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The Fault in Our Stars «Harry Styles»
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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The Fault in Our Stars «Harry Styles»
Ficha de la serie
• Titulo: The Fault in Our Stars
• Autor: John Green
• Adaptación: Sí, del libro con el mismo nombre por el autor señalado anteriormente.
• Género: Drama, Romance.
• Contenido: nada que crea necesario decir.
• Advertencias: Hace un tiempo una chica acá la estaba publicando igual con Harry pero por razones que desconozco no la siguió (espero que esté bien, gracias a ella fue que descubrí el libro) pero si alguien más la está adaptando con confianza pueden decir y listo.
• Otras páginas: Probablemente, el libro ha tenido mucho exito.
The Fault in Our Stars
"Su mano era todavía su mano, aún estaba tibia y tenía las uñas pintadas con ese casi azul oscuro. Sujeté su mano y traté de imaginar un mundo sin nosotros y por un segundo fui suficiente buena persona como para esperar que ella muriera y de esa forma nunca tuviera que saber que yo iba a morir también, pero luego quise más tiempo para que pudiéramos enamorarnos. Conseguí mi deseo, supongo. Dejé mi huella.
No eliges si serás lastimado en este mundo, amigo. Pero sí decides quien te lastima. No me arrepiento de mis decisiones y espero que ella tampoco"
No eliges si serás lastimado en este mundo, amigo. Pero sí decides quien te lastima. No me arrepiento de mis decisiones y espero que ella tampoco"
______________________________________________________________________________________________
La cosa es que... debería estar subiendo capítulo en otra de mis novelas pero soy una inculta impulsiva y me dije: "¿Por qué no subis una adaptación de un libro?" y yo estaba "¿cual?" y mi memoria de pez dijo: "Ese que tanto te gustó y que lees a cada rato como la puta masoquista que eres" y yo : "aaah, dale pues" ¿Qué? Así funciono yo e_e Creo que dije en la presentación de mi galería que una de mis más grandes contradicciones esta en alguna de las novelas que subo ¿por qué? porque odio el romance y acá vuelvo con otra novela sobre romance -.-" Pero... este es mi libro favorito sobre todos, y aun que odie admitirlo, el único hasta ahora que me hace llorar cada vez que lo leo... así que... espero que les guste. ¿Algo más...? ¡Cierto! ¿debería presentarme, no? es que no acostumbro a ello pero ahí va: soy "DreamerVampire" ñeeee pueden decirme Angie. Tengo.... tres edades: una legal, la mental y la que aparento (la que todos creen que tengo) «18, 5, 15» en ese mismo orden pero ustedes ssshh.
Invitado
Invitado
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
Siiiiii AMO ESTE LIBROO SUBII PRIMERA FIEL LECTORA(:!
maletmalik01
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
maletmalik01 escribió:Siiiiii AMO ESTE LIBROO SUBII PRIMERA FIEL LECTORA(:!
¡Bienvenidaaa! Lo sé! es una historia hermosa <3 Ahora es tarde pero mañana en cuanto llegue subo ^^
Besos!
Invitado
Invitado
The Fault in Our Stars «Harry Styles»
Uno
A finales del invierno de mi decimoséptimo año de vida,mi madre llegó a la conclusión de que estaba deprimida,seguramente porque apenas salía de casa, pasaba mucho tiempo en la cama, leía el mismo libro una y otra vez, casi nunca comía y dedicaba buena parte de mi abundante tiempo libre a pensar en la muerte.
Cuando leemos un folleto sobre el cáncer, una página web o lo que sea, vemos que sistemáticamente incluyen la depresión entre los efectos colaterales del cáncer. Pero en realidad la depresión no es un efecto colateral del cáncer. La depresión es un efecto colateral de estar muriéndose. (El cáncer también es un efecto colateral de estar muriéndose. La verdad es que casi todo lo es.) Aunque mi madre creía que debía someterme a un tratamiento, así que me llevó a mi médico de cabecera, el doctor Jim, que estuvo de acuerdo en que estaba hundida en una depresión total y paralizante, que había que cambiarme la medicación y que además debía asistir todas las semanas a un grupo de apoyo.
El grupo de apoyo ponía en escena un elenco cambiante de personajes en diversos estadios de enfermedad tumoral. ¿Por qué el elenco era cambiante? Un efecto colateral de estar muriéndose.
El grupo de apoyo era de lo más deprimente, por supuesto. Se reunía cada miércoles en el sótano de una iglesia episcopal de piedra con forma de cruz. Nos sentábamos en corro justo en medio de la cruz, donde se habrían unido las dos tablas de madera, donde habría estado el corazón de Jesús.
Me di cuenta porque Patrick, el líder del grupo de apoyo y la única persona en la sala que tenía más de dieciocho años, hablaba sobre el corazón de Jesús en cada puñetera reunión, y decía que nosotros, como jóvenes supervivientes del cáncer, nos sentábamos justo en el sagrado corazón de Cristo, y todo ese rollo.
En el corazón de Dios las cosas funcionaban así: los seis, o siete, o diez chicos que formábamos el grupo entrábamos a pie o en silla de ruedas, echábamos mano a un decrépito surtido de galletas y limonada, nos sentábamos en el «círculo de la confianza» y escuchábamos a Patrick, que nos contaba por enésima vez la miserable y depresiva historia de su vida: que tuvo cáncer en los huevos y pensaban que se moriría,
pero no se murió, y ahora aquí está, todo un adulto en el sótano de una iglesia en la ciudad que ocupa el puesto 137 de la lista de las ciudades más bonitas de Estados Unidos, divorciado, adicto a los videojuegos, casi sin amigos, que a duras penas se gana la vida explotando su pasado cancerígeno, que intenta sacarse poco a poco un máster que no mejorará sus expectativas laborales y que espera, como todos nosotros, que caiga sobre él la espada de Damocles y le proporcione el alivio del que se libró hace muchos años, cuando el cáncer le invadió los cojones, pero le dejó lo que solo un alma muy generosa llamaría vida. ¡Y TAMBIÉN VOSOTROS PODÉIS TENER ESA GRAN SUERTE!
Luego nos presentábamos: nombre, edad, diagnóstico y cómo estábamos en ese momento. «Me llamo Hazel —dije cuando me llegó el turno—. Dieciséis años. Al principio tiroides, pero hace mucho hizo metástasis en los pulmones. Y estoy muy bien.»
Una vez concluido el círculo, Patrick siempre preguntaba si alguien quería compartir algo. Y entonces empezaban las pajas en grupo, y todo el mundo hablaba de pelear, luchar, vencer, retroceder y hacerse
escáneres. Para ser justa con Patrick, debo decir que también nos dejaba hablar de la muerte, aunque la mayoría de ellos no estaban muriéndose. La mayoría de ellos llegarían a adultos, como Patrick.
(Eso implica que había bastante competitividad, porque todo el mundo quería derrotar no solo el cáncer, sino también a las demás personas de la sala. Ya sé que es absurdo, pero es como cuando te dicen que tienes, pongamos por caso, un veinte por ciento de posibilidades de vivir cinco años. Entonces entran en juego las matemáticas y calculas que es una posibilidad de cada cinco… así que miras a tu alrededor y piensas lo que pensaría cualquier persona sana: «Tengo que durar más que cuatro de estos capullos».) Lo único positivo del grupo de apoyo era Louis, un chico de cara alargada, flacucho y con el pelo rubio y liso cayéndole sobre un ojo.
