Realidad (Niall Horan y Kenley Collins)

Parte I. Los sueños se hacen realidad.

Lo más tedioso de mi vida era tener que levantarme tan temprano cada mañana. Sin importar que fueran fines de semana, porque tenía que ayudar a mamá a hacer las compras. En realidad no sé que compras, mamá siempre se inventaba algo nuevo. Siempre.

Me rasgué los ojos para despertar por completo, esto no sirvió. La alarma sonaba aún atolondradamente, se hizo fatigante y tome la nota mental de comprarme un bate para golpear ésta cada vez que quisiera dormir más. Uno a uno saque los pies del edredón, hice una mueca al sentir el frío.

—¡Niall! ¡Es hora! ¡Hoy no te libras! — mamá gritó desde abajo. Seguramente se acordó, de que hace una semana la engañe con que sufría una gripe. Y me quede en casa leyendo hasta tarde, disfrutando de los cuidados de mi madre sin ser estos necesarios.

—¡Ya voy! — respondí a todo pulmón. Si mamá no me notaba despierto, vendría por mi de todas maneras y se vengaría con un vaso de agua helada y eso, no era atractivo con este clima.
Me cambié lo más rápido que pude. Mientras más rápido salía de casa, más evitaba mi muerte.
Cuando estuve abajo, papá desayunaba gustosamente acompañado de mi hermano mientras mamá se apresuraba a preparar los almuerzos. Entonces bebí jugo de naranja a traguitos y devoré unas cuantas frutas.

—Niall, debes de tragar, respirar, o al menos parpadear— dijo de pronto Greg, mi hermano. Papá rió con el comentario pero no se opuso a la prisa que me cargaba por salir.

Me despedí de mi padre y hermano con un choque de manos y de mi madre con un beso. Eché un vistazo a mi almuerzo, y no tuve ni la curiosidad de probarlo.

Normalmente el frío de las mañanas me pone de mal humor, demasiado. Por una parte porque tengo que desayunar sin tener el apetito completo, y por otra parte… Ella siempre se va con Liam de la mano hasta el colegio. Y vengo detrás de ellos, cargando mis estúpidos libros de Matemáticas. Llega un momento en que me siento estúpido también. Tomo I, Tomo II, Tomo III. Estúpidas materias, y para colmo, los libros son como tres veces la biblia.
Sin embargo, la verdadera razón por la que odio las mañanas y parte de mi. Es porque no soy Liam Payne.

Liam Payne, es rudo aunque de buen físico, grosero aunque listo en la mayoría de las materias, mi enemigo aunque el novio de la chica de mis sueños. Kenley.

Estuve a punto de cruzar la puerta cuando mamá me sorprende ahorcándome con una bufanda que ella misma tejió hace semanas, me suelta una última mirada materna de esas que dicen: “como creces” y ajusto mi chamarra junto con el gorro que llevo puesto. Pronto caerá la nieve y si tengo que llegar a la escuela caminando. Tiene que ser con vida.

Bufó para mis adentros mientras visualizo a Kenley del otro lado de la calle. Odio a Kenley. Principalmente la manera en que sonríe a los demás y es cuidadosa, es más tierna —incluso que mi madre— que todas las chicas que he visto en mi vida. A veces en las noches, pienso en sus defectos y trato de encontrarle uno racional y al final concluyo con: ¿Porqué eligió a Liam Payne de novio? ¡Él es detestable!

Y allí está con su adorable sonrisa, sus cachetes con leve todo rosa y su nariz delineada. Nublo mi vista con un libro nuevo que me trajo de regalo mi hermano de su intercambio. Había ido a España y decidió traerme un recuerdo favorable de su parte —lo cobró como el secreto, de que tuvo fiestas y conoció chicas allá—.

Apresuro el paso, quiero llegar antes que esos dos tórtolos a la escuela.

Mi cabeza tiene malas jugadas conmigo, siempre ganan mis neuronas. Me asusto de cuando tiempo me la paso pensando, que hasta me pierdo clases enteras de matemáticas y consigo un cero de calificación como resultado.

