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"Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 21 de 35. • 1 ... 12 ... 20, 21, 22 ... 28 ... 35
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Jollen escribió:OMN!!!!!
osea no invenets!!!!!!
q EXCELENTE nove!!!!!!
tanto q me tuviste 2 NOCHES leyendo
te imaginas tanto d un jalon??
estoy al borde d un paro cardiaco XD
me tuviste leyend desde el cap 2 hasta este ultimo
OMN!!!!!!
Vero sube cap!!!!
(solo digo :roll: )
jajajajajjaa
alfin termiinaste Dianita :P
alratito subo Cap :D
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Juliieta escribió:Holaa, soy tu nueva lectora. :hi:
Estube como dos dias sentada en la compu leyendo toda tu nove!
Y sinceramente LA AMO!
Por favor pone mas capitulos!
Quiero saber qe va a pasar con mi vampiroo!!
Por favor pon cap!! :bounce:
Sos una genia escribiendo.
QUIERO CAPITULO HOT! :twisted:
Bienvenida :hi:
en un ratito subo Cap
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
SIGUELA !!!
ME TIENES EN SUSPENSO!!!
PLIS
SIGUELA!!!
POR LO QUE
MAS QUIERAS!!! :sad: :sad:
:risa: :risa: :risa: NO YA ENSERIO
SI PON CAP PRONTO PLIS!!
ESTOY LOKIIS NO ME HAGAS MUCHO CASO :risa: :risa:
ME TIENES EN SUSPENSO!!!
PLIS
SIGUELA!!!
POR LO QUE
MAS QUIERAS!!! :sad: :sad:
:risa: :risa: :risa: NO YA ENSERIO
SI PON CAP PRONTO PLIS!!
ESTOY LOKIIS NO ME HAGAS MUCHO CASO :risa: :risa:
Melanie JB
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
NO, NO, NO Y NO :caliente:
COMO LA DEJAS ASÍ VERO! :x NO SEAS TAN MALA
SÉ BUENA Y PON OTRO O MÁS CAP. NO LA PUEDES
DEJAR PICANDO ASÍ NO ES JUSTO(mira quien lo dice xD)
AÍ VERO, SIGUILA... HMMM
DIME QUE DEBO DE HACER PARA QUE SUBAS, DIME... YA SE
CHANTAJE :yonofui:
¿QUÉ TAL SI SUBO CAP Y MAS DE UNO?
O UN MARATÓN... Y TÚ IGUAL
DIME SI ACEPTAS... xD POR FAVOR SUBE
NO LA DEJES ASÍ... ACEPTA EL CHANTAJE xD.
TE QUIERO VERO, SUBE Y MIL PERDONES POR
NO HABER COMENTADO ANTES.
ROCIO.
COMO LA DEJAS ASÍ VERO! :x NO SEAS TAN MALA
SÉ BUENA Y PON OTRO O MÁS CAP. NO LA PUEDES
DEJAR PICANDO ASÍ NO ES JUSTO(mira quien lo dice xD)
AÍ VERO, SIGUILA... HMMM
DIME QUE DEBO DE HACER PARA QUE SUBAS, DIME... YA SE
CHANTAJE :yonofui:
¿QUÉ TAL SI SUBO CAP Y MAS DE UNO?
O UN MARATÓN... Y TÚ IGUAL
DIME SI ACEPTAS... xD POR FAVOR SUBE
NO LA DEJES ASÍ... ACEPTA EL CHANTAJE xD.
TE QUIERO VERO, SUBE Y MIL PERDONES POR
NO HABER COMENTADO ANTES.
ROCIO.
Rocio_Jonas
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Gracias por darme la bienvenida.
Por favoe subi cap!
Quiero saber qe va a pasar, la intriga me mata.
Por favoe subi cap!
Quiero saber qe va a pasar, la intriga me mata.
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
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Invitado
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Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
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Invitado
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Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Rocio_Jonas escribió:NO, NO, NO Y NO :caliente:
COMO LA DEJAS ASÍ VERO! :x NO SEAS TAN MALA
SÉ BUENA Y PON OTRO O MÁS CAP. NO LA PUEDES
DEJAR PICANDO ASÍ NO ES JUSTO(mira quien lo dice xD)
AÍ VERO, SIGUILA... HMMM
DIME QUE DEBO DE HACER PARA QUE SUBAS, DIME... YA SE
CHANTAJE :yonofui:
¿QUÉ TAL SI SUBO CAP Y MAS DE UNO?
O UN MARATÓN... Y TÚ IGUAL
DIME SI ACEPTAS... xD POR FAVOR SUBE
NO LA DEJES ASÍ... ACEPTA EL CHANTAJE xD.
TE QUIERO VERO, SUBE Y MIL PERDONES POR
NO HABER COMENTADO ANTES.
ROCIO.
sta bn!!!
jaja
acepto el trato !!
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Juliieta escribió:Gracias por darme la bienvenida.
Por favoe subi cap!
Quiero saber qe va a pasar, la intriga me mata.
no es nda!
aki el Cap :D
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Nicholas observó cómo salía de la habitación, dejándolo hecho un mar de dudas. Sabía mejor que nadie cuál era su punto débil. Lo único que Desiderius tenía que hacer era encadenarlo con los brazos extendidos y el pánico lo dejaría fuera de juego. Los recuerdos eran tan dolorosos que no podía luchar contra ellos. Se pasó una mano por los ojos. Tenía que haber una manera de expulsarlos de su mente. Tenía que haber algún modo de enfrentarse al Daimon con la cabeza fría.