Y sus ojos eran el problema. Tenía un extraño y poco frecuente cáncer de ojos. De niño le habían extirpado un ojo, y ahora llevaba unas gafas de culo de botella que hacían que sus ojos parecieran inmensos
(los dos, el real y el de cristal), como si toda su cara se redujera a ese ojo falso y ese ojo verdadero, que te miraban fijamente. Por lo que pude entender en las raras ocasiones en que Isaac compartió sus
experiencias con el grupo, el cáncer se había reproducido y amenazaba de muerte al ojo que le quedaba.
Louis y yo nos comunicábamos casi exclusivamente con la mirada. Cada vez que alguien hablaba de dietas contra el cáncer, de esnifar aleta de tiburón molida o cosas por el estilo, me lanzaba una mirada. Yo movía ligeramente la cabeza y resoplaba a modo de respuesta.
El grupo de apoyo era un coñazo, y a las pocas semanas casi tenían que llevarme a rastras. De hecho, el miércoles que conocí a Harry Styles había hecho todo lo posible por librarme de él mientras veía con mi madre la tercera etapa de un maratón de doce horas de America’s Nex Top Model, un reality show de la temporada anterior, sobre chicas que quieren ser modelos, que tengo que admitir que ya había visto,
pero me daba igual.
Yo: Me niego a ir al grupo de apoyo.
Mi madre: Uno de los síntomas de la depresión es no tener interés en nada.
Yo: Déjame ver el reality, por favor. Es hacer algo.
Mi madre: Ver la televisión no es hacer algo.
Yo: Uf, mamá, por favor.
Mi madre: Hazel, eres una adolescente. Ya no eres una niña pequeña. Tienes que hacer amigos, salir de casa y vivir tu vida.
Yo: Si quieres que sea una adolescente, no me mandes al grupo de apoyo. Cómprame un DNI falso para que pueda ir a la disco, beber vodka y fumar porros.
Mi madre: Para empezar, tú no fumas porros.
Yo: Mira, eso lo sabría si me consiguieras un DNI falso.
Mi madre: Vas a ir al grupo de apoyo.
Yo: UFFFFFFFFFFFF.
Mi madre: Hazel, te mereces una vida.
Me callé, aunque no llegaba a entender qué tenía que ver ir al grupo de apoyo con la vida. Aun así, acepté ir después de negociar mi derecho a grabar los episodios del reality que iba a perderme.
Fui al grupo de apoyo por la misma razón por la que hacía tiempo había permitido que enfermeras que solo habían estudiado un año y medio para sacarse el título me envenenaran con productos químicos de nombres exóticos: quería que mis padres estuvieran contentos.
Solo hay una cosa en el mundo más jodida que tener cáncer a los dieciséis años, y es tener un hijo con cáncer.
Mi madre se paró en doble fila detrás de la iglesia a las 16.56. Fingí trastear un segundo con mi bombona de oxígeno solo para perder tiempo.
—¿Quieres que te la meta?
—No, está bien —contesté.
La bombona verde pesaba poco, y tenía un carrito de metal para arrastrarla. Me lanzaba dos litros de oxígeno por minuto a través de una cánula, un tubo transparente que se dividía en dos a la altura del cuello, me rodeaba las orejas y se introducía en mis fosas nasales. Necesitaba ese artilugio porque mis pulmones pasaban olímpicamente de ser pulmones.
—Te quiero —me dijo mi madre cuando salí del coche.
—Y yo a ti, mamá. Nos vemos a las seis.
—¡Haz amigos! —exclamó por la ventanilla mientras
me alejaba.
No quise tomar el ascensor porque en el grupo de apoyo coger el ascensor significa que estás en las últimas, así que bajé por la escalera. Cogí una galleta, me llené un vaso de plástico de limonada y me di la vuelta.
Un chico me miraba fijamente. Estaba segura de que no lo había visto antes. Como era alto y musculoso, la silla escolar de plástico en la que estaba sentado parecía de juguete. Tenía el pelo de color castaño con rizos. Parecía de mi edad, quizá un año más, y había pegado el culo al fondo de la silla, en una postura lamentable, con una mano medio metida en un bolsillo de sus vaqueros oscuros.
Miré hacia otro lado, porque de pronto fui consciente de que iba hecha una pena. Llevaba unos vaqueros viejos que alguna vez habían sido ajustados, pero que ahora me colgaban por todas partes, y una camiseta amarilla de un grupo de música que ya no me gustaba. En cuanto al pelo, lo llevaba cortado cubriendo mis orejas, y ni siquiera me había molestado en cepillarlo.
Además tenía los mofletes ridículamente inflados, como una ardilla, un efecto colateral del tratamiento. Parecía una persona de proporciones normales con un globo por cabeza. Eso por no hablar de los tobillos
hinchados. Pero le lancé una mirada rápida y vi que sus ojos seguían clavados en mí.
Me pregunté por qué la gente lo llamaba «contacto» visual.
Me dirigí al círculo y me senté al lado de Louis, a dos sillas de distancia del chico. Volví a echar un vistazo, y seguía mirándome.
Les digo una cosa: estaba buenísimo. Si un chico que no está bueno te mira de arriba abajo, en el mejor de los casos te sientes incómoda, y, en el peor, te sientes agredida. Pero un chico que está bueno… en fin.
Saqué el móvil y pulsé una tecla para ver la hora: las 16.59. El corro se completó con los infelices adolescentes de doce a dieciocho años, y entonces Patrick empezó la oración de la serenidad: «Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo cambiar y sabiduría para entender la diferencia». El chico seguía mirándome. Sentí que me ruborizaba. Al final decidí que la mejor estrategia era mirarlo yo a él. Al fin y al cabo, los chicos no tienen el monopolio de las miradas. Así que lo observé detenidamente mientras Patrick comentaba por enésima vez que era impotente, etcétera, y enseguida la cosa se convirtió en una competición de miradas. Al rato el chico sonrió y desvió por fin sus ojos azules. Cuando volvió a mirarme, alcé las cejas para darle a entender que yo había ganado.
Cuando leemos un folleto sobre el cáncer, una página web o lo que sea, vemos que sistemáticamente incluyen la depresión entre los efectos colaterales del cáncer. Pero en realidad la depresión no es un efecto colateral del cáncer. La depresión es un efecto colateral de estar muriéndose. (El cáncer también es un efecto colateral de estar muriéndose. La verdad es que casi todo lo es.) Aunque mi madre creía que debía someterme a un tratamiento, así que me llevó a mi médico de cabecera, el doctor Jim, que estuvo de acuerdo en que estaba hundida en una depresión total y paralizante, que había que cambiarme la medicación y que además debía asistir todas las semanas a un grupo de apoyo.
El grupo de apoyo ponía en escena un elenco cambiante de personajes en diversos estadios de enfermedad tumoral. ¿Por qué el elenco era cambiante? Un efecto colateral de estar muriéndose.
El grupo de apoyo era de lo más deprimente, por supuesto. Se reunía cada miércoles en el sótano de una iglesia episcopal de piedra con forma de cruz. Nos sentábamos en corro justo en medio de la cruz, donde se habrían unido las dos tablas de madera, donde habría estado el corazón de Jesús.
Me di cuenta porque Patrick, el líder del grupo de apoyo y la única persona en la sala que tenía más de dieciocho años, hablaba sobre el corazón de Jesús en cada puñetera reunión, y decía que nosotros, como jóvenes supervivientes del cáncer, nos sentábamos justo en el sagrado corazón de Cristo, y todo ese rollo.