La mayoría de veces pienso en Kenley, que asusta mucho más. Cada vez que puedo repaso la primera vez que la vi sonreír enfrente de la clase de inglés. Parecía un ángel y un mes después me descubrí a mi mismo buscando una manera de hablarle o llamar su atención. Kenley me ve como el resto, bobo e impaciente porque toquen el timbre y salga disparado a la cafetería para charlar con mis amigos. Pero, yo no tengo amigos. Me gusta encerrarme en la biblioteca y uno que otro día Louis el chico de lentes y la camisa de rayas, me acompaña.

Suspiro y río al mismo tiempo como un psicópata. Apuesto a que si Liam Payne revisara mis pensamientos del día, me estaría esperando en las rejas del colegio para darme una paliza que hasta quedaría como una anécdota para el resto de las generaciones de High More y estaría escrito en los libros de Historia que leerían mis hijos.

“Liam Payne marca la historia. Deja inconsciente a Niall Horan, del golpe de su vida. ¡Todo porque el perdedor le robó a su novia!”, si eso diría el capitulo y así lo contarían los jóvenes.

Cuando estoy a dos cuadras de llegar, bajo la mochila de mi hombro y hurgo en lo más profundo de mi pecho, entre mi abrigo encuentro la corbata de la escuela. Es tan incómoda. Y me la pongo, porque mamá la cree adecuada. La guardo en la mochila y continúo mi camino entonando “Nothing else matters” de Metallica a todas las notas que me permite mi garganta.

Escucho una respiración agitada y mi corazón da un vuelco.

—¡Qué bien cantas Niall! ¡Deberías hacer eso en la clase de inglés! ¡Rayos como detesto estos climas tan congelados! ¡Juro que mi sangre no circula! — exclama Kenley acercándose a mi corriendo.

Estoy perplejo y no tengo idea de que hacer. Tampoco puedo articular ninguna otra oración mas que:

—¡Cuidado Kenley!

Esa chica. ¡Sabe mi nombre! ¡¿Usar lentes de contacto y dejar las gafas, ha resultado?! ¡Alto! ¡Me escucho cantar! Me regaño mentalmente, Kenley yace en el suelo frotándose los músculos. Anoche llovió y Kenley por venir gritando —o alcanzándome— no noto el carcho que se aproximaba.

—Dios Kenley, ¿no te rompiste algo? ¿estás bien? — pregunto alarmado. La adrenalina ayuda verdaderamente, porque de no ser por su caída, yo no sabría como hablar o respirar. Ella comienza a reírse desenfrenadamente y responde a mi expresión de duda.

—Niall, ¿vas a preguntarme que si estoy bien o me sobarás las nalgas porque me duelen mucho? — quedó más extrañado y sonrío—. Demonios Niall, no me sonrías. ¡Ayúdame!

Reacciono y le brindo el hombro derecho para que se sostenga. Hace su mayor esfuerzo para estar de pie, cae con otra resbalada casi llevándome consigo. Al parecer se lastimo el tobillo o algo parecido, tendrá que revisarla la enfermera.

Kenley. Estoy con Kenley Collins, mi cerebro no lo procesa. Mi corazón mucho menos, tal vez Kenley se aleje y crea que tengo un ataque cardíaco porque si ella dijo que su sangre no circulaba, mi sangre está como loca, demasiado caliente y se me sube a la cabeza sin avisar cada vez que Kenley se mueve.

—Seguramente fue el tobillo — asiente con la cabeza— ¿Por qué corrías tan rápido?

—Le pedí de favor a Liam que trajera mi mochila, quise llegar por las copias de inglés. La maestra dejo una exposición, ¿lo recuerdas? ¡Y es la primera clase! ¡No tome los apuntes ayer! — los nervios se le notaban a flor de piel. Observe detalladamente sus facciones, que a corta distancia eran más definidos y perfectos de lo normal—. ¿Crees aguantarme hasta el colegio? Tal vez dirás: “Ésta extraña viene a pedirme favores, cuando siempre hemos sido vecinos y no me ha dicho nunca los buenos días” pero…

Y la dejé de escuchar. Éramos vecinos y compañeros de la escuela. ¿Por qué nunca me atreví a hablarle? Ahora me pedía que la llevara en mis brazos a la escuela, y eso no era conveniente. No en muchos sentidos. La razón pedía que calmara la ola de sentimientos que desató Kenley. Y para acabar, tampoco tome las notas de inglés.

