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Mensaje por AngielgatitaStylinson Mar 05 Feb 2013, 3:00 pm

NIALL PORQUE INTERRUMPISTES ESE MOMENTO??????? HAY VAMOS LOUIS APROVECHA A HARRY Y HAZLO TUYO A TU ANTOJO, ESQUE HARRY ES UN BOMBOM TODO EL MUNDO SE QUEDARIA BOQUIABIERTA AL VER TAN HERMOSISISMO CUEROO! NIALL QUIERE COMERSE A HARRY CON LA MIRADA YO LO SE! SIGUELAAAAAAAAAA!
AngielgatitaStylinson
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Mensaje por Amelia The carrot's girl Mar 05 Feb 2013, 6:11 pm

holap, nueva lectora ajdhjrfre, me cogiste con todo esto djfrejgh y me encanataría leer el libro original, me dices nombre y autor plis? por cierto, Niall, maldito arruinaste la oportunidad de Harry, pobrecito jupe
Amelia The carrot's girl
Amelia The carrot's girl


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Mensaje por Ángel J.D Mar 05 Feb 2013, 6:55 pm

Noah Disorder escribió:Okey ya no se que decir para describir la perfeccion de esta novela x.x
Es tan...tan askljdlakdlsjd.
A Louis lo usaron, ahora las cosas estan mas claras. No es que no desea A Harry, simplemente no quiere volver a salir lastimado.
Aw cosita...
Y Harry...merece amor D: esto me rompe el corazon XD
Por favor siguela pronto
Xx
si es muy dshkjhuj y el final me encanto,
pero no dire cual es xD, aruinaria todo
sip, Louis desea a Harry y MUCHO, pero como lo dañaron en el pasado
no quiere cometer el mismo error
yo se que Harry tendra amor, el amor de Louis :)
la seguire mañana por que no he terminado el cap
pero prometo que mañana seran dos capitulos
bye :)
Ángel J.D
Ángel J.D


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Mensaje por Ángel J.D Mar 05 Feb 2013, 7:04 pm

AngielgatitaStylinson escribió:NIALL PORQUE INTERRUMPISTES ESE MOMENTO??????? HAY VAMOS LOUIS APROVECHA A HARRY Y HAZLO TUYO A TU ANTOJO, ESQUE HARRY ES UN BOMBOM TODO EL MUNDO SE QUEDARIA BOQUIABIERTA AL VER TAN HERMOSISISMO CUEROO! NIALL QUIERE COMERSE A HARRY CON LA MIRADA YO LO SE! SIGUELAAAAAAAAAA!
por que tenia que, la nove perderia un poco la trama si se entregara a el
Louis lo desearia pero no se lo permite
jaja de seguro que si pero Louis no se permite eso
jahsusj que comes que adivinas
la seguire mañana
bye
Ángel J.D
Ángel J.D


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Mensaje por Ángel J.D Mar 05 Feb 2013, 7:10 pm

Amelia The carrot's girl escribió:holap, nueva lectora ajdhjrfre, me cogiste con todo esto djfrejgh y me encanataría leer el libro original, me dices nombre y autor plis? por cierto, Niall, maldito arruinaste la oportunidad de Harry, pobrecito jupe
bienvenida
jaja me alegra que te guste
claro, es el primer libro de la saga "los cazadores oscuros"
"Un Amante de en Sueño"
de Sherrilyn Kenyon
jaja tenia que hacerlo, era escencial en la novela
bye
Ángel J.D
Ángel J.D


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Mensaje por julyALC Mar 05 Feb 2013, 10:57 pm

Un capitulo perfecto.. la escena larry perfecto.
el guion perfecto.. todo es perfección aquí. :scratch:


ME ENCANTA, ESTARE EN EL SIGUIENTE.
GRACIAS POR EL CAPITULO :hug:
julyALC
julyALC


https://twitter.com/julyALC

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Mensaje por #Yesterday Mar 05 Feb 2013, 11:32 pm

Ohhh, A louis lo engañaron, puderte Paul!! Sus padres, pobrecito! casi caes, Louis, casi, no quiere regresar a casa, por que si no, si lo monta!!Harry,pobrecito, estar encerrado y tantos años!! Yo soy claustrofobica, seria horrible!!

Besos Psicologicos!! :hug:
#Yesterday
#Yesterday


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Mensaje por sofi16_1999 Miér 06 Feb 2013, 8:14 am

Me encanta
Me interesa mucho que sea sobre los dioses griego ( amo la mitología griega )
Sé que Louis muy pronto va a caer en el encanto de Harry
Y también pobre Harry ( lo que hizo no pudo ser tan malo como para que lo maldijeran así )
Siguela pronto
Love You
sofi16_1999
sofi16_1999


http://sofi16-1999.tumblr.com

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Mensaje por Abraham Rodríguez Miér 06 Feb 2013, 3:40 pm

Louis eres un estúpido._.
Tenindo semejante dios en su casa, prefiere ir a trabajar?

Con razón me sonaba. Si no meqequivoco es Julian de Macedonia, No?

Síguela. Necesito mi droga
Abraham Rodríguez
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https://www.facebook.com/ShalalaShalala.ShalalaShalala

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Mensaje por CherryDrug Miér 06 Feb 2013, 4:22 pm

AAHHH!! Me atrapaste!! Esto esta geniaaaal!! *w*
Tienes que seguirlaa proontoo!!
Esto es fantaaastico!!
PD: Donde puedo conseguir el libro? O sabes de que editorial es??
CherryDrug
CherryDrug


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Mensaje por Noah Disorder Miér 06 Feb 2013, 5:46 pm

¿Cuando la sigues?!
No me tortures y sube otro cap xD.
Estoy desarrollando una obsesión muy malsana por este fic.
Xx
Noah Disorder
avatar


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Mensaje por Ángel J.D Miér 06 Feb 2013, 6:40 pm

julyALC escribió:Un capitulo perfecto.. la escena larry perfecto.
el guion perfecto.. todo es perfección aquí. :scratch:


ME ENCANTA, ESTARE EN EL SIGUIENTE.
GRACIAS POR EL CAPITULO larry stylinson - El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA - Página 4 352482
y el libro es perfecto xD
me alegra que te guste
no me tienes que agradecer :)
bye
Ángel J.D
Ángel J.D


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Mensaje por Ángel J.D Miér 06 Feb 2013, 7:12 pm