En el corazón de Dios las cosas funcionaban así: los seis, o siete, o diez chicos que formábamos el grupo entrábamos a pie o en silla de ruedas, echábamos mano a un decrépito surtido de galletas y limonada, nos sentábamos en el «círculo de la confianza» y escuchábamos a Patrick, que nos contaba por enésima vez la miserable y depresiva historia de su vida: que tuvo cáncer en los huevos y pensaban que se moriría,
pero no se murió, y ahora aquí está, todo un adulto en el sótano de una iglesia en la ciudad que ocupa el puesto 137 de la lista de las ciudades más bonitas de Estados Unidos, divorciado, adicto a los videojuegos, casi sin amigos, que a duras penas se gana la vida explotando su pasado cancerígeno, que intenta sacarse poco a poco un máster que no mejorará sus expectativas laborales y que espera, como todos nosotros, que caiga sobre él la espada de Damocles y le proporcione el alivio del que se libró hace muchos años, cuando el cáncer le invadió los cojones, pero le dejó lo que solo un alma muy generosa llamaría vida. ¡Y TAMBIÉN VOSOTROS PODÉIS TENER ESA GRAN SUERTE!
Luego nos presentábamos: nombre, edad, diagnóstico y cómo estábamos en ese momento. «Me llamo Hazel —dije cuando me llegó el turno—. Dieciséis años. Al principio tiroides, pero hace mucho hizo metástasis en los pulmones. Y estoy muy bien.»
Una vez concluido el círculo, Patrick siempre preguntaba si alguien quería compartir algo. Y entonces empezaban las pajas en grupo, y todo el mundo hablaba de pelear, luchar, vencer, retroceder y hacerse
escáneres. Para ser justa con Patrick, debo decir que también nos dejaba hablar de la muerte, aunque la mayoría de ellos no estaban muriéndose. La mayoría de ellos llegarían a adultos, como Patrick.
(Eso implica que había bastante competitividad, porque todo el mundo quería derrotar no solo el cáncer, sino también a las demás personas de la sala. Ya sé que es absurdo, pero es como cuando te dicen que tienes, pongamos por caso, un veinte por ciento de posibilidades de vivir cinco años. Entonces entran en juego las matemáticas y calculas que es una posibilidad de cada cinco… así que miras a tu alrededor y piensas lo que pensaría cualquier persona sana: «Tengo que durar más que cuatro de estos capullos».) Lo único positivo del grupo de apoyo era Louis, un chico de cara alargada, flacucho y con el pelo rubio y liso cayéndole sobre un ojo.
Y sus ojos eran el problema. Tenía un extraño y poco frecuente cáncer de ojos. De niño le habían extirpado un ojo, y ahora llevaba unas gafas de culo de botella que hacían que sus ojos parecieran inmensos
(los dos, el real y el de cristal), como si toda su cara se redujera a ese ojo falso y ese ojo verdadero, que te miraban fijamente. Por lo que pude entender en las raras ocasiones en que Isaac compartió sus
experiencias con el grupo, el cáncer se había reproducido y amenazaba de muerte al ojo que le quedaba.
Louis y yo nos comunicábamos casi exclusivamente con la mirada. Cada vez que alguien hablaba de dietas contra el cáncer, de esnifar aleta de tiburón molida o cosas por el estilo, me lanzaba una mirada. Yo movía ligeramente la cabeza y resoplaba a modo de respuesta.
El grupo de apoyo era un coñazo, y a las pocas semanas casi tenían que llevarme a rastras. De hecho, el miércoles que conocí a Harry Styles había hecho todo lo posible por librarme de él mientras veía con mi madre la tercera etapa de un maratón de doce horas de America’s Nex Top Model, un reality show de la temporada anterior, sobre chicas que quieren ser modelos, que tengo que admitir que ya había visto,
pero me daba igual.
Yo: Me niego a ir al grupo de apoyo.
Mi madre: Uno de los síntomas de la depresión es no tener interés en nada.
Yo: Déjame ver el reality, por favor. Es hacer algo.
Mi madre: Ver la televisión no es hacer algo.
Yo: Uf, mamá, por favor.
Mi madre: Hazel, eres una adolescente. Ya no eres una niña pequeña. Tienes que hacer amigos, salir de casa y vivir tu vida.
Yo: Si quieres que sea una adolescente, no me mandes al grupo de apoyo. Cómprame un DNI falso para que pueda ir a la disco, beber vodka y fumar porros.
Mi madre: Para empezar, tú no fumas porros.
Yo: Mira, eso lo sabría si me consiguieras un DNI falso.
Mi madre: Vas a ir al grupo de apoyo.
Yo: UFFFFFFFFFFFF.
Mi madre: Hazel, te mereces una vida.
Me callé, aunque no llegaba a entender qué tenía que ver ir al grupo de apoyo con la vida. Aun así, acepté ir después de negociar mi derecho a grabar los episodios del reality que iba a perderme.
Fui al grupo de apoyo por la misma razón por la que hacía tiempo había permitido que enfermeras que solo habían estudiado un año y medio para sacarse el título me envenenaran con productos químicos de nombres exóticos: quería que mis padres estuvieran contentos.
Solo hay una cosa en el mundo más jodida que tener cáncer a los dieciséis años, y es tener un hijo con cáncer.
Mi madre se paró en doble fila detrás de la iglesia a las 16.56. Fingí trastear un segundo con mi bombona de oxígeno solo para perder tiempo.
—¿Quieres que te la meta?
—No, está bien —contesté.
La bombona verde pesaba poco, y tenía un carrito de metal para arrastrarla. Me lanzaba dos litros de oxígeno por minuto a través de una cánula, un tubo transparente que se dividía en dos a la altura del cuello, me rodeaba las orejas y se introducía en mis fosas nasales. Necesitaba ese artilugio porque mis pulmones pasaban olímpicamente de ser pulmones.
—Te quiero —me dijo mi madre cuando salí del coche.
—Y yo a ti, mamá. Nos vemos a las seis.
—¡Haz amigos! —exclamó por la ventanilla mientras
me alejaba.
No quise tomar el ascensor porque en el grupo de apoyo coger el ascensor significa que estás en las últimas, así que bajé por la escalera. Cogí una galleta, me llené un vaso de plástico de limonada y me di la vuelta.
Un chico me miraba fijamente. Estaba segura de que no lo había visto antes. Como era alto y musculoso, la silla escolar de plástico en la que estaba sentado parecía de juguete. Tenía el pelo de color castaño con rizos. Parecía de mi edad, quizá un año más, y había pegado el culo al fondo de la silla, en una postura lamentable, con una mano medio metida en un bolsillo de sus vaqueros oscuros.
Miré hacia otro lado, porque de pronto fui consciente de que iba hecha una pena. Llevaba unos vaqueros viejos que alguna vez habían sido ajustados, pero que ahora me colgaban por todas partes, y una camiseta amarilla de un grupo de música que ya no me gustaba. En cuanto al pelo, lo llevaba cortado cubriendo mis orejas, y ni siquiera me había molestado en cepillarlo.
Además tenía los mofletes ridículamente inflados, como una ardilla, un efecto colateral del tratamiento. Parecía una persona de proporciones normales con un globo por cabeza. Eso por no hablar de los tobillos
hinchados. Pero le lancé una mirada rápida y vi que sus ojos seguían clavados en mí.
Me pregunté por qué la gente lo llamaba «contacto» visual.
