Buried Memories |ZM|

Mantuvo la vista fija delante, intentando apreciar el reflejo de sí misma en el espejo del baño. Por algún motivo, aquella acción solo le provocaba más dolor, más pánico, más repudio. No comprendía bien por qué, tan solo lo hacía y ya, no había explicaciones coherentes al respecto.
Sin usar peine, anudó su oscuro cabello en una coleta alta y resistente. Luego tomó el cepillo de dientes, le añadió un poco de pasta dental y lo pasó por sus dientes repetidamente hasta encontrar el resultado perfecto. Una pasada de agua por su rostro y un rápido lavado de manos finalizaron con su tarea nocturna. Podía irse a dormir, a descansar… O al menos a intentarlo.
Pero, al acostarse y cerrar los ojos, comprendió que no podría hacerlo, al menos no esa noche. Lo había visto cruzar la puerta del departamento y tenía miedo, miedo de que él quisiese hablar y, principalmente, de que se le acercara. Porque nada le hubiera dolido más que ello, abrir viejas heridas infectadas no era la idea más atractiva que se le cruzaba por la cabeza.
Dormir y descansar sí, lástima que no podía realizar ninguna de ellas. El día había sido agotador, las horas cargaban su espalda como piedras pero, aun así, el sueño no llegaba. Tal vez lo hiciera más tarde, acompañado con las pesadillas matutinas a las cuales no lograba acostumbrarse. ¿Quién sabía? Nadie, nadie lo sabía.
– ¿Coraline? – no respondió al no reconocer la voz, prefería simular estar dormida que enfrentarse a una charla que, posiblemente, no quería llevar a cabo con su sistema inmunológico tan débil – ¿Estás despierta?
Niall. ¿Por qué estaba en la puerta de su habitación? Miles de respuestas se le ocurrieron ante aquella pregunta, el miedo a que se hubiese enterado de algunas cosas logró helar su sangre a un punto que ni siquiera creía posible. Tuvo que mover su pierna para cerciorarse que aun conllevaba el don de la movilidad.
– ¡Lo estás! – se sentó y le miró fijamente a los ojos, esperando que de aquella manera se ahorrara una buena y extensa charla que no estaba dispuesta a tener por nada del mundo – A veces me pregunto si eres así de callada solo conmigo, o si lo eres con todo el mundo.
– La segunda, Nialler.
Al verlo encogerse de hombros y sonreír estúpidamente, algo en su corazón se ablandó. Su primo era un chico muy sencillo, sin problemas y tan alegre como un pequeño chimpancé; se le hacía duro no poder hablarle tanto como deseaba, no darle la cantidad merecida de amor que debía recibir.
Lo invitó a sentarse en la cama con ella, muy segura ya de que la visita no se trataba de nada demasiado serio (o, al menos, de lo que realmente le preocupaba). Él aceptó gustoso, confundido y a la vez alegre por aquella extraña invitación amable; no era que hubiese visto demasiadas a lo largo de los últimos dos días.
– ¿Y bien?, ¿Qué estuviste haciendo hoy?
Llorar, fingir ser feliz, suprimir el pánico. Muchas respuestas se le ocurrían, ninguna le parecía lo suficientemente correcta. ¿Estaría bien mentirle, o simplemente debía decirle la verdad? Seguir escondiendo cosas no era bonito, pero tampoco contarlas estaba en sus planes.
Se sentía avergonzada, humillada, dolorida… Sucia. De tan solo pensar en esa palabra, su estómago se retorcía. No, no podía sentirse sucia porque eso significaba que lo aceptaba, y aceptarlo no estaba bien.
Despejó su mente, buscó una respuesta satisfactoria y le dio una gran falsa sonrisa antes de continuar.
– Estuve rodando por la cama, miré una película con tu amigo – fingió no recordar su nombre solo para demostrar desinterés, sabía muy bien cómo podía llegar a ser el rubio cuando algo se le metía en la cabeza –. Nada demasiado interesante.
– ¿No rodaste en la cama con él, verdad?
Reír no estaba en sus planes, simplemente se le escapó. ¿Jugar al fuego con el mismísimo Styles? Poco lo conocía pero mucho se lucía, Harold tenía pinta de ser el hombre más irresistiblemente mujeriego del planeta y parecía tener tremenda consciencia de ello. No, no le gustaban ese tipo de chicos.
En realidad, ninguna clase le venía bien.
– Tomaré la ironía de tu risa como un rotundo «no» – se contentó al notar que le estaba captando – ¿No te cae muy bien, verdad?
Lo pensó, no sabía cómo responderle con exactitud. Lo primero que había sentido hacia el ruloso había sido rechazo, pero en aquel momento se lo estaba replanteando; tal vez, y solo tal vez, Harry no fuera tan malo como creía.
– Yo… Yo no lo sé. No me cae tan mal, supongo.
Y era verdad. No solo la pregunta le traía sorpresa, todo él también.


Se despertó con el sonido del celular, muy consciente de que debería ser bastante tarde. La noche anterior casi no había podido dormir, por lo cual estaba aprovechando hasta los últimos minutos de sueño que se podía conceder.
Al tomarlo desde la mesita de luz, vio que llevaba dos mensajes de su mamá en la casilla. No era algo que le fuese raro, sobretodo viniendo de ella; parecía que llamar no se encontraba en los planes de ningún miembro de su familia, el peso pesado se había ido de la casa y ya lo estaban olvidando.


Por más que lo leyera una y otra vez, sabía muy bien que se trataba de una mentira. Nadie en su bendita vida la extrañaría, tan solo era una carga tanto para los demás como para ella misma. Que no se lo dijeran no quería decir que no lo comprendía, que no lo veía a través de las palabras; solo buscaban saber que estaba bien para no sentirse demasiado culpables por haberla delegado a otros.
Odiaba ser la oveja negra de la familia. Por más que los años pasaran, la idea de ser la recluida de la unidad familiar le seguía produciendo el mismo efecto: horror. Lo único que buscaba era volver el tiempo atrás, a esos días en los que todavía podía ser feliz.
Que lejano que era el pasado y cuanto influía en el presente.