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Oscuros Deseos
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Oscuros Deseos
Nombre: Oscuros Deseos
Autor: Celeste Smith
Adaptación: No
Género: Drama, erótica
Advertencias: Trataré de subir lo más seguido posible, la tengo escrita a mano así que la iré pasando y haciendo en la marcha porque no está terminada ni mucho menos; contiene escenas algo fuertes pero dentro de los límites de las normas y si no es así, trataré de adaptarla para que lo sea, espero les guste *----*
Otras páginas: -
Autor: Celeste Smith
Adaptación: No
Género: Drama, erótica
Advertencias: Trataré de subir lo más seguido posible, la tengo escrita a mano así que la iré pasando y haciendo en la marcha porque no está terminada ni mucho menos; contiene escenas algo fuertes pero dentro de los límites de las normas y si no es así, trataré de adaptarla para que lo sea, espero les guste *----*
Otras páginas: -
CAPÍTULO 1
El reloj sobre la mesa de luz junto a mi cama sonó de manera incesante, como si su “pi-pi-pi” me avisara que era hora de afrontar mi nueva realidad, la cual, lejos de ser mala requería determinada cuota de responsabilidad pues el sobrevivir se encontraba por entero en mis manos. Me levanté de la cama, intentado desenredarme de las sábanas blancas que se encontraban alrededor de mis pies pues mi forma de dormir se asemejaba más a la de un saco de nervios que a la de una persona normal, aunque tampoco habían demasiadas diferencias en cuanto a lo que era yo despierta, pero ese no era un tema que quisiera pensar en este mismo momento.
Había llegado al pequeño apartamento en el cuál mi prima vivía hacía solo tres días luego de una larga planificación y un fuerte deseo por lograr independencia saliendo del pueblo en el cuál había crecido pero en el cuál no podría llegar a progresar ni a tener un buen futuro, de modo que ya con 18 años me encontraba en la gran ciudad de New York. Aún me sentía un poco perdida y asustada pero con toda la voluntad de comenzar mi nueva vida y no era para menos luego de vivir con padres sobreprotectores quienes demandaban que fuese una buena hija y estudiante. Logré cumplir con las expectativas depositadas en mi durante todos esos años a costas de soportar destratos en el colegio al cuál concurría ya que mi semblante no era exactamente el de una chica popular pero sin embargo me había esforzado para poder obtener buenas calificaciones y que mis padres se sintieran orgullosos de mí.
Pese a todos esos percances, logré terminar el secundario junto con varios cursos a nivel terciario hasta que mi mente dijo “basta”, no me veía capacitada a nivel psicológico como para ingresar a una Universidad teniendo en cuenta todos los vínculos sociales que ahí se gestaban; no podría soportar más burlas de parte de nadie debido a mi gran represión y timidez, por ello prefería irme, conseguir trabajo en la ciudad y comenzar una nueva y tranquila vida. Había contado con la suerte de que Nayara, mi prima, viviera sola en la ciudad y me ofreciera compartir su apartamento; se trataba de una chica independiente y decidida, lo contrario a mí y conociendo mi forma de ser, había sido la impulsora de este emprendimiento diciéndome que debía buscar mi felicidad. Era dos años mayor que yo y estudiaba Psiquiatría en la Universidad; pertenecía a una familia de clase social media-alta debido a que mi tío, era uno de los pocos que había logrado el éxito a nivel laboral y contaba con determinados privilegios dentro del mundo industrial. Por el contrario, mi familia y yo pertenecíamos a la clase obrera, mis padres contaban con una tienda de libros antiguos en el pequeño pueblo del cuál provenía y había sido siempre nuestro sustento económico; se trabajaba bien, sobre todo porque varios turistas escritores visitaban el lugar en busca de tranquilidad e inspiración y solían frecuentar la tienda en busca de viejos ejemplares que no se conseguían en las grandes ciudades.
La habitación en la que me instalé era amplia y luminosa, mis pertenencias aún se encontraban dentro de las cajas pues no había tenido tiempo para acomodarlas; lo importante ahora sería buscar un trabajo, luego tendría tiempo para culminar con esas tareas. Me acerqué al espejo que se encontraba en la pared lateral y sujeté mi rubio cabello para que dejara de tener la forma de nido de pájaros; me coloqué unos jeans gastados y una musculosa blanca, ¿había perdido más peso? Siempre había sido delgada, quizá demasiado para mi gusto o para el de cualquiera, pero ahora parecía peor; tenía ojeras oscuras bajo mis ojos verdes que me daban el aspecto de un zombi mal alimentado, seguramente se debía a todo el revuelo de la mudanza y la falta de costumbre para adaptarme a lugares que no eran mi casa.
Una vez lista y aseada, salí de la habitación y me dirigí a la cocina donde Nayara desayunada sentada frente a un ventanal con vista a una de las avenidas; leía un libro demasiado concentrada mientras su rubio y largo cabello caía sobre las hojas del mismo; al escuchar mis pasos levantó su vista y me sonrió, creo que ella era una de las pocas personas que despertaba un lunes temprano con una gran sonrisa.
-Buenos días, ¿qué tal has dormido?- preguntó.
-Buen día, dormí bien aunque creo que la adaptación a la nueva cama me está costando- comenté con un poco de pereza aún y bostezando. Me senté frente a ella sirviéndome una taza con café. –Luego de desayunar saldré a buscar trabajo- anuncié.
