias a ti, todo e1 mundo en Le Concours d'Excellence está teniendo un mal día.
Su tono autoritario no dejaba mucho lugar a la discusión. Joseph la miró a modo de disculpa.
—De acuerdo. Queda anotado.
El rostro de la mujer se suavizó.
Gracias se echó hacia delante y apoyó los brazos en la mesa.
—Vamos, Joe, ¿qué ocurre?
La señora Abernathy era una estupenda persona. Durante la enfermedad de la esposa de Joseph y después, ella estuvo a su lado. Todos los días y algunas noches. Era realmente una buena amiga.
—Ayer me peleé con esa veterinaria de la que te hablé.
—¿La que se ocupó de la cabra? ¿La que llena de maravilla los vaqueros pero es algo difícil?
—Sí, ella.
¿Le había contado a la señora Abernathy lo de los vaqueros? Recordaba habérselo contado a uno de sus mecánicos. Quizás ella hubiera escuchado a escondidas. No sería la primera vez.
—¿Y qué pasó ayer?
—Dijo algunas cosas que no tenía derecho a decir, sobre Katie y sobre mí… y… y…
—¿Y?
—Y que no paso suficiente tiempo con ella.
Por una vez, la señora Abernathy no se comprometió con una respuesta. Michael no supo cómo interpretarlo. Normalmente, era clara y directa con sus opiniones.
—Dijo que Katie está obsesionada con esa cabra porque necesita un ser vivo al que amar. ¿Puedes creerlo? Ella cree que la vida de mi hija está tan vacía que tiene que buscar afecto en una cabra enclenque.
—¿Y qué piensas tú, Joe? —preguntó la señora Abernathy suavemente.
—Creo que esa veterinaria tiene la boca demasiado grande —replicó él sin pensar.
La señora Abernathy no dijo nada, y su silencio fue bastante expresivo.
—Y sus palabras me están preocupando —añadió Joseph con gran dificultad—, porque me temo… me temo… que tiene razón.
La señora Abernathy le dio un apretón en la mano.
—Sé que tienes miedo, Joe. Sé por lo que has pasado para sentirse así. Y sé lo mucho que quieres a Katie. En tu interior hay una batalla entre el miedo y el amor. Estoy segura de que el amor por tu hijita ganará al fin.
Joseph se sintió agradecido de que ella tuviera la delicadeza de levantarse y marcharse. No quería que viera las lágrimas en sus ojos.
—Abby —le dijo—. Espero que tengas razón. Gracias.
—De nada —sonrió—. Y no salgas hasta que estés de mejor humor.
Joseph asintió.
Una vez solo, se quedó mirando la foto de su preciosa hija en el marco de plata sobre su mesa. Joseph dejó que las emociones resurgieran, el miedo, la culpa, el amor. Ella se parecía muchísimo a su madre. Mucho. Extendió la mano y con un dedo acarició la suave línea de su mejilla.
—Oh, Katie —susurró—. Te necesito, cielo.
Pero en cuanto murmuró las palabras, la ansiedad se apoderó de él, creciendo hasta que sintió que le ahogaba.
Necesitaba a Katie. Ése era el problema. Después de perder a su mujer, Joseph tenía miedo. La necesitaba demasiado. Por eso tenía que proteger su corazón. Joseph Jonas conocía bien sus propias limitaciones. Y sabía que no podría soportar amar y perder de ese modo otra vez… nunca jamás.
El otoño llegó en su acostumbrado estilo californiano. Exceptuando los vientos secos de Santa Ana y el calendario en la pared, __________ no notaba que fuera otoño. Septiembre y navidad eran los únicos momentos del año en que __________ desearía vivir en otra parte que no fuera el sur de California. En septiembre deseaba tener un otoño como el de Nueva Inglaterra, con el olor de hojas quemadas llenando el aire.
Y en navidad quería ver las decoraciones navideñas de la Quinta Avenida en Nueva York y patinar bajo el árbol gigante del Rockefeller Center.
