Realidad (Niall Horan y Kenley Collins)

Parte III. La realidad arruinó mi vida.

Falte la semana completa desde que Kenley me besó. Cuando me sentía apático, me estaba enfermando verdaderamente. El doctor dijo que probablemente era un resfriado común el que se acercaba, debía descansar para reponerme en el menor tiempo posible y mi reposo fue un tormento. Por las tardes trataba de colarme a casa de Kenley, saltar por la ventana para llegar a su jardín o lo que fuera con tal de verla. Y no lo logré, mamá me encontraba a punto de salir por el umbral y me regresaba a la cama, o simplemente no tenía fuerza de levantarme. Dormía la mayoría del día y hacía tareas atrasadas de inglés y matemáticas.

Estuve a punto de decirle a mamá porque quería salir con tanta desesperación, pero ni yo sabía lo que iba a hacer. Ahora que descubrí que Kenley me quiere tanto como yo a ella.

Tenía claro algo, iba a decirle a Kenley que ella siempre está en mi cabeza y su beso fue el mejor de toda la vida. Luego entraba mi matra negativo, mis pensamientos me martillaban la cabeza diciendo que nada era de verdad. Kenley no se podría fijar en alguien como yo, nunca lo haría, si tenía a Liam Payne como novio. Después comprobaba que no me imagine nada, siempre fui el plan de Kenley, tal como lo objeto ella.

Es lunes, vengo con todas las ganas a la escuela. Dormía todos los días y recargue fuerzas.

Me alegra que Greg se haya ofrecido a voluntario para traerme a la escuela, hacía bromas como: “Oye Rodolfo, ¿Y Santa?”, por causa de mi nariz roja y mis estornudos constantes. Entonces, cayó en la cuenta de que ni siquiera le contradecía —defendía— y acepto la verdad de los hechos. Es por eso que ésta mañana vine de copiloto en su automóvil al colegio. Sentí un poco de victoria con mi hermano cuando no se pudo echar atrás porque mamá lo obligo a cumplir su palabra. Dijo algo como: “Un Horan no deja atrás los juramentos” y me giño el ojo.

Alargo el cuello en busca de mi único amigo en éste instituto de descerebrados. Mientras paso la mirada entre los grupitos que se forman en las mesas de la cafetería fantaseo que hubiese pasado si el padre de Liam siguiera aquí en el mundo de los mortales, ¿Liam y yo seguiríamos siendo mejores amigos? Descarto la idea, sin Harry tampoco seríamos nada, pero al menos, la piel de Liam estaría limpia.

Visualizo a Louis con un libro entrando a la biblioteca. Él también lo nota y hace expresiones de sorpresa y asombro como si me hubiera muerto, y resucitara hoy. Agradezco a Louis mentalmente por ser mi amigo y lo saludo con un abrazo cuando entramos a la biblioteca.

— Todos aquí están murmurando — susurra Louis depositando su libro en la sección de “Historia” y tomando un nuevo vicio para él titulado “El Capital” de Carlos Marx.

— ¿Y qué murmuran?

— Payne te va a matar— alarga las cejas y trago saliva. Liam se pudo enterar, alguien nos pudo haber visto, Kenley pudo haberse quejado del porqué no la fue a buscar…— Tiene sentido, es Liam Payne. Payne como dolor en inglés, ¿ves?

— Eres un tonto Louis— blanqueo los ojos— ¿Me apoyarás cuando me este partiendo la cara?

— Estoy en contra de la violencia, pero si por apoyar te refieres a echar porras. Allí estaré — me dedica una sonrisa. Entristezco por dentro, tarde o temprano pasaría esto. Liam Payne está en mi búsqueda—. Ahora vamos a Sociología, tienes muchos apuntes atrasados.

— ¿No ibas a ayudarme con esa materia? ¡Louis! — doy un brinco por exaltación. Me alivia que estemos ya fuera de la biblioteca, si no, tendría un reporte o un llamado de atención.

— Calmado— dice jugando con sus lentes, y da una palmada a mi espalda — La tarea es lo de menos, cuida tus espaldas... Amigo, Liam Payne te está buscando.

— Gracias, “amigo” — le bufo con sarcasmo y apresuramos el paso cuando estamos en el pasillo principal. Porque Liam no está ciego.


(…)

Deseo con todas las ganas del mundo que Harry siguiera aquí, que nunca se hubiera mudado.

También deseo que Liam, Harry y yo, volvamos a ser inseparables. Los mejores amigos de antes.

Al menos, si tuviera a Harry, tendría con quien apoyarme.

Intento saltarme inglés. El prefecto del colegio me cacha y anota en su libreta unas cinco faltas ilegales —de la semana pasada— y no por enfermedad. No encuentro ninguna otra excusa que dar, tengo que entrar al aula.

Mis compañeros me lanzan miradas de compasión, respiro a pocas bocados de aire y busco el asiento más apegado al escritorio. Liam aún no ha llegado a la clase, tampoco Kenley.