-Tienes demasiada ansiedad, debes tomarte las cosas con calma, ¿por qué no descansas unos días y luego recién sales a buscar trabajo, Bells?- me dijo, ya me había acostumbrado a su psicológica forma de hablarme, en parte me gustaba, sentía que se preocupaba por mí y además de ser mi prima, era una buena amiga.
-Prefiero aprovechar el tiempo, ya sabes… no me gusta estar sin hacer nada- dije y luego miré el libro que tenía en sus manos. -¿Qué lees?- pregunté con curiosidad, como si yo fuese a entender algo de lo que ella leía.
-Es uno de los libros del Dr. Sheckham, va a dar unos seminarios la próxima semana en la Universidad, será toda una locura, los estudiantes están emocionados esperando ese día, él no va a cualquier lugar a dar charlas- dijo con un brillo en sus ojos y una de sus grandes sonrisas que dejaba entrever que estaba como loca esperando ese momento.
-¿Algo así como un Freud vivo?- pregunté en broma, sabía que esa profesión era su pasión, pero verdaderamente si tuviese que sentarme a escuchar a uno de esos viejos hablar de la mente podría dormirme sentada…¿sería eso alguna clase de trastorno? Ella enarcó una ceja y sonrió.
-Bueno…no exactamente, se trata de un psiquiatra bastante llamativo y no solo por sus palabras- dijo girando el libro hacia mí, dentro de la portada se encontraba una fotografía de quién lo había escrito… un hombre jodidamente sexy de unos 30 y tantos que estaba segura no se parecía en nada a ninguna imagen mental que acababa de hacerme. –No eres la primera que mira la foto con la boca abierta, es soltero, atractivo y con mucho dinero, más del que alguien podría desear. Tiene libros escritos y un gran imperio psiquiátrico, el cual pertenece también a su padre, quien fundó una de las clínicas más costosas en la ciudad, la cual ahora le pertenece- dijo
-Parece que te sabes toda su biografía- le dije riendo.
-No soy la única obsesionada con sus libros, pero créeme…vale la pena hasta sentarse en última fila para poder escuchar una de sus conferencias- dijo finalmente; bueno… se trataba de un hombre alto, de tez blanca, cabello negro como el azabache y unos ojos azules por los cuales cualquier chica babearía, creo que hasta yo me sentaría en última fila sin entender nada para poder al menos verlo… lo cual me hacía sentir una babosa, y yo no era así. Por el contrario, apenas si había besado a un chico en toda mi vida, ni siquiera solía salir o mirarlos si me gustaban, era demasiado tímida para eso, con experiencia nula y una autoestima que se asemejaba a la que podía tener un objeto inanimado: nula.
Nadie me avisó lo sofocante que era caminar por la ciudad entre la gran cantidad de gente que iba y venía con gran apuro; estaba acostumbrada a la tranquilidad del pueblo en el que vivía y aquí todo era distinto, todo parecía más acelerado de lo normal, las luces, los autos, las personas apuradas y el movimiento y ruido. Me perdí ciento de veces entre las calles, pregunté una que otra vez direcciones para llegar y entregar solicitudes; el sol resultaba abrazador pero eso no me impidió dejar mis datos en varios lugares de la zona, ahora solo restaba esperar que me llamaran para alguno de ellos.
Llegué al apartamento por la tarde, Nayara no había vuelto aún de la Universidad, de modo que aproveché ese tiempo para terminar de desempacar mi equipaje. A demás debía llamar a mis padres, pero dejaría eso para última hora pues de lo contrario me tendrían una hora al teléfono diciéndome las mil maneras de cuidarme del vandalismo y hasta del sol; debía admitir que estando lejos de ellos podía sentirme un poco más libre y eso en cierto sentido era disfrutable, sobre todo luego de tener que cumplir por años con las exigencias que me planteaban.
Miré mis manos mientras desempacaba una de las cajas, las mismas habían comenzado a temblar, hacía ya más de una semana que no sucedía y hasta extraño me había parecido. Lo cierto era que mi problema de temblores era producto de varias humillaciones toleradas en el colegio y algunas crisis de nervios a raíz de lo mismo, las cuales me llevaron hace poco menos de un año a un intento de suicidio. Recuerdo esa noche como si hubiese sido ayer: Un pequeño grupo de chicos en la secundaria, los típico descerebrados populares tenían por costumbre molestar a los menos afortunados como yo; y uno de ellos Tomas Fleighton, el maldito idiota por el cuál las chicas morían, me hizo creer que quería salir conmigo invitándome a una de las tantas fiestas que daban sus amigos en las cuales yo sabía que había droga y alcohol, pero siendo sana como era y cuidadosa, decidí concurrir, con la inocencia de creer que quizá alguien como él se fijaría en mi. Por supuesto que la noche no culminó bien sino que en vez de eso tuve a varios idiotas burlándose de mi y haciéndome saber frente a todos que era imposible que alguien como ellos se fijara en mi, ni siquiera me gusta recordar la forma en la cuál se reían, lo único que hice fue salir corriendo de ese lugar hacia mi casa y una vez ahí encerrarme en el baño. No tenía idea lo que estaba haciendo pero de ninguna manera iba a volver a clases ese lunes, no solo sería imposible tolerar lo que ellos me dijeran sino que además ya estaba cansada de toda esa basura. Llené la bañera de agua y me metí dentro, había escuchado que si me cortaba dentro del agua, entonces no dejaría que la sangre coagulara y sería más sencillo morirá… definitivamente no lo logré; pues mis padres me encontraron al cabo de un rato media inconsciente y desde ahí no solo tuve que volver al colegio sino que además se le sumaron terapias con psiquiatras y esas cosas que dejé al tiempo pues no quería saber de nada.