Pero la mayoría del tiempo, estaba muy contenta con su destino en la vida y su pintoresca ciudad de San Carlos. Era su hogar.
Una tradición de la comunidad de la que ___________ disfrutaba especialmente era la feria local. Como veterinaria, siempre le pedían que hiciera de juez en las exhibiciones de perros, gatos y conejos y entregar los lazos azules.
Llegó a la feria muy temprano el sábado por la mañana y se quedó en el centro del ajetreo y la actividad, empapándose del ambiente especial. Ovejas, vacas, cerdos y cabras protestaban con gruñidos y balidos mientras los niños los conducían a sus corrales. Las mujeres corrían de tienda en tienda, llevando flores, pasteles y tartas y bordados de todo tipo, y muchas con lazos de distinción.
Los hombres también mostraban sus trabajos de carpintería y cuero, trenes en miniatura y verduras caseras de enormes proporciones.
__________ vio docenas de rostros familiares y no dejaba de saludar a todo el que se encontraba. En una ciudad tan pequeña como San Carlos, casi todos se conocían.
Justo cuando se estaba acercando a la zona de la ganadería, vio un rostro especialmente querido. Katie Jonas estaba tirando de una brida blanca. Al otro extremo, había una Rosie transformada. La pequeña cabrita estaba adornada con lacitos rosas, campanitas plateadas y más lazos azules en su cola y alrededor del cuello. La cabra se estaba comportando bastante bien mientras se pavoneaba orgullosa detrás de su dueña.
Pero lo más sorprendente de todo era que Joseph Jonas caminaba junto a su hija y su animalito y parecía casi tan orgulloso como ellas.
Iba sonriente y parecía más relajado y en paz con sí mismo de lo que ___________ le había visto hasta el momento.
—¡Eh, doctora ____________! ¡Estamos aquí! —gritó Katie saltando y saludándola entusiasmada con los brazos. Se volvió a su padre—. ¡Mira, papá! ¡Es la doctora ____________!
—Cierto —Joseph le dirigió a ____________ una sonrisa deslumbrante—. ¿Cómo está hoy, doctora?
—Oh… bien, gracias —replicó ___________, sintiéndose de repente tímida e incómoda.
—¡Mira lo que hemos ganado! —gritó Katie levantando un brillante lazo rojo y agitándolo—. ¡Rosie quedó en segundo lugar!
—¡Un lazo rojo! Estupendo, Katie —___________ se agachó y acarició la cabeza de la cabra—. Te lo merecías. ¡Rosie está preciosa hoy! Hiciste un estupendo trabajo arreglándola.
—Papá me ayudó —Katie sonrió a su padre—. No se quedaba quieta cuando la estaba bañando. Así que él me ayudó a sujetarla. Al final nosotros terminamos con más jabón y agua que ella. Fue muy divertido.
__________ miró a Joseph y sus ojos se encontraron sobre lo alto de la cabeza de Katie.
Durante un momento, él pareció avergonzado, y luego se encogió de hombros.
—Un lazo rojo no está nada mal para una cabra sarnosa, ¿eh? —dijo sonriendo con una sonrisa tonta.
—Nada mal —replicó __________.
Joseph miró a Katie y le dio unas palmaditas en el hombro.
—¿Por qué no seguís Rosie y tú sin mí? Quiero hablar un momento con la doctora Barclay.
Katie miró de su padre a ___________ y a su padre de nuevo. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios.
—Claro, papá. No hay problema.
En cuanto Katie y Rosie se marcharon, Joseph pareció incluso más nervioso que antes.
—Yo… bueno —se aclaró la garganta.
Ella se acercó más.
—¿Sí, señor Jonas?
—Quería darle las gracias por lo que dijo el otro día —dijo apresurado, como con miedo a perder el valor—. No me importa decírselo, pero me enfurecí con usted al principio. Pero luego lo estuve pensando y decidí que tenía razón. He estado descuidando a Katie.
Respiró profundamente y ___________ vio el dolor en sus ojos. Ese hombre no era un cobarde, pero había sido profundamente herido. Eso era obvio, en su voz y en su cara, e incluso en sus movimientos. Normalmente se cruzaba de brazos sobre el pecho, como si quisiera protegerse el corazón.