Una chica de cabello rojo y pecas definidas me susurra un “ptssssssss” y volteo a verla. Me dice que Kenley me busca, aunque no estoy del todo seguro, alzo la mano y pido permiso para ir al baño. Como el maestro no ha llegado el prefecto me da la autoridad, mas “está contando los minutos”. Corro a la fuente como señalo la pelirroja, y allí está ella perdida en su propio vacío. No se da cuenta cuando me siento a lado de ella, sobre el borde de la fuente.

— Niall, ¿Te saltarás inglés por mí? — dice en un hilo de voz que me llega hasta el alma.

— Lo haría cada vez que tú me lo pidieras — suelta unas risitas nerviosas.

Kenley arranca de mi espalda un papel —el cual no noté su presencia—, donde reza “patéame”. Me pregunto a quien genio de mi clase se le ocurrió semejante idea o si fue una broma pesada de Louis. Si fue la segunda opción cobraría venganza.

— ¿Nadie te ha pateado? — pregunta mirando al suelo.

— No hasta ahora, no te preocupes por eso… ¿Para qué me llamaste Kenley? — suelta un suspiro. En el momento en que la nombro, se pone más nerviosa. Y me pongo más nervioso. Controlo con dificultad el maremoto de emociones de mi estómago y retengo el desayuno de la mañana.

— Porque quería saber si me odias — Ahora me mira directo a los ojos. Sus pestañas son más largas de lo que creí y me deja aspirar su aliento sabor a menta.

— ¿Sabes algo curioso? — digo acumulando las fuerzas necesarias para decir lo que siento — No fui tan inteligente como tú para hacer un plan. Trate de esperar a que Payne se alejara para hablarle a la chica de mis sueños y resulta que ella está detrás de un tonto de su salón de inglés.

Mi comentario me da la recompensa de escuchar su risa, solo por unos segundos, me deja disfrutar de su perfecta hilera de dientes y los ojos se le encienden en fuego de felicidad.

— Niall, eso quiere decir…. Que tú…. Yo…. ¿Estabas detrás de mí?

— No tú estabas siempre en mi cabeza y no había forma de sacarte de allí — Kenley sonríe a medias.

De pronto se me sube la sangre a las mejillas. Es un sentimiento raro, que nunca me había ocurrido. Mis mejillas se alzan sin permiso alguno y esbozan sonrisas sin querer. Kenley se ve más hermosa que siempre. O tal vez es el hecho de que yo piense eso continuamente.

— Kenley… ¿Quieres ser mi plan? — no formulo la pregunta con objetivo fijo. Ella entiende.

Afirma un “sí” cuando cae a hacia mí y me da un abrazo.

Algún día podre pedirle algo formal, será más que solo mi “plan”.

Ambos reprobaremos inglés, es seguro.


(…)

— Liam, primero que nada, nunca te cambiaría. Y segundo, ya no estamos saliendo — las palabras de Kenley enfurecieron con vigor a mi agresor y apretó animadamente mi playera.

— Esto no fue como acordamos, Ken. Aún no obtengo lo mío.

— ¡Liam! ¡Esa chica está loca! ¡reacciona, amigo! — se me hace curioso en la forma en que se dirige a él: “amigo”. Amigos que fingen tener una relación. Mis costillas me duelen mucho para reír, así que no lo hago.

— Tú ya tienes a Horan, ¿Es todo verdad? ¡Nunca quisiste ayudarme! — Las venas del cuello de Liam emprenden un color exaltante y las logro observar.

— Liam, bájame — suplico. Comienzo a toser y a perder las únicas fuerzas que tenía para estar de puntitas —y aguantar que me sostenga casi en el aire—.

— ¡No!, ¡Esto es entre Kenley y yo! ¡No te metas!

— Se está poniendo como pasa — inquiere Kenley — déjalo ir.

Liam explota y con su brazo derecho aún en el aire, zampa un golpe en mi rostro.

Despierto en busca de olor a medicinas y sedantes o estar en la cama de un hospital, lo único que encuentro es mi habitación iluminada por unos cuantos rayos de sol.

La realidad arruinó mi vida.

Entonces caigo en la cuenta de que me levanto sudando, atemorizado de Liam Payne.

Entonces comprendo que Harry ya no volverá, porque se fue en busca de una mejor vida.

Entonces comprendo que Louis no era tan amigo mío, porque no me fue a echar porras como garantizó.

Entones entiendo que mi hermano Greg nunca me llevaría a la escuela, aunque estuviera enfermo de una gripe más seria.

Y también comprendo que jamás fui el plan de Kenley.

Porque acabo de despertar de un sueño y mamá se limita a gritar:

— ¡Niall! ¡Es hora! ¡Hoy no te libras!

Y tal como en mi mal sueño. Quiero destruir la alarma con mis propias manos.

Sin embargo, ésta mañana me armo de valor para hablarle a la chica de las pestañas largas, Kenley Collins. Mi más grande sueño.