Tras haber desempacado, me dirigí a la cocina por un vaso con jugo y tomé asiento en el pequeño living justo cuando Nayara iba llegando; dejó sus libros sobre la mesa ratona y tomó asiento frente a mi con su habitual sonrisa.
-¿Qué tal te fue?- preguntó expectante.
-Digamos que fui capaz de volver sin perderme en medio de esas calles, logré dejar solicitudes en algunos lugares- comenté.
-Bien, tengo buenas noticias para ti- dijo aplaudiendo con emoción y la miré algo confundida.
-¿A sí?- pregunté.
-Están pidiendo personal administrativo en el Instituto Psiquiátrico, el que te conté hoy por la mañana; las entrevistas serán mañana por la mañana, debes ir… ni sabes lo alto que es el salario ahí- me dijo y enarqué una ceja.
-Estás loca, jamás me tomarán en un trabajo así…- dije decidida, a pesar de mis varios cursos en administración, esos sitios costosos, eran para chicas rubias y elegantes no para alguien como yo, desaliñada y un poco torpe, no había manera de que me contrataran, además teniendo en cuenta el lugar se presentarían millones de chicas y estaba más que segura que todas tendrían más oportunidades que yo.
-Deja de subestimarte Isabella, no pierdes nada con probar, hazme caso, eres una chica linda- dijo y cuando algo se le metía en la cabeza no había manera de hacerla cambiar de opinión.
-No soy linda- dije cuál niña pequeña y encaprichada y rodó sus ojos.
-Hazlo por mi ¿si?- dijo poniéndome cara de cachorro mojado y triste por lo cual no pude negarme.
-A veces quiero matarte…- le dije en broma.
El problema a la mañana siguiente era qué demonios ponerme, se trataba de una entrevista de trabajo y estaría rodeada de chicas con grandes escotes y perfumes fuertes… yo no era así; pero en vista de que al menos no quería que se rieran de mi decidí sacrificar mis jeans y ponerme un pantalón de vestir negro, camisa blanca y dejé mi cabello suelto, me sentía una idiota, pero al menos estaba un poco formal. No quería llegar tarde, de modo que antes de perderme decidí tomar un taxi y dirigirme directo al sitio en cuestión. Mi boca cayó al piso al llegar a las instalaciones, definitivamente el hombre nadaba en dinero pues no solo la decoración daba el aspecto de estar ingresando a un hotel cinco estrellas sino que a demás, contaba una gran seguridad, portones eléctricos y un sinfín de cosas más que no creí encontrar dentro de un loquero, pero este sin dudas, era para personas adineradas.
Caminé a paso dudoso por un largo y lujoso pasillo de paredes blancas hasta llegar a una sala dónde habrían unas treinta chicas con papeles en la mano esperando seguramente lo mismo que yo; con la única y gran diferencia de que ellas eran todas atractivas, sofisticadas y prácticamente parecían modelos lo cual me generó un fuerte deseo de salir corriendo despavorida pero la puerta se abrió y salió una mujer de mediana edad. Era alta, rubia e iba vestida con un traje azul y camisa blanca; sobre la chaqueta, había un pequeño símbolo que desde donde me encontraba no pude distinguir del todo pero supuse que se trataba de las insignias de la Institución.
-Como sabrán, el Sr. Sheckham es un hombre ocupado y no suele realizar él mismo entrevistas para contratar personal, pero como se trata de un puesto muy importante, el de secretaria personal, hará una excepción- dijo con un serio y neutro tono de voz. La mujer hizo un paneo general por la sala con su mirada avisando que elegiría al azar para que fuesen pasando de a pocas y que el hombre solo entrevistaría a la mitad, la otra mitad sería entrevistada por ella, al parecer era alguien de su confianza.
Casi quedo sin aire cuando me señaló en su primer “al azar” y comencé a caminar tras las otras chicas elegidas sintiendo que mis propias piernas no me pertenecían. Verdaderamente me sentía nerviosa, era solo una entrevista de trabajo pero no creía que fuese apta para mi, no con mi porte y mis rasgos superficiales, estaba ahí solo por Nayara, quién me las iba a pagar más tarde. Nos dejó esperando en otra sala, todas parecían estar en mi misma situación aunque ellas tenían tiempo para mirarse unas a otras de arriba abajo observando probablemente hasta si sus tacos medían más que los de la compañera; los míos eran bajos, así que no tenía problema con ello.
Finalmente y tras dos chicas que pasaron antes que yo, llegó mi turno. Ingresé por una puerta ubicada en un pasillo contiguo hacia el interior de una amplia oficina blanca; lo primero que vislumbré fue el gran ventanal que ocupaba una pared con vista a la ciudad y a las avenidas… vaya paisaje se veía desde ahí; claro que por entretenerme con la ventana, los papeles que llevaba en la mano resbalaron de mis manos cayendo al piso. Me agaché con toda la vergüenza del mundo por mi torpeza, si había tenido alguna oportunidad de conseguir el trabajo, con esto seguro acababa de esfumarse.
Sentía las mejillas arder, más cuando dos zapatos negros brillantes aparecieron en mi vista mientras recogía torpemente mis papeles y solicitud de trabajo. No levanté la vista hasta que vi su mano extenderse para ayudarme a levantar, la cual tomé incorporándome y encontrándome con una azul y fría mirada, definitivamente ese libro no mostraba de verdad lo que era. Se trataba de un hombre alto y grande, seguramente pasaría horas en el gimnasio; era atractivo… muy atractivo como para no sentirse nerviosa y una tonta por haber hecho lo que hice. Llevaba camisa blanca con los primeros botones de la misma desprendida y pantalón negro y debía detenerme ya mismo y dejar de observarlo como una idiota o la vergüenza podría matarme.
