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Juegos familiares
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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Juegos familiares
-------------------------------------------------------------------------------
• Titulo: Juegos familiares
• Autor: Missy
• Adaptación: No
• Género: Comedia
• Contenido: -
• Advertencias: -
• Otras páginas: -
Un gran número de personas llenaba el amplio salón de la antigua casona. Era sábado y la familia se había reunido en lo de la “Gran Mamá” para jugar a la tradicional Lotería de cartones. Abuelos, padres, hijos, nietos, tíos, sobrinos, primos, conformaban un grupo heterogéneo que ocupaba los diversos lugares alrededor de las grandes mesas dispuestas para la ocasión. Era sorprenderte el orden y la armonía que reinaba en aquel lugar, donde la férrea personalidad de la dueña de casa imponía una británica solemnidad en cualquier ocasión, aunque solo se tratara de un juego.
La Lotería estaba reservada para los mayores porque se jugaba por dinero, y aunque las sumas fueran insignificantes, no era correcto que los niños participaran. Las reglas eran estrictas y no había nada que se pudiera discutir. Pese a ello, un niño de 10 años se ilusionaba con la posibilidad de que aquella tarde se hiciera una excepción con él. Al parecer uno de sus tíos había convencido a la “Gran Mamá” de que lo dejara “cantar” al menos en una de las jugadas, bajo la estricta condición de que se mantuviera apartado de las mesas, de los cartones y del “pozo” con las moneditas apostadas.
Ese tío era un verdadero pícaro, conocido por un apodo que preferimos no citar aquí; sabía que su sobrino era un chico muy listo y conocía muy bien sus aptitudes, ya que él mismo le había enseñado a ser rápido con los números jugando a la “Escoba de 15”. Junto a otros tres grandulones, que eran a la vez primos y compinches en todo tipo de correrías, habían pergeñado una tramoya. Aprovechando una pausa para tomar el té, apartaron cinco bolillas con las que completarían una línea de sus cartones y formarían la lotería. Cuando la ocasión fuera propicia, el tío se las entregaría a su sobrino y lo instruiría sobre cómo proceder, sabedor de que este aceptaría por el aprecio que ambos se tenían y por la debida obediencia a un familiar mayor.
La intención no era ganar dinero ya que, como se dijo, se jugaba muy poco. El verdadero objetivo era divertirse y en particular, a costa del seguro enojo que provocarían en una vieja tía de carácter muy especial y competitivo. Esta tía era todo un personaje que tenía bien ganada su fama de “ventajera”. Bastaba recordar su supuesta frugalidad en lo referente a la comida, cuando se hacía la colecta para los clásicos asados de campo en familia; frugalidad que le daba la excusa perfecta para poner menos dinero y que desaparecía como por encanto a la hora de servirse de las grandes y rebosantes bandejas.
Volvamos ahora al niño y a su ilusión, ajena a la picardía, la malicia y las bajezas de los mayores. Había llegado el momento que esperaba con tanta ansiedad; ¡iba a participar en el juego de los grandes! Su abuela le había entregado con cierta solemnidad, la bolsa de tela que contenía las bolillas y se preparaba para cumplir su misión.
Cuando estaba por comenzar, se le acercó el tío con el pretexto de darle algunos consejos para el buen desempeño de su función. En realidad, lo que hizo fue darle disimuladamente las cinco bolillas que había separado del resto y explicarle lo que debía hacer. El niño escuchó atentamente las instrucciones y asintió con un gesto, al comprender que nadie debía darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
El plan parecía simple para el niño, pues consistía en cantar las bolillas que le habían dado, poniendo especial cuidado en simular que las sacaba a ciegas de la bolsa, pero en realidad no era tan sencillo. El tío y sus cómplices sabían que los demás no eran tontos -en particular la vieja tía de la que hablamos- y que se iban a dar cuenta de la maniobra si no tomaban alguna precaución. Para ello, le indicó al niño que siguiera el siguiente procedimiento: debía cantar primero cuatro de las cinco bolillas y luego tenía que sacar una cualquiera al azar y cantarla; recién entonces cantaría la quinta bolilla que había reservado. Si cumplía bien con lo que se le había indicado, todo saldría perfecto y él sería felicitado por su buen desempeño.
Como dijimos, era un chico muy listo y desde el principio no le fue ajeno que se trataba de algo tramposo. Era también un chico muy bien educado y la contradicción entre sus valores le generaba una extraña sensación. Por un lado sabía que no se debía hacer trampa, que era algo que estaba mal, pero por otro lado también sabía que siempre debía cumplir las disposiciones de sus mayores. Además, él quería mucho a su tío, no deseaba arruinarle sus planes y, quizá lo más importante, era un niño que quería aprovechar la oportunidad que se le daba. No sin esfuerzo, dejó de lado sus cavilaciones y se concentró en la tarea que tenía por delante. Sabía que podía hacer bien lo que le había pedido su tío y lo iba a hacer bien.