Pero ___________ sabía que no era una armadura eficaz. Por desgracia, no había modo de proteger el alma de las flechas más crueles de la vida. Recordó a Tim y cómo se sintió ella el primer año después de su muerte. Sí, ella sabía lo que era tener el corazón destrozado cuando menos se esperaba. Una herida así tardaba mucho en curarse, si alguna vez se curaba.
—Yo estuve casada una vez —dijo __________—. Y también perdí a mi marido. He sentido algo de lo que está pasando usted, y sé que son momentos duros.
—Sí, es cierto. Pero eso no disculpa el modo en que actué en lo referente a la cabra —miró al suelo—. No sé por qué dije aquello y…
Se calló, y __________ pudo ver la profundidad de su culpa en su atractivo rostro. ¿Quién habría imaginado que un rostro que parecía tan fuerte podría reflejar tantas dudas?
—Tenía miedo por Katie porque realmente creí que esa cabra no era sana. No quería que perdiera algo que amaba… no tan pronto después de… Bueno, sé que me pasé, pero la pobrecita ya ha perdido demasiado.
—Lo entiendo —___________ se quedó quieta, pensando si debería decir lo que tenía en mente.
Se arriesgaría a enfadarlo de nuevo, pero sentía que debía ser honesta con él.
—Señor Jonas —dijo—. No presumo de saber todo lo que siente. Pero si exageró, creo que sólo es porque ama mucho a su hija.
—Eso es cierto. Y la muerte de su madre fue muy dura para ella.
___________ asintió.
—Sé que tiene miedo de que sufra otra pérdida, y que no quiere que ame y pueda volver a perder al ser amado.
—Eso es cierto. Los seres vivos son tan… tan frágiles.
—Lo sé. Créame, en mi trabajo es algo que sé demasiado bien. Pero Katie no puede cerrar su corazón, ni siquiera para protegerlo. Tiene demasiado amor que dar. Y usted también.
Él no dijo nada. Sólo se quedó mirando al suelo.
____________ continuó.
—Amar a un ser humano es arriesgarse a salir herido, porque todos morimos, antes o después. Pero hay algo peor que perder a alguien que se ama, y es no tener a nadie a quien amar.
___________ vio que sus palabras le habían afectado, porque él siguió mirándose los pies.
—Sé que tiene miedo de sentir su amor por Katie —se atrevió a continuar—. Hay muchos modos de perder a alguien… aparte de la muerte. Podemos perder a alguien que amamos, aunque lo veamos a diario… si dejamos que el miedo se interponga.
Joseph se aclaró la garganta y asintió brevemente.
—Sí. Por supuesto, tiene razón, doctora Barclay. Pero tengo que irme. Katie necesita ayuda para subir a Rosie al remolque.
Y antes de que ____________ pudiera replicar, él se marchó.
—Muy bien, ____________ —murmuró—. Eres una bocazas. Quizás en el futuro sería mejor que sólo conversaras con las criaturas peludas que no pueden hablar.
—Señor Jonas. Su hija necesita un ser humano al que amar. Quizás no estuviera tan obsesionada con la cabra si su padre pasara algo de tiempo con ella.
Se giró y fue a su camión.
—Y de paso —añadió mientras subía y cerraba la puerta—. Rosie no está sarnosa. ¡Ninguno de mis pacientes tiene la sarna, gracias!
—¡Y yo, doctora Barclay —gritó él—, no soy un excéntrico!
¡Oh, no! Alguien le había contado lo que ella dijo de él. ____________ sólo esperaba que no le hubieran contado el resto. Lo último que quería era que supiera que ella lo encontraba atractivo. Mataría a Betty Sue por eso.
Chirriando las ruedas, ____________ se marchó. Por el retrovisor, lo vio de pie en una nube de polvo… que ella había dejado, con la boca abierta.