Me dirigí al círculo y me senté al lado de Louis, a dos sillas de distancia del chico. Volví a echar un vistazo, y seguía mirándome.
Les digo una cosa: estaba buenísimo. Si un chico que no está bueno te mira de arriba abajo, en el mejor de los casos te sientes incómoda, y, en el peor, te sientes agredida. Pero un chico que está bueno… en fin.
Saqué el móvil y pulsé una tecla para ver la hora: las 16.59. El corro se completó con los infelices adolescentes de doce a dieciocho años, y entonces Patrick empezó la oración de la serenidad: «Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo cambiar y sabiduría para entender la diferencia». El chico seguía mirándome. Sentí que me ruborizaba. Al final decidí que la mejor estrategia era mirarlo yo a él. Al fin y al cabo, los chicos no tienen el monopolio de las miradas. Así que lo observé detenidamente mientras Patrick comentaba por enésima vez que era impotente, etcétera, y enseguida la cosa se convirtió en una competición de miradas. Al rato el chico sonrió y desvió por fin sus ojos azules. Cuando volvió a mirarme, alcé las cejas para darle a entender que yo había ganado.
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Nota: Acá está el primer capítulo (sí, soy muy obvia lo sé :p) La cosa es que me gustaría saber sí en serio habrán lectoras ya que el libro con dificultad aparece en español y los que sí lo están bajan en "protegido" por lo que no es asunto de copy, page y poner Harry donde va Gus. Me toca traducirlo desde el original, no importa pues lo hago con gusto (es que igual me tocó leerlo en ingles :p) pero en serio agradecería que no hubieran fantasma así sé si subo la adaptación completa o no :\
Besos!!
Última edición por DreamerVampire el Mar 23 Abr 2013, 6:15 am, editado 1 vez
Invitado
Invitado
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
http://epubgratis.me/node/13581 Te sirve esto?:c Yo si quiero lerla >:c saludos
maletmalik01
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
maletmalik01 escribió:http://epubgratis.me/node/13581 Te sirve esto?:c Yo si quiero lerla >:c saludos
Me pide descargar unas cosas, pero ya tengo uno en español lo único es que está protegido (bueno, casi todos salen así) de todos modos estoy dispuesta a traducirlo sin ningún problema Gus lo vale ksdjfsjd lo único es que tardaré un poquito para subir pero lo hago con gusto :3 xxx De todas formas muchas gracias <3
Besos!
Invitado
Invitado
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
Si si si❤ gracia, Gus es muy skbakabsd❤ besos siguela cuando puedas
maletmalik01
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
kdfjhkldshjfgkjdfg mi culpa, he estado haciendo cambio de correo y pos aún tengo inconvenientes con las notis (tantito) eso y creí que ya no había nadie :c
Termino de editar algo y subo capítulo, palabra de alien vampira ^^
[b][i]Maletmalik01[i][b] siento mucho abondarla prometo recompensarte :3
[b][i]Amandasoberanes[i][b] ¡¡BIENVENIDA!! espero te guste la historia fdlkgjkdgf
Besos :3 xxx
Termino de editar algo y subo capítulo, palabra de alien vampira ^^
[b][i]Maletmalik01[i][b] siento mucho abondarla prometo recompensarte :3
[b][i]Amandasoberanes[i][b] ¡¡BIENVENIDA!! espero te guste la historia fdlkgjkdgf
Besos :3 xxx
Invitado
Invitado
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
SUBE OTRO CAPITULO. Por favor! No nos olvides!!!!
JavieraMardones
Re: The Fault in Our Stars «Harry Styles»
Part II
Patrick continuo y finalmente fue tiempo de las presentaciones.
—Tal vez te gustaría ir primero, Louis. Sé que estás enfrentando tiempos difíciles.
—Sí —dijo Isaac— Soy Louis, tengo 17 años y tal parece tendré cirugía en un par de semanas, después de la cual estaré ciego. No es para complicarse ni nada porque sé que muchos de nosotros está pasando por peores, pero sí, quiero decir, estar ciego como que apesta. Mi novia ayuda, sin embargo. Y tener amigos como Harry—inclinó la cabeza en dirección al chico, quien ahora tenía nombre— Así que, sí — continuo. Él estaba mirando a sus manos las cuales dobló entre si como la cima de un tipi— No hay nada que se pueda hacer al respecto.
—Estamos aquí para ti, Louis —dijo Patrick— Dejen que Isaac los escuchen, chicos —y todos, en monotonía, dijimos:
—Estamos aquí para ti, Isaac.
Michael fue el siguiente. Él tenía doce años. Tenía Leucemia, él siempre ha tenido Leucemia. Estaba bien (o eso es lo que dijo. Había tomado el ascensor)
Lida tenía dieciséis, y era lo suficientemente bonita para ser el objetivo de los ojos del chico sexy . Ella era un paciente regular, en una larga remisión para cáncer apendicular, el cual previamente yo no sabía que existía. Dijo —según como había dicho una que otra vez cuando había asistido al Grupo de Apoyo— que se sentía fuerte, lo cual se sintió como si estuviera presumiéndome mientras los tubos del oxigeno hacían cosquillas en mis fosas nasales.
Hubo cinco chicos más antes de llegar a él. Sonrió un poco cuando llegó s turno. Su voz era profunda, vaporosa y extremadamente sexy.
—Mi nombre es Harry Styles —dijo— Tengo diecisiete años, tuve n pequeño toque de Osteosarcoma hace año y medio, pero sólo estoy aquí hoy a petición de Louis.
— ¿Y cómo te sientes? —preguntó Patrick.
—Oh, estoy de maravilla — Harry Styles sonrió con la comisura de sus labios— Estoy en una montaña rusa que solo va hacia arriba, mi amigo.
Cuando llegó mi turno, dije —Mi nombre es Hazel. Tengo dieseis. Tiroides con metástasis en los pulmones. Estoy bien.
La hora procedió a pasos acelerados: las luchas fueron recontadas, batallas ganadas en medio de guerras que seguramente se perderán; aferrados a esperanzas; familias fueron celebradas y denunciadas; se acordó que los amigos simplemente no lo comprendían; lágrimas fueron construidas ; comodidad fue ofrecida. Ni Harry ni yo hablamos de nuevo hasta que Patrick dio:
—Harry, quizás gustarías compartir tus miedos con el grupo.
— ¿Mis miedos?
—Sí.
—Le temo al olvido —él dijo sin ninguna pausa— Le temo como el proverbial ciego que está asustado a la oscuridad.
—Muy pronto —dijo Louis con una sonrisa machacada.
— ¿Eso fue insensible? —preguntó Harry— Puedo ser bastante ciego ante los sentimientos de los demás.
Louis reía pero Patrick levantó un dedo en forma de represión.
—Harry, por favor. Regresemos a ti y tus problemas. ¿Dijiste que le tenías miedo al olvido?
—Así es —respondió Harry.
Patrick lucía perdido.
— ¿Quiere, uh, quiere alguien hablar sobre ello?
No he estado en una escuela apropiada en tres años. Mis padres fueron mis dos mejores amigos. El tercero fue un autor quien no sabe que yo existo. Era una persona bastante tímida, no del tipo que alza la mano. Y aún así, solo esta vez, decidí hablar. Medio alcé la mano y Patrick inmediatamente dijo:
— ¡Hazel! —estaba, estoy segura que él asumió una apertura. Pasando así a formar parte del grupo.
Miré hacia Harry Styles, quien me devolvió la mirada. Podrías casi mirar a través sus ojos, eran tan azules.
