Atardecer {One Direction}

Todo estará bien, todo estará bien. Me repito una y otra vez mientas muerdo mi labio inferior. Esas palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez atormentándome cada vez más. Pero por más que quiera hacer algo no puedo, no es mi problema, me concierne, pero no es mi problema.

A mis diecinueve años jamás pensé que podría toparme con esa situación. Pero aquí estoy. Sola viajando en un bus esperando llegar a mi destino y escapar de todo.

Aun sigo aturdida por los eventos que transcurrieron la última semana. Mis padres piensan que enviarme a casa de mí abuela me ayudará, o los ayudará, a que no me entere de sus planes de divorcio. Sé que sus asuntos no andan bien, pero aun me duele que me oculten las cosas. No soy una niña pequeña como para que ellos piensen que me afectará. Aunque sé, muy en el fondo, que lo hace.

Soy pura contradicción.

Miro el paisaje a través de la ventanilla del bus, el paisaje comienza a cambiar. Voy dejando atrás la cuidad y kilómetro a kilómetro los edificios comienzan a desaparecer dándole paso al campo. Laderas cubiertas de césped y árboles.

Mis audífonos emanan una suave musiquilla acompañada de los dulces acordes de un piano los que relajan cada uno de mis tensos músculos. Me acomodo en mi asiento y miro la hora, aun falta, al menos, una hora para llegar a mi destino. Tomo un mechón de cabello rubio y lo coloco tras de mi oreja.

Son cerca de las cuatro de la tarde y aun me queda un largo camino. Frunzo el ceño y observo mis uñas ¿Qué haré una hora más aquí?

Me remuevo incómoda al sentir que me miran, me siento incómoda por alguna extraña razón. Cada vez más la sensación se vuelve más intensa y me perturba, pero no quiero girarme para confirmar que me miran, siempre he sido paranoica.

Me coloco la capucha de mi chaqueta, miro mis uñas disimuladamente tratando de ignorar el impulso de girarme de una vez y acabar con mis suposiciones pero no lo haré. Lucho con todo mi ser por no girarme pero finalmente me rindo y, con bastante cautela, me giro para “buscar” algo en mi bolso.

Hecho una mirada al resto del bus, nadie parece interesado en mí por lo que me relajo, por dos segundos hasta que mis ojos se encuentran con unos hermosos y profundos ojos verdes los que me examinan mi rostro sin disimulo alguno.

La comisura derecha de su labio se eleva formando una sonrisa, una vez más siento mi cuerpo estremecerse y aparto la vista antes de que mi corazón se me salga del pecho. ¿Qué fue eso? Me pregunto casi sin aliento. Un chico de alrededor de unos dieciocho –o quizás diecinueve años–, unos cuantos asientos atrás del mío, me mira fijamente sin expresión alguna en su rostro –hasta que me sonrió–. Me encojo sobre mí misma, su mirada es fría y parece estar examinándome o quizás solo alucino.

Meneo la cabeza una y otra vez y dejo de pensar estupideces.

Pero la extraña sensación reaparece como la mala hierba. Opto por mirar nuevamente el paisaje, el cielo celestino con un enorme y petulante sol a lo lejos. Trato de ignorar con todas mis fuerzas el impulso de girarme para ver si el chico de ojos verdes y cabello rizado sigue mirándome, pero no lo haré, me convenzo a mi misma –otra vez –. Es solo mi imaginación. Bufo sin disimulo, a lo mejor las manías de mi abuela se me están contagiando. Bufo.

La hora siguiente me la paso jugando con mi teléfono y escuchando música, aun siento la mirada posada en mí, pero a los pocos minutos de llegar me levanto de mi asiento, indicándole al chófer del bus, que me deje en la siguiente parada y, sí mal no recuerdo, aun debo caminar cerca de un kilómetro.

Me aferro a mi mochila y a la pequeña maleta que llevo al momento que el bus para dejándome en mi destino. Poco a poco comienzo a encaminarme hacia la casa de Nana, hasta que una mano me detiene haciéndome girar bruscamente.

Los ojos verdosos del muchacho me examinan completamente dejándome aturdida, una vez más. Me sonríe una vez más y mostrándome su hermosa hilera de dientes perfectamente derechos y blancos, imbécil, parece realmente ansioso, o quizás nervioso, como si esperara algo. Mantengo mi rostro serio y enarco una ceja preguntándome qué es lo que quiere y antes de hablar él me tiende mi gorro de lana. Lo recibo con una mano y su piel hace contacto con la mía, me vuelvo a estremecer.

— Gracias – murmuro suavemente y frunzo el ceño. ¿Perdió el bus para devolverme el gorro? Meneo la cabeza y lo miro nuevamente, levanto una mano y me despido. No tengo tiempo que perder, quiero ver a Nana.

Comienzo a caminar a paso veloz, percatándome de un suave trote a mi lado.

— No hay de qué – me contesta rápidamente. Él comienza a caminar a mi costado.

Suspiro levemente, ¿qué demonios hace?

— ¿No te molesta que te acompañe, verdad? – articula y hay algo más allá de su voz que no puedo captar. Recapacito los hechos. El chico me miraba como un autentico psicópata dentro del bus y ahora me pregunta si no me molesta que me acompañe. Esto es aterrador.

— Claro – mascullo suavemente y él relaja sus músculos faciales levemente, parece nervioso por algo, como si supiera que a mi abuela le da pánico que camine sola por la calle cuando comienza a atardecer. Me sorprenddo a mi misma al haber aceptado, jamás lo he hecho, quizás es porque el chico es guapo. Ruedo los ojos.

