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Mensaje por helado00 Dom 21 Abr 2013, 3:52 pm

Oh my dios!!!
que ternura..por favor siguela ya!! (:
helado00
helado00


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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por ElitzJb Dom 21 Abr 2013, 5:49 pm

siguela por favor
ElitzJb
ElitzJb


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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por chelis Dom 21 Abr 2013, 6:53 pm

GUUUUUAUUUUU JOE ES TAN LIINDOOO!!
AAAAAAAAAAAAAAAA LO AAAAMOOOOOOO!!!!!
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:25 pm

Nadie se enteró de la verdad.
Cuando murió, creí que a lo mejor Myron se casaría conmigo, pero él me
dijo que no podía casarse con alguien como yo, que tenía un estatus
social inferior al suyo. No volví a acostarme con él a partir de ese
día, aunque intentó reconquistarme. Se casó con su madre, señorita
_______, y cuando ella murió, se casó con la de Glory. Me advirtió que,
si le contaba a alguien que yo era la verdadera madre de Joe, se
inventaría cualquier cosa para denunciarme y conseguiría que me
encarcelaran. Le creí, porque sabía que era más que capaz de hacer algo
así.

—¿Joe no lo sabe?
—No,
pero no tardará en enterarse. La verdad va a hacerle daño, y no sólo
por el hecho de que su padre se la ocultara. La prensa va a cebarse con
una noticia así, ya me imagino los titulares… Millonario hace que su madre finja ser su ama de llaves, porque se avergüenza de ella.

_______ estaba atónita, tenía la mente en blanco. Al oír que Joe se acercaba por el pasillo, se apresuró a decir:
—No le diga nada, ya se nos ocurrirá algo.
—¿El qué? —la pobre mujer estaba desesperada.
—Hablaremos después.
—¿Qué
hacéis en la cocina? Tenemos que ir a comprar la ropa para la boda a
Neiman Marcus, y se me ha olvidado pasar a por Dilly —miró a _______
sonriente, y comentó—: Supongo que estaba distraído pensando en otra
cosa. He llamado a Grange, y hemos quedado en que él la llevará a la
tienda y después nos traerá a todos de vuelta.

—¿Yo también tengo que ir? —le preguntó la señora Harcourt.
—Sí. Dilly, Grange y usted serán nuestros testigos. Ojalá pudiéramos localizar a John, es un miembro más de la familia.
La señora Harcourt vaciló por un instante, y al final admitió:
—Yo sé dónde está, pero me hizo prometer que no se lo diría a nadie.
—¿Por qué? —le preguntó, atónito.
—John
estuvo encarcelado por participar en el atraco a un banco hace unos
treinta años, fue el encargado de esperar fuera con el coche preparado.
Su padre no investigó sus antecedentes antes de contratarlo, así que
nadie lo sabía. La señorita Kittie lo averiguó, y le amenazó con hacerlo
público si no se marchaba. Tenía información delicada sobre todos
nosotros, Dios sabe cómo la consiguió.

—Uno
de sus amigos conoce a un detective privado —le dijo él, sin inflexión
alguna en la voz—. Así que por eso se fue John, ¿no? ¿Cómo pudo pensar
que me importaría? ¡Forma parte de la familia!

_______
se dio cuenta de que la señora Harcourt estaba intentando disimular lo
orgullosa que se sentía de él. No era la primera vez que la veía mirar
así a Joe, pero por fin entendía que lo que se reflejaba en los ojos del
ama de llaves era un profundo amor materno.

—¿Dónde está? —dijo Joe.
—En la casa de acogida que hay en el centro.
—Vamos.
Se fue a toda prisa, y ellas se apresuraron a seguirlo.


Cuando
llegaron a la casa de acogida, Joe las dejó en el coche y entró solo a
por John. Fue a la habitación que le indicaron de la segunda planta, y
lo encontró sentado en la cama, leyendo la Biblia.

El pobre se sobresaltó al verlo entrar, y se levantó de golpe.
—¡No debería estar aquí, señor Joe!
—Tú tampoco —le espetó, mientras echaba un vistazo a su alrededor.
—La señora Harcourt me juró que no le diría dónde estaba, ¿a qué ha venido? —parecía herido, cansado, derrotado.
Joe le puso una mano en el hombro, y le dijo con voz suave:
—A recuperar a un miembro de mi familia. Tu pasado me da igual, John. Vuelve a casa con nosotros, es donde tienes que estar.
John
luchó por contener las lágrimas; para él, Joe había sido como el hijo
que nunca había tenido. Se había quedado destrozado al tener que
marcharse, pero las amenazas de Kittie lo aterraban.

—Ni
se te ocurra —murmuró Joe, al ver que los ojos le brillaban por las
lágrimas contenidas—. Vas a hacer que yo me ponga a llorar también, ¿qué
pensará la gente? —al verle tragar con dificultad, añadió con firmeza—:
Me da igual lo que hicieras en el pasado, ya cumpliste con tu condena.
No puedo arreglármelas sin ti, eres el mejor chófer de Texas.

—Gracias.
—Recoge tus cosas, vamos de camino a casarnos.
—¿Usted y yo? —le dijo, en tono de broma.
—_______ y yo —le dijo, ceñudo.
—¿Va a casarse con la señorita _______? —su rostro entero se iluminó de alegría.
—Sí, cuando consiga reunir a toda la familia. ¿Quieres recoger tus cosas de una vez?, tenemos prisa.
—Sí, señor. ¡Por supuesto! —hacía semanas que no oía una noticia tan maravillosa.
Joe
le esperó en la puerta, y se tragó con dificultad el nudo que le
constreñía la garganta al ver a su viejo amigo metiendo sus escasas
pertenencias en una maleta destartalada. Se sentía profundamente
avergonzado por tantas cosas que Kittie había hecho a sus espaldas,
cosas que habría visto si no hubiera estado tan centrado en sí mismo… al
menos estaba logrando que todo volviera a la normalidad.

_______
y la señora Harcourt recibieron entusiasmadas a John, pero cuando Joe
se puso al volante y se incorporó a la carretera, se dio cuenta de que
parecían más calladas de lo normal.

—¿A qué vienen esas caras tan solemnes?, ¡en una boda hay que estar feliz!
—Es el día más feliz de mi vida, Joe —_______ le sonrió cuando sus ojos se encontraron en el retrovisor.
Había
guardado durante años el secreto sobre su propio pasado, pero el que
estaba ocultándole en ese momento era más peligroso, porque podía llegar
a destruir su frágil relación con él. La cuestión era si podía
permitirse seguir ocultándole la verdad sobre la señora Harcourt,
teniendo en cuenta que Kittie había amenazado con sacarlo todo a la luz.
anasmile
anasmile


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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:25 pm

Capítulo 14
_______
se lo pasó tan bien comprando, que se le olvidaron sus preocupaciones
mientras elegían su vestido de boda, ropa adecuada para la señora
Harcourt y Dilly, y un traje para Joe.

—No
sé si es correcto que seamos los testigos de la boda, señor Joe. La
señorita Kittie me dijo que soy un adefesio… —comentó Dilly con
preocupación, cuando le dieron varias prendas para que se las probara.

—No
voy a casarme con la señorita Kittie. Tanto tú como la señora Harcourt y
John formáis parte de nuestra familia, así que no pensamos casarnos sin
vosotros.

—Exacto —_______ se cruzó de brazos, y asintió con firmeza.
—De acuerdo —Dilly consiguió contener las lágrimas, y fue a probarse la ropa.
Al
cabo de unos segundos, la señora Harcourt salió de otro de los
probadores. Llevaba un precioso traje chaqueta azul marino, y una blusa
en un suave tono rosa.

—¿Qué les parece?
Joe la abrazó, y le dijo con ternura:
—Que es la perfecta madre suplente del novio.
Cuando la besó en la mejilla, la señora Harcourt se echó a llorar. _______ le dio un pañuelo, y le dijo:
—Se supone que cuando tiene que llorar es en la ceremonia.
—Ya lo sé. Perdón, sólo estaba ensayando —soltó una carcajada, y regresó al probador.
Joe aprovechó para llevar a _______ a un rincón donde no había nadie, y le dio una cajita gris de joyería.
Ella
se quedó sin aliento cuando la abrió. En el colegio había ido a clase
de arte, y había dibujado las alianzas de boda ideales que le gustaría
usar en el caso hipotético de que llegara a superar sus miedos y
decidiera casarse. En la caja había un anillo de compromiso con una
esmeralda cuadrada, y una alianza de boda a juego. También había una
alianza de hombre sencilla, pero que tenía el mismo grabado que la de la
mujer.

—Son los que dibujé —dijo, atónita.
Joe
sacó el anillo de compromiso de la cajita, se lo puso en el dedo con
solemnidad, y lo besó con una ternura que la dejó sin aliento.

—Los encargué hace años —admitió con voz ronca. La miró a los ojos, y admitió—: Sabía que, si no eras tú, no sería nadie.
_______
pensó en toda la angustia que podrían haberse ahorrado si no hubiera
huido de él aquella noche de lluvia. Su rostro debió de reflejar lo que
estaba pensando, porque él la besó y le dijo con voz suave:

—No te martirices. Tenemos que dejar atrás el pasado, y mirar hacia el futuro.
—Hacia el futuro —respiró hondo, y lo miró sonriente—. ¿Tú también vas a llevar anillo?
—Claro que sí.
—Perfecto.
Grange se les acercó con una bolsa al hombro. Miró a Joe, y le dijo:
—Hace unos días me compré unos vaqueros y varias camisas, y hasta saqué entradas para el ballet.
No lo soporto, pero habría ido por ella —señaló a _______, y
refunfuñó—: Y ahora vas tú y fastidias mis planes al comprometerte con
ella. ¡Hasta lavé mi furgoneta!

Los
tres se echaron a reír. En el pasado, Joe había sentido celos de
Grange, pero _______ siempre había sabido que el capataz la apreciaba
pero no estaba enamorado de ella.

—Lo siento por ti, pero has llegado demasiado tarde —dijo Joe con satisfacción.
—Al menos, voy a asistir a la boda —Grange sacudió un poco la bolsa que llevaba al hombro, y añadió—: Me he comprado un traje.
—Buena idea, así no tendrás que ir de compras si algún día llegas a casarte —le dijo Joe.
_______ sonrió de oreja a oreja.


Se
casaron en una breve pero emotiva ceremonia en el despacho de la juez
competente, entre estantes cargados de libros de derecho y registros del
condado. Alexandra Mills, la juez, era hermana de uno de los vaqueros
de Joe.