—Llegará un tiempo —dije— en el que todos estaremos muertos. Cada uno de nosotros. Vendrá un tiempo en el que no habrán seres humanos que recordarán que alguna vez existimos o que nuestra especie hizo algo, no quedará nadie para recordar a Aristóteles o Cleopatra, por no hablar de ti. Cada cosa que hicimos y construimos, escribimos, pensamos y descubrimos será olvidado y todo esto —hice un gesto describiendo— habrá sido inútil. Quizás ese tiempo ya está llegando y quizás esté a millones de años de distancia, pero aunque sobrevivamos al colapso de nuestro sol, no sobreviviremos por siempre. Hubo un tiempo antes de que los organismos experimentaran conciencia y habrá otro después. Y si lo inevitable del olvido humano te aterra, te animo a que lo ignores. Dios sabe que todo el mundo lo hace.
Aprendí esto de mi, antes mencionado tercer mejor amigo, Peter Van Houten, el recluido autor de “Una Aflicción Imperial” el libro que estuvo así de cerca de ser una biblia para mí. Peter Van Houten fue la única persona con la que me he topado jamás que parece a) entender como es estar muriendo y b) no haber muerto.
Después de terminar, hubo un largo periodo de silencio mientras una sonrisa esbozarse a lo largo de la cara de Harry —no la pequeña sonrisa torcida del chico tratando de ser sexy cuando me observaba sino su sonrisa real, muy grande para su cara.
—Maldita sea —dijo Harry tranquilamente— Tú no eres nada más.
Ninguno de nosotros dijo nada por el resto del Grupo de Apoyo. Al final, todo sostuvimos nuestras manos y Patrick nos dirigió en una oración:
—Señor Jesús Cristo, estamos reunidos aquí en tu corazón, literalmente en tu corazón, como sobreviviente de cáncer. Tú y solo tú nos conoces. Guíanos a la vida y luz a través de nuestros tiempos de prueba. Rezamos por los ojos de Louis, por la sangre de Michael y Jamie, por los huesos de Augustus, por los pulmones de Hazel, la garganta de James. Pedimos que puedas sanarnos y hacernos sentir tu amor y paz, lo que pase todos lo entenderemos. Y recordamos en nuestros corazones aquellos que conocimos y amamos que se han ido a casa contigo: María y Kade, Joseph y Haley, Abigail y Angelina, Taylor y Gabriel, y...
Era una larga lista. El mundo contiene muchas personas muertas. Y mientras Patrick estuvo horas en el mismo discurso, leyéndolo de una hoja de papel porque era muy larga para memorizarlo, mantuve los ojos cerrados tratando de pensar en la oración pero mayormente imaginando el día cuando mi nombre se encontrara en esa lista, todo el camino al final cuando todo el mundo deja de escuchar.
Cuando Patrick terminó, todos dijimos un estúpido mantra juntos “VIVIR NUESTRA MEJOR VIDA HOY” y se acabó. Harry Styler se puso de pie y caminó hacia mí. Su forma de caminar era torcido como su sonrisa. Giró hacia mí pero mantuvo distancia por lo que no fue necesario que estirar el cuello para mirarlo a los ojos.
— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó.
—Hazel.
—No, tu nombre completo.
—Um, Hazel Grace Lancaster —él estaba a punto de decir algo más cuando Isaac se acercó— Espera un segundo —Harry dijo, levantando un dedo, y prestó atención a Louis— Eso, en realidad, fue peor de cómo tu lo hiciste ver.
—Te dije que no era prometedor.
— ¿Por qué te molestas con eso?
—No lo sé. ¿Ayuda de alguna manera?
Harry se inclinó pensando que no lo escucharía.
— ¿Ella es regular? —no pude escuchar el comentario de Louis pero si a Harry responder: —Le diré.
Sujetó con firmeza los dos hombros de Louis y se alejó paso y medio de él.
—Cuéntale a Hazel sobre la clínica.
Louis apoyó una mano contra la mesa de botanas y concentró su enorme ojo en mi.
—Vale, fui a la clínica esta mañana y le estaba diciendo a mi cirujano que preferiría estar sordo que ciego y él dijo “No funciona de esa manera” y yo estaba como “Sí, reconozco que no funciona de esa manera, solo digo que preferiría estar sordo a ciego si tuviera la oportunidad de elegir, lo cual sé no tengo” y él dijo “Bien, la buena noticia es que no estarás sordo” y yo estaba como “Gracias por explicarme que mi cáncer de ojo no va a dejarme sordo. Me siento muy afortunado de que un gigante intelectual como usted se digne a operarme.
—Él suena como un ganador —dije— trataré de conseguir cáncer
En el ojo así puedo conocer a este sujeto.
—Buena suerte con eso. Bien, debería irme. Mónica está esperando por mi. Tengo que mirarla por un buen rato mientras pueda.
— ¿Contraguerrillas mañana? —preguntó Harry.
—Definitivamente —respondió Louis, giró y corrió escaleras arriba dos escalones a la vez.
Harry Styles giró su atención a mí.
—Literalmente — dijo.
— ¿Literalmente? —pregunté.
—Estamos literalmente en el “Corazón de Jesús —dijo— Pensé que estábamos en el sótano de una iglesia, pero estamos literalmente en el “Corazón de Jesús”
—Alguien debería decirle a Jesús —dije— Digo, es peligroso almacenar chicos con cáncer en tu corazón.
—Me encargaría de decirle yo mismo —dijo Harry— pero desafortunadamente apesto dentro de su corazón así que él no será capaz de escucharme —reí. Él inclinó la cabeza, sólo mirándome.
— ¿Qué? —pregunté.
—Nada.
— ¿Por qué me estás mirando así?
Harry medio sonrió.
—Porque eres hermosa. Disfruto de mirar a personas hermosas, y decidí hace un tiempo atrás no negarme los más simples placeres de la vida —un breve silencio incomodo se produjo. Harry se abrió paso: —Quiero decir, particularmente teniendo en cuenta como deliciosamente dijiste todo eso sobre el olvido todo.
Casi me burlé, suspiré o exhalé en una manera que fue vagamente como una tos, luego dije:
—No soy hermo…
—Eres como la milenaria Natalie Portman. Como la Natalie Portman de V por Vendetta.
—Nunca la he visto —dije.
— ¿En serio? —él preguntó— Grandiosa chica de cabello corto que no le gusta la autoridad y no puede evitar caer por un chico que ella sabe es un problema. Es tu autobiografía, hasta donde puedo ver.
Cada silaba seducía. Honestamente, como que me encendió. Ni si quiera sabía que los chicos podían encenderme, no en la vida real.
Una chica pasó a nuestro lado.
— ¿Cómo vas, Alisa? —él le preguntó. Ella sonrió y masculló—: Hola, Harry.
—Gente del memorial —se explicó. Memorial era el mayor hospital de investigación— ¿A cuál vas tú?
—Al Infantil —le contesté en voz más baja de lo que pretendía.
Asintió. La conversación parecía haber terminado.
—Bueno —añadí señalando ligeramente con la cabeza los escalones que nos conducían literalmente al exterior del corazón de Jesús.
Incliné el carrito para que se apoyara en las ruedas y empecé a andar. Él cojeó a mi lado.
—Nos vemos el próximo día, ¿no? —le pregunté.
—Tienes que verla. V de vendetta, digo.
—Vale —le contesté—. La buscaré.
—No. Conmigo. En mi casa —me dijo—. Ahora.
Me detuve.