Joseph cerró de golpe el cajón de su mesa, se pilló el dedo y soltó una palabrota. Al instante se hizo el silencio en la sala de exposiciones, deteniéndose la conversación entre su secretaria y un vendedor.
Un segundo después, la señora Abernathy se asomó a su despacho, con gesto preocupado.
—¿Te has vuelto a hacer daño, Joe? —preguntó con tono maternal.
—Estoy bien —replicó con excesiva suavidad—. Sólo me he aplastado el pulgar. Me fallaron dos tratos antes del mediodía. Mi sandwich estaba pastoso y chorreando mostaza. Y odio la mostaza. Y acabo de tener el placer de informar al señor Hulmán que no podemos encontrar las piezas que necesitamos para reparar los frenos en su Silver Ghost. Piensa demandarnos. Pero aparte de eso, estoy teniendo un día maravilloso. Gracias por preguntar.
En lugar de marcharse, ella entró al despacho y se sentó en un sillón. Se ajustó las gafas, se aclaró la garganta y se cruzó de manos en su regazo.
La señora Abernathy llevaba cinco años trabajando para Joseph. Ella siempre tomaba la iniciativa, dirigía y ganaba sus pequeñas disputas. Joseph se preguntaba a veces quién trabajaba para quién.
—De acuerdo, ¿qué te ocurre, Joe?
—¿Perdón?
—No me vengas con eso. Sabes exactamente de qué estoy hablando. Llevas todo el día comportándote como un oso arisco, hibernando aquí en tu cueva y gruñendo a todo el que se te acerca. No me sorprende que te fracasen los tratos, que te pilles el dedo y que enojes al señor Hillman.
Joseph la miró unos instantes.
—¿Y también fue mi culpa lo del sandwich?
Ella se encogió de hombros.
—Estás enviando toda esa negatividad al universo, y…
—Oh, dame un respiro. ¿Realmente crees que al gran cosmos le importa que yo grite a algunas personas? ¿Realmente crees que el hecho de que un tonto en el restaurante empapara mi sandwich de mostaza es un acto de castigo divino?
—¿Ves a qué me refiero? Vibraciones negativas. Estás irradiando hostilidad y…
—Estoy cansado. Y… a lo mejor enfermo. Estoy teniendo un mal día, eso es todo.
—Bueno, yo también estoy cansada y enferma de que seas tan gruñón. Y gracias a ti, todo e1 mundo en Le Concours d'Excellence está teniendo un mal día.
Su tono autoritario no dejaba mucho lugar a la discusión. Joseph la miró a modo de disculpa.
—De acuerdo. Queda anotado.
El rostro de la mujer se suavizó.
Gracias se echó hacia delante y apoyó los brazos en la mesa.
—Vamos, Joe, ¿qué ocurre?
La señora Abernathy era una estupenda persona. Durante la enfermedad de la esposa de Joseph y después, ella estuvo a su lado. Todos los días y algunas noches. Era realmente una buena amiga.
—Ayer me peleé con esa veterinaria de la que te hablé.
—¿La que se ocupó de la cabra? ¿La que llena de maravilla los vaqueros pero es algo difícil?
—Sí, ella.
¿Le había contado a la señora Abernathy lo de los vaqueros? Recordaba habérselo contado a uno de sus mecánicos. Quizás ella hubiera escuchado a escondidas. No sería la primera vez.
—¿Y qué pasó ayer?
—Dijo algunas cosas que no tenía derecho a decir, sobre Katie y sobre mí… y… y…
—¿Y?
—Y que no paso suficiente tiempo con ella.
Por una vez, la señora Abernathy no se comprometió con una respuesta. Michael no supo cómo interpretarlo. Normalmente, era clara y directa con sus opiniones.
—Dijo que Katie está obsesionada con esa cabra porque necesita un ser vivo al que amar. ¿Puedes creerlo? Ella cree que la vida de mi hija está tan vacía que tiene que buscar afecto en una cabra enclenque.
—¿Y qué piensas tú, Joe? —preguntó la señora Abernathy suavemente.
—Creo que esa veterinaria tiene la boca demasiado grande —replicó él sin pensar.
