El mulatero

por **Missy :)** Jue 16 Mayo 2013, 5:53 pm

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• Titulo: El mulatero
• Autor: Missy
• Adaptación: No
• Género: Generales
• Contenido: -
• Advertencias: -
• Otras páginas: -

"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo."
José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote

El sol matinal, como desperezándose luego de su descanso nocturno, comenzaba
lentamente a castigar sin piedad los pedregosos caminos serranos en aquel
semidesértico paraje de la andaluza provincia de Almería.
Ajena al calor, que se insinuaba agobiante, y al polvo, omnipresente en aquellos
caminos durante la seca, una vieja mula seguía la senda tantas veces recorrida. La
noble bestia balanceaba su cuerpo mientras mantenía su paso cansino, pero firme a la
vez. Parecía saber que había que atravesar la sierra y llegar a destino antes del
mediodía para que no se estropeara la pesada y valiosa carga que llevaba.

A poca distancia, "Pepillo", un mozalbete muy entusiasta de 13 años, seguía al
animal. Era la primera vez que lo enviaban solo a cumplir una misión tan importante y
eso quería decir que ya era grande y que podía asumir aquella responsabilidad.
Además del orgullo que esto le producía, se sentía a sus anchas, andando sin que
ningún mayor le estuviera dando órdenes todo el tiempo o corrigiéndole en cada cosa
que hacía.

Había salido bien temprano de su casa, cuando apenas despuntaba el alba y llevaba
ya un par de horas de viaje. Jovencito vivaz y en pleno crecimiento, no tardó en notar
dos cosas que seguramente no estaban todavía en sus planes: su estómago daba las
primeras señales de que debía recibir algún alimento, al tiempo que comenzaban a
bullir en su cabeza los primeros signos de aburrimiento por la larga travesía.

Por fortuna estaba bien pertrechado para la ocasión, pues su madre lo había provisto
con una buena cantidad de agua fresca de manantial y un viejo morral repleto de
deliciosas pasas de higo. Tomó alegremente una y la degustó con satisfacción. Luego
fue otra y otra más, las que fueron devoradas con fruición, calmando su apetito
mientras lo entretenían y lo sacaban momentáneamente del tedio.

Pronto el estómago estuvo satisfecho y su naturaleza, todavía infantil, le jugó
entonces una mala pasada. Como disponía de una buena provisión, se puso exigente
y miró con desconfianza la pasa que acababa de sacar del morral; la analizó con
cuidado y como si fuera un experto en la materia, dijo que estaba algo echada a
perder, por lo decidió deshacerse de ella.
Fue la ocasión propicia para combatir el aburrimiento. Observó con picardía las ancas
de la mula y le lanzó la pasa con la intención de acertarle en el "upite", tal como
suelen llamarle en algunas zonas de España a aquella parte del cuerpo. Muy divertido
con su ocurrencia, repitió una y otra vez la maniobra jactándose de su puntería, hasta
que muy pronto, casi sin darse cuenta y sin que esto le preocupara, había agotado la
provisión de alimento que llevaba.

Tal como le habían ordenado, arribó a su destino muy poco antes del mediodía y
entregó la carga. Cumplido su deber, se apresuró a emprender el regreso sabedor de que debía llegar antes del atardecer, hora en que el intenso calor del día daba paso
muy rápidamente al temible frío de la noche.

No había recorrido un trecho muy largo, cuando su estómago le reclamó nuevamente
que se ocupara de él. Buscó prontamente en el morral, solo para corroborar con pena
que lo que en la mañana parecía sobrar, era en realidad la reserva para la tarde.
Desalentado, apuró el paso implorando que le dieran las fuerzas para soportar el largo
camino que tenía por delante sin desfallecer de hambre. A pesar de sus ruegos,
pagaba el precio de su imprudencia; su apetito –de por si voraz a esa edad- era
acicateado implacablemente por el agotamiento natural del esfuerzo realizado.

Cuando parecía que la desesperación iba a hacer presa de él, recibió la ayuda que
tanto pedía; sus ojos resplandecieron de alegría al encontrarse con la última de las
pasas de higo que tan despreocupadamente había tirado en el camino de ida.
Rápidamente la recogió dispuesto a devorarla de inmediato, pero recordó enseguida el
destino que la misma había tenido antes de caer al piso y una sensación de
repugnancia lo invadió.

Singular fue la lucha que tuvo lugar en su interior; una curiosa asociación entre el
orgullo y la dignidad le impedía comer aquella pasa, mientras la necesidad lo impelía a
ingerir cualquier alimento de inmediato.
Como era de esperar en esas circunstancias, la balanza se inclinó hacia el lado de la
necesidad, pero el otro bando exigió una mínima reparación.
Pepillo era muy listo y rápidamente encontró una salida que consideró digna de un
joven cabal como lo era él: examinó con su vista la pasa, agregó un segundo sentido
que consideró más eficaz para el caso, luego de lo cual, con el gesto serio de quien
está convencido, dijo en voz alta: Esta... ¡esta no le pegó!

Sin más trámite, le quitó un poco del polvo que la cubría y la engulló. Continuó luego
su marcha, presuroso, recogiendo una a una las pasas del camino, repitiendo el
mismo procedimiento, sin dejar de comer una sola de las que encontró.

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Este es mi segundo one-shot. ¡Espero que es guste!

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