—Podría decir
que me sorprende veros aquí, pero no voy a mentiros. En los últimos
tiempos, la gente no para de chismorrear sobre vosotros —miró a _______,
que llevaba un precioso traje chaqueta blanco y un sombrero con velo a
juego, después a los testigos, y por último a Joe, que estaba muy
elegante con un traje azul a rayas—. Me alegro de que hayáis traído
testigos.

—Hemos traído a la familia —le dijo Joe.
Alexandra los miró uno a uno, y al ver que varios tenían los ojos llorosos, sonrió y dijo:
—Ya lo veo.
Todo el mundo sabía que Joe Pendleton no era un esnob, a pesar de la fortuna que tenía.
La
juez leyó la ceremonia matrimonial de la Biblia, y después del
intercambio de anillos y de votos, Joe recibió permiso para besar a la
novia, que estaba llorando de emoción. Le alzó el velo, y la miró con
una sonrisa radiante. Después de besarla con una ternura infinita, la
abrazó con fuerza.

Tras
las felicitaciones de rigor, se firmaron los documentos pertinentes.
Cuando salieron del despacho, alguien empezó a hacerles fotos, y al ver
que los demás se sobresaltaban, Joe se apresuró a decir:

—No
os preocupéis. Son Billy Thornton, del periódico local, y Jack
Harrison, nuestro fotógrafo oficial. Les he pedido que vinieran. Venga,
venid aquí y sonreíd —consiguió que todo el mundo se agrupara, le pasó
el brazo por la cintura a _______, que llevaba en la mano un ramo de
flores blancas, y miró sonriente a los fotógrafos—. Venga, hacednos
todas las fotos que queráis.



Joe
alquiló un avión privado para ir a Cancún, donde iban a disfrutar de
una luna de miel de tres días. También contrató a varios guardaespaldas,
por si el general Machado intentaba secuestrar a alguno de los dos. El
hotel que había elegido era muy caro, y estaba situado en una zona
costera donde había algunas de las mansiones más lujosas del sur de la
frontera.

La
habitación daba al Golfo de México. Era bastante tarde, y la luna llena
teñía de plata las olas que rompían contra la arena blanca de la playa.

—¿Estás cansada? —le preguntó él, mientras la rodeaba con los brazos.
—No, estoy feliz.
—Yo
también —la besó con suavidad, y la miró con una expresión elocuente—.
¿Estás dolorida? —cuando ella lo miró a los ojos y negó con la cabeza,
sonrió y la besó de nuevo—. En ese caso…

En
esa ocasión, fue tal y como él habría querido que fuese la primera vez
juntos. La trató como si aún fuera virgen, alargó cada suave caricia
hasta que la hizo gemir y suplicarle más. La besó desde la coronilla
hasta las puntas de los pies, la saboreó con una maestría que la dejó
sin aliento.
anasmile
anasmile


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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:26 pm

—Yo también —la besó con
suavidad, y la miró con una expresión elocuente—. ¿Estás dolorida?
—cuando ella lo miró a los ojos y negó con la cabeza, sonrió y la besó
de nuevo—. En ese caso…

En
esa ocasión, fue tal y como él habría querido que fuese la primera vez
juntos. La trató como si aún fuera virgen, alargó cada suave caricia
hasta que la hizo gemir y suplicarle más. La besó desde la coronilla
hasta las puntas de los pies, la saboreó con una maestría que la dejó
sin aliento.

_______
fue ascendiendo más y más, se estremeció con aquel placer que aún le
resultaba tan nuevo. La enloquecía sentir el contacto de su piel, la
calidez de su boca en los senos mientras él le endurecía los pezones con
la lengua.

Creía que
la primera vez había experimentado el placer más potente posible, pero
durante aquella larga noche se dio cuenta de que sólo había rozado la
superficie del éxtasis. Joe estaba encima de ella, debajo, a su lado,
mientras no dejaba de acariciarla con las manos y la boca. La tensión
mutua fue acrecentándose hasta tal punto, que _______ tiró de él para
que la cubriera y unió impaciente sus cuerpos en una tormenta de placer
que la hizo gemir.

Cada larga y lenta embestida era una agonía que la acercaba cada vez más a un precipicio de angustia que apenas podía soportar.
—¡Estás torturándome! —sollozó, mientras arqueaba las caderas contra él.
—Estoy
haciendo que estés preparada —le dijo él, jadeante. La agarró de las
caderas para detenerla, y siguió penetrándola con embestidas lentas y
medidas.

—¿Preparada?
—Preparada. Agárrate fuerte, cariño. Vamos a saltar por un precipicio…
Aceleró
el ritmo de forma tan súbita, que _______ apenas tuvo tiempo de
aferrarse a él. Notó que su miembro se endurecía aún más en su interior
mientras la penetraba cada vez con más fuerza, mientras el choque de sus
cuerpos sonaba de forma audible contra las sábanas blancas, bajo la luz
de la luna que se filtraba por las ventanas.

Cuando ella gritó de placer y le hincó las uñas en las caderas, él le dijo al oído con voz ronca:
—Eso es, agárrame y siente cómo te penetro hasta el fondo. ¡Siente… cómo exploto… dentro de ti!
—¡Joe!
—se estremeció y se arqueó de golpe. El placer era tan abrumador, que
sollozó y sollozó mientras él seguía con aquel ritmo febril—. ¡Más
fuerte, Joe, más fuerte, más…!

—¡Oh,
Dios…! —se arqueó y se quedó rígido, y de repente se convulsionó y
soltó un gemido tan fuerte, que dio la impresión de que le habían
herido.

_______ se
aferró a él con todas sus fuerzas. Sus cuerpos estaban tan
compenetrados, que llegó al clímax al mismo tiempo. Cuando se arqueó
contra él, dio la impresión de que sus cuerpos dejaban de ser dos
entidades separadas y se fundían en una sola.

_______
abrió los ojos justo al final y vio su rostro rígido, sus ojos
cerrados, y su boca tensa mientras lo sacudía el placer agónico del
clímax. Ella acababa de experimentar aquel maravilloso estallido, y
seguían recorriéndola pequeñas corrientes de placer mientras él
continuaba moviéndose en su interior.

Tras
un último estremecimiento, Joe abrió los ojos y sus miradas se
encontraron. Apenas tuvo tiempo de reaccionar, porque al verla
mirándolo, lo sacudió otra explosión de placer. Se estremeció mientras
la recorría con la mirada, mientras contemplaba sus senos endurecidos y
su vientre plano apretado contra el suyo, y cerró los ojos para poder
sentir la estrechez y la calidez de su cuerpo rodeándolo; finalmente, se
relajó y se desplomó encima de ella.

—Acabaremos matándonos el uno al otro —le dijo ella, con un susurro trémulo.
—Sí, ya me he dado cuenta.
_______ se movió un poco para probar qué pasaba, y se estremeció cuando la recorrieron pequeñas andanadas de placer.
—Dios, sigue y sigue… —dijo, atónita.
—Sí
—Joe movió las caderas, y cuando alzó la cabeza para poder mirarla,
sonrió al ver que su rostro reflejaba el placer que él estaba dándole.

—Eres un engreído.
—No, lo que pasa es que tengo mucho talento.
—Eso es verdad —_______ no pudo evitar echarse a reír.
Él
rodó hasta quedar de espaldas en la cama, y la arrastró para que se
colocara encima de él. La miró con una expresión llena de calidez, y le
dijo con voz ronca:

—Piensa que se supone que esto mejora aún más a base de práctica.
—Acabaré muriendo —le dijo, mientras se apretaba contra él.
—Sí, cielo, pero vaya forma más fantástica de palmarla —le susurró al oído.
Los dos se echaron a reír.
anasmile
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:26 pm

—Pero… ¡tenéis que tener una
boda como Dios manda! —les dijo Glory, cuando regresaron de la luna de
miel. Aún estaba molesta porque habían tardado dos días en llamarla para
contarle que se habían casado.

—Ya la tuvimos, fue una ceremonia sin parafernalias ni cámaras —le dijo Joe.
—Al menos podríais celebrar una recepción en San Antonio.
Era obvio que no iba a ceder. La pareja se miró con resignación, y _______ dijo:
—Sí, supongo que sí —abrazó a su hermanastra, y añadió—: Te prometo que íbamos a llamarte, pero nos olvidamos de todo.
—Sí, fue una luna de miel bastante intensa —admitió Joe, con una pequeña sonrisa.
Glory se echó a reír.
—La verdad es que la noticia no me sorprendió, los dos lleváis unos meses siendo bastante obvios.
—¿En serio? —le dijeron los dos al unísono.
Glory sacudió la cabeza, y les dijo:
—He
quedado para comer con Rodrigo, pero quiero que nos acompañéis a la
cena benéfica que se celebra el viernes en San Antonio. Todo el mundo
está deseando felicitaros.

—Tendremos que ir, _______. No podemos dejar de lado a nuestras amistades.
Ella
asintió. Desde que se había mudado a Jacobsville, se había olvidado de
fiestas y de lo que era tener una vida social activa.

—Estaba intentando volver a mis raíces, y demostrar que podía valérmelas por mí misma.
—Lo
has conseguido —le dijo él con firmeza—. Sigue dando clases en la
universidad si quieres, y dando charlas en la escuela de primaria. A mí
me parece bien. Pero ya hemos demostrado que puedes salir alguna que
otra noche sin dañar tu imagen de mujer trabajadora.

—Sí, supongo que sí —lo miró sonriente, y añadió—: Espero que no te importe que de vez en cuando me caiga o dé un traspiés.
Él la abrazó, y le dijo con solemnidad:
—Siempre estaré a tu lado para sujetarte. Sabes que nunca me ha importado.


Regresaron
a casa a regañadientes. Rodrigo y Glory fueron a visitarlos a la
mansión de San Antonio, llegaron con un precioso jarrón de cristal
tallado a modo de regalo de bodas y con unas cuantas recriminaciones,
pero al cabo de unos minutos, Glory le dio un fuerte abrazo a _______
mientras contenía las lágrimas. Era obvio que los recién casados se
amaban de todo corazón, y se preguntó por qué habían sido tan tercos y
habían tardado tanto en admitir lo que sentían el uno por el otro.

—Vais a ser muy felices juntos.
Los dos la miraron sonrientes, y _______ le dijo:
—Pues claro.


En
la cena benéfica, _______ se dio cuenta de que sus amistades no eran
interesadas. La gente se alegró sinceramente de verla, y recibió un
sinfín de invitaciones. Le pidieron que participara en comités, y
prometió que haría un hueco en su apretada agenda para trabajar en
algunos de ellos. Cuando les contó a sus amigos lo de su nuevo empleo,
se pusieron muy contentos al ver que por fin utilizaba su talento para
algo más que organizar fiestas. Se dio cuenta de que aquella gente la
valoraba como persona; al parecer, se había equivocado de pleno al
pensar que era una cuestión de posición social y dinero.