Capítulo 5 (perdon por no responder los demas coments y por que solo sea un cap :()
La mañana pareció transcurrir muy lentamente con la habitual ronda de citas.
Por mucho que intentase concentrarse en sus pacientes y sus problemas, no lo
lograba.
Una y otra vez, su mente volvía a recordar una piel blanca y unos maravillosos ojos verdes.
Y una sonrisa…
Cómo desearía que Harry no le hubiese sonreído jamás. Esa sonrisa podía
muy bien ser su perdición.
—…y entonces le dije: «Dave, mira, si quieres ponerte mi ropa, de acuerdo.
Pero no toques mis vestidos de diseño, porque cuando te los pones, me doy cuenta de que te quedan mejor que a mí, y me dan ganas de dárselos todos al Ejército de Salvación.» ¿Hice bien, doctor?
Louis alzó la vista del cuaderno donde garabateaba bocetos de hombres
«contentos» con lanzas en ristre.
— ¿Qué decías, Rachel? —le preguntó a la paciente, sentada en el sillón
justo enfrente de él.
La mujer era una fotógrafa elegantemente vestida.
— ¿Estuvo bien lo de decirle a Dave que no se pusiera mi ropa? A ver, joder,
no sienta muy bien que a tu novio le quede tu ropa mejor que a ti, ¿no?
Louis asintió.
— Por supuesto. Es tu ropa y no tendrías por qué cerrar tu vestidor con llave.
— ¿Lo ve? ¡Lo sabía!, eso fue lo que le dije. ¿Pero acaso me escuchó? No. Él
puede llamarse Davida siempre que quiera, y decirme que es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre; pero cuando aterriza, me escucha como lo hacía mi
exmarido. Juraría…
Louis miró inadvertidamente la hora… otra vez. Casi había acabado con
Rachel.
— Ya sabes, Rachel —le dijo, cortándola antes de que pudiese comenzar su
consabida arenga sobre los hombres y sus irritantes costumbres—, quizás
deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la sesión conjunta con
Dave, ¿no crees?
Rachel asintió.
— Estupendo. Pero recuérdeme el lunes que le hable sobre Chico.
— ¿Chico?
— El chihuahua que vive en el apartamento de al lado. Juraría que ese perro
me ha echado el ojo.
Louis frunció el ceño. No era posible que Rachel insinuase lo que ella estaba
imaginado que en el fondo quería decir.
— ¿El ojo?
— Ya sabe, el “ojo”. Puede que parezca un chucho, pero ese perro sólo piensa
en el sexo. Cada vez que paso a su lado, me mira la falda. Y no se imagina lo que
hace con mis zapatillas de deporte. Ese perro es un pervertido.
— Vale —contestó Louis, interrumpiéndola de nuevo. Empezaba a sospechar
que no podía hacer nada con Rachel, y su obsesión acerca de que todos los
hombres del mundo se morían por poseerla—. Definitivamente, nos ocuparemos de desentrañar el enamoramiento que ese Chihuahua siente por ti.
— Gracias doctor. Es usted es el mejor —Rachel recogió su bolso del suelo
y se encaminó hacia la puerta.
Louis se frotó la frente mientras las palabras de Rachel aún resonaban en su
cabeza. ¿Un chihuahua? ¡Jesús!
Pobre Rachel. Tenía que haber algún modo de ayudar a esta pobre mujer.
Aunque, por otro lado, era preferible tener a un chihuahua lanzando miradas
lujuriosas a tu falda, que a un esclavo griego.
— Ay, Niall —resopló—, ¿cómo consigues meterme en estos líos?
Antes de poder hilar ese pensamiento, sonó el zumbido del intercomunicador.
— ¿Sí, Lisa?
— Su cita de las once ha sido cancelada, y durante la hora de la señorita
Thibideaux, su amigo Niall Horan ha llamado seis docenas de veces; y no estoy
exagerando, ni bromeando. Ha dejado una cantidad impresionante de mensajes
para que lo llame al móvil tan pronto como sea posible.
— Gracias, Lisa.
Cogió el teléfono y marcó el número de Niall.
— ¡Uf, gracias a Dios! —exclamó su amigo antes de que Louis pudiese
pronunciar palabra—. Mueve el culo hasta aquí y llévate a tu novio a tu casa. ¡Ahora mismo!
— No es mi novio, es tu…
— ¡Ah!, ¿quieres saber lo que es? —le preguntó Niall con un tono
histérico—. Es un jodido imán de estrógenos, eso es lo que es. Estoy rodeada de
una multitud de personas en este mismo momento. Sunshine está encantada, porque está vendiendo más cerámica de la que ha vendido en su vida. He intentado llevar a Harry de vuelta a tu casa esta mañana, pero no he podido abrir un huequecito en semejante muchedumbre. Te juro que si lo ves, pensarías que hay un famoso. Es la primera vez que soy testigo de algo así. Y ahora, ¡mueve el culo y ven a ayudarme!
Y colgó.
Louis maldijo su suerte y le pidió a Lisa, a través del intercomunicador, que
cancelara todas las citas pendientes para el resto del día.
Tan pronto como llegó a la plaza, entendió lo que Niall había querido
decirle. Habría unas veinte personas rodeando a Harry, y docenas más boquiabiertas al pasar cerca del tenderete.
Las que estaban más cerca de él, se empujaban a codazos tratando de llamar
su atención.
Pero lo más increíble de todo era contemplar a las tres mujeres que le
pasaban los brazos por la cintura, mientras otra les hacía una foto.
— Gracias —ronroneó una de ellas, cuya edad rondaría los treinta y cinco,
dirigiéndose a Harry mientras le arrebataba la cámara a la chica que acababa de
hacer la instantánea. La sostuvo delante del pecho en un intento de atraer la
atención de Harry, pero él no pareció interesado en lo más mínimo—. Esto es
simplemente maravilloso —continuó babeando—. No puedo esperar a llegar a casa y enseñársela a mi grupo de novela. Jamás me creerán cuando les cuente que me he encontrado con un modelo de portada de novela romántica en el Barrio Francés.
Había algo en la rigidez de Harry que le decía que no le gustaba la atención
que despertaba. Pero tenía que admitir que no se comportaba de forma
abiertamente maleducada.
No obstante, la sonrisa no le llegaba a los ojos; y la que tenía en esos
momentos no se parecía en nada a la que le había dedicado a él la noche anterior.
— Un placer —les contestó.
Las risitas que siguieron al comentario fueron ensordecedoras. Louis agitó la
cabeza totalmente incrédulo. ¡Chicas, un poco de dignidad…!
Y de nuevo, observando el rostro de Harry, su cuerpo y su sonrisa, le
sobrevino aquella sensación de vértigo, tan habitual desde que le viera por primera vez.
¿Cómo iba a culparlas por comportarse como adolescentes a la puerta de un
concierto en un centro comercial?
De repente, Harry miró más allá de la marea de admiradoras y lo vio. Louis
arqueó una ceja, indicándole que encontraba la situación bastante divertida.
Al instante, la sonrisa se borró de su rostro y clavó los ojos en él como un
hambriento depredador que acaba de encontrar su próxima comida.
— Si me disculpan —dijo, abriéndose paso entre las mujeres y dirigiéndose
directamente hacia Louis.
Louis tragó saliva al percibir la instantánea hostilidad de las mujeres, que
fruncieron el ceño en masa, observándolo.
Pero fue mucho peor el repentino y crudo arrebato de deseo que la recorrió
por completo, e hizo que su corazón comenzara a latir descontrolado. Con cada
paso que Harry daba hacia él, la sensación se multiplicó por diez.
— Saludos, agapimeni (NOTA: agapimeni significa querida/o en griego clásico) —dijo Harry, alzándole la mano para depositar un beso sobre los nudillos.
Una ardiente descarga eléctrica recorrió su espalda y, antes de que pudiese
moverse, él lo arrastró hacia sus brazos y le dio un tórrido beso que le desgarró el
alma.
Cerró los ojos de forma instintiva y saboreó la calidez de su boca y de su
aliento; la sensación de sus brazos rodeándolo con fuerza contra su pecho, duro
como una roca. La cabeza comenzó a darle vueltas.
¡Uf, ciertamente este hombre sabía cómo dar un beso! Harry tenía una forma
de mover los labios que desafiaba cualquier posible explicación.
