Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Mil y un retratos de ti
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
Página 1 de 1. • Comparte
Mil y un retratos de ti
Nombre: Mil y un retratos de ti.
Autor: Marión B. (Nickname: Keely)
Adaptación: no.
Género: drama.
Advertencias: no.
Otras páginas: próximamente, Wattpad.
Desde lo lejos logro divisar el rótulo desidioso de mi destino, mi corazón se acelera lo que me hace conducir a un ritmo más veloz. Dejo mi motocicleta a un lado del camino rocoso que lleva a ese lugar apartado, y camino hasta la entrada. Me mantengo recostada a la puerta, y miro el cielo gris, posteriormente el lúgubre establecimiento. No hay ni una sola persona fuera de este lugar, ni dentro de él, es vetusto y remoto, no comprendo como se mantiene en pie. Entro, pero ninguno de los dos hombres se percata de mi llegada, y no pretendo llamar la atención del que se encuentra tras la barra, pues mi único objetivo es el protagonista de mis escritos. Y ahí está él, trabajando como de costumbre, limpiando una de las mesas del sombrío restaurante. Sonríe y corre hacia la barra, invitándome a tomar asiento, pero todo con gestos y miradas, pues hasta el momento no ha articulado una sola palabra.
—A mí no me mientan, ustedes dos se conocen desde antes. —dice el hombre mayor que trabaja en la barra. Su tono de voz es bizarro, lo he escuchado hablar cada vez que me toma la orden, pero ésta vez se ha dirigido exasperado.
Miro al chico, él baja la mirada y toma asiento a mi lado.
—No señor, está usted equivocado. —comento con seguridad.
—¿Lo mismo de siempre señorita?
Asiento, moviendo la cabeza lentamente.
Toma una copa y vierte un poco de vino tinto. Creerá que estoy loca, presentándome a un lugar tan retirado para beber algo que puedo adquirir en cualquier otro lugar. Pero es más que eso…
—¿Estoy equivocado entonces? No creo que guste conocer a un joven que vive consumido en los libros.
—¡Eso es mentira! —exclama el chico sonriendo.
Sus ojos café son profundos, su voz delicada pero a la vez, tenaz. Su sonrisa angelical.
—Pues qué mal, amo leer. —digo en un tono apenas audible.
Ambos se miran, como sorprendidos por la respuesta que les ofrecí.
—Y yo amo pintar. —aclara él.
Esbozo una sonrisa como respuesta, que él rápidamente me retorna.
El hombre mayor nos observa perplejo. Supongo que es el padre del joven, poseen cierto parecido, pero él está muy descuidado.
Tomo un sorbo de vino y escucho un relámpago, comienza a llover. Me sobresalto, y recuerdo como llegué a este lugar por primera vez.
