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50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu] - Página 2 Empty Re: 50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu]

Mensaje por ChiziCoverGirl Jue 17 Ene 2013, 6:49 am

por DrippyJoBrosBTR el Vie 11 Ene 2013, 5:23 pm

Holaaaaa
Me llamo sofia :)
Me encanta, seguila! Y no la dejes de subir
Como las otras 77 ah jajaja es que la que leia ya le faltaban
3 capitulos nada mas para terminar D:
Osea que ya se como es la cosa jaja kendall pishuelo(?

Hola! te puedo llamar Sofi?
awww quizas me atrase unos dias, ya q mi internet es un porqueria ¬¬ pero seguire la trilogia completa!
Lo juro por Kendall (? Jjaaja.

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50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu] - Página 2 Empty Re: 50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu]

Mensaje por ChiziCoverGirl Jue 17 Ene 2013, 6:57 am

por keity!!*O* el Vie 11 Ene 2013, 12:43 pm

O.o me a encantadoooooooooooooo!! esta muy buena xD a la rayis le encanta grey aksjaksjkajskasj xDDDDDDDDDDDDDDDDD siguelaaa


atte

keity

Hola Keity!!!! gracias por comentar, si creo que ambos se encantaron uno al otro (?

Bueno mañana les dejo una maraton de 5 capitulos, debido a la espera!

Bsos, Bye!
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50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu] - Página 2 Empty Re: 50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu]

Mensaje por Invitado Jue 17 Ene 2013, 6:59 am

Siii que bien xD oye amiga te pasarias po mi nueva nove

https://onlywn.activoforo.com/t30076-una-relacion-de-kilometros-puede-llegar-a-ser-de-centrimetros-abraham-mateo-y-keity-tu

Porfavor y ESPERO ANCIOSA LOS CAP XD TKM
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50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu] - Página 2 Empty Re: 50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu]

Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:36 pm

Maraton: (5) Capitulo 3 - parte I -
José= Carlos


Flor se pone loca de contenta.
—Pero ¿qué hacía en Clayton’s?
Su curiosidad rezuma por el teléfono. Estoy al fondo del almacén e intento que mi voz suene despreocupada.
—Pasaba por aquí.
—Me parece demasiada casualidad, ____. ¿No crees que ha ido a verte?
El corazón me da un brinco al planteármelo, pero la alegría dura poco. La triste y decepcionante realidad es que había venido por trabajo.
—Ha venido a visitar el departamento de agricultura de la universidad. Financia una investigación —murmuro.
—Sí, sí. Ha concedido al departamento una subvención de dos millones y medio de dólares.
Uau.
—¿Cómo lo sabes?
—____, soy periodista y he escrito un artículo sobre este tipo. Mi obligación es saberlo.
—Vale, Carla Bernstein, no te sulfures. Bueno, ¿quieres esas fotos?
—Pues claro. El problema es quién va a hacerlas y dónde.
—Podríamos preguntarle a él dónde. Ha dicho que se quedaría por la zona.
—¿Puedes contactar con él?
—Tengo su móvil.
Flor pega un grito.
—¿El soltero más rico, más escurridizo y más enigmático de todo el estado de Washington te ha dado su número de móvil?
—Bueno… sí.
—¡____! Le gustas. No tengo la menor duda —afirma categóricamente.
—Flor, solo pretende ser amable.
Pero incluso mientras lo digo sé que no es verdad. Kendall Grey no es amable. Es educado, quizá. Y una vocecita me susurra: Tal vez Flor tiene razón. Se me eriza el vello solo de pensar que quizá, solo quizá, podría gustarle. Después de todo, es cierto que me ha dicho que se alegraba de que Flor no le hubiera hecho la entrevista. Me abrazo a mí misma con silenciosa alegría y giro a derecha e izquierda considerando la posibilidad de que por un instante pueda gustarle. Flor me devuelve al presente.
—No sé cómo podremos hacer la sesión. Levi, nuestro fotógrafo habitual, no puede. Ha ido a Idaho Falls a pasar el fin de semana con su familia. Se mosqueará cuando sepa que ha perdido la ocasión de fotografiar a uno de los empresarios más importantes del país.
—Mmm… ¿Y Carlos?
—¡Buena idea! Pídeselo tú. Haría cualquier cosa por ti. Luego llamas a Grey y le preguntas dónde quiere que vayamos.
Flor es insufriblemente desdeñosa con Carlos.
—Creo que deberías llamarlo tú.
—¿A quién? ¿A Carlos? —me pregunta en tono de burla.
—No, a Grey.
—____, eres tú la que tiene trato con él.
—¿Trato? —exclamo subiendo el tono varias octavas—. Apenas conozco a ese tipo.
—Al menos has hablado con él —dice implacable—. Y parece que quiere conocerte mejor. ____, llámalo y punto.
Y me cuelga. A veces es muy autoritaria. Frunzo el ceño y le saco la lengua al teléfono.
Estoy dejándole un mensaje a Carlos cuando Paul entra en el almacén a buscar papel de lija.
—____, tenemos trabajo ahí fuera —me dice sin acritud.
—Sí, perdona —murmuro, y me doy la vuelta para salir.
—¿De qué conoces a Kendall Grey?
Paul intenta mostrarse indiferente, pero no lo consigue.
—Tuve que entrevistarlo para la revista de la facultad. Flor no se encontraba bien.
Me encojo de hombros intentando no darle importancia, pero no lo hago mucho mejor que él.
—Kendall Grey en Clayton’s. Imagínate —resopla Paul sorprendido. Mueve la cabeza, como si quisiera aclararse las ideas—. Bueno, ¿te apetece que salgamos a tomar algo esta noche?
Cada vez que vuelve a casa me propone salir, y siempre le digo que no. Es un ritual. Nunca me ha parecido buena idea salir con el hermano del jefe, y además Paul es mono como podría serlo el vecino de al lado, pero, por más imaginación que le eches no puede ser un héroe literario. ¿Lo es Grey?, me pregunta mi subconsciente alzando su imaginaria ceja. La hago callar.
—¿No tenéis cena familiar por el cumpleaños de tu hermano?
—Mañana.
—Quizá otro día, Paul. Esta noche tengo que estudiar. Tengo exámenes finales la semana que viene.
—____, un día de estos me dirás que sí —me dice sonriendo.
Y vuelvo a la tienda.

—Pero yo hago paisajes, ____, no retratos —refunfuña Carlos.
—Carlos, por favor —le suplico.
Con el móvil en la mano, recorro el salón de casa contemplando la luz del atardecer al otro lado de la ventana.
—Dame el teléfono.
Flor me lo quita retirándose bruscamente el pelo rubio rojizo del hombro.
—Escúchame, Carlos Rodríguez, si quieres que nuestra revista cubra la inauguración de tu exposición, nos harás la sesión mañana, ¿entendido?
Flor puede ser increíblemente dura.
—Bien. ____ volverá a llamarte para decirte dónde y a qué hora. Nos vemos mañana.
Y cuelga el móvil.
—Solucionado. Ahora lo único que nos queda es decidir dónde y cuándo. Llámalo.
Me tiende el teléfono. Siento un nudo en el estómago.
—¡Llama a Grey ahora mismo!
La miro ceñuda y saco la tarjeta de Grey del bolsillo trasero de mis pantalones. Respiro larga y profundamente, y marco el número con dedos temblorosos.
Contesta al segundo tono con voz tranquila y fría.
—Grey.
—¿Se… Señor Grey? Soy ______ Steele.
No reconozco mi propia voz. Estoy muy nerviosa. Grey se queda un segundo en silencio. Estoy temblando.
—Señorita Steele. Un placer tener noticias suyas.
Le ha cambiado la voz. Creo que se ha sorprendido, y suena muy… cálido. Incluso seductor. Se me corta la respiración y me ruborizo. De pronto me doy cuenta de que Florencia Kavanagh está observándome boquiabierta, así que salgo disparada hacia la cocina para evitar su inoportuna mirada escrutadora.
—Bueno… Nos gustaría hacer la sesión fotográfica para el artículo.
Respira, ____, respira. Mis pulmones absorben una rápida bocanada de aire.
—Mañana, si no tiene problema. ¿Dónde le iría bien?
Casi puedo oír su sonrisa de esfinge al otro lado del teléfono.
—Me alojo en el hotel Heathman de Portland. ¿Le parece bien a las nueve y media de la mañana?
—Muy bien, nos vemos allí.
Estoy pletórica y sin aliento. Parezco una cría, no una mujer adulta que puede votar y beber alcohol en el estado de Washington.
—Lo estoy deseando, señorita Steele.
Veo el destello malévolo en sus ojos grises. ¿Cómo consigue que tan solo cinco palabras encierren una promesa tan tentadora? Cuelgo. Flor está en la cocina, observándome con una mirada de total y absoluta consternación.
—______ Rose Steele. ¡Te gusta! Nunca te había visto ni te había oído tan… tan… alterada por nadie. Te has puesto roja.
—Flor, ya sabes que me pongo roja por nada. Lo hago por deporte. No seas ridícula —le contesto enfadada.
Flor parpadea sorprendida. Es muy raro que yo me enrabie, y si lo hago, se me pasa enseguida.
—Me intimida… Eso es todo.
—En el Heathman, nada menos —murmura Flor—. Voy a llamar al gerente para negociar con él un lugar para la sesión.
—Yo voy a hacer la cena. Luego tengo que estudiar.
Abro un armario para empezar a preparar la cena, sin poder disimular que estoy mosqueada con ella.
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50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu] - Página 2 Empty Re: 50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu]

Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:38 pm

Maraton: (5) - Capitulo 3 - Parte II

Esa noche estoy intranquila, no paro de moverme y de dar vueltas en la cama. Sueño con ojos grises, monos de trabajo, piernas largas, dedos largos y lugares muy oscuros e inexplorados. Me despierto dos veces con el corazón latiéndome a toda velocidad. Si no pego ojo, mañana voy a tener una pinta estupenda, me regaño a mí misma. Doy un golpe sobre la almohada e intento calmarme.