El
único momento incómodo de la velada se produjo cuando un conocido de
Joe, que estaba un poco achispado, le preguntó qué había pasado con la
despampanante pelirroja con la que iba a casarse.

—Lo
que ha pasado es que me he casado con _______ —le dijo Joe, sin
inmutarse. Le pasó el brazo a _______ por la cintura para acercarla más,
y la besó en la punta de la nariz.

Todos
los integrantes del grupito de gente que estaba charlando con ellos en
ese momento fulminaron con la mirada al hombre, que se apresuró a
alejarse.

Después de la fiesta, Glory y Rodrigo los llevaron a un club latino.
—Tu
amigo el general está intentando conseguir suficiente dinero para
organizar un golpe de estado —le dijo Rodrigo a _______—. Nos gustaría
ayudarle, pero no podemos. Se dice que ha decidido dejar lo de los
secuestros porque no le gustan los métodos de Fuentes, pero no se puede
marchar de México hasta que tenga dinero suficiente para contratar a un
buen grupo de mercenarios que le ayuden a derrocar a su adversario.

—Se portó muy bien conmigo, me gustaría poder ayudarle —dijo ella.
—A
mí también —le dijo Rodrigo—. Es una especie de pirata, pero sus ideas
políticas son progresistas y democráticas, y siempre procura ayudar a la
gente necesitada. El tipo que le arrebató el poder está enviando a un
montón de gente a cárceles secretas, y ya ha empezado a nacionalizar el
gobierno; además, alguno de sus amiguitos son más que cuestionables. Nos
encantaría que le derrocaran.

—No es un buen momento para entrometerse en asuntos internacionales —comentó Joe.
—Y que lo digas. En fin, no siempre se consigue lo que se quiere —Rodrigo sonrió, y tomó un trago.
Joe miró a _______ con una ternura que la dejó sin aliento, y dijo con voz suave:
—A veces sí que se consigue.
—Sí, es verdad —le dijo ella, con voz trémula.
Glory y Rodrigo se echaron a reír, y alzaron sus vasos para brindar por los recién casados.


Joe
y _______ tenían pensado pasar la noche en la mansión de San Antonio,
pero cuando llegaron, vieron que delante de los portones cerrados había
un equipo móvil de telecomunicaciones y varios reporteros.

—Voy a ver qué pasa —dijo él.
_______ lo agarró del brazo, y le dijo con apremio:
—Da media vuelta, vámonos antes de que alguien nos reconozca. Por favor, Joe…
Él
la miró extrañado, pero hizo lo que le pedía; por suerte, estaban a una
distancia considerable, y nadie se dio cuenta de que eran ellos.

—Supongo
que se habrán enterado de que nos hemos casado, tendríamos que habernos
acercado para que pudieran hacernos unas cuantas preguntas.

_______ se tensó. Había llegado el momento de la verdad, y no iba a ser nada fácil.
—Joe, hay ciertas cosas que no sabes. Estoy casi segura de que habrá más periodistas en el rancho.
Él
se metió en el aparcamiento de un establecimiento de comida rápida que
no cerraba por la noche, y después de apagar el motor, se volvió a
mirarla y le preguntó con voz firme:

—¿Qué es lo que pasa?
Ella
tragó con dificultad. Lo que estaba a punto de contarle iba a hacerle
daño, pero estaba convencida de que la presencia de los reporteros se
debía a que Kittie había cumplido sus amenazas. Seguro que alguno de sus
conocidos de San Antonio le había dicho que Joe y ella se habían
casado, y había decidido sacar a la luz el secreto de la señora Harcourt
para vengarse.

No podía permitir que Joe se metiera a ciegas en aquel fregado, tenía que contarle la verdad.
—Kittie sabe algo sobre la señora Harcourt, Joe.
—¿El qué?
Agarró su bolso con tanta fuerza, que dejó marcas de uñas en el cuero.
—¿No te has preguntado nunca por qué no te pareces a tu madre?
—Tampoco me parezco a mi padre; según él, salí a mi abuelo.
—Tienes los ojos negros, Joe… —le dijo con cautela, mientras sus miradas se encontraban.
Él
se puso rígido de golpe cuando empezó a recordar algunos detalles de su
infancia… el cariño con el que siempre le había tratado la señora
Harcourt, y la frialdad con la que la había tratado su padre,
discusiones que había oído y que no había entendido… pero la referencia a
sus ojos fue como un golpe físico. A veces había pensado en ello, y
había supuesto que la señora Harcourt debía de ser una pariente lejana
que el esnob de su padre no quería reconocer, pero en ese
momento empezó a ver la actitud elitista de su padre desde un punto de
vista muy distinto.

—La
señora Harcourt es mucho más que mi ama de llaves… ¡es mi madre!
—estaba convencido de que era la pura verdad, y la había tenido delante
de las narices durante todos aquellos años.

—Sí,
la pobre se quedó horrorizada cuando le restaste importancia a las
amenazas de Kittie. Me dijo que te sentirías humillado si la verdad
salía a la luz, es una mujer muy creyente y se siente culpable por haber
tenido un hijo fuera del matrimonio. ¿Cómo crees que reaccionará cuando
todo el mundo se entere?, no eres el único que va a sufrir por todo
esto.

—Así que tú lo sabías, ¿no? —le dijo, ceñudo.
—Sí…
—¿Por qué no me lo contaste?
—Porque ella me hizo prometer que guardaría el secreto, Joe.
Él
se sintió dolido. _______ nunca le confiaba sus secretos, empezando por
lo que le había pasado de niña. Le dolía que siguiera ocultándole cosas
a pesar de lo unidos que estaban.
anasmile
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Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:26 pm

—Seguro que no se atreve ni a salir de casa por miedo a los reporteros —comentó, mientras ponía en marcha el coche.
—Yo
no lo tengo tan claro. Comanche Wells es una población pequeña, seguro
que alguien ha visto las furgonetas de la prensa yendo hacia casa y se
lo ha comentado. Ella se habrá dado cuenta enseguida de lo que pasaba.

—¿Qué haces? —le preguntó, al verla sacar el móvil.
—Llamarla
—marcó el número, y cuando el ama de llaves contestó al fin tras unos
largos segundos, le dijo con voz suave—: Hola, señora Harcourt.

—¿Señorita
_______? ¡Oh, gracias a Dios! Ha llamado la señorita Kittie, y me ha
dicho que iba a hacer pública la verdad, que los periodistas no
tardarían en venir hacia aquí. Estoy en casa de Barbara. Va a hacer que
se corra la voz en Jacobsville y Comanche Wells, para que nadie hable
con los periodistas, pero no sé por cuánto tiempo podrá esconderme. ¿Lo
sabe Joe?, ¿está muy enfadado? Me odia, ¿verdad?

—Claro que no la odia.
—¿Qué vamos a hacer? —su voz reflejaba lo desesperada que estaba.
—Ya se nos ocurrirá algo. Vamos de camino, no tardaremos en llegar.
—De acuerdo. Vayan con cuidado —era obvio que estaba llorando.
—No se preocupe —cuando colgó, miró a Joe y le dijo—: Está en casa de Barbara.
Él
no contestó. Estaba cada vez más furioso, se sentía como si todo el
mundo le hubiera traicionado. Su vida entera estaba patas arriba, y la
mujer en la que había confiado ciegamente estaba sentada a su lado, con
su alianza de boda en el dedo.

_______
se dio cuenta de lo enfadado que estaba, y tuvo ganas de pegarle un
buen puñetazo a Kittie por hacer que la señora Harcourt y él tuvieran
que pasar por algo así. No era justo que aquella arpía codiciosa y sin
corazón se saliera con la suya.

—Ha sido muy cruel sacarlo así a la luz —dijo, indignada.
Joe le lanzó una mirada, y le dijo con voz inflexible:
—Los secretos son peligrosos.
Ella se sonrojó al captar la indirecta, y no tuvo más remedio que darle la razón.
—Vale,
admito que no tendría que haberte ocultado nada. No te conté lo de mi
pasado porque me sentía avergonzada, pero no te dije nada sobre lo de la
señora Harcourt porque le di mi palabra.

—Está
trabajando para mí, es mi ama de llaves —le espetó, mientras tomaba la
carretera de Jacobsville—. ¿Cómo crees que enfocará la prensa algo así?

—Mal, pero si no se nos ocurre una estrategia antes de llegar a casa, la señora Harcourt saldrá incluso más perjudicada que tú.
—Ya
lo sé. Siempre estuvo a mi lado cuando estaba solo. Mi madre estaba
centrada en su vida social y casi nunca estaba conmigo, pero la señora
Harcourt siempre estaba cerca para darme un beso si me hacía daño, y
tranquilizarme cuando tenía pesadillas —cerró los ojos por un instante, y
cuando volvió a abrirlos, añadió—: Ha vivido a la sombra de mi vida
desde que nací, se ha contentado con ser el ama de llaves sin pedir nada
a cambio.

—Ella es
así. Cuando Kittie la amenazó, lo único que la preocupaba eras tú. Se
echó a llorar, y dijo que la prensa haría que parecieras un hombre sin
corazón.

—Tengo una
propiedad en alquiler en Jacobsville, en la misma calle donde vive
Barbara. En este momento no hay ningún inquilino, y está completamente
amueblada. Podemos instalarla allí, y haremos que Neiman Marcus le envíe
ropa adecuada de su talla. La tienda de artesanía de Jacobsville
también es mía, llamaré a la encargada. Podemos ponerla como dueña en el
contrato de compraventa, y llevar algunas de esas preciosas mantas de
punto suyas para que se vendan.

—Eres un genio —_______ lo miró con una sonrisa radiante.
—No va a ser fácil.
—Lo conseguiremos, ya lo verás.
—Mi
nueva madre no puede transformarse de un día para otro en un miembro de
la alta sociedad, sigue siendo ella misma. No quiero cambiarla ni que
se sienta incómoda, pero no puede seguir siendo mi ama de llaves.

—Está muerta de miedo.
—Ya lo sé, pero nos las arreglaremos. Todo saldrá bien.
_______ se relajó. ¿Cuántas veces le había oído decir algo así cuando estaba hundida? Era un hombre que jamás perdía el control.
—Barbara tendrá que echarnos una mano, _______.
—Lo hará.
Permanecieron en silencio durante el resto del trayecto.
anasmile
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Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:27 pm

Joe aparcó en la cochera de
Barbara, y cuando _______ y él entraron en la casa, encontraron a la
señora Harcourt de pie en medio de la sala de estar, con un pañuelo
empapado en la mano y los ojos rojos.

