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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Beautiful Bastard. Zayn Malik & ____ [Adaptada]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Beautiful Bastard. Zayn Malik & ____ [Adaptada]
Nombre: Beautiful Bastard
Autor: El libro esta escrito por Christina Lauren pero lo he adaptado yo :fiu:
Adaptación: Si, del libro Beautiful Bastard, o un tipo odioso.
Género: Hot, muy hot. Yo no me lo he acabado de leer por eso no se si tiene drama ni romanticismo aún, pero supongo que si .-. Cualquier cosa ya aviso c:
Advertencias: -Es muy hot, si no te gusta lo hot, pues no lo leas, porque prácticamente en cada capitulo hay faje
-Puede que algunos capitulos estén divididos en partes
-A lo mejor tardo un poco en subir, si hay algún motivo en particular avisaré.
Otras páginas: Nop c:
---
BUENO, Y ESTA ES LA SINOPSIS, SI OS A GUSTADO DECIRMELO Y PRONTO SUBIRÉ EL PRIMER CAPITULO :aah:
Autor: El libro esta escrito por Christina Lauren pero lo he adaptado yo :fiu:
Adaptación: Si, del libro Beautiful Bastard, o un tipo odioso.
Género: Hot, muy hot. Yo no me lo he acabado de leer por eso no se si tiene drama ni romanticismo aún, pero supongo que si .-. Cualquier cosa ya aviso c:
Advertencias: -Es muy hot, si no te gusta lo hot, pues no lo leas, porque prácticamente en cada capitulo hay faje
-Puede que algunos capitulos estén divididos en partes
-A lo mejor tardo un poco en subir, si hay algún motivo en particular avisaré.
Otras páginas: Nop c:
Sinopsis
Una interna ambiciosa. Un ejecutivo perfeccionista. Y un montón de insultos.
Inteligente, trabajadora, y en su camino a un MBA, ____ Mills tiene un problema: su jefe, Zayn Malik. Es exigente, contundente, desconsiderado y completamente irresistible.
Un hermoso bastardo
Zayn ha regresado a Chicago desde Francia a tomar un papel vital en los negocios de medios masivos de su familia. Nunca esperó que la asistente que le había estado ayudando desde el extranjero fuera una hermosa, inocente, provocativa, y -completamente exasperante-criatura que ahora tiene que ver todos los días. A pesar de los rumores, él nunca ha intentado un acercamiento en el puesto de trabajo. Pero ____ es tan tentadora que está dispuesto a romper las reglas-o aplastarlas abiertamente, si eso significa que puede tenerla. En toda la oficina.
A medida que sus nuevos apetitos van en aumento, también va su punto de ruptura, Zayn y ____ debe decidir exactamente lo que están dispuestos a perder para ganarse el uno al otro
---
BUENO, Y ESTA ES LA SINOPSIS, SI OS A GUSTADO DECIRMELO Y PRONTO SUBIRÉ EL PRIMER CAPITULO :aah:
Nanni~Direction♥
Capitulo 1 [Parte I]
Capitulo 1. parte 1.
Mi padre siempre decía que la manera de aprender el trabajo que deseas es pasar cada segundo de tu
tiempo viendo a alguien hacerlo.
«Para conseguir un trabajo en la cumbre, tienes que empezar desde abajo —me decía—. Conviértete en la persona sin la que el consejero delegado no pueda vivir. En su mano derecha. Aprende cómo es su mundo y lograrás que te contrate en cuanto termines los estudios.»
Yo me convertí en irremplazable. Y sin duda era su «Mano Derecha». El problema era que, en este
caso, era la mano derecha que estaba deseando abofetear es maldita cara la mayor parte de los días.
Mi jefe, el señor Zayn Malik: un tipo odioso pero muy atractivo.
El estómago se me retorcía solo con pensar en él: alto, guapísimo y la maldad personificada. El
gilipollas más creído y más pedante que he conocido en mi vida. Todas las demás mujeres de la
oficina cotilleaban sobre sus aventuras y se preguntaban si lo único que hacía falta para conseguirle
era una cara bonita. Pero mi padre también me había dicho otra cosa: «Descubrirás muy pronto que la belleza solo es externa, pero la fealdad llega hasta lo más profundo». Yo ya había tenido mi ración de hombres desagradables en los últimos años; salí con unos cuantos en el instituto y en la universidad. Pero este se llevaba la palma.
—¡Vaya! Buenos días, señorita Mills —El señor Malik estaba de pie en el umbral de mi despacho,
que servía de antesala al suyo. Su voz tenía una nota dulce como la miel, pero eso no era propio de él... más bien miel congelada que se había hecho pedazos al romperse, pedazos agudos y cortantes.
Después de haber derramado agua sobre mi móvil, de que se me cayeran los pendientes en el
triturador de basura, de que me hubieran golpeado el coche por detrás en la interestatal y de haber
tenido que esperar a la policía para que nos dijera lo que los dos ya sabíamos (que la culpa había sido de aquel otro tío), lo último que necesitaba esa mañana era un señor Malik de mal humor.
Lo malo es que él no tenía más modos predeterminados que ese.
Lo saludé como lo hacía todos los días.
—Buenos días, señor Malik.
Y deseé que me hiciera su asentimiento de cabeza habitual en respuesta. Pero cuando intenté pasar a
su lado, él murmuró:
—¿Buenos «días», señorita Mills? ¿Qué hora es en su planeta unipersonal?
Me detuve y le sostuve su mirada fría. Era unos veinte centímetros más alto que yo y antes de
empezar a trabajar para él yo nunca me había sentido tan pequeña. Llevaba trabajando en Malik Media Group seis años, pero desde que él había vuelto al negocio familiar nueve meses atrás, yo había empezado a llevar tacones e incluso a considerar la inverosímil posibilidad de ponerme zancos para poder mirarlo directamente a los ojos. Y llevaba tacones ese día, pero aun así tuve que inclinar la cabeza y eso claramente le encantó, porque vi cómo le brillaban los ojos color avellana.
—He sufrido una cadena de desastres esta mañana, señor Malik. No volverá a ocurrir —dije aliviada por que mi voz sonara firme.
Nunca había llegado tarde, ni una vez, pero por supuesto él tenía que llamarme la atención la
primera vez que pasaba como si fuera algo grave. Conseguí pasar junto a él y atravesar la puerta, dejé mi bolso y el abrigo en el armario y encendí el ordenador. Intenté actuar como si él no siguiera de pie
en el umbral, observando todos mis movimientos.
—«Una cadena de desastres» es una muy buena descripción de lo que he tenido que gestionar en su
ausencia. He hablado con Alex Schaffer para quitarle importancia al hecho de que no le hubieran
llegado los contratos firmados a la hora prometida: las nueve de la mañana, horario de la costa Este.
También he tenido que llamar a Madeline Beaumont para hacerle saber que, de hecho, íbamos a seguir adelante con la propuesta como la dejamos por escrito. En otras palabras, esta mañana he estado haciendo su trabajo y el mío. ¿De verdad que incluso con esa «cadena de desastres» no ha podido ni siquiera llegar a las ocho de la mañana? Algunos empezamos a trabajar antes de la hora del brunch, señorita Mills.
Levanté la vista para mirarlo; estaba claramente cabreado y me miraba fijamente con los brazos
cruzados sobre su amplio pecho. Y todo porque había llegado una hora tarde... Parpadeé y aparté la
mirada, evitando deliberadamente fijarme en cómo el traje oscuro cortado a medida se tensaba a la
altura de sus hombros. El primer mes que trabajamos juntos, durante una convención, cometí el error de ir a hacer ejercicio al gimnasio del hotel y al entrar me lo encontré cubierto de sudor y sin camiseta al lado de la cinta de correr. Tenía una cara por la que mataría cualquier modelo masculino y el pelo más increíble que he visto nunca en un hombre. Pelo de polvo reciente, así lo llamaban las chicas de la planta de abajo, y según ellas, se había ganado ese título. La imagen de él limpiándose el pecho con la camiseta había quedado grabada a fuego en mi cerebro.