Y su cuerpo… Louis nunca había sentido nada parecido a esos músculos
esbeltos y duros flexionándose a su alrededor.
Una de las «admiradoras» susurró un apenas audible ¡Lagarta!, que rompió el
hechizo.
— Harry, por favor —murmuró—. La gente nos mira.
— ¿Y a ti te importa?
— ¡Pues claro!
Harry separó sus labios de los de Louis con un gruñido, y volvió a dejarlo
sobre el suelo. Sólo entonces, fue consciente de que lo había estado sosteniendo,
aparentemente sin mucho esfuerzo.
Con las mejillas al rojo, Louis captó las miradas envidiosas de las mujeres
mientras se dispersaban.
Harry se apartó y dio un paso hacia atrás; su rostro mostraba a las claras lo
poco dispuesto que estaba a mantenerse alejado.
— Por fin —dijo Niall con un suspiro—. De nuevo puedo oír —dijo agitando
la cabeza—. Si hubiese sabido que iba a funcionar, yo mismo le habría besado.
Louis le dedicó una sonrisilla satisfecha.
— Bueno, tú eres él culpable.
— ¿Cómo dices? —le preguntó Niall.
Louis señaló la ropa de Harry con un gesto de la mano.
— Mira cómo va vestido. No puedes mostrar en público a un dios griego con
unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes dos tallas más pequeña de la que necesita. ¡Jesús, Niall!, ¿en qué estabas pensando?
— En que estamos a 38º con una humedad del ciento diez por ciento. No
quería que muriese por un golpe de calor.
— Hey!, por favor —dijo Harry, interponiéndose entre ellos—. Hace
demasiado calor como para estar discutiendo en plena calle sobre algo tan trivial
como mi ropa —dijo, deslizando una hambrienta mirada sobre Louis, y sonriendo de una forma que derretiría a cualquiera—. Y no soy un dios griego, sólo un
semidiós menor.
Louis no entendió lo que Harry decía, ya que el sonido de su voz lo tenía
cautivado. ¿Cómo lo conseguía?, ¿cómo hacía que su voz sonara con ese tono tan erótico?
¿Sería su timbre profundo?
No, era algo más. Pero no acaba de entender qué podía ser.
Honestamente, lo único que quería era encontrar una cama y dejar que
hiciese con Louis todo lo que se le antojase; y sentir su apetitosa piel bajo las manos.
Observó a Niall y vio que éste se lo comía con los ojos, mientras le miraba
las piernas desnudas y el trasero.
— Tú también lo sientes, ¿verdad? —le preguntó.
Niall alzó la mirada, parpadeando.
— ¿El qué?
— A él. Es como si fuese el Flautista de Hamelin y nosotros fuésemos las
ratas, seducidas por su música —Louis se dio la vuelta y observó el modo en que
las mujeres lo miraban; algunas incluso estiraban el cuello para verle mejor—. ¿Qué hay en él que nos hace olvidar nuestra voluntad? —preguntó.
Harry arqueó una ceja con un gesto arrogante.
— ¿Yo te atraigo en contra de tu voluntad?
— Sinceramente sí. No me gusta sentirme de este modo.
— ¿Y cómo te sientes? —le preguntó él.
— Sexualmente atractivo —le contestó antes de poder contener la lengua.
— ¿Cómo si fueras un dios? —le volvió a preguntar él con voz ronca.
— Sí —respondió, mientras Harry se acercaba a él.
No lo tocó, pero tampoco es que hiciese falta. Su mera presencia conseguía
abrumarlo y embriagarlo tan sólo con que clavase su mirada en sus labios o en su
cuello. Podía jurar que realmente sentía el calor de sus labios sobre la garganta.
Y Harry ni siquiera se había movido.
— Yo puedo decirte qué es —ronroneó él.
— La maldición, ¿no es cierto?
Harry negó con la cabeza mientras alzaba una mano para pasarle muy
lentamente el dedo por el pómulo. Louis cerró los ojos con fuerza al sentir una feroz oleada de deseo. Si no lo miraba, quizás fuese capaz de mantenerse firme y no capturar ese dedo con los dientes.
Harry se inclinó un poco más y frotó la mejilla contra la de Louis.
— Es el hecho de que puedo percibirte a un nivel que los hombres de tu
misma edad no aprecian.
— Es el hecho de que tienes el traserus más firme que he visto en mi vida —
dijo Sunshine, interrumpiéndolos—. Por no mencionar que cualquiera se muere al
escuchar tu voz. Me gustaría que alguna de vosotros dos me dijera dónde puedo
hacerme con uno de éstos.
Louis rompió a reír a carcajadas ante el inesperado comentario de Sunshine.
— Míralo —dijo la chica, señalando a Harry con el lápiz. Tenía la mano
manchada de pintura gris, al igual que la mejilla derecha—. ¿Cuándo fue la última
vez que viste a un hombre tan bien formado, con unos músculos tan tonificados que puedes ver cómo la sangre corre por sus venas? Tu novio es… a ver… está bueno. Está buenísimo —y después añadió con una expresión muy seria: — Está como un camión.
Sunshine giró un poco su cuaderno de bocetos para que Louis pudiese ver
su interpretación de Harry.
— ¿Te das cuenta del modo en que la luz resalta el tono blanco de su piel?
Da la sensación de que el sol le besara.
Louis frunció el ceño. Sunshine tenía razón.
Harry se inclinó hacia Louis, con los ojos verdes repletos de pasión.
— Vuelve a casa conmigo, Louis —le susurró al oído—. Ahora. Déjame que
te abrace, que te desnude y que te enseñe cómo quieren los dioses que un hombre ame. Te juro que lo recordarás durante el resto de tu vida.
Louis cerró los ojos mareado con el aroma del sándalo. El aliento de Harry le
acariciaba el cuello y su rostro estaba tan cerca que podía sentir los incipientes
pelos de su barba rozándole la mejilla.
Todo su cuerpo quería rendirse ante él. Sí, por favor, sí.
Miró los definidos y duros músculos de los hombros y el hueco de la garganta.
¡Ay, cómo desearía pasar la lengua por esa piel, y comprobar que el resto de
su cuerpo era tan sabroso como su boca!
Harry sería espléndido en la cama. No había duda.
Pero él no significaba nada para Harry. Nada en absoluto.
— No puedo —balbuceó, dando un paso atrás.
Con la decepción reflejada en los ojos, Harry apartó la mirada y adoptó una
actitud brusca y resuelta.
— Podrás —le aseguró.
Interiormente, sabía que Harry tenía razón. ¿Cuánto tiempo sería capaz alguien de resistirse a un hombre como él?
Alejando esos pensamientos de la mente, miró al otro lado de la calle.
— Necesitamos comprarte algo que te siente bien.
— No he podido hacer otra cosa; le saca una cabeza a Zayn, y es dos veces
más ancho de hombros —dijo Niall—. La estupenda idea de que lo trajera
conmigo fue tuya.
Louis lo miró con los ojos entornados.
— De acuerdo. Estaremos en la plaza, por si nos necesitas.
— Muy bien, pero tened cuidado.
— ¿Que tengamos cuidado? —preguntó Louis.
— Si hay una estampida de mujeres, hazme caso y apártate de su camino.
Desde que se fue el último grupo de «admiradoras» no siento el pie derecho.
Louis cruzó la calle entre carcajadas. Sabía que Harry iría tras él; de
hecho, sentía su presencia justo a su espalda. Era algo innegable: ese hombre tenía una forma horrorosa de invadir sus pensamientos y sus sentidos.
Ninguno de los dos dijo una palabra mientras atravesaban la atestada galería
comercial, y entraban en la primera tienda que vieron.
Louis echó un vistazo hasta encontrar la sección de ropa masculina. Cuando
la localizó, se dirigió hacia allí.
— ¿Qué estilo de ropa te gusta más? —le preguntó a Harry, mientras se
detenía junto al expositor de los Jeans.
— Para lo que tengo en mente, el nudismo nos vendría bien.
Louis puso los ojos en blanco.
— Estás intentando fastidiarme, ¿verdad?
— Tal vez. Debo admitir que me gustas mucho cuando te sonrojas.
Y se acercó a Louis.
Louis se apartó y dejó que el mostrador de los Jeans se interpusiera entre
ellos.
— Creo que necesitarás por lo menos tres pares de pantalones mientras
estés aquí.
Él suspiró y miró atentamente los Jeans.