-Gra.. gracias- murmuré tontamente.
-Tome asiento Señorita Douball- dijo con un envolvente tono de voz. Caminé hacia la silla ubicada frente a su escritorio y tomé asiento moviendo nerviosamente las manos sobre mi regazo mientras él ocupaba su lugar del otro lado. Le extendí mi solicitud y mis datos y mientras él lo ojeaba comencé a sentir que el estómago se me saldría por la boca en cualquier momento; mi vista se mantuvo fija en el portalápices frente a mi solo para no tener que mirarlo. -¿Ninguna experiencia laboral?- preguntó.
-No…yo acabo de llegar a…- comencé.
-Eso no es relevante, pedí chicas con experiencia y usted no la tiene- me interrumpió secamente.
-Aprendo rápido y tengo tiempo- dije en mi defensa.
-Señorita Douball, mi nivel de exigencia para este puesto de trabajo es extremo, y puede llevarle tiempo levantar papeles del piso. Quizá deba buscar un trabajo acorde a usted en la ciudad- dijo y lo miré molesta, ¿qué demonios había querido decir con eso? No podía creer que este idiota tuviese cara para hacerme sentir menos porque yo no era el prototipo de chica rubia y sexy que podía tomar para el trabajo quién de seguro se mantenía más tiempo entre sus piernas de rodillas que trabajando.
-¿Acorde a mi? ¿A caso soy demasiado poco para su puesto? Si se refiere a que debo conseguir un puesto de trabajo para chicas poco exuberantes y sin faldas cortas, le aviso que tengo más capacidad mental que ellas- le respondí impulsivamente y ofendida. Se rio por lo bajo y no supe si sentirme más humillada o no, ¿quién se creía este tipo para tratarme de esa manera? Me importaba poco quién fuera, no iba a dejar que me avergonzara como ya mucho había soportado en mi pueblo.
-No me refería a eso, no dudo de su capacidad, creo que me ha malinterpretado- me dijo luego con seriedad y sus ojos se dirigieron a mis temblorosas manos las cuales escondí de inmediato. No podía ser que los temblores comenzaran justo en ese momento y frente a un psiquiatra, sin dudas esto era demasiado vergonzoso para mi. Sin mucho tiempo que perder me levanté de mi asiento y comencé a caminar hacia la puerta pero me detuve porque mi alrededor comenzó a moverse… mierda, mierda, esto no podía estar pasando, no ahora, no aquí con él, parecía que la vida se confabulaba para joderme. Me sostuve de la pared y de un momento a otro lo tuve a mi lado sosteniéndome. -¿Se encuentra bien?- preguntó pero como no era capaz de responder tomó mi brazo suavemente llevándome hasta el sofá que se encontraba junto al ventanal dónde tomé asiento con las piernas como gelatina.
-Lo siento…- dije frustrada.
-Tranquila, no tiene que disculparse por nada, ¿Está tomando alguna medicación para estas crisis?- preguntó y me sentí en medio de una maldita sesión psicológica.
-Si, solo cuando las tengo. Yo… lo siento, me voy- dije y ni siquiera me detuve cuando volví a levantarme. Salí de ahí lo más rápido que pude y aguantando el gran nudo que sentía en mi garganta por la bochornosa situación que me había tocado pasar.
Cuando llegué al apartamento y ya segura de que ni él ni ninguna otra persona me vería, largué las lágrimas con ganas; pero no pude ocultarme de Nayara quién se encontraba ahí e intentó calmarme de alguna manera hasta que al menos detuve el llanto y pude contarle lo que había sucedido.
-Lo siento Bells, es mi culpa, yo hice que fueras…- dijo sosteniendo mi mano y con esa triste mirada en su rostro.
-No, no eres tu, el problema soy yo, siempre lo fui- dije sintiéndome una desgraciada sin suerte en la vida. –Quizá no fue buena idea venir, tal vez debo volver…- dije pensando seriamente en hacerlo, después de todo aquí no tendría suerte.
-¡No! No Bella, hiciste un gran esfuerzo para independizarte y salir de ese pueblo donde no ibas a progresar, vasa conseguir algo, no puedes rendirte a la primera- dijo con seriedad y suspire pensando en que quizá tenía razón o tal vez no.
Así pasó una semana, debido a mi anterior situación, Nayara me estaba ayudando a enviar solicitudes de trabajo y al final de la jornada del viernes por fin me habían llamado para un puesto en una tienda de libros. No era la gran cosa pero al menos sentía que no estaba perdiendo el tiempo con haber venido a la ciudad, debería comenzar recién el lunes así que descanse el fin de semana. Ese domingo al mediodía mientras almorzábamos mi móvil sonó con un número desconocido.
-Hola…- dije tras atender el móvil.
-¿Isabella Douball?- preguntó una mujer con un formal tono.
-Así es- respondí.
-Le hablo del Instituto Psiquiátrico, usted concurrió a una entrevista para el puesto de secretaria, ¿sigue interesada en el mismo?- preguntó mientras yo intentaba procesar la información, ¿qué rayos…? No entendía por qué me estaba llamando a mi con todo lo que había sucedido, cualquiera de las otras chicas habría sido mejor. -¿Señorita Douball?- preguntó t reaccioné de inmediato.