Mientras consideraba cuál podría ser la mejor solución, los minutos fueron pasando.
Hasta que se dio cuenta de que alguien lo observaba.
Se dio la vuelta en la cama, hasta quedar tumbado de costado, y vio a Alice en la puerta con una bandeja en las manos y vestida con una bata blanca de satén larga y vaporosa. Entró en la habitación, sonriéndole con ternura, y dejó la bandeja sobre la cómoda.
Nicholas la miró, extrañado.
Se acercó a la cama, moviéndose con su característica elegancia, y se apoyó en el colchón, doblando una rodilla. La bata se abrió con el movimiento. Inclinándose hacia delante, lo empujó hasta dejarlo tumbado sobre la espalda. Nicholas no dejaba de mirarle la pierna, cubierta con una media y, un poco más arriba, el trozo de encaje del liguero que la abertura de la bata dejaba a la vista.
La sonrisa de Alice se ensanchó cuando sacó del bolsillo una larga bufanda de seda.
Nicholas la miró con el ceño fruncido mientras observaba cómo se la enrollaba en la muñeca.
–¿Qué estás haciendo?
–Voy a hacer que mejore.
–¿El qué?
–El pasado.
–Alice–masculló, mientras le cogía el brazo y lo acercaba al cabecero de la cama. En cuanto se dio cuenta de sus intenciones se apartó de ella de un brinco–. ¡No!
Ella volvió a cogerlo del brazo y se lo acercó al pecho.
–Sí.
Alice observó cómo el pánico invadía su mirada.
–No –repitió Nicholas con firmeza.
Humedeciéndose los labios, se acercó la mano de Kyrian a la boca. Separó los labios y comenzó a chuparle suavemente las yemas de los dedos.
–Por favor, Nicholas. Te prometo que no te arrepentirás.
Al contemplarla, el deseo comenzó a abrirse paso en sus entrañas. Vio cómo la lengua de Alice le lamía la piel, recorriéndole los dedos. Y cuando le pasó las uñas por la cara interna de la muñeca y ascendió por el brazo, se estremeció de arriba abajo.
Alice se alejó la mano de los labios y la acercó a la abertura de la bata para dejarla sobre un pecho desnudo.
–Por favor, ¿sí?
Con la respiración entrecortada, Nicholas cerró la mano sobre el pecho. Le costaba mucho trabajo recordar lo que le estaba pidiendo. Su confianza. Algo que no le había entregado a nadie desde hacía dos mil años.
Aterrorizado por lo que le había sucedido la última vez que cometió el error de confiar en alguien, la miró a los ojos y, al hacerlo, su voluntad comenzó a resquebrajarse. ¿Sería capaz Alice de traicionarlo algún día? ¿Tendría el suficiente valor como para arriesgarse?
En esta ocasión, cuando ella guió su brazo hasta el poste de la cama, apretó los dientes pero no se movió y permitió que lo atara al cabecero. No obstante, su corazón empezó a latir más deprisa.
Alice sabía que acababa de obtener una pequeña victoria. Sin dejar de sonreír, ató la bufanda con un nudo muy flojo.
–Puedes soltarte en cualquier momento –le dijo–. Sólo tienes que decírmelo y desharé el nudo. Pero, si lo haces, me detendré al instante.
–¿Te detendrás?
–Ya verás a lo que me refiero…
Le cogió el otro brazo y enrolló otra bufanda alrededor de la muñeca. Nicholas no dejó de observar el proceso con la respiración acelerada. Cuando lo ató no dijo nada, lo que sorprendió gratamente a Alice, aunque tenía la frente cubierta de sudor.
Tiró de las bufandas y el movimiento hizo que los músculos de los brazos se contrajeran y se abultaran.
–No me gusta esto –le confesó, intentando liberarse.
Gateando sobre su cuerpo, Alice le cogió las muñecas con las manos y lo sostuvo. Bajó la cabeza y lo besó con suavidad en los labios.
Nicholas se tensó al sentir la lengua de Alice en la comisura de los labios, buscando la entrada a su boca. Él se lo permitió de buena gana, separando los labios y gimiendo en cuanto sus lenguas se rozaron y probó su sabor.
Sus besos eran lo más cercano al paraíso que un hombre sin alma podía encontrar. El aroma a rosas le invadía los sentidos, haciéndole perder la cabeza y poniéndolo a cien. Dejándolo sin aliento. El tiempo se detuvo cuando sus manos le acariciaron el torso y sintió el roce de sus pezones bajo el satén.
Cuando intentó abrazarla, recordó que lo había atado. Con un gruñido de frustración, tiró de las bufandas.
Al escuchar cómo la seda se rasgaba, Alice interrumpió el abrasador beso y se alejó un poco.
–Recuerda –le dijo con voz ronca–, si te sueltas, lo único que conseguirás será una ducha fría.
Se detuvo de inmediato pero, para su disgusto, vio cómo Alice se alejaba de él y deslizaba las manos sobre la bata, desde los pechos hasta el cinturón. Muy lentamente, tomándose su tiempo, lo desató y apartó la prenda hasta dejar los pechos desnudos a la vista.