—… Entonces ¿me echas en tu espalda? Lo pagaré rubio.

—Tu me conoces muy bien Kenley — saqué la mochila de mis hombros para dársela a Kenley y me agache para darle un acceso más fácil a mi espalda. ¡Genial! ¡Liam prepara los puños! ¡Mamá prepara las medicinas! Liam Payne no se vería contento con los murmullos y rumores de la escuela, próximamente—. ¿Cómo es eso posible?

—Te miro de cerca— inquirió con tuno pícaro acomodándose. En ese momento pude haber regresado todo el desayuno, y que mi corazón saliera por mi faringe aunque fuese imposible— Sé que tienes un hermano, Greg. Tu madre es muy dulce y tu padre trabaja mucho. Mi madre siempre me dijo que debía hablar contigo, pero sinceramente te sentí cambiado desde que pasamos los quince.

Kenley se expresaba con lealtad y eso me gustaba. No entendí la última parte. No pesaba mucho, así que el trayecto no me costó tanto. Lo difícil era asimilar el instante. Era como cuando tenía siete e iba al árbol de navidad en busca de mi regalo. Kenley era mi regalo ahora.

—¿Cambiar?

—Sí Niall. De pronto te veía en la cafetería con Styles, y cuando se cambió de colegio, desapareciste. Debes de contarme de tu refugio, porque a veces quiero escapar del mundo.

—En la biblioteca. Harry. Extraño a Harry.

—Ajá. Liam me hablaba mucho de ustedes, que tu y Harry eran los mejores amigos. También que Harry se mudo a Colorado, a una mejor vida. Porque sus padres se divorciaron.

Kenley demostró su peor defecto. Liam Payne.

—¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Liam? — Las palabras salieron sin mi permiso. Me alegra que Kenley las haya tomado con severidad y no como las de un loco maniático que tiene una obsesión con ella. Entre cerro los ojos y dijo las palabras que se quedaron suspendidas en el aire:

—Liam y yo no estamos saliendo —. sonrío a medias— Y ahora que entramos en confianza, ¿por qué se dejaron de hablar Liam y tú? Una vez me mostró un tatuaje suyo que significaba algo con ustedes, ya sabes… Tú, él y Harry.

Y en efecto, Liam y yo, solíamos ser mejores amigos antes de su fama como brabucón.

Parte II. Frenesí

— ¿No qué era solo tu amiga? ¡Depravado! — grita Louis alterado. — Me habías hablado en unas ocasiones de ella, ¡No me dijiste que te gustaba!

Al parecer Louis y yo resultamos más íntimos de lo creí. Se altero cuando le conté lo sucedido en la mañana con Kenley. Aún no sé si la chica puede caminar o si entrego las copias de inglés —yo tuve que saltarme la clase, daría la excusa de que estaba enfermo—. Ahora me encuentro atosigado por los azules y profundos ojos de Louis sentenciando mi muerte con la mirada sobre el armazón de sus lentes. Seguramente mis palabras le sorprendieron mucho porque dejo tirado “El Suicidio” de Emile Durkheim en el suelo. Ese es su libro favorito —aunque hable de cosas aburridas como el Capitalismo y los problemas sociales de una época determinada. Como si Louis no tuviera sus propios problemas. A decir verdad, no tiene—.

En cuanto me pide más información sobre el asunto, articuló:

— Louis dame espacio vital, me quitas el aire para respirar y estoy tieso — se alejo un poco para reincorporarse en su asiento. La bibliotecaria nos fulmino con la mirada para callarnos.

Tenía todos los músculos entumecidos. Después de dejar a Kenley en la enfermería, quise leer un poco del nuevo libro que me obsequió Greg. No lo encontré, así que supuse que se me cayó en el camino o cuando le pase mi mochila a Kenley, entonces regresé corriendo sin percatarme del frío demencial de afuera.

Me hago un ovillo en mi asiento. Reintegro mis fuerzas sin mucho éxito.

— Suéltalo todo Horan. No debes meterte con esa chica, es de Payne.

— Louis la traje a la escuela porque no podía caminar, se lastimo y no está saliendo con Liam— se me hizo raro mencionar su nombre a lo natural, probablemente si me escuchara, plantaría un golpe en mi semblante.