Todo comenzó con normalidad y a nadie le extrañó que, ya en la segunda bolilla, se escuchara cantar “ambo” desde varios lugares, pues los complotados habían tenido la precaución de sentarse separados. Las sospechas de la vieja tía comenzaron cuando varias voces cantaron “terno” y “cuaterno” con las siguientes dos bolillas. Miraba hacía todos lados con un brillo especial en su mirada, propio del pillo que está acostumbrado a hacerlas y su mayor temor, consiste en que alguien más listo se la haga a él. Ayudada por sus “impertinentes”, buscaba a los que ya calculaba que estarían atrás de la maniobra, mientras estos simulaban su inocencia y a duras penas podían contener la risa.
Solo faltaba el gran final; el niño se dispuso a cumplir con lo que le habían indicado y sacó de la bolsa una bolilla al azar. Cantó el número y, para sorpresa general, se escuchó la voz de un hombre, novio de una de las tías, que con cierta vergüenza pronunció el clásico “basta para mí”.
Había sucedido algo que parecería imposible, a poco que se calculen las probabilidades de que algo así ocurra. Alguien totalmente ajeno a la tramoya tenía en su cartón una línea en la que estaban precisamente los números de las cuatro primeras bolillas que el niño había cantado; pero, más extraordinario aún, fue que había completado la lotería exactamente con la bolilla que este había sacado al azar ¡de entre las noventa y cinco que había dentro de la bolsa!
Pasada la sorpresa inicial, los cuatro pícaros estallaron en carcajadas. La jugada había salido mal, pero igual disfrutaban de lo extraordinario que acababa de ocurrir. La vieja tía miraba con desconfianza a través de sus impertinentes mientras repetía con acritud: “acá pasa algo raro…; si, sin duda de que pasa algo raro”.
Al principio el niño no se percató de lo que había ocurrido; sintió un ligero temor al pensar que había hecho algo mal. Pero pronto comprendió y no se preocupó en evaluar la complejidad matemática de lo sucedido. Si lo hubieran observado con atención, habrían notado el brillo especial de sus ojos y la tímida sonrisa que apenas lograba disimular la íntima satisfacción de que la trampa en la que había aceptado participar, no hubiese prosperado.
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¡¡Hola!!
Bueno, este es mi primer One Shot, espero que les guste :)
• Titulo: Juegos familiares
• Autor: Missy
• Adaptación: No
• Género: Comedia
• Contenido: -
• Advertencias: -
• Otras páginas: -
Un gran número de personas llenaba el amplio salón de la antigua casona. Era sábado y la familia se había reunido en lo de la “Gran Mamá” para jugar a la tradicional Lotería de cartones. Abuelos, padres, hijos, nietos, tíos, sobrinos, primos, conformaban un grupo heterogéneo que ocupaba los diversos lugares alrededor de las grandes mesas dispuestas para la ocasión. Era sorprenderte el orden y la armonía que reinaba en aquel lugar, donde la férrea personalidad de la dueña de casa imponía una británica solemnidad en cualquier ocasión, aunque solo se tratara de un juego.
La Lotería estaba reservada para los mayores porque se jugaba por dinero, y aunque las sumas fueran insignificantes, no era correcto que los niños participaran. Las reglas eran estrictas y no había nada que se pudiera discutir. Pese a ello, un niño de 10 años se ilusionaba con la posibilidad de que aquella tarde se hiciera una excepción con él. Al parecer uno de sus tíos había convencido a la “Gran Mamá” de que lo dejara “cantar” al menos en una de las jugadas, bajo la estricta condición de que se mantuviera apartado de las mesas, de los cartones y del “pozo” con las moneditas apostadas.
Ese tío era un verdadero pícaro, conocido por un apodo que preferimos no citar aquí; sabía que su sobrino era un chico muy listo y conocía muy bien sus aptitudes, ya que él mismo le había enseñado a ser rápido con los números jugando a la “Escoba de 15”. Junto a otros tres grandulones, que eran a la vez primos y compinches en todo tipo de correrías, habían pergeñado una tramoya. Aprovechando una pausa para tomar el té, apartaron cinco bolillas con las que completarían una línea de sus cartones y formarían la lotería. Cuando la ocasión fuera propicia, el tío se las entregaría a su sobrino y lo instruiría sobre cómo proceder, sabedor de que este aceptaría por el aprecio que ambos se tenían y por la debida obediencia a un familiar mayor.
La intención no era ganar dinero ya que, como se dijo, se jugaba muy poco. El verdadero objetivo era divertirse y en particular, a costa del seguro enojo que provocarían en una vieja tía de carácter muy especial y competitivo. Esta tía era todo un personaje que tenía bien ganada su fama de “ventajera”. Bastaba recordar su supuesta frugalidad en lo referente a la comida, cuando se hacía la colecta para los clásicos asados de campo en familia; frugalidad que le daba la excusa perfecta para poner menos dinero y que desaparecía como por encanto a la hora de servirse de las grandes y rebosantes bandejas.