Nicholas creyó que iba a estallar en llamas cuando el satén cayó a sus pies.
Y, para su deleite, no estaba completamente desnuda. Se había puesto el liguero azul marino que le había regalado. Nada más verla se le hizo la boca agua.
Muy despacio y de forma seductora, volvió a la cama y trepó sobre él, con los sensuales movimientos de una gata, dejando que los pezones le rozaran según ascendía desde la cintura hasta el pecho. Nicholas siseó al sentir cómo se estiraba sobre su cuerpo.
–¿Cómo vamos, general?
Él tragó saliva antes de contestar.
–Muy bien.
Sonriendo, Alice le acarició el mentón con los labios y la lengua.
–Mucho mejor cuando haces eso –susurró él con el cuerpo enfebrecido por sus caricias.
Ella se retiró con una carcajada.
–¿Qué te parece entonces si te dejo ciego de placer?
Él tiró de las ataduras.
–Me da la sensación de que soy todo tuyo, cariño.
Alice deseaba con todas sus fuerzas que eso fuese cierto. Bajó de la cama y se acercó a la bandeja. Mientras cogía la jarra de miel templada, recordó el aceite hirviendo que los romanos habían usado para torturarlo. Recordó la expresión de dolor de su rostro cuando lo vertieron sobre su cuerpo, escaldándolo. Con el corazón en un puño, regresó a la cama, donde Nicholas yacía a su merced. Le acercó la jarra al pecho y observó cómo el recuerdo de esa tortura le ensombrecía la mirada.
Instintivamente, Nicholas se encogió en cuanto la miel lo rozó. Pero allí no había dolor. No se formaban ampollas ni le quemaba la piel. En realidad, era bastante agradable. Se relajó y observó cómo Alice derramaba el espeso líquido dorado, trazando pequeños círculos alrededor de sus pezones para después extenderlos con las uñas y descender hasta el estómago, provocándole continuos escalofríos.
Una vez dejó la jarra a un lado, comenzó a lamer cada gota de miel que había derramado sobre su cuerpo. Cada lametón le provocaba un estremecimiento de placer. Cuando le introdujo la lengua en el ombligo su miembro se endureció aún más.
Alice soltó una risa gutural y lo miró, reclinada sobre su ombligo. En ese momento, se movió hacia arriba, deslizando la lengua desde el vientre hasta la nuez. Siseando de placer, Nicholas echó la cabeza hacia atrás, facilitándole el acceso a su cuello y, cuando sintió cómo sus dientes lo arañaban, se estremeció de la cabeza a los pies.
–Alice –jadeó.
Sin dejar de sonreírle, volvió a bajar de la cama y cogió un pequeño cuenco. No sabía de dónde había salido esa faceta atrevida; jamás se había comportado de ese modo, pero quería salvar a Nicholas a cualquier precio. Además, algo extraño le estaba sucediendo mientras hacía todo eso por él; como si una parte de sí misma se estuviese liberando.
Apartando esa idea de su mente, hundió los dedos en el cuenco de nata batida y los acercó a los labios de Nicholas. Con el pulgar, trazó el contorno de esa boca perfecta.
Nicholas lamió la nata mientras ella se sentaba a horcajadas sobre su cintura. Qué maravilla sentir la humedad de su cuerpo sobre él. Lo estaba volviendo loco. Y cuando se movió hacia abajo y rozó su hinchada verga creyó morir de placer.
–Déjame darte de comer, general –le susurró antes de acercarle el dedo a la boca, muy despacio, para que saboreara la nata batida.
Nicholas tragó saliva al sentir la vorágine de sus emociones. Estaba recreando la crueldad de Valerius. Pero no había dolor con Alice, sino un placer tan intenso como jamás había conocido. La miró a los ojos y le sonrió débilmente.
–¿Por qué estás haciendo esto? –le preguntó.
–Porque me preocupo por ti.
–¿Y por qué?
–Porque eres el hombre más maravilloso que he conocido en mi vida. Claro, que no hay que olvidar que eres testarudo y exasperante, pero también amable, generoso y fuerte. Y me haces sentir tan…
Él alzó una ceja.
Alice se sentó sobre su cintura y lo miró.
–¿Qué se supone que significa eso?
–¿El qué? –preguntó él con expresión inocente.
–Esa mirada.
Nicholas frunció el ceño.
–¿Qué mirada? –preguntó mientras intentaba abrazarla, sin recordar que estaba atado. Qué extraño que lo hubiese olvidado por completo.
Ella bajó la cabeza y lo besó.
Nicholas soltó un gemido al sentir los labios de Alice sobre los suyos, al sentir esa lengua que entraba y salía de su boca, llevándole el sabor de la nata.
Se apartó un poco y le preguntó:
–¿Te gusta?
–Mucho –contestó él.
–Entonces, esto te va a encantar.
La siguió con la mirada mientras descendía por su cuerpo, cogía el cuenco y comenzaba a extenderle la nata por la entrepierna. Sus dedos le acariciaban el miembro mientras lo cubrían por completo con el frescor de la crema.
La sensación lo estaba llevando al límite y no pudo evitar gemir.
Alice le separó las piernas y se detuvo un instante a contemplar su obra de arte. Después, lo miró a lo ojos y se agachó entre sus muslos para lamerle los testículos.