Pero claro, él tenía que estropearlo abriendo la bocaza y diciendo: «Me alegro de que por fin se
interese un poco por su forma física, señorita Mills».
Gilipollas.
—Lo siento, señor Malik. Comprendo la carga que he puesto sobre sus hombros dejándole a cargo
del fax y del teléfono —respondí con solo un pelín de sarcasmo—. Como ya le he dicho, no volverá a
ocurrir.
—Claro que no —respondió con su arrogante sonrisa de nuevo en los labios.
Si mantuviera la boca cerrada sería perfecto. Bastaría un trozo de cinta americana. Tenía un rollo en
mi mesa que a veces sacaba y acariciaba imaginando que algún día podría darle un buen uso.
—Y para que no se le ocurra olvidarse de este incidente, quiero ver las tablas de los informes de
progreso de los proyectos Schaffer, Colton y Beaumont sobre mi mesa a las cinco. Y después va a
recuperar la hora que ha perdido esta mañana haciendo una presentación de prueba de la cuenta
Papadakis para mí en la sala de reuniones a las seis. Si se va a ocupar de esa cuenta, tendrá que
demostrarme que sabe lo que está haciendo.
Abrí los ojos como platos, mientras él se daba la vuelta, entraba en su despacho y cerraba con un
portazo. Él sabía perfectamente que tenía muy adelantadas las previsiones de ese proyecto, que
también me iba a servir de proyecto final de mi máster. Todavía tenía varios meses para terminar la
presentación una vez que se firmaran los contratos... cosa que no había sucedido todavía. Ni siquiera estaban acabados los borradores. Y ahora, con todo lo demás por hacer, quería que hiciera una presentación de prueba dentro de... Miré el reloj. Genial, siete horas y media, y eso si me saltaba la comida. Abrí el archivo de la cuenta Papadakis y me puse manos a la obra.
Cuando todo el mundo empezó a salir poco a poco para ir a comer, yo me quedé pegada a mi mesa con un café y una bolsa de frutos secos que había comprado en la máquina. Normalmente me habría
llevado sobras de casa o habría salido con los demás becarios a comer algo, pero ese día el tiempo
corría en mi contra. Oí abrirse la puerta exterior del despacho y levanté la vista. Sonreí al ver a Sara
Dillon entrar. Sara estaba en Malik Media Group en el mismo programa de prácticas del máster,
aunque ella trabajaba en contabilidad.
—¿Vamos a comer? —me preguntó.
—Voy a tener que saltarme la comida. Está siendo un día infernal. —La miré con cara de pena y su
sonrisa pasó a ser burlona.
—¿Día infernal o jefe infernal? —Se sentó en el borde de mi mesa—. He oído que se ha puesto
como una fiera esta mañana.
Le dediqué una mirada cómplice. Sara no trabajaba para él, pero sabía todo lo que pasaba con
Zayn Malik. Como hijo menor del fundador de la empresa, Yasser Malik, y con una notoria
propensión a perder los estribos, era una leyenda viva en aquel edificio
—Aunque tuviera un clon, no podría acabar esto a tiempo.
—¿Quieres que te traiga algo? —Su mirada se dirigió al despacho del jefe—. ¿Un asesino a sueldo?
¿Agua bendita?
Reí.
—No, estoy bien.
Sara sonrió y se marchó. Acababa de darle el último sorbo a mi café cuando me agaché y me di
cuenta de que tenía una carrera en las medias.
—Y por si fuera poco —empecé a hablar al oír de nuevo los pasos de Sara— me he hecho una
carrera en las medias. ¿Sabes qué? Si vas a algún sitio donde haya chocolate, tráeme veinte kilos, así me como toda mi ansiedad después.
Levanté la vista y vi que no era Sara la persona que estaba allí de pie. Se me encendieron las
mejillas y me bajé la falda.
—Lo siento, señor Malik, yo...
—Señorita Mills, como usted y las otras secretarias tienen mucho tiempo para hablar de los
problemas con su lencería, además de preparar la presentación de Papadakis, necesito que vaya al
despacho de Willis y me traiga los análisis de mercado y segmentación de Beaumont. —Se enderezó la corbata mirando su reflejo en la ventana—. ¿Cree que podrá hacerlo?
¿Me acababa de llamar «secretaria»? Como parte de las prácticas a veces hacía ciertas tareas de
asistente para él, pero el señor Ryan sabía de sobra que yo llevaba varios años trabajando en la
empresa antes de que me concedieran la beca JT Miller para la Universidad Northwestern. Y ahora
solo me quedaban cuatro meses para acabar mi máster en empresariales.
«Para terminar el máster y dejar de estar a sus órdenes», pensé. Levanté la vista y me encontré con
su mirada encendida.
—No tengo ningún inconveniente en pedirle a Sam que...
—No era una sugerencia —me cortó—. Quiero que vaya usted a buscarlos. —Me miró durante un
momento con la mandíbula apretada antes de girar sobre sus talones y volver como una tromba a su
despacho, cerrando la puerta con fuerza tras él.
Pero ¿qué problema tenía? ¿De verdad era necesario ir dando portazos por ahí como un
adolescente? Cogí la chaqueta del respaldo de la silla y me encaminé a la otra oficina, un poco más
abajo en la misma calle.
Cuando volví, llamé a su puerta pero no respondió. Intenté girar el picaporte. Cerrado. Seguramente
estaría echando un polvo rapidito por la tarde con alguna princesita con fideicomiso mientras yo tenía que correr como una loca de acá para allá por todo Chicago. Metí el sobre manila por la ranura para el correo y deseé que los papeles se desparramaran por todas partes y él tuviera que agacharse para recogerlos y ordenarlos. Le estaría bien empleado. Me gustó bastante la imagen de él de rodillas en el suelo, recogiendo papeles desperdigados. Pero la verdad era que, conociéndolo, seguro que me llamaba para que entrara en su inmaculada guarida y lo recogiera todo mientras él me observaba.
Cuatro horas después había acabado las actualizaciones de los informes de progreso, tenía la
presentación prácticamente preparada y estaba al borde de la risa histérica por lo horrible que había
sido ese día. Me encontré planeando el cruento y retorcido asesinato del chico de la copistería. Solo le había pedido que hiciera algo muy sencillo: unas cuantas copias y encuadernar algunas cosas. Debería haber sido pan comido. Cosa de un momento. Pero no, le había llevado ¡dos horas!
Corrí por el oscuro pasillo del edificio ya vacío con los materiales para la presentación agarrados
como podía entre los brazos y mirando el reloj. Seis y veinte. El señor Malik se iba a comer mi hígado crudo. Llegaba veinte minutos tarde. Como había quedado claro esa mañana, él odiaba la
impuntualidad. «Tarde» era una palabra que no estaba incluida en el Diccionario del capullo de Zayn Malik, como tampoco lo estaban «corazón», «amabilidad», «compasión», «hora de la comida» o «gracias».
Y ahí estaba yo, corriendo por los pasillos con unos zapatos de tacón de aguja italianos, a toda
velocidad hacia mi verdugo.
«Respira, ____. Este tío es capaz de oler el miedo.»
Cuando me acerqué a la sala de reuniones intenté tranquilizar mi respiración y dejé de correr. Una
luz cálida se colaba por debajo de la puerta. Sin duda, estaba ahí, esperándome. Con cuidado intenté
arreglarme el pelo y la ropa a la vez que organizaba la pila de documentos que cargaba. Inspiré hondo y llamé a la puerta.
—Adelante.
Entré en la sala de reuniones, era enorme; una pared tenía unas ventanas del suelo al techo que
ofrecían una vista maravillosa del paisaje urbano de Chicago desde una altura de dieciocho pisos.
Empezaba a oscurecer y los rascacielos salpicaban el horizonte con sus ventanas iluminadas. En el
centro de la sala había una impresionante mesa de madera maciza, y mirándome desde la cabecera
estaba el señor Malik.