Caminamos en silencio y sin decir nada, es incómodo. Cada uno sumido en su mundo, aunque el chico que me acompaña parece estar alerta de todo lo que nos rodea, al parecer algo lo mantiene alerta, o bueno, tal vez es solo mi imaginación.

Puedo notar qué, el sol comienza a descender y los ojos del muchacho se mueven más precavidos que antes, me perturba que sabe a donde me dirijo, él va incluso un paso delante de mí. Me estoy aterrando cada vez más pero mantengo mi boca cerrada. Cada vez más evalúo la posibilidad de salir huyendo, aunque claro, sé que me atraparía en cosa de segundos.

Suspiro suavemente y contemplo disimuladamente el perfil del rizado. Piel pálida, músculos definidos, nariz recta y pestañas hermosamente rizadas, es muy lindo. Frunzo el ceño nuevamente, ¿Qué querrá de mí?

Doy un par de pasos y regreso mi mirada al frente, al parecer el nerviosismo del muchacho ha disminuido notoriamente y, por alguna razón, yo también me he relajado.

Una pequeña casa de madera, con un jardín hermosamente cuidado se cierne frente a mí, a unos cuantos metros de distancia. Me detengo abruptamente y me quedo perpleja durante unos segundos estudiando el lugar en el que crecí con mi abuela hasta los dos años, sonrío inconscientemente al recordar mi infancia en el lugar el que ahora está a unos cuantos pasos de distancia. El ruloso se detiene bruscamente mirando para todos lados como si algo nos estuviera siguiendo. Lo ignoro y comienzo a acelerar mi paso con el único objetivo de llegar y ver a mi abuela, tan alegre y hermosa como siempre. La he extrañado, siempre sabe cómo y cuándo decir las cosas.

La expectación es más grande y me hace olvidar todos los problemas que me trajeron a esta situación. No quiero más guerra, pienso como lo diría mi abuela, quizás después de todo mis padres acertaron en enviarme aquí para olvidarme de ellos.

Corro hacia la entrada. Dejando atrás al rizado, llego a la puerta y toco el timbre. Unos cuantos segundos transcurren y se abre la puerta, sin dudar me lanzo a sus brazos y la estrujo con torpeza debido a mis maletas, pero poco me importa, la he extrañado mucho.

— ¡Vaya!, ¡No me esperaba esto! – una voz rasposa me hace caer en cuenta de que no es mi abuela a quien abrazo. Siento unos brazos fuertes sujetarme por la cintura. Frunzo el ceño y me separo con brusquedad. ¡¿Qué demonios hace él aquí?!

— ¿Qué haces aquí? – espeto separándome con brusquedad mientras que el moreno, con una enorme sonrisa, me mira burlón y a la vez expectante.

— Hay, Jenna – suspira Zayn y niega con la cabeza dándome paso para entrar, pero me niego. No al menos hasta saber que hace él ahí y dónde está mi abuela. – Hola, Harry – saluda al muchacho que dejé atrás hace unos minutos. Me había olvidado de él.

— Habla – lo impulso ignorando a Harry, manteniéndome indiferente. Pero sigo sin poder descifrar que es lo que me oculta.

— Jenna – suspira y una sonrisa burlona surca su rostro, en cosa de segundos mi visión se nubla cuando unas cálidas manos tapan mis ojos. Por instinto pongo mis manos contra la persona que me sostiene y una suave carcajada hace que todo mi cuerpo se relaje.

— ¡Princesa! – chilla mi abuela, como solía llamarme cuando era más pequeña, al momento de quitarme las manos del rostro. Con esa efusividad me mata, no sabe cuanto la extrañé. Me lanzo a sus brazos sin dudar, y ella me estrecha contra su cuerpo. Me ha extrañado como yo a ella.

Ignoro por completo a los dos chicos que nos observan. Aun no me entra en la cabeza que hace Zayn aquí, y por sobre todo que hace el rizado psicópata junto a casa de Nana.

Ella se separa de mí y me observa una vez más con orgullo. Se le llenan los ojos de lagrimas y besa mi frente, con su mirada me lo dice todo, sabe por lo que estoy pasando, sabe lo que siento y eso me reconforta.

Se aclara la garganta y observa a los dos chicos que están presenciando nuestra emotivo reencuentro.

— Jenna - sonríe - me alegra mucho que hayas venido -. ¿Por qué no entramos? - cuestiona y para mi sorpresa Harry también comienza a adentrarse a la casa junto con ella.

Me quedo quieta por unos segundos tratando de asimilar qué es lo que está pasando, pero no entiendo nada. Confundida me agacho para coger mi maleta pero una veloz mano me la arrebata.

La sonrisa de Zayn es enorme y sé que se burlará de mí, como siempre, como lo ha hecho durante muchos años. Dejo que él cargue mi maleta, suelto un bufido y lo sigo prácticamente dando tumbos, no me explico mi mal humor. O quizás sí. No me entra en la cabeza que esos dos chicos estén en casa de mi abuela.

Entramos al vestíbulo en silencio. Nana se dirige a la cocina y la sigo a paso corto y rápido.

— Eh... ¿Nana? - susurro, ella levanta la cabeza y me mira con sus ojos azulados idénticos a los míos. - ¿Qué hacen ellos aquí? - pregunto sin rodeos.

— ¿Tú madre no te lo dijo? - me pregunta de vuelta y parpadeo sorprendida. - Zayn se quedará con nosotras porque su madre me lo ha encargado, está en un viaje de negocios. - suelta con un brillo extraño en los ojos y yo vuelvo a parpadear aturdida. Nana continua. - Además, su amigo vino a pasar el verano con él - finaliza y siento voy a vomitar.