KNicholas gruñó al sentir las caricias de su lengua en la parte más vulnerable de su cuerpo. Ella cerró los labios a su alrededor y lo lamió, succionando primero el de un lado con suavidad antes de pasar al otro y proceder del mismo modo. Se sentía asaltado por continuas oleadas de placer y tiraba de las ataduras sin ser consciente de lo que hacía. Jamás había experimentado nada tan placentero como los besos de Alice y las caricias de su lengua sobre la piel.
Cuando los testículos estuvieron libres de crema, se acercó a su verga. En cuanto se la metió en la boca, Nicholas se tensó; Alice lo estaba mirando a los ojos, observando sus reacciones.
Sin apartar la mirada, pasó la lengua por el extremo de su erección, atormentándolo y dejándolo sin aliento, lamiéndole el glande antes de bajar la cabeza y tomarlo por completo en la boca. Nicholas creyó que todo comenzaba a darle vueltas cuando bajó la mano y le acarició los testículos a la vez. La sensación le hizo sisear y arquearse bajo ella, de forma instintiva, hundiéndose aún más en su boca, aunque Alice no protestó.
Soltó un gemido cuando notó que su parte animal comenzaba a tomar las riendas. El deseo que despertaba en él rayaba en la obsesión.
Mientras consideraba cuál podría ser la mejor solución, los minutos fueron pasando.
Hasta que se dio cuenta de que alguien lo observaba.
Se dio la vuelta en la cama, hasta quedar tumbado de costado, y vio a Alice en la puerta con una bandeja en las manos y vestida con una bata blanca de satén larga y vaporosa. Entró en la habitación, sonriéndole con ternura, y dejó la bandeja sobre la cómoda.
Nicholas la miró, extrañado.
Se acercó a la cama, moviéndose con su característica elegancia, y se apoyó en el colchón, doblando una rodilla. La bata se abrió con el movimiento. Inclinándose hacia delante, lo empujó hasta dejarlo tumbado sobre la espalda. Nicholas no dejaba de mirarle la pierna, cubierta con una media y, un poco más arriba, el trozo de encaje del liguero que la abertura de la bata dejaba a la vista.
La sonrisa de Alice se ensanchó cuando sacó del bolsillo una larga bufanda de seda.
Nicholas la miró con el ceño fruncido mientras observaba cómo se la enrollaba en la muñeca.
–¿Qué estás haciendo?
–Voy a hacer que mejore.
–¿El qué?
–El pasado.
–Alice–masculló, mientras le cogía el brazo y lo acercaba al cabecero de la cama. En cuanto se dio cuenta de sus intenciones se apartó de ella de un brinco–. ¡No!
Ella volvió a cogerlo del brazo y se lo acercó al pecho.
–Sí.
Alice observó cómo el pánico invadía su mirada.
–No –repitió Nicholas con firmeza.
Humedeciéndose los labios, se acercó la mano de Kyrian a la boca. Separó los labios y comenzó a chuparle suavemente las yemas de los dedos.
–Por favor, Nicholas. Te prometo que no te arrepentirás.
Al contemplarla, el deseo comenzó a abrirse paso en sus entrañas. Vio cómo la lengua de Alice le lamía la piel, recorriéndole los dedos. Y cuando le pasó las uñas por la cara interna de la muñeca y ascendió por el brazo, se estremeció de arriba abajo.
Alice se alejó la mano de los labios y la acercó a la abertura de la bata para dejarla sobre un pecho desnudo.
–Por favor, ¿sí?
Con la respiración entrecortada, Nicholas cerró la mano sobre el pecho. Le costaba mucho trabajo recordar lo que le estaba pidiendo. Su confianza. Algo que no le había entregado a nadie desde hacía dos mil años.
Aterrorizado por lo que le había sucedido la última vez que cometió el error de confiar en alguien, la miró a los ojos y, al hacerlo, su voluntad comenzó a resquebrajarse. ¿Sería capaz Alice de traicionarlo algún día? ¿Tendría el suficiente valor como para arriesgarse?
En esta ocasión, cuando ella guió su brazo hasta el poste de la cama, apretó los dientes pero no se movió y permitió que lo atara al cabecero. No obstante, su corazón empezó a latir más deprisa.
Alice sabía que acababa de obtener una pequeña victoria. Sin dejar de sonreír, ató la bufanda con un nudo muy flojo.
–Puedes soltarte en cualquier momento –le dijo–. Sólo tienes que decírmelo y desharé el nudo. Pero, si lo haces, me detendré al instante.
–¿Te detendrás?
–Ya verás a lo que me refiero…
Le cogió el otro brazo y enrolló otra bufanda alrededor de la muñeca. Nicholas no dejó de observar el proceso con la respiración acelerada. Cuando lo ató no dijo nada, lo que sorprendió gratamente a Alice, aunque tenía la frente cubierta de sudor.
Tiró de las bufandas y el movimiento hizo que los músculos de los brazos se contrajeran y se abultaran.
–No me gusta esto –le confesó, intentando liberarse.
Gateando sobre su cuerpo, Alice le cogió las muñecas con las manos y lo sostuvo. Bajó la cabeza y lo besó con suavidad en los labios.
Nicholas se tensó al sentir la lengua de Alice en la comisura de los labios, buscando la entrada a su boca. Él se lo permitió de buena gana, separando los labios y gimiendo en cuanto sus lenguas se rozaron y probó su sabor.