Era una tarde de octubre, llovía a cántaros como cualquier día de ese mes, pero eso no me impedía huir del infierno en el que vivía. Mis padres discutían como de costumbre, así que salí despiadada y conduje sin rumbo en la motocicleta que me regaló mi primo a los dieciséis años. Entre más lejos, mejor. Pero el tiempo y la hora no estaban de mi lado, la incesante lluvia y la oscura tarde me hicieron desviarme hacia un lugar completamente desconocido para mí, quería desaparecer, que me tragara la tierra en ese mismo instante. Solo monte y viejas construcciones abandonadas. Pero al cabo de un rato unas luces llamaron mi atención, luces de neón que parpadeaban, hasta que dejaron de iluminar. Era el rótulo de un negocio, pero no logré ver que decía. Sin importar de qué se tratara aceleré y dejé la motocicleta al lado del camino apenas marcado, corrí como evitando mojarme, gran estupidez puesto que estaba empapada, llevaba una capa que apenas cubría mi torso pero no del todo. Un hombre mayor fumaba un cigarrillo en la puerta de ese lugar, le solicité que me ayudara y aceptó de mala gana. Me encomendó a un chico, y él accedió amablemente. El hombre mayor salió del lugar, y no se molestó en preguntarme qué había sucedido, tampoco el joven, pero no me encontraba ahí para recibir miradas de lástima, tan sólo para que me orientaran, me comentaran hacia donde debía dirigirme. Estuve ahí por casi una hora, analizando lo que había sucedido. El chico me miraba pero no pronunciaba ni una sola palabra, siquiera su nombre. Pero me mantuvo abrigada y me ofreció comida, la cual rechacé. En determinado momento salí corriendo y llorando, sin explicación alguna, conduje hasta volver a la carretera por la cual venía, y regresé a casa como si nada hubiese sucedido. Días después decidí regresar, y agradecer el gesto de amabilidad, pero ambos parecían no reconocerme, o bien, olvidaron lo que sucedió. Fue desde ese día que decidí refugiarme en la escritura también…
Una voz femenina me hace volver a la realidad, dos mujeres entran por la puerta principal, bañadas por la lluvia, ambas quejándose por el mal tiempo. Una de ellas es morena de ojos oscuros y cabello largo, de aproximadamente dieciocho años al igual que yo. La otra un poco mayor, morena también, pero de cabello corto y rojizo. Ambas visten muy provocativas.
El joven corre a atenderlas, la mujer mayor le tira sus pertenencias y camina hasta el hombre, plantándole un beso en los labios. Bajo la mirada, y unos minutos después las palabras de la mujer captan mi atención:
—¿Y ésta muchacha? No me digas que también viene a solicitar tus servicios,… Por cierto, ya podemos iniciar. Y traje a mi hija…, ya tú sabes lo que significa… —finalizó con voz seductora.
No podía pasar desapercibida, sabía muy bien lo que quería dar a entender. Ante esas palabras, dejo caer mi copa de vino, derramando el líquido que persistía y haciendo que el cristal se fragmentara en mil pedazos, captando la atención de los cuatro. Temblorosa, busco en mi cartera algún billete, al encontrarlo lo dejo en la barra y salgo sollozando, enfrentándome a la lluvia.
Al montar la motocicleta escucho un llamado y volteo.
—¡Espera! ¡Puedo explicártelo! —exclama el joven.
—¿A mí? —le pregunto descendiendo de la motocicleta y acercándome—. No te conozco, no sé tu nombre. No sabes nada de mí. ¿Qué pretendes explicarme?
Me mira pensativo por un instante. Nuestros cuerpos ya están empapados por la lluvia, la iluminación es escasa, sólo las luces parpadeantes del rótulo, que se reflejan en su rostro. Me canso de esperar su respuesta y camino de nuevo hasta la motocicleta.
—Deja de pensar, al fin y al cabo, no me volverás a ver. —le digo destrozada.
—Te volveré a ver, lo sé.
—No, no tienes como buscarme. Mañana apenas despiertes, ya habrás olvidado mi rostro, de tantas veces que bajaste la mirada cuando yo estaba presente.
—Te equivocas, tengo mil y un retratos de ti.
Siento una punzada en el corazón. Cualquiera pensaría que está loco, que es un maniático acosador. Pero si él lo es, también lo soy, puesto que tengo mil y un escritos sobre él.
—Pensarás que estoy loco, pero me bastó mirarte para saber que tienes lo que buscaba en otras mujeres.
La luz de un relámpago que cae cerca del lugar me encandila, y aprovecho esos segundos para formular una respuesta que le haga creer que no me importan sus palabras. Aunque será mejor tragar el orgullo, pero no me bastaría.
—No creo en el amor a primera vista.
—Yo tampoco.
Me muerdo el labio inferior, mi corazón se ha acelerado. Sus palabras son enigmáticas, ¿qué habrá encontrado en mí? Mi corazón se acelera aún más ¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿A dónde ir?
—¿Qué… encontraste en mí? —digo entrecortada.