___
Bien! Y esta es la parte 1, si os a gustado comentad porque no me gustan los fantasmas.-. Pronto subiré la parte 2, puede que mañana si hay comentarios :D
Pd: No sé porque sale tanto espacio entre linea y linea si yo no le he dado a nada ;_; Si alguien sabe como solucionarlo que me lo diga, porfi c:
Nanni~Direction♥
Capitulo 1 [Parte II]
Capitulo 1. parte 2.
Estaba ahí sentado, con la chaqueta del traje colgada en una silla detrás de él, la corbata aflojada,
las mangas almidonadas de la camisa blanca remangadas hasta los codos y la barbilla descansando
sobre sus manos cruzadas. Me atravesó con la mirada, pero no dijo nada.
—Discúlpeme, señor Malik —dije con voz temblorosa y con la respiración entrecortada—. Las
copias me han llevado... —Me paré en seco. Las excusas no iban a mejorar mi situación. Y además, no le iba a permitir echarme la culpa de algo que yo no podía controlar. Que se fastidiara. Con mi recién recuperada valentía en su sitio, levanté la barbilla y caminé hasta donde él estaba sentado.
Sin mirarlo, busqué entre los papeles y coloqué una copia de la presentación sobre la mesa.
—¿Listo para empezar?
No dijo una palabra, pero su mirada atravesó mi valiente coraza. Todo aquello hubiera sido mucho
más fácil si él no fuera tan guapo... Sin decir nada, señaló el material que le había puesto delante para que continuara.
Me aclaré la garganta y empecé la presentación. Repasé los diferentes aspectos de mi propuesta y él
permaneció en silencio, con la mirada clavada en su copia. ¿Por qué estaba tan tranquilo? Podía
manejar sus arrebatos de ira, pero ese misterioso silencio... Me estaba poniendo de los nervios.
Estaba inclinada sobre la mesa, señalándole unos gráficos cuando sucedió.
—La línea temporal para el primer objetivo es un poco ambi...
Dejé la frase a medias y el aire se detuvo en mi garganta. Había puesto la mano en el final de mi
espalda antes de deslizarla poco a poco hasta posarla sobre la curva de mi trasero. En los nueve meses que llevaba trabajando para él nunca me había tocado intencionadamente.
Y eso era sin duda intencionado.
El calor de su mano me quemaba a través de la falda hasta llegar a mi piel. Todos los músculos de
mi cuerpo se tensaron y sentí cómo se licuaban mis entrañas. ¿Qué demonios estaba haciendo? Mi
cerebro me gritaba que le apartara la mano y le dijera que no volviera a tocarme, pero mi cuerpo
actuaba en solitario. Se me endurecieron los pezones, y apreté la mandíbula en respuesta.
«¡Traidores!»
El corazón me martilleaba en el pecho, pasó al menos medio minuto sin que ninguno de los dos
dijera nada. Mientras, su mano seguía bajando por mi muslo, acariciándome. Nuestras respiraciones y el ruido de la ciudad que llegaba amortiguado desde la calle era lo único que se oía en el aire inmóvil de la sala de reuniones.
—Dese la vuelta, señorita Mills.
Su voz queda rompió el silencio y yo me erguí, mirando hacia delante. Me volví lentamente y su
mano me fue rozando, deslizándose hacia mi cadera. Podía sentir cómo la extendía, desde las yemas
de los dedos que tenía sobre la parte baja de mi espalda hasta el pulgar que en ese momento
presionaba la piel suave que quedaba justo encima del hueso de mi cadera. Bajé la vista para mirarlo a los ojos y nuestras miradas se encontraron.
Notaba su pecho subiendo y bajando, cada respiración más profunda que la anterior. Un músculo se
contrajo en su dura mandíbula a la vez que el pulgar empezaba a moverse, deslizándose lentamente a un lado y a otro, mientras sus ojos no se apartaban de los míos. Estaba esperando que yo lo detuviera; ya había transcurrido tiempo más que suficiente para que yo lo apartara de un manotazo o
simplemente me alejara y me fuera. Pero tenía demasiados sentimientos que gestionar antes de poder reaccionar. Nunca me había sentido así, y mucho menos había esperado sentirme así con él. Quería darle una bofetada y después agarrarlo de la camisa y lamerle el cuello.
—¿Qué estás pensando? —me susurró con una mirada entre burlona y nerviosa.
—Todavía intento averiguarlo.
Con sus ojos fijos en los míos, sus dedos empezaron a descender por mi muslo hasta llegar al borde
de la falda. Después metió la mano por debajo y sus dedos recorrieron las cintas de mi liguero y el
borde de encaje de una de las medias que me llegaba hasta el muslo. Un dedo se coló entre la media y mi piel, y tiró un poco hacia abajo. Inspiré bruscamente, sintiendo de repente que me estaba fundiendo desde el exterior y hasta lo más profundo.
¿Cómo podía dejar que mi cuerpo reaccionara así? Todavía quería darle un bofetón, pero ahora
deseaba con más fuerza que continuara. El ansia que sentía entre las piernas no dejaba de aumentar.
Llegó al borde de mis bragas y metió los dedos bajo la tela. Sentí que se deslizaba contra mi piel y me rozaba el clítoris antes de meter un dedo en mi interior. Me mordí el labio e intenté (sin éxito)
contener un gemido. Cuando volví a bajar la vista para mirarlo, unas gotas de sudor empezaban a
formarse en su frente.
—Joder —dijo con voz baja y grave—. Qué húmeda estás. —Dejó que se le cerraran los ojos.
Parecía estar librando la misma lucha interna que yo. Le miré el regazo y vi que la tela de sus
pantalones estaba muy tensa. Sin abrir los ojos sacó el dedo y apretó el fino encaje de mis bragas en el puño. Cuando me miró estaba temblando, con una clarísima expresión de furia. Con un movimiento rápido me arrancó las bragas, y el sonido de la tela al rasgarse pudo oírse en silenciosa la sala.
Me cogió bruscamente, me subió a la fría mesa y me separó las piernas. Gemí sin querer cuando sus
dedos volvieron, deslizándose y entrando de nuevo. Odiaba a ese hombre de una forma especialmente intensa, pero mi cuerpo me traicionaba; quería más. Maldita sea, se le daba muy bien. Las suyas no eran las caricias amorosas a las que estaba acostumbrada. Era un hombre que solía conseguir lo que quería y por lo que parecía, lo que quería en ese momento era a mí. Dejé caer la cabeza a un lado y me eché hacia atrás hasta apoyarme en los codos, sintiendo precipitarse el orgasmo.
Y para mi horror absoluto incluso llegué a suplicar:
—Por favor...
Él dejó de moverse, sacó el dedo y cerró la mano en un puño. Yo me incorporé, le agarré la corbata
de seda y acerqué su boca a la mía con agresividad. Sus labios eran tan perfectos como parecían:
firmes y suaves. Nunca me había besado nadie que conociera hasta el último ángulo, punto de
profundidad y movimiento de provocación posible. Me estaba haciendo perder la cabeza.
Le mordí el labio inferior mientras mis manos se apresuraban a desabrocharle los pantalones,
liberando el cinturón de las trabillas.
—Será mejor que estés preparado para acabar lo que has empezado.
Él dejó escapar un sonido grave y rabioso desde el fondo de la garganta, me abrió la blusa de un
tirón. Los botones plateados salieron disparados y rebotaron por toda la mesa de la sala de reuniones.
Subió las manos por mis costillas y después las colocó sobre mis pechos; sus pulgares se deslizaban
adelante y atrás sobre mis pezones tensos. Su mirada oscura estaba fija en mi expresión todo el rato.
Tenía las manos grandes y tan ásperas que casi llegaban a provocarme dolor, pero en vez de quejarme o apartarlo, me apreté contra sus palmas porque quería sentir más y más fuerte.
Él gruñó y apretó los dedos. Se me ocurrió que me iba a dejar cardenales y casi deseé que lo hiciera.
Quería algo para recordar esa sensación de estar absolutamente segura de lo que deseaba mi cuerpo, de estar desatada.
Él se acercó lo suficiente para morderme el hombro y me susurró.
—Eres una tentación...