—Casi no te conozco, Harry Styles. Podrías ser un asesino
en serie.
Augustus asintió.
—Tienes razón, Hazel Grace.
Siguió andando y me dejó atrás. El jersey verde le ceñía los hombros. Caminaba con la espalda recta y se inclinaba ligeramente hacia la derecha mientras avanzaba con paso firme
y seguro sobre lo que supuse que era una pierna ortopédica. Algunas veces el osteosarcoma se te lleva una extremidad para probarte. Si le gustas, se lleva el resto.
Lo seguí escaleras arriba, pero como subía despacio, porque a mis pulmones no se les daban bien las escaleras, iba quedándome atrás. Llegamos al parking, fuera ya del corazón de Jesús. La brisa
primaveral era algo fresca, y la luz del atardecer, de una delicadeza divina. Mi madre todavía no había llegado, y era raro, porque casi siempre estaba esperándome cuando salía. Miré alrededor y vi que una chica morena, alta y con curvas había arrastrado a Isaac contra la pared de piedra de la iglesia y lo besaba apasionadamente. Estaban tan cerca que oía los extraños sonidos de sus lenguas pegadas, y a Isaac diciéndole «Siempre», y a la chica respondiéndole «Siempre».
De pronto Harry se detuvo a mi lado.
—Son muy aficionados a pegarse el lote en plena calle
—murmuró.
—¿Qué es eso de «siempre»?
El ruido de lametones aumentó de volumen.
—«Siempre» es su rollo. Siempre se querrán y esas cosas.
Calculo que se habrán mandado la palabra «siempre» por SMS unos cuatro millones de veces en el último año, y me quedo corto. Llegaron otros dos coches, que se llevaron a Michael y a Alisa. Ahora Harry y yo estábamos solos, observando a Isaac y a Monica, que se embalaban como si no estuvieran apoyados en un lugar de culto. Isaac aferró con las dos manos las tetas de Monica, por encima de la blusa, y las sobó moviendo los dedos alrededor. Me preguntaba si era agradable. No lo parecía, pero decidí perdonar a Isaac porque estaba quedándose ciego. Ya se sabe que los sentidos tienen que pegarse un festín mientras todavía tienen hambre.
—Imagínate la última vez que vas al hospital —le dije en voz baja—. La última vez que vas a conducir un coche.
—Estás cortándome el rollo, Hazel Grace —contestó
Harry sin mirarme—. Estoy intentando contemplar el amor juvenil en todo su torpe esplendor.
—Creo que está haciéndole daño en las tetas —le comenté.
—Sí, es difícil determinar si está excitándola o haciéndole una revisión de mamas.
Harry Styles se metió la mano en un bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos, nada menos. Lo abrió y se colocó un cigarrillo entre los labios.
—¿Estás loco? —le pregunté—. ¿Te crees muy enrollado?
Vaya, ya has mandado la historia a la mierda.
—¿Qué historia? —me preguntó volviéndose hacia mí muy serio. El cigarrillo, sin encender, colgaba de la comisura de sus labios.
—La historia de un chico que no es feo, ni tonto, ni parece tener nada malo, que me mira, me señala usos incorrectos de la literalidad, me compara con una actriz y me pide que vaya a ver una película a su casa. Pero, claro, siempre tiene que haber una hamartía, joder, y la tuya es que, aunque TIENES UN PUTO CÁNCER, das dinero a una empresa a cambio de la posibilidad de tener MÁS CÁNCER, joder. Te aseguro que no poder respirar es una PUTA MIERDA. Totalmente frustrante. Totalmente.
—¿Una hamartía? —me preguntó.
El cigarrillo, todavía entre sus labios, le tensaba la mandíbula.
Desgraciadamente, tenía una mandíbula preciosa.
—Un error fatal —le aclaré apartándome de él.
Me dirigí hacia el bordillo de la acera y dejé a Augustus detrás de mí. En ese momento oí que un coche arrancaba al final de la calle. Era mi madre. Fijo que había estado esperando
a que hiciera amigos. Sentía crecer en mí una extraña mezcla de decepción y cabreo. La verdad es que ni siquiera sabía lo que sentía, solo que era muy fuerte, y quería dar un guantazo a Harry Styles y también cambiarme los pulmones por otros que no pasaran olímpicamente de ser pulmones. Estaba en el bordillo de la acera con mis Converse, los grilletes en forma de bombona de oxígeno en el carrito, a mi lado, y en cuanto mi madre se acercó, sentí que me cogían de la mano.
Me solté, pero me giré hacia él.
—Los cigarrillos no te matan si no los enciendes —me dijo mientras mi madre se acercaba al bordillo—. Y nunca he encendido ninguno. Mira, es una metáfora: te colocas el arma asesina entre los dientes, pero no le concedes el poder de matarte.
—Una metáfora —añadí dudando.
Mi madre estaba ya esperándome.
—Una metáfora —me repitió.
—Decides lo que haces en función de su connotación metafórica…
—le contesté.
—Por supuesto —me contestó con una sonrisa de tonto,
de oreja a oreja—. Soy un gran aficionado a las metáforas, Hazel Grace. Me giré hacia el coche y di unos golpecitos en la ventanilla, hasta que bajó.
—Voy a ver una peli con Harry Styles —le dije a mi
madre—. Grábame los siguientes capítulos del maratón del
reality, por favor.
—Tal vez te gustaría ir primero, Louis. Sé que estás enfrentando tiempos difíciles.
—Sí —dijo Isaac— Soy Louis, tengo 17 años y tal parece tendré cirugía en un par de semanas, después de la cual estaré ciego. No es para complicarse ni nada porque sé que muchos de nosotros está pasando por peores, pero sí, quiero decir, estar ciego como que apesta. Mi novia ayuda, sin embargo. Y tener amigos como Harry—inclinó la cabeza en dirección al chico, quien ahora tenía nombre— Así que, sí — continuo. Él estaba mirando a sus manos las cuales dobló entre si como la cima de un tipi— No hay nada que se pueda hacer al respecto.
—Estamos aquí para ti, Louis —dijo Patrick— Dejen que Isaac los escuchen, chicos —y todos, en monotonía, dijimos:
—Estamos aquí para ti, Isaac.
Michael fue el siguiente. Él tenía doce años. Tenía Leucemia, él siempre ha tenido Leucemia. Estaba bien (o eso es lo que dijo. Había tomado el ascensor)
Lida tenía dieciséis, y era lo suficientemente bonita para ser el objetivo de los ojos del chico sexy . Ella era un paciente regular, en una larga remisión para cáncer apendicular, el cual previamente yo no sabía que existía. Dijo —según como había dicho una que otra vez cuando había asistido al Grupo de Apoyo— que se sentía fuerte, lo cual se sintió como si estuviera presumiéndome mientras los tubos del oxigeno hacían cosquillas en mis fosas nasales.
Hubo cinco chicos más antes de llegar a él. Sonrió un poco cuando llegó s turno. Su voz era profunda, vaporosa y extremadamente sexy.
—Mi nombre es Harry Styles —dijo— Tengo diecisiete años, tuve n pequeño toque de Osteosarcoma hace año y medio, pero sólo estoy aquí hoy a petición de Louis.
— ¿Y cómo te sientes? —preguntó Patrick.
—Oh, estoy de maravilla — Harry Styles sonrió con la comisura de sus labios— Estoy en una montaña rusa que solo va hacia arriba, mi amigo.
Cuando llegó mi turno, dije —Mi nombre es Hazel. Tengo dieseis. Tiroides con metástasis en los pulmones. Estoy bien.