Al verlos llegar, miró angustiada a Joe y exclamó:
—¡Lo siento, pensé que nunca se enteraría!
Joe permaneció inmóvil en la puerta, completamente rígido. No sabía qué decir, aún estaba conmocionado.
_______
agarró a Barbara de la manga, y tiró para que saliera con ella de la
habitación. Aquella conversación sólo les atañía a Joe y a la señora
Harcourt, y no iba a ser fácil para ninguno de los dos.



—¿Por qué no me lo contó hace años? —dijo Joe, con voz cortante.
—Myron
me obligó a firmar un documento legal. Me dijo que, si se lo contaba a
alguien, mentiría para incriminarme en algún crimen horrible y se
aseguraría de que acabara en la cárcel. Sabía que lo decía muy en serio,
y después de que muriera… la verdad es que no me atreví a hablar con
usted. Tenía miedo de que él hubiera dejado algún documento secreto, o
alguna prueba falsa que pudiera incriminarme —se mordió el labio antes
de añadir—: Era un hombre implacable.

Joe
sabía que aquello era cierto, que su padre había amasado su fortuna
pisoteando a más de uno. Era un hombre duro y calculador que no tenía
piedad de sus enemigos, era algo que jamás le había gustado de él y que
les había mantenido separados.

—Si
somos madre e hijo, me parece que tendríamos que empezar a tutearnos
—seguía observándola desde la puerta, con las manos en los bolsillos—.
Tenemos los mismos ojos, es extraño que no me diera cuenta. ¿De quién
los hemos heredado?

Ella esbozó una sonrisa que revelaba lo nerviosa que estaba, y le dijo:
—De
mi padre. Mi abuelo era un duque español que vino a este país después
de la Primera Guerra Mundial, para tomar las riendas de un rancho que
había heredado de algún familiar suyo. Se casó con mi abuela, que era la
hija de su cocinero.

—El rancho… ¿mi rancho? —estaba fascinado.
—Sí.
—Te lo compré a ti —le dijo, ceñudo.
—No
quedaba gran cosa, estaba hecho una ruina. Sabía que podías valerte por
ti mismo, que no necesitabas el apellido de tu padre, sus millones ni
su posición social para ser un hombre de provecho. ¡Él estaba convencido
de que te hundirías, pero yo sabía que saldrías adelante!

Él se relajó un poco, y dio un paso hacia ella.
—¿Cómo acabaste en una situación así?
Ella se sentó con pesadez en el sofá, y lo miró con ojos cansados.
—Mi
marido acababa de morir, y necesitaba un trabajo con urgencia. El ama
de llaves del señor Pendleton se había ido, ningún empleado duraba
demasiado tiempo por culpa de su mal genio. Yo le respondía sin dejarme
amilanar, y creo que eso le gustaba —consiguió esbozar una sonrisa, y
añadió—: Era un hombre muy atractivo, y podía ser encantador cuando se
lo proponía. Su esposa se fue a veranear a las Bermudas con su hermana
—bajó la mirada antes de admitir—: Me sentía sola y él me traía regalos y
flores, hacía que me sintiera como una princesa. Cuando me quedé
embarazada, tuve la impresión de que se lo esperaba. Sonrió y me dijo
que no me preocupara, que se encargaría de todo. Cuando se lo contó a su
mujer, ella ni se inmutó y dijo que nos iríamos juntas de viaje, y que
le diría a la gente que se había quedado embarazada y que estaba
delicada de salud, que yo iba a cuidarla hasta que naciera el bebé. Nos
fuimos, y regresamos después de que diera a luz. Me aseguraron que
cuidarían muy bien del bebé, que no le faltaría de nada, y que yo podría
permanecer allí y ayudar a criarlo.

—¡Dios mío…!
—Sí,
ya sé que parece una locura, pero estaba demasiado aturdida para
plantarles cara. No quería que la gente supiera lo estúpida que había
sido; al parecer, tu madre estaba enterada de lo que él tenía planeado.
Tu padre… en fin, no era un dechado de virtudes.

—Sí, ya lo sé. Entonces, ¿mi madre estaba enterada de todo?
—Era
estéril, y ninguno de los dos quería que la mansión y la fortuna
acabaran en manos de algún pariente lejano. Querían un hijo, pero que no
fuese adoptado. Fui una ingenua. Me lo pasé muy bien durante la
estancia en el extranjero, y me encantaba estar embarazada. Myron tomó
un avión en cuanto se enteró de que me había puesto de parto, y se
pusieron locos de alegría cuando tú naciste. Tenías sangre de los
Pendleton, y yo sólo había sido la incubadora.

—Qué
crueldad —Joe se sentó enfrente de ella en un sofá—. Y por si fuera
poco, te dejó fuera del testamento. No voy a contarte lo que dejó
escrito en una carta que me entregó el abogado. Si lo hubiera sabido…
—la miró angustiado.

—El
testamento me da igual, no esperaba recibir nada. Me contentaba con
estar contigo, con verte crecer. Siento que te hayas enterado así,
supongo que querías mucho a tu madre…

—Nunca
la quise, era fría como el hielo. Me acuerdo que una vez, cuando tenía
cinco años, estaba enfermo y empecé a vomitar, y a ella sólo le preocupó
que pudiera mancharle el vestido.

—Sí,
tenías el sarampión —le dijo ella, con voz suave—. Pasé dos noches
sentada junto a tu cama, dándote cubitos de hielo para que no te
deshidrataras.

—Tú
fuiste la que me cuidó, mi madre no tenía tiempo para mí porque estaba
muy ocupada con sus compromisos sociales. Y con mi padre, tres cuartos
de lo mismo, sólo le interesaba ganar dinero. Ninguno de los dos tenía
ni idea de cómo ser padre.

—Hice lo que pude por suplirlos.
—Lo
conseguiste, tuve una infancia maravillosa gracias a ti —la miró a los
ojos con cariño, pero su expresión se volvió angustiada cuando añadió—:
¡Tendrías que haberme contado la verdad!

Ella se secó las lágrimas, y admitió pesarosa:
—Sí,
ya lo sé —alzó los ojos hacia él, y lo miró con preocupación—. Seguro
que la prensa le da un enfoque horrible a la historia.

—Eso es lo que tú crees, pero _______ y yo ya hemos trazado un plan.
—¿Qué vais a hacer?
—Vencer a Kittie con sus mismas armas.
—¿En serio?
Al verla tan atónita, Joe se echó a reír y le dijo:
—Sí, a Kittie le va a salir el tiro por la culata.
anasmile
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Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:27 pm

Capítulo 15
—¿Queréis
convertirme en una mujer de negocios? —la señora Harcourt no daba
crédito a lo que estaba oyendo—. ¡Pero si no soy más que una sencilla
mujer de campo! Nadie se creerá que soy una empresaria y te avergonzarás
de mí, Joe. Todo el mundo se reirá de ti.

Él
se levantó del sillón, tiró de ella con suavidad para que se pusiera de
pie, y la miró a los ojos, ojos idénticos a los suyos.

—Eres mi madre —le dijo, con voz ronca de emoción—. Mi propia madre. Jamás me avergonzaré de ti.
Ella empezó a llorar de nuevo, y le dijo con voz queda:
—Durante
todos estos años te he visto crecer. He visto cómo tratas a la gente,
cómo te comportas con amabilidad con todo el mundo y jamás miras por
encima del hombro a los menos afortunados. Tienes tantas buenas
cualidades, Joe… muchas más que tu padre. Siempre me he sentido muy
orgullosa de ti. No sabes cuánto deseaba contarte la verdad, pero lo que
me lo impedía no era la amenaza de Myron, sino el miedo a que te
sintieras avergonzado al saber que tu madre era una persona ignorante y
sencilla…

—Deja de
infravalorarte, eres la persona más buena que conozco. Nunca chismorreas
sobre los demás, siempre estás sonriente, estás dispuesta a ofrecerle
lo poco que tienes a alguien más necesitado, y eres una cocinera
fantástica. Tienes un montón de cualidades maravillosas, y estoy
orgulloso de ser tu hijo —su voz se quebró al pronunciar aquella
palabra—. No sabes lo orgulloso que estoy.

—Oh, mi niño…
Lo
abrazó con fuerza, y lo meció como solía hacerlo cuando de pequeño
tenía miedo o se había hecho daño. Para ella, era un sueño hecho
realidad poder abrazarlo así y decirle abiertamente que era sangre de su
sangre. Le quería más que a su propia vida, y por fin podía decírselo.

—¡Mi hijo! —exclamó, entre sollozos.
Joe
no pudo contestar, sabía que su voz habría revelado lo emocionado que
estaba. La abrazó con fuerza mientras se mecían en el silencio de la
sala de estar. Se prometió que no iba a permitir que nadie la hiriera,
estaba dispuesto a luchar contra el mundo entero con tal de mantenerla a
salvo. Era su madre, ¡su madre!

Al
cabo de un largo momento, se apartó de ella y le dio la espalda para
poder secarse los ojos con disimulo. Se volvió de nuevo hacia ella, y le
dijo:

—Tenemos que ponernos en marcha cuanto antes, no tenemos mucho tiempo.
La señora Harcourt lo miró con una sonrisa radiante, y le dijo:
—De acuerdo, haré lo que me digáis.

* * *
El
primer paso fue instalarla con la ayuda de sus amigos en la casa de
alquiler de Joe. Enviaron a Grange de vuelta al rancho, para que metiera
algunas de las colchas de punto hechas a mano y las llevara a la
pequeña tienda de artesanía que había cerca de la plaza principal de
Jacobsville. Cuando regresó, les dijo que no había visto a ningún
reportero. Fue un alivio, porque eso les daba tiempo para poder poner en
marcha el plan.

Joe y
_______ fueron a la tienda, que estaba cerrada, y entraron sin
problemas porque él tenía una llave. Colocaron las colchas en el
escaparate, y Joe aprovechó para llamar a la encargada. Era una mujer
muy amable que apreciaba a la señora Harcourt, la conocía porque ésta
siempre compraba allí la lana. Accedió a decirle a cualquier reportero
que apareciera por allí lo que Joe le indicó.

Después
de completar los traslados, regresaron a casa de Barbara y esperaron a
que los llamara Grange, que estaba contactando con varios conocidos
suyos para intentar averiguar adonde habían ido los reporteros.

En ese momento, _______ y Joe estaban tomando café con Barbara en la cocina, decidiendo lo que iban a hacer.
—Esa mujer es una arpía, ¿cómo ha podido hacer algo así por una cuestión de orgullo herido? —dijo Barbara.
—Yo
diría que es una cuestión de bolsillo herido —_______ intentó ponerle
algo de humor a la situación, y se dio cuenta de que Joe se limitó a
lanzarle una mirada.