Sus besos eran lo más cercano al paraíso que un hombre sin alma podía encontrar. El aroma a rosas le invadía los sentidos, haciéndole perder la cabeza y poniéndolo a cien. Dejándolo sin aliento. El tiempo se detuvo cuando sus manos le acariciaron el torso y sintió el roce de sus pezones bajo el satén.
Cuando intentó abrazarla, recordó que lo había atado. Con un gruñido de frustración, tiró de las bufandas.
Al escuchar cómo la seda se rasgaba, Alice interrumpió el abrasador beso y se alejó un poco.
–Recuerda –le dijo con voz ronca–, si te sueltas, lo único que conseguirás será una ducha fría.
Se detuvo de inmediato pero, para su disgusto, vio cómo Alice se alejaba de él y deslizaba las manos sobre la bata, desde los pechos hasta el cinturón. Muy lentamente, tomándose su tiempo, lo desató y apartó la prenda hasta dejar los pechos desnudos a la vista.
Nicholas creyó que iba a estallar en llamas cuando el satén cayó a sus pies.
Y, para su deleite, no estaba completamente desnuda. Se había puesto el liguero azul marino que le había regalado. Nada más verla se le hizo la boca agua.
Muy despacio y de forma seductora, volvió a la cama y trepó sobre él, con los sensuales movimientos de una gata, dejando que los pezones le rozaran según ascendía desde la cintura hasta el pecho. Nicholas siseó al sentir cómo se estiraba sobre su cuerpo.
–¿Cómo vamos, general?
Él tragó saliva antes de contestar.
–Muy bien.
Sonriendo, Alice le acarició el mentón con los labios y la lengua.
–Mucho mejor cuando haces eso –susurró él con el cuerpo enfebrecido por sus caricias.
Ella se retiró con una carcajada.
–¿Qué te parece entonces si te dejo ciego de placer?
Él tiró de las ataduras.
–Me da la sensación de que soy todo tuyo, cariño.
Alice deseaba con todas sus fuerzas que eso fuese cierto. Bajó de la cama y se acercó a la bandeja. Mientras cogía la jarra de miel templada, recordó el aceite hirviendo que los romanos habían usado para torturarlo. Recordó la expresión de dolor de su rostro cuando lo vertieron sobre su cuerpo, escaldándolo. Con el corazón en un puño, regresó a la cama, donde Nicholas yacía a su merced. Le acercó la jarra al pecho y observó cómo el recuerdo de esa tortura le ensombrecía la mirada.
Instintivamente, Nicholas se encogió en cuanto la miel lo rozó. Pero allí no había dolor. No se formaban ampollas ni le quemaba la piel. En realidad, era bastante agradable. Se relajó y observó cómo Alice derramaba el espeso líquido dorado, trazando pequeños círculos alrededor de sus pezones para después extenderlos con las uñas y descender hasta el estómago, provocándole continuos escalofríos.
Una vez dejó la jarra a un lado, comenzó a lamer cada gota de miel que había derramado sobre su cuerpo. Cada lametón le provocaba un estremecimiento de placer. Cuando le introdujo la lengua en el ombligo su miembro se endureció aún más.
Alice soltó una risa gutural y lo miró, reclinada sobre su ombligo. En ese momento, se movió hacia arriba, deslizando la lengua desde el vientre hasta la nuez. Siseando de placer, Nicholas echó la cabeza hacia atrás, facilitándole el acceso a su cuello y, cuando sintió cómo sus dientes lo arañaban, se estremeció de la cabeza a los pies.
–Alice –jadeó.
Sin dejar de sonreírle, volvió a bajar de la cama y cogió un pequeño cuenco. No sabía de dónde había salido esa faceta atrevida; jamás se había comportado de ese modo, pero quería salvar a Nicholas a cualquier precio. Además, algo extraño le estaba sucediendo mientras hacía todo eso por él; como si una parte de sí misma se estuviese liberando.
Apartando esa idea de su mente, hundió los dedos en el cuenco de nata batida y los acercó a los labios de Nicholas. Con el pulgar, trazó el contorno de esa boca perfecta.
Nicholas lamió la nata mientras ella se sentaba a horcajadas sobre su cintura. Qué maravilla sentir la humedad de su cuerpo sobre él. Lo estaba volviendo loco. Y cuando se movió hacia abajo y rozó su hinchada verga creyó morir de placer.
–Déjame darte de comer, general –le susurró antes de acercarle el dedo a la boca, muy despacio, para que saboreara la nata batida.
Nicholas tragó saliva al sentir la vorágine de sus emociones. Estaba recreando la crueldad de Valerius. Pero no había dolor con Alice, sino un placer tan intenso como jamás había conocido. La miró a los ojos y le sonrió débilmente.
–¿Por qué estás haciendo esto? –le preguntó.
–Porque me preocupo por ti.
–¿Y por qué?
–Porque eres el hombre más maravilloso que he conocido en mi vida. Claro, que no hay que olvidar que eres testarudo y exasperante, pero también amable, generoso y fuerte. Y me haces sentir tan…
Él alzó una ceja.
Alice se sentó sobre su cintura y lo miró.
–¿Qué se supone que significa eso?
–¿El qué? –preguntó él con expresión inocente.
–Esa mirada.
Nicholas frunció el ceño.
–¿Qué mirada? –preguntó mientras intentaba abrazarla, sin recordar que estaba atado. Qué extraño que lo hubiese olvidado por completo.