Volvamos ahora al niño y a su ilusión, ajena a la picardía, la malicia y las bajezas de los mayores. Había llegado el momento que esperaba con tanta ansiedad; ¡iba a participar en el juego de los grandes! Su abuela le había entregado con cierta solemnidad, la bolsa de tela que contenía las bolillas y se preparaba para cumplir su misión.
Cuando estaba por comenzar, se le acercó el tío con el pretexto de darle algunos consejos para el buen desempeño de su función. En realidad, lo que hizo fue darle disimuladamente las cinco bolillas que había separado del resto y explicarle lo que debía hacer. El niño escuchó atentamente las instrucciones y asintió con un gesto, al comprender que nadie debía darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
El plan parecía simple para el niño, pues consistía en cantar las bolillas que le habían dado, poniendo especial cuidado en simular que las sacaba a ciegas de la bolsa, pero en realidad no era tan sencillo. El tío y sus cómplices sabían que los demás no eran tontos -en particular la vieja tía de la que hablamos- y que se iban a dar cuenta de la maniobra si no tomaban alguna precaución. Para ello, le indicó al niño que siguiera el siguiente procedimiento: debía cantar primero cuatro de las cinco bolillas y luego tenía que sacar una cualquiera al azar y cantarla; recién entonces cantaría la quinta bolilla que había reservado. Si cumplía bien con lo que se le había indicado, todo saldría perfecto y él sería felicitado por su buen desempeño.
Como dijimos, era un chico muy listo y desde el principio no le fue ajeno que se trataba de algo tramposo. Era también un chico muy bien educado y la contradicción entre sus valores le generaba una extraña sensación. Por un lado sabía que no se debía hacer trampa, que era algo que estaba mal, pero por otro lado también sabía que siempre debía cumplir las disposiciones de sus mayores. Además, él quería mucho a su tío, no deseaba arruinarle sus planes y, quizá lo más importante, era un niño que quería aprovechar la oportunidad que se le daba. No sin esfuerzo, dejó de lado sus cavilaciones y se concentró en la tarea que tenía por delante. Sabía que podía hacer bien lo que le había pedido su tío y lo iba a hacer bien.
Todo comenzó con normalidad y a nadie le extrañó que, ya en la segunda bolilla, se escuchara cantar “ambo” desde varios lugares, pues los complotados habían tenido la precaución de sentarse separados. Las sospechas de la vieja tía comenzaron cuando varias voces cantaron “terno” y “cuaterno” con las siguientes dos bolillas. Miraba hacía todos lados con un brillo especial en su mirada, propio del pillo que está acostumbrado a hacerlas y su mayor temor, consiste en que alguien más listo se la haga a él. Ayudada por sus “impertinentes”, buscaba a los que ya calculaba que estarían atrás de la maniobra, mientras estos simulaban su inocencia y a duras penas podían contener la risa.
Solo faltaba el gran final; el niño se dispuso a cumplir con lo que le habían indicado y sacó de la bolsa una bolilla al azar. Cantó el número y, para sorpresa general, se escuchó la voz de un hombre, novio de una de las tías, que con cierta vergüenza pronunció el clásico “basta para mí”.
Había sucedido algo que parecería imposible, a poco que se calculen las probabilidades de que algo así ocurra. Alguien totalmente ajeno a la tramoya tenía en su cartón una línea en la que estaban precisamente los números de las cuatro primeras bolillas que el niño había cantado; pero, más extraordinario aún, fue que había completado la lotería exactamente con la bolilla que este había sacado al azar ¡de entre las noventa y cinco que había dentro de la bolsa!
Pasada la sorpresa inicial, los cuatro pícaros estallaron en carcajadas. La jugada había salido mal, pero igual disfrutaban de lo extraordinario que acababa de ocurrir. La vieja tía miraba con desconfianza a través de sus impertinentes mientras repetía con acritud: “acá pasa algo raro…; si, sin duda de que pasa algo raro”.
Al principio el niño no se percató de lo que había ocurrido; sintió un ligero temor al pensar que había hecho algo mal. Pero pronto comprendió y no se preocupó en evaluar la complejidad matemática de lo sucedido. Si lo hubieran observado con atención, habrían notado el brillo especial de sus ojos y la tímida sonrisa que apenas lograba disimular la íntima satisfacción de que la trampa en la que había aceptado participar, no hubiese prosperado.
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¡¡Hola!!
Bueno, este es mi primer One Shot, espero que les guste :)
Última edición por Missy :) el Jue 16 Mayo 2013, 5:55 pm, editado 3 veces
Missy :)
Re: Juegos familiares
¿Enserio? ¡¡Muchísimas gracias!! :DAvril Jonas Archuleta escribió:woow... hasta yo me sorprendí! me encantó, y escribes genial!
Missy :)
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