Cada vez llueve menos, lo que hace que a pesar de la distancia nos escuchemos claramente.
—Encontré en tu mirada, en tu silencio, algo que me llena…, que me devolvió las ganas de hacer lo que siempre he amado.
—¿Y qué es lo que siempre has amado? —Cuestiono, aunque sé claramente lo que responderá.
—Te lo dije hoy, amo la pintura. Expresarme a través de ella, llevar al lienzo lo que siento, quiero, deseo.
—¿Me quieres, me deseas? —interrumpo.
—Pero no de forma lasciva… Me ilusioné, creyendo que algún día podría enseñarte cada retrato que he hecho. Eso nunca me pasó por la mente con otras chicas…, porque bueno, ya sabes, buscaban…, otras cosas. Aunque amenaces con irte, me quedan muchos recuerdos. Porque aunque cambies, aunque te vayas, para mí siempre estarás presente en cada pintura, de la misma forma que el día en que te pinté. Serás tú quien olvide mi rostro al despertar…
—¡Mientes! —le grito—. No sabes nada.
—¿Entonces? ¿Qué recuerdos te llevarás? ¿Cómo me recordarás?
Busco entre mis cosas la libreta que ha sido testigo de mis lágrimas, sonrisas y demás. Me aferro a ella por unos segundos, y luego la tiro al suelo, a sus pies. Él da unos pasos y la rejunta mirándome desconcertado.
—Te recordaré como el motivo de mis mil y un escritos. Como el protagonista de mis historias. Pero quédate con el recuerdo.
Él niega con la cabeza. Y se acerca aún más, ahora nos encontramos a escasos metros.
—Me quedaré con tus escritos, pero dime, ¿qué harás con los recuerdos de tu mente? ¿Me los entregarás también?
—Me temo que no es posible.
Cierro los ojos y levanto el rostro, dejando que pequeñas gotas caigan sobre él. Miro al frente y el chico se ha alejado, pero aún me está mirando.
—Supongo que con esto conoceré los motivos que tuviste para escribir sobre mí ¿no? Lamento que no vayas a conocer los míos, que por unas simples palabras que escuchaste ahí dentro te niegues a conocerme de verdad.
—Ahora admitiste la realidad, lo que escuché adentro es lo que realmente sucede.
—No todo, pero qué más da. —dice encogiéndose de hombros.
—Vete, tú vida está allá dentro.
—Mi infierno quisiste decir. Pero gracias, trajiste algo distinto a mi vida.
—Tenemos algo en común… —tomo un respiro y continúo— vivimos ambos en un infierno.
—No sabes cuanto lo lamento, qué mal no poder ayudarte, pero fuiste tú quien lo decidió.
Se voltea pero no regresa al establecimiento, lo veo irse entre los árboles que hay más allá. Quizá es cierto lo que dijo, no me tomé la molestia de conocerlo en verdad, ni conocer el verdadero motivo por el cual me retrató. Me dejé vencer por el orgullo, haciéndole creer que era fuerte, que no me derrumbaría por alguien a quien siquiera conocía bien.
Conduzco hasta un pequeño lago, en cuanto llego tiro la motocicleta y corro a verme el rostro en el reflejo, la luna llena también se ve reflejada…
He dejado mi tesoro con un chico cuyo nombre desconozco, un tesoro que me ha consumido mañanas, tardes y noches…, incluso madrugadas. Pero si él es la fuente de inspiración ¿le pertenecen?. No, todo lo escrito es mi percepción, cada palabra nació de mi alma, porque quizá vi en él lo que no todos ven, así como él logró ver en mí lo que no todos perciben, pero ¿qué?
Tendré que conformarme con los recuerdos, con su mirada, sonrisa…, y cada palabra que me ha dejado completamente absorta.
-------------------------------------------------------------------------------------------
Espero que les agrade. Es el primer One Shot que escribo y publico en la web, así que estuve muy indecisa pero aquí está.