Incapaz de acercarme tanto como quería, aceleré mi maniobra con la cremallera y le bajé los
pantalones y los bóxer hasta el suelo. Le di un buen apretón a su polla, sintiendo cómo latía contra mi palma.
La forma en que dijo mi «apellido» entre dientes —«Mills...»— debería haberme provocado un
arrebato de furia, pero en ese momento solo sentía una cosa: pura lujuria desenfrenada. Me subió la
falda por los muslos y me empujó sobre la mesa. Antes de que pudiera decir una sola palabra me
agarró de los tobillos, luego se cogió la polla, dio un paso adelante y empujó hasta penetrarme.
Ni siquiera fui capaz de sentirme avergonzada por el gemido tan alto que dejé escapar. Él era lo
mejor que había sentido nunca...
—¿Qué? —dijo con los dientes apretados y las caderas golpeando contra mis muslos mientras se
hundía en mí—. Nunca te habían follado así antes, ¿eh? No resultarías tan tentadora si tuvieras alguien que te follara bien.
Pero ¿quién se creía que era? ¿Y por qué me ponía tanto que tuviera razón? Nunca había tenido
relaciones sexuales en ninguna otra parte que no fuera en una cama y nunca me había sentido así.
—Me han follado mejor —le dije para provocarlo.
Rió, bajito y con sorna.
—Mírame.
—No.
Salió justo cuando estaba a punto de correrme. Al principio pensé que me iba a dejar así, pero me
agarró los brazos y tiró de mí para levantarme de la mesa, con los labios y la lengua presionando
contra los míos.
—Mírame —repitió.
Y por fin, sin él dentro de mí, pude hacerlo. Parpadeó una vez, muy lentamente, con las largas
pestañas oscuras rozándole la mejilla, y después me dijo:
—Pídeme que haga que te corras.
Su tono no era el adecuado. Era casi una pregunta, sin embargo, las palabras eran propias de él: un
cabrón. Quería que hiciera que me corriera. Más que nada. Pero que me partiera un rayo si le pedía
algo en toda mi vida.
Bajé la voz y le miré fijamente.
—Es usted un capullo, señor Malik.
Su sonrisa me dejó claro que lo que fuera que quería de mí, lo había conseguido. Quería clavarle la
rodilla justo en sus partes, pero así no iba a conseguir lo que en realidad quería.
—Pídamelo por favor, señorita Mills.
—«Por favor», ni de coña.
Lo siguiente que sentí fue la ventana fría contra mis pechos y gemí ante el intenso contraste de
temperatura entre el cristal y su piel. Estaba ardiendo; todas las partes de mi cuerpo querían sentir su
áspero contacto.
—Al menos eres coherente —me dijo al oído antes de morderme el hombro. Metió el pie entre los
míos—. Separa las piernas.
Y yo las abrí sin dudarlo. Él me tiró de la cadera hacia atrás y metió la mano entre los dos antes de
volver a empujar para entrar en mi interior.
—¿Te gusta el frío?
—Sí.
—Chica sucia y pervertida. Te gusta que te vean, ¿eh? —murmuró mordiéndome el lóbulo de la
oreja—. Te encanta que todo Chicago pueda levantar la cabeza y mirar cómo te follo. Te están
volviendo loca todos y cada uno de los minutos que estás pasando con tus preciosas tetas pegadas
contra el cristal.
—Calla. Lo estás estropeando. —Pero no era así. Ni mucho menos. Su voz grave me provocaba
cosas increíbles.
Él solo se rió junto a mi oído y probablemente se dio cuenta de cómo me estremecí al oírlo.
—¿Quieres que vean cómo te corres?
Gemí en respuesta, incapaz de formar las palabras; cada embestida dentro de mí me apretaba más y
más contra el cristal.
—Dilo. ¿Quieres correrte, señorita Mills? Respóndeme o pararé y haré que me la chupes —susurró
entre dientes entrando cada vez más adentro.
La parte de mí que lo odiaba se estaba disolviendo como azúcar en mi lengua y la parte que quería
todo lo que tuviera para darme crecía, ardiente y exigente.
—Pídemelo. —Se inclinó sobre mí, me agarró el lóbulo de la oreja entre los labios y después me
dio un mordisco fuerte—. Te prometo que te lo daré.
—Por favor —le dije cerrando los ojos para ignorar todo lo demás y solo sentirle a él—. Por favor.
Sí.
Me rodeó el cuerpo con el brazo y puso sus dedos sobre mi clítoris con la presión y el ritmo
perfectos. Sentía su sonrisa sobre mi nuca y cuando abrió la boca y apretó los dientes contra mi piel,
perdí todo control. El calor ascendió por mi espalda, me envolvió las caderas hasta alcanzar mis
piernas y me sacudí contra él. Apreté el cristal con las manos, todo mi cuerpo estremeciéndose por el orgasmo que me embargaba y me dejaba sin aliento. Cuando por fin perdió intensidad, él salió y me dio la vuelta para que lo mirara; agachó la cabeza para besarme el cuello, la mandíbula y el labio
inferior.
—Dame las gracias —susurró.
Enterré las manos en su pelo y tiré con fuerza, esperando provocar alguna reacción en él, queriendo
ver si todavía tenía control sobre sí mismo o deliraba. «Pero ¿qué demonios estamos haciendo?»
Él gruñó, me cogió las manos, me besó por todo el cuello y apretó su erección contra mi estómago.
—Ahora hazme sentir bien.
Yo solté una mano, la bajé hasta su miembro y empecé a acariciarlo. Era grueso y largo y encajaba
perfecta en mi palma. Quería decírselo, pero en la vida le iba a decir lo genial que lo sentía. En vez de eso me aparté de sus labios mirándolo con los ojos entornados.
—Voy a hacer que te corras con tanta fuerza que te olvidarás de que eres el mayor cabrón del
mundo —le prometí con voz grave resbalando por el cristal antes de meterme lentamente su pene en
la boca hasta el fondo.
Él se tensó y soltó un gemido profundo. Levanté la vista para mirarlo: tenía las palmas y la frente
apoyadas contra el cristal y los ojos cerrados con fuerza. Parecía vulnerable y estaba tremendo en ese estado de abandono.
Pero no era nada vulnerable. Era el mayor capullo que había pisado la tierra y yo estaba de rodillas
delante de él. Ni de coña.
Así que en vez de darle lo que sabía que quería, me levanté, me bajé la falda y lo miré a los ojos.
Era más fácil ahora que no me estaba tocando y haciéndome sentir cosas que no tenía por qué hacerme sentir.
Los segundos pasaron y ninguno de los dos apartó la mirada.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —preguntó con voz ronca—. Ponte de rodillas y abre la boca.
—Ni hablar.
Cerré la parte delantera de mi blusa sin botones y me fui de la sala, rezando para que mis piernas
todavía temblorosas no me traicionaran.
Cogí el bolso de mi mesa, me puse la chaqueta e intenté desesperadamente abrocharme los botones
con los dedos vacilantes. El señor Malik aún no había salido y yo corrí hasta el ascensor confiando
poder llegar antes de tener que volver a enfrentarme a él.
Ni siquiera podía permitirme pensar en lo que había pasado hasta que no consiguiera salir de allí.
Le había dejado follarme, provocarme el orgasmo más increíble de mi vida y después le había dejado con los pantalones por los tobillos en la sala de reuniones de la empresa, con el peor caso de dolor de huevos de la historia de la humanidad. Si se tratara de la vida de otra persona, me habría alegrado una barbaridad. Sin embargo, no era la vida de otra.
«Mierda.»
Las puertas del ascensor se abrieron, entré y pulsé apresuradamente el botón. Después miré cómo
los números de los pisos bajaban con rapidez. En cuanto el ascensor llegó abajo, atravesé el vestíbulo corriendo. Oí al pasar algo que decía el guardia de seguridad sobre trabajar hasta tarde, pero me limité a pasar a la carrera a su lado y despedirme con la mano.