Ella bajó la cabeza y lo besó.
Nicholas soltó un gemido al sentir los labios de Alice sobre los suyos, al sentir esa lengua que entraba y salía de su boca, llevándole el sabor de la nata.
Se apartó un poco y le preguntó:
–¿Te gusta?
–Mucho –contestó él.
–Entonces, esto te va a encantar.
La siguió con la mirada mientras descendía por su cuerpo, cogía el cuenco y comenzaba a extenderle la nata por la entrepierna. Sus dedos le acariciaban el miembro mientras lo cubrían por completo con el frescor de la crema.
La sensación lo estaba llevando al límite y no pudo evitar gemir.
Alice le separó las piernas y se detuvo un instante a contemplar su obra de arte. Después, lo miró a lo ojos y se agachó entre sus muslos para lamerle los testículos.
KNicholas gruñó al sentir las caricias de su lengua en la parte más vulnerable de su cuerpo. Ella cerró los labios a su alrededor y lo lamió, succionando primero el de un lado con suavidad antes de pasar al otro y proceder del mismo modo. Se sentía asaltado por continuas oleadas de placer y tiraba de las ataduras sin ser consciente de lo que hacía. Jamás había experimentado nada tan placentero como los besos de Alice y las caricias de su lengua sobre la piel.
Cuando los testículos estuvieron libres de crema, se acercó a su verga. En cuanto se la metió en la boca, Nicholas se tensó; Alice lo estaba mirando a los ojos, observando sus reacciones.
Sin apartar la mirada, pasó la lengua por el extremo de su erección, atormentándolo y dejándolo sin aliento, lamiéndole el glande antes de bajar la cabeza y tomarlo por completo en la boca. Nicholas creyó que todo comenzaba a darle vueltas cuando bajó la mano y le acarició los testículos a la vez. La sensación le hizo sisear y arquearse bajo ella, de forma instintiva, hundiéndose aún más en su boca, aunque Alice no protestó.
Soltó un gemido cuando notó que su parte animal comenzaba a tomar las riendas. El deseo que despertaba en él rayaba en la obsesión.
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
–Alice –balbució con voz ronca y entrecortada–. Quiero saborearte.
Ella le dio un nuevo lametón y alzó la cabeza para mirarlo a los ojos.
–¿Cómo? –le preguntó mientras comenzaba a gatear sobre su cuerpo, haciendo que la respiración de Nicholas se alterara más.
Se sentó a horcajadas sobre su cintura, colocó las manos sobre sus costados y lo miró.
–Dime qué quieres hacerme –le dijo con las mejillas ruborizadas por su atrevimiento.
Nicholas percibía los sentimientos de Alice mientras la contemplaba. Estaba asustada e insegura, pero quería ayudarlo a toda costa. Más emocionado de lo que debería, se humedeció los labios antes de hablar.
–Quiero probar tus pechos –le dijo entre jadeos.
–¿Así? –le preguntó ella, alzándoselos con sus propias manos a modo de ofrenda.
Él gimió al ver cómo Alice se tocaba.
–Sí –jadeó–. Y quiero lamerlos.
Sonriéndole, le acercó un pecho a los labios.
Nicholas dio un tirón a las ataduras mientras le chupaba un endurecido pezón, saboreándolo. Los murmullos de placer de Alice resonaban en sus oídos, estimulándolo aún más. Volvió a tirar de las bufandas y la seda se rasgó.
Ella rió maliciosamente.
–Si te sueltas, Nicholas, me pongo la bata y aquí se acaba todo. ¿Eso es lo que quieres?
Él le contestó meneando la cabeza y relajó los brazos.
–¿Qué es lo que quieres, entonces?
–A ti. –La verdad escapó de sus labios antes de poder detenerla.
–¿A mí? –preguntó ella, ilusionada.
Incapaz de darle esperanzas cuando no había un futuro para ellos, Nicholas añadió:
–Quiero estar dentro de ti.
Y, en ese momento, sintió la punzada de desilusión que experimentó ella y se sintió fatal por haberle hecho daño.
–Alice…
–Shhh –lo silenció ella, colocándole la mano sobre los labios–. Soy toda tuya –le susurró a la vez que se empalaba sobre su verga.
Nicholas cerró los ojos en cuanto la deliciosa humedad de Alice se deslizó contra su miembro. Ella se inclinó hacia delante y capturó sus labios mientras lo montaba con envites profundos, siguiendo un ritmo pausado. Le mordisqueó el cuello y, cuando volvió a besarlo a la par que aceleraba el ritmo de sus caderas, sintió el gemido de Nicholas sobre la lengua.
Lo sintió retorcerse entre sus muslos. Lo vio echar la cabeza hacia atrás y gruñir como un animal enjaulado antes de hundir los pies en el colchón y tomar impulso para alzar las caderas y hundirse hasta el fondo en ella.
Alice soltó un grito por la intensidad del orgasmo que experimentó. Pero notó que él se quedaba tieso como una vara.
–No te muevas –le dijo entre dientes.
Obedeció sin preguntarle las razones. Tenía los ojos cerrados, los dientes apretados y la frente cubierta por una capa de sudor. Su cuerpo temblaba convulsivamente. Tras un minuto, soltó un hondo suspiro, abrió los ojos y la miró.