Autor: Marión B. (Nickname: Keely)
Adaptación: no.
Género: drama.
Advertencias: no.
Otras páginas: próximamente, Wattpad.
Mil y un retratos de ti
Desde lo lejos logro divisar el rótulo desidioso de mi destino, mi corazón se acelera lo que me hace conducir a un ritmo más veloz. Dejo mi motocicleta a un lado del camino rocoso que lleva a ese lugar apartado, y camino hasta la entrada. Me mantengo recostada a la puerta, y miro el cielo gris, posteriormente el lúgubre establecimiento. No hay ni una sola persona fuera de este lugar, ni dentro de él, es vetusto y remoto, no comprendo como se mantiene en pie. Entro, pero ninguno de los dos hombres se percata de mi llegada, y no pretendo llamar la atención del que se encuentra tras la barra, pues mi único objetivo es el protagonista de mis escritos. Y ahí está él, trabajando como de costumbre, limpiando una de las mesas del sombrío restaurante. Sonríe y corre hacia la barra, invitándome a tomar asiento, pero todo con gestos y miradas, pues hasta el momento no ha articulado una sola palabra.
—A mí no me mientan, ustedes dos se conocen desde antes. —dice el hombre mayor que trabaja en la barra. Su tono de voz es bizarro, lo he escuchado hablar cada vez que me toma la orden, pero ésta vez se ha dirigido exasperado.
Miro al chico, él baja la mirada y toma asiento a mi lado.
—No señor, está usted equivocado. —comento con seguridad.
—¿Lo mismo de siempre señorita?
Asiento, moviendo la cabeza lentamente.
Toma una copa y vierte un poco de vino tinto. Creerá que estoy loca, presentándome a un lugar tan retirado para beber algo que puedo adquirir en cualquier otro lugar. Pero es más que eso…
—¿Estoy equivocado entonces? No creo que guste conocer a un joven que vive consumido en los libros.
—¡Eso es mentira! —exclama el chico sonriendo.
Sus ojos café son profundos, su voz delicada pero a la vez, tenaz. Su sonrisa angelical.
—Pues qué mal, amo leer. —digo en un tono apenas audible.
Ambos se miran, como sorprendidos por la respuesta que les ofrecí.
—Y yo amo pintar. —aclara él.
Esbozo una sonrisa como respuesta, que él rápidamente me retorna.
El hombre mayor nos observa perplejo. Supongo que es el padre del joven, poseen cierto parecido, pero él está muy descuidado.
Tomo un sorbo de vino y escucho un relámpago, comienza a llover. Me sobresalto, y recuerdo como llegué a este lugar por primera vez.
Era una tarde de octubre, llovía a cántaros como cualquier día de ese mes, pero eso no me impedía huir del infierno en el que vivía. Mis padres discutían como de costumbre, así que salí despiadada y conduje sin rumbo en la motocicleta que me regaló mi primo a los dieciséis años. Entre más lejos, mejor. Pero el tiempo y la hora no estaban de mi lado, la incesante lluvia y la oscura tarde me hicieron desviarme hacia un lugar completamente desconocido para mí, quería desaparecer, que me tragara la tierra en ese mismo instante. Solo monte y viejas construcciones abandonadas. Pero al cabo de un rato unas luces llamaron mi atención, luces de neón que parpadeaban, hasta que dejaron de iluminar. Era el rótulo de un negocio, pero no logré ver que decía. Sin importar de qué se tratara aceleré y dejé la motocicleta al lado del camino apenas marcado, corrí como evitando mojarme, gran estupidez puesto que estaba empapada, llevaba una capa que apenas cubría mi torso pero no del todo. Un hombre mayor fumaba un cigarrillo en la puerta de ese lugar, le solicité que me ayudara y aceptó de mala gana. Me encomendó a un chico, y él accedió amablemente. El hombre mayor salió del lugar, y no se molestó en preguntarme qué había