Buried Memories |ZM|

Se peinó un poco con sus manos y le dio otra mirada al espejo. Su cabello negro – recientemente teñido – le llegaba hasta por los hombros y contenía unas leves ondas al final, sus ojos color avellana se mostraban recaídos y tristes, su cara en forma de corazón seguía conteniendo aquellas pecas que tanto la caracterizaban e incomodaban. Se odiaba, incluso su nariz respingada parecía molestarle lo suficiente como para querer, en un futuro lejano, operársela.
Abrió la puerta del baño y volvió a su asiento en clase turista. No era lo mejor, el espacio para sus piernas era demasiado pequeño y le había tocado compartir butaca con un hombre bastante regordete que ocupaba mucho espacio; pero se conformaba con ello, era mucho mejor que estar en su anterior pueblo.
La azafata dio la orden de abrocharse los cinturones, el avión estaría en tierra firme en menos de un quince o diez minutos. Era increíble lo poco que habían tardado y, a la vez, lo mucho que había sufrido la ansiedad de llegar a su nuevo hogar. No estaba segura de que convivir con cinco chicos fuera lo mejor que le pasaría pero debía confiar en Niall, él debía tener buenos amigos ¿O no?
El descenso fue despacio pero abrupto, le entraron ganas de vomitar varias veces y al bajar se encontraba tan mareada que ni siquiera recordaba que era lo que tenía que hacer. Vagamente siguió a la multitud de pasajeros y se encontró con sus valijas listas para ser acarreadas.
No había nada demasiado importante para destacar en el aeropuerto. Era una edificación bastante moderna en tonos grises, con ventanales y artículos electrónicos por todos lados. Estaba repleta de personal y seguridad, cada llegada y salida se encontraba sincronizada y bajo el orden respectivo.
Buscó con la mirada alguna salida y divisó a lo lejos las puertas giratorias. Al salir, una ráfaga de viento heló sus huesos y produjo que su cuerpo comenzara a titiritar; no tener grasa comenzaba a jugarle en contra nuevamente. Tomó el buzo color chocolate de su bolso y se lo colocó rápidamente sobre su remera negra manga larga; tal vez no podía solucionar el problema de sus piernas, se encontraba con un jean, pero si el de la mitad para arriba.
Espero a su primo con paciencia por unos veinte minutos. No estaba muy segura de que llegara tal como le había informado en la última llamada, se preguntaba si podría haber cambiado de decisión sobre la marcha; no lo culparía de ser así, nadie quería un hueso difícil de roer.
Cuando estaba a punto de darse por vencida, un coche negro bastante caro – y también un poco innecesario – se detuvo en frente de su localización y bajó la ventanilla del acompañante. El rubio de ojos celestes sonrió imitando al gato de chesire y bajó a saludarla; hacía mucho que no se veían pero, de igual forma, no habían perdido el contacto.
- ¡Coraline!
Niall se abalanzó sobre ella y le dio un fuerte abrazo de oso, de esos que solía darle en la infancia cada vez que se encontraba cariñoso. Pero había una diferencia: antes era mullida, en ese momento parecía un montón de huesos pegados entre sí a punto de romperse. Al separarse intentó no derramar lágrimas al ver el rostro compungido de su primo, no podía permitirse llorar por algo que ella misma se había hecho.
- Estás… Demasiado delgada.
Asintió con la cabeza gacha demasiado avergonzada para contestar. No hablaba mucho desde hacía tiempo, las palabras parecían no querer salir de su garganta y no se hacía demasiado problema por ello. Lo hecho, hecho estaba; no había nadie capaz de cambiarlo, ni siquiera él.
Algunas gotitas comenzaron a caer sobre el pavimento, cada vez con más prisa. Un chico castaño – de rulos y con una hermosa sonrisa - abrió la puerta trasera del coche y la incitó a subirse mientras que su primo lo hacía en el asiento de adelante.
Adentro, la calefacción se encontraba a una temperatura tan alta que podría llegar a rostizarlos. Un muchacho de cabellos castaño claro y ojos color avellana se encontraba en el asiento del conductor con una sonrisa educada en su rostro. « Ojos como la miel »; le recordaban a alguien que no quería nombrar.