El Heathman está en el centro de Portland. Terminaron el impresionante edificio de piedra marrón justo a tiempo para el crack de finales de los años veinte. Carlos, Travis y yo vamos en mi Escarabajo, y Flor en su CLK, porque en mi coche no cabemos todos. Travis es amigo y ayudante de Carlos, y ha venido a echarle una mano con la iluminación. Flor ha conseguido que nos dejen utilizar una habitación del Heathman a cambio de mencionar el hotel en el artículo. Cuando explica en la recepción que hemos venido a fotografiar al empresario Kendall Grey, nos suben de inmediato a una suite. Pero a una normal, porque al parecer el señor Grey está alojado en la suite más grande del edificio. Un responsable de marketing demasiado entusiasta nos muestra la suite. Es jovencísimo y por alguna razón está muy nervioso. Sospecho que la belleza de Flor y su aire autoritario lo desarman, porque hace con él lo que quiere. Las habitaciones son elegantes, sobrias y con muebles de calidad.
Son las nueve. Tenemos media hora para prepararlo todo. Flor va de un lado a otro.
—Carlos, creo que lo colocaremos delante de esta pared. ¿Estás de acuerdo? —No espera a que le responda—. Travis, retira las sillas. ____, ¿puedes pedir que nos traigan unos refrescos? Y dile a Grey que estamos aquí.
Sí, ama. Es tan dominanta… Pongo los ojos en blanco, pero hago lo que me pide.
Media hora después Kendall Grey entra en nuestra suite.
¡Madre mía! Lleva una camisa blanca con el cuello abierto y unos pantalones grises de franela que le caen de forma muy seductora sobre las caderas. Todavía lleva el pelo mojado. Al mirarlo se me seca la boca… Está alucinantemente bueno. Entra en la suite acompañado de un hombre de treinta y pico años, con el pelo rapado, un elegante traje negro y corbata, que se queda en silencio en una esquina. Sus ojos castaños nos miran impasibles.
—Señorita Steele, volvemos a vernos.
Grey me tiende la mano, que estrecho mientras parpadeo rápidamente. ¡Dios mío!… Está realmente… Cuando le toco la mano, siento esa agradable corriente que me recorre el cuerpo entero, me enciende y hace que me ruborice. Estoy convencida de que todo el mundo puede oír mi respiración irregular.
—Señor Grey, le presento a Florencia Kavanagh —susurro señalando a Flor, que se acerca y lo mira directamente a los ojos.
—La tenaz señorita Kav____gh. ¿Qué tal está? —Sonríe ligeramente y parece realmente divertido—. Espero que se encuentre mejor. ______ me dijo que la sem____ pasada estuvo enferma.
—Estoy bien, gracias, señor Grey.
Le estrecha la mano con fuerza sin pestañear. Me recuerdo a mí misma que Flor ha ido a las mejores escuelas privadas de Washington. Su familia tiene dinero, así que ha crecido segura de sí misma y de su lugar en el mundo. No se anda con tonterías. A mí me impresiona.
—Gracias por haber encontrado un momento para la sesión —le dice con una sonrisa educada y profesional.
—Es un placer —le contesta Grey lanzándome una mirada.
Vuelvo a ruborizarme. Maldita sea.
—Este es Carlos Rodríguez, nuestro fotógrafo —le digo.
Y sonrío a Carlos, que me devuelve una sonrisa cariñosa y luego mira a Grey con frialdad.
—Señor Grey —lo saluda con un movimiento de cabeza.
—Señor Rodríguez.
La expresión de Grey también cambia mientras observa a Carlos.
—¿Dónde quiere que me coloque? —le pregunta Grey en tono ligeramente amenazador.
Pero Florencia no está dispuesta a dejar que Carlos lleve la voz cantante.
—Señor Grey, ¿puede sentarse aquí, por favor? Tenga cuidado con los cables. Y luego haremos también unas cuantas de pie.
Le indica una silla colocada contra una pared.
Travis enciende las luces, que por un momento ciegan a Grey, y susurra una disculpa. Luego él y yo nos quedamos atrás y observamos a Carlos mientras toma las fotografías. Hace varias con la cámara en la mano, pidiéndole a Grey que se gire a un lado, al otro, que mueva un brazo y que vuelva a bajarlo. Luego coloca la cámara en el trípode y sigue haciendo fotos de Grey sentado, posando pacientemente y con naturalidad, durante unos veinte minutos. Mi deseo se ha hecho realidad: admiro a Grey desde una distancia no tan larga. En dos ocasiones nuestros ojos se encuentran y tengo que apartar la mirada de la suya, tan inextricable.
—Ya tenemos bastantes sentado —interrumpe Florencia—. ¿Puede ponerse de pie, señor Grey?
Se levanta y Travis corre a retirar la silla. El obturador de la Nikon de Carlos empieza a chasquear de nuevo.
—Creo que ya tenemos suficientes —anuncia Carlos cinco minutos después.
—Muy bien —dice Flor—. Gracias de nuevo, señor Grey.
Le estrecha la mano, y también Carlos.
—Me encantará leer su artículo, señorita Kavanagh —murmura Grey, y se vuelve hacia mí, que estoy junto a la puerta—. ¿Viene conmigo, señorita Steele? —me pregunta.
—Claro —le contesto totalmente desconcertada.
Miro nerviosa a Flor, que se encoge de hombros. Veo que Carlos, que está detrás de ella, pone mala cara.
—Que tengan un buen día —dice Grey abriendo la puerta y apartándose a un lado para que yo salga primero.
Pero… ¿De qué va todo esto? ¿Qué quiere? Me detengo en el pasillo y me muevo nerviosa mientras Grey sale de la habitación seguido por el tipo rapado y trajeado.
—Enseguida le aviso, Taylor —murmura al rapado.
Taylor se aleja por el pasillo y Grey dirige su ardiente mirada gris hacia mí. Mierda… ¿He hecho algo mal?
—Me preguntaba si le apetecería tomar un café conmigo.
El corazón se me sube de golpe a la boca. ¿Una cita? Kendall Grey está pidiéndome una cita. Está preguntándote si quieres un café. Quizá piensa que todavía no te has despertado, me suelta mi subconsciente en tono burlón. Carraspeo e intento controlar los nervios.
—Tengo que llevar a todos a casa —murmuro en tono de disculpa retorciendo las manos y los dedos.
—¡Taylor! —grita.
Pego un bote. Taylor, que se había quedado esperando al fondo del pasillo, se vuelve y regresa con nosotros.
—¿Van a la universidad? —me pregunta Grey en voz baja.
Asiento, porque estoy demasiado aturdida para contestar.
—Taylor puede llevarlos. Es mi chófer. Tenemos un 4 x 4 grande, así que puede llevar también el equipo.
—¿Señor Grey? —pregunta Taylor cuando llega hasta nosotros con rostro inexpresivo.
—¿Puede llevar a su casa al fotógrafo, su ayudante y la señorita Kav____gh, por favor?
—Por supuesto, señor —le contesta Taylor.
—Arreglado. ¿Puede ahora venir conmigo a tomar un café?
Grey sonríe dándolo por hecho.
Frunzo el ceño.
—Verá… señor Grey… esto… la verdad… Mire, no es necesario que Taylor los lleve. —Lanzo una rápida mirada a Taylor, que sigue estoicamente impasivo—. Puedo intercambiar el coche con Flor, si me espera un momento.
Grey me dedica una sonrisa de oreja a oreja deslumbrante y natural. Madre mía… Abre la puerta de la suite y la sostiene para que pase. Entro deprisa y encuentro a Florencia en plena discusión con Carlos.
—____, creo que no hay duda de que le gustas —me dice sin el menor preámbulo.
Carlos me mira ceñudo.
—Pero no me fío de él —añade Flor.
Levanto la mano con la esperanza de que se calle, y milagrosamente lo hace.
—Flor, ¿puedes llevarte a Wanda y dejarme tu coche?
—¿Por qué?
—Kendall Grey me ha pedido que vaya a tomar un café con él.
Se queda boquiabierta, sin saber qué decir. Disfruto del momento. Me coge del brazo y me arrastra hasta el dormitorio, al fondo de la sala de estar de la suite.
—____, es un tipo raro —me advierte—. Es muy guapo, de acuerdo, pero creo que es peligroso. Especialmente para alguien como tú.
—¿Qué quieres decir con eso de alguien como yo? —le pregunto ofendida.
—Una inocente como tú, ____. Ya sabes lo que quiero decir —me contesta un poco enfadada.
Me ruborizo.
—Flor, solo es un café. Empiezo los exámenes esta sem____ y tengo que estudiar, así que no me alargaré mucho.
Arruga los labios, como si estuviera considerando mi petición. Al final se saca las llaves del bolsillo y me las da. Le doy las mías.
—Nos vemos luego. No tardes, o pediré que vayan a rescatarte.
—Gracias.
La abrazo.
Salgo de la suite y encuentro a Kendall Grey esperándome apoyado en la pared. Parece un modelo posando para una sofisticada revista de moda.
—Ya está. Vamos a tomar un café —murmuro enrojeciendo de nuevo.
Sonríe.
—Usted primero, señorita Steele.
Se incorpora y hace un gesto para que pase delante. Avanzo por el pasillo con las piernas temblando, el estómago lleno de mariposas y el corazón latiéndome violentamente. Voy a tomar un café con Kendall Grey… y odio el café.
Caminamos juntos por el amplio pasillo hacia el ascensor. ¿Qué puedo decirle? De pronto el temor me paraliza la mente. ¿De qué vamos a hablar? ¿Qué tengo yo en común con él? Su voz cálida me sobresalta y me aparta de mis pensamientos.
—¿Cuánto hace que conoce a Florencia Kav____gh?
Bueno, una pregunta fácil para empezar.
—Desde el primer año de facultad. Somos buenas amigas.
—Ya —me contesta evasivo.
¿Qué está pensando?
Pulsa el botón para llamar al ascensor y casi de inmediato suena el pitido. Las puertas se abren y muestran a una joven pareja abrazándose apasionadamente. Se separan de golpe, sorprendidos e incómodos, y miran con aire de culpabilidad en cualquier dirección menos la nuestra. Grey y yo entramos en el ascensor.
Intento que no cambie mi expresión, así que miro al suelo al sentir que las mejillas me arden. Cuando levanto la mirada hacia Grey, parece que ha esbozado una sonrisa, pero es muy difícil asegurarlo. La joven pareja no dice nada. Descendemos a la planta baja en un incómodo silencio. Ni siquiera suena uno de esos terribles hilo musicales para distraernos.
Las puertas se abren y, para mi gran sorpresa, Grey me coge de la mano y me la sujeta con sus dedos largos y fríos. Siento la corriente recorriendo mi cuerpo, y mis ya rápidos latidos se aceleran. Mientras tira de mí para salir del ascensor, oímos a nuestras espaldas la risita tonta de la pareja. Grey sonríe.
—¿Qué pasa con los ascensores? —masculla.
Cruzamos el amplio y animado vestíbulo del hotel en dirección a la entrada, pero Grey evita la puerta giratoria. Me pregunto si es porque tendría que soltarme la mano.
Es un bonito domingo de mayo. Brilla el sol y apenas hay tráfico. Grey gira a la izquierda y avanza hacia la esquina, donde nos detenemos a esperar que cambie el semáforo. Estoy en la calle y Kendall Grey me lleva de la mano. Nunca he paseado de la mano de nadie. La cabeza me da vueltas, y un cosquilleo me recorre todo el cuerpo. Intento reprimir la ridícula sonrisa que amenaza con dividir mi cara en dos. Intenta calmarte, ____, me implora mi subconsciente. El hombrecillo verde del semáforo se ilumina y seguimos nuestro camino.
Andamos cuatro manz____s hasta llegar al Portland Coffee House, donde Grey me suelta para sujetarme la puerta.
—¿Por qué no elige una mesa mientras voy a pedir? ¿Qué quiere tomar? —me pregunta, tan educado como siempre.
—Tomaré… eh… un té negro.
Alza las cejas.
—¿No quiere un café?
—No me gusta demasiado el café.
Sonríe.
—Muy bien, un té negro. ¿Dulce?
Me quedo un segundo perpleja, pensando que se refiere a mí, pero por suerte aparece mi subconsciente frunciendo los labios. No, tonta… Que si lo quieres con azúcar.
—No, gracias.
ChiziCoverGirl
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50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu] - Página 2 Empty Re: 50 Sombras de Grey - [Kendall Schmidt & Tu]

Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:40 pm

Maraton: (5) - Capitulo 3 - Parte III

Me miro los dedos nudosos.
—¿Quiere comer algo?
—No, gracias.
Niego con la cabeza y Grey se dirige a la barra.
Levanto un poco la vista y lo miro furtivamente mientras espera en la cola a que le sirvan. Podría pasarme el día mirándolo… Es alto, ancho de hombros y delgado… Y cómo le caen los pantalones… Madre mía. Un par de veces se pasa los largos y bonitos dedos por el pelo, que ya está seco, aunque sigue alborotado. Ay, cómo me gustaría hacerlo a mí. La idea se me pasa de pronto por la cabeza y me arde la cara. Me muerdo el labio y vuelvo a mirarme las manos. No me gusta el rumbo que están tomando mis caprichosos pensamientos.
—Un dólar por sus pensamientos.
Grey ha vuelto y me mira fijamente.
Me pongo colorada. Solo estaba pensando en pasarte los dedos por el pelo y preguntándome si sería suave. Niego con la cabeza. Grey lleva una bandeja en las manos, que deja en la pequeña mesa redonda chapada en abedul. Me tiende una taza, un platillo, una tetera pequeña y otro plato con una bolsita de té con la etiqueta TWININGS ENGLISH BREAKFAST, mi favorito. Él se ha pedido un café con un bonito dibujo de una hoja impreso en la espuma de leche. ¿Cómo lo hacen?, me pregunto distraída. También se ha pedido una magdalena de arándanos. Coloca la bandeja a un lado, se sienta frente a mí y cruza sus largas piernas. Parece cómodo, muy a gusto con su cuerpo. Lo envidio. Y aquí estoy yo, desgarbada y torpe, casi incapaz de ir de A a B sin caerme de morros.
—¿Qué está pensando? —insiste.
—Que este es mi té favorito.
Hablo en voz baja y entrecortada. Sencillamente, no me puedo creer que esté con Kendall Grey en una cafetería de Portland. Frunce el ceño. Sabe que estoy escondiéndole algo. Introduzco la bolsita de té en la tetera y casi inmediatamente la retiro con la cucharilla. Grey ladea la cabeza y me mira con curiosidad mientras dejo la bolsita de té en el plato.
—Me gusta el té negro muy flojo —murmuro a modo de explicación.
—Ya veo. ¿Es su novio?
Pero ¿qué dice?
—¿Quién?
—El fotógrafo. Carlos Rodríguez.
Me río nerviosa, aunque con curiosidad. ¿Por qué le ha dado esa impresión?
—No. Carlos es un buen amigo mío. Eso es todo. ¿Por qué ha pensado que era mi novio?
—Por cómo se sonríen.
Me sostiene la mirada. Es desconcertante. Quiero mirar a otra parte, pero estoy atrapada, embelesada.
—Es como de la familia —susurro.
Grey asiente, al parecer satisfecho con mi respuesta, y dirige la mirada a su magdalena de arándanos. Sus largos dedos retiran el papel con destreza, y yo lo contemplo fascinada.
—¿Quiere un poco? —me pregunta.
Y recupera esa sonrisa divertida que esconde un secreto.
—No, gracias.
Frunzo el ceño y vuelvo a contemplarme las manos.
—Y el chico al que me presentó ayer, en la tienda… ¿No es su novio?
—No. Paul es solo un amigo. Se lo dije ayer.
¿Qué tonterías son estas?
—¿Por qué me lo pregunta? —le digo.
—Parece nerviosa cuando está con hombres.
Maldita sea, es algo personal. Solo me pongo nerviosa cuando estoy con usted, Grey.
—Usted me resulta intimidante.
Me pongo colorada, pero mentalmente me doy palmaditas en la espalda por mi sinceridad y vuelvo a contemplarme las manos. Lo oigo respirar profundamente.
—De modo que le resulto intimidante —me contesta asintiendo—. Es usted muy sincera. No baje la cabeza, por favor. Me gusta verle la cara.
Lo miro y me dedica una sonrisa alentadora, aunque irónica.
—Eso me da alguna pista de lo que puede estar pensando —me dice—. Es usted un misterio, señorita Steele.
¿Un misterio? ¿Yo?
—No tengo nada de misteriosa.
—Creo que es usted muy contenida —murmura.
¿De verdad? Uau… ¿cómo lo consigo? Es increíble. ¿Yo, contenida? Imposible.
—Menos cuando se ruboriza, claro, cosa que hace a menudo. Me gustaría saber por qué se ha ruborizado.
Se mete un trozo de magdalena en la boca y empieza a masticarlo despacio, sin apartar los ojos de mí. Y, como no podía ser de otra manera, me ruborizo. ¡Mierda!
—¿Siempre hace comentarios tan personales?
—No me había dado cuenta de que fuera personal. ¿La he ofendido? —me pregunta en tono sorprendido.
—No —le contesto sinceramente.
—Bien.
—Pero es usted un poco arrogante.
Alza una ceja y, si no me equivoco, también él se ruboriza ligeramente.
—Suelo hacer las cosas a mi manera, ______ —murmura—. En todo.
—No lo dudo. ¿Por qué no me ha pedido que lo tutee?
Me sorprende mi osadía. ¿Por qué la conversación se pone tan seria? Las cosas no están yendo como pensaba. No puedo creerme que esté mostrándome tan hostil hacia él. Como si él intentara advertirme de algo.
—Solo me tutea mi familia y unos pocos amigos íntimos. Lo prefiero así.
Todavía no me ha dicho: «Llámame Kendall». Es sin duda un obseso del control, no hay otra explicación, y parte de mí está pensando que quizá habría sido mejor que lo entrevistara Flor. Dos obsesos del control juntos. Además, ella es casi rubia —bueno, rubia rojiza—, como todas las mujeres de su empresa. Y es guapa, me recuerda mi subconsciente. No me gusta imaginar a Kendall y a Flor juntos. Doy un sorbo a mi té, y Grey se pone otro trozo de magdalena en la boca.
—¿Es usted hija única? —me pregunta.
Vaya… Ahora cambia de conversación.
—Sí.
—Hábleme de sus padres.
¿Por qué quiere saber cosas de mis padres? Es muy aburrido.
—Mi madre vive en Georgia con su nuevo marido, Bob. Mi padrastro vive en Montesano.
—¿Y su padre?
—Mi padre murió cuando yo era una niña.
—Lo siento —musita.
Por un segundo la expresión de su cara se altera.
—No me acuerdo de él.
—¿Y su madre volvió a casarse?
Resoplo.
—Ni que lo jure.
Frunce el ceño.
—No cuenta demasiado de su vida, ¿verdad? —me dice en tono seco frotándose la barbilla, como pensativo.
—Usted tampoco.
—Usted ya me ha entrevistado, y recuerdo algunas preguntas bastante personales —me dice sonriendo.