sucedido, tampoco el joven, pero no me encontraba ahí para recibir miradas de lástima, tan sólo para que me orientaran, me comentaran hacia donde debía dirigirme. Estuve ahí por casi una hora, analizando lo que había sucedido. El chico me miraba pero no pronunciaba ni una sola palabra, siquiera su nombre. Pero me mantuvo abrigada y me ofreció comida, la cual rechacé. En determinado momento salí corriendo y llorando, sin explicación alguna, conduje hasta volver a la carretera por la cual venía, y regresé a casa como si nada hubiese sucedido. Días después decidí regresar, y agradecer el gesto de amabilidad, pero ambos parecían no reconocerme, o bien, olvidaron lo que sucedió. Fue desde ese día que decidí refugiarme en la escritura también…
Una voz femenina me hace volver a la realidad, dos mujeres entran por la puerta principal, bañadas por la lluvia, ambas quejándose por el mal tiempo. Una de ellas es morena de ojos oscuros y cabello largo, de aproximadamente dieciocho años al igual que yo. La otra un poco mayor, morena también, pero de cabello corto y rojizo. Ambas visten muy provocativas.
El joven corre a atenderlas, la mujer mayor le tira sus pertenencias y camina hasta el hombre, plantándole un beso en los labios. Bajo la mirada, y unos minutos después las palabras de la mujer captan mi atención:
—¿Y ésta muchacha? No me digas que también viene a solicitar tus servicios,… Por cierto, ya podemos iniciar. Y traje a mi hija…, ya tú sabes lo que significa… —finalizó con voz seductora.
No podía pasar desapercibida, sabía muy bien lo que quería dar a entender. Ante esas palabras, dejo caer mi copa de vino, derramando el líquido que persistía y haciendo que el cristal se fragmentara en mil pedazos, captando la atención de los cuatro. Temblorosa, busco en mi cartera algún billete, al encontrarlo lo dejo en la barra y salgo sollozando, enfrentándome a la lluvia.
Al montar la motocicleta escucho un llamado y volteo.
—¡Espera! ¡Puedo explicártelo! —exclama el joven.
—¿A mí? —le pregunto descendiendo de la motocicleta y acercándome—. No te conozco, no sé tu nombre. No sabes nada de mí. ¿Qué pretendes explicarme?
Me mira pensativo por un instante. Nuestros cuerpos ya están empapados por la lluvia, la iluminación es escasa, sólo las luces parpadeantes del rótulo, que se reflejan en su rostro. Me canso de esperar su respuesta y camino de nuevo hasta la motocicleta.
—Deja de pensar, al fin y al cabo, no me volverás a ver. —le digo destrozada.
—Te volveré a ver, lo sé.
—No, no tienes como buscarme. Mañana apenas despiertes, ya habrás olvidado mi rostro, de tantas veces que bajaste la mirada cuando yo estaba presente.
—Te equivocas, tengo mil y un retratos de ti.
Siento una punzada en el corazón. Cualquiera pensaría que está loco, que es un maniático acosador. Pero si él lo es, también lo soy, puesto que tengo mil y un escritos sobre él.
—Pensarás que estoy loco, pero me bastó mirarte para saber que tienes lo que buscaba en otras mujeres.
La luz de un relámpago que cae cerca del lugar me encandila, y aprovecho esos segundos para formular una respuesta que le haga creer que no me importan sus palabras. Aunque será mejor tragar el orgullo, pero no me bastaría.
—No creo en el amor a primera vista.
—Yo tampoco.
Me muerdo el labio inferior, mi corazón se ha acelerado. Sus palabras son enigmáticas, ¿qué habrá encontrado en mí? Mi corazón se acelera aún más ¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿A dónde ir?
—¿Qué… encontraste en mí? —digo entrecortada.
Cada vez llueve menos, lo que hace que a pesar de la distancia nos escuchemos claramente.