- Es un gusto conocerte, Coraline – su voz era melodiosa y grave -. Soy Liam Payne, tu nuevo compañero de cuarto.
- Yo también – añadió el que se encontraba a su lado, el de la cara pervertida -. Mi nombre es Harry, Harry Styles.
« Mi nombre es Harry, Harry Potter » pensó mientras se reía en sus adentros. Aquel chico se había presentado como un personaje heroico y, instintivamente, una mueca de desagrado se formó en su rostro quitándole el intento de sonrisa. Nadie, absolutamente nadie, se comparaba con su preciado Potter.
Estaba a punto de decir algo cuando un teléfono comenzó a sonar bajo la melodía de “Stereo Hearts”. El rubio metió las manos en su bolsillo y atendió a quien quisiera que le estuviese llamando.
- ¿Hola?... Sí, claro… No, no está bien… - se escuchaban algunos gritos desde el otro lado de la línea – Estoy seguro de que podrás preguntárselo a ella cuando lleguemos, Zayn.
Su corazón se heló y, por un momento, olvidó que debía respirar. ¿Acaso Zayn sabía que se encontraba allí? Y, aún peor, ¿Existía la posibilidad de que viviera con ellos? No lo había pensado pero parecía lo más lógico, la familia Horan lo había adoptado hacía muchísimo tiempo y lo más probable era que también le hubieran pagado la Universidad.
La llamada terminó y el silencio se hizo presente. Comenzó a juguetear con los dedos de sus manos para intentar controlar sus impulsos de echarse a gritar o, aún peor, llorar. No quería verlo, no quería nombrarlo, no quería estar a más de cien metros de él; había sido malo con ella, teniendo la opción de salvarla se acobardó y la dejó en el olvido. Pero, claro, eso nadie lo sabía.
No le hacía ninguna gracia que preguntara por ella pero se lo dejaría pasar. Mientras se mantuvieran en habitaciones diferentes, bien alejados el uno del otro, todo iría de maravilla.
Aun así, con sus palabras de aliento y todo, no pudo evitar preguntarse si el cambio no le traería más dolor que el de por sí contenía.


- Bien – suspiró resignado -, llegaré tarde a casa así que no me esperen despiertos, Niall.
Zayn apoyó la cabeza contra el cabezal de la cama y dejó que sus pensamientos lo hundieran dentro de una marea alta y revoltosa. Nunca, desde que se habían mudado, hubiera pensado que la volvería a ver. Tendría que haber previsto que las cosas podrían acabar así para la pobre muchacha y, en cierto modo, era consciente que tenía parte de la culpa.
Unas manos conocidas tocaron su entrepierna y una risita perversa salió de sus carnosos labios. Perrie, alucinada por el perfecto sonido, comenzó a acariciarlo con más desesperación mientras notaba el efecto que le producía; amaba que se excitase por ella.
Pero no se encontraba de buen humor. Mientras la rubia acercaba su boca hacia sus partes más íntimas los efectos se iban atenuando, ni siquiera era consciente de lo que estaba pasando en aquella habitación de un motel; su mente vagaba por los lugares más recónditos en busca de algo, un momento específico que marcó su vida para siempre.
Le molestaba no encontrar nada, estaba seguro de que su cabeza lo había bloqueado para impedir el dolor pero, aun así, quería recuperarlo. Se lo merecía, necesitaba sentir cada y un sentimiento que le había perturbado su alma aquel día, aquella noche. « Cobarde, cobarde, cobarde » las palabras resonaban pero las imágenes se negaban a llegar.
Se vistió - pese a los constantes reproches por parte de una mujer extasiada -, tomó las llaves de su departamento y salió por la puerta principal sujetándose la capucha para evitar que alguien lo reconociese.
Ya era de noche y la lluvia torrencial inundaba las calles pero, a pesar de ello, le dio la orden a sus pies para caminar sin un destino fijo. Porque así era su vida, nada previsto, ninguna motivación, ningún plan a futuro.
Rumbo a ningún lado, huyendo.