La señora Abernathy no dijo nada, y su silencio fue bastante expresivo.
—Y sus palabras me están preocupando —añadió Joseph con gran dificultad—, porque me temo… me temo… que tiene razón.
La señora Abernathy le dio un apretón en la mano.
—Sé que tienes miedo, Joe. Sé por lo que has pasado para sentirse así. Y sé lo mucho que quieres a Katie. En tu interior hay una batalla entre el miedo y el amor. Estoy segura de que el amor por tu hijita ganará al fin.
Joseph se sintió agradecido de que ella tuviera la delicadeza de levantarse y marcharse. No quería que viera las lágrimas en sus ojos.
—Abby —le dijo—. Espero que tengas razón. Gracias.
—De nada —sonrió—. Y no salgas hasta que estés de mejor humor.
Joseph asintió.
Una vez solo, se quedó mirando la foto de su preciosa hija en el marco de plata sobre su mesa. Joseph dejó que las emociones resurgieran, el miedo, la culpa, el amor. Ella se parecía muchísimo a su madre. Mucho. Extendió la mano y con un dedo acarició la suave línea de su mejilla.
—Oh, Katie —susurró—. Te necesito, cielo.
Pero en cuanto murmuró las palabras, la ansiedad se apoderó de él, creciendo hasta que sintió que le ahogaba.
Necesitaba a Katie. Ése era el problema. Después de perder a su mujer, Joseph tenía miedo. La necesitaba demasiado. Por eso tenía que proteger su corazón. Joseph Jonas conocía bien sus propias limitaciones. Y sabía que no podría soportar amar y perder de ese modo otra vez… nunca jamás.
El otoño llegó en su acostumbrado estilo californiano. Exceptuando los vientos secos de Santa Ana y el calendario en la pared, __________ no notaba que fuera otoño. Septiembre y navidad eran los únicos momentos del año en que __________ desearía vivir en otra parte que no fuera el sur de California. En septiembre deseaba tener un otoño como el de Nueva Inglaterra, con el olor de hojas quemadas llenando el aire.
Y en navidad quería ver las decoraciones navideñas de la Quinta Avenida en Nueva York y patinar bajo el árbol gigante del Rockefeller Center.
Pero la mayoría del tiempo, estaba muy contenta con su destino en la vida y su pintoresca ciudad de San Carlos. Era su hogar.
Una tradición de la comunidad de la que ___________ disfrutaba especialmente era la feria local. Como veterinaria, siempre le pedían que hiciera de juez en las exhibiciones de perros, gatos y conejos y entregar los lazos azules.
Llegó a la feria muy temprano el sábado por la mañana y se quedó en el centro del ajetreo y la actividad, empapándose del ambiente especial. Ovejas, vacas, cerdos y cabras protestaban con gruñidos y balidos mientras los niños los conducían a sus corrales. Las mujeres corrían de tienda en tienda, llevando flores, pasteles y tartas y bordados de todo tipo, y muchas con lazos de distinción.
Los hombres también mostraban sus trabajos de carpintería y cuero, trenes en miniatura y verduras caseras de enormes proporciones.
__________ vio docenas de rostros familiares y no dejaba de saludar a todo el que se encontraba. En una ciudad tan pequeña como San Carlos, casi todos se conocían.
Justo cuando se estaba acercando a la zona de la ganadería, vio un rostro especialmente querido. Katie Jonas estaba tirando de una brida blanca. Al otro extremo, había una Rosie transformada. La pequeña cabrita estaba adornada con lacitos rosas, campanitas plateadas y más lazos azules en su cola y alrededor del cuello. La cabra se estaba comportando bastante bien mientras se pavoneaba orgullosa detrás de su dueña.
Pero lo más sorprendente de todo era que Joseph Jonas caminaba junto a su hija y su animalito y parecía casi tan orgulloso como ellas.
Iba sonriente y parecía más relajado y en paz con sí mismo de lo que ___________ le había visto hasta el momento.