¡Vaya! Está recordándome la pregunta de si era gay. Vuelvo a morirme de vergüenza. Sé que en los próximos años voy a necesitar terapia intensiva para no sentirme tan mal cada vez que recuerde ese momento. Suelto lo primero que se me ocurre sobre mi madre, cualquier cosa para apartar ese recuerdo.
—Mi madre es genial. Es una romántica empedernida. Ya se ha casado cuatro veces.
Kendall alza las cejas sorprendido.
—La echo de menos —sigo diciéndole—. Ahora está con Bob. Espero que la controle un poco y recoja los trozos cuando sus descabellados planes no vayan como ella esperaba.
Sonrío con cariño. Hace mucho que no veo a mi madre. Kendall me observa atentamente, dando sorbos a su café de vez en cuando. La verdad es que no debería mirarle la boca. Me perturba.
—¿Se lleva bien con su padrastro?
—Claro. Crecí con él. Para mí es mi padre.
—¿Y cómo es?
—¿Ray? Es… taciturno.
—¿Eso es todo? —me pregunta Grey sorprendido.
Me encojo de hombros. ¿Qué espera este hombre? ¿La historia de mi vida?
—Taciturno como su hijastra —me suelta Grey.
Me contengo para no soltar un bufido.
—Le gusta el fútbol, sobre todo el europeo, y los bolos, y pescar, y hacer muebles. Es carpintero. Estuvo en el ejército.
Suspiro.
—¿Vivió con él?
—Sí. Mi madre conoció a su marido número tres cuando yo tenía quince años. Yo me quedé con Ray.
Frunce el ceño, como si no lo entendiera.
—¿No quería vivir con su madre? —me pregunta.
Francamente, a él qué le importa.
—El marido número tres vivía en Texas. Yo tenía mi vida en Montesano. Y… bueno, mi madre acababa de casarse.
Me callo. Mi madre nunca habla de su marido número tres. ¿Qué pretende Grey? No es asunto suyo. Yo también puedo jugar a su juego.
—Cuénteme cosas sobre sus padres —le pido.
Se encoge de hombros.
—Mi padre es abogado, y mi madre, pediatra. Viven en Seattle.
Vaya… Ha crecido en una familia acomodada. Pienso en una exitosa pareja que adopta a tres niños, y uno de ellos llega a ser un hombre guapo que se mete en el mundo de los negocios y lo conquista sin ayuda de nadie. ¿Qué lo llevó por ese camino? Sus padres deben de estar orgullosos.
—¿A qué se dedican sus hermanos?
—James es constructor, y mi herm____ pequeña está en París estudiando cocina con un famoso chef francés.
Sus ojos se nublan enojados. No quiere hablar de su familia ni de él.
—Me han dicho que París es preciosa —murmuro.
¿Por qué no quiere hablar de su familia? ¿Porque es adoptado?
—Es bonita. ¿Ha estado? —me pregunta olvidando su enojo.
—Nunca he salido de Estados Unidos.
Volvemos a las trivialidades. ¿Qué esconde?
—¿Le gustaría ir?
—¿A París? —exclamo.
Me he quedado desconcertada. ¿A quién no le gustaría ir a París?
—Por supuesto —le contesto—. Pero a donde de verdad me gustaría ir es a Inglaterra.
Ladea un poco la cabeza y se pasa el índice por el labio inferior… ¡Madre mía!
—¿Por?
Parpadeo. Concéntrate, Steele.
—Porque allí nacieron Shakespeare, Austen, las herm____s Brontë, Thomas Hardy… Me gustaría ver los lugares que les inspiraron para escribir libros tan maravillosos.
Al mencionar a estos grandes literatos recuerdo que debería estar estudiando. Miro el reloj.
—Voy a marcharme. Tengo que estudiar.
—¿Para los exámenes?
—Sí. Empiezan el martes.
—¿Dónde está el coche de la señorita Kav____gh?
—En el parking del hotel.
—La acompaño.
—Gracias por el té, señor Grey.
Esboza su extraña sonrisa de guardar un gran secreto.
—No hay de qué, ______. Ha sido un placer. Vamos —me dice tendiéndome una mano.
La cojo, perpleja, y salgo con él de la cafetería.
Caminamos hasta el hotel, y me gustaría decir que en amigable silencio. Al menos, él parece tan tranquilo como siempre. En cuanto a mí, me desespero intentando ____lizar cómo ha ido nuestro café matutino. Me siento como si me hubieran entrevistado para un trabajo, pero no estoy segura de por qué.
—¿Siempre lleva vaqueros? —me pregunta sin venir a cuento.
—Casi siempre.
Asiente. Hemos llegado al cruce, al otro lado de la calle del hotel. Todo me da vueltas. Qué pregunta tan rara… Y soy consciente de que nos queda muy poco tiempo juntos. Esto es todo. Esto ha sido todo, y lo he fastidiado, lo sé. Quizá sale con alguien.
—¿Tiene novia? —le suelto.
¡Maldita sea! ¿Lo he dicho en voz alta?
Sus labios se arrugan formando una media sonrisa y me mira fijamente.
—No, ______. Yo no tengo novias —me contesta en voz baja.
¿Qué quiere decir? No es gay. Ay, quizá sí lo es. Seguramente me mintió en la entrevista. Por un momento creo que va a darme alguna explicación, alguna pista sobre su enigmática frase, pero no lo hace. Tengo que marcharme. Tengo que poner mis ideas en orden. Tengo que alejarme de él. Doy un paso adelante, tropiezo y salgo precipitada hacia la carretera.
—¡Mierda, ____! —grita Grey.
Tira de mi mano con tanta fuerza que acabo cayendo encima de él justo cuando pasa a toda velocidad un ciclista contra dirección, y no me atropella de milagro.
Todo sucede muy deprisa. De pronto estoy cayéndome, y en cuestión de segundos estoy entre sus brazos y me aprieta fuerte contra su pecho. Respiro su aroma limpio y saludable. Huele a ropa recién lavada y a gel caro. Es embriagador. Inhalo profundamente.
—¿Está bien? —me susurra.
Con un brazo me mantiene sujeta, pegada a él, y con los dedos de la otra mano me recorre suavemente la cara para asegurarse de que no me he hecho daño. Su pulgar me roza el labio inferior y contiene la respiración. Me mira fijamente a los ojos, y por un momento, o quizá durante una eternidad, le sostengo la mirada inquieta y ardiente, pero al final centro la atención en su bonita boca. Y por primera vez en veintiún años quiero que me besen. Quiero sentir su boca en la mía.
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Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:43 pm

Maraton: (5) - Capitulo 4 - Parte I.