–¿Ya puedes desatarme?
Alice asintió con la cabeza y se dio cuenta de que él no había llegado al orgasmo. Había luchado con todas sus fuerzas para no hacerlo. Y, aunque entendía el porqué, una parte de sí misma se sintió herida al ser consciente de que Nicholas no confiaba plenamente en ella.
¡Déjalo ya!, se dijo. Eres una imbécil además de una egoísta. Necesita sus poderes.
En ese momento más que nunca.
Nicholas desgarró las bufandas con una facilidad que la dejó sorprendida y, una vez sus manos estuvieron libres, la abrazó con fuerza.
–Gracias, cariño –le dijo, besándola con ternura.
Ella le contestó con una sonrisa.
–Ha sido un placer.
Él soltó una carcajada por lo acertado de la respuesta y la echó sobre la cama, a su lado, colocándola de costado. Se tumbó a su espalda y la abrazó, como si le aterrara el hecho de estar separados. No tardó mucho en quedarse dormido.
Se limitó a disfrutar del momento mientras el cálido aliento de Nicholas le acariciaba el hombro desnudo y deseó con todas sus fuerzas que lo que había hecho esa noche lo ayudara en la próxima confrontación con Desiderius.
Alice se despertó al escuchar el teléfono. Cuando se incorporó, se dio cuenta que habían dormido abrazados y al recordar todo lo que le había hecho la noche anterior, se ruborizó intensamente. Jamás se había comportado de un modo tan desvergonzado, pero con él no se había sentido cohibida.
Se apartó de sus brazos y corrió hasta la habitación de Esmeralda para contestar el teléfono.
–¿Sí?
Era Essie.
–Al, gracias a Dios que estás todavía ahí. Mi coche se ha estropeado y he tenido que aparcarlo en el arcén. ¿Te importa venir a recogerme?
–Claro que no.
Anotó la dirección, se dio una ducha rápida y regresó a la habitación de invitados para vestirse.
Inclinándose sobre Nicholas le dio un beso en la mejilla. Cuando iba a alejarse él la sujetó por la muñeca.
–¿Dónde vas?
–A recoger a Essie.
–No es seguro.
–Estamos a plena luz del día. No me va a pasar nada.
La mirada de Nicholas era bastante elocuente; no le gustaba nada que saliera.
–¿Cuánto falta para que anochezca?
–Horas.
–De acuerdo, pero vuelve directamente aquí.
–¡Sí, mi comandante!
–No tiene gracia.
Lo besó en los labios y se marchó.
Se despertó poco tiempo después. Al levantarse se dio cuenta de que la mayor parte de las heridas habían desaparecido. Se quitó las vendas manchadas de sangre y las tiró a la papelera, situada junto a la puerta.
–¿Alice? –la llamó, asomándose al pasillo.
Nadie contestó. En la casa no se escuchaba ningún sonido, todo estaba en silencio. Aún estaría fuera.
Cogió su ropa y entró al baño. No tardó mucho en ducharse, afeitarse y vestirse. Una vez aseado, volvió a la habitación. Se detuvo en la puerta al ver a Alice. Llevaba unos vaqueros muy ajustados y una sudadera negra que ocultaba esas curvas que él se moría por acariciar. El pelo suelto le daba una apariencia muy sugerente.
Se acercó en silencio a ella, que estaba de espaldas, y vio que estaba mirando la papelera. Sin hablar, inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
En cuanto sus labios la rozaron captó su aroma.
No era Alice.
Era Alicia.
Fin del Capitulo trece
Ella le dio un nuevo lametón y alzó la cabeza para mirarlo a los ojos.
–¿Cómo? –le preguntó mientras comenzaba a gatear sobre su cuerpo, haciendo que la respiración de Nicholas se alterara más.
Se sentó a horcajadas sobre su cintura, colocó las manos sobre sus costados y lo miró.
–Dime qué quieres hacerme –le dijo con las mejillas ruborizadas por su atrevimiento.
Nicholas percibía los sentimientos de Alice mientras la contemplaba. Estaba asustada e insegura, pero quería ayudarlo a toda costa. Más emocionado de lo que debería, se humedeció los labios antes de hablar.
–Quiero probar tus pechos –le dijo entre jadeos.
–¿Así? –le preguntó ella, alzándoselos con sus propias manos a modo de ofrenda.
Él gimió al ver cómo Alice se tocaba.
–Sí –jadeó–. Y quiero lamerlos.
Sonriéndole, le acercó un pecho a los labios.
Nicholas dio un tirón a las ataduras mientras le chupaba un endurecido pezón, saboreándolo. Los murmullos de placer de Alice resonaban en sus oídos, estimulándolo aún más. Volvió a tirar de las bufandas y la seda se rasgó.
Ella rió maliciosamente.
–Si te sueltas, Nicholas, me pongo la bata y aquí se acaba todo. ¿Eso es lo que quieres?
Él le contestó meneando la cabeza y relajó los brazos.
–¿Qué es lo que quieres, entonces?
–A ti. –La verdad escapó de sus labios antes de poder detenerla.
–¿A mí? –preguntó ella, ilusionada.
Incapaz de darle esperanzas cuando no había un futuro para ellos, Nicholas añadió:
–Quiero estar dentro de ti.
Y, en ese momento, sintió la punzada de desilusión que experimentó ella y se sintió fatal por haberle hecho daño.
