En invierno. I

Ella era nueva en la ciudad, habia llegado en el pasado invierno. Pasaba mucho tiempo con niños pequeños. Curiosamente, en vez de terminar con la ilusión, ella los alentaba a creer en los que ahora llamo mis amigos, los guardianes. 
Ella era completamente diferente a las demás chicas del lugar. 
Pero, no sabía si ella era capaz de creer en mí. 
Una noche, cuando la calma llegó, me decidí a visitarla. Llegué a su ventana, y la vi, estaba en su cama mirando el techo de su habitación, subitamente se levantó y caminó hacia donde yo estaba. Pude ver por primera vez las delicadas facciones de su rostro. Su aliento empaño el cristal, ella empezo a escribir en él. Escribio mi nombre.




-Jack Frost- miré aquel nombre durante un rato hasta que desapareció. Los niños con los que mi hermana menor se junta, hablaban de él como si fuera un amigo más, aunque en realidad no ha de existir. Por lo que he escuchado es un chico muy divertido, le gusta la nieve y la escarcha en las ventanas. 
Deje de ver a la nada, y repasé mi habitación con la mirada, todo estaba donde debería de estar, quieto, callado. El silencio le pertencia en ese momento a todo el condado. Sólo las lámparas en las calles alumbraban el suelo blanco, el suelo cubierto por la nieve. Abrí mi ventana. Un viento frió me dio en la cara. Observé el paisaje por un momento, cerré mi ventana cuidadosamente y decidí volver a la cama.



Me colé en su habitación. No podía verme. 
Entonces fue cuando le su primer regalo, le fabrique un collar. Una cadena delgada y fina de la cual colgaba un pequeño copo de nieve. Lo dejé en su mesita de noche mientras dormía. Esperaría a que algun día pudiera verme.


No quitaba el collar de mi cuello. Era sencillo pero hermoso, los niños me decían que había sido Jack, la duda comenzó a entrar en mi cabeza.



Le dí su segundo regalo, una pequeña esfera de nieve, sólo que en ésta el efecto de una tierna nevada era continuo. 



Encontré la esfera de nieve sobre mi cama. Había ido al centro comercial con mis padres y al regresar, allí estaba. Una esfera que contenía el invierno por siempre. Esa noche miré aquel regalo hasta que el sueño me venció.
Cada día, me parecía más presente la existencia de ese chico llamado Jack, quizá, si es real.
Pronto comencé a desear verlo. Comencé a querer conocerlo. Asi que, empecé a dejar mi ventana abierta durante las noches, esperando ilusamente una visita que probablemente nunca llegaría.




Su ventana estaba abierta. Igual que hace varias noches. Por fin me decidí a entrar. Atravesé el espacio entre la ventana y el fin de su cama. Al poco rato, me di cuenta que estaba despierta. Cerraba los ojos durante un tiempo y luego los volvía a abrir cuidadosamente, dirigiendo su mirada a la ventana. Sonreí. Me esperaba. De alguna forma lo supe. Me esperaba a mi. Tal como un niño pequeño espera a Norte en navidad.
Fue ese momento, donde le dí su ultimo regalo. Nieve.



Tenía los ojos cerrados, cuando sentí algo frio caer suavemente en la punta de mi nariz. Abrí los ojos, vi caer pequeños copos. Me incorporé. Estaba nevando a mi alrededor, en mi habitación. -Es real- susurré. Y fue ahí cuando lo ví.




Escuche su voz en un susurro. Su sonrisa era hermosa. Y lo supe, quería verla todos los días.




Quería verlo todos los días. Era... lo que siempre había esperado. 




Podía verme.
Podía verlo.