Bésame, maldita sea!, le suplico, pero no puedo moverme. Un extraño y desconocido deseo me paraliza. Estoy totalmente cautivada. Observo fascinada la boca de Kendall Grey, y él me observa a mí con una mirada velada, con ojos cada vez más impenetrables. Respira más deprisa de lo normal, y yo he dejado de respirar. Estoy entre tus brazos. Bésame, por favor. Cierra los ojos, respira muy hondo y mueve ligeramente la cabeza, como si respondiera a mi silenciosa petición. Cuando vuelve a abrirlos, ha recuperado la determinación, ha tomado una férrea decisión.
—______, deberías mantenerte alejada de mí. No soy un hombre para ti —suspira.
¿Qué? ¿A qué viene esto? Se supone que soy yo la que debería decidirlo. Frunzo el ceño y muevo la cabeza en señal de negación.
—Respira, ______, respira. Voy a ayudarte a ponerte en pie y a dejarte marchar —me dice en voz baja.
Y me aparta suavemente.
Me ha subido la adrenalina por todo el cuerpo, por el ciclista que casi me atropella o por la embriagadora proximidad de Kendall, y me siento paralizada y débil. ¡NO!, grita mi mente mientras se aparta dejándome desamparada. Apoya las manos en mis hombros, a cierta distancia, y observa atentamente mi reacción. Y lo único que puedo pensar es que quería que me besara, que era obvio, pero no lo ha hecho. No me desea. La verdad es que no me desea. He fastidiado soberanamente la cita.
—Quiero decirte una cosa —le digo tras recuperar la voz—: Gracias —musito hundida en la humillación.
¿Cómo he podido malinterpretar hasta tal punto la situación entre nosotros? Tengo que apartarme de él.
—¿Por qué?
Frunce el ceño. No ha retirado las manos de mis hombros.
—Por salvarme —susurro.
—Ese idiota iba contra dirección. Me alegro de haber estado aquí. Me dan escalofríos solo de pensar lo que podría haberte pasado. ¿Quieres venir a sentarte un momento en el hotel?
Me suelta y baja las manos. Estoy frente a él y me siento como una tonta.
Intento aclararme las ideas. Solo quiero marcharme. Todas mis vagas e incoherentes esperanzas se han frustrado. No me desea. ¿En qué estaba pensando?, me riño a mí misma. ¿Qué iba a interesarle de ti a Kendall Grey?, se burla mi subconsciente. Me rodeo con los brazos, me giro hacia la carretera y veo aliviada que en el semáforo ha aparecido el hombrecillo verde. Cruzo rápidamente, consciente de que Grey me sigue. Frente al hotel, vuelvo un instante la cara hacia él, pero no puedo mirarlo a los ojos.
—Gracias por el té y por la sesión de fotos —murmuro.
—______… Yo…
Se calla. Su tono angustiado me llama la atención, de modo que lo miro involuntariamente. Se pasa la mano por el pelo con mirada desolada. Parece destrozado, frustrado y con expresión alterada. Su prudente control ha desaparecido.
—¿Qué, Kendall? —le pregunto bruscamente al ver que no dice nada.
Quiero marcharme. Necesito llevarme mi frágil orgullo herido y mimarlo para que se cure.
—Buena suerte en los exámenes —murmura.
¿Cómo? ¿Por eso parece tan desolado? ¿Es esta su fantástica despedida? ¿Desearme suerte en los exámenes?
—Gracias —le contesto sin disimular el sarcasmo—. Adiós, señor Grey.
Doy media vuelta, me sorprende un poco no tropezar y, sin volver a dirigirle la mirada, desaparezco por la acera en dirección al parking subterráneo.
Ya en el oscuro y frío cemento del parking, bajo su débil luz de fluorescente, me apoyo en la pared y me cubro la cara con las manos. ¿En qué estaba pensando? No puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas. ¿Por qué lloro? Me dejo caer al suelo, enfadada conmigo misma por esta absurda reacción. Levanto las rodillas y las rodeo con los brazos. Quiero hacerme lo más pequeña posible. Quizá este disparatado dolor sea menor cuanto más pequeña me haga. Apoyo la cabeza en las rodillas y dejo que las irracionales lágrimas fluyan sin freno. Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo. Lamentando la pérdida de algo que nunca ha existido… mis esperanzas frustradas, mis sueños frustrados y mis expectativas destrozadas.
Nunca me habían rechazado. Bueno, siempre era una de las últimas a las que elegían para jugar al baloncesto o al voleibol, pero eso lo entendía. Correr y hacer algo más a la vez, como botar o lanzar una pelota, no es lo mío. Soy una auténtica negada para cualquier deporte.
Pero en el plano sentimental, nunca me he expuesto. Toda mi vida he sido muy insegura. Soy demasiado pálida, demasiado delgada, demasiado desaliñada, torpe y tantos otros defectos más, así que siempre he sido yo la que ha rechazado a cualquier posible admirador. En mi clase de química hubo un tipo al que le gustaba, pero nadie había despertado mi interés… Nadie excepto el maldito Kendall Grey. Quizá debería ser más agradable con gente como Paul Clayton y Carlos Rodríguez, aunque estoy segura de que ninguno de ellos ha acabado llorando solo en la oscuridad. Quizá solo necesite pegarme una buena llantera.
¡Basta! ¡Basta ya!, me grita metafóricamente mi subconsciente con los brazos cruzados, apoyada en una pierna y dando golpecitos en el suelo con la otra. Métete en el coche, vete a casa y ponte a estudiar. Olvídalo… ¡Ahora mismo! Y deja ya de autocompadecerte, de castigarte y toda esta mierda.
Respiro hondo varias veces y me levanto. Ánimo, Steele. Me dirijo al coche de Flor secándome las lágrimas. No volveré a pensar en él. Anotaré este incidente en la lista de las experiencias de la vida y me centraré en los exámenes.

Cuando llego, Flor está sentada a la mesa del comedor con el portátil. La sonrisa con la que me recibe se desvanece en cuanto me ve.
—____, ¿qué pasa?
Oh, no… La santa inquisidora Florencia Kavanagh. Muevo la cabeza como hace ella cuando quiere dar a entender que no está para historias, pero no sirve de nada.
—Has llorado.
A veces tiene un don especial para decir lo que es obvio.
—¿Qué te ha hecho ese hijo de puta? —gruñe con una cara que da miedo.
—Nada, Flor.
En realidad, ese es el problema. Al pensarlo, sonrío con ironía.
—¿Y por qué has llorado? Tú nunca lloras —me dice en tono más suave.
Se levanta. Sus ojos verdes me miran preocupados. Me abraza. Tengo que decir lo que sea para quitármela de encima.
—Casi me atropella un ciclista.
Es lo mejor que se me ocurre decirle para que por un momento se olvide de Grey.
—Dios mío, ____… ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?
Se aparta un poco y me echa un rápido vistazo para comprobar si todo está bien.
—No. Kendall me ha salvado —susurro—. Pero me he pegado un susto de muerte.
—No me extraña. ¿Qué tal el café? Sé que odias el café.
—He tomado un té. Ha ido bien. Nada que comentar, la verdad. No sé por qué me lo ha pedido.
—Le gustas, ____ —me dice soltándome.
—Ya no. No voy a volver a verlo.
Sí, consigo sonar como si no me importara.
—¿Cómo?
Maldita sea. Está intrigada. Me meto en la cocina para que no pueda verme la cara.
—Sí… No tiene demasiado que ver conmigo, Flor —le digo lo más fríamente que puedo.
—¿Qué quieres decir?
—Flor, es obvio.
Me vuelvo y me coloco frente a ella, que está de pie en la puerta de la cocina.
—Para mí no —me dice—. Vale, tiene más dinero que tú, pero tiene más dinero que casi todo el mundo en este país.
—Flor, es…
Me encojo de hombros.
—¡____, por favor! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Eres una cría —me interrumpe.
Oh, no. Ya estamos otra vez con ese rollo.
—Flor, por favor, tengo que estudiar —la corto.
Pone mala cara.
—¿Quieres ver el artículo? Está acabado. Carlos ha hecho algunas fotos buenísimas.
¿Tengo ahora que ver al guapo de Kendall Grey, quien no siente el menor interés por mí?
—Claro.
Me saco una sonrisa de la manga y me acerco al portátil. Y ahí está, mirándome en blanco y negro, mirándome y encontrándome indigna de su interés.
Finjo leer el artículo, pero no aparto los ojos de su firme mirada gris. Busco en la foto alguna pista de por qué no es un hombre para mí, como me ha dicho. Y de repente me parece obvio. Es demasiado guapo. Somos polos opuestos, y de dos mundos muy diferentes. Me veo a mí misma como a Ícaro cuando se acerca demasiado al sol, se quema y se estrella. Tiene razón. No es un hombre para mí. Es lo que ha querido decirme, y eso hace más fácil aceptar su rechazo… Bueno, casi. Podré soportarlo. Lo entiendo.
—Muy bueno, Flor —logro decirle—. Me voy a estudiar.
Me propongo no volver a pensar en él de momento. Abro los apuntes y empiezo a leer.
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Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:46 pm

Maraton: (5) - Capitulo 4 - Parte II.