Con cada paso la tensión que sentía entre las piernas me recordaba lo que había pasado durante la
última hora. Cuando llegué a mi coche lo abrí con el mando, tiré de la puerta y me dejé caer en el
confort del asiento de cuero. Me miré en el espejo retrovisor.
«¿Qué demonios ha pasado?»
_____________
Chicas! Aquí les dejo la parte 2 del capitulo 1. Comenten, porque sino tardaré más en subir...
Espero que os guste!
Nanni~Direction♥
Re: Beautiful Bastard. Zayn Malik & ____ [Adaptada]
Capitulo 2.
Narra Zayn
«Dios, qué jodido estoy.»
Llevaba mirando al techo desde que me había despertado hacía treinta minutos. El cerebro: hecho
un lío. La polla: como una piedra.
Bueno, como una piedra otra vez.
Fruncí el ceño sin dejar de mirar el techo. No importaba cuántas veces me hubiera masturbado
desde que ella me dejó el día anterior, aquello no parecía bajar nunca. Y aunque nunca creí que fueran posible, era peor que los otros cientos de veces que me había levantado así. Porque esta vez sabía lo que me estaba perdiendo. Y eso que ella ni siquiera me había dado la oportunidad de correrme.
Nueve meses. Nueve putos meses de erecciones matutinas, de masturbaciones y de infinitas
fantasías con alguien que ni siquiera deseaba. Bueno, eso no era del todo cierto. La deseaba. La
deseaba más que a ninguna otra mujer que hubiera visto en la vida. El mayor problema era que
también la odiaba.
Y ella me odiaba a mí. Pero me odiaba de verdad. En mis treinta y un años nunca había conocido a
nadie que me sacara de quicio como lo hacía la señorita Mills.
Solo su nombre ya me ponía a mil. «Maldita traidora.» Bajé la vista hacia el lugar donde estaba
formando una tienda de campaña con las sábanas. Ese estúpido apéndice era el que me había metido
en ese lío en un primer momento. Me froté la cara con las manos y me senté en la cama.
«¿Por qué demonios no he podido mantenerla metida en los pantalones?» Lo había conseguido
durante casi un año. Y funcionaba. Guardaba las distancias, le daba órdenes... Joder, tenía que admitir que había sido un verdadero cabrón ese tiempo. Y de repente, perdí la cabeza sin más. Solo hizo falta un momento. Sentado en aquella sala en silencio, su olor me envolvió y esa dichosa falda... Y la forma en que me puso el trasero en la cara... Perdí el control.
Estaba seguro de que si me la tiraba una vez sería algo decepcionante y dejaría de desearla tanto.
Por fin tendría algo de paz. Pero ahí estaba de nuevo, en mi cama, empalmado como si no me hubiera corrido en semanas. Miré el reloj; solo habían pasado cuatro horas.
Me di una ducha rápida, frotándome con fuerza como para borrar cualquier rastro que me quedara
de ella de la noche anterior. Iba a parar eso: tenía que hacerlo. Zayn Malik no actuaba como un
adolescente en celo, y sin duda no iba follándose por ahí a las chicas de la oficina. Lo último que
necesitaba era una mujer dependiente fastidiándolo todo. No podía permitir que la señorita Mills
tuviera ese control sobre mí.
Todo iba mucho mejor antes de saber lo que me estaba perdiendo. Por muy horrible que fuera
entonces, ahora era un millón de veces peor.
Iba de camino a mi despacho cuando entró ella. Por la forma en la que se había ido la noche anterior
(prácticamente salió corriendo), suponía que podía esperar una de dos: o aparecería por la mañana
haciéndome ojitos y pensando que lo de anoche significaba algo, que «nosotros» éramos algo, o iba a hacerme la vida imposible.
Si alguien se enteraba de lo que habíamos hecho, no solo podía perder mi trabajo, sino que podía
perder todo por lo que había luchado. Pero, por mucho que la odiara, no la veía haciendo algo como
eso. Si había algo que había aprendido sobre la señorita Mills en ese tiempo era que se trataba de una persona leal, en quien se podía confiar. Llevaba trabajando para Malik Media Group desde la
universidad y por algo se había convertido en una parte muy valiosa de la empresa. Ahora le quedaban solo unos meses para acabar su máster y después podría escoger el trabajo que más le gustara. Seguro que no iba a poner eso en peligro.
Pero, joder, lo que hizo fue ignorarme. Entró llevando una gabardina hasta la rodilla que ocultaba
cualquier cosa que llevara debajo, pero que le servía más que bien para mostrar esas piernas
fantásticas que tenía.
Oh, mierda... Si llevaba esos zapatos había posibilidades de que... «No, ese vestido no. Por favor,
por el amor de Dios, ese vestido no...» Sabía perfectamente que no había forma de que tuviera fuerza de voluntad para soportar aquello justo ese día.
La miré fijamente mientras colgaba la gabardina en el armario y se sentaba en su mesa.
Madre de Dios, esa mujer era la mayor tentación del mundo.
Y sí, llevaba el vestido blanco. Con un escote bastante pronunciado que acentuaba la suave piel del
cuello y las clavículas y la tela blanca pegándose perfectamente a esos pechos increíbles; ese vestido era la ruina de mi existencia, mi cielo y mi infierno en un envoltorio delicioso.
La falda le llegaba justo por debajo de las rodillas y era lo más sexy que había visto en mi vida. No
era provocativo en sí mismo, pero había algo en el corte y en ese maldito blanco virginal que me tuvo de nuevo como una moto prácticamente todo el día. Y siempre se dejaba el pelo suelto cuando se ponía ese vestido. Una de mis fantasías recurrentes era quitarle todas las horquillas del pelo y
agarrárselo mientras me la follaba.
Dios, es que siempre me ponía de mal humor.
Como siguió sin hacerme ni caso, me volví y entré como un torbellino en mi oficina y di un
portazo. ¿Por qué seguía afectándome así? Nada ni nadie me habían distraído así y la odiaba por ser la primera en conseguirlo.
Pero una parte de mí lo que odiaba era el recuerdo de su expresión victoriosa cuando me dejó sin
aliento y prácticamente suplicándole que me la chupara. Esa chica los tenía bien puestos.
Me tragué la sonrisa que surgía en mis labios y me centré en seguir odiándola.
Trabajo. Me centraría en el trabajo y dejaría de pensar en ella. Caminé hasta mi mesa y me senté
intentando dirigir mi atención a cualquier cosa salvo la sensación extraordinaria de sus labios
rodeándome la noche anterior.
«No es el momento, Zayn.»
Abrí mi ordenador portátil para comprobar mi agenda para ese día. Mi agenda... Mierda. Ella tenía
la versión más actualizada en su ordenador. Esperaba no perderme ninguna reunión esa mañana,
porque no estaba dispuesto a pedirle a la «Princesa de hielo» que entrara en mi despacho hasta que no fuera absolutamente necesario.
Estaba revisando una hoja de cálculo cuando oí que llamaban a mi puerta.
—Adelante —dije.
De repente un sobre blanco cayó de golpe en mi mesa. Levanté la vista y vi a la señorita Mills
mirándome con una ceja enarcada insolentemente. Sin decir ni una palabra se dio la vuelta y salió de mi despacho.
Miré fijamente el sobre con un ataque de pánico. Seguramente era una carta formal detallando mi
conducta y expresando su intención de ponerme una demanda por acoso. Esperaba un membrete y su firma al final de la página.
Lo que no me esperaba era el recibo de una tienda de ropa de internet... Y cargado en la tarjeta de
crédito de la empresa. Me levanté de la silla de un salto y salí corriendo de mi despacho tras ella. Se
dirigía hacia las escaleras. Bien. Estábamos en la planta dieciocho y seguramente nadie aparte de ella y yo iba a utilizar esas escaleras. Podía gritarle todo lo que quisiera y nadie se iba a enterar.
La puerta se cerró con un ruido metálico y sus tacones resonaron bajando los escalones justo delante
de mí.
—Señorita Mills, ¿dónde demonios cree que va?
Ella siguió andando sin volverse.