— ¿Esto es verdad? Lo que me enoja es que no me dijeras de Kenley y cuan especial es para ti.

— Claro que es verdad. Kenley era mi secreto y no sé porque demonios te conté — Era verdad. Tal vez ya me hacía falta alguien con quien hablar un poco, desahogarme y pasar las tardes jugando video juegos mientras comemos un pedazo de pizza.

— Por que quieres conquistarla es obvio, Horan —. Eso no lo creía verdad. Solo quería acercarme a Kenley y hacerme un buen amigo suyo. La propuesta que me hizo Louis me dejo con curiosidad, así que le insistí a proseguir con mi silencio— Ya sabes, invítala a salir. Si tantas agallas tienes.

El tono de voz que Louis empleaba era con objetivo de retarme, quería que probara mi amor por Kenley o algo por el estilo. No caería en su red, Kenley es como mi secreto —casi secreto— más preciado y valioso.

— No, Lou. Lo tomaré con calma — Louis rodó los ojos y se apresuro a recoger su libro en el suelo, lo sacudió e inicio su lectura con el mismo fulgor de antes. — Tú, ¿Qué me sugieres, Cupido?

— Que la conquistes de lejos — inquirió con más rapidez de la que calcule. Louis solo deseaba que le pidiera los típicos consejos de amigos, porque para él eso somos: amigos. No obstante, extraño a Harry tanto como mi felicidad y los buenos momentos que pasé con él—. Sin que Payne se de cuenta, porque la observa más de cerca que tú.


— Podrías ayudarme a “conquistarla”, genio —. Hice una pausa para añadir con drama—: Pero nadie observa más de cerca a Kenley, que yo.

Ambos supimos que estaba en lo cierto.


(…)

Louis trato de aconsejarme de martes a domingo, no logramos nada. No nos rendimos.

Había pasado ya una semana y seguía sintiendo las gotas de sudor caer por mi espalda una a una cada vez que Kenley se aparecía en mi camino. Louis dijo que eso era normal, a cierto grado, porque yo lo exageraba mucho, según sus teorías.

Procure no entrar a las clases de inglés, si reprobaba mamá no lo tomaría mucho en cuenta. Era increíble las cosas que hacía con tal de evitar a Kenley, mi nerviosismo ganaba siempre la batalla.

Martes por la tarde. Regreso de las asesorías de matemáticas, como últimamente me duermo en clase y no concilio dormir en mis sábanas, mi organismo cobra cuentas en la peor clase. Mis hombros están cansados, mis pies fatigados y respiro entre cortadamente. Maldigo el frío por lo bajo e imagino mi vida en un lugar tropical como Cancún. Probablemente no sería feliz, pero podría vivir a gusto.

Llegando a casa me siento apático y sin apetito. Antes solía leer un poco, ver películas con Harry y comentar de cualquier tontería con él. Ahora, no tengo a Harry.

— Podrías salir a correr, comes más de lo que haces ejercicio — menciona mamá. Debe estar preocupada porque miro el televisor sin mirarlo. Perdido. — O al menos, enciende la tele.

— Estoy bien mamá. Tranquila — le anunció y se ve gustosa ante mi comentario.

— Nialler, lo de salir a correr es enserio. Subes de peso y Greg te comenzará a molestar— agrega mi madre. Me levanto de golpe al espejo del baño y observo mi estómago. Cuando escucho carcajadas en la sala, noto que mi madre tiene buen sentido del humor y que parezco chica preocupándome por cosas simples.

— Creo que caminaré, antes de que me fusilen tus comentarios.

— ¡Ya era hora! — Y sonrió ante su grito.

(...)

Camino inconscientemente y sin destino. Hubiera querido tener un destino. Si, eso. Tomo nota de que estoy a tres cuadras de mi casa, en un parque.

Ya no hay manera alguna de huir.

— ¡Hola! — grita Kenley a lo lejos con su mochila de la escuela en brazos. Quiero insultar mil incoherencias, y que la tierra me succione. Estoy perplejo — ¿Hola?

— Hola Kenley— me aplaudo, tuve que sacar fuerzas de dentro para articular esa pequeñísima oración unimembre.

— Niall, comienzo a creer que me odias. Que me evitas, ¡Lo he notado! — mueve sus brazos en el aire riendo.