-Si… si, estoy interesada-
-Bien. Mañana deberá presentarse a las 07:45 para firmar contrato y comenzar a trabajar, que tenga un buen día- dijo la mujer.
-Gracias- respondí cortando y mirando a la nada, ¿Él de verdad me había contratado? ¿Habría sido por lástima quizá? Fuese lo que fuese, el tipo me había contratado y sabe Dios cuánto ganaría en un trabajo así, de modo que más allá de todo debía sentirme bien por conseguir algo así.
Había llegado al pequeño apartamento en el cuál mi prima vivía hacía solo tres días luego de una larga planificación y un fuerte deseo por lograr independencia saliendo del pueblo en el cuál había crecido pero en el cuál no podría llegar a progresar ni a tener un buen futuro, de modo que ya con 18 años me encontraba en la gran ciudad de New York. Aún me sentía un poco perdida y asustada pero con toda la voluntad de comenzar mi nueva vida y no era para menos luego de vivir con padres sobreprotectores quienes demandaban que fuese una buena hija y estudiante. Logré cumplir con las expectativas depositadas en mi durante todos esos años a costas de soportar destratos en el colegio al cuál concurría ya que mi semblante no era exactamente el de una chica popular pero sin embargo me había esforzado para poder obtener buenas calificaciones y que mis padres se sintieran orgullosos de mí.
Pese a todos esos percances, logré terminar el secundario junto con varios cursos a nivel terciario hasta que mi mente dijo “basta”, no me veía capacitada a nivel psicológico como para ingresar a una Universidad teniendo en cuenta todos los vínculos sociales que ahí se gestaban; no podría soportar más burlas de parte de nadie debido a mi gran represión y timidez, por ello prefería irme, conseguir trabajo en la ciudad y comenzar una nueva y tranquila vida. Había contado con la suerte de que Nayara, mi prima, viviera sola en la ciudad y me ofreciera compartir su apartamento; se trataba de una chica independiente y decidida, lo contrario a mí y conociendo mi forma de ser, había sido la impulsora de este emprendimiento diciéndome que debía buscar mi felicidad. Era dos años mayor que yo y estudiaba Psiquiatría en la Universidad; pertenecía a una familia de clase social media-alta debido a que mi tío, era uno de los pocos que había logrado el éxito a nivel laboral y contaba con determinados privilegios dentro del mundo industrial. Por el contrario, mi familia y yo pertenecíamos a la clase obrera, mis padres contaban con una tienda de libros antiguos en el pequeño pueblo del cuál provenía y había sido siempre nuestro sustento económico; se trabajaba bien, sobre todo porque varios turistas escritores visitaban el lugar en busca de tranquilidad e inspiración y solían frecuentar la tienda en busca de viejos ejemplares que no se conseguían en las grandes ciudades.
La habitación en la que me instalé era amplia y luminosa, mis pertenencias aún se encontraban dentro de las cajas pues no había tenido tiempo para acomodarlas; lo importante ahora sería buscar un trabajo, luego tendría tiempo para culminar con esas tareas. Me acerqué al espejo que se encontraba en la pared lateral y sujeté mi rubio cabello para que dejara de tener la forma de nido de pájaros; me coloqué unos jeans gastados y una musculosa blanca, ¿había perdido más peso? Siempre había sido delgada, quizá demasiado para mi gusto o para el de cualquiera, pero ahora parecía peor; tenía ojeras oscuras bajo mis ojos verdes que me daban el aspecto de un zombi mal alimentado, seguramente se debía a todo el revuelo de la mudanza y la falta de costumbre para adaptarme a lugares que no eran mi casa.
Una vez lista y aseada, salí de la habitación y me dirigí a la cocina donde Nayara desayunada sentada frente a un ventanal con vista a una de las avenidas; leía un libro demasiado concentrada mientras su rubio y largo cabello caía sobre las hojas del mismo; al escuchar mis pasos levantó su vista y me sonrió, creo que ella era una de las pocas personas que despertaba un lunes temprano con una gran sonrisa.
-Buenos días, ¿qué tal has dormido?- preguntó.
-Buen día, dormí bien aunque creo que la adaptación a la nueva cama me está costando- comenté con un poco de pereza aún y bostezando. Me senté frente a ella sirviéndome una taza con café. –Luego de desayunar saldré a buscar trabajo- anuncié.
-Tienes demasiada ansiedad, debes tomarte las cosas con calma, ¿por qué no descansas unos días y luego recién sales a buscar trabajo, Bells?- me dijo, ya me había acostumbrado a su psicológica forma de hablarme, en parte me gustaba, sentía que se preocupaba por mí y además de ser mi prima, era una buena amiga.
-Prefiero aprovechar el tiempo, ya sabes… no me gusta estar sin hacer nada- dije y luego miré el libro que tenía en sus manos. -¿Qué lees?- pregunté con curiosidad, como si yo fuese a entender algo de lo que ella leía.
-Es uno de los libros del Dr. Sheckham, va a dar unos seminarios la próxima semana en la Universidad, será toda una locura, los estudiantes están emocionados esperando ese día, él no va a cualquier lugar a dar charlas- dijo con un brillo en sus ojos y una de sus grandes sonrisas que dejaba entrever que estaba como loca esperando ese momento.
-¿Algo así como un Freud vivo?- pregunté en broma, sabía que esa profesión era su pasión, pero verdaderamente si tuviese que sentarme a escuchar a uno de esos viejos hablar de la mente podría dormirme sentada…¿sería eso alguna clase de trastorno? Ella enarcó una ceja y sonrió.