—¡Eh, doctora ____________! ¡Estamos aquí! —gritó Katie saltando y saludándola entusiasmada con los brazos. Se volvió a su padre—. ¡Mira, papá! ¡Es la doctora ____________!
—Cierto —Joseph le dirigió a ____________ una sonrisa deslumbrante—. ¿Cómo está hoy, doctora?
—Oh… bien, gracias —replicó ___________, sintiéndose de repente tímida e incómoda.
—¡Mira lo que hemos ganado! —gritó Katie levantando un brillante lazo rojo y agitándolo—. ¡Rosie quedó en segundo lugar!
—¡Un lazo rojo! Estupendo, Katie —___________ se agachó y acarició la cabeza de la cabra—. Te lo merecías. ¡Rosie está preciosa hoy! Hiciste un estupendo trabajo arreglándola.
—Papá me ayudó —Katie sonrió a su padre—. No se quedaba quieta cuando la estaba bañando. Así que él me ayudó a sujetarla. Al final nosotros terminamos con más jabón y agua que ella. Fue muy divertido.
__________ miró a Joseph y sus ojos se encontraron sobre lo alto de la cabeza de Katie.
Durante un momento, él pareció avergonzado, y luego se encogió de hombros.
—Un lazo rojo no está nada mal para una cabra sarnosa, ¿eh? —dijo sonriendo con una sonrisa tonta.
—Nada mal —replicó __________.
Joseph miró a Katie y le dio unas palmaditas en el hombro.
—¿Por qué no seguís Rosie y tú sin mí? Quiero hablar un momento con la doctora Barclay.
Katie miró de su padre a ___________ y a su padre de nuevo. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios.
—Claro, papá. No hay problema.
En cuanto Katie y Rosie se marcharon, Joseph pareció incluso más nervioso que antes.
—Yo… bueno —se aclaró la garganta.
Ella se acercó más.
—¿Sí, señor Jonas?
—Quería darle las gracias por lo que dijo el otro día —dijo apresurado, como con miedo a perder el valor—. No me importa decírselo, pero me enfurecí con usted al principio. Pero luego lo estuve pensando y decidí que tenía razón. He estado descuidando a Katie.
Respiró profundamente y ___________ vio el dolor en sus ojos. Ese hombre no era un cobarde, pero había sido profundamente herido. Eso era obvio, en su voz y en su cara, e incluso en sus movimientos. Normalmente se cruzaba de brazos sobre el pecho, como si quisiera protegerse el corazón.
Pero ___________ sabía que no era una armadura eficaz. Por desgracia, no había modo de proteger el alma de las flechas más crueles de la vida. Recordó a Tim y cómo se sintió ella el primer año después de su muerte. Sí, ella sabía lo que era tener el corazón destrozado cuando menos se esperaba. Una herida así tardaba mucho en curarse, si alguna vez se curaba.
—Yo estuve casada una vez —dijo __________—. Y también perdí a mi marido. He sentido algo de lo que está pasando usted, y sé que son momentos duros.
—Sí, es cierto. Pero eso no disculpa el modo en que actué en lo referente a la cabra —miró al suelo—. No sé por qué dije aquello y…
Se calló, y __________ pudo ver la profundidad de su culpa en su atractivo rostro. ¿Quién habría imaginado que un rostro que parecía tan fuerte podría reflejar tantas dudas?
—Tenía miedo por Katie porque realmente creí que esa cabra no era sana. No quería que perdiera algo que amaba… no tan pronto después de… Bueno, sé que me pasé, pero la pobrecita ya ha perdido demasiado.
—Lo entiendo —___________ se quedó quieta, pensando si debería decir lo que tenía en mente.
Se arriesgaría a enfadarlo de nuevo, pero sentía que debía ser honesta con él.
—Señor Jonas —dijo—. No presumo de saber todo lo que siente. Pero si exageró, creo que sólo es porque ama mucho a su hija.
—Eso es cierto. Y la muerte de su madre fue muy dura para ella.
___________ asintió.
—Sé que tiene miedo de que sufra otra pérdida, y que no quiere que ame y pueda volver a perder al ser amado.