La hora procedió a pasos acelerados: las luchas fueron recontadas, batallas ganadas en medio de guerras que seguramente se perderán; aferrados a esperanzas; familias fueron celebradas y denunciadas; se acordó que los amigos simplemente no lo comprendían; lágrimas fueron construidas ; comodidad fue ofrecida. Ni Harry ni yo hablamos de nuevo hasta que Patrick dio:
—Harry, quizás gustarías compartir tus miedos con el grupo.
— ¿Mis miedos?
—Sí.
—Le temo al olvido —él dijo sin ninguna pausa— Le temo como el proverbial ciego que está asustado a la oscuridad.
—Muy pronto —dijo Louis con una sonrisa machacada.
— ¿Eso fue insensible? —preguntó Harry— Puedo ser bastante ciego ante los sentimientos de los demás.
Louis reía pero Patrick levantó un dedo en forma de represión.
—Harry, por favor. Regresemos a ti y tus problemas. ¿Dijiste que le tenías miedo al olvido?
—Así es —respondió Harry.
Patrick lucía perdido.
— ¿Quiere, uh, quiere alguien hablar sobre ello?
No he estado en una escuela apropiada en tres años. Mis padres fueron mis dos mejores amigos. El tercero fue un autor quien no sabe que yo existo. Era una persona bastante tímida, no del tipo que alza la mano. Y aún así, solo esta vez, decidí hablar. Medio alcé la mano y Patrick inmediatamente dijo:
— ¡Hazel! —estaba, estoy segura que él asumió una apertura. Pasando así a formar parte del grupo.
Miré hacia Harry Styles, quien me devolvió la mirada. Podrías casi mirar a través sus ojos, eran tan azules.
—Llegará un tiempo —dije— en el que todos estaremos muertos. Cada uno de nosotros. Vendrá un tiempo en el que no habrán seres humanos que recordarán que alguna vez existimos o que nuestra especie hizo algo, no quedará nadie para recordar a Aristóteles o Cleopatra, por no hablar de ti. Cada cosa que hicimos y construimos, escribimos, pensamos y descubrimos será olvidado y todo esto —hice un gesto describiendo— habrá sido inútil. Quizás ese tiempo ya está llegando y quizás esté a millones de años de distancia, pero aunque sobrevivamos al colapso de nuestro sol, no sobreviviremos por siempre. Hubo un tiempo antes de que los organismos experimentaran conciencia y habrá otro después. Y si lo inevitable del olvido humano te aterra, te animo a que lo ignores. Dios sabe que todo el mundo lo hace.
Aprendí esto de mi, antes mencionado tercer mejor amigo, Peter Van Houten, el recluido autor de “Una Aflicción Imperial” el libro que estuvo así de cerca de ser una biblia para mí. Peter Van Houten fue la única persona con la que me he topado jamás que parece a) entender como es estar muriendo y b) no haber muerto.
Después de terminar, hubo un largo periodo de silencio mientras una sonrisa esbozarse a lo largo de la cara de Harry —no la pequeña sonrisa torcida del chico tratando de ser sexy cuando me observaba sino su sonrisa real, muy grande para su cara.
—Maldita sea —dijo Harry tranquilamente— Tú no eres nada más.
Ninguno de nosotros dijo nada por el resto del Grupo de Apoyo. Al final, todo sostuvimos nuestras manos y Patrick nos dirigió en una oración:
—Señor Jesús Cristo, estamos reunidos aquí en tu corazón, literalmente en tu corazón, como sobreviviente de cáncer. Tú y solo tú nos conoces. Guíanos a la vida y luz a través de nuestros tiempos de prueba. Rezamos por los ojos de Louis, por la sangre de Michael y Jamie, por los huesos de Augustus, por los pulmones de Hazel, la garganta de James. Pedimos que puedas sanarnos y hacernos sentir tu amor y paz, lo que pase todos lo entenderemos. Y recordamos en nuestros corazones aquellos que conocimos y amamos que se han ido a casa contigo: María y Kade, Joseph y Haley, Abigail y Angelina, Taylor y Gabriel, y...
Era una larga lista. El mundo contiene muchas personas muertas. Y mientras Patrick estuvo horas en el mismo discurso, leyéndolo de una hoja de papel porque era muy larga para memorizarlo, mantuve los ojos cerrados tratando de pensar en la oración pero mayormente imaginando el día cuando mi nombre se encontrara en esa lista, todo el camino al final cuando todo el mundo deja de escuchar.
Cuando Patrick terminó, todos dijimos un estúpido mantra juntos “VIVIR NUESTRA MEJOR VIDA HOY” y se acabó. Harry Styler se puso de pie y caminó hacia mí. Su forma de caminar era torcido como su sonrisa. Giró hacia mí pero mantuvo distancia por lo que no fue necesario que estirar el cuello para mirarlo a los ojos.
— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó.
—Hazel.
—No, tu nombre completo.
—Um, Hazel Grace Lancaster —él estaba a punto de decir algo más cuando Isaac se acercó— Espera un segundo —Harry dijo, levantando un dedo, y prestó atención a Louis— Eso, en realidad, fue peor de cómo tu lo hiciste ver.
—Te dije que no era prometedor.
— ¿Por qué te molestas con eso?
—No lo sé. ¿Ayuda de alguna manera?
Harry se inclinó pensando que no lo escucharía.
— ¿Ella es regular? —no pude escuchar el comentario de Louis pero si a Harry responder: —Le diré.
Sujetó con firmeza los dos hombros de Louis y se alejó paso y medio de él.
—Cuéntale a Hazel sobre la clínica.
Louis apoyó una mano contra la mesa de botanas y concentró su enorme ojo en mi.
—Vale, fui a la clínica esta mañana y le estaba diciendo a mi cirujano que preferiría estar sordo que ciego y él dijo “No funciona de esa manera” y yo estaba como “Sí, reconozco que no funciona de esa manera, solo digo que preferiría estar sordo a ciego si tuviera la oportunidad de elegir, lo cual sé no tengo” y él dijo “Bien, la buena noticia es que no estarás sordo” y yo estaba como “Gracias por explicarme que mi cáncer de ojo no va a dejarme sordo. Me siento muy afortunado de que un gigante intelectual como usted se digne a operarme.
—Él suena como un ganador —dije— trataré de conseguir cáncer
En el ojo así puedo conocer a este sujeto.
—Buena suerte con eso. Bien, debería irme. Mónica está esperando por mi. Tengo que mirarla por un buen rato mientras pueda.
— ¿Contraguerrillas mañana? —preguntó Harry.
—Definitivamente —respondió Louis, giró y corrió escaleras arriba dos escalones a la vez.
Harry Styles giró su atención a mí.
—Literalmente — dijo.
— ¿Literalmente? —pregunté.
—Estamos literalmente en el “Corazón de Jesús —dijo— Pensé que estábamos en el sótano de una iglesia, pero estamos literalmente en el “Corazón de Jesús”
—Alguien debería decirle a Jesús —dije— Digo, es peligroso almacenar chicos con cáncer en tu corazón.
—Me encargaría de decirle yo mismo —dijo Harry— pero desafortunadamente apesto dentro de su corazón así que él no será capaz de escucharme —reí. Él inclinó la cabeza, sólo mirándome.
— ¿Qué? —pregunté.
—Nada.
— ¿Por qué me estás mirando así?
Harry medio sonrió.