-Bueno…no exactamente, se trata de un psiquiatra bastante llamativo y no solo por sus palabras- dijo girando el libro hacia mí, dentro de la portada se encontraba una fotografía de quién lo había escrito… un hombre jodidamente sexy de unos 30 y tantos que estaba segura no se parecía en nada a ninguna imagen mental que acababa de hacerme. –No eres la primera que mira la foto con la boca abierta, es soltero, atractivo y con mucho dinero, más del que alguien podría desear. Tiene libros escritos y un gran imperio psiquiátrico, el cual pertenece también a su padre, quien fundó una de las clínicas más costosas en la ciudad, la cual ahora le pertenece- dijo
-Parece que te sabes toda su biografía- le dije riendo.
-No soy la única obsesionada con sus libros, pero créeme…vale la pena hasta sentarse en última fila para poder escuchar una de sus conferencias- dijo finalmente; bueno… se trataba de un hombre alto, de tez blanca, cabello negro como el azabache y unos ojos azules por los cuales cualquier chica babearía, creo que hasta yo me sentaría en última fila sin entender nada para poder al menos verlo… lo cual me hacía sentir una babosa, y yo no era así. Por el contrario, apenas si había besado a un chico en toda mi vida, ni siquiera solía salir o mirarlos si me gustaban, era demasiado tímida para eso, con experiencia nula y una autoestima que se asemejaba a la que podía tener un objeto inanimado: nula.
Nadie me avisó lo sofocante que era caminar por la ciudad entre la gran cantidad de gente que iba y venía con gran apuro; estaba acostumbrada a la tranquilidad del pueblo en el que vivía y aquí todo era distinto, todo parecía más acelerado de lo normal, las luces, los autos, las personas apuradas y el movimiento y ruido. Me perdí ciento de veces entre las calles, pregunté una que otra vez direcciones para llegar y entregar solicitudes; el sol resultaba abrazador pero eso no me impidió dejar mis datos en varios lugares de la zona, ahora solo restaba esperar que me llamaran para alguno de ellos.
Llegué al apartamento por la tarde, Nayara no había vuelto aún de la Universidad, de modo que aproveché ese tiempo para terminar de desempacar mi equipaje. A demás debía llamar a mis padres, pero dejaría eso para última hora pues de lo contrario me tendrían una hora al teléfono diciéndome las mil maneras de cuidarme del vandalismo y hasta del sol; debía admitir que estando lejos de ellos podía sentirme un poco más libre y eso en cierto sentido era disfrutable, sobre todo luego de tener que cumplir por años con las exigencias que me planteaban.
Miré mis manos mientras desempacaba una de las cajas, las mismas habían comenzado a temblar, hacía ya más de una semana que no sucedía y hasta extraño me había parecido. Lo cierto era que mi problema de temblores era producto de varias humillaciones toleradas en el colegio y algunas crisis de nervios a raíz de lo mismo, las cuales me llevaron hace poco menos de un año a un intento de suicidio. Recuerdo esa noche como si hubiese sido ayer: Un pequeño grupo de chicos en la secundaria, los típico descerebrados populares tenían por costumbre molestar a los menos afortunados como yo; y uno de ellos Tomas Fleighton, el maldito idiota por el cuál las chicas morían, me hizo creer que quería salir conmigo invitándome a una de las tantas fiestas que daban sus amigos en las cuales yo sabía que había droga y alcohol, pero siendo sana como era y cuidadosa, decidí concurrir, con la inocencia de creer que quizá alguien como él se fijaría en mi. Por supuesto que la noche no culminó bien sino que en vez de eso tuve a varios idiotas burlándose de mi y haciéndome saber frente a todos que era imposible que alguien como ellos se fijara en mi, ni siquiera me gusta recordar la forma en la cuál se reían, lo único que hice fue salir corriendo de ese lugar hacia mi casa y una vez ahí encerrarme en el baño. No tenía idea lo que estaba haciendo pero de ninguna manera iba a volver a clases ese lunes, no solo sería imposible tolerar lo que ellos me dijeran sino que además ya estaba cansada de toda esa basura. Llené la bañera de agua y me metí dentro, había escuchado que si me cortaba dentro del agua, entonces no dejaría que la sangre coagulara y sería más sencillo morirá… definitivamente no lo logré; pues mis padres me encontraron al cabo de un rato media inconsciente y desde ahí no solo tuve que volver al colegio sino que además se le sumaron terapias con psiquiatras y esas cosas que dejé al tiempo pues no quería saber de nada.
Tras haber desempacado, me dirigí a la cocina por un vaso con jugo y tomé asiento en el pequeño living justo cuando Nayara iba llegando; dejó sus libros sobre la mesa ratona y tomó asiento frente a mi con su habitual sonrisa.
-¿Qué tal te fue?- preguntó expectante.
-Digamos que fui capaz de volver sin perderme en medio de esas calles, logré dejar solicitudes en algunos lugares- comenté.
-Bien, tengo buenas noticias para ti- dijo aplaudiendo con emoción y la miré algo confundida.
-¿A sí?- pregunté.
-Están pidiendo personal administrativo en el Instituto Psiquiátrico, el que te conté hoy por la mañana; las entrevistas serán mañana por la mañana, debes ir… ni sabes lo alto que es el salario ahí- me dijo y enarqué una ceja.