—Es la hora del café, así que en mi calidad de «secretaria», que es lo que soy —dijo entre dientes
—, voy a la cafetería de la planta catorce a buscarle uno. Usted no puede pasar sin su dosis de cafeína.
¿Cómo alguien tan sexy podía ser tan arpía a la vez? La alcancé en el rellano entre dos plantas, la
agarré del brazo y la empujé contra la pared. Ella entornó los ojos despectivamente y siseó con los
dientes apretados. Le puse el recibo delante de la cara y la miré fijamente.
—¿Qué es esto?
Ella sacudió la cabeza.
—¿Sabes? Para ser un pedante sabelotodo a veces eres muy tonto. ¿Tú qué crees? Es un recibo.
—Ya me he dado cuenta —gruñí arrugando el papel. La pinché con una parte puntiaguda del recibo
en la delicada piel justo encima de uno de sus pechos; sentí que mi polla se despertaba cuando ella
soltó una exclamación ahogada y sus pupilas se dilataron—. ¿Por qué te has comprado ropa y la has
cargado a la tarjeta de la empresa?
—Porque un cabrón me hizo jirones la blusa. —Se encogió de hombros y después acercó la cara un
poco y susurró—. Y las bragas.
Joder.
Inspiré hondo por la nariz y tiré el papel al suelo, me incliné hacia delante y uní mis labios con los
de ella mientras enredaba los dedos en su pelo, apretando su cuerpo contra la pared. Mi polla latía
contra su abdomen mientras sentía que su mano seguía el mismo camino que la mía y se metía entre
mi pelo para agarrármelo con fuerza.
Le subí el vestido por los muslos y gemí dentro de su boca cuando mis dedos encontraron otra vez
el borde de encaje de sus medias hasta el muslo. Lo hacía para atormentarme, seguro. Sentí que me
pasaba la lengua sobre los labios mientras yo rozaba con los dedos la tela cálida y húmeda de sus
bragas. Las agarré con fuerza y les di un fuerte tirón.
—Pues apunta que tienes que comprarte otras —le dije y después le metí la lengua dentro de la
boca.
Ella gimió profundamente cuando metí dos dedos en su interior. Estaba todavía más húmeda de lo
que estaba la noche anterior, si es que eso era posible. «Menuda situación tenemos ahora mismo entre manos.» Ella se apartó de mis labios con una exclamación cuando empecé a follarla con los dedos con fuerza mientras con el pulgar le frotaba con energía y ritmo el clítoris.
—Sácatela —me dijo—. Necesito sentirte. Ahora.
Yo entrecerré los ojos, intentando ocultar el efecto que sus palabras tenían en mí.
—Pídamelo por favor, señorita Mills.
—Ahora —dijo con mayor urgencia.
—¿Eso no es un poco exigente?
Me dedicó una mirada que le habría minado la moral a alguien menos canalla que yo, y no pude
evitar reírme. Mills sabía defender su territorio.
—Tienes suerte. Hoy me siento generoso.
Me quité todo lo rápido que pude el cinturón, los pantalones y los calzoncillos antes de levantarla a
pulso y embestirla. Dios, qué sensación. Mejor que nada. Eso explicaba por qué no podía quitármela de la cabeza. Algo me decía que nunca me iba a hartar de eso.
—Maldita sea —murmuré.
Ella inspiró con fuerza y sentí que me apretaba. Su respiración se había vuelto irregular. Mordió el
hombro de mi chaqueta y me rodeó con una pierna cuando empecé a moverme rápido y fuerte con ella aún contra la pared. En cualquier momento alguien podía aparecer en las escaleras y pillarme
follándomela, pero nada podía importarme menos en aquel momento. Necesitaba quitármela de la
cabeza cuanto antes.
Levantó la cabeza y fue mordisqueándome el cuello hasta que atrapó mi labio inferior entre los
dientes.
—Cerca —me dijo con voz grave y apretó su pierna alrededor de mi cintura para acercarme y
profundizar más—. Estoy cerca.
«Perfecto.»
Enterré mi cara en su cuello y en su pelo para amortiguar mi gemido al correrme con fuerza y sin
avisar dentro de ella, apretándole el trasero con las manos. Y salí antes de que pudiera frotarse más
contra mí, dejándola en el suelo sobre sus piernas inestables.
Me miró con la boca abierta y los ojos en llamas. Las escaleras se llenaron de un silencio sepulcral.
—¿En serio? —dijo resoplando sonoramente. Echó la cabeza hacia atrás y golpeó la pared con un
ruido seco.
—Gracias, ha sido fantástico. —Me subí los pantalones que tenía a la altura de las rodillas.
—Eres un cabrón.
—Creo que eso ya me lo habías dicho —murmuré bajando la vista para subirme la cremallera.
Cuando volví a levantarla, ella se había arreglado el vestido, pero se la veía hermosamente
desaliñada, y parte de mí deseó estirar el brazo y deslizar la mano entre sus piernas para hacer que se corriera. Pero una parte de mí aún mayor estaba disfrutando con la furiosa insatisfacción que había en sus ojos.
—El que siembra vientos, recoge tempestades, por así decirlo.
—Qué pena que seas un polvo tan malo —respondió con frialdad. Se volvió para seguir bajando las
escaleras, pero se detuvo de repente y se volvió para mirarme—. Y qué suerte que esté tomando la
píldora. Gracias por preguntar, imbécil.
La vi desaparecer bajando las escaleras y gruñí mientras regresaba a mi despacho. Me dejé caer en
la silla con un resoplido y me pasé las manos por el pelo antes de sacar sus bragas rotas de mi bolsillo. Me quedé mirando la seda blanca que tenía entre los dedos durante un momento y después abrí el cajón de mi mesa y las metí dentro junto con las de la noche anterior.
______
Hola! Aquí el capitulo 2, espero que os guste :) Y comentad ,_,
Pd: Este domingo me voy de vacaciones y no podré subir, pero antes del domingo subiré 1 cap o 2 :)
Nanni~Direction♥
Capitulo 3 [Parte I]
Cómo demonios conseguí bajar esos escalones sin matarme es algo que no sabría explicar. Salí
corriendo como si el lugar estuviera en llamas, dejando al señor Malik solo en las escaleras con la boca abierta, la ropa desordenada y el pelo revuelto como si alguien lo hubiera asaltado.
Pasé sin pararme por la cafetería de la catorce y llegué a la última puerta del rellano, que crucé de
un salto (algo nada fácil con esos zapatos), abrí la puerta metálica y me apoyé contra la pared,
jadeando.
«Pero ¿qué acaba de pasar?» ¿Acabo de follarme a mi jefe en las escaleras? Solté una exclamación
y me tapé la boca con las manos. ¿Y le he ordenado que lo haga? «Oh, Dios.» Pero ¿qué demonios me pasa?
Alucinada me aparté con dificultad de la pared y subí unos cuantos tramos de escaleras hasta el
baño más cercano. Comprobé todos los cubículos para asegurarme de que estaban vacíos y después
cerré con llave la puerta principal. Cuando me acerqué al espejo del baño hice una mueca. Parecía que me hubieran centrifugado y puesto a secar.
Mi pelo era un desastre. Todas mis ondas tan cuidadosamente ordenadas eran ahora una masa de
nudos salvajes. Al parecer al señor Malik le gustaba que llevara el pelo suelto. Tendría que recordarlo.
«Un momento... ¿Qué?» ¿De dónde había salido eso? No tenía que recordar nada, ni hablar. Golpeé
la encimera de los lavabos con el puño y me acerqué más para evaluar los daños.
Tenía los labios hinchados y el maquillaje corrido. El vestido estaba dado de sí y prácticamente me
quedaba colgando; y otra vez me había quedado sin bragas.
«Hijo-de-puta.» Ya eran las segundas. ¿Qué hacía con ellas?
—¡Oh, Dios! —exclamé en un ataque de terror. No estarían en alguna parte de la sala de reuniones,
¿verdad? ¿Las habría recogido y tirado? Debería preguntarle para estar segura. Pero no. No le iba a dar la satisfacción de reconocer que esto... esto... ¿Qué era esto?