— ¿Para qué molestarte si me iré dentro de unas semanas?
Louis lo miró furioso...
— ¡Jesús, Harry! —le espetó, indignado—. Te comportas como si nadie se
hubiese preocupado de vestirte en tus anteriores invocaciones.
— No lo hicieron.
Louis se quedó paralizado ante el desapasionado tono de su voz.
— ¿Me estás diciendo que durante los últimos dos mil años nadie se ha
preocupado de que te pongas algo de ropa encima?
— Sólo en dos ocasiones —le contestó con la misma inflexión monótona—.
Una vez, durante una ventisca en Inglaterra, en la época de la Regencia, uno de mis invocadores me cubrió con un camisón rosa de volantes, antes de sacarme al balcón para que su marido no me encontrara en la cama. La segunda vez fue demasiado bochornosa para contártela.
— No tiene gracia. Y no entiendo cómo alguien puede tener a un hombre al
lado durante un mes y no preocuparse de que se vista.
— Mírame, Louis —le dijo, extendiendo los brazos para que contemplara su
esbelto y delicioso cuerpo—. Soy un esclavo sexual. Nadie había pensado jamás en ponerme ropa para cumplir con mis obligaciones, antes de que tú llegaras.
La apasionada mirada de Harry lo mantenía en un estado de trance, pero el
dolor que él intentaba ocultar en las profundidades verdes de sus ojos lo golpeó con fuerza. Y el golpe le llegó al alma.
— Te aseguro —prosiguió él en voz baja— que una vez me tenían dentro,
hacían cualquier cosa por mantenerme allí; en la Edad Media, uno de las
invocadores atrancó la puerta y dijo a todo el mundo que tenía la peste.
Louis desvió la mirada mientras le escuchaba. Lo que contaba era increíble,
pero podía decir —por la expresión de su rostro— que no estaba exagerando ni un
poco.
No era capaz de imaginarse las degradaciones que habría sufrido a lo largo
de los siglos. ¡Santo Dios!, la gente trataba a los animales mejor de lo que le habían tratado a él.
— ¿Te invocaban y ninguno de ellos conversaba contigo, ni te daba ropa?
— La fantasía de cualquiera, ¿no es cierto? Tener a un millón de personas
dispuestas a arrojarse a tus brazos, sin compromisos ni promesas. Sin buscar otra
cosa que tu cuerpo y las pocas semanas de placer que puedes proporcionarles —el tono ligero no consiguió ocultar la amargura que le invadía.
Puede que ésa fuese la fantasía de cualquiera, pero estaba claro que no era la de Harry.
— Bueno —dijo Louis, volviendo a los Jeans—, yo no soy así, y vas a
necesitar llevar algo encima cuando salgamos.
La mirada que él le dedicó fue tan iracunda que dio un involuntario paso hacia
atrás.
— No me maldijeron para ser mostrado en público, Louis. Estoy aquí para
servirte a ti, y sólo a ti.
Qué bien sonaba eso. Pero ni aún así iba a darse por vencido. No podía
utilizar a otro ser humano de la forma que Harry describía. Estaba mal y no sería
capaz de seguir viviendo consigo mismo si le hacía eso.
— Me da igual —dijo, decidido—. Quiero que salgas conmigo y vas a
necesitar ropa —y comenzó a mirar las tallas de los pantalones.
Harry guardó silencio.
Louis alzó los ojos y captó la tenebrosa y encolerizada mirada de Harry.
— ¿Qué?
— ¿Qué de qué? —espetó Harry.
— Nada. Vamos a ver cuál de éstos te queda mejor —cogió unos cuantos
Jeans de diferentes tallas y se los ofreció. Por el modo en que Harry reaccionó,
cualquiera habría pensado que le estaba dando una mierda de perro.
Sin hacer caso de su amenazante apariencia, Louis le empujó hacia los
probadores y cerró con fuerza la puerta de uno de los compartimentos tras Harry.
Harry se quedó paralizado al entrar en el pequeño cubículo. Su imagen le
asaltó súbitamente desde tres ángulos diferentes. Durante un minuto, fue incapaz de respirar mientras luchaba contra el irrefrenable deseo de huir del estrecho y reducido habitáculo. No podía hacer un solo movimiento sin darse un golpe con la puerta o
con los espejos.
Pero aún peor que la claustrofobia, fue enfrentarse a la imagen de su rostro.
Hacía siglos que no contemplaba su reflejo. El hombre que tenía delante se parecía tanto a su padre que le entraron deseos de hacer pedazos el cristal. Tenían los mismos rasgos angulosos y la misma mirada desdeñosa.
Lo único que no compartían era la profunda e irregular cicatriz que atravesaba
la mejilla izquierda de su progenitor.
Por primera vez en incontables siglos, Harry contempló la desagradable
imagen de las tres trenzas que le identificaban como general, y que le caían sobre el hombro.
Alzó una temblorosa mano y las tocó mientras hacía algo que no había hecho
en mucho tiempo: recordar el día que se ganó el derecho a llevarlas.
Durante la batalla de Tebas, el general que les comandaba cayó abatido y las
tropas macedonias comenzaron a replegarse aterrorizadas. Él agarró la espada del general, reagrupó a sus hombres y les condujo a la victoria, aplastando a los
romanos.
El día posterior a la lucha, la Reina de Macedonia en persona le trenzó el
cabello y le regaló las tres cuentas de cristal que las sujetaban en los extremos.
Harry encerró las pequeñas bolitas en un puño.
Esas trenzas habían pertenecido al que una vez fuera un orgulloso y heroico
general macedonio, cuyo ejército fue tan poderoso que obligó a los romanos a
dispersarse aterrorizados.
El recuerdo le atormentaba.
Bajó la mirada hacia el anillo que llevaba en la mano derecha. Un anillo que
había estado allí tanto tiempo que ya no era consciente de que existía; hacía mucho que había olvidado su significado.
Pero las trenzas…
No había pensado en ellas desde hacía muchos, muchos siglos.
Tocándolas en ese momento, recordaba al hombre que una vez fue.
Recordaba los rostros de sus familiares. A la gente que se apresuraba a servirle. A
aquéllos que le temían y le respetaban.
Recordaba una época en la que él mismo gobernaba su destino, y el mundo
conocido se extendía ante él para ser conquistado.
Y ahora no era más que…
Con un nudo en la garganta, cerró los ojos y se quitó las cuentas del extremo
de las trenzas, antes de comenzar a deshacerlas.
Mientras sus dedos se esforzaban en deshacer la primera de ellas, miró los
pantalones que había dejado caer al suelo.
¿Por qué estaba haciendo Louis eso por él? ¿Por qué se empeñaba en
tratarle como a un ser humano?
Estaba tan acostumbrado a ser tratado como a un objeto, que la amabilidad
de este hombre le resultaba insoportable. El trato impersonal y frío que había
mantenido con el resto de sus invocadores le había ayudado a tolerar la maldición, a no recordar quién y qué fue tiempo atrás.
A no recordar lo que había perdido.
Le permitía concentrarse tan solo en el aquí y el ahora, en los placeres
efímeros que tenía por delante.
Pero los seres humanos no vivían de ese modo. Tenían familias, amigos, un
futuro y muchos sueños.
Esperanzas.
Cosas que hacía siglos que él había dejado atrás. Cosas que jamás volvería a
conocer.
— ¡Maldito seas, Príapo! —resopló mientras tironeaba de la última trenza—.
¡Y maldito sea yo también!
Louis lo miró asombrado, de la cabeza a los pies y de nuevo hacia arriba,
cuando por fin Harry salió del probador vestido con unos Jeans que parecían
haber sido diseñados específicamente para él.
La ceñida camiseta de tirantes que Niall le había prestado, le llegaba justo
a la estrecha y musculosa cintura. Los pantalones le caían sobre las caderas,
dejando a la vista una porción de su duro estómago, dividido en dos por la línea de
vello oscuro que comenzaba bajo el ombligo y desaparecía bajo los Jeans.
Louis tuvo el fuerte impulso de acercarse a él y deslizar la mano por aquel
sugerente sendero para investigar hasta dónde llevaba. Recordaba demasiado bien la imagen de Harry desnudo delante de él.