Solo cuando estoy en la cama, intentando dormir, permito que mis pensamientos se trasladen a mi extraña mañ____. No dejo de pensar en lo que me ha dicho de que no tiene novias, y me enfado por no haber tenido en cuenta esa información antes de estar entre sus brazos, suplicándole mentalmente con todos los poros de mi piel que me besara. Lo había dicho. No me quería como novia. Me tumbo de lado. Me pregunto si quizá no tiene relaciones sexuales. Cierro los ojos y empiezo a quedarme dormida. Quizá esté reservándose. Bueno, no para ti. Mi adormilada subconsciente me da un último golpe antes de sumergirse en mis sueños.
Y esa noche sueño con ojos grises y dibujos de hojas en la espuma de la leche, y corro por lugares apenas iluminados por una luz fantasmagórica, y no sé si corro en dirección a algo o huyendo de algo… No queda claro.




Suelto el bolígrafo. Se acabó. He terminado mi último examen. Sonrío de oreja a oreja. Probablemente sea la primera vez que sonrío en toda la sem____. Es viernes, y esta noche lo celebraremos. Lo celebraremos por todo lo alto. Seguramente hasta me emborracharé. Nunca me he emborrachado. Miro a Flor, que está en el otro extremo de la clase, todavía escribiendo como una loca. Faltan cinco minutos para que se acabe el examen. Esto es todo. Se acabó mi carrera académica. Ya no tendré que volver a sentarme en filas de alumnos nerviosos. En mi mente doy graciosas volteretas, aunque sé de sobra que mis volteretas solo pueden ser graciosas en mi mente. Flor deja de escribir y suelta el bolígrafo. Me mira también con una sonrisa de oreja a oreja.
De camino a casa, en su Mercedes, nos negamos a hablar del examen. Flor está mucho más preocupada por lo que va a ponerse esta noche. Yo intento encontrar las llaves en el bolso.
—____, hay un paquete para ti.
Flor está en la escalera, frente a la puerta de la calle, con un paquete envuelto en papel de embalar. Qué raro. No recuerdo haber encargado nada en Amazon. Flor me da el paquete y coge mis llaves para abrir la puerta. El paquete está dirigido a la señorita ______ Steele. No lleva remitente. Quizá sea de mi madre o de Ray.
—Seguramente será de mis padres.
—¡Ábrelo! —exclama Flor nerviosa.
Se mete en la cocina para ir a buscar el champán con el que vamos a celebrar que hemos terminado los exámenes.
Abro el paquete y encuentro un estuche de piel que contiene tres viejos libros, aparentemente idénticos, con cubiertas de tela, en perfecto estado, y una tarjeta de color blanco. En una cara, en tinta negra y una bonita caligrafía, se lee:




Reconozco la cita de Tess. Me sorprende la casualidad de que hace un momento haya pasado tres horas escribiendo sobre las novelas de Thomas Hardy en mi examen final. Quizá no sea casualidad… quizá sea deliberado. Miro los libros con atención. Tres volúmenes de Tess, la de los d’Urberville. Abro la cubierta de uno. En la primera página, en una tipografía antigua, leo:




¡Son primeras ediciones! Deben de valer una fortuna. E inmediatamente sé quién me las ha mandado. Flor observa los libros por encima de mi hombro. Coge la tarjeta.
—Primeras ediciones —susurro.
—No… —dice abriendo los ojos incrédula—. ¿Grey?
Asiento.
—No se me ocurre nadie más.
—¿Qué quiere decir la tarjeta?
—No tengo ni idea. Creo que es una advertencia… La verdad es que sigue previniéndome. No tengo ni idea de por qué. No es que me haya dedicado a tirarle la puerta abajo precisamente —digo frunciendo el ceño.
—Sé que no quieres hablar de él, ____, pero no hay duda de que le interesas, te advierta o no.
No me he permitido pensar demasiado en Kendall Grey en la última sem____. Bueno… sus ojos grises siguen invadiendo mis sueños, y sé que tardaré una eternidad en eliminar de mi cerebro la sensación de sus brazos rodeándome y su maravilloso olor. ¿Por qué me ha mandado estos libros? Me dijo que yo no era para él.
—He encontrado una primera edición de Tess en venta, en Nueva York, por catorce mil dólares, pero los tuyos están en mucho mejor estado. Deben de haber costado más —me dice Flor consultando a su buen amigo Google.
—La cita… Tess se lo dice a su madre después de lo que le hace Alec d’Urberville.
—Lo sé —me contesta Flor, pensativa—. ¿Qué intenta decir?
—Ni lo sé ni me importa. No puedo aceptarlos. Se los devolveré con otra cita tan desconcertante como esta de alguna parte confusa del libro.
—¿El pasaje en el que Angel Clare la manda a la mierda? —me pregunta Flor muy seria.
—Sí, ese —le contesto riéndome.
Quiero a Flor. Es leal y me apoya. Envuelvo los libros y los dejo en la mesa del comedor. Flor me ofrece una copa de champán.
—Por el final de los exámenes y nuestra nueva vida en Seattle —dice con una sonrisa.
—Por el final de los exámenes, nuestra nueva vida en Seattle y por que todo nos vaya bien.
Chocamos las copas y bebemos.