Apenas
habían intercambiado diez palabras desde que había empezado aquella
pesadilla, y a juzgar por cómo la miraba, estaba claro que pensaba
ponerse muy serio con ella en cuanto la situación se normalizara un
poco. Ella no sabía qué más podía decirle para justificarse; en
cualquier caso, él estaba alterado y apenas la escuchaba, estaba
centrado en salvar a su madre de la prensa.

Cuando
Grange llamó por fin a Joe, éste le escuchó en silencio durante unos
segundos y de repente puso cara de sorpresa y se echó a reír.

—Vale,
gracias. Te debo una —después de colgar, las miró y les dijo—: No os lo
vais a creer… la prensa no se ha enterado de lo de la señora Harcourt.
La empresa californiana que compré ha sacado al mercado el primer
videojuego basado en el nuevo software, y ya es un superventas
que está batiendo todos los récords. Los periodistas quieren hacerme
algunas preguntas, dicen que mi decisión de financiar a los creadores
fue una genialidad.

_______ sintió un enorme alivio, y comentó:
—Al final, tanto esfuerzo no ha servido para nada.
—¡De eso, ni hablar!
Joe
se sacó el móvil del bolsillo, y llamó al detective que utilizaba para
trabajitos especiales. Le contó lo que Kittie debía de estar planeando, y
le encargó que investigara un poco para ver si la pelirroja le había
comentado a alguien lo que pensaba hacer. Entonces le dio la información
sobre la señora Harcourt que quería que se filtrara a los medios de
comunicación, y le pidió que investigara el pasado de Kittie.

Cuando colgó, sonrió con frialdad y dijo:
—Ahora,
el problema lo va a tener ella. Le aguaremos la fiesta sacando la
historia a la luz antes de que le dé tiempo de hacerlo, y que Dios la
ayude si tiene algún oscuro secreto. Donde las dan, las toman.

—Es
justo lo que yo habría hecho —comentó Barbara con satisfacción—. A esa
mujer le gusta crear problemas, a ver qué tal se le da lidiar con ellos.

—Pronto
lo sabremos —apostilló Joe—. Mañana a primera hora, la prensa anunciará
que mi ama de llaves acaba de confesarme que es mi madre. También se
publicará que es la propietaria de la tienda de artesanía desde hace
tiempo pero no me lo había dicho, y que trabajaba en casa para estar
cerca de mí.

—¿Y qué pasa con todo lo demás? —le preguntó _______.
—Ya
he tomado las medidas necesarias para asegurarme de que jamás salga a
la luz. No te molestes en preguntar, porque no pienso contártelo. En
fin, ¿podemos ir a casa de una vez y dormir un poco? No sé vosotras,
pero yo estoy cansado.

—¿Vas a llamar a la señora Harcourt? —le preguntó _______.
—Pasaremos a buscarla, y vendrá a casa con nosotros. No quiero que esté sola, dándole vueltas y más vueltas al asunto.
—Buena idea —le dijo ella, sonriente.
Él se acercó a Barbara, y la besó en la mejilla.
—Gracias, Barbara. Eres la mejor.
_______ la abrazó, y le dijo:
—Secundo lo dicho, muchas gracias.
Barbara esperó fuera hasta que se fueron en el coche, y entonces apagó la luz del porche.


Permanecieron
en silencio cuando fueron a recoger a la señora Harcourt, y apenas
hablaron cuando llegaron al rancho. Joe las dejó en la sala de estar, y
fue a hablar con Grange por si había habido alguna novedad en el rancho.

—Creía que se pondría furioso, pero se lo ha tomado muy bien —le dijo la señora Harcourt a _______.
—Sí,
es muy raro —_______ no las tenía todas consigo, porque le veía
demasiado calmado. Le conocía, y estaba convencida de que aún estaba
enfadado con ella.

Él
regresó a la sala de estar justo a tiempo de darle las buenas noches a
la señora Harcourt. Cuando la besó en la mejilla, ella comentó:

—Supongo que a todos nos vendrá bien dormir un poco, por la mañana prepararé un buen desayuno.
Él se echó a reír, y le dijo:
—Seguro que estará para chuparse los dedos.
—Que duermas bien… hijo —aún le costaba llamarlo así, y se sonrojó un poco cuando él la miró sonriente.
—Y tú también, mamá —llamarla así le pareció lo más natural del mundo.
Ella
alzó la mejilla para que se la besara otra vez, y después de darle un
abrazo, les deseó buenas noches a los dos y se fue a su dormitorio.
anasmile
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Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:27 pm

Joe se volvió hacia _______, y se puso serio de inmediato.
—Voy a dormir en el cuarto de invitados, hablaremos mañana —le espetó, con voz cortante.
—Joe…
Él
no le hizo ni caso. Se alejó por el pasillo, entró en el cuarto de
invitados, y cerró la puerta mientras ella se quedaba allí pasmada.



A
la mañana siguiente, desayunaron sin hablarse apenas. Cuando acabaron,
Joe les dijo que pensaba ir a la mansión de San Antonio para ver si
había prensa en la entrada, y que en caso de que fuera así, iba a contar
lo que habían planeado.

—Podría acompañarte… —empezó a decir _______.
—Ya
te has tomado varios días libres —le dijo él, sin mirarla a los ojos—.
Si quieres conservar tu trabajo, será mejor que no faltes más.

_______
se dio cuenta de que tenía razón. Iban a acabar echándola si seguía
pidiendo días libres, y además, en aquel semestre sólo quedaban dos
periodos lectivos más.

—Sí, supongo que tienes razón.
Después de apurar su taza de café, Joe se levantó y miró sonriente a su madre.
—Estaba todo buenísimo —la besó en la mejilla, y añadió—: Volveré a la hora de la cena.
—Ten cuidado, los secuestradores aún siguen por ahí —le dijo ella.
—Podrías pedirle a Grange que te acompañe —sugirió _______ con preocupación.
Él ni siquiera la miró al contestar.
—Fuimos
a Cancún con guardaespaldas, y no tuvimos ningún problema. Supongo que
los secuestradores están centrados en otros asuntos.

—De todas formas, ten cuidado.
Él
soltó un pequeño sonido gutural, la miró a los ojos, y tardó un largo
momento en ser capaz de apartar la mirada. Aún le dolía que ella no le
hubiera confiado la verdad.

—No tardaré mucho —dijo, antes de marcharse.
_______
y la señora Harcourt intercambiaron una mirada de preocupación. Era un
cabezota, pero a lo mejor estaban preocupadas sin razón.



Y
a lo mejor no. Al ver que Joe aún no había llegado a la hora de la
cena, _______ llamó a la mansión mientras la señora Harcourt esperaba
junto a ella hecha un manojo de nervios.

Fue el ama de llaves provisional la que contestó.
—No, señorita _______, no he visto al señor Joe en todo el día. ¿Está segura de que pensaba venir?
—Sí. ¿Los periodistas siguen ahí?
—No, se marcharon ayer. Nadie ha llamado… bueno, sí, ese hombre tan extraño…
—¿A quién se refiere?
—A
un tipo con acento hispano. Ha dicho que tiene al señor Joe, y que
dentro de unos días llamará para decir lo que quiere a modo de rescate.
He pensado que era un chiflado, por eso no…

—¿Cuándo ha llamado?
—Pocos minutos antes que usted.
—Si
vuelve a contactar, llámeme al móvil. Voy a darle el número, para que
no tenga que buscarlo… —esperó con impaciencia a que la mujer encontrara
lápiz y papel, y cuando le dio el número, insistió con firmeza—:
Avíseme si vuelve a llamar, ¿entendido?

—Sí, señora. Por supuesto.
—Gracias
—después de colgar, miró con el rostro demacrado a la señora Harcourt—.
¡Lo sabía, sabía que no pararían hasta atraparlo! Seguro que han sido
Fuentes y sus hombres… querían vengarse porque Joe ayudó a Rodrigo,
porque pagó para que el grupo de Eb Scott lo rescatara.

—¿Qué hacemos?, ¡van a matarlo! ¡Seguro que acaban matándolo aunque consigan algo de dinero por su rescate!
_______ la agarró de los hombros, y le dijo con voz tajante:
—No van a matarlo, ¡no voy a permitirlo!
anasmile
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Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:28 pm

—No van a matarlo, ¡no voy a permitirlo!
—¿Qué vamos a hacer?
_______
se obligó a mantener la calma mientras intentaba pensar en cuál debía
ser su siguiente paso. Seguro que los secuestradores le habían quitado
el móvil a Joe, así que tenía línea directa con ellos si estaba
encendido. No pensaba alertar ni a las autoridades ni a Eb Scott; al fin
y al cabo, tenía intacta la herencia que le había dejado el padre de
Joe, doscientos mil dólares en certificados de depósito. Glory había
heredado la misma cantidad. Podía pagar por la liberación de Joe con
aquel dinero si el general seguía estando al mando, porque necesitaba
fondos para financiar su contrarrevolución. Sólo tenía que hablar con
él, y convencerlo de que rescatara a Joe del grupo de Fuentes. Pero lo
primero de todo era conseguir hablar con Machado.

Llamó
al móvil de Joe, y cruzó los dedos mientras sonaba y sonaba. Cuando
estaba a punto de rendirse, una profunda voz masculina contestó al otro
lado de la línea.

—¿Diga?
El
alivio que sintió fue tan abrumador, que estuvo a punto de echarse a
llorar. Habría reconocido aquella voz en cualquier parte.

—¡General Machado!
—¿_______? ¿Eres tú? —le preguntó, tras un breve silencio.
_______ sonrió mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, y le dijo:
—Sí. ¿Tienes a Joe?
Tras otro pequeño silencio, Machado soltó una carcajada y admitió:
—Sí.
Fuentes hizo que lo secuestraran, pero yo se lo arrebaté y ahora está
en mis manos. Supongo que quieres recuperar a tu hermanastro, ¿verdad?

—Mi marido, ahora es mi marido —le dijo ella con voz suave.
—¿Te
has casado con él? Por Dios, niña, si ese hombre es un tigre. Le ha
partido la boca a dos de los hombres de Fuentes, y por poco deja baldado
a uno de los míos. ¡Es un tipo peligroso!

_______ no pudo evitar echarse a reír.
—Sí,
es verdad. ¿Podrías devolvérmelo? Estoy dispuesta a pagarte dinero más
que suficiente para que puedas recuperar el gobierno de tu país.