Con los dientes apretados y tratando de normalizar la respiración, tuvo que
admitir que los Jeans le sentaban de maravilla. Estaba mucho mejor que con los
pantalones cortos —si es que eso era posible.
Sunshine estaba en lo cierto: tenía el mejor culo que unos Jeans hubiese
tapado jamás, y en lo único que podía pensar era en pasar la mano por ese trasero y darle un buen apretón.
La vendedora, y la clienta a la que ésta atendía, dejaron de hablar y miraron a
Harry boquiabiertas.
— ¿Me quedan bien? —le preguntó a Louis.
— ¡Uf!, sí —le contestó Louis sin aliento, antes de pensar en lo que
iba a decir.
Harry le sonrió, pero la sonrisa no le iluminó los ojos.
Louis dio una vuelta completa a su alrededor y se fijó en la talla.
¡Ay, sí!, ¡un culo precioso!
Distraído por su bien formada espalda, pasó inadvertidamente los dedos
sobre su piel mientras cogía la etiqueta. Sintió como Harry se tensaba.
— Ya sabes —dijo Harry, mirándolo por encima del hombro—, que disfrutaríamos
muchísimo más si ambos estuviésemos desnudos. Y en tu cama.
Louis escuchó cómo la vendedora y la otra mujer jadeaban sorprendidas.
Con el rostro abochornado, se enderezó y lo miró furioso.
— Tenemos que hablar con urgencia sobre los comentarios adecuados en un
lugar público.
— Si me llevaras a casa, no tendrías que preocuparte por eso.
El tipo era realmente implacable.
Moviendo la cabeza con incredulidad, Louis cogió dos pares más de
vaqueros, unas cuantas camisas, un cinturón, unas gafas de sol, calcetines, zapatos y varios boxers enormes y horrorosos. Ningún hombre estaría atractivo con aquellos calzoncillos, decidió. Y lo último que pretendía era que Harry resultase aún más apetecible.
Salieron de la zona de los probadores con Harry vestido de arriba abajo con
la ropa nueva: un polo, unos Jeans y unas zapatillas de deporte.
— Ahora pareces casi humano —bromeó Louis, mientras dejaban atrás el
departamento de ropa masculina.
Harry le dedicó una mirada fría y letal.
— Sólo por fuera —le contestó con voz tan baja que Louis no estuvo seguro
de haber escuchado bien.
— ¿Qué has dicho? —le preguntó.
— Que sólo soy humano exteriormente —dijo él hablando más alto.
Louis captó la angustia en su mirada. Su corazón comenzó a latir con más
fuerza.
— Harry —dijo con claras intenciones de reprenderle—, eres humano.
Él apretó los labios y le contestó con una mirada sombría y precavida:
— ¿En serio? ¿Un humano puede vivir dos mil años? ¿Se le permite a un
humano caminar por el mundo unas cuantas semanas cada cientos de años?
Miró a su alrededor, fijándose en las mujeres que lo miraban a hurtadillas por
entre la ropa. Mujeres que se detenían por completo, paralizadas, en cuanto lo veían por el rabillo del ojo.
Hizo un amplio gesto con la mano, señalando el espectáculo que se
desarrollaba a su alrededor.
— ¿Has visto que hagan eso con alguien más? —el rostro de Harry adoptó
una expresión dura y peligrosa, mientras la atravesaba con la mirada— No, Louis,
jamás he sido humano.
Con el urgente deseo de reconfortarlo, Louis llevó la mano hasta su mejilla.
— Eres humano, Harry.
La duda que vio en sus ojos le partió el corazón.
Sin saber muy bien qué hacer ni qué decir para que se sintiera mejor, dejó
pasar el tema y se encaminó hacia la salida. Estaba casi saliendo cuando se dio
cuenta de que Harry no iba tras él.
Se giró y lo localizó de inmediato. Se había distraído en el departamento de
lencería; estaba de pie junto a un expositor de minúsculos calzoncillos. Comenzó a ruborizarse de nuevo; juraría que podía escuchar los lascivos
pensamientos que pasaban en esos momentos por la mente masculina.
Sería mejor que fuese rápidamente a buscarlo, antes de que cualquiera
se ofreciera como modelo. Se acercó apresuradamente y se aclaró la
garganta.
— ¿Nos vamos?
Harry lo miró muy despacio, de arriba abajo y Louis supo por sus ojos que
estaba conjurando su imagen con aquella prenda de gasa.
— Estarías deslumbrante con esto.
Louis lo miró con escepticismo. Aquella cosa era tan diáfana que se
transparentaría por entero. Al contrario de lo que ocurría con él, el suyo no era un
cuerpo que consiguiera hacer volver la cabeza de nadie —a menos que el susodicho estuviese muy desesperado. O hubiese estado encarcelado un par de décadas.
— No sé si deslumbraría a alguien, pero seguro que yo acababa congelado.
— No tardarías mucho en entrar en calor.
Louis contuvo la respiración al escuchar sus palabras; las creyó a pies
juntillas.
— Eres muy malo.
— No, en la cama no —dijo bajando la cabeza hacia la suya—. Realmente en
la cama soy muy…
— ¡Aquí estáis!
Louis retrocedió de un salto al escuchar la voz de Niall. Harry le dijo algo
en una lengua extraña que no logró entender.
— Vaya, vaya —dijo con tono acusador—. Louis no entiende el griego
clásico. Se dedicó a dormir durante todo el semestre —Niall lo miró y chasqueó la
lengua—. ¿Lo ves? Te dije que algún día te serviría para algo.
— ¡Sí, claro! —dijo a carcajadas—. Como si en aquella época yo me pudiera
haber imaginado que ibas a convocar a un esclavo sexual gri… —la voz de Louis se extinguió al caer en la cuenta de que Harry estaba presente. Avergonzado, se
mordió el labio.
— No pasa nada, Louis —lo tranquilizó en voz baja.
Pero él sabía que ese comentario lo había molestado. Era lógico.
— Sé lo que soy Louis; la verdad no me ofende. En realidad, estoy más
ofendido por el hecho de que me llames griego. Fui entrenado en Esparta y luché
con el ejército Macedonio. Para mí era un hábito evitar todo contacto posible con los griegos antes de ser maldecido.
Louis arqueó una ceja ante sus palabras, o mejor dicho ante lo que no había
dicho. No hacía ninguna referencia a su infancia.
— ¿Dónde naciste?
Comenzó a latirle un músculo en la mandíbula, y sus ojos se oscurecieron de
forma siniestra. Cualquiera que hubiese sido el lugar de su nacimiento, no parecía
agradarle demasiado.
— Muy bien, soy medio griego; pero no estoy orgulloso de esa parte de mi
herencia.
Bien; un tema espinoso. De ahora en adelante, borraría la palabra «griego»
de su vocabulario.
— Volviendo al asunto del calzoncillo negro —dijo Niall—, debo decir que allí
hay uno rojo que creo que le quedaría mucho mejor.
— ¡Niall! —le gritó Louis.
Su amigo lo ignoró y condujo a Harry al estante donde estaba colgada la
prenda de color rojo. Niall cogió un picardías de color rojo brillante abierto por la
parte delantera, y sujeto por un pequeño cordoncillo que se anudaba justo bajo el
pecho.
— ¿Qué estás pensando? —le preguntó Louis mientras Niall sostenía la
prenda frente a Harry.
Harry lo miró de forma especulativa.
Si continuaban con ese jueguecito, acabaría muerto de vergüenza.
— ¿Queréis dejar ya eso? —les preguntó—. No pienso ponérmelo.
— De todas formas voy a comprarlo —dijo su amigo con voz resuelta—. Estoy
prácticamente seguro de que Harry es capaz de convencerte para que te lo pongas.
Harry lo miró divertido.
— Preferiría convencerlo para que se lo quitara.
Louis se cubrió la cara con las manos y gimió.
— Acabará animándose —le contestó Niall con un gesto conspirador.
— No lo haré —le dijo Louis, aún oculta tras las manos.
— Sí lo harás —dijo Harry dejando zanjado el tema, mientras Niall pagaba
la prenda.
Usó un tono tan arrogante y confiado, que Louis imaginó que no estaba
acostumbrado a que le desafiaran.
— ¿Te has equivocado alguna vez? —le preguntó.
La diversión desapareció de su rostro, y de nuevo ocultó sus sentimientos tras