–Alice…
–Shhh –lo silenció ella, colocándole la mano sobre los labios–. Soy toda tuya –le susurró a la vez que se empalaba sobre su verga.
Nicholas cerró los ojos en cuanto la deliciosa humedad de Alice se deslizó contra su miembro. Ella se inclinó hacia delante y capturó sus labios mientras lo montaba con envites profundos, siguiendo un ritmo pausado. Le mordisqueó el cuello y, cuando volvió a besarlo a la par que aceleraba el ritmo de sus caderas, sintió el gemido de Nicholas sobre la lengua.
Lo sintió retorcerse entre sus muslos. Lo vio echar la cabeza hacia atrás y gruñir como un animal enjaulado antes de hundir los pies en el colchón y tomar impulso para alzar las caderas y hundirse hasta el fondo en ella.
Alice soltó un grito por la intensidad del orgasmo que experimentó. Pero notó que él se quedaba tieso como una vara.
–No te muevas –le dijo entre dientes.
Obedeció sin preguntarle las razones. Tenía los ojos cerrados, los dientes apretados y la frente cubierta por una capa de sudor. Su cuerpo temblaba convulsivamente. Tras un minuto, soltó un hondo suspiro, abrió los ojos y la miró.
–¿Ya puedes desatarme?
Alice asintió con la cabeza y se dio cuenta de que él no había llegado al orgasmo. Había luchado con todas sus fuerzas para no hacerlo. Y, aunque entendía el porqué, una parte de sí misma se sintió herida al ser consciente de que Nicholas no confiaba plenamente en ella.
¡Déjalo ya!, se dijo. Eres una imbécil además de una egoísta. Necesita sus poderes.
En ese momento más que nunca.
Nicholas desgarró las bufandas con una facilidad que la dejó sorprendida y, una vez sus manos estuvieron libres, la abrazó con fuerza.
–Gracias, cariño –le dijo, besándola con ternura.
Ella le contestó con una sonrisa.
–Ha sido un placer.
Él soltó una carcajada por lo acertado de la respuesta y la echó sobre la cama, a su lado, colocándola de costado. Se tumbó a su espalda y la abrazó, como si le aterrara el hecho de estar separados. No tardó mucho en quedarse dormido.
Se limitó a disfrutar del momento mientras el cálido aliento de Nicholas le acariciaba el hombro desnudo y deseó con todas sus fuerzas que lo que había hecho esa noche lo ayudara en la próxima confrontación con Desiderius.
Alice se despertó al escuchar el teléfono. Cuando se incorporó, se dio cuenta que habían dormido abrazados y al recordar todo lo que le había hecho la noche anterior, se ruborizó intensamente. Jamás se había comportado de un modo tan desvergonzado, pero con él no se había sentido cohibida.
Se apartó de sus brazos y corrió hasta la habitación de Esmeralda para contestar el teléfono.
–¿Sí?
Era Essie.
–Al, gracias a Dios que estás todavía ahí. Mi coche se ha estropeado y he tenido que aparcarlo en el arcén. ¿Te importa venir a recogerme?
–Claro que no.
Anotó la dirección, se dio una ducha rápida y regresó a la habitación de invitados para vestirse.
Inclinándose sobre Nicholas le dio un beso en la mejilla. Cuando iba a alejarse él la sujetó por la muñeca.
–¿Dónde vas?
–A recoger a Essie.
–No es seguro.
–Estamos a plena luz del día. No me va a pasar nada.
La mirada de Nicholas era bastante elocuente; no le gustaba nada que saliera.
–¿Cuánto falta para que anochezca?
–Horas.
–De acuerdo, pero vuelve directamente aquí.
–¡Sí, mi comandante!
–No tiene gracia.
Lo besó en los labios y se marchó.
Se despertó poco tiempo después. Al levantarse se dio cuenta de que la mayor parte de las heridas habían desaparecido. Se quitó las vendas manchadas de sangre y las tiró a la papelera, situada junto a la puerta.
–¿Alice? –la llamó, asomándose al pasillo.
Nadie contestó. En la casa no se escuchaba ningún sonido, todo estaba en silencio. Aún estaría fuera.
Cogió su ropa y entró al baño. No tardó mucho en ducharse, afeitarse y vestirse. Una vez aseado, volvió a la habitación. Se detuvo en la puerta al ver a Alice. Llevaba unos vaqueros muy ajustados y una sudadera negra que ocultaba esas curvas que él se moría por acariciar. El pelo suelto le daba una apariencia muy sugerente.
Se acercó en silencio a ella, que estaba de espaldas, y vio que estaba mirando la papelera. Sin hablar, inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
En cuanto sus labios la rozaron captó su aroma.
No era Alice.
Era Alicia.
Fin del Capitulo trece
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
mi comandante cuando quieras te doy de comer :¬w¬:
espero te haya gustado la cena :¬w¬: :twisted:
Gatita siguela no la dejes ahí
nos dejaste mucho tiempo sin novela :sad:
queremos una recompensa :¬w¬: :twisted:
Leelan_Soteria
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
me encanto el cap :twisted:
me encanta tu nove
...
espero que Alicia no haga nada malo a Nick
por lo que hizo pensando que era yo
me encanta tu nove
...
espero que Alicia no haga nada malo a Nick
por lo que hizo pensando que era yo
Paulinna:D
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