—Eso es cierto. Los seres vivos son tan… tan frágiles.
—Lo sé. Créame, en mi trabajo es algo que sé demasiado bien. Pero Katie no puede cerrar su corazón, ni siquiera para protegerlo. Tiene demasiado amor que dar. Y usted también.
Él no dijo nada. Sólo se quedó mirando al suelo.
____________ continuó.
—Amar a un ser humano es arriesgarse a salir herido, porque todos morimos, antes o después. Pero hay algo peor que perder a alguien que se ama, y es no tener a nadie a quien amar.
___________ vio que sus palabras le habían afectado, porque él siguió mirándose los pies.
—Sé que tiene miedo de sentir su amor por Katie —se atrevió a continuar—. Hay muchos modos de perder a alguien… aparte de la muerte. Podemos perder a alguien que amamos, aunque lo veamos a diario… si dejamos que el miedo se interponga.
Joseph se aclaró la garganta y asintió brevemente.
—Sí. Por supuesto, tiene razón, doctora Barclay. Pero tengo que irme. Katie necesita ayuda para subir a Rosie al remolque.
Y antes de que ____________ pudiera replicar, él se marchó.
—Muy bien, ____________ —murmuró—. Eres una bocazas. Quizás en el futuro sería mejor que sólo conversaras con las criaturas peludas que no pueden hablar.
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
SuzzeyMVy escribió:siguela porfa me encantan todas tu noves adaptaciones lo que sea
y perdon por ser fantasma :(
Holaaaa!! Bienvenida, te lo perdono porque te has tomado la molestia de comentar.
Muchisimas gracias. Un besote enoooorme!
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
GRAX POR EL CAPI!!!!!!!!!!!
Sigue con la nove!!!!!!!!!!!!!
Sigue con la nove!!!!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
haha
—Muy bien, ____________ —murmuró—. Eres una bocazas. Quizás en el futuro sería mejor que sólo conversaras con las criaturas peludas que no pueden hablar.
me encanto esa parte
me encanta la nove
tenes que seguirla
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! :D
—Muy bien, ____________ —murmuró—. Eres una bocazas. Quizás en el futuro sería mejor que sólo conversaras con las criaturas peludas que no pueden hablar.
me encanto esa parte
me encanta la nove
tenes que seguirla
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! :D
maru!!
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
mee encantoo el cap :) ya joe no es tan odiosos :) siiguela porfaaaaaaaaa
andreita
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
aaaaaw !!! amooo tu NOVE (: :love: :love: :love: tienes que seguirla :lol!: :lol!: :lol!:
por lo menos esta vez joe no fue tan "gruñon"
:face: :face:
:lol!: :lol!: :grupo:
por lo menos esta vez joe no fue tan "gruñon"
:face: :face:
:lol!: :lol!: :grupo:
alejonatica14
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
Yo le hablo a mi perra como si me entendiera!! :suspect: jajaja hasta le cuento mis cosas y le hago cosquillas en la panza :risa:
Ya quiero q esto avenze un poco mas :¬w¬:
siguela!!!!!!!!!
Ya quiero q esto avenze un poco mas :¬w¬:
siguela!!!!!!!!!
jb_fanvanu
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
Andry escribió:OMG!
me encanta*.*
Siiguelaa-
Bievenida Andry, también eres española? :D
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
jb_fanvanu escribió:Yo le hablo a mi perra como si me entendiera!! :suspect: jajaja hasta le cuento mis cosas y le hago cosquillas en la panza :risa:
Ya quiero q esto avenze un poco mas :¬w¬:
siguela!!!!!!!!!
No eres la única, yo tambien le halo a la mía y creeme que ella me entiende porque cuando le digo: Mira a Nick Jonas, ella mira el poster y se sube a la cama para mirarlo de cerca.
Incluso cuando Nick canta "Introducing Me" en CR2 se queda mirando para la televisión y creeme que nunca ha hecho eso.
Los Jonas también tienen efecto en los animalitos
ForJoeJonas
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Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.