— ¿Odiarte? Claro que no, es solo que…

— ¿Qué? — tomo una bocado de aire.

— Nada— suelto. — ¿Cargo tu bolso? Te ves cansada.

— Sí, bueno… Toma — accede al final. — Liam dijo que vendría hoy por mi, para que no regresará sola… No sé, creo que se le hizo tarde… tal vez… o se le olvido…. Yo que sé. Creo que te intrigo con mis problemas, ¿verdad?

Quiero brindarle mi apoyo y calor, aprieto los puños cuando menciona el nombre de Liam. No me trae buenos recuerdos su nombramiento, se viene ese día cuando acabo nuestra amistad a mi mente.

Harry se despedía de nosotros, los tres llorábamos. Liam se limpiaba los mocos, Harry tenía los ojos hinchados y repetía mucho: “¡Rayos chicos!, ¡Lloro como niña!, ¡Los voy a extrañar mucho!” y yo, trataba de apaciguar mis sollozos con una barra de chocolate. Esa última noche, la mamá de Harry nos invitó a dormir. A Liam y a mi nos dieron permiso, la noche entera nos dedicamos a jugar, contarnos cosas y comimos.

Liam, en ese tiempo. Estaba limpio de tatuajes, era bueno con todos e incluso sonreía. Cuando casi iba a amanecer y el sol encendía sus primeros rayos, la madre de Harry entro a toda prisa y anunció la terrible noticia de que el padre de Liam murió. Quedo machacado y destrozado con la noticia. No había forma de apoyarlo, Harry se fue al día siguiente y yo le ofrecí mi hombro para llorar, no siendo suficiente para él.


Entonces, ahí cambio. Se tatuaba cada vez que sentía algo, se dibujo el nombre del helado que solíamos comer con Harry —eso lo descubrí en una competencia de natación, de las que asistía siempre, un año después—, y ya no volvió a ser el mismo. Nunca más. Me dejo de hablar y perdió comunicación con Harry, porque su padre murió en un accidente automovilístico cuando iba a buscar a Liam a casa de Harry, pretendía ir por él, para llegar temprano al trabajo.

— No, quiero que me cuentes más sobre tus asuntos — le brinde una media sonrisa. Mis gélidos recuerdos me provocaban escalofríos, no precisamente por el clima.

— Terminé con Liam, porque nunca fuimos novios. Él me usaba como medio, para llegar a otra chica. Helen. — Kenley hablaba con tranquilidad, me mordí las mejillas desde adentro controlando mi furia —. Eso, no me molesta. Ese era el plan desde el principio. ¡Pero esa chica juega con él!

— ¿Y por qué Liam te cuida como si fueras suya? — me aventuro a preguntar.

— Por que ese es el plan, Niall. Hacer que Helen tenga celos — memorizo a Helen. Clase de historia, cabello castaño y enormes ojos verdes, Liam tiene buen ojo—. Lo único que salió mal, fue la otra parte del plan. Estuve harta y apresure las cosas.

— ¿Cuál es el plan exactamente? ¿Cuál era?, más bien — no comprendo bien las cosas.

— Yo también usaba a Liam.

— ¿Y él no lo sabía? — estamos a punto de llegar a su casa, se detiene. Imito sus pasos, porque quiero saber la historia con detalle. Planeo contarle a Louis lo sucedido, y que me ayude con más de sus bobos consejos de internet. Que aunque no funcionan, es divertido intentarlos.

— No, Niall. Es decir, ¡Claro que sabía! — La madre de Kenley sale a la puerta con la cara molesta. Esperaba a Kenley desde hace horas y Liam no la trajo a casa como prometió.

— ¡¿Entonces?! — pierdo los estribos sin controlarme. Ella baja su bolso de mi hombro para colocárselo.

— ¡Es que tú eras la otra parte del plan! ¡Y no me notas! ¡Estoy cansada! ¡Lo siento, tengo que hacerlo! — me bufa. Como usualmente sucede, me petrifico.

Y vuelvo a respirar cuando entiendo que soy la segunda parte del plan y Kenley planta sus labios en los míos.

— Tú siempre fuiste mi plan — añade finalmente y se esfuma en la entrada de su jardín.