—Encontré en tu mirada, en tu silencio, algo que me llena…, que me devolvió las ganas de hacer lo que siempre he amado.
—¿Y qué es lo que siempre has amado? —Cuestiono, aunque sé claramente lo que responderá.
—Te lo dije hoy, amo la pintura. Expresarme a través de ella, llevar al lienzo lo que siento, quiero, deseo.
—¿Me quieres, me deseas? —interrumpo.
—Pero no de forma lasciva… Me ilusioné, creyendo que algún día podría enseñarte cada retrato que he hecho. Eso nunca me pasó por la mente con otras chicas…, porque bueno, ya sabes, buscaban…, otras cosas. Aunque amenaces con irte, me quedan muchos recuerdos. Porque aunque cambies, aunque te vayas, para mí siempre estarás presente en cada pintura, de la misma forma que el día en que te pinté. Serás tú quien olvide mi rostro al despertar…
—¡Mientes! —le grito—. No sabes nada.
—¿Entonces? ¿Qué recuerdos te llevarás? ¿Cómo me recordarás?
Busco entre mis cosas la libreta que ha sido testigo de mis lágrimas, sonrisas y demás. Me aferro a ella por unos segundos, y luego la tiro al suelo, a sus pies. Él da unos pasos y la rejunta mirándome desconcertado.
—Te recordaré como el motivo de mis mil y un escritos. Como el protagonista de mis historias. Pero quédate con el recuerdo.
Él niega con la cabeza. Y se acerca aún más, ahora nos encontramos a escasos metros.
—Me quedaré con tus escritos, pero dime, ¿qué harás con los recuerdos de tu mente? ¿Me los entregarás también?
—Me temo que no es posible.
Cierro los ojos y levanto el rostro, dejando que pequeñas gotas caigan sobre él. Miro al frente y el chico se ha alejado, pero aún me está mirando.
—Supongo que con esto conoceré los motivos que tuviste para escribir sobre mí ¿no? Lamento que no vayas a conocer los míos, que por unas simples palabras que escuchaste ahí dentro te niegues a conocerme de verdad.
—Ahora admitiste la realidad, lo que escuché adentro es lo que realmente sucede.
—No todo, pero qué más da. —dice encogiéndose de hombros.
—Vete, tú vida está allá dentro.
—Mi infierno quisiste decir. Pero gracias, trajiste algo distinto a mi vida.
—Tenemos algo en común… —tomo un respiro y continúo— vivimos ambos en un infierno.
—No sabes cuanto lo lamento, qué mal no poder ayudarte, pero fuiste tú quien lo decidió.
Se voltea pero no regresa al establecimiento, lo veo irse entre los árboles que hay más allá. Quizá es cierto lo que dijo, no me tomé la molestia de conocerlo en verdad, ni conocer el verdadero motivo por el cual me retrató. Me dejé vencer por el orgullo, haciéndole creer que era fuerte, que no me derrumbaría por alguien a quien siquiera conocía bien.
Conduzco hasta un pequeño lago, en cuanto llego tiro la motocicleta y corro a verme el rostro en el reflejo, la luna llena también se ve reflejada…
He dejado mi tesoro con un chico cuyo nombre desconozco, un tesoro que me ha consumido mañanas, tardes y noches…, incluso madrugadas. Pero si él es la fuente de inspiración ¿le pertenecen?. No, todo lo escrito es mi percepción, cada palabra nació de mi alma, porque quizá vi en él lo que no todos ven, así como él logró ver en mí lo que no todos perciben, pero ¿qué?
Tendré que conformarme con los recuerdos, con su mirada, sonrisa…, y cada palabra que me ha dejado completamente absorta.
-------------------------------------------------------------------------------------------
Espero que les agrade. Es el primer One Shot que escribo y publico en la web, así que estuve muy indecisa pero aquí está.
Keely
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Ayer a las 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.