-Estás loca, jamás me tomarán en un trabajo así…- dije decidida, a pesar de mis varios cursos en administración, esos sitios costosos, eran para chicas rubias y elegantes no para alguien como yo, desaliñada y un poco torpe, no había manera de que me contrataran, además teniendo en cuenta el lugar se presentarían millones de chicas y estaba más que segura que todas tendrían más oportunidades que yo.
-Deja de subestimarte Isabella, no pierdes nada con probar, hazme caso, eres una chica linda- dijo y cuando algo se le metía en la cabeza no había manera de hacerla cambiar de opinión.
-No soy linda- dije cuál niña pequeña y encaprichada y rodó sus ojos.
-Hazlo por mi ¿si?- dijo poniéndome cara de cachorro mojado y triste por lo cual no pude negarme.
-A veces quiero matarte…- le dije en broma.
El problema a la mañana siguiente era qué demonios ponerme, se trataba de una entrevista de trabajo y estaría rodeada de chicas con grandes escotes y perfumes fuertes… yo no era así; pero en vista de que al menos no quería que se rieran de mi decidí sacrificar mis jeans y ponerme un pantalón de vestir negro, camisa blanca y dejé mi cabello suelto, me sentía una idiota, pero al menos estaba un poco formal. No quería llegar tarde, de modo que antes de perderme decidí tomar un taxi y dirigirme directo al sitio en cuestión. Mi boca cayó al piso al llegar a las instalaciones, definitivamente el hombre nadaba en dinero pues no solo la decoración daba el aspecto de estar ingresando a un hotel cinco estrellas sino que a demás, contaba una gran seguridad, portones eléctricos y un sinfín de cosas más que no creí encontrar dentro de un loquero, pero este sin dudas, era para personas adineradas.
Caminé a paso dudoso por un largo y lujoso pasillo de paredes blancas hasta llegar a una sala dónde habrían unas treinta chicas con papeles en la mano esperando seguramente lo mismo que yo; con la única y gran diferencia de que ellas eran todas atractivas, sofisticadas y prácticamente parecían modelos lo cual me generó un fuerte deseo de salir corriendo despavorida pero la puerta se abrió y salió una mujer de mediana edad. Era alta, rubia e iba vestida con un traje azul y camisa blanca; sobre la chaqueta, había un pequeño símbolo que desde donde me encontraba no pude distinguir del todo pero supuse que se trataba de las insignias de la Institución.
-Como sabrán, el Sr. Sheckham es un hombre ocupado y no suele realizar él mismo entrevistas para contratar personal, pero como se trata de un puesto muy importante, el de secretaria personal, hará una excepción- dijo con un serio y neutro tono de voz. La mujer hizo un paneo general por la sala con su mirada avisando que elegiría al azar para que fuesen pasando de a pocas y que el hombre solo entrevistaría a la mitad, la otra mitad sería entrevistada por ella, al parecer era alguien de su confianza.
Casi quedo sin aire cuando me señaló en su primer “al azar” y comencé a caminar tras las otras chicas elegidas sintiendo que mis propias piernas no me pertenecían. Verdaderamente me sentía nerviosa, era solo una entrevista de trabajo pero no creía que fuese apta para mi, no con mi porte y mis rasgos superficiales, estaba ahí solo por Nayara, quién me las iba a pagar más tarde. Nos dejó esperando en otra sala, todas parecían estar en mi misma situación aunque ellas tenían tiempo para mirarse unas a otras de arriba abajo observando probablemente hasta si sus tacos medían más que los de la compañera; los míos eran bajos, así que no tenía problema con ello.
Finalmente y tras dos chicas que pasaron antes que yo, llegó mi turno. Ingresé por una puerta ubicada en un pasillo contiguo hacia el interior de una amplia oficina blanca; lo primero que vislumbré fue el gran ventanal que ocupaba una pared con vista a la ciudad y a las avenidas… vaya paisaje se veía desde ahí; claro que por entretenerme con la ventana, los papeles que llevaba en la mano resbalaron de mis manos cayendo al piso. Me agaché con toda la vergüenza del mundo por mi torpeza, si había tenido alguna oportunidad de conseguir el trabajo, con esto seguro acababa de esfumarse.
Sentía las mejillas arder, más cuando dos zapatos negros brillantes aparecieron en mi vista mientras recogía torpemente mis papeles y solicitud de trabajo. No levanté la vista hasta que vi su mano extenderse para ayudarme a levantar, la cual tomé incorporándome y encontrándome con una azul y fría mirada, definitivamente ese libro no mostraba de verdad lo que era. Se trataba de un hombre alto y grande, seguramente pasaría horas en el gimnasio; era atractivo… muy atractivo como para no sentirse nerviosa y una tonta por haber hecho lo que hice. Llevaba camisa blanca con los primeros botones de la misma desprendida y pantalón negro y debía detenerme ya mismo y dejar de observarlo como una idiota o la vergüenza podría matarme.
-Gra.. gracias- murmuré tontamente.
-Tome asiento Señorita Douball- dijo con un envolvente tono de voz. Caminé hacia la silla ubicada frente a su escritorio y tomé asiento moviendo nerviosamente las manos sobre mi regazo mientras él ocupaba su lugar del otro lado. Le extendí mi solicitud y mis datos y mientras él lo ojeaba comencé a sentir que el estómago se me saldría por la boca en cualquier momento; mi vista se mantuvo fija en el portalápices frente a mi solo para no tener que mirarlo. -¿Ninguna experiencia laboral?- preguntó.