una especie de velo. Esa mirada escondía algo, estaba seguro. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta la repentina tensión de su cuerpo.
No volvió a pronunciar una sola palabra hasta que Niall regresó y le dio la
bolsa.
— Vaya —comentó—, se me ocurre que podíais poner unas velas, una
música tranquila y…
— Niall —lo interrumpió Louis—, te agradezco mucho lo que intentas
hacer, pero en lugar de hablar de mí, ¿podemos ocuparnos de Harry?
Niall lo miró de reojo.
— Claro, ¿le pasa algo?
— ¿Sabes cómo sacarlo del libro? De forma permanente, quiero decir.
— Ni idea —contestó y se dirigió a Harry—. ¿Tú sabes algo al respecto?
— No he dejado de repetírselo: es imposible.
Niall asintió con la cabeza.
— Es muy testarudo. Nunca presta atención a lo que se le dice, a menos que
sea lo que él quiere oír.
— Testarudo o no —añadió Louis dirigiéndose a Harry—, no puedo imaginar
una sola razón por la cual querrías permanecer encerrado en un libro.
Harry apartó la mirada.
— Louis, no lo agobies.
— Eso es lo que intento, librarlo del agobio de su confinamiento.
— De acuerdo —dijo Niall, cediendo finalmente—. Muy bien, Harry, ¿qué
horrible pecado cometiste para acabar metido en un libro?
— Hubris (NOTA: Hubris significa arrogancia)
— ¡Ooooh! —exclamó Niall con tono fúnebre—, eso no es nada bueno.
Louis, puede que tenga razón. Solían hacer cosas como despedazar a la gente por eso. Deberías haber prestado atención durante las clases de cultura clásica. Los dioses griegos son realmente despiadados en lo referente a los castigos.
Louis entrecerró los ojos para mirarlos.
— Me niego a creer que no exista ningún modo de liberarlo. ¿No podemos
destruir el libro, o convocar a uno de tus espíritus, o hacer algo para ayudarlo?
— ¡Vaya!, ¿ahora crees en mi magia vudú?
— No mucho, la verdad. Pero te las arreglaste para traerle hasta aquí. ¿Es
que no puedes pensar en algo que sirva de ayuda?
Niall se mordisqueó el pulgar en un gesto pensativo.
— Harry, ¿qué dios estaba a tu favor?
Él inspiró hondo, como si estuviese realmente cansado de sus preguntas.
— En realidad, ninguno de ellos me apreciaba mucho. Como era un soldado,
normalmente dedicaba sacrificios a Atenea, pero tenía más contacto con Eros.
Niall le dedicó una sonrisa traviesa.
— El dios del amor y el deseo; lo comprendo perfectamente.
— No es por lo que crees —le contestó Harry agriamente.
Niall le ignoró.
— ¿Has intentado alguna vez recurrir a Eros?
— No nos hablamos.
Louis puso los ojos en blanco ante el despreocupado sarcasmo de Harry.
— ¿Por qué no intentas convocarlo? —le sugirió Niall.
Louis le lanzó una furiosa mirada.
— Niall, ¿podrías hacer el esfuerzo de ser un poco más seria? Sé que me
he burlado de tus creencias durante todos estos años, pero ahora estamos hablando de la vida de Harry.
— Estoy hablando totalmente en serio —le contestó con énfasis—. Lo mejor
para Harry sería invocar a Eros y pedirle ayuda.
¿Qué demonios? —pensó Louis. La noche anterior, no creía que pudieran
invocar a Harry. Quizás Niall tuviese razón.
— ¿Lo intentarás? —le preguntó Louis.
Harry suspiró resignado, pero daba la impresión de que estaba más que
dispuesto a zarandearlos a los dos. Con aspecto ofendido, echó la cabeza hacia
atrás y mirando al techo dijo:
— Cupido, bastardo inútil, invoco tu presencia.
Louis alzó las manos.
— ¡Joder!, no entiendo cómo no se aparece después de llamarlo de ese
modo.
Niall se rió.
— Muy bien —dijo Louis—. De todas formas no me creo nada de este
abracadabra. Vamos a dejar las bolsas en mi coche y a buscar un sitio donde comer; allí podremos pensar algo más productivo que invocar al tal «Cupido, bastardo inútil». ¿Estáis de acuerdo?
— Por mí bien —contestó Niall.
Louis le dio la bolsa con la ropa de su marido.
— Aquí están las cosas de Zayn.
Niall miró en el interior y frunció el ceño.
— ¿Dónde está la camiseta de tirantes?
— Luego te la doy.
Niall se rió de nuevo.
Harry caminaba tras ellos, escuchando sus bromas mientras salían de la
tienda.
Afortunadamente, Louis había encontrado aparcamiento justo en el
estacionamiento del centro comercial.
Harry los observó dejar las bolsas en el coche. Si lo pensaba un poco, tenía
que admitir que le gustaba el hecho de que Louis estuviese tan interesado en
ayudarlo.
Nadie lo había estado antes.
Había recorrido el camino de su existencia en solitario, apoyándose en su
inteligencia y en su fuerza. Incluso antes de ser maldecido estaba cansado de todo.
Cansado de la soledad, de no contar con nadie en este mundo y, lo más importante,
de no tener a nadie que se preocupara por él.
Era una pena que no hubiese conocido a Louis antes de la maldición. Él
habría sido un bálsamo para su inquietud. Pero de todos modos, las personas de su época no se parecían a las actuales; esas personas lo trataban como a una leyenda a la que temer o aplacar, pero Louis lo miraba como a un igual.
¿Qué tenía Louis que la hacía parecer único? ¿Qué había en él que le
permitía llegar a lo más hondo de su alma, cuando su propia familia le había dado la espalda?
No estaba muy seguro. Pero era una persona muy especial. Un corazón puro en
un mundo plagado de egoísmo. Nunca había creído posible encontrar a alguien
como Louis.
Incómodo ante el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, echó un
vistazo a la multitud. Nadie parecía molesto con el opresivo calor reinante en aquella extraña ciudad.
Captó la discusión que una pareja mantenía justo enfrente de donde ellos se
encontraban; la mujer estaba enfadada porque su marido se había olvidado algo.
Con ellos había un niño, de unos tres o cuatro años, que caminaba entre ambos.
Harry les sonrió. No podía recordar la última vez que había visto a una familia
inmersa en sus quehaceres. La imagen despertó una parte de él que apenas si
recordaba tener. Su corazón. Se preguntó si esas personas sabrían el regalo que
suponía tenerse los unos a los otros.
Mientras la pareja continuaba con la discusión, el niño se detuvo. Algo al otro
lado de la calle había captado su atención.
Harry contuvo el aliento al darse cuenta de lo que el niño estaba a punto de
hacer.
Louis cerró en ese momento el maletero del coche.
Por el rabillo del ojo, vio una mancha azul que cruzaba la calle a toda carrera.
Le llevó un segundo darse cuenta de que se trataba de Harry, atravesando como
una exhalación el aparcamiento. Frunció el ceño, extrañado, y entonces vio al
pequeñín que se internaba en la calle atestada de coches.
— ¡Oh, Dios mío! —jadeó cuando escuchó que los vehículos comenzaban a
frenar en seco.
— ¡Steven! —gritó una mujer.
Con un movimiento propio de una película, Harry saltó el muro que separaba
el aparcamiento de la calle, cogió al niño al vuelo y protegiéndolo sobre su pecho, se abalanzó sobre la luna del coche que acababa de frenar, dio un salto lateral y acabó en el otro lado.
Aterrizaron a salvo en el otro carril, un segundo antes de que otro coche
colisionara con el primero y se abalanzara directamente sobre ellos.
Horrorizado, Louis observó cómo Harry se subía de un salto a la capota de
un viejo Chevy, se deslizaba por el parabrisas y se dejaba caer al suelo, rodando
unos cuantos metros hasta detenerse por fin y quedarse inmóvil, tendido de costado.
El caos invadió la calle, que se llenó de gritos y chillidos, mientras la multitud
rodeaba el escenario del accidente.
Louis no podía dejar de temblar. Aterrorizado, cruzó la muchedumbre,
intentando llegar al lugar donde había caído Harry.
— Por favor, que esté bien; por favor, que esté bien —murmuraba una y otra