Sacudí de nuevo la cabeza, frotándome la cara con las manos. Dios, lo había estropeado todo.
Cuando llegué esa mañana tenía un plan. Iba a entrar allí, tirarle ese recibo a su atractiva cara y decirle que se lo metiera por donde le cupiera. Pero él estaba tan tremendamente sexy con ese traje color gris antracita y el pelo tan bien peinado hacia arriba, como una señal de neón que pedía a gritos que lo despeinaran, que simplemente había perdido la capacidad de pensar con claridad. Patético. ¿Qué tenía él que hacía que el cerebro se me convirtiera en papilla y me humedeciera así?
Esto no estaba bien. ¿Cómo iba a poder mirarlo sin imaginármelo desnudo? Bueno, vale, no
desnudo. Técnicamente no le había visto totalmente desnudo todavía, pero lo que había visto me hacía estremecer.
«Oh, no. ¿Acabo de decir “todavía”?»
Podría dimitir. Lo pensé durante un minuto, pero no me gustó lo que me hizo sentir. Me encantaba
mi trabajo y el señor Malik podía ser el mayor capullo del mundo, pero había podido tratar con él
durante nueve meses y (si no teníamos en cuenta las últimas veinticuatro horas) me las había apañado para conseguir trabajar con él como no lo había hecho nadie antes. Y por mucho que odiara admitirlo, me encantaba verlo trabajar. Era un capullo tremendamente impaciente, un perfeccionista obsesivo, le ponía a todo el mundo el listón a la misma altura y no aceptaba nada que no fuera lo mejor que pudieras hacer. Pero tenía que admitir que siempre había agradecido que diera por hecho que podía hacerlo mejor, trabajar más, hacer lo que hiciera falta para sacar adelante mi tarea... incluso aunque sus métodos no me encantaran. Realmente era un genio del mundo del marketing; toda su familia lo era.
Y esa era otra. Su familia. Mi padre estaba en Dakota del Norte y, cuando empecé como
recepcionista mientras estaba en la universidad, Yaser Malik fue muy bueno conmigo. Todos lo habían sido. El hermano de Zayn, Henry, era otro ejecutivo senior y el hombre más amable que había conocido nunca. Me encantaba toda la gente de allí, así que dimitir no era una opción.
El mayor problema eran las prácticas. Necesitaba presentar mi informe sobre la experiencia en la
empresa a la junta de la beca JT Miller antes de terminar mi máster, y quería que mi proyecto final
fuera brillante. Por eso me había quedado en Malik Media Group: Zayn Malik me ofreció la cuenta
Papadakis (el plan de marketing de una promotora inmobiliaria multimillonaria) que era un proyecto mucho más grande que el de cualquiera de mis compañeros. Cuatro meses no eran suficientes para empezar en otra parte y encontrar algún proyecto interesante con el que poder lucirme... ¿verdad?
No. Definitivamente no podía dejar Malik Media.
Tomada esa decisión, sabía que necesitaba un plan de acción. Tenía que seguir siendo profesional y
asegurarme de que entre el señor Malik y yo nunca, jamás volviera a pasar nada, aunque «nada» fuera el sexo más caliente y más intenso que había tenido en mi vida, incluso aunque me negara los
orgasmos.
Cerdo.
Yo era una mujer fuerte e independiente. Tenía una carrera que construir y había trabajado infinitas
horas para llegar a donde estaba. Mi mente y mi cuerpo no se gobernaban por la lujuria. Solo tenía que recordar lo que era: un mujeriego, un arrogante, un cabezota y un gilipollas que daba por hecho que todos los que lo rodeaban eran idiotas.
Le sonreí a mi reflejo en el espejo y repasé el conjunto de recuerdos recientes que tenía de Zayn Malik.
«Le agradezco que me haya hecho un café cuando fue a hacerse el suyo, señorita Mills, pero si
hubiera querido beberme una taza de barro habría pasado mi taza por la tierra del jardín esta mañana.»
«Si insiste en golpear el teclado como si le fuera la vida en ello, señorita Mills, le agradecería que
mantuviera cerrada la puerta que comunica nuestros despachos.»
«¿Hay alguna razón para que esté necesitando tantísimo tiempo para llevar los borradores de los
contratos al departamento legal? ¿Es que soñar despierta con peones de granja está ocupando todo su tiempo?»
Vaya, aquello iba a ser más fácil de lo que creía.
Sintiendo mi determinación renovada, me arreglé el vestido, me coloqué el pelo y me dirigí, sin
bragas y llena de confianza, a la salida del baño. Cogí el café que había ido a buscar y volví a mi
despacho, evitando las escaleras.
Abrí la puerta exterior y entré. La puerta del señor Malik estaba cerrada y no llegaba ningún ruido
desde el interior. Tal vez estuviera a punto de salir. «Qué más quisiera.» Me senté en mi silla, abrí el
cajón, saqué mi neceser y me retoqué el maquillaje antes de volver al trabajo. Lo último que quería
era tener que verlo, pero si no tenía intención de dimitir, eso iba a suceder en algún momento.
Cuando revisé el calendario recordé que el señor Malik tenía una presentación para los demás
ejecutivos el lunes. Hice una mueca de asco al darme cuenta de que eso significaba que iba a tener que hablar con él hoy para preparar los materiales. También tenía una convención en San Diego el mes que viene, lo que significa no solo que iba a tener que estar en el mismo hotel que él, sino en el mismo avión, el coche de la empresa y también en todas las reuniones que surgieran. No, seguro que no había nada incómodo en todo eso.
Durante la siguiente hora me descubrí mirando cada pocos minutos hacia su puerta. Y cada vez que
lo hacía, sentía mariposas en el estómago. ¡Qué estupidez! ¿Qué me estaba pasando? Cerré el archivo que no estaba consiguiendo leer y dejé caer la cabeza entre las manos justo cuando oí que se abría la puerta.
El señor Malik salió y evitó mirarme. Se había arreglado la ropa, llevaba el abrigo colgado sobre el
brazo y un maletín en la mano, pero todavía tenía el pelo totalmente enmarañado.
—Estaré ausente el resto del día —dijo con una calma extraña—. Cancele mis citas y haga los ajustes necesarios.
—Señor Malik —dije y él se detuvo ya con la mano en el picaporte—. No olvide que tiene una
presentación para el comité ejecutivo el lunes a las diez. —Le estaba hablando a su espalda. Estaba
quieto como una estatua con los músculos en tensión—. Si quiere puedo tener las hojas de cálculo, los archivos y los materiales de la presentación preparados en la sala de reuniones a las nueve y media.
La verdad es que estaba disfrutando de aquello. No había ni una pizca de comodidad en su postura.
Asintió brevemente y empezó a salir por la puerta cuando le detuve de nuevo.
—Y, señor Malik —añadí con dulzura—, necesito su firma en estos informes de gastos antes de que
se vaya.
Él hundió los hombros y resopló impaciente. Se volvió para acercarse hasta mi mesa y, aún sin
mirarme, se inclinó y revisó los formularios con las etiquetas de «Firmar aquí».
Le tendí un boli.
—Por favor firme donde están las etiquetas, señor Malik.
Odiaba que le dijeran que hiciera lo que ya estaba a punto de hacer. Yo contuve una risita. Me quitó
el boli y levantó lentamente la barbilla, poniendo sus ojos avellana a la altura de los míos. Nos
quedamos mirando durante lo que parecieron varios minutos. Ninguno de los dos apartó la mirada.
Durante un breve momento sentí una necesidad casi irresistible de inclinarme hacia él, morderle el
labio inferior y rogarle que me tocara.
—No me desvíes las llamadas —casi me escupió a la vez que firmaba apresuradamente el último
formulario y tiraba el boli sobre la mesa—. Si hay alguna emergencia, contacta con Henry.
—Capullo —murmuré entre dientes mientras lo veía desaparecer.
Decir que mi fin de semana fue un asco sería poco decir. Apenas comí, apenas dormí y lo poco que
dormí estuvo interrumpido por fantasías de mi jefe desnudo encima, debajo y detrás de mí. Incluso
deseé volver al trabajo para tener algo con lo que distraerme.
