The Ghost Of You - Zayn Malik&Tú.

Zayn se sentó en una de las bancas y masajeó sus sienes con los dedos.
¿Cómo era posible que esto estuviera pasando?
Un día te ibas sin dar explicaciones.  Lo abandonabas, botabas, ni siquiera te despedías… y ahora estabas ahí, al lado de él, con la cabeza baja y los hombros caídos.
—Así que… me extrañas. —repitió Zayn lentamente, como si pronunciar las palabras con extrema lentitud fuera a hacer la situación menos real. O, probablemente, quería convencerse a sí mismo de que así lo era. Después de todo, habían pasado seis meses.
Seis meses que habían sido un auténtico infierno para él. Después de aceptar la realidad (que te habías ido para siempre, que nunca volverías), no tuvo las cosas para nada fácil.
Los primeros dos meses se había aislado en el cuarto que compartían en la pequeña casa al norte de Yorkshire. La casa de campo en las afueras de la ciudad en la que se habían conocido cuando, sin querer, tú te habías quedado sin gasolina a la mitad de la carretera y él te había ofrecido pasar la noche ahí. La casa de campo donde empezó todo.
—Sí. Te extraño y te necesito más de lo que podrías imaginarte. —contestaste, poniendo tu mano sobre la de él.
Zayn se sobresaltó al sentir el contacto de tu piel, suave y fría, tocarlo de nuevo. Alzo la palma de la mano y entrelazó sus dedos con los tuyos. Sonreíste.
—Yo también te extraño. —contestó. No te diste cuenta de que había estado conteniendo el aire hasta que lo soltó todo de una exhalación. Apretó tu mano fuerte y cerró los ojos— Te extrañé tanto.
La primera lágrima cayó por su mejilla. Lo rodeaste con tus brazos.
—Shhh, Shhh… estoy aquí. Ya pasó.
Zayn tomó aire y hurgó en el bolsillo de su abrigo. Sacó un pequeño frasco que contenía algunas píldoras. Lo miraste confundida.
El cuarto y el quinto mes, Zayn había iniciado medicación. Había empezado a verte en todas partes: en el árbol que solías escalar fuera de la casa de campo, en el café de vuelta en la ciudad, en la cama, en la cocina de su departamento en Londres… Te veía donde quiera que mirara y eso lo volvió loco. Llegó a recurrir a ingerir drogas para poderte ver más seguido. Alucinógenos, alcohol… lo que fuera, con tal de tenerte unos segundos a su lado. Consideraron internarlo en un psiquiátrico.
No te dijo nada de eso. Simplemente se encogió de hombros.
Empujaste su mano que sostenía el frasco de píldoras más hacia él.
—Huye conmigo. —murmuraste, con una sonrisa excitada y un brillo en los ojos. Zayn te volteó a ver.
—¿Estás segura?
—Sí. —contestaste, provocando que él sonriera.
—¿A dónde iríamos?
Le guiñaste un ojo.
—Es un secreto. Pero sé que te encantará. —te echaste el pelo hacia atrás y, por un segundo, el perfume de rosas que usabas impregnó el aire.
El sexto mes, a Zayn le habían recomendado quedarse con su madre y sus hermanas para evitar que hiciera alguna locura, puesto que una gran dosis del medicamento que le habían recetado podría ser peligrosa. Se la pasaba día y noche en el jardín de su madre. Oliendo las rosas, esperando que alguna oliera exactamente igual a ti. Nunca lo conseguía, y terminaba volviéndose loco, tirando cosas en la casa, y gritándole a sus hermanas. A veces te veía de nuevo, y su madre siempre le decía “no está ahí, Zayn. Ahí no hay nadie. No es real”. Pero te veías tan real. Te sentías tan real.
—Te necesité, ¿sabes? —Susurró, mirándote con aquellos ojos brillosos y esas pestañas tan largas que siempre te habían vuelto loca— ¿Por qué te fuiste?
Suspiraste.
—Sabes que no fue mi decisión.
Y a finales del sexto mes, estaba ahí, contigo. Finalmente. Después de tanta espera, tanto dolor, tanta agonía… al fin te tenía de nuevo.
Te incorporaste y te alejaste un poco. Te sentaste en la superficie de mármol negro y tallado  y le hiciste una seña para que se acercara.
—¿Estás segura de que quieres que vaya contigo? —preguntó, jugando nerviosamente con el frasco de píldoras en sus manos. Le sonreíste penosamente y asentiste con la cabeza.
—Nada nos va a separar nunca si vienes conmigo, Zayn. —lo alentaste.
Zayn vaciló.
Te miró y tú, a tu vez, miraste el frasco en sus manos.
En la otra mano, Zayn sostenía una única rosa roja. La tiró sobre el mármol.
La rosa te atravesó como si nada y fue a parar justo en frente de tu lápida. En la inscripción se leía tu nombre, la fecha de tu nacimiento, la fecha de tu muerte y algunas palabras. Zayn la leyó por última vez, aunque no necesitaba hacerlo… se había memorizado las palabras yendo diario al cementerio: “amada hija y futura esposa”. Nunca se habían llegado a casar.
Zayn se armó de valor y sacó las píldoras del frasco.
—Está bien. Estoy aquí. —lo consolaste.
Puso todas las píldoras en su mano y las deslizó, una por una, por su garganta. Hasta que el dolor de su corazón parara, y pudiera estar de nuevo con el amor de su vida. Para siempre.
El séptimo mes, Zayn ya no estaba.