vez, suplicando que hubiesen sobrevivido al golpe.
Cuando logró atravesar la marea humana y llegó al lugar donde había caído,
vio que Harry no había soltado al niño. Aún lo tenía firmemente sujeto, a salvo entre sus brazos.
Incapaz de creer lo que veía, se detuvo con el corazón desbocado.
¿Estaban vivos?
— No he visto nada igual en mi vida —comentó un hombre tras él.
Todos los congregados eran de la misma opinión.
Cuando vio que Harry comenzaba a moverse, se acercó muy despacio y muy
asustado.
— ¿Estás bien? —escuchó que le preguntaba al niño.
El pequeño contestó con un lastimero aullido.
Ignorando el ensordecedor grito, Harry se puso en pie, lentamente, con el
niño en brazos.
¿Cómo se las había arreglado para mantener cogido al pequeño?
Se tambaleó un poco y volvió a recuperar el equilibrio sin soltar al niño.
Louis le ayudó a mantenerse en pie sujetándole por la espalda.
— No deberías haberte levantado —le dijo cuando vio la sangre que le
empapaba el brazo izquierdo.
Él no pareció prestarle atención.
Tenía una extraña y lúgubre mirada.
— ¡Shh! Ya te tengo —murmuró—. Ahora estás a salvo.
Esta actitud lo dejó asombrado. Aparentemente, no era la primera vez que
consolaba a un niño. Pero, ¿cuándo habría estado un soldado griego cerca de un
niño?
A menos que hubiera sido padre.
La mente de Louis giraba a velocidades de vértigo, sopesando las
posibilidades, mientras Harry dejaba a la llorosa criatura en brazos de su madre,
que sollozaba aún más fuerte que el niño.
¡Señor!, ¿era posible que Harry hubiese tenido hijos? Y si era cierto, ¿dónde
estaban esos niños?
¿Qué les habría sucedido?
— Steven —gimoteó la mujer mientras abrazaba al niño—. ¿Cuántas veces
tengo que decirte que no te alejes de mi lado?
— ¿Está bien? —preguntaron al unísono el padre del niño y el conductor,
dirigiéndose a Harry.
Haciendo una mueca, se pasó la mano por el brazo izquierdo para comprobar
los daños sufridos.
— Sí, no es nada —contestó, pero Louis percibió la rigidez de su pierna
izquierda, donde le había golpeado el coche.
— Necesitas que te vea un médico —le dijo, mientras Niall se acercaba.
— Estoy bien, de verdad —le contestó con una débil sonrisa, y entonces bajó
la voz para que sólo Louis pudiese escucharle—; pero he de confesar que los carros hacían menos daño que los coches cuando te chocabas con ellos.
A Louis le horrorizó su inoportuno sentido del humor.
— ¿Cómo puedes bromear con esto?, creía que habías muerto.
Él se encogió de hombros.
Mientras el hombre le daba profusamente las gracias por haber salvado a su
hijo, Louis echó un vistazo a su brazo; la sangre manaba justo por encima del codo, pero se evaporaba al instante, como si se tratara de un efecto especial propio de una película.
De pronto, Harry apoyó todo su peso sobre la pierna herida, y la tensión que
se reflejaba en su rostro desapareció.
Louis intercambió una atónita mirada con Niall, que también se había
percatado de lo que acababa de suceder. ¿Qué demonios había hecho Harry?
¿Era humano, o no?
— No puedo agradecérselo lo suficiente —insistía el hombre—, creía que los
dos habían muerto.
— Me alegro de haberle visto a tiempo —susurró Harry. Extendió la mano
hacia el niño.
Estaba a punto de acariciar los castaños rizos del pequeño cuando se detuvo.
Louis observó las emociones que cruzaban por su rostro antes de que él recuperara su actitud estoica y retirara la mano.
Sin decir una palabra, volvió al aparcamiento.
— ¿Harry? —le llamó, apresurándose para darle alcance—. ¿De verdad
estás bien?
— No te preocupes por mí, Louis. Mis huesos no se rompen, y rara vez
sangro —en esta ocasión, la amargura de su voz era indiscutible—. Es un regalo de la maldición. Las Parcas prohibieron mi muerte para que no pudiera escapar a mi castigo.
Louis se encogió al ver la angustia que reflejaban sus ojos.
Pero no sólo estaba interesada en el hecho de que hubiese sobrevivido al
accidente, también quería preguntarle sobre el niño, sobre su modo de mirarlo —
como si hubiese estado reviviendo una horrible pesadilla. Pero las palabras se le
atragantaron.
— te mereces una recompensa —le dijo Niall al alcanzarles—. ¡Vamos
a la Praline Factory!
— Niall, no creo que…
— ¿Qué es Praline? —preguntó él.
— Es ambrosía Cajun —explicó Niall—. Algo que debería estar a tu altura.
En contra de las protestas de Louis, Niall les condujo hacia la escalera
mecánica. Subió al primer escalón y se dio la vuelta para mirar a Harry, que subía
en medio de los dos.
— ¿Cómo hiciste para saltar sobre el coche? ¡Fue increíble!
Harry encogió los hombros.
— ¡Vamos, hombre no seas modesto! Te parecías a Keanu Reeves en Matrix.
Louis, ¿te fijaste en el movimiento que hizo?
— Sí, lo vi —dijo en voz queda, percibiendo lo incómodo que se sentía Harry
ante los halagos de Niall.
También percibió la forma en que las mujeres a su alrededor lo miraban
boquiabiertas.
Harry tenía razón. No era normal. Pero, ¿cuántas veces podía contemplarse
un hombre como él en carne y hueso?, ¿un hombre que exudara ese brutal atractivo sexual?
Era un saco de feromonas andantes.
Y ahora un héroe.
Pero, sobre todo, era un misterio; al menos para él. Se moría por conocer
unas cuantas cosas sobre él. Y, de una u otra forma, conseguiría averiguarlas
durante el mes que tenían por delante.
Cuando llegaron a la Praline Factory, en el último piso, Louis compró dos
Pralines de azúcar y nueces y una Coca Cola. Sin pensarlo dos veces, le ofreció un praline a Harry. Pero en lugar de cogerlo, él se inclinó y le dio un bocado mientras Louis lo sostenía.
Paladeó el sabor azucarado de una forma que hizo que a Louis le subiera la
temperatura; sus ojos verdes no dejaron de mirarlo mientras degustaba el dulce,
como si deseara que fuese su cuerpo lo que saboreaba en aquel momento.
— Tenías razón —dijo con esa voz ronca que hacía que se le pusiese la piel
de gallina—. Está delicioso.
— ¡Guau! —dijo la vendedora desde el otro lado del mostrador—. Ese acento
no es de por aquí cerca. Usted debe venir de lejos.
— Sí —contestó Harry—. No soy de aquí.
— ¿Y de dónde es?
— De Macedonia.
— Eso no está en California, ¿verdad? —preguntó la chica—. Parece uno de
esos surferos que se ven por la playa.
Harry frunció el ceño.
— ¿California?
— Es de Grecia —informó Niall a la chica.
— ¡Ah! —exclamó ella.
Harry arqueó una acusadora ceja.
— Macedonia no es…
— Colega —dijo Niall, con los labios manchados de praline—, por estos
contornos puedes sentirte afortunado si encuentras a alguien que conozca la
diferencia.
Antes de que Louis pudiera responder a las bruscas palabras de Niall,
Harry le colocó las manos en la cintura y lo alzó hasta apoyarlo sobre su pecho.
Se inclinó y atrapó su labio inferior con los dientes para, acto seguido,
acariciarlo con la lengua. A Louis comenzó a darle vueltas todo tras el tierno abrazo.
Harry profundizó el beso un momento antes de soltarlo y alejarse de él.
— Tenías azúcar —le explicó con una traviesa sonrisa, que hizo que sus
hoyuelos aparecieran en todo su esplendor.
Louis parpadeó, sorprendido ante lo rápido que su beso había despertado su
pasión, y lo refrescante que parecía al mismo tiempo.
— Podías habérmelo dicho.
— Cierto, pero de este modo fue mucho más divertido.
Louis no pudo rebatir su argumento.
Con pasos rápidos, se alejó de él e intentó ignorar la sonrisa maliciosa de
Niall.
— ¿Por qué me tienes tanto miedo? —le preguntó Harry inesperadamente,
mientras se ponía a su lado.
— No te tengo miedo.
— ¿Ah, no? ¿Y entonces qué es lo que te asusta? Cada vez que me acerco a
ti, te encoges de miedo.