—¿Ah, sí? Pero el millonario es él, ¿no?
—Tengo dinero propio, pero está invertido en un banco, acumulando intereses. Tú puedes usarlo para hacer cosas de provecho. Casi un cuarto de millón de dólares.
—¡Caramba, podría apoderarme del mundo con una cifra así!
—No lo dudo.
—¿No has llamado a las autoridades?
—No me ha hecho falta. Sabía que, si Joe estaba en tus manos, podríamos llegar a un acuerdo que nos beneficiara mutuamente.
Él soltó una carcajada, y le dijo:
—Claro
que sí. El banco tiene que estar abierto para que puedas sacar el
dinero, ¿no? Podríamos quedar a las once de la mañana en Mala Suerte, en
el aparcamiento del restaurante chino.

—¿El restaurante chino? —le dijo, en tono de broma.
—Sí, me gusta la comida china; además, allí apenas llamaremos la atención. Ven en un coche menos llamativo que el Jaguar.
—Tomaré prestada una de las furgonetas del rancho. No le harás daño a Joe, ¿verdad?
—El
que me preocupa no es él, sino mis pobres hombres. Pero no, no voy a
hacerle nada. Nos vemos mañana… y ten en cuenta que, si veo más de una
furgoneta, daré media vuelta y volveré a México. ¿Está claro?

—Muy claro, y te aseguro que sólo verás la mía. Buenas noches.
—Buenas noches.
Después de colgar, _______ soltó un profundo suspiro y le dijo a la señora Harcourt:
—Joe está bien. Le ha dado una buena tunda a alguno de los secuestradores, pero está bien.
—¡Ése es mi chico, así se hace! Me gustaría poder darte algo de dinero, siento que tengas que renunciar a tu herencia.
—Amo
a Joe, renunciaría a cualquier cosa con tal de recuperarlo. No es más
que dinero, y en todo caso, me resultaría imposible tener acceso a su
fortuna. Acuérdate de lo que le pasó a él cuando intentó que le
concediera un préstamo su amigo, el presidente del banco de San Antonio,
cuando me secuestraron a mí.

—Claro
que me acuerdo. A la semana siguiente, sacó todo lo que tenía allí y
abrió una cuenta nueva en un banco de la competencia. Dicen que el
presidente aún está llorando.

—Le está bien empleado; en todo caso, te aseguro que el señor Reeves no me tratará así.


_______
tenía razón. En cuanto le dijo al señor Reeves, el propietario del
Banco Municipal de Jacobsville, para qué necesitaba el dinero, el hombre
se mostró de lo más solícito.

—¿Estás
segura de lo que haces?, ¿no piensas llamar al FBI? —le preguntó,
mientras esperaban en su despacho a que la cajera principal acabara de
contar los billetes y los metiera en el maletín que _______ había
llevado de casa.

—Conozco
personalmente a uno de los secuestradores. Es un hombre honorable, y si
dice que liberará a Joe cuando tenga el dinero, cumplirá con su
palabra.

—Si es tan honorable, ¿por qué ha secuestrado a tu marido? —le preguntó con preocupación Marge, la cajera.
—Es
largo de explicar. La verdad es que no fue él quien secuestró a Joe,
sino que se lo quitó de las manos al hombre que lo hizo. No quiere el
dinero para financiar un negocio de tráfico de drogas ni nada parecido.
Un hombre que ahora está torturando y asesinando a gente inocente le
arrebató el gobierno de su país, y necesita mucho dinero para derrocarlo
y poner fin a sus tropelías.

Marge esbozó una sonrisa. Era pelirroja, y su pelo parecía brillar bajo la luz de la lámpara del techo.
—Por lo que dices, parece un secuestrador bastante peculiar.
—Lo
es —_______ sonrió con cansancio, y tomó un trago del café que le había
servido el señor Reeves. No había dormido en toda la noche.

Cuando
Marge terminó de contar el dinero, el señor Reeves confirmó la cantidad
y se firmaron los documentos pertinentes. Cuando él le dijo que no iba a
cobrarle la penalización aplicable por retiro anticipado, _______ se
apresuró a protestar.

—No hace falta —le dijo, consciente de que él pensaba pagarla de su propio bolsillo.
—Joe es nuestro mejor cliente. Aunque el secuestrador sea un hombre de fiar, esperará recibir la cantidad íntegra.
_______ se levantó y le dio un abrazo.
—Eres la persona más buena que conozco —le dijo, emocionada.
Él le devolvió el abrazo, y se echó a reír.
—No te olvides de que somos primos, la familia es lo primero.
—En ese caso, ¿podrías aumentarle el sueldo a la prima Marge? —apostilló la propia Marge, sonriente.
Él hizo una mueca, y los tres se echaron a reír.
_______ agarró el maletín, que pesaba bastante, y le dijo al señor Reeves:
—Te mantendré informado de lo que pase.
—De acuerdo. Rezaremos por vosotros.
—Gracias, de verdad.
Salió
del banco bastante nerviosa por llevar tanto dinero encima, y estuvo a
punto de darse de bruces contra Kilraven. Estaba acostumbrada a verlo de
uniforme, pero en esa ocasión llevaba ropa de calle. Sabía que su
hermano Jon era agente del FBI, y que los dos habían colaborado en el
caso de su secuestro.

Se detuvo en seco, y se quedó mirándolo con una expresión francamente cómica.
—No
te molestes en intentar contarme alguna trola, lo sé todo —le dijo él,
con ojos chispeantes—. Voy en un coche particular, y voy a seguirte
durante gran parte del camino hasta Mala Suerte por si alguien te oyó
hablar con el general y decide robarte el dinero del rescate.

—¿Cómo…?
Él alzó una mano, y le dijo con calma:
—Eso
es un secreto —al ver su cara de preocupación, añadió—: No vamos a
interferir, nos limitaremos a tenerte vigilada desde cierta distancia.
Dejaré de seguirte cuando entres en Mala Suerte.

—Seguro que ya tenéis a alguien allí.
—Qué desconfiada eres —le dijo él, imperturbable.
—¡Que Dios nos asista si es un federal intentando pasar desapercibido en un pueblo de doscientos habitantes!
—Vive allí —le espetó él con indignación.
—Ah, vale —_______ se relajó de inmediato.
—Venga, vamos.
_______
se puso al volante de la furgoneta más vieja de Joe, que tenía una
abolladura en el guardabarros. Se la había hecho uno de los vaqueros al
chocar contra una valla mientras intentaba huir de un toro joven. La
había elegido porque supuso que llamaría menos la atención que un
vehículo más nuevo.

Se
sentía más segura al saber que Kilraven estaba siguiéndola. Llevaba
tanto dinero encima, que le daba miedo que se lo robaran antes de que
pudiera dárselo a Machado. No podría conseguir otra cantidad así a
tiempo de salvar a Joe, sobre todo si los hombres de Fuentes esperaban
recibir algo del botín. Era posible que el general hubiera tenido que
prometerles parte del dinero para que accedieran a la liberación de Joe.

La
idea de recorrer tanta distancia con una cantidad tan grande de dinero
había sido una de sus preocupaciones, así que se alegraba de que
Kilraven estuviera cerca… aunque no tenía ni idea de cómo se había
enterado de lo que pasaba. Sólo cabía esperar que el general no lo
viera, porque en caso contrario, seguro que rompería el trato.

Tenía
las manos sudorosas, y la boca seca. Le daba igual que Joe estuviera
enfadado con ella, le amaba más que a su propia vida. Habría hecho lo
que fuera con tal de recuperarlo, estaba dispuesta a sacrificarlo todo
por él. Recordó los últimos meses… desde aquel primer beso bajo la
lluvia, pasando por el compromiso con Kittie, hasta su propio secuestro y
la desesperación que había visto en los ojos de Joe cuando se habían
reencontrado en el hospital, cuando la había abrazado con tanta fuerza
que había notado el latido de su corazón contra su propio pecho. Recordó
también las interminables semanas que habían mediado desde la aparición
de Kittie hasta la larga y exquisita noche que había pasado con Joe en
el rancho. Aquella noche había descubierto que lo que le había dicho su
madre no era cierto, que el sexo no era una pesadilla de dolor, sino la
hermosa unión de cuerpos y almas que se aproximaban por un instante al
paraíso. Jamás olvidaría lo maravillosa que había sido aquella primera
vez.
anasmile
anasmile


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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:28 pm

Mientras conducía, recordó
también otra cosa, algo que la llenó de felicidad. No habían usado
ningún tipo de protección, era posible que ya estuviera embarazada.
Sería un regalo glorioso. La señora Harcourt mimaría a más no poder a su
primer nieto, y sería enternecedor ver a Joe con su hijo en los brazos.
Seguro que sería un padre fantástico.

Al
oír un frenazo, miró por el retrovisor y alcanzó a ver que un coche le
cortaba el paso al vehículo que estaba detrás de ella. Alguien se le
había acercado a toda velocidad mientras soñaba despierta, y casi seguro
que no era un simple conductor con prisa. Vio que Kilraven salía como
una exhalación del coche interceptor, sacaba a la fuerza al otro
conductor, y lo obligaba a ponerse de cara contra el vehículo.

Apretó
a fondo el acelerador. Sólo quedaba un kilómetro y medio hasta Mala
Suerte, y gracias a Kilraven sabía que iba a lograr llegar sana y salva.
No quiso ni pensar en lo que podría haberle pasado si hubiera ido sola.

Al
llegar al pequeño pueblo, buscó el restaurante chino y acabó
encontrándolo en una calle lateral, justo después del único semáforo que
había en el centro de aquella población fronteriza.

Mientras
entraba en el aparcamiento, sintió una mezcla de miedo y de esperanza.
Buscó con la mirada al general, pero allí sólo había dos coches viejos.
Uno de ellos estaba aparcado en la única plaza reservada, así que debía
de ser del dueño, y el otro estaba justo al lado, pero vacío.

Sintió
que el alma se le caía a los pies. Se preguntó si el vehículo que la
había perseguido pertenecía a alguno de los hombres del general, y le
había avisado al olerse algo raro. A lo mejor el vehículo formaba parte
de un plan para traicionarla, quizás habían intentado conseguir el
dinero sin tener que liberar a Joe… quizá ya le habían asesinado…

Los
ojos se le llenaron de lágrimas mientras aparcaba la furgoneta. Si él
estaba muerto, la vida carecía de sentido. Su empleo de profesora, su
independencia… nada valía la pena sin él. El mundo acabaría para ella.

Mientras
agonizaba imaginándose un futuro sin Joe, una vieja camioneta entró en
el aparcamiento y se detuvo junto a ella. Giró la cabeza, y sus ojos se
encontraron de lleno con los de Joe, que estaba en el asiento del
pasajero del otro vehículo.