El bar es ruidoso y está lleno de gente, de futuros licenciados que han salido a pillar una buena cogorza. Carlos ha venido con nosotras. No se graduará hasta el año que viene, pero le apetecía salir. Nos trae una jarra de margaritas para ponernos en la onda de nuestra recién estrenada libertad. Mientras me bebo la quinta copa, pienso que no es buena idea beber tantos margaritas después del champán.
—¿Y ahora qué, ____? —me grita Carlos.
—Flor y yo nos vamos a vivir a Seattle. Los padres de Flor le han comprado un piso.
—Dios mío, cómo viven algunos… Pero volveréis para mi exposición, ¿no?
—Por supuesto, Carlos. No me la perdería por nada del mundo —le contesto sonriendo.
Me pasa el brazo por la cintura y me acerca a él.
—Es muy importante para mí que vengas, ____ —me susurra al oído—. ¿Otro margarita?
—Carlos Luis Rodríguez… ¿estás intentando emborracharme? Porque creo que lo estás consiguiendo —le digo riéndome—. Creo que mejor me tomo una cerveza. Voy a buscar una jarra para todos.
—¡Más bebida, ____! —grita Flor.
Flor es fuerte como un toro. Ha pasado el brazo por los hombros de Levi, un compañero de la clase de inglés y su fotógrafo habitual en la revista de la facultad, que ha dejado de hacer fotos de los borrachos que lo rodean. Solo tiene ojos para Flor, que se ha puesto un top minúsculo, vaqueros ajustados y tacones altos. Lleva el pelo recogido, con unos mechones rizados que le caen con gracia alrededor de la cara. Está despamp____nte, como siempre. Yo soy más bien de Converse y camisetas, pero me he puesto los vaqueros que más me favorecen. Me aparto de Carlos y me levanto de nuestra mesa.
Uf, me da vueltas la cabeza.
Tengo que agarrarme al respaldo de la silla. Los cócteles con tequila no son una buena idea.
Me dirijo a la barra y decido que debería ir al baño ahora que todavía me mantengo en pie. Bien pensado, ____. Me abro camino entre el gentío tambaleándome. Por supuesto hay cola, pero al menos el pasillo está tranquilo y fresco. Saco el móvil para pasar el rato mientras espero. A ver… ¿cuál ha sido mi última llamada? ¿A Carlos? Antes hay un número que no sé de quién es. Ah, sí. Grey. Creo que es su número. Me río. No tengo ni idea de la hora que es. Quizá lo despierte. Quizá pueda explicarme por qué me ha mandado esos libros y el críptico mensaje. Si quiere que me mantenga alejada de él, debería dejarme en paz. Reprimo una sonrisa de borracha y pulso el botón de llamar. Contesta a la segunda señal.
—¿______?
Le ha sorprendido que lo llamara. Bueno, la verdad es que a mí me sorprende estar llamándolo. A continuación mi ofuscado cerebro se pregunta cómo sabe que soy yo.
—¿Por qué me has mandado esos libros? —le pregunto arrastrando las palabras.
—______, ¿estás bien? Tienes una voz rara —me dice en tono muy preocupado.
—La rara no soy yo, sino tú —le digo animada por el alcohol.
—______, ¿has bebido?
—¿A ti qué te importa?
—Tengo… curiosidad. ¿Dónde estás?
—En un bar.
—¿En qué bar? —me pregunta nervioso.
—Un bar de Portland.
—¿Cómo vas a volver a casa?
—Ya me las apañaré.
La conversación no está yendo como esperaba.
—¿En qué bar estás?
—¿Por qué me has mandado esos libros, Kendall?
—______, ¿dónde estás? Dímelo ahora mismo.
Su tono es tan… tan dictatorial. El controlador obsesivo de siempre. Lo imagino como a un director de cine de los viejos tiempos, con pantalones de montar, un megáfono pasado de moda y una fusta. La imagen me provoca una carcajada.
—Eres tan… dominante —le digo riéndome.
—____, contéstame: ¿dónde cojones estás?
Kendall Grey diciendo palabrotas. Vuelvo a reírme.
—En Portland… Bastante lejos de Seattle.
—¿Dónde exactamente?
—Buenas noches, Kendall.
—¡____!
Cuelgo. Vaya, no me ha dicho nada de los libros. Frunzo el ceño. Misión no cumplida. Estoy bastante borracha, la verdad. La cabeza me da vueltas mientras avanzo en la cola. Bueno, el objetivo era emborracharse, y lo he conseguido. Ya veo lo que es… Me temo que no merece la pena repetirlo. La cola ha avanzado y ya me toca. Observo embobada el póster de la puerta del cuarto de baño, que ensalza las virtudes del sexo seguro. Maldita sea, ¿acabo de llamar a Kendall Grey? Mierda. Me suena el teléfono, pego un salto y grito del susto.
—Hola —digo en voz baja.
No había previsto que me llamara.
—Voy a buscarte —me dice.
Y cuelga. Solo Kendall Grey podría hablar con tanta tranquilidad y parecer tan amenazador a la vez.
Maldita sea. Me subo los vaqueros. El corazón me late a toda prisa. ¿Viene a buscarme? Oh, no. Voy a vomitar… no… Estoy bien. Espera. Me estoy montando una película. No le he dicho dónde estaba. No puede encontrarme. Además, tardaría horas en llegar desde Seattle, y para entonces haría mucho que nos habríamos marchado. Me lavo las manos y me miro en el espejo. Estoy roja y ligeramente desenfocada. Uf… tequila.
Espero una eternidad en la barra, hasta que me dan una jarra grande de cerveza, y por fin vuelvo a la mesa.
—Has tardado un siglo —me riñe Flor—. ¿Dónde estabas?
—Haciendo cola para el baño.
Carlos y Levi discuten acaloradamente sobre el equipo de béisbol de nuestra ciudad. Carlos interrumpe su diatriba para servirnos cerveza, y doy un trago largo.
—Flor, creo que saldré un momento a tomar el aire.
—____, no aguantas nada…
—Solo cinco minutos.
Vuelvo a abrirme camino entre el gentío. Empiezo a sentir náuseas, la cabeza me da vueltas y me siento inestable. Más inestable de lo habitual.
Mientras bebo al aire libre, en la zona de aparcamiento, soy consciente de lo borracha que estoy. No veo bien. La verdad es que lo veo todo doble, como en las viejas reposiciones de los dibujos animados de Tom y Jerry. Creo que voy a vomitar. ¿Cómo he podido acabar así?
—____, ¿estás bien?
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Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:52 pm

Como no aparece la imagen, del texto les pondré, las citas a las que hace referencia:

Cita hecha por Kendall de Tess:
¿Por qué no me dijiste que era peligroso? ¿Por qué no me lo advertiste?
Las mujeres sabe de lo que tiene que protegerse porque lees novelas que les cuentan como hacerlo...

Tipografia antigua:

London: Jack R. Olgood McAlvaine and Co., 1891
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Mensaje por ChiziCoverGirl Mar 22 Ene 2013, 9:55 pm

Terminaré de publicar el capitulo 4 y si alguien comenta seguire olocand la maraton:

Carlos ha salido del bar y se ha acercado a mí.
—Creo que he bebido un poco más de la cuenta —le contesto sonriendo.
—Yo también —murmura. Sus ojos oscuros me miran fijamente—. ¿Te echo una mano? —me pregunta avanzando hasta mí y rodeándome con sus brazos.
—Carlos, estoy bien. No pasa nada.
Intento apartarlo sin demasiada energía.
—____, por favor —me susurra.
Me agarra y me acerca a él.
—Carlos, ¿qué estás haciendo?
—Sabes que me gustas, ____. Por favor.
Con una mano me mantiene pegada a él, y con la otra me agarra de la barbilla y me levanta la cara. ¡Va a besarme…!
—No, Carlos, para… No.
Lo empujo, pero es todo músculos, así que no consigo moverlo. Me ha metido la mano por el pelo y me sujeta la cabeza para que no la mueva.
—Por favor, ____, cariño —me susurra con los labios muy cerca de los míos.
Respira entrecortadamente y su aliento es demasiado dulzón. Huele a margarita y a cerveza. Empieza a recorrerme la mandíbula con los labios, acercándose a la comisura de mi boca. Estoy muy nerviosa, borracha y fuera de control. Me siento agobiada.
—Carlos, no —le suplico.
No quiero. Eres mi amigo y creo que voy a vomitar.
—Creo que la señorita ha dicho que no —dice una voz tranquila en la oscuridad.
¡Dios mío! Kendall Grey. Está aquí. ¿Cómo? Carlos me suelta.
—Grey —dice Carlos lacónicamente.
Miro angustiada a Kendall, que observa furioso a Carlos. Mierda. Siento una arcada y me inclino hacia delante. Mi cuerpo no puede seguir tolerando el alcohol y vomito en el suelo aparatosamente.
—¡Uf, Dios mío, ____!
Carlos se aparta de un salto con asco. Grey me sujeta el pelo, me lo aparta de la cara y suavemente me lleva hacia un parterre al fondo del aparcamiento. Observo agradecida que está relativamente oscuro.
—Si vas a volver a vomitar, hazlo aquí. Yo te agarro.
Ha pasado un brazo por encima de mis hombros, y con la otra mano me sujeta el pelo, como si quisiera hacerme una coleta, para que no se me vaya a la cara. Intento apartarlo torpemente, pero vuelvo a vomitar… y otra vez. Oh, mierda… ¿Cuánto va a durar esto? Aunque tengo el estómago vacío y no sale nada, espantosas arcadas me sacuden el cuerpo. Me prometo a mí misma que jamás volveré a beber. Es demasiado vergonzoso para explicarlo. Por fin dejo de sentir arcadas.
He apoyado las manos en el parterre, pero apenas me sujetan. Vomitar tanto es agotador. Grey me suelta y me ofrece un pañuelo. Solo él podría tener un pañuelo de lino recién lavado y con sus iniciales bordadas. CTG. No sabía que todavía podían comprarse estas cosas. Por un instante, mientras me limpio la boca, me pregunto a qué responde la T. No me atrevo a mirarlo. Estoy muerta de vergüenza. Me doy asco. Quiero que las azaleas del parterre me engullan y desaparecer de aquí.
Carlos sigue merodeando junto a la puerta del bar, mirándonos. Me lamento y apoyo la cabeza en las manos. Debe de ser el peor momento de mi vida. La cabeza sigue dándome vueltas mientras intento recordar un momento peor, y solo se me ocurre el del rechazo de Kendall, pero este es cincuenta veces más humillante. Me arriesgo a lanzarle una rápida mirada. Me observa fijamente con semblante sereno, inexpresivo. Me giro y miro a Carlos, que también parece bastante avergonzado e intimidado por Grey, como yo. Lo fulmino con la mirada. Se me ocurren unas cuantas palabras para calificar a mi supuesto amigo, pero no puedo decirlas delante del empresario Kendall Grey. ____, ¿a quién pretendes engañar? Acaba de verte vomitando en el suelo y en la flora local. Tu conducta poco refinada ha sido más que evidente.
—Bueno… Nos vemos dentro —masculla Carlos.
Pero no le hacemos caso, así que vuelve a entrar en el bar. Estoy sola con Grey. Mierda, mierda. ¿Qué puedo decirle? Puedo disculparme por haberlo llamado.
—Lo siento —susurro mirando fijamente el pañuelo, que no dejo de retorcer entre los dedos.
Qué suave es.
—¿Qué sientes, ______?
Maldita sea, quiere su recompensa.
—Sobre todo haberte llamado. Estar mareada. Uf, la lista es interminable —murmuro sintiendo que me pongo roja.
Por favor, por favor, que me muera ahora mismo.
—A todos nos ha pasado alguna vez, quizá no de manera tan dramática como a ti —me contesta secamente—. Es cuestión de saber cuáles son tus límites, ______. Bueno, a mí me gusta traspasar los límites, pero la verdad es que esto es demasiado. ¿Sueles comportarte así?
Me zumba la cabeza por el exceso de alcohol y el enfado. ¿Qué narices le importa? No lo he invitado a venir. Parece un hombre maduro riñéndome como si fuera una cría descarriada. A una parte de mí le apetece decirle que si quiero emborracharme cada noche es cosa mía y que a él no le importa, pero no tengo valor. No ahora, cuando acabo de vomitar delante de él. ¿Por qué sigue aquí?
—No —le digo arrepentida—. Nunca me había emborrachado, y ahora mismo no me apetece nada que se repita.
De verdad que no entiendo por qué está aquí. Empiezo a marearme. Se da cuenta, me agarra antes de que me caiga, me levanta y me apoya contra su pecho, como si fuera una niña.
—Vamos, te llevaré a casa —murmura.
—Tengo que decírselo a Flor.
Vuelvo a estar en sus brazos.
—Puede decírselo mi hermano.
—¿Qué?
—Mi hermano James está hablando con la señorita Kav____gh.
—¿Cómo?
No lo entiendo.
—Estaba conmigo cuando me has llamado.
—¿En Seattle? —le pregunto confundida.
—No. Estoy en el Heathman.
¿Todavía? ¿Por qué?
—¿Cómo me has encontrado?
—He rastreado la localización de tu móvil, ______.
Claro. ¿Cómo es posible? ¿Es legal? Acosador, me susurra mi subconsciente entre la nube de tequila que sigue flotándome en el cerebro, pero por alguna razón, porque es él, no me importa.
—¿Has traído chaqueta o bolso?
—Sí, las dos cosas. Kendall, por favor, tengo que decírselo a Flor. Se preocupará.
Aprieta los labios y suspira ruidosamente.
—Si no hay más remedio…
Me suelta, me coge de la mano y se dirige hacia el bar. Me siento débil, todavía borracha, incómoda, agotada, avergonzada y, por extraño que parezca, encantada de la vida. Me lleva de la mano. Es un confuso abanico de emociones. Necesitaré al menos una sem____ para procesarlas.
En el bar hay mucho ruido, está lleno de gente y ha empezado a sonar la música, así que la pista de baile está llena. Flor no está en nuestra mesa, y Carlos ha desaparecido. Levi, que está solo, parece perdido y desamparado.
—¿Dónde está Flor? —grito a Levi.
La cabeza empieza a martillearme al ritmo del potente bajo de la música.
—Bailando —me contesta Levi.
Me doy cuenta de que está enfadado y de que mira a Kendall con recelo. Busco mi chaqueta negra y me cuelgo el pequeño bolso cruzado, que me queda a la altura de la cadera. Estoy lista para marcharme en cuanto haya hablado con Flor.
Toco el brazo de Kendall, me inclino hacia él y le grito al oído que Flor está en la pista. Le rozo el pelo con la nariz y respiro su aroma limpio y fresco. Todas las sensaciones prohibidas y desconocidas que he intentado negarme salen a la superficie y recorren mi cuerpo agotado. Me ruborizo, y en lo más profundo de mi cuerpo los músculos se tensan agradablemente.
Pone los ojos en blanco, vuelve a cogerme de la mano y se dirige a la barra. Lo atienden inmediatamente. El señor Grey, el obseso del control, no tiene que esperar. ¿Todo le resulta tan fácil? No oigo lo que pide. Me ofrece un vaso grande de agua con hielo.
—Bebe —me ordena.
Los focos giran al ritmo de la música creando extrañas luces y sombras de colores por el bar y sobre los clientes. Grey pasa del verde al azul, el blanco y el rojo demoniaco. Me mira fijamente. Doy un pequeño sorbo.
—Bébetela toda —me grita.
Qué autoritario. Se pasa la mano por el pelo rebelde. Parece nervioso, enfadado. ¿Qué le pasa aparte de que una estúpida chica borracha lo haya llamado en plena noche y haya pensado que tenía que ir a rescatarla? Y ha resultado que sí tenía que rescatarla de su excesivamente cariñoso amigo. Y luego ha tenido que ver cómo la chica se mareaba. Oh, ____… ¿conseguirás olvidar esto algún día? Mi subconsciente chasquea la lengua y me observa por encima de sus gafas de media luna. Me tambaleo un poco, y Grey apoya la mano en mi hombro para sujetarme. Le hago caso y me bebo el vaso entero. Hace que me maree. Me quita el vaso y lo deja en la barra. Observo a través de una especie de nebulosa cómo va vestido: una ancha camisa blanca de lino, vaqueros ajustados, Converse negras y americ____ oscura de raya diplomática. Lleva el cuello de la camisa desabrochado, y veo asomar algunos pelos dispersos. Aun en mi aturdido estado, me parece que es guapísimo.
Vuelve a cogerme de la mano y me lleva hacia la pista. Mierda. Yo no bailo. Se da cuenta de que no quiero, y bajo las luces de colores veo su sonrisa divertida y burlona. Tira fuerte de mi mano y vuelvo a caer entre sus brazos. Empieza a moverse y me arrastra en su movimiento. Vaya, sabe bailar, y no puedo creerme que esté siguiendo sus pasos. Quizá sigo el ritmo porque estoy borracha. Me aprieta contra su cuerpo… Si no me sujetara con tanta fuerza, seguro que me desplomaría a sus pies. Desde el fondo de mi mente resuena lo que suele advertirme mi madre: «Nunca te fíes de un hombre que baile bien».
Atravesamos la multitud de gente que baila hasta el otro extremo de la pista y encontramos a Flor y a James, el hermano de Kendall. La música retumba a todo volumen fuera y dentro de mi cabeza. Oh, no. Flor está moviendo ficha. Baila sacando el culo, y eso solo lo hace cuando alguien le gusta. Cuando alguien le gusta mucho. Eso quiere decir que mañ____ seremos tres a la hora del desayuno. ¡Flor!
Kendall se inclina y grita a James al oído. No oigo lo que le dice. James es alto, ancho de hombros, pelo rubio y rizado, y con ojos perversamente brillantes. El parpadeo de los focos me impide ver de qué color. James se ríe, tira de Flor y la arrastra hasta sus brazos, donde ella parece estar encantada de la vida… ¡Flor! Aun en mi etílico estado, me escandalizo. Acaba de conocerlo. Asiente a lo que James le dice, me sonríe y se despide de mí con la mano. Kendall nos saca de la pista moviéndose con presteza.
Pero no he hablado con Flor. ¿Está bien? Ya veo cómo van a acabar las cosas entre esos dos. Tengo que darle una charla sobre sexo seguro. Espero que lea el póster de la puerta de los lavabos. Los pensamientos me estallan en el cerebro, luchan contra la confusa sensación de borrachera. Aquí hace mucho calor, hay mucho ruido, demasiados colores… demasiadas luces. Me da vueltas la cabeza. Oh, no… Siento que el suelo sube al encuentro de mi cara, o eso parece. Lo último que oigo antes de desmayarme en los brazos de Kendall Grey es la palabrota que suelta:
—¡Joder!

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Mensaje por Invitado Vie 25 Ene 2013, 10:33 am

Siguelaaaa andale siguela xc xD hfggsfahjj perdon pir no comentar antes pero estaba de vacaciones en la playa xD
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Mensaje por luxy_kuci Sáb 26 Ene 2013, 2:24 pm

siguela por favor!!!! *-*
me encanta, es genial!
necesitoq e la sigas o si no...ehm... -piensa- rayos, no se me ocurre nada xD
de todas maneras siguela! XD
luxy_kuci
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Mensaje por Invitado Mar 12 Feb 2013, 8:00 pm

:(((((((( por que no la sigueees anda no seas mmalota xDDDDD SIGUELAAA NO TE DESAPARESCAS

BESOS

KEITY
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Mensaje por ChiziCoverGirl Vie 08 Mar 2013, 1:13 pm

Holap!!! No la seguia porque nadie comentaba....snif-snif!
Pero bueno...la seguire! Cada sabado pondre 3 capitulos^^
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Mensaje por ChiziCoverGirl Vie 08 Mar 2013, 1:14 pm

Mañana es sabado asi que mañana la seguire!^^
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