—Porque eres hermosa. Disfruto de mirar a personas hermosas, y decidí hace un tiempo atrás no negarme los más simples placeres de la vida —un breve silencio incomodo se produjo. Harry se abrió paso: —Quiero decir, particularmente teniendo en cuenta como deliciosamente dijiste todo eso sobre el olvido todo.
Casi me burlé, suspiré o exhalé en una manera que fue vagamente como una tos, luego dije:
—No soy hermo…
—Eres como la milenaria Natalie Portman. Como la Natalie Portman de V por Vendetta.
—Nunca la he visto —dije.
— ¿En serio? —él preguntó— Grandiosa chica de cabello corto que no le gusta la autoridad y no puede evitar caer por un chico que ella sabe es un problema. Es tu autobiografía, hasta donde puedo ver.
Cada silaba seducía. Honestamente, como que me encendió. Ni si quiera sabía que los chicos podían encenderme, no en la vida real.
Una chica pasó a nuestro lado.
— ¿Cómo vas, Alisa? —él le preguntó. Ella sonrió y masculló—: Hola, Harry.
—Gente del memorial —se explicó. Memorial era el mayor hospital de investigación— ¿A cuál vas tú?
—Al Infantil —le contesté en voz más baja de lo que pretendía.
Asintió. La conversación parecía haber terminado.
—Bueno —añadí señalando ligeramente con la cabeza los escalones que nos conducían literalmente al exterior del corazón de Jesús.
Incliné el carrito para que se apoyara en las ruedas y empecé a andar. Él cojeó a mi lado.
—Nos vemos el próximo día, ¿no? —le pregunté.
—Tienes que verla. V de vendetta, digo.
—Vale —le contesté—. La buscaré.
—No. Conmigo. En mi casa —me dijo—. Ahora.
Me detuve.
—Casi no te conozco, Harry Styles. Podrías ser un asesino
en serie.
Augustus asintió.
—Tienes razón, Hazel Grace.
Siguió andando y me dejó atrás. El jersey verde le ceñía los hombros. Caminaba con la espalda recta y se inclinaba ligeramente hacia la derecha mientras avanzaba con paso firme
y seguro sobre lo que supuse que era una pierna ortopédica. Algunas veces el osteosarcoma se te lleva una extremidad para probarte. Si le gustas, se lleva el resto.
Lo seguí escaleras arriba, pero como subía despacio, porque a mis pulmones no se les daban bien las escaleras, iba quedándome atrás. Llegamos al parking, fuera ya del corazón de Jesús. La brisa
primaveral era algo fresca, y la luz del atardecer, de una delicadeza divina. Mi madre todavía no había llegado, y era raro, porque casi siempre estaba esperándome cuando salía. Miré alrededor y vi que una chica morena, alta y con curvas había arrastrado a Isaac contra la pared de piedra de la iglesia y lo besaba apasionadamente. Estaban tan cerca que oía los extraños sonidos de sus lenguas pegadas, y a Isaac diciéndole «Siempre», y a la chica respondiéndole «Siempre».
De pronto Harry se detuvo a mi lado.
—Son muy aficionados a pegarse el lote en plena calle
—murmuró.
—¿Qué es eso de «siempre»?
El ruido de lametones aumentó de volumen.
—«Siempre» es su rollo. Siempre se querrán y esas cosas.
Calculo que se habrán mandado la palabra «siempre» por SMS unos cuatro millones de veces en el último año, y me quedo corto. Llegaron otros dos coches, que se llevaron a Michael y a Alisa. Ahora Harry y yo estábamos solos, observando a Isaac y a Monica, que se embalaban como si no estuvieran apoyados en un lugar de culto. Isaac aferró con las dos manos las tetas de Monica, por encima de la blusa, y las sobó moviendo los dedos alrededor. Me preguntaba si era agradable. No lo parecía, pero decidí perdonar a Isaac porque estaba quedándose ciego. Ya se sabe que los sentidos tienen que pegarse un festín mientras todavía tienen hambre.
—Imagínate la última vez que vas al hospital —le dije en voz baja—. La última vez que vas a conducir un coche.
—Estás cortándome el rollo, Hazel Grace —contestó
Harry sin mirarme—. Estoy intentando contemplar el amor juvenil en todo su torpe esplendor.
—Creo que está haciéndole daño en las tetas —le comenté.
—Sí, es difícil determinar si está excitándola o haciéndole una revisión de mamas.
Harry Styles se metió la mano en un bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos, nada menos. Lo abrió y se colocó un cigarrillo entre los labios.
—¿Estás loco? —le pregunté—. ¿Te crees muy enrollado?
Vaya, ya has mandado la historia a la mierda.
—¿Qué historia? —me preguntó volviéndose hacia mí muy serio. El cigarrillo, sin encender, colgaba de la comisura de sus labios.
—La historia de un chico que no es feo, ni tonto, ni parece tener nada malo, que me mira, me señala usos incorrectos de la literalidad, me compara con una actriz y me pide que vaya a ver una película a su casa. Pero, claro, siempre tiene que haber una hamartía, joder, y la tuya es que, aunque TIENES UN PUTO CÁNCER, das dinero a una empresa a cambio de la posibilidad de tener MÁS CÁNCER, joder. Te aseguro que no poder respirar es una PUTA MIERDA. Totalmente frustrante. Totalmente.
—¿Una hamartía? —me preguntó.
El cigarrillo, todavía entre sus labios, le tensaba la mandíbula.
Desgraciadamente, tenía una mandíbula preciosa.
—Un error fatal —le aclaré apartándome de él.
Me dirigí hacia el bordillo de la acera y dejé a Augustus detrás de mí. En ese momento oí que un coche arrancaba al final de la calle. Era mi madre. Fijo que había estado esperando
a que hiciera amigos. Sentía crecer en mí una extraña mezcla de decepción y cabreo. La verdad es que ni siquiera sabía lo que sentía, solo que era muy fuerte, y quería dar un guantazo a Harry Styles y también cambiarme los pulmones por otros que no pasaran olímpicamente de ser pulmones. Estaba en el bordillo de la acera con mis Converse, los grilletes en forma de bombona de oxígeno en el carrito, a mi lado, y en cuanto mi madre se acercó, sentí que me cogían de la mano.
Me solté, pero me giré hacia él.
—Los cigarrillos no te matan si no los enciendes —me dijo mientras mi madre se acercaba al bordillo—. Y nunca he encendido ninguno. Mira, es una metáfora: te colocas el arma asesina entre los dientes, pero no le concedes el poder de matarte.
—Una metáfora —añadí dudando.
Mi madre estaba ya esperándome.
—Una metáfora —me repitió.
—Decides lo que haces en función de su connotación metafórica…
—le contesté.
—Por supuesto —me contestó con una sonrisa de tonto,
de oreja a oreja—. Soy un gran aficionado a las metáforas, Hazel Grace. Me giré hacia el coche y di unos golpecitos en la ventanilla, hasta que bajó.
—Voy a ver una peli con Harry Styles —le dije a mi
madre—. Grábame los siguientes capítulos del maratón del
reality, por favor.
________________________________________________________________________________________
Listo, capítulo extra largo lkfjksgf gracias por esperar.
Bueno, así va la cosa. Subiré capítulos todos los viernes, más de uno si el ingles no me falla :PSi termino antes pues subo antes, solo les pido la misma paciencia que me han tenido hasta ahora ya que el libro en españo sale protgido y la mayor parte soy yo quien la traduce. De todos modos un besote enorme y gracias dlfkjgklg :3
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