—¡Joe! —gritó, antes de salir como una exhalación de la furgoneta—. ¡Joe…!
Abrió
de golpe la puerta de la camioneta, y subió de un salto al estribo. Lo
abrazó con todas sus fuerzas y empezó a salpicarle de besos la boca, las
mejillas, y los ojos mientras murmuraba palabras de amor. Estaba tan
emocionada, que tenía las mejillas enrojecidas y empañadas de lágrimas.
Notó vagamente que él estaba maniatado, y que estaba besándola con
pasión.

—Bueno, está claro que os conocéis —comentó una voz, en tono de broma.
_______ alzó la cabeza de golpe, y al ver que el general estaba al volante, alcanzó a decir con voz trémula:
—¡General
Machado! Perdón, pero me he puesto tan contenta al verle vivo e
indemne… —recorrió a Joe con la mirada, y se dio cuenta de que tenía un
ojo morado, varias magulladuras en la cara, y los nudillos pelados—.
Bueno, dejémoslo en vivo.

—Tuve un pequeño altercado con los hombres de Fuentes —Joe se las ingenió para esbozar una sonrisa.
—Sí,
y ellos salieron perdiendo —apostilló el general. Entrecerró los ojos
al mirar a _______, y añadió—: El malnacido de Fuentes ha mandado a uno
de sus hombres para que te quitara el dinero antes de que pudieras
dármelo, no he podido avisarte.

—Está parado a kilómetro y medio del pueblo, esposado —le dijo _______ con satisfacción.
—¿Gracias a Kilraven? —le preguntó Joe, sonriente.
—Exacto.
Me prometió que no interferiría, pero supongo que esperaba alguna
intentona —miró a Machado, y le dijo—: No por tu parte, claro.

—No,
no por mi parte. Quiero recuperar mi país y lamento tener que hacerlo
así, aunque la verdad es que este secuestro no fue idea mía, sino de
Fuentes. Yo sólo aproveché la ocasión interviniendo antes de que él
pudiera actuar.

—Espero que le saltes la tapa de los sesos de un tiro —le dijo _______.
—Qué mujer tan sanguinaria —le dijo Machado, en tono de broma.
—¡Fuentes se merece acabar muy mal! Puede que su matón acabe delatándolo —dijo ella.
—Si Kilraven me interrogara, yo cantaría como un canario —apostilló Joe.
_______ se echó a reír, y admitió:
—Yo
también —lo soltó a regañadientes, fue a sacar el maletín de la
furgoneta, y después de mirar a su alrededor para asegurarse de que no
había nadie más en el aparcamiento, se lo dio a Machado—. Lo ha contado
en persona el señor Reeves, el presidente del banco, delante de mí. Te
aseguro que los billetes no están marcados, y que no hay ninguna trampa
en el maletín.

—¿Qué trampa podría haber? —le preguntó, desconcertado, mientras observaba las hileras de billetes.
—A
veces, los bancos meten recipientes explosivos de tinta entre los fajos
de billetes, para frustrar los planes de los ladrones.

—Ya
veo —Machado alzó uno de los fajos, y lo contempló durante unos
segundos antes de decirle a Joe—: Erigiré una estatua tuya cuando
recupere el control de mi país, amigo, y le pondré a una calle el nombre
de tu encantadora esposa —sacó un cuchillo, y cortó la cuerda con la
que le habían atado las manos a Joe—. Lamento que estés en estas
condiciones, pero sabes que no fui yo quien te hirió.

—No te preocupes. Espero que consigas recuperar tu país.
—Sí,
también lo esperan ciertos miembros de tu gobierno, ya veremos lo que
pasa —miró a _______ sonriente, y le dijo—: Has sido muy valiente al
atreverte a venir sola hasta aquí. Cuando consiga mis propósitos, no
olvidaré que me has ayudado, y te prometo por mi alma que te devolveré
hasta el último penique que me has dado cuando recupere el poder.

Aquello la tomó por sorpresa, y sintió que se sonrojaba.
—No hace falta, no te lo he pedido…
—Es
una cuestión de honor —miró a Joe, y le dijo—: Regresa a tu casa. Te
irá bien darte un buen baño, y seguro que _______ disfrutará curándote
las heridas —agregó, con una sonrisa pícara.

—Yo también —le contestó él, sonriente—. Buena suerte.
—Lo mismo os digo, id con Dios.
—Y tú —_______ no pudo evitar emocionarse; para ella, Machado ya era como un miembro más de su familia.
Él le guiñó el ojo a modo de despedida.
Joe bajó de la camioneta, rodeó la furgoneta, y soltó un profundo suspiro cuando se sentó junto a ella.
—¿Vas a dejarme conducir?, nunca lo haces —le preguntó, atónita.
—Acabas
de rescatarme tú sólita, cielo —la miró con ojos llenos de amor, y
añadió—: Has ideado un plan, has sacado del banco todo el dinero de tu
herencia, has venido sola hasta aquí, y me has sacado de México sin que
se haya disparado ni un solo tiro. ¡El FBI tendría que contratarte, eres
una maravilla!

—Yo podría hablar con mi hermano para que la admitan —apostilló una profunda voz masculina, desde dentro de la furgoneta.
—¡Kilraven! ¿Dónde estás? —_______ miró a su alrededor, pero no lo vio por ninguna parte.
—En tu bolso… bueno, es un decir.
—¡Me has puesto un micrófono! —exclamó, boquiabierta.
—Tenía
que hacerlo. Sabíamos que tu amigo el general había fastidiado el
intento de secuestro de Fuentes, y que iba a mandar a algunos de sus
hombres para que te interceptaran y te quitaran el dinero. Lo más seguro
era ponerte un micrófono oculto, y ha valido la pena. Tenemos detenidos
a los dos hombres de Fuentes, y están cantando como canarios a cambio
de la inmunidad —soltó una carcajada, y añadió—: Feliz Navidad.

—¡Feliz Navidad a ti también!, ¡y gracias! —le dijo _______.
—De
nada. Por cierto, voy a apagar el receptor. Lo digo por si os apetece
parar de camino a casa y poneros en plan cariñoso. Aunque no os lo
aconsejo, porque puede que Fuentes vuelva a intentarlo.

—Estaremos alerta.
—No
hará falta. Aunque no nos veáis, estaremos protegiéndoos. Si alguien
intenta deteneros, os aseguro que se arrepentirá. Hasta la vista.

La señal se cortó, y tras unos segundos de interferencias, todo quedó en silencio.
_______ miró a Joe con ojos que reflejaban la emoción que sentía, y le dijo:
—Estaba muerta de miedo, y tu madre también.
—Gracias
a ti, estoy bien —sonrió compungido, y le dijo con voz ronca—: Siento
haber sido tan idi/ota, pero me quedé conmocionado al enterarme de que
mi madre era mi ama de llaves. Tú le diste tu palabra, y la mantuviste.
Fui injusto al pensar que tendrías que haber roto tu promesa, aunque
fuera por mí. Tu lealtad es una de las cualidades que más admiro de ti.

—Gracias. ¿Quieres que vayamos al hospital para que te hagan una revisión?
—Sólo estoy magullado y sucio, lo único que quiero es una ducha y una cama… contigo dentro.
Lo último lo dijo con una voz tan profunda y sensual, que _______ se estremeció de deseo.
—Lo mismo digo —puso en marcha la furgoneta, y se puso roja como un tomate al añadir—: Si quieres, te lavo la espalda.
Él se echó a reír de pura felicidad.
anasmile
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Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:29 pm

CAPITULO FINAL


Capítulo 16


Cuando
llegaron a la casa, encontraron a la señora Harcourt llorando. _______
la había llamado para decirle que Joe estaba libre y que todo iba bien, y
ella se había encargado de llamar a todos los demás. Rodrigo y Glory,
que no estaban enterados de lo del secuestro, habían reaccionado con
estupefacción y alivio a la vez. Glory estaba dispuesta a ir de
inmediato al rancho, pero se había echado a reír cuando la señora
Harcourt había comentado que seguramente Joe y _______ necesitarían
pasar un rato a solas después del estrés que habían sufrido. Cuando
Glory le había preguntado si le parecía bien que Rodrigo y ella fueran a
cenar, la señora Harcourt le había contestado que era muy buena idea,
porque ella tenía que anunciar algo. Se había negado a entrar en
detalles, y había dejado a Glory con la incógnita.

En cuanto entraron en la casa, la señora Harcourt se acercó a Joe como una exhalación y lo abrazó con todas sus fuerzas.
—¡Estábamos muertas de miedo!
Él le devolvió el abrazo, y miró sonriente a _______ antes de decir:
—Todos lo hemos pasado mal, pero estoy bien. Sólo tengo unos cuantos dedos despellejados y un par de magulladuras.
La señora Harcourt se apartó un poco, y le preguntó desconcertada:
—¿Cómo te has despellejado los dedos?
—Algunos
de los hombres de Fuentes me faltaron al respeto, y tuve que darles una
lección —cuando ella volvió a abrazarlo entre risas, añadió—: Necesito
una buena ducha.

—Sí,
es verdad. Voy a ir a la ciudad a por leche, huevos, patatas y carne;
si no, no podré preparar la comida —comentó, mientras se quitaba el
delantal—. Supongo que estaréis hambrientos. _______ no probó bocado
antes de ir al banco.

—Recuérdame que ingrese más dinero en el banco de Reeves —le dijo Joe a _______.
—Por supuesto.
—Enseguida vuelvo —les dijo la señora Harcourt desde la puerta.
Joe miró a _______, y esbozó una sonrisa antes de decirle con voz sugerente:
—En ese caso, será mejor que nos demos prisa.


Nunca
antes habían hecho el amor de forma tan tempestuosa. Él intentó
ducharse antes, pero _______ se negó a dejar de besarlo y acabaron sobre
la colcha, arrancándose la ropa entre besos frenéticos.

Él
la tumbó de espaldas, y la poseyó con una pasión desenfrenada. Sus ojos
negros brillaban como diamantes mientras se arqueaba encima de ella,
mientras sus cuerpos se unían.

—Pon las piernas alrededor de las mías —le dijo, con voz ronca.
Ella lo hizo, y gimió cuando el cambio de posición hizo que la golpeara de lleno una oleada de intenso placer.
—Sí,
así —le dijo él, mientras la penetraba una y otra vez—. Si pudieras
verte los ojos… —se interrumpió jadeante cuando un latigazo de placer lo
estremeció de pies a cabeza.

—Si
pudieras… ver… los tuyos… —_______ gimió cuando él encontró el punto
justo que inició una dulce y casi dolorosa tensión, y le hincó las uñas
en las caderas—. ¡Sí, así, así… a… así, Joe!

Él
cambió ligeramente de posición, y empezó a acelerar el ritmo. Se apoyó
en los codos, y la besó mientras la penetraba hasta el fondo una y otra
vez.