-No…yo acabo de llegar a…- comencé.
-Eso no es relevante, pedí chicas con experiencia y usted no la tiene- me interrumpió secamente.
-Aprendo rápido y tengo tiempo- dije en mi defensa.
-Señorita Douball, mi nivel de exigencia para este puesto de trabajo es extremo, y puede llevarle tiempo levantar papeles del piso. Quizá deba buscar un trabajo acorde a usted en la ciudad- dijo y lo miré molesta, ¿qué demonios había querido decir con eso? No podía creer que este idiota tuviese cara para hacerme sentir menos porque yo no era el prototipo de chica rubia y sexy que podía tomar para el trabajo quién de seguro se mantenía más tiempo entre sus piernas de rodillas que trabajando.
-¿Acorde a mi? ¿A caso soy demasiado poco para su puesto? Si se refiere a que debo conseguir un puesto de trabajo para chicas poco exuberantes y sin faldas cortas, le aviso que tengo más capacidad mental que ellas- le respondí impulsivamente y ofendida. Se rio por lo bajo y no supe si sentirme más humillada o no, ¿quién se creía este tipo para tratarme de esa manera? Me importaba poco quién fuera, no iba a dejar que me avergonzara como ya mucho había soportado en mi pueblo.
-No me refería a eso, no dudo de su capacidad, creo que me ha malinterpretado- me dijo luego con seriedad y sus ojos se dirigieron a mis temblorosas manos las cuales escondí de inmediato. No podía ser que los temblores comenzaran justo en ese momento y frente a un psiquiatra, sin dudas esto era demasiado vergonzoso para mi. Sin mucho tiempo que perder me levanté de mi asiento y comencé a caminar hacia la puerta pero me detuve porque mi alrededor comenzó a moverse… mierda, mierda, esto no podía estar pasando, no ahora, no aquí con él, parecía que la vida se confabulaba para joderme. Me sostuve de la pared y de un momento a otro lo tuve a mi lado sosteniéndome. -¿Se encuentra bien?- preguntó pero como no era capaz de responder tomó mi brazo suavemente llevándome hasta el sofá que se encontraba junto al ventanal dónde tomé asiento con las piernas como gelatina.
-Lo siento…- dije frustrada.
-Tranquila, no tiene que disculparse por nada, ¿Está tomando alguna medicación para estas crisis?- preguntó y me sentí en medio de una maldita sesión psicológica.
-Si, solo cuando las tengo. Yo… lo siento, me voy- dije y ni siquiera me detuve cuando volví a levantarme. Salí de ahí lo más rápido que pude y aguantando el gran nudo que sentía en mi garganta por la bochornosa situación que me había tocado pasar.
Cuando llegué al apartamento y ya segura de que ni él ni ninguna otra persona me vería, largué las lágrimas con ganas; pero no pude ocultarme de Nayara quién se encontraba ahí e intentó calmarme de alguna manera hasta que al menos detuve el llanto y pude contarle lo que había sucedido.
-Lo siento Bells, es mi culpa, yo hice que fueras…- dijo sosteniendo mi mano y con esa triste mirada en su rostro.
-No, no eres tu, el problema soy yo, siempre lo fui- dije sintiéndome una desgraciada sin suerte en la vida. –Quizá no fue buena idea venir, tal vez debo volver…- dije pensando seriamente en hacerlo, después de todo aquí no tendría suerte.
-¡No! No Bella, hiciste un gran esfuerzo para independizarte y salir de ese pueblo donde no ibas a progresar, vasa conseguir algo, no puedes rendirte a la primera- dijo con seriedad y suspire pensando en que quizá tenía razón o tal vez no.
Así pasó una semana, debido a mi anterior situación, Nayara me estaba ayudando a enviar solicitudes de trabajo y al final de la jornada del viernes por fin me habían llamado para un puesto en una tienda de libros. No era la gran cosa pero al menos sentía que no estaba perdiendo el tiempo con haber venido a la ciudad, debería comenzar recién el lunes así que descanse el fin de semana. Ese domingo al mediodía mientras almorzábamos mi móvil sonó con un número desconocido.
-Hola…- dije tras atender el móvil.
-¿Isabella Douball?- preguntó una mujer con un formal tono.
-Así es- respondí.
-Le hablo del Instituto Psiquiátrico, usted concurrió a una entrevista para el puesto de secretaria, ¿sigue interesada en el mismo?- preguntó mientras yo intentaba procesar la información, ¿qué rayos…? No entendía por qué me estaba llamando a mi con todo lo que había sucedido, cualquiera de las otras chicas habría sido mejor. -¿Señorita Douball?- preguntó t reaccioné de inmediato.
-Si… si, estoy interesada-
-Bien. Mañana deberá presentarse a las 07:45 para firmar contrato y comenzar a trabajar, que tenga un buen día- dijo la mujer.
-Gracias- respondí cortando y mirando a la nada, ¿Él de verdad me había contratado? ¿Habría sido por lástima quizá? Fuese lo que fuese, el tipo me había contratado y sabe Dios cuánto ganaría en un trabajo así, de modo que más allá de todo debía sentirme bien por conseguir algo así.
celeste smith
Re: Oscuros Deseos
Hola soy la Vicky de la otra novela. Por favor sigue la es lo mas quiero saber q pasa después plisssss. :lloro: si no voy a morir lentamente
Besoss Vicky
SIGUELA
Siguela
Siguela
Sigue la!!!!!!!!!¿¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Besoss Vicky
SIGUELA
Siguela
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VickyJGN1D
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