— No me encojo —insistió Louis. Joder, ¿es que había eco?
Harry alargó el brazo y se lo pasó por la cintura. Louis se apartó con rapidez.
— Te has encogido —le dijo acusadoramente, mientras regresaban a la
escalera mecánica.
Louis bajaba un escalón por delante de Harry, y él le pasó los brazos por los
hombros y apoyó la barbilla sobre su cabeza. Su presencia lo rodeaba por completo, lo envolvía y hacía que se sintiera extrañamente mareado y protegido.
Miró fijamente la fuerza que desprendían esas manos blancas y grandes
bajo las suyas. La forma en las venas se marcaban, resaltando su poder y su
belleza. Al igual que el resto de su cuerpo, sus manos y sus brazos eran magníficos.
— Nunca has tenido un orgasmo, ¿verdad? —le susurró él al oído.
Louis se atragantó con el Praline.
— Éste no es lugar para hablar de eso.
— He acertado, ¿verdad? —le preguntó—. Por eso…
— No es eso —le interrumpió él—; de hecho sí que he tenido algunos.
Vale, era una mentira. Pero él no tenía por qué averiguarlo.
— ¿Con un hombre?
— ¡Harry! —exclamó—. ¿Qué os pasa a Niall y a ti con ese afán de discutir
sobre mi vida privada en público?
Él inclinó aún más la cabeza, acercándolo tanto a su cuello que Louis podía
sentir el roce de su aliento sobre la piel, y oler su cálido aroma a limpio.
— ¿Sabes, Louis? Puedo proporcionarte placeres tan intensos que no serías
capaz de imaginarlos.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Le creía.
Sería tan fácil dejar que le demostrara sus palabras…
Pero no podía. Estaría mal y, sin tener en cuenta lo que él dijese, acabaría
remordiéndole la conciencia. Y en el fondo, sospechaba que a él también.
Se echó hacia atrás, lo justo para mirarlo a los ojos.
— ¿Se te ha ocurrido pensar que quizás no me interese tu propuesta?
Sus palabras le dejaron perplejo.
— ¿Y eso cómo es posible?
— Ya te lo he dicho. La próxima vez que comparta mi intimidad con un
hombre, quiero que estén involucradas muchas más partes además de las obvias.
Quiero tener su corazón.
Harry miró sus labios con ojos hambrientos.
— Te aseguro que no lo echarías de menos.
— Sí que lo haría.
Estremeciéndose como si lo hubiese abofeteado, Harry se irguió.
Louis sabía que acababa de tocar otro tema espinoso. Como quería
descubrir más cosas sobre él, se dio la vuelta y lo miró a los ojos.
— ¿Por qué es tan importante para ti que yo acceda? ¿Te ocurrirá algo si no
cumplo con mi parte?
Él rió amargamente.
— Como si las cosas pudiesen empeorar más.
— Entonces, ¿por qué no te dedicas a disfrutar el tiempo que pases conmigo
sin pensar en… —y bajó la voz— el sexo?
Los ojos de Harry llamearon.
— ¿Disfrutar con qué? ¿Conociendo a personas cuyos rostros me
perseguirán durante toda la eternidad? ¿Crees que me divierte mirar a mi alrededor sabiendo que en unos días me arrojarán de nuevo al agujero vacío y oscuro donde puedo oír, pero no puedo ver, saborear, sentir ni oler, dónde mi estómago se retuerce constantemente de hambre y la garganta me arde por la sed que no puedo satisfacer? Tú eres lo único que me está permitido disfrutar. ¿Y me negarías ese placer?
Los ojos de Louis se llenaron de lágrimas. No quería hacerle daño. No era su
intención.
Pero Paul había utilizado un truco similar para ganarse su simpatía y
llevárselo a la cama; y eso le había destrozado el corazón.
Tras la muerte de sus padres, Paul le había asegurado que lo cuidaría. Había
estado junto a él, consolándola y sosteniéndola. Y, cuando finalmente confío en él
por completo y le entregó su cuerpo, él le hizo tanto daño y, de forma tan cruel, que aún sentía el alma desgarrada.
— Lo siento mucho, Harry. De verdad. Pero no puedo hacerlo —bajó de la
escalera mecánica y se encaminó de vuelta a la calle peatonal.
— ¿Por qué? —le preguntó, mientras Niall y él le daban alcance.
¿Cómo podía explicárselo? Paul le hizo mucho daño aquella noche. No había
tenido compasión alguna por sus sentimientos. Louis le pidió que se detuviera pero no lo hizo.
«Mira, se supone que la primera vez duele —le dijo Paul— ¡Joder!, deja de
llorar; acabaré en un minuto y podrás marcharte.»
Para cuando Paul acabó, se sentía tan humillado y herido que se pasó días
enteros llorando.
— ¿Louis? —la voz de Harry se introdujo entre el torbellino de sus
pensamientos— ¿Qué te sucede?
Le costó mucho trabajo contener las lágrimas. Pero no lloraría; no en público.
No así. No permitiría que nadie sintiera lástima por él.
— No es nada —le contestó.
En busca de una bocanada de aire fresco, aunque fuese más ardiente y
espeso que el vapor, se dirigió a la puerta lateral del Brewery que llevaba al
Moonwalk. Harry y Niall lo siguieron.
— Louis, ¿qué es lo que te hace llorar? —le preguntó Harry.
— Paul —susurró Niall.
Louis lo miró furioso, mientras se esforzaba por recuperar la calma. Con un
suspiro entrecortado, miró a Harry.
— Me encantaría echarte los brazos al cuello y meterme en la cama contigo,
pero no puedo. ¡No quiero que me utilicen de ese modo, y no quiero utilizarte! ¿Es
que no lo entiendes?
Harry apartó la mirada con la mandíbula tensa. Louis miró hacia el lugar
donde había fijado su atención y vio un grupo de seis rudos moteros que se
acercaban hasta ellos. La vestimenta de cuero debía ser agobiante con aquella
temperatura, pero ninguno de ellos parecía notarlo, puesto que no paraban de
tomarse el pelo y reírse.
En ese momento, Louis se fijó en la mujer que les acompañaba. Su forma de
andar, lenta y seductora, era el equivalente femenino al elegante y ágil deambular
tan típico de Harry. La chica también poseía una extraña belleza, propia de
cualquier actriz o modelo.
Alta y rubia, llevaba un escueto top de cuero y unos shorts cortísimos y
Ajustados.
La chica aminoraba el paso, quedando rezagada tras los hombres, mientras
se deslizaba las gafas por el puente de la nariz para mirar fijamente a Harry.
Louis se encogió mentalmente.
¡Oh Señor!, esto podía ponerse muy feo. Ninguno de los desaliñados y duros
moteros parecían pertenecer al tipo de hombre que tolera que su novia mire a otro. Y lo último que él deseaba era una pelea en el Moonwalk.
Louis agarró a Harry de la mano y tiró de él en dirección contraria.
Pero se negó a moverse.
— ¡Venga, Harry! —le dijo nervioso—. Tenemos que volver al centro
comercial.
Aún así no se movió.
Miraba fijamente a los moteros, de forma tan furiosa que parecía querer
asesinarlos. Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se soltó de la mano de Louis y se acercó a ellos a zancadas, hasta que cogió a uno por la camisa.
Mudo de asombro, Louis observó cómo Harry le daba al tipo un puñetazo en
la mandíbula.


Última edición por onedirectionfanboy#1 el Jue 07 Feb 2013, 3:18 pm, editado 1 vez
Ángel J.D
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Mensaje por AngielgatitaStylinson Miér 06 Feb 2013, 8:01 pm

OMG! SE PONE INTERESANTISISISISMOOOOO AWWW ME DA PENA LOU Y TBM HARRY POR COMO SE SIENTEN AMBOS!!! SIGUELAAAA!!!!
AngielgatitaStylinson
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Mensaje por sofi16_1999 Miér 06 Feb 2013, 8:08 pm

Me encanta
Poco a poco Louis se va aflojando haia Harry
¿ Julian es Harry o cómo es ? Es que en una parte lo mencionaban así y la verdad me confundí un poco
No hay manera de que Harry le sea quitada la maldición ¡ Qué mal !
Me encantó cómo Harry llamó a Eros "— Cupido, bastardo inútil, invoco tu presencia." Amé eso
¿ Quiénes serán esos patas? Tengo la impresión que son dioses o semidioses griegos
Siguela pronto
Love You
sofi16_1999
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