—¡Voy a morir! —alcanzó a decir ella, mientras el placer iba ascendiendo hacia una meta agónica.
—Moriremos los dos —le susurró él, jadeante, antes de acelerar aún más.
Todo
iba rápido, tan rápido… _______ estaba intentando alcanzar el éxtasis, y
antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, un placer pulsante y
casi doloroso estalló en su interior. Soltó un grito casi inhumano
mientras ascendía como un cohete y explotaba en un millón de trozos de
pura satisfacción.

Después,
cuando seguía estremeciéndose con cada embestida de aquel cuerpo
poderoso contra el suyo, sintió que él se ponía rígido y le oyó gritar
de placer. Empezaron a recorrerla corrientes de placer residuales, y
gimió de nuevo cuando el clímax de Joe desencadenó en ella una segunda
oleada de éxtasis. Se aferró a él mientras se ahogaba en un placer tan
intenso, que pensó que iba a desmayarse.

Al
cabo de un largo momento, alzó la mirada mientras luchaba por recobrar
la respiración, y vio que él estaba relajado y mirándola con una ternura
infinita.

—Pensé que a lo mejor no volvería a verte, Joe —admitió, con voz queda.
—Sí,
yo también —le besó los párpados con dulzura. Seguían unidos, y les
recorrían pequeñas descargas de placer cada vez que se movían—. Siento
haber sido tan frío contigo.

—Acabas de resarcirme con creces —lo miró a los ojos, y comentó—: Nunca hemos hablado de tomar precauciones…
—Podemos hablar de eso de aquí a un par de meses —le dijo él, sonriente.
—Yo prefiero que nos olvidemos por completo del tema.
—¿Y qué pasará con tu trabajo? —le preguntó, mientras empezaba a trazar sus cejas con la punta de un dedo.
—Puedo trabajar estando embarazada.
—De acuerdo —era obvio que estaba encantado.
_______ se alzó un poco para poder besarlo, y comentó:
—Será mejor que nos duchemos ya, supongo que tu madre no tardará en volver con la comida.
—Mi
madre… —Joe respiró hondo—. Me siento culpable y como un ******* por no
darme cuenta antes. Sabía que la mujer a la que consideraba mi madre de
verdad no era maternal ni mucho menos. Nunca tuvo un vínculo conmigo, y
jamás llegué a entender por qué no sentí nada cuando murió —hizo una
mueca de dolor, y añadió—: Mi pobre madre… mi padre era tan esnob, que ni siquiera se casó con ella cuando murió su esposa. Según él, tenía un estatus social inferior.

—Podréis recuperar el tiempo perdido, y podrá mimar a los nietos que le daremos.
Él bajó la mirada hacia el lugar donde sus cuerpos se unían, y comentó:
—Si seguimos a este ritmo, sus nietos no tardarán mucho en llegar.
—No
pienso bajar el ritmo —le dijo, con ojos chispeantes. De repente, se
puso seria y añadió—: Mi pobre madre nunca llegó a saber cómo puede ser
el amor. Creí lo que me dijo, y eso arruinó mi vida… bueno, hasta hace
un par de meses —añadió, con una tímida sonrisa.

—Ojalá me lo hubieras contado antes, pero más vale tarde que nunca.
—Te amo tanto… más que a mi propia vida.
Él respiró hondo, y le acarició la cara con ternura.
—Me
cuesta decir esas palabras, _______. Nunca las oí de boca de mi padre
ni de la mujer a la que consideraba mi madre, eran las personas más
frías del mundo. Mi padre usaba a las mujeres, no las respetaba.
anasmile
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 7 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Lun 22 Abr 2013, 3:29 pm

—Por lo menos, mi madre me
quería y me lo decía constantemente. Yo también se lo diré una y otra
vez a nuestros hijos, para que sepan siempre lo queridos que son.

—Te
amo con toda mi alma, _______ —le dijo él, con voz ronca—. Te amaba
cuando eras una adolescente, pero como eras demasiado joven, me fui por
miedo a perder el control. Después, cuando me di cuenta de lo profundo
que era el amor que sentía por ti, seguí conteniéndome con la esperanza
de que tú me vieras con nuevos ojos. Esperé tanto tiempo, que estaba
desesperado, y la noche de lluvia en que te caíste a la cuneta perdí el
control y estuve a punto de echarlo todo a perder. Parecías tan
impactada…

Ella le silenció posando un dedo sobre sus labios, y le dijo con voz suave:
—Impactada,
pero llena de felicidad. Lo que me daba miedo era el sexo, no tú, pero
no me atrevía a decírtelo. Te he amado durante tanto tiempo… ¡casi toda
mi vida! Pero a pesar de lo que sentía por ti, tenía miedo de ser
incapaz de darte un amor físico. A la mañana siguiente iba a contártelo
todo, pero tú ya te habías ido —su mirada se ensombreció cuando añadió—:
Y entonces apareció Kittie.

Él hundió el rostro contra su cuello, y le dijo angustiado:
—Culpa
mía, todo fue culpa mía. El orgullo herido hizo que me comportara como
un hombre que jamás he sido. No sabes cuánto lo siento, cariño. Lamento
todo lo que pasó.

—Espero
que no lamentes también lo que acaba de pasar —le susurró al oído.
Empezó a ondular las caderas hasta que sintió que él se tensaba y que su
miembro se endurecía de nuevo. Lo abrazó con fuerza, y gimió con voz
trémula—: Sí, así… ámame, Joe… ¡ámame!

—Te… amo —alcanzó a decir él, antes de quedarse sin palabras.


Cuando
entraron agarrados de la mano en la sala de estar, la señora Harcourt
no pudo disimular una sonrisa. Habían tardado tanto, que había tenido
que recalentar la comida que estaba sirviendo en ese momento, pero no
hizo ningún comentario al respecto. Se les veía tan enamorados y unidos,
que sintió una felicidad inmensa.

Había puesto un centro de Navidad en la mesa, y los platos con motivos navideños.
—Ya casi es Navidad —comentó.
—¡Falta
poco para los regalos! —exclamó Joe, con una carcajada. Miró a _______
con expresión traviesa, y le dijo—: Te he comprado una cosa preciosa.

—Yo también tengo algo para ti —le dijo ella, con ojos chispeantes.
—¿Qué es? Anda, dímelo.
—¡Ni hablar!, ¡no pienso fastidiar la sorpresa!
—Vale,
me gustan las sorpresas —le dijo él, antes de besarla en la punta de la
nariz. Miró a su madre con una sonrisa llena de calidez, y añadió—:
Menos mal, porque últimamente estoy recibiendo muchas.

Los tres se echaron a reír.


Rodrigo
y Glory fueron a cenar aquel mismo día, y cuando _______ les explicó
cómo había liberado a Joe, apenas pudieron creer que hubiera pasado todo
aquello sin que ellos tuvieran ni idea.

—Tenéis
que ir con más cuidado, no puede ser que los secuestradores os atrapen
con tanta facilidad —les dijo Glory con firmeza—. Necesitas un
guardaespaldas, Joe —al ver que él se echaba a reír, lo miró ceñuda—. Lo
digo en serio, estamos en tiempos peligrosos. John es un chófer muy
bueno, pero no podría enfrentarse a unos cuantos matones jóvenes. Quiero
que te lo plantees de verdad.

—Tengo a Grange, ha hecho muchas más cosas aparte de ser oficial del ejército.
—Pues que te acompañe a todas partes —le dijo Glory—. Lo digo en serio, _______ y tú os arriesgáis demasiado.
Joe miró a su esposa con una sonrisa displicente, y comentó:
—Supongo que, ahora que estás casada conmigo, es seguro dejar que Grange se acerque.
—No seas celoso —_______ se inclinó hacia él, y le dio un beso—. Le tengo aprecio, nada más. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
La
señora Harcourt se colocó detrás de la silla de Joe, y reveló con calma
que ella era su verdadera madre. Se hizo un súbito silencio que Glory
quebró cuando se levantó y fue a abrazarla. Le susurró al oído que era
una de las sorpresas más bonitas que había recibido, porque sabía cuánto
quería la señora Harcourt a Joe. Y a juzgar por lo sonriente que estaba
él, era obvio que el sentimiento era mutuo. Comentó en voz alta que Joe
debía de sentirse muy orgulloso de que una mujer tan buena y cariñosa
fuera su madre, y todos le dieron la razón.



Al
día siguiente, los medios de comunicación sacaron a la luz la noticia
sobre la verdadera madre de Joe. Él salió a responder a las preguntas de
los reporteros junto a su madre, que estaba radiante, y la abrazó bajo
los flashes de los fotógrafos. Alguien comentó que la historia
era como la de la Cenicienta, pero Joe les recordó que su madre era una
empresaria por derecho propio y que tejía con una destreza formidable.
Cuando sacó una de las colchas que ella había hecho a mano, los
reporteros la fotografiaron también.

El
enfoque que la prensa le dio a la noticia fue de lo más positivo, pero
el furor por el tema fue apagándose cuando el foco de atención pasó a
centrarse en un asesinato que se cometió en Jacobsville. Se rumoreó que
el caso estaba relacionado con otro asesinato ocurrido siete años atrás
en San Antonio, en el que Kilraven había trabajado, y que a su vez podía
tener alguna vinculación con otro crimen de Oklahoma.

Al
cabo de unos días, un periódico publicó una historia sobre una modelo
que conocía varios secretos del pasado de un millonario y había
intentado chantajearlo. En el artículo no se mencionaba ningún nombre,
pero según el periodista, el millonario ya estaba tomando medidas
legales contra la modelo, y no tardaría en anunciarlas.

Uno
de los amigos que Joe tenía en San Antonio le llamó después de leer el
artículo, y le preguntó si se había enterado de que su ex prometida,
Kittie Sartain, había renunciado a sus contratos en los Estados Unidos y
pensaba mudarse a Londres para centrar allí su carrera; al parecer, los
amigos de Kittie estaban desconcertados.

Cuando
su amigo comentó que estaba casi seguro de saber las razones que habían
impulsado a Kittie a tomar esa decisión, Joe se limitó a contestar con
ironía que él también.



Disfrutaron
plenamente de la semana de Navidad. La universidad estaba cerrada hasta
que empezara el semestre de primavera en enero y las escuelas públicas
también estaban de vacaciones, así que _______ tuvo tiempo de llenar el
rancho de adornos. La nueva ama de llaves hizo lo propio en la mansión
de San Antonio, porque todos los años celebraban allí una fiesta de Fin
de Año, pero las Navidades propiamente dichas las pasaron en el rancho.
anasmile
anasmile


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