La mañana del sábado me desperté frustrada y de mal humor, pero no sé cómo conseguí recomponerme y ocuparme de las tareas de la casa y de la compra semanal. Pero el domingo por la
mañana no tuve tanta suerte. Me desperté sobresaltada, jadeando y temblando, con el cuerpo cubierto de sudor y envuelta en un revoltijo de sábanas de algodón. El sueño que había tenido era tan intenso que me había llevado hasta el orgasmo. El señor Malik y yo nos encontrábamos otra vez encima de la mesa de la sala de reuniones, pero esta vez los dos estábamos totalmente desnudos. Él estaba tumbado boca arriba y yo a horcajadas sobre él, mi cuerpo moviéndose sobre el suyo, subiendo y bajando sobre su pene. Él me tocaba por todas partes: la cara, el cuello, encima de los pechos y bajando hasta las caderas, donde me agarraba para guiar mis movimientos. Yo sentí que estaba a punto de correrme cuando nuestras miradas se encontraron.
—¡Mierda! —gruñí y salí de la cama. Eso iba de mal en peor y muy rápido. ¿Quién iba a pensar que
trabajar con un cabrón irritable iba a acabar en que te follen contra una ventana y además te guste?
Abrí el grifo de la ducha y mientras esperaba que se calentara el agua, mis pensamientos empezaron
a divagar. Quería ver su mirada cuando la levantara desde mi entrepierna, su expresión al ponerse
encima de mí, sentir cuánto me deseaba. Necesitaba oír el sonido de su voz diciendo mi nombre al
correrse.
Se me cayó el alma a los pies. Fantasear con él era un billete directo hacia los problemas. Un billete
solo de ida. Estaba a punto de conseguir mi máster. Él era un ejecutivo. Él no tenía nada que perder y yo podía perderlo todo.
Me duché y me vestí rápido para salir a almorzar con Sara y con Julia. Sara y yo nos veíamos todos
los días en el trabajo, pero era más difícil quedar con Julia, mi mejor amiga desde el instituto.
Trabajaba en el departamento de ventas de la firma Gucci y siempre estaba llenando mi armario de
muestras y restos de stock. Gracias a ella y a su descuento, yo tenía una ropa genial. Seguía siendo
cara, pero merecía la pena. Me pagaban bien en Malik Media y mi beca cubría todos los gastos de la
universidad, pero ni siquiera así podía gastarme mil novecientos dólares en un vestido sin que me
dieran ganas de suicidarme.
A veces me preguntaba si Yaser me pagaba tan bien porque sabía que era la única que podía manejar a su hijo. Oh, si él supiera...
Decidí que era una mala idea contarles a las chicas lo que estaba ocurriendo. Sara trabajaba para
Henry Malik y veía a Zayn por el edificio muy a menudo. No podía pedirle que guardara un secreto
como ese. Julia, por otro lado, me echaría la bronca. Durante casi un año me había oído quejarme
sobre lo estúpido que era mi jefe y no le iba a hacer gracia saber que me lo estaba tirando.
Dos horas más tarde estaba sentada con mis dos mejores amigas bebiendo mimosas en el patio de
nuestro restaurante favorito, hablando de hombres, ropa y trabajo. Julia me sorprendió trayéndome un vestido que estaba hecho de la tela más suntuosa que había visto en toda mi vida. Estaba metido en una bolsa para trajes que colgaba de una silla que había a mi lado.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó Julia entre dos trozos de melón—. ¿El cerdo de tu jefe sigue
haciéndotelo pasar mal, ____?
—Oh, el cabrón atractivo... —suspiró Sara y yo me puse a estudiar atentamente las gotas de
condensación de mi copa. Ella se metió una uva en la boca y habló mientras la masticaba—. Dios,
tendrías que verlo, Julia. Es la mejor descripción de él que he oído en mi vida. Es un dios. Y lo digo en serio. No tiene nada de malo, al menos físicamente. Una cara perfecta, el cuerpo, la ropa, el pelo... Oh, Dios, el pelo. Lo lleva así, como en un despeinado artístico increíble —dijo haciendo gestos por encima de su cabeza—. Parece que acabara de follarse a alguien hasta dejarla sin aliento.
Puse los ojos en blanco. No necesitaba que nadie me recordara lo del pelo.
—Y, no sé lo que te habrá dicho ____, pero es odioso —siguió Sara poniéndose seria—. Quiero
decir, a los quince minutos de conocerlo ya quería reventarle las cuatro ruedas con una navaja. Es el
mayor cabrón que he conocido.
Estuve a punto de atragantarme con un trozo de piña. Si Sara supiera... Y además estaba muy bien
dotado en cuanto a atributos masculinos. Era injusto.
—¿Y por qué es tan capullo?
—¿Quién sabe? —contestó Sara, y después parpadeó como si estuviera realmente pensando que
podía tener una buena excusa—. ¿Tal vez tuvo una infancia difícil?
—Pero ¿conoces a su familia? —le pregunté escéptica—. Su infancia ha tenido que ser idílica.
—Cierto —concedió—. Tal vez es algún tipo de mecanismo de defensa. Quizá está amargado y cree
que tiene que trabajar más y reivindicarse ante todo el mundo continuamente porque ser tan guapo...
Reí entre dientes.
—No hay ninguna razón profunda. Él cree que a todo el mundo debe importarle tanto su trabajo
como a él, pero la mayoría de la gente no comparte su visión. Y eso le molesta.
—¿Le estás defendiendo, ____? —le preguntó Sara con una sonrisa sorprendida.
—De ninguna manera.
Noté que los ojos azules de Julia estaban fijos en mí y que los había entornado en una acusación
silenciosa. Me había quejado mucho de mi jefe en los últimos meses, pero tal vez no había
mencionado que era guapísimo.
—____, ¿me has estado ocultando algo? ¿Está macizo tu jefe? —me preguntó.
—Sí que es guapísimo, pero su personalidad hace que sea muy difícil apreciarlo. —Intenté parecer
todo lo despreocupada que pude. Julia podía leer casi cualquier cosa que yo pensara.
—Bueno —dijo encogiéndose de hombros y dándole un largo sorbo a su bebida—, tal vez la tiene
pequeña y eso es lo que realmente le saca de quicio.
Yo vacié mi copa de un trago mientras mis dos amigas se partían de risa.
El lunes por la mañana entré en el edificio hecha un manojo de nervios. Había tomado una decisión:
no iba a sacrificar mi trabajo por nuestra falta de buen juicio. Quería acabar en ese puesto con una
presentación estelar para la junta de la beca y después salir de allí para empezar mi verdadera carrera.
Nada de sexo ni de fantasías. Podía trabajar con el señor Malik (solo negocios) durante unos meses
más.
Como sentía la necesidad de reforzar mi confianza en mí misma, me puse el vestido nuevo que me
había traído Julia. Resaltaba mis curvas, pero no era demasiado provocativo. Pero mi arma secreta
para aumentar mi confianza era mi ropa interior. Siempre me ha gustado la lencería cara, así que no
tardé mucho en descubrir dónde estaban los sitios para cazar las mejores rebajas. Llevar algo sexy
debajo de la ropa me hacía sentir poderosa, y las bragas que llevaba me funcionaban a la perfección.
Eran de seda negra con bordados por delante, y la parte de atrás tenía una serie de cintas de tul que se cruzaban para encontrarse en el centro, cerca del coxis, formando un exquisito lazo negro. Con cada paso la tela del vestido me acariciaba la piel. Hoy podría soportar cualquier cosa por parte del señor Malik y devolverle todas las pelotas.
_____
Chicas! Aquí tenéis el capitulo 3, espero que os guste. Y sobre todo a ti Indre, que no paras de pedirme que suba, pervertida :3
Pd: El domingo me voy de viaje, así que no podré subir durante unos días, cuando vuelva haré maratón, pero comentad, que no cuesta nada...
Un kiss :